Diez reflexiones de los Padres de la Iglesia, que te ayudarán a comprender y profundizar, sobre el ayuno que los cristianos ofrecemos a Dios. Jesús te ama

San Juan Crisóstomo

Antioquía, 347 – Comana Pontica, 14 de septiembre de 407

«Ningún acto de Virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros… Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces Bien a otros, no haces nada grande».

San Agustín

Tagaste, 13 de noviembre de 354 – Hippo Regius (también llamada Hipona), 28 de agosto de 430

El ayuno como ofrenda a Dios es propio de los hombres y no de los ángeles. Esta práctica, esta virtud del alma, esta pérdida de la carne y ganancia del espíritu los ángeles no se la pueden ofrecer a Dios. En efecto, allí en el cielo todo es abundancia y seguridad sempiterna; y por eso no hay defecto alguno, porque todo el amor es hacia Dios. Allí Dios es el pan de los ángeles, y Dios se hace hombre para que el hombre coma el pan de los ángeles. Tanto aquí como allí hay alimento, pero el alimento de aquí, cuando nutre, se acaba, y llena el vientre de modo que él se disminuye; en cambio, el alimento de allí, a la vez que llena, permanece igualmente entero. De este alimento Cristo nos ha indicado que tengamos hambre, cuando dice: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (La utilidad del ayuno: El ayuno como ofrenda a Dios Exordio)

San Basilio el Grande

Cesarea  330 -1 de enero, 379

El cuerpo que se embota a diario con demasiada comida, es como un buque cargado en exceso, y en peligro de hundirse al menor soplo de las olas. ..” “Y si venimos al orden espiritual, “el ayuno es quien da alas a la oración para que pueda subir al cielo; es la firmeza de la familia, la salud de la madre y el maestro de los hijos”. Ten cuidado, no sea que, por despreciar ahora el agua, tengas después que mendigar una gota desde el infierno”. ¿Quién es el que ha conseguido participar de la mesa eterna, repleta de dones espirituales, viviendo aquí en espléndida abundancia? Perdonad al prójimo y componed los pleitos, no sea que ayunéis de carne y devoréis a vuestros hermanos. (Ad Populum variis argumentis homiliae XIX)

San Gregorio de Niza

n. entre 330 y 335 en Cesarea de Capadocia y † entre 394 y 400 en Nisa, Capadocia

“¿De qué te sirve el ayuno y la abstinencia si después con tu maldad haces daño a tu hermano? ¿Qué ganas, ante Dios, por el hecho de no comer de lo tuyo, si después, actuando injustamente, arrancas de las manos del pobre lo que es suyo?” (De perfectione christiana: PG 46, 456 a)

San Jerónimo

Estridón, Dalmacia, c. 340 – Belén, 30 de septiembre de 420

“Los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.”

El esposo es Cristo y la esposa la Iglesia; de este espiritual matrimonio han nacido los Apóstoles, que no pueden estar tristes mientras ven al Esposo en el lecho nupcial y saben que está en compañía de la Esposa. Pero cuando hayan pasado las bodas y llegare el tiempo de la pasión y de la resurrección, entonces los hijos del Esposo ayunarán. Y esto es lo que significa: “Vendrán días”, etc.

San Hilario

N.siglo IV, hacia 315 Poitiers (Francia) y fallecido en esta misma ciudad en 367

Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.”
En sentido místico, la respuesta de que los discípulos no tienen necesidad de ayunar estando presente el esposo, enseña que con la alegría de su presencia y el sacramento del santo alimento nadie tendrá necesidad de ayunar, es decir, conservando en el alma la presencia de Cristo. Dice, además, que, después de su partida de este mundo sus discípulos ayunarán. Los que no creen en la resurrección de Cristo, no comerán el pan de la vida porque el Sacramento del pan celestial se nos da como premio de nuestra fe en la resurrección. (in Matthaeum, 9)

San Gregorio Magno

Roma, c. 540-ibíd., 12 de marzo de 604

Dios aprueba aquel ayuno que hace quien da limosna a los demás. Todo esto de lo cual te privas a ti mismo, lo entregas a otros, para que por lo mismo por lo que tu carne es afligida, se fortifique la carne de tu prójimo pobre (Homiliae in Evangelia, 16,6)

San Leon Magno

Toscana, ha. 390 – Roma, 10 de noviembre de 461

Es preciso realizar el ayuno, no privándose solamente de los alimentos, sino procurando evitar el pecado y los vicios. Dado que no nos mortificamos sino para extinguir en nosotros la concupiscencia. Y el resultado de la mortificación debe ser el abandono de las acciones deshonestas y de las voluntades injustas. Esta manera de entender las exigencias de la fe no excusa a los que están enfermos de practicarlas, pues en un cuerpo lánguido puede encontrarse un alma sana (in sermone 6 de Quadragesima, 2).

San Pedro Crisólogo

380 o 406-450 sacerdote italiano, arzobispo de Rávena (433-450)

Hermanos míos, hoy empezamos el gran viaje de la Cuaresma. Por lo tanto llevemos en nuestro barco todas nuestras provisiones de comida y bebida, colocando sobre el casco misericordia abundante que necesitaremos. Porque nuestro ayuno tiene hambre, nuestro ayuno tiene sed, sino se nutre de bondad, sino se sacia de misericordia. Nuestro ayuno tiene frío, nuestro ayuno falla, si la cabellera de la limosna no lo cubre, si el vestido de la compasión no lo envuelve. (Sermón 8; CCL 24, 59; PL 52, 208 )

San Gregorio el Grande

Roma, c. 540-ibíd., 12 de marzo de 604

Santificar el ayuno es manifestar con otras buenas obras que nuestra abstinencia es digna de Dios. Se debe advertir a los que se abstienen, que ofrecen a Dios una abstinencia agradable si dan a los pobres los alimentos de que ellos mismos se privan. (sent. XIV, adic. Tric. T. 9, p. 382 y 383.)