Una voz de Pax 📢

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 2,16-21

 

 

En el Evangelio dominical que coincide con el del primer día del año y con la fiesta de Santa María Madre de Dios, se nos señalan dos actitudes bien distintas pero con una misma motivación. Esta última, no es otra que la espectación del Hijo de Dios recién nacido.

Por un lado la alegría desbordante de los pastores por lo que han visto y oído y por otro el piadoso silencio de María quien guarda todas las cosas importantes dentro de su corazón.

Cuando amamos a una persona, a demás de quererla conocer cada vez más, puesto que no se ama lo que no se conoce, buscaremos la ocasión para hablar bien de ella y destacar sus cualidades. Seguramente no escatimaremos esfuerzos en defenderla cada vez que algo o alguien se atreva  a decir o hacer algo en contra de ella.

Pero a demás de tener para con ella estas formas que podríamos decir son de carácter positivo, también podemos tener unas más discretas porque lo bueno también debe ser atesorado conforme a su dignidad.

De este modo el encuentro con Dios ha de tener sus formas y sus momentos. Lo que mueve a los pastores es la alegría del don encontrado. Su amor y su fe no pueden ser acallados. De la misma manera debemos ser capaces de volver a la alegría de la Navidad porque cada año no es la misma, pues Dios no se repite.

Proclamar alabanzas, orar y cantar a voz en cuello debe ser nuestra natural disposición pues Dios vuelve a nacer en nosotros cada vez que lo pidamos.

Pero también debemos ser concientes de la fe que heredamos  y por tanto la responsabilidad que ello comporta.

En efecto, el don no es para quedárnoslo sino para comunicarlo, para compartirlo. Pero para ello hemos primero de reflexionarlo.

Aunque parezca redundante, nuestra fe es creible, es razonable y cuando se nos pida debemos poder dar razón de ella.

La misión del cristiano es propagar la fe y para ello hemos de conocerla cada día más y mejor porque como decíamos líneas arriba nadie ama lo que no conoce.

Al igual que María, los pastores conocieron al amor de los amores. Al igual que María meditemos, en nuestros corazones.

Una Voz de Pax