Jesús no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no elimina la preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él.

Y este encuentro ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de vida.

El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (v. 35).

Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. (Ángelus, 2 de agosto de 2015)  

 

• John 6:30-35

 

El Evangelio de hoy contiene el discurso del pan de vida: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”. Lo que Dios ha querido desde el principio es sentarse con sus criaturas a un banquete de compañerismo, compartir la vida y la alegría, dar, recibir y dar una vez más. 

Este es el círculo de la gracia. Cuanto más recibimos la vida divina, más debemos darla y así obtenemos más de ella. 

A lo largo del Antiguo Testamento, encontramos imágenes de banquetes sagrados. En el monte santo de Dios, Isaías dice que habrá buenas carnes y vinos selectos. Y a lo largo de su ministerio, Jesús participa en comidas a las que todos están invitados. Dios quiere compartir su vida con nosotros. 

Esto llega a su máxima expresión en la Eucaristía, donde Jesús cambia el pan y el vino en Cuerpo y Sangre, y luego nos invita a todos alrededor de la mesa a festejar y compartir la vida, a dar y recibir y volver a dar. Audiencia la celebra cada 18 de Febrero

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Bernardita Soubirous, Santa

Virgen, 16 de abril



Vidente de Lourdes

Martirologio Romano: En Nevers, en Francia, santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María y, después, abrazando la vida religiosa, llevó una vida escondida y humilde. († 1879).

También se la conoce como: Santa Bernardita De Lourdes.
También se la conoce como: Santa Bernardette.
También se la conoce como: Santa María Bernarda.

Etimológicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 8 de diciembre de 1933 por el Papa Pío XI.

Breve Biografía


El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía ni leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el rosario, Bernardita Soubirous. Nació en Lourdes en 1844 de padres muy pobres. Por medio de ella la Virgen hizo surgir la prodigiosa fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos de todo el mundo para reavivar su fe y su esperanza. Muchos regresan de Lourdes curados también en su cuerpo. La Virgen, durante la segunda aparición, le dijo: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro”.



A pesar de haber sido dócil instrumento para extener la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba: “No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia”. Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.



 

Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia. Su entrada se demoró debido a su delicada salud. En la profesión tomó el nombre de Sor María Bernarda. Durante los quince años de vida conventual no conoció sino el privilegio del sufrimiento. Las mismas superioras la trataban con indiferencia, por un designio providencial que les impide a las almas elegidas la comprensión y a menudo hasta la benevolencia de las almas mediocres. Al principio fue enfermera dentro del convento, después sacristana, hasta cuando la enfermedad la obligó a permanecer en la cama, durante nueve años, siempre entre la vida y la muerte.


A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes: “María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla”. Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879.


Fue beatificada el 14 de junio de 1925 por el Papa Pío XI, y el mismo Papa la elevó al honor de los altares el 8 de diciembre de 1933.

 

El amor de Dios nos da auténtica vida

Santo Evangelio según San Juan 6, 30-35.

Martes III de Pascua.




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Jesús, hoy vengo a ti con mi alma hambrienta y sedienta de algo que sea capaz de saciarme. Busco signos en el exterior que me lleven a una felicidad plena y no los encuentro. Sé Tú el que alimente mi alma, mi corazón con el Amor, pan de la vida y agua que sacia toda mi existencia, para que pueda ser signo vivo de ti.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 6, 30-35



En aquel tiempo, la gente le pregunto a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”. Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.


Palabra del Señor.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


 

Hoy, el corazón se puede distraer con realidades que pretenden satisfacerlo, alimentarlo. Sin embargo, cada día somos conscientes que muchas de ellas nos dejan insatisfechos, nos prometen la felicidad plena y, por el contrario, nos convierten en esclavos, encerrándonos en un ansia desmedida; realidades que pretenden no terminar pero que son caducas, engañándonos una y otra vez, que nos aprisionan disfrazadas de una máscara de amor “real” que acaba en un momento, que nos utiliza y nos hace perder nuestro valor.
Estas realidades hacen que cada día tengamos un hambre de infinito, de algo más grande. Realidades que no nutren el corazón y lo debilitan hasta producir una anemia espiritual. Los problemas se hacen cada día más grandes y la capacidad de amar se esfuma, al igual que las esperanzas e ilusiones de una vida nueva.
Esta anemia genera grandes insatisfacciones, pero el corazón grita que todo esto no lo satisface absolutamente, pidiendo algo más grande: un Amor sin condiciones, que no se acaba: el Amor que ha tenido Jesucristo por nosotros al entregarse Él mismo para alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre. Cada vez que nos alimentamos de Él en la Eucaristía, el corazón se fortalece y crece en una libertad que nada ni nadie en este mundo nos puede dar, erradicando toda insatisfacción que pueda existir, pues no hay nadie que conozca nuestro corazón mejor que Dios, quien lo ha credo.



«La solemnidad de hoy nos recuerda que, en la fragmentación de la vida, el Señor sale a nuestro encuentro con una fragilidad amorosa que es la Eucaristía. En el Pan de vida, el Señor nos visita haciéndose alimento humilde que sana con amor nuestra memoria, enferma de frenesí. Porque la Eucaristía es el memorial del amor de Dios. Ahí “se celebra el memorial de su pasión”, del amor de Dios por nosotros, que es nuestra fuerza, el apoyo para nuestro caminar. Por eso, nos hace tanto bien el memorial eucarístico: no es una memoria abstracta, fría o conceptual, sino la memoria viva y consoladora del amor de Dios».
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de junio de 2017).



Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


Buscaré un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para recordar todo su amor por mí y le pediré perdón por las veces en que he rechazado su amor.


Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

La Eucaristía: alimentarse de Cristo

Quien comulga tiene dentro de sí a Jesús, tanto como María lo tuvo durante los nueve meses del embarazo. ¡Así de grande es el sacramento de la Eucaristía!




 

“Quien comulga tiene dentro de sí a Jesús, tanto como María lo tuvo durante los nueve meses del embarazo”.
Así de grande es el sacramento de la Eucaristía, que nos permite nutrirnos de Cristo y degustar el Cielo en la Tierra.
Si nuestro cuerpo va a ser morada del mismo Jesús, 
¿hay algo que podamos hacer para recibirlo mejor?

¿No es una locura pensar que en un trozo de pan está el mismo Cristo?

Es cierto, es una locura. Solo Dios pudo haber pensado y hecho algo tan grande. Pero desde el punto de vista del amor, es muy razonable. Cuando una madre tiene a su bebe en brazos, llena de amor, lo abraza y, como le parece poco besarlo, le dice: “te comería”. Es lo que Dios hace: hace posible que lo comamos. Y, para ello, eligió un alimento humilde, sencillo y al alcance de todos.

¿De qué modo está presente Cristo en el pan y en el vino?

La Eucaristía esconde a Jesús. Todo Jesús está presente detrás de la apariencia de pan. Quien comulga tiene dentro de sí a Jesús, tan real y físicamente como María lo tuvo durante los nueve meses del embarazo. Obviamente, de un modo distinto: escondido tras las figuras del pan y el vino.

¿Para qué comer la hostia consagrada en lugar de simplemente venerarla?

Porque Cristo se quedó precisamente para que lo comamos; si no, hubiera elegido otro modo de quedarse. Cuando lo instituye, dice “tomad y comed”, no “tomad y venerad”… ¡Se quedó para alimentarnos! No solo para adorarle… El sentido radical de la Eucaristía es comida. Lo comprobamos al repasar el capítulo 6 del Evangelio de Juan: comienza con la multiplicación de los panes (con las que se sacia el hambre material), pasa a hablar del mana (el pan del Cielo, con el que Dios alimentaba todos los días al pueblo en el desierto) y es en ese contexto en el que Jesús promete la Eucaristía (el pan de la vida eterna: su mismo ser).

¿Qué nos aporta comulgar?

Todo. Diviniza nuestra vida. Nos aporta lo esencial, aquello que engrandece nuestra vida y la hace eterna: la vida de Cristo, la vida eterna, vivir en Dios. Y para que nuestra unión a Él sea plena, se nos da como alimento. Para santificarnos, purificarnos, divinizarnos, fortalecernos, hacernos crecer, llenar nuestra vida de El mismo… Lo más grande que podemos hacer en nuestra vida es alimentarnos con Cristo, hacernos una “cosa” con El.

¿Qué efectos puede tener en nuestra vida comulgar con asiduidad?

Todos los beneficios que alimentarse produce en el cuerpo, los produce la Eucaristía a todos los niveles, en cuerpo y alma. No es un alimento solamente espiritual: ¡nos comemos su cuerpo y nos bebemos su sangre! En nuestra existencia corpórea no basta con comer una vez, necesitamos alimentarnos con frecuencia y, gracias a la comida, tenemos energía… El fin de la vida cristiana es cristificarnos, identificarnos con El. Y, para ello, necesitamos una fuerza divina que nos transforme: esa fuerza nos la brinda la Eucaristía.

Al recibirlo con frecuencia, ¿no podríamos trivializar la grandeza del acto?

Hemos de estar atentos para que la facilidad con que se nos entrega no nos haga perder conciencia de la grandeza del don. Sería triste acostumbrarnos a comulgar y hacerlo como si no fuera algo especial. La solución para desearlo más no es espaciar en el tiempo las comuniones, sino evitar el peligro de la rutina. Y el gran remedio para la rutina es la oración: cuando meditamos en la grandeza de la Eucaristía nos enamoramos del amor que Dios nos tiene. El tesoro es tan grande –es Dios– que nunca acabaremos de abarcarlo.

¿Debemos comulgar aunque nos sintamos indignos de recibir a Cristo?

Hay personas que dejan de comulgar porque se sienten indignas… Pero, por más indignos que nos sintamos, conviene que comulguemos si cumplimos con las dos condiciones básicas para recibir la comunión: estar en gracia y guardar una hora de ayuno.

¿Por qué hay que guardar ayuno?

Es una forma de garantizar la delicadeza con nuestro Dios. Si vamos a recibirlo, privarnos de alimentos y bebidas (menos de agua y de medicamentos, los cuales no rompen este ayuno) una hora antes de comulgar es una manera de prepararnos para algo tan grande. Esta condición no se les exige a las personas mayores ni a los enfermos.

¿Qué es el estado de gracia?

La gracia es una participación de la vida divina. Nos introduce en la vida de la Trinidad, ya que nos hace participar de la filiación del Hijo: hijos de Dios Padre, en el Hijo, por la acción del Espíritu Santo. La recibimos en el Bautismo y la perdemos cuando cometemos un pecado mortal. Si la perdemos, la recuperamos en el Sacramento de la Penitencia.

¿Y si se comulga en pecado mortal?

Se comete un sacrilegio, que es pecado grave por el mal uso de lo sagrado. Dejar de comulgar no es pecado; hacerlo indignamente, sí. Por esto, si uno duda si está en pecado mortal, siempre es mejor no comulgar; salvo en el caso de los escrupulosos, que son aquellos que creen estar en pecado mortal, sin estarlo.

Por tanto, ¿no es obligatorio comulgar cada vez que asistimos a misa?

Durante la misa, solo es obligatoria la comunión del sacerdote. Los fieles no tienen esta obligación, pero es muy conveniente comulgar cuando participamos en esta gran celebración. Eso sí, si uno no está en gracia o no cumple con el tiempo de ayuno, no debe comulgar. Los católicos que tienen uso de razón tienen la obligación de comulgar al menos una vez al año, en Pascua.

¿Y para qué nos sirve ir a misa si no podemos comulgar?

La misa es el centro de nuestra vida. En ella nos unimos a la ofrenda de Cristo, al Padre, y así esta recibe un valor de eternidad. Esto no es por la comunión, sino por la participación en la misa. Y, en muchísimos casos, la solución es sencilla: buscar un sacerdote para confesarse.

Si no estamos seguros de sí podemos comulgar, ¿qué debemos hacer?

Si esa duda tiene fundamento (“dudo si un pecado que cometí es grave”) hay que dejar de comulgar. Es mejor no comulgar que cometer un sacrilegio. Si la duda no tiene fundamento (“dudo de que, a lo mejor, podría tener un pecado grave”), hay que despreciar la duda y comulgar.

¿Comulgar sin confesarse?

¿Se puede recuperar el estado de gracia antes de confesarse?  

Si, haciendo un acto de perfecta contrición, con el propósito de confesar tan pronto como sea posible.

¿Puedo comulgar si hago un acto de contrición perfecta?  

Para comulgar se debe estar en estado de gracia: esto no tiene excepción. Como un acto de contrición perfecta devuelve la gracia, en tal caso se cumpliría con dicha condición.

¿Cómo sé que mi acto de contrición ha sido perfecto?  

Para custodiar la Eucaristía y evitar sacrilegios, la Iglesia prescribe que quien tenga conciencia de haber cometido un pecado grave no comulgue sin haberse confesado antes.

¿Hay alguna excepción que permita comulgar sin haberse confesado?  

Los preceptos de la Iglesia no obligan cuando existe una dificultad grave en su cumplimiento. Cuando una persona no puede confesarse y debe comulgar (algo poco frecuente), podría lícitamente comulgar haciendo antes un acto de contrición perfecto. Es el caso, por ejemplo, de un sacerdote que ha cometido un pecado grave y, no teniendo con quien confesarse, debe celebrar misa (ya que no puede celebrarla sin comulgar). En el caso de los laicos no parece que esto se dé, salvo en casos muy extraordinarios.

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Cinco llaves para entrar en la Eucaristía: Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo.

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Eucaristía y la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús: La eucaristía ha brotado del Corazón de Jesús. Es el mayor regalo del Corazón de Jesús en la Última Cena.


Solo a esto le temía santa Bernardette, vidente de Lourdes

 

 

Es muy difícil imaginar que una persona que haya visto a la Virgen tenga algún temor, pero santa Bernardette, vidente de la Virgen de Lourdes temía a esto

Santa Bernadette Soubirous es la niña a la que Nuestra Señora se apareció en Lourdes. Tiempo después de las apariciones, se hizo religiosa y entró en el convento de Nevers, adoptando el nombre de hermana Marie-Bernard.

“Esta hermana no sirve para nada”

En 1870, la guerra franco-prusiana llegaba a su fin con la derrota de Napoleón III. Sin embargo, los soldados de Prusia que marchaban por el norte de Francia aún representaban una amenaza real y causaban pavor entre la población.

Alrededor del 9 de noviembre, con los prusianos ya en los límites del departamento de Nièvre, cuya capital es Nevers, el caballero Gougenot des Mousseaux fue a visitar a la religiosa en el convento para hacerle unas preguntas.

Sus preguntas y las respuestas de santa Bernadette fueron registradas para la posteridad por el Conde Lafond, que, sin embargo, no demostraba gran aprecio personal por la religiosa a juzgar por el comentario que escribió a su respecto:

“Hermana Marie-Bernard… Esta hermana no sirve para nada y, sin embargo, es considerada el tesoro de san Gildard. La miran como baluarte de la ciudad episcopal y le atribuyen la salvación durante la invasión de 1870; los prusianos estaban en todos los condados vecinos y casi a las puertas de Nevers”.

No temía a la guerra, pero sí a algo más

El conde continúa su relato reproduciendo la entrevista de Gougenot des Mousseaux a santa Bernadette:

“-¿Recibió, en la gruta de Lourdes o después, alguna revelación relacionada con el futuro y el destino de Francia? ¿La Santísima Virgen no le dejó ninguna advertencia o amenaza de peligro para transmitir a Francia?

-No.

 

-Los soldados de Prusia están llegando. ¿No tiene miedo? -No. -Entonces ¿no hay nada que temer? -Yo sólo tengo miedo de los malos católicos.-¿No tiene miedo de nada más? -No, de nada más.

La imagen que ilustra este texto es una foto del cuerpo intacto de santa Bernadette, que, desde el 3 de agosto de 1925, está expuesto en una urna de cristal en la capilla del convento de san Gildard, en Nevers, Francia. La ciudad queda en Borgoña, a 260 kilómetros de París.

 

El cuerpo intacto de Santa Bernardita: Lo que dijeron los médicos al verlo

 

 

El cuerpo perfectamente conservado de Santa Bernardita Soubirous es uno de los casos médicos estudiados más inusuales. He aquí extractos de los informes de las tres exhumaciones del cuerpo de la Santa

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Desde el 3 de agosto de 1925, el cuerpo intacto de la Santa se encuentra expuesto en un relicario de cristal en la capilla del monasterio de Saint-Gilard en la ciudad francesa de Nevers. La ciudad está ubicada en Borgoña, a 260 km de París.

Este es el contenido de la inscripción en la capilla al lado del cuerpo de la Santa: “El cuerpo de Santa Bernardita ha estado descansando en esta capilla desde el 3 de agosto de 1925.”

Está intacto y “como si estuviese petrificado”, como dijeron los médicos forenses, así como las autoridades seculares y eclesiásticas con motivo de las exhumaciones de 1909, 1919 y 1925. La cara y las manos que se oscurecieron por la exposición al aire, estaban cubiertas por una fina capa de cera. El cuerpo estaba inclinado hacia el lado izquierdo, la posición en que se asentó en la tumba.

Veamos qué dijeron los médicos responsables de examinar el cuerpo de la Santa durante las exhumaciones mencionadas.

Primera exhumación 

El día 22 de septiembre de 1909, treinta años después del funeral, el cadáver de Santa Bernardita fue exhumado por primera vez y apareció un cuerpo intacto, sin signos de descomposición. Los doctores Ch. David y A. Jourdan, quienes realizaron la primera exhumación, escribieron en su informe:

El ataúd se abrió en presencia del obispo y prefecto de Nevers, sus representantes y muchos otros clérigos. No notamos ningún olor.El cuerpo estaba vestido con el hábito del convento al que pertenecía Bernardita. El hábito estaba húmedo. Solo la cara, las manos y los antebrazos quedaban expuestos.La cabeza estaba doblada hacia la izquierda. La cara estaba marchita y blanca. La piel estaba unida a los músculos y los músculos estaban unidos a los huesos.Los párpados cubrían las cuencas de los ojos. La nariz estaba estirada y arrugada. Los labios estaban ligeramente separados, así que se podía ver los dientes que quedaban en su posición natural.Los brazos, cruzados sobre su pecho, estaban perfectamente conservados, al igual que las uñas. Las manos sostenían un rosario. Se podían ver las venas en el antebrazo.Los pies estaban arrugados y las uñas intactas. Cuando se eliminó el hábito y se levantó el velo de la cabeza, se pudo observar un cuerpo firme y la piel estirada. Su cabello fue cortado muy corto y estaba firmemente adherido a la cabeza. Las orejas estaban perfectamente conservadas […]El estómago estaba apretado, al igual que el resto del cuerpo. Al tocarlo, emitió un sonido parecido al del cartón. La rodilla derecha era más ancha que la izquierda. Las costillas y los músculos eran visibles debajo de la piel. El cuerpo estaba tan rígido que se podía girar de un lado a otro.Certificamos que hemos redactado correctamente este informe, que en toda su extensión es cierto. Nevers, 22 de septiembre de 1909, doctores: Ch. David, A. Jourdan.

Segunda exhumación

En 1919, diez años después de la primera exhumación, la segunda exhumación del cuerpo de Santa Bernardita, dirigida esta vez por el Dr. Talon y el Dr. Comte, en presencia del obispo de la ciudad de Nevers y el delegado de la policía, así como representantes de la prefectura y de la Iglesia.

La situación fue idéntica a la de la primera exhumación. Aquí hay algunos extractos del informe final del Dr. Comte sobre la segunda inspección:

Después del examen, encuentro que el cuerpo de la Venerable Bernardita permanece intacto, esqueleto completo, músculos debilitados, pero bien conservados; solo la piel estaba arrugada debido a la humedad del ataúd. […]El cuerpo no mostró signos de putrefacción ni de descomposición, lo que naturalmente se esperaría cuarenta años después del funeral. Nevers, 3 de abril de 1919, Dr. Comte.

 

 

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Tercera exhumación

El 18 de noviembre de 1923, el papa Pío XI firmó un decreto que reconoce las virtudes heroicas de Bernardita. Después de la beatificación de la Santa, tuvo lugar la tercera exhumación, que tuvo lugar el 12 de junio de 1925. Su objetivo era obtener una “reliquia” del cuerpo de la mujer. La canonización tuvo lugar ocho años después, en 1933.

Los detalles de la última exhumación fueron incluidos en el informe del Dr. Comte, cuyas fórmulas legales a veces confunden a los laicos que no están acostumbrados a un lenguaje tan especializado. Este documento, sin embargo, nos permite evaluar con precisión hasta qué punto el cuerpo de la visionaria de Lourdes ha permanecido libre de descomposición.

Quería abrir la caja torácica por el lado izquierdo para extraer algunas costillas y luego el corazón, porque estaba convencido de que estaría intacto. Sin embargo, debido a que el torso se apoyaba ligeramente en el brazo izquierdo, tendría dificultades para acceder al corazón.Dado que la madre superior expresó el deseo de no sacar el corazón de Santa Bernardita, que también era el deseo del obispo, cambié mis intenciones y, en lugar de abrir el lado izquierdo de la caja torácica, saqué solo dos costillas del lado derecho, a las que tenía acceso más fácil.Durante esta exhumación, me impresionó la excelente condición en la que se conservara el esqueleto, los tejidos fibrosos, los músculos flexibles y fuertes, los tendones y la piel, cuarenta y seis años después de la muerte.Después de tanto tiempo, cada cuerpo muerto se descompone, se pudre y se calcifica. Sin embargo, cuando estaba cortando el cuerpo, me di cuenta de que tenía una consistencia casi normal y suave.En este punto, les dije a todos los presentes que no veía este fenómeno como natural.

Relicario de cristal

En ese momento, se fabricó un relicario de cristal en el que descansa el cuerpo de Santa Bernardita. Las monjas cubrieron la cara y las manos de la Santa con una fina capa de cera. Actualmente, el relicario se encuentra en una hermosa capilla fuera del recinto para que pueda ponerse a disposición de los visitantes.

El cuerpo maravillosamente conservado de Santa Bernardita alienta a los visitantes a imitar su vida y a tomar en serio el mensaje de la Inmaculada Concepción transmitido por la visionaria.

Película: El cuerpo perfectamente conservado de Santa Bernardita.