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• John 14:7-14

Bishop Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús habla sobre el mutuo habitar con Dios: “¿No creéis que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí?” 

Charles Williams, amigo de C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien, afirmó que la idea maestra del cristianismo es la “coinherencia”, lo que describió como una morada mutua. 

Pero a veces olvidamos que todos estamos interconectados. ¿Cómo es que nos identificamos a menudo? Casi exclusivamente a través del nombre de nuestras relaciones: somos hijos, hermanos, hijas, madres, padres, miembros de organizaciones o miembros de la Iglesia. 

Y cuando leemos el Evangelio hoy vemos cómo Jesús se identifica a sí mismo. Jesús revela la “coinherencia” que obtiene dentro de la existencia misma de Dios. “Maestro”, le dijo Felipe, “muéstranos al Padre, y eso nos bastará”.

A lo cual Jesús responde: “¿Hace tanto tiempo que estoy contigo y aún no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre”. 

¿Cómo puede ser esto cierto, a menos que el Padre y el Hijo estén juntos? Aunque Padre e Hijo son realmente distintos, están completamente Uno en el Otro por un acto mutuo de amor. Como dice Jesús: “El Padre que habita en Mí, hace sus obras”.

 

 

Zita de Lucca, Santa

Virgen, 27 de abril
Fuente: Corazones.org
Patrona de las sirvientas domésticas.
Se le invoca también por las llaves perdidas.

 

Martirologio Romano: En Luca, de la Toscana, santa Zita, virgen, la cual, nacida de hogar humilde, a los doce años entró a servir a la familia de los Fatinelli, y perseveró hasta la muerte, con admirable paciencia, en este servicio doméstico († 1278).

Breve Biografía


Nació cerca de Lucca, Italia en 1218 y murió en Lucca el 27 de abril de 1278.



Su familia era pobre pero muy devota. Su hermana mayor entró en el convento cisterciense y su tío era ermitaño con fama popular de santidad.

No tuvo dinero y ni siquiera se sabe su apellido. Sin embargo, logró lo único que es necesario para que la vida sea un verdadero éxito: la santidad.



Para mantener a su familia, a los doce años de edad se hizo sirvienta de los Fatinelli, una familia rica de Lucca, y les sirvió el resto de su vida, por 48 años.


Desde pequeña demostró un gran amor para con todos, especialmente los pobres y abandonados. Esto no agradaba mucho a la familia Fatinelli. Pero el Señor intervino. En una ocasión, Zita fue a servir a un necesitado dejando momentáneamente su trabajo en la cocina. Otros sirvientes se lo dijeron a la familia Fatinelli, pero cuando ésta fue a la cocina a investigar encontró a ángeles haciendo su trabajo. Desde aquel día le permitieron mas libertad para servir a los pobres. No por eso cesaron las burlas y los ataques de los otros sirvientes.

 

Una vez que el hambre azotó la ciudad, Zita tenía la costumbre de repartir todo lo suyo, incluso su comida, con los pobres. Pero la necesidad era muy grande, por lo que repartió la despensa de granos de la familia con los pobres. Cuando la familia fue a investigar encontró la despensa repleta. Fueron muchos los incidentes milagrosos de su vida. En la víspera de Navidad, Zita encontró que en la puerta de la Iglesia de San Fredaino, un hombre que temblaba de frío. Ella tomó un valioso manto de la familia y se lo entregó, advirtiéndole que debía devolverlo después de la misa para que ella pudiese a su vez regresarlo a su dueño. Pero el hombre desapareció. Aquello fue demasiado para el Señor Fatinelli quién al próximo día montó en cólera contra Zita. Así estaba cuando un anciano vino a la puerta y devolvió el manto. La gente del pueblo interpretó que aquel anciano era un ángel, por lo que desde entonces la puerta de San Fredaino se llamó “El Portal del Angel”.

Zita tenía particular devoción por los prisioneros condenados a muerte.

Murió a los 60 años e inmediatamente su culto se propagó especialmente en Palermo, Sicilia, otras partes de Italia e Inglaterra.

Su cuerpo se venera en la capilla de Santa Zita de la Iglesia de San Fredaino, en Lucca, Italia

Fue canonizada por S.S. León X el 5 de Septiembre de 1696.

 

 

Conocer para amar

Santo Evangelio según San Juan 14, 7-14.

 

Sábado IV de Pascua.
Por: Jorge Alberto Leaños García, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.



Cristo, Rey nuestro.


¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Gracias, Señor, por llamarme a estar contigo. Quiero acercarme a ti con la confianza que me da el saberme que me quieres, que buscas siempre mi bien y que siempre me escuchas. Que este rato de oración me ayude a confiar más en ti.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 14, 7-14



 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aun mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre”.



Palabra del Señor.


 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

Si conociéramos plenamente el amor de Dios, ¿qué sería de nosotros? ¿Qué haríamos o qué dejaríamos de hacer? O mejor dicho, ¿qué seríamos o qué dejaríamos de ser?

Conocer a Dios no sólo consiste en leer libros u oír palabras referidas a Él. Tener un conocimiento personal es más que sentir o no sentir, es más que una vana creencia; es llegar a tener la certeza vital de que alguien tuvo el valor de amar sin medida al entregar radicalmente toda su persona.

Cada uno de nosotros, con espíritu sobrenatural, estamos en la búsqueda de Cristo para encontrar, bajo la luz del Espíritu Santo, el rostro del Padre.

Con Él, Padre, Hijo y Espíritu Santo, hemos pasado momentos duros o placenteros, momentos de confusión o iluminación, momentos… ésta es la clave: tener momentos con Dios, tener un tiempo para Dios.

El corazón mundano dice “perder el tiempo en el sagrario” al momento de buscar a Dios en el tabernáculo. Mientras el alma, con un espíritu de fe, defiende la certeza de que es la mejor inversión, pues el fruto llega a ser de un valor que no se puede comprar ni vender, sino sólo ganar con una actitud que Dios, en su infinita bondad y misericordia, se digna mirar.

Sentir la mirada de Dios provoca una experiencia que aumenta nuestra relación personal. Es necesario tener esta viva experiencia del misterio que sólo se entiende desde el amor.

 

«¡Qué difícil es dejarse amar verdaderamente! Siempre nos gustaría que algo de nosotros no esté obligado a la gratitud, cuando en realidad estamos en deuda por todo, porque Dios es el primero y nos salva completamente, con amor. Pidamos ahora al Señor la gracia de conocer la grandeza de su amor, que borra todos nuestros pecados. Dejémonos purificar por el amor para reconocer el amor verdadero». (Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré conocer a Dios buscándolo en un lugar donde me cueste verle.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Nuestra Señora de Montserrat, una advocación muy venerada

 

 

Avocación mariana que es patrona de Cataluña y pertenece al grupo de “vírgenes negras” de la época románica, cuyo color tiene un profundo significado

Nuestra Señora de Montserrat (la Mare de Déu de Montserrat) es una de las advocaciones marianas más conocidas en el mundo.

La imagen se encuentra hoy en el monasterio benedictino de Montserrat (España), en un enclave montañoso singular: una formación rocosa de la era terciaria que la hace inconfundible. El nombre de Montserrat hace alusión a ella: “monte serrado”.

La leyenda afirma que, en el siglo IX, unos pastores encontraron la talla de madera en una cueva, entre cantos de ángeles y en medio de un resplandor.

El obispo ordenó trasladarla pero conforme avanzaba la procesión, se hacía cada vez más difícil sostener aquel peso.

Todos entendieron que Dios quería que se venerara en aquel lugar, de modo que se instaló en una ermita que todavía hoy existe.

Posteriormente, se construyó muy cerca de allí el templo benedictino, donde hoy se da culto a Nuestra Señora de Montserrat, con peregrinos de los cinco continentes.

Ya en la Edad Media, los peregrinos del Camino de Santiago conocieron Montserrat y divulgaban su devoción, que se extendió rápidamente por toda Europa.

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La “Moreneta”

A la imagen de la Virgen de Montserrat se le llama la “Moreneta” (morenita) porque lleva la túnica, corona y manto dorados, pero la cara y las manos de la Santísima Virgen y el Niño son negros.

La talla pertenece al grupo de “vírgenes negras” de la época románica. Y la teoría de los expertos más aceptada explica que la imagen negra manifiesta simbólicamente a María como Madre del Sol de justicia, con la piel quemada por ese sol.

La talla representa a María coronada y sentada sobre un trono, con el Niño Jesús en su regazo.

Con la mano derecha, ella sostiene el mundo mientras que Él, Rey del Universo, da la bendición con la derecha levantada y con la izquierda sostiene un objeto con forma de cono de pino.

A lo largo de los siglos, muchos santos han pasado por Montserrat: entre ellos, san Pedro Nolasco, san Raimundo de Peñafort, san Vicente Ferrer, san Francisco de Borja, san Luis Gonzaga, san José de Calasanz, san Antonio María Claret, san Ignacio de Loyola y san Josemaría Escrivá

 

La imagen de Nuestra Señora de Montserrat que se venera en la Abadía de Montserrat

Patrona

El Papa León XIII declaró a Nuestra Señora de Montserrat patrona de Cataluña y esta advocación se considera uno de los signos de identidad de los catalanes.

También en la América evangelizada pueden encontrarse numerosas ciudades, islas, montes y monasterios que llevan el nombre de Montserrat. En México, Chile y Perú llevan el nombre de Montserrat algunas de las primeras iglesias que allí se construyeron.

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