Luke 14:1, 7-11
En el Evangelio de hoy Jesús nota como hay personas que compiten por el lugar más alto en un banquete. Entonces, ¿qué es lo que hace Jesús? Se da cuenta de cómo este juego bloquea la intención de Dios para su pueblo y se esfuerza entonces por interrumpirlo. Lo que se busca con la parábola es que tengamos el valor de no jugar el juego del honor.
Cuando cada instinto de tu cuerpo te dice que debes ocupar el lugar más alto, debes en realidad buscar el lugar más bajo, el lugar donde es menos probable que te noten. ¿Qué pasaría si intentaras esto en el campo deportivo, en el trabajo, en tu familia, entre tus amigos? Sería como deshacerse de una adicción.
Luego lo lleva más allá. A veces invitamos gente a fiestas o somos amables con ellos en busca de reciprocidad. Entonces, el Señor nos dice, no invites a personas que puedan retribuirte; no seas amable con las personas que probablemente lo sean contigo. Ama a tus enemigos; invita a los pobres, los olvidados, los sin techo.
La búsqueda del honor es una adicción como cualquier otra. Interrumpe lo que Dios quiere para nosotros. Recemos para obtener la gracia de liberarnos de ella.
Jesús dice: «cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Déjale el sitio a este” …. al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto» (Lc 14, 8-9). Con esta recomendación, Jesús no pretende dar normas de comportamiento social, sino una lección sobre el valor de la humildad. La historia enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad y la ostentación son la causa de muchos males. Y Jesús nos hace entender la necesidad de elegir el último lugar, es decir, de buscar la pequeñez y pasar desapercibidos: la humildad. Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, Dios nos exalta, se inclina hacia nosotros para elevarnos hacia Él. (…) No lo olvidemos: ¡Dios paga mucho más que los hombres! ¡Él nos da un lugar mucho más bonito que el que nos dan los hombres! El lugar que nos da Dios está cerca de su corazón y su recompensa es la vida eterna. «Y serás dichoso —dice Jesús— …se te recompensará en la resurrección de los justos» (v. 14). (Ángelus, 28 agosto 2016)
Carlos Borromeo, Santo
Obispo de Milán, 4 de noviembre
Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
Cardenal Obispo de Milán
Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584)
Fecha de beatificación: en el año 1602 por el Papa Clemente VIII Fecha de canonización: 1 de noviembre de 1610 por el Papa Pablo V
Etimologicamente:: Carlos = Aquel que es dotado de noble inteligencia, es de origen germánico
Breve Biografía
La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano. Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.
Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.
En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.
Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.
Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa PabloV
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Un corazón humilde
Santo Evangelio según San Lucas 14,1.7-11.
Sábado XXX del Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
A ti, Señor, elevo mi alma; Dios mío, yo pongo en ti mi confianza. Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque Tú eres mi Dios y mi Salvador, y yo espero en ti todo el día. Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. No recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud; por tu bondad, Señor, acuérdate de mí. Amén. (Salmo 25)
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 1.7-11
Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y ellos estaban espiándolo. Mirando como los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: «Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hay en la ciudad de Roma una iglesia que contiene un tesoro. Aunque se encuentra en una avenida importante, está un poco escondida, así que hay que buscarla con atención, para no perderse este sitio tan especial y su contenido. Originalmente estaba dedicada a san Ambrosio, pero su título comparte ahora también el nombre de san Carlos Borromeo, pues dentro de este templo se encuentran las reliquias de su corazón. ¡Qué corazón tan valioso el de este santo obispo!
El valor de este corazón no se mide por el «rango» que san Carlos ocupó en la Iglesia. Más bien, su vida nos muestra al hombre que Cristo menciona hoy en el Evangelio: ése que se humilla y se coloca en el último lugar. Aunque su tío –el papa Pío IV –creía darle un honor cuando lo nombró arzobispo de Milán, Carlos en realidad tomó esta elección como un llamado a servir. Se desgastó trabajando por renovar espiritualmente a su diócesis; ayudó en silencio escribiendo el catecismo, para enseñar con claridad la fe a sus fieles y a toda la Iglesia Católica. Su último y más grande acto de abajamiento consistió en ayudar a los contagiados de peste. Su corazón dejaba de latir en 1584, después de tanto haber amado y servido a Dios y al prójimo.
Incluso quien no es obispo está invitado a imitar este corazón humilde. Todo el que ha sido bautizado está llamado a vivir para servir. Nuestra fe sólo resplandece si la vivimos así, como un banquete en el que todos buscamos el último lugar y somos elevados por la humildad de otros. Más aún, este movimiento tiene la belleza de un baile que gira en torno a Cristo. Él fue el primero en bajar hasta nuestro pecado y en resucitar para alzarnos a todos con Él.
«Fueron pastores del rebaño de Cristo y, a imitación suya, se gastaron, se entregaron y se sacrificaron muchas veces por la salvación del pueblo a ellos encomendado. Lo santificaron mediante los sacramentos y lo guiaron por el camino de la salvación; llenos de la fuerza del Espíritu Santo anunciaron el Evangelio; con amor paternal se esforzaron por amar a todos, especialmente a los pobres, a los indefensos, a los necesitados. Por eso, al final de su existencia, pensamos que al Señor «los aceptó como sacrificio de holocausto».
Con su ministerio, grabaron en los corazones de los fieles la consoladora verdad de que «la gracia y misericordia son para sus devotos». En el nombre del Dios de la misericordia y del Perdón, sus manos han bendecido y absuelto, sus palabras han confortado y enjugado lágrimas, su presencia ha testimoniado con elocuencia que la bondad de Dios es inagotable y que su misericordia es infinita. Algunos de ellos fueron llamados a dar testimonio del Evangelio de manera heroica, soportando grandes tribulaciones. […] Alabamos a Dios por todo el bien que el Señor ha hecho por nosotros y por su Iglesia a través de estos nuestros hermanos y padres en la fe». (Homilía de S.S. Francisco, 4 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré ceder algún lugar preferente o de importancia (en casa, en el trabajo o en medios de transporte).
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
«El agua es vida, el agua es alimento. No dejar a nadie atrás»
Mensaje del Papa Francisco con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación 2023.
Por: Papa Francisco | Fuente: Vatican.Va
A Su Excelencia
el señor Qu Dongyu
Director General de la FAO
Excelencia:
La Jornada Mundial de la Alimentación se celebra en una coyuntura en la que la miseria y el desaliento no dan tregua a numerosos hermanos nuestros. En efecto, el grito de angustia y desesperación de los pobres debe despertarnos del letargo que nos atenaza e interpelar nuestras conciencias. La condición de hambre y desnutrición que hiere gravemente a tantos seres humanos es el resultado de un inicuo cúmulo de injusticias y desigualdades que deja a muchos tirados en la cuneta de la vida y permite que unos pocos se instalen en un estado de ostentación y opulencia. Esto se aplica no sólo a los alimentos, sino también a todos los recursos básicos, cuya inaccesibilidad para muchas personas representa una afrenta a su dignidad intrínseca, otorgada por Dios. Es, sin duda, un insulto que debería sonrojar a toda la humanidad y movilizar a la comunidad internacional.
En este sentido, el tema que centra las reflexiones de la Jornada de este año: “El agua es vida, el agua es alimento. No dejar a nadie atrás”, invita a subrayar el valor insustituible de este recurso para todos los seres vivos de nuestro planeta, de lo que se deriva la perentoriedad de planificar e implementar su gestión de manera sabia, cuidadosa y sostenible, de forma que todos puedan disfrutarlo para satisfacer sus necesidades sustanciales, y se pueda también sostener e impulsar el adecuado desarrollo humano, sin que nadie sea excluido.
El agua es vida porque garantiza la supervivencia; sin embargo, en la actualidad este recurso se ve amenazado por serios desafíos en términos de cantidad y calidad. En muchos lugares del planeta, nuestros hermanos padecen enfermedades o mueren precisamente por la ausencia o escasez de agua potable. Las sequías provocadas por el cambio climático están dejando yermas vastas regiones y causando enormes estragos en ecosistemas y poblaciones. La gestión arbitraria de los recursos hídricos, su distorsión y contaminación dañan especialmente a los indigentes y constituyen un vergonzoso agravio ante el que no podemos quedarnos de brazos cruzados. Por el contrario, de manera apremiante, hemos de reconocer que «el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos» (Carta enc. Laudato si’, n. 30). Por eso, es imprescindible invertir más en infraestructuras, en redes de alcantarillado, en sistemas de saneamiento y depuración de aguas residuales, en particular en las zonas rurales más remotas y deprimidas. Es importante asimismo elaborar modelos educativos y culturales que sensibilicen a la sociedad para que se respete y preserve este bien primario. Jamás ha de conceptuarse el agua como mera mercancía, como un producto de intercambio o un artículo para especular.
El agua es alimento porque es esencial para lograr la seguridad alimentaria, siendo un medio de producción y un componente indispensable para la agricultura. En los cultivos, es necesario fomentar programas eficaces que eviten las pérdidas en las conducciones de riego agrícola; emplear plaguicidas y fertilizantes orgánicos e inorgánicos que no contaminen el agua; favorecer asimismo medidas que salvaguarden la disponibilidad de los recursos hídricos para impedir que una escasez aguda se convierta en causa de conflictos entre comunidades, pueblos y naciones. Además, la ciencia y la innovación tecnológica y digital han de ponerse al servicio de un equilibrio sostenible entre el consumo y los recursos disponibles, evitando impactos negativos en los ecosistemas y perjuicios irreversibles en el medio ambiente. Por ello los organismos internacionales, los gobiernos, la sociedad civil, la empresa, las instituciones académicas y de investigación, así como otras entidades han de aunar voluntades y sumar ideas para que el agua sea patrimonio de todos, se distribuya mejor y se gestione de forma sostenible y racional.
Finalmente, la celebración de la Jornada Mundial de la Alimentación ha de servir también para recordar que la cultura del descarte ha de ser incisivamente contrarrestada con acciones basadas en una cooperación responsable y leal por parte de todos. Nuestro mundo es demasiado interdependiente y no puede darse el lujo de dividirse en bloques de países que promueven sus intereses de forma espuria y sesgada. Estamos llamados, en cambio, a pensar y actuar en términos de comunidad, de solidaridad, tratando de dar prioridad a la vida de todos por encima de la apropiación de bienes por parte de algunos.
Señor Director General, lamentablemente hoy asistimos a una escandalosa polarización de las relaciones internacionales debido a las crisis y enfrentamientos existentes. Se desvían hacia la producción y el comercio de armas ingentes recursos financieros y tecnologías innovadoras que podrían emplearse para que el agua fuera fuente de vida y progreso para todos. Nunca antes ha sido tan urgente convertirnos en promotores del diálogo y artífices de la paz. La Iglesia no se cansa de sembrar aquellos valores que edifiquen una civilización que encuentre en el amor, el respeto mutuo y la ayuda recíproca una brújula para orientar sus pasos, volcándose sobre todo en los hermanos que más sufren, como los hambrientos y los sedientos.
Con estos deseos, al tiempo que agradezco a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura cuanto realiza para promocionar el desarrollo agrícola, una nutrición sana y suficiente para cada persona y un uso sostenible del agua, invoco abundantes bendiciones celestiales sobre cuantos luchan por un mundo mejor y más fraterno.
Vaticano, 16 de octubre de 2023
San Carlos Borromeo, el ángel de la peste
Hizo colocar bancos a una debida distancia de las puertas de casa para administrar la Eucaristía
En el 1576- 1577, el norte de Italia, especialmente Milán, fue azotado por una terrible peste que fue denominada “la peste de san Carlos”.
Y no es porque esta se verificó durante el episcopado de Carlos Borromeo, sino por el papel fundamental que cumplió el santo para afrontar la plaga.
Mientras todos escapaban -hasta el mismo gobernador y el gran canciller de Milán-, Carlos se preparaba firmando su testamento. Sabía que la peste no perdonaba a ninguno, ni al más rico ni al más pobre.
Él hubiera podido tranquilamente refugiarse tranquilamente en otra ciudad; también hubiera podido vivir como príncipe ya que provenía de una familia noble adinerada de muy alto rango.
Pero no: decidió “padecer” al lado de la gente, dando todo el apoyo que fuera posible, tanto espiritual como material.
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Implicándose a fondo
Sí, porque san Carlos no dudó en vender sus bienes para fabricar 200 barracas en las afueras de la ciudad donde eran “arrojados” los enfermos.
Donó los refinados tapices del palacio de familia para que los enfermos se cubriesen, en el duro invierno del norte italiano.
Todos los días iba a visitar a las víctimas abatidas por la pandemia que en solo dos meses habría provocado 6.000 muertes.
Carlos vio que las manos eran pocas. Y que reinaba la desesperanza en los fieles, recluidos en sus casas por voluntad propia o luego por el dictamen de la magistratura.
Entonces envió a su criado a Suiza y pagó para traer 70 hombres y mujeres, muchos de ellos sacerdotes y monjas, para que lo ayudaran, para que nadie perdiera la fe ante tal desolación.
Creatividad para la asistencia espiritual
La gente no podía salir y no podía recibir los sacramentos. Por eso Carlos se organizó para que cada uno que lo desease no se quedara sin la Santa Misa o la Reconciliación.
En varios puntos de la ciudad, aquellos más visibles desde las puertas y ventanas de las personas, mandó erigir pequeños altares con forma de columna.
Algunas todavía existen y son llamadas las “cruces estacionales de Milán”, donde los sacerdotes celebraban la Misa todos los días.
También hizo colocar bancos a una debida distancia de las puertas de casa, para administrar la Eucaristía.
Los mismos sacerdotes solían llevar un banquillo, para poder escuchar las confesiones a una distancia adecuada, muy parecida al metro de distancia social que se vive hoy con el coronavirus.
Las campanas de la catedral sonaban siete veces al día, invitando a la gente a recitar una letanía y los salmos, que antes habían sido distribuidos por el santo en folletos especiales.
Cada plaza, cada barrio se unía en oración como un gran coro al unísono. Una imagen seguramente conmovedora, y más si traemos la escena y las comparamos a lo vivido en esta pandemia, en nuestras ciudades, en nuestros balcones.
Recurrir a un ángel
Es interesante saber que tanto en esa época como la actual, la región más afectada por la peste y el coronavirus en Italia fue la Lombardía.
Por eso hoy especialmente en su día apelamos con ruegos y una oración por el fin de la pandemia a quien fue denominado el “ángel de la peste”.
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