La Nota de Hoy 📝

Anécdotas e historias de la música

por Mario Aquino Colmenares

 

 

Esta historia podría llamarse también: “Cuando cantas en dos coros”.

Eran aproximadamente  las 12 del medio día, cuando sonó el teléfono del cuarto de hotel en el que estábamos hospedados.

“¡Todos en el living del hotel, con el uniforme y partituras en la mano para el ensayo general en el teatro municipal¡”…

…fueron las directivas que con mucho esfuerzo alcanzé a oir.

Apenas, si pude darme cuenta en dónde estaba, pues sólo había podido dormir unas pocas horas. Aún resonaban en mis oídos las estruendosas intervenciones de los metales y la percusión en el concierto de la noche anterior. Habíamos esperado ansiosamente que acabaran los tres primeros movimientos de la Novena.

Y durante ese instante que parecía eterno, la concentración se perdía por momentos, pues había de estar todo muy bien coordinado, principalmente la alarma de mi teléfono, debía estar activada para despertarme a las tres de la mañana.

La orquesta, luego de sus casi cincuenta minutos interminables, había triunfado y ahora nos poníamos de pie para alcanzar la misma gloria o una mayor.

“O Freunde, nicht diese Töne!
Sondern laßt uns angenehmere anstimmen,
und freudenvollere.
Freude! Freude!”…

entonó el barítono y dimos inicio a una de las más gloriosas páginas de la historia de la música.

 

 

Eran aproximadamente las 11 de la noche cuando salí de la Catedral de Lima aun palpitando el éxito del concierto. Llegué al hotel donde dormiría  alrededor de tres horas para luego ser llevado con dirección al aeropuerto. Esas tres horas poco reparadoras sólo sirvieron para verme de pie contemplando el avión que se iba sin mí, mientras un hombre de seguridad me alcanzaba unas partituras…un carro de equipaje llevaba instrumentos musicales descuidadamente…hasta que, gracias a Dios, sonó la alarma de mi celular.

A las 6 de la mañana sobrevolaba suelo arequipeño y sólo pensaba en llegar al hotel y recuperar horas de sueño. Cuando llegué ya estaba reservada una habitación para mí y un compañero del coro, el cual aún dormía. Así que con la mayor de las delicadezas ingresé a mi habitación para intentar dormir. Para mi mala suerte este gran amigo y compañero también era un gran roncador. No lo pensé dos veces y me cambié de habitación.

Por fin, instalado en una nueva habitación, caí privado en mi cama. Esta vez, ya no perdía el avión, ni habían partituras, ni instrumentos. Pero tampoco hubo clemencia, y el teléfono sonó en el instante de mi más profundo sueño:

¡Todos en el living del hotel con el uniforme y partituras en la mano para el ensayo general en el teatro municipal ¡”, resonó una voz.

Como pude me acicalé, tomé el file con la música que haríamos esa noche en el concierto de gala. Se había mezclado con partituras de la Novena, boletos de viaje y vouchers de algún café que tomé en el aeropuerto.

Cuando llegué al living no había nadie.

Había bajado muy tarde de mi habitación. Salí de inmediato y tomé un taxi con dirección al teatro municipal. Cuando crucé el umbral se oían calentamientos vocales de varios coros, por un momento pensé que esto ya lo había vivido y también si quizá, lo de la noche anterior, sólo había sido un sueño.

Una vez ubicado al lado de mis compañeros de cuerda me sentí más animado y si bien ya no había estruendos metálicos ni de timbales, estaba listo, para cantar una vez más y decir:

¡Oh amigos, no esos tonos!
Entonemos otros más agradables y
llenos de alegría.
¡Alegría, alegría!

 

¡Que la música os acompañe!

 

PD: Les comparto una magnífica versión la Novena Sinfonía: