Agustín Zhao y compañeros, Santos

Memoria Litúrgica, 9 de julio

Por: Redacción | Fuente: Vatican.va

AGUSTÍN ZHAO RONG († 1815)
Y 119 COMPAÑEROS, MÁRTIRES EN CHINA († 1648 – 1930)

Agustín Zhao y compañerosMartirologio Romano: Santos Agustín Zhao Rong, presbítero, Pedro Sans i Jordá, obispo, y compañeros, mártires, que en distintos lugares de China y en distintos tiempos fueron testigos del Evangelio de Cristo con sus palabras y con sus obras, y, por haber predicado y confesado la fe, sufrieron persecución, mereciendo por ello pasar al banquete eterno de la gloria (siglos XVII/XVIII).

Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.

Fecha de canonización: 1 de Octubre del año 2000 por el Papa Juan Pablo II.

Reseña de los Hechos

Desde los más remotos orígenes del pueblo chino (hacia la mitad del tercer milenio antes de Cristo) el sentimiento religioso hacia el Ser Supremo y la piedad filial y devota hacia los antepasados difuntos son las características más relevantes de su cultura milenaria.

Esta nota de neta religiosidad se encuentra, más o menos, en los chinos de todos los siglos, hasta el nuestro, cuando bajo el influjo del ateísmo occidental, algunos intelectuales, especialmente los educados en el exterior, han querido desprenderse, como algunos de sus maestros occidentales, de cualquier idea religiosa.

El Evangelio se anunció en China en el siglo V y, a primeros del VII, se erigió allí la primera iglesia. Durante la dinastía T´ang (618-907) la comunidad de los cristianos estuvo floreciente durante dos siglos. En el XIII la comprensión del pueblo chino y de sus culturas, que supo tener un misionero como Juan de Montecorvino, lograron que se pudiera dar impulso a la primera misión católica en el «Reino del medio» con sede episcopal en Beijin.

No es de extrañar que, especialmente en la época moderna (es decir, desde el siglo XVI, cuando las comunicaciones entre oriente y occidente comenzaron a ser en cierto modo más frecuentes), haya existido por parte de la Iglesia Católica el deseo de llevar a este pueblo la luz del Evangelio, a fin de que ésta enriqueciese aún más el tesoro de tradiciones culturales y religiosas tan ricas y profundas.

Así pues, a partir de las últimas décadas del siglo XVI, varios misioneros católicos fueron invitados a China: se habían elegido con gran esmero personas como Matteo Ricci y otros, teniendo en cuenta, además de su espíritu de fe y de amor, sus capacidades culturales y sus cualidades en diversos campos de la ciencia, en especial de la astronomía y de la matemática. De hecho, gracias a éstos y al aprecio que demostraron los misioneros por el notable espíritu de investigación presente en los estudiosos chinos, pudieron establecerse relaciones de colaboración científica muy provechosas. Éstas sirvieron a su vez para abrir muchas puertas, incluso las de la corte imperial, y para así entablar relaciones muy útiles con varias personas de grandes capacidades.

La calidad de la vida religiosa de estos misioneros fue lo que indujo a no pocas personas de alto nivel a sentir la necesidad de conocer mejor el espíritu evangélico que los animaba y, luego, de instruirse en los postulados de la religión cristiana: lo cual se hizo de manera conveniente a sus características culturales y a su modo de pensar. A finales del siglo XVI y primeros del XVII, fueron numerosos los que, una vez adquirida la debida preparación, pidieron el bautismo y llegaron a ser cristianos fervientes, manteniendo siempre con justo orgullo su identidad de chinos y su cultura.

El cristianismo se vio en aquel período como una realidad que no se oponía a los más altos valores de las tradiciones del pueblo chino, ni se superponía a ellos, sino que los enriquecía con una nueva luzy dimensión.

Gracias a las óptimas relaciones existentes entre algunos misioneros y el mismo emperador K´ang Hsi; gracias a sus servicios prestados por restablecer la paz entre el «zar» de Rusia y el «hijo del cielo», o sea el emperador, éste promulgó en 1692 el primer decreto de libertad religiosa, en virtud del cual todos sus súbditos podían seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla en sus vastos dominios.

Como consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje evangélico se desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos que, atraídos por la luz de Cristo, pidieron recibir el bautismo.

Pero desgraciadamente la cuestión espinosa de los «ritos chinos», irritó sobremanera al emperador K´ang Hsi y preparó la persecución (fuertemente influenciada por la del vecino Japón), que en unos sitios más en otros menos, abierta o solapada, violenta o velada,se extendió prácticamente con sucesivas oleadas desde la primera década del siglo XVII hasta la mitad del siglo XIX, matando a misioneros y a fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias.

Fue exactamente el 15 de enero de 1648 cuando los Tártaros Manciù, habiendo invadido la región del Fujian y mostrándose hostiles a la religión cristiana, dieron muerte al San Francisco Fernández de Capillas, sacerdote de la Orden de los Frailes Predicadores. Después de haberlo encarcelado y torturado, lo decapitaron mientras rezaba con otros los misterios dolorosos del Rosario.

El San Francisco Fernández de Capillas ha sido reconocidopor la Santa Sede como Proto mártir de China.

Hacia la mitad del siglo siguiente, el XVIII, otros cinco misioneros españoles, que habían ejercido su actividad entre los años 1715-1747, fueron también asesinados como resultado de una nueva ola de persecución iniciada en 1729 y con secuaces más encarnizados en 1746. Era la época de los emperadores Yung-Cheng y de su hijo K´ien-Lung.

San Pedro Sans i Iordà, O.P., Obispo, martirizado el 26 de mayo de 1747 en Fuzhou.
San Francisco Serrano, O.P., Sacerdote,
San Joaquín Royo, O.P. Sacerdote,
San Juan Alcober, O.P., Sacerdote,
San Francisco Díaz, O.P. Sacerdote, los cuatro fueron matados el 28 de octubre de 1748 en Fuzhou.

Una nueva fase de régimen de persecución en relación con la religión cristiana se desató posteriormente en el siglo XIX.

Mientras algunos Emperadores de los siglos precedentes habían autorizado el catolicismo, el Emperador Kia-Kin (1796-1821) publicó en cambio numerosos y severos decretos en contra. El primero se remonta al 1805; dos edictos del 1811 iban dirigidos contra aquellos de entre los chinos que hacían los estudios para recibir las órdenes sagradas y contra los sacerdotes que propagaban la religión cristiana. Un decreto del 1813 exoneraba de cualquier castigo a los apóstatas voluntarios, es decir, a los Cristianos que declaraban espontáneamente que abandonaban la fe cristiana, pero amenazaba a todos los demás.

En este período sufrió el martirio el San Pedro Wu, laico catequista, chino, nacido de familia pagana, recibió el bautismo en 1796 y pasó el resto de su vida anunciando la verdad de la religión cristiana. Todas las tentativas para hacerlo apostatar fueron vanas. Emitida contra él la sentencia de muerte, fue estrangulado el 7 de noviembre de 1814.

Siguió sus pasos en la fidelidad a Cristo el San José Tshang-Dapeng, laico catequista, comerciante, bautizado en el 1800, llegó a ser después el alma de la misión en la ciudad de Kony-Yang. Encarcelado, murió estrangulado el 12 de marzo de 1815.

Este año (1815) se promulgaron otros dos Decretos, en los que se aprobaba la conducta del Virrey del Sichuan, que había hecho decapitar a Mons. Dufresse, de las Misiones Exteriores de París,y a muchos cristianos chinos. Siguió una persecución más exacerbada.

Son de este período los siguientes mártires:

San Juan Gabriel Taurin Dufresse, M.E.P., Obispo, arrestado el 18 de mayo de 1815, conducido a Chengdu, condenado y ajusticiado el 14 de septiembre de 1815.

San Agustín Zhao RongSan Agustín Zhao Rong, Sacerdote diocesano chino que, siendo antes uno de los soldados que escoltaron a Mons. Dufresse desde Chengdu hasta Beijin, había quedado impresionado por la paciencia de éste y había pedido ser contado entre los neófitos: una vez bautizado, se le mandó al Seminario y después se ordenó sacerdote. Arrestado, sufrió crueles suplicios y después murióen 1815.

San Giovanni da Triora, O.F.M., Sacerdote, hecho prisionero junto con otros en el verano del 1815, después condenado a muerte y murió estrangulado el 7 de febrero de 1816.

San José Yuan Zaide, Sacerdote diocesano chino, el cual, habiendo escuchado a Mons. Dufresse hablar de la fe cristiana, quedó prendado de la belleza de ésta y después llegó a ser un neófito ejemplar. Más tarde, ordenado sacerdote y, como tal, entregado a la evangelización en varios distritos; fue apresado en agosto de 1816, condenado a la estrangulación y matado de esta suerte el 24 de junio de 1817.

San Francisco Regis Clet de la Congregación de la Misión que, después de haber obtenido el permiso para ir a las misiones de China, se había embarcado para el Oriente en 1791.

San Francisco Regis CletLlegado allí, llevó durante treinta años una vida sacrificada de misionero: sostenido por un celo incansable, evangelizó tres inmensas Provincias del Imperio Chino: Jiangxi, Hubei, Hunan. Traicionado por un cristiano, fue arrestado y llevado a prisión donde sufrió atroces suplicios. Mediante sentencia del Emperador fue matado por estrangulación el 17 de febrero de 1820.

San Tadeo Liu, Sacerdote diocesano, chino, que se negó a apostatar, diciendo que era sacerdote y quería ser fiel a la religión que había predicado. Condenado a muerte, fue estrangulado el 30 de noviembre de 1823.

San Pedro Liu, catequista, laico, chino, arrestado en 1814 y vendido como exclavo en Tartaria, donde permaneció casi tres lustros. Vuelto a la patria, fue de nuevo apresado y estrangulado el 17 de mayo de 1834.

San Joaquín Ho, catequista laico, chino, fue bautizado a la edad de casi 20 años. En la gran persecución del 1814 había sido prendido con muchos otros fieles y sometido a crueles torturas. Desterrado a Tartaria, allí permaneció unos 20 años; regresado a la patria fue nuevamente apresado y rehusó apostatar. A continuación, una vez confirmada la sentencia de muerte por parte del Emperador, fue estrangulado el 9 de julio de 1839.

San Augusto Chapdelaine, M.E.P., sacerdote de la Diócesis de Coutances. Habiendo ingresado en el Seminario de las Misiones Exteriores de París, se embarcó directamente a China en 1852; llegó a Guangxi a finales del 1854. Arrestado en 1856, torturado, condenado a muerte enjaulado, expiró en febrero de 1856.

San Lorenzo Bai Xiaoman, laico, chino, obrero modesto, que acompañó al San Chapdelaine en el asilo que habían ofrecido al misionero y fue con él apresado y conducido al tribunal. Nada pudo hacerlo apostatar. Fue decapitado el 25 de febrero de 1856.

Santa Inés Tsao Kouying, viuda, había nacido de antigua familia cristiana; habiéndose dedicado a la instrucción de las muchachas jóvenes convertidas por el San Augusto Chapdelaine, fue arrestada y, condenada a morir enjaulada, expiró el 1 de marzo de 1856.

El 28 de enero de 1858, por orden del mandarín de MaoKou (en la provincia de Guizhou), fueron matados tres catequistas, conocidos como Mártires de MaoKou:

San Jerónimo Lu Tingmei,
San Lorenzo Wang Bing,
Santa Àgueda Lin Zao.

Se pidió a los tres que renunciaran a la religión cristiana. Como su respuesta fuese negativa, fueron condenados a la decapitación.

El 29 de julio de 1861 sufrieron el martirio simultáneamente dos seminaristas y dos laicos, de los cuales uno era cultivador y la otra una viuda que prestaba sus servicios como cocinera en el seminario. Se los conoce como Mártires de Qingyanzhen (Guizhou):

San José Zhang Wenlan, seminarista,
San Pablo Chen Changpin, seminarista,
San Juan Bautista Luo Tingying, laico,
Santa Marta Wang-Luo Mande, laica.

El año siguiente, el 18 y 19 de febrero de 1862, dieron su vidapor Cristo otras 5 personas, conocidas como Mártires de Guizhou,a saber:

San Juan Pedro Néel, Sacerdote de las Misiones Exterioresde París,
San Martín Wu Xuesheng, catequista laico,
San Juan Zhang Tianshen, catequista laico,
San Juan Chen Xianheng, catequista laico,
Santa Lucía Yi Zhenmei, catequista laica.

Mientras tanto habían ocurrido, en el campo de la política, algunos episodios que tuvieron notables repercusiones en la vida de las misiones cristianas.

En junio de 1840 el Comisario imperial de Guangdong, queriendo con razón suprimir el comercio del opio, que estaba en manos de los ingleses, había hecho arrojar al mar más de veinte mil cajas de esta droga. Este había sido el pretexto de la guerra inmediata, con victoria de los ingleses. Terminada la guerra, China debió firmar en 1842 el primer tratado internacional de los tiempos modernos, al que siguieron muy pronto otros con América y Francia. Aprovechando la ocasión, Francia sustituyó a Portugal como potencia protectora de las misiones y como consecuencia se promulgó un doble decreto: uno del 1844, por el cual se permitía a los chinos seguir la religión católica, otro del 1846, mediante el cual se suprimían las antiguas penas contra los católicos.

La Iglesia pudo entonces vivir abiertamente y ejercer su acción misionera, desarrollándola también en el ámbito de la educación superior, universitaria y de la investigación científica.

Al multiplicarse los diversos Institutos culturales de alto nivel y gracias a su actividad muy apreciada, se establecieron gradualmente lazos cada vez más profundos entre la Iglesia y China con sus ricas tradiciones culturales.

Esta colaboración con las autoridades chinas favoreció de un modo creciente la mutua estima y participación en aquellos valores que deben regir siempre toda sociedad civil.

Transcurrió así un siglo de expansión de las misiones cristianas, con la excepción hecha del período en que se abatió sobre ellas la desgracia de la insurrección de la «Asociación de la justicia y de la armonía» (conocida comúnmente como de los “Boxers”), que ocurrió al principio del siglo XX y causó el derramamiento de sangre de muchos cristianos.

Es sabido que en esta revuelta confluyeron todas las sociedades secretas y el odio acumulado y reprimido contra los extranjeros de los últimos decenios del siglo XIX a causa de las vicisitudes políticas y sociales que siguieron a la «guerra del opio» y a la imposición de los así llamados «Tratados desiguales» por parte de las Potencias Occidentales.

Sin embargo fue muy distinto el móvil de la persecución a los Misioneros, aunque fueran de nacionalidad europea. Su matanza fue determinada por una causa puramente religiosa: fueron matados por el mismo motivo con que lo fueron los fieles chinos que se habían hecho cristianos. Documentos históricos indiscutibles ponen en evidencia el odio anticristiano que impulsó a los “Boxers” a asesinar a los Misioneros y a los fieles locales que se habían adherido a su doctrina. Respecto a ellos se emitió un edicto el 1 de julio de 1900, en el cual se decía, en síntesis, que ya había pasado el tiempo de las buenas relaciones con los Misioneros europeos y sus cristianos: que los primeros debían ser repatriados inmediatamente y los fieles obligados a la apostasía, bajo pena de muerte.

Como resultado de esto tuvo lugar el martirio de algunos misioneros y de muchos chinos que se agruparon en los siguientes grupos:

a) Mártires de Shanxi, muertos el 9 de julio de 1900, que son Frailes Menores Franciscanos:

San Gregorio Grassi,San Gregorio Grassi, Obispo,
San Francisco Fogolla, Obispo,
San Elías Facchini, Sacerdote,
San Teodorico Balat, Sacerdote,
San Andrés Bauer, Hermano Religioso;

b) Mártires del Hunan Meridional, muertos el 7 de julio de 1900, también Frailes Menores Franciscanos:

San Antonino Fantosati, Obispo,
San José María Gambaro, Sacerdote,
San Cesidio Giacomantonio, Sacerdote ( 4 julio).

A los mártires franciscanos de la Orden Primera se añaden siete Franciscanas Misioneras de María, de las cuales 3 francesas,2 italianas, 1 belga y 1 holandesa:

Santa María Ermellina de Jesús (en el siglo: Irma Grivot),
Santa María de la Paz (en el siglo: María Anna Giuliani),
Santa María Clara (en el siglo: Clelia Nanetti),
Santa María de Santa Natalia (en el siglo: Juana María Kerguin),
Santa María de San Justo (en el siglo: Ana Moreau),
Santa María Adolfina (en el siglo: Ana Dierk),
Santa María Amandina (en el siglo: Paula Jeuris).

De los mártires chinos de la familia franciscana forman parte también 11 Franciscanos seglares, todos chinos:

San Juan Zhang Huan, seminarista,
San Patricio Dong Bodi, seminarista,
San Juan Wang Rui, seminarista,
San Felipe Zhang Zhihe, seminarista,
San Juan , Zhang Jingguang, seminarista,
San Tomás Shen Jihe, laico, sirviente,
San Simón Qin Cunfu, catequista laico,
San Pedro Wu Anbang, laico,
San Francisco Zhang Rong, laico agricultor,
San Matías Feng De, laico neófito,
San Pedro Zhang Banniu, obrero laico.

A ellos se añaden algunos fieles laicos chinos:

San Santiago Yan Guodong, agricultor,
San Santiago Zhao Quanxin, sirviente,
San Pietro Wang Erman, cocinero.

Cuando la rebelión de los “Boxers”, iniciada en Shandong, difundida luego en Shanxi y en Hunan, llegó también al sudeste de Tcheli, en aquel entonces Vicariato Apostólico de Xianxian, confiado a los Jesuitas, los cristianos matados se cuentan por millares.

Entre éstos se encuentran 4 misioneros jesuitas franceses y 52 cristianos laicos chinos, hombres, mujeres y niños, el más anciano de ellos tenía la edad de 79 años, mientras que los dos más jóvenes sólo 9 años. Todos sufrieron el martirio en el mes de julio de 1909; muchos de ellos fueron matados en la Iglesia del Pueblo di Tchou-Kia-ho, donde se habían refugiado y estaban en oración junto con los dos primeros de los misioneros que a continuación se enumeran:

San León Mangin, S.J. sacerdote,
San Pablo Denn, S.J., sacerdote,
San Remigio Isoré, S.J., sacerdote,
San Modesto Andlauer, S.J., sacerdote.

He aquí los nombres y edades de los laicos cristianos chinos:

Santa María Zhu, de unos 50 años,
San Pedro Zhu Rixin, de 19 años,
San Juan Bautista Zhu Wurui, de 17 años,
Santa María Fu Guilin, de 37 años,
Santa Bárbara Cui Lian, de 51 años,
San José Ma Taishun, de 60 años,
Santa Lucía Wang Cheng, 18 años,
Santa María Fan Kun, de 16 años,
Santa María Chi Yu, de 15 años,
Santa María Zheng Xu, de 11 años,
Santa María Du Zhao, de 51 años,
Santa Magdalena Du Fengju, de 19 años,
Santa María Du Tian, de 42 años,
San Pablo Wu Anjyu, de 62 años,
San Juan Bautista Wu Mantang, 17 años,
San Pablo Wu Wanshu, de 16 años,
San Ramón Li Quanzhen, de 59 años,
San Pedro Li Quanhui, de 63 años,
San Pedro Zhao Mingzhen, de 61 años,
San Juan Bautista Zhao Mingxi, de 56 años,
Santa Teresa Chen Tinjieh, de 25 años,
Santa Rosa Chen Aijieh, de 22 años,
San Pedro Wang Zuolong, de 58 años,
Santa María Gou Li, de 65 años,
San Juan Wu Wenyin, de 50 años,
San Zhang Huailu, de 57 años,
San Marcos Ki-T´ien-Siang, de 66 años,
Santa Ana An Xin, de 72 años,
Santa María An Guo, de 64 años,
Santa Ana An Jiao, de 26 años,
Santa María An Linghua, de 29 años,
San Pablo Liu Jinde, de 79 años,
San José Wang Kuiju, de 37 años,
San Juan Wang Guixin, de 25 años,
Santa Teresa Zhang He, de 36 años,
Santa Lang Yang, de 29 años,
San Pablo Lang Fu, de 9 años,
Santa Isabel Qin Bian, de 54 años,
San Simón Qin Cunfu, de 14 años,
San Pedro Liu Zeyu, de 57 años,
Santa Ana Wang, de 14 años,
San José Wang Yumei, de 68 años,
Santa Lucía Wang Wang, de 31 años,
San Andrés Wang Tianqing, de 9 años,
Santa María Wang Li, de 49 años,
San Chi Zhuze, de 18 años,
Santa María Zhao Gou, de 60 años,
Santa Rosa Zhao, de 22 años,
Santa María Zhao, de 17 años,
San José Yuan Gengyin, de 47 años,
San Pablo Ge Tingzhu, de 61 años,
Santa Rosa Fan Hui, de 45 años.

El hecho de que este considerable número de fieles laicos chinos haya ofrecido la vida a Cristo juntamente con los misioneros que les habían anunciado el Evangelio y se habían prodigado por ellos pone en evidencia la profundidad de los vínculos que la fe en Cristo establece, reuniendo en una sola familia personas de razas y culturas diversas, estrechamente hermanados entre sí, no ya por motivos políticos, sino en virtud de una religión que predica el amor, la fraternidad, la paz y la justicia.

Además de todos los matados por los “Boxers” hasta ahora mencionados, debe recordarse también al San Alberico Crescitelli, sacerdote del Instituto Pontificio de las Misiones Exteriores de Milán, que desarrolló su ministerio en el Shanxi Meridional y fue martirizado el 21 de julio de 1900.

Años después, al nutrido ejército de los Mártires arriba recordados iban a unirse algunos Miembros de la Sociedad Salesiana de S. Juan Bosco:

San Luis Versiglia, Obispo,
San Calixto Caravario, Sacerdote.

Fueron asesinados juntos el 25 de febrero de 1930 en Li-Thau-Tseul.

Bienaventurados los mansos…

Santo Evangelio según san Mateo 10, 16-23. Viernes XIV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, Tú me has llamado a tu presencia únicamente por tu amor misericordioso. Por eso puedo tener la feliz seguridad de que siempre me amarás, porque y tu amor no dependerá jamás de mis conquistas o mis méritos. Hoy vengo simplemente a darte gracias por tu amor, a escucharte y a conocerte un poco más, para luego darte a los demás. En tus manos pongo mi oración, Madre mía.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 16-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.

Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro que no alcanzarán a recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Tú me llamas, Señor mío. Quieres revelarme el amor de tu corazón y enseñarme la ciencia divina. Tu sabiduría confundiría a todo aquél que pensara no necesitarla, tu sabiduría confundiría a todo aquél que pensase como el mundo. Pues tu ciencia no es como la de los hombres, sino divina. Es una ciencia que sobrepasa mis  pensamientos terrenos y mis ilusiones pasajeras. Vienes a enseñarme un nuevo mensaje, el mensaje de tu amor. Vienes, más aún, no solamente a darme una enseñanza, sino a encontrarte conmigo. Tú deseas encontrarte conmigo. Lo que para mí sería una coincidencia, para ti era una cita puntual donde me harías experimentarte a ti, donde me harías experimentar tu amor.

Soy una persona que quizá camina desde hace tiempo el sendero de la fe. Hoy quisiera renovar mi amor a ti, Señor Jesús. Deseo ardientemente, con mi sentir o con mi querer, conocerte y reconocerte, simplemente quiero experimentarte –por la vía que Tú desees, Señor. Dame un corazón abierto, sencillo, agudo, para descubrir tu amor en cada instante. Y enséñame, con el alma renovada por tu encuentro, a transmitirte a los demás.

Tendré que ser sagaz y habré de ser una persona sencilla, que en medio de un mundo que confunde, sea capaz, con tu gracia, de testimoniar tu misericordia con valor y sencillez. Es un arte que se aprende solamente en contacto con tu amor. Quiero así permanecer contigo a lo largo de este día, para que por mí los demás te contacten a ti.

«Este es el camino del Señor: el camino de la mansedumbre y la paciencia. Jesús ha recorrido este camino: desde pequeño ha soportado la persecución y el exilio; y después, siendo adulto, las calumnias, los engaños, las falsas acusaciones en los tribunales; y todo lo ha soportado con mansedumbre. Ha soportado por amor a nosotros incluso la cruz».

(Homilía de S.S. Francisco,  1 de noviembre  del 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, ante las actitudes o actos negativos que otros puedan tener conmigo, voy a responder con serenidad y comprensión, buscando no herir a las personas.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén. 

Astucia de la serpiente: Virtud evangélica.

Él no le negará al apóstol verdaderamente humilde y desprendido, si es necesario, hasta luces carismáticas y sobrenaturales para discernir los verdaderos y los falsos amigos de la Iglesia.

Son innumerables los temas en que Nuestro Señor recomienda insistentemente la prudencia, inculcando así a los fieles que no sean de una candidez ciega y peligrosa, sino que hagan que su cordura coexista con un amor vivaz y diligente de los dones de Dios; tan vivaz y tan diligente que el fiel pueda discernir, entre mil falsos ropajes, a los enemigos que los quieren robar.

Veamos un texto.

“Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 15-20).

Este texto es un pequeño tratado de argucia. (virtud evangélica de la astucia serpentina). Comienza por afirmar que tendremos enfrente no sólo adversarios de visera erguida, sino a falsos amigos, y que por lo tanto nuestros ojos se deben volver vigilantes no sólo contra los lobos que se aproximan a nosotros con la piel a la vista, sino también contra las ovejas, a fin de ver si en alguna no descubriremos, bajo la blanca lana, el pelaje pelirrojo y mal disimulado de algún lobo astuto. Esto quiere decir, en otros términos, que el católico debe tener un espíritu ágil y penetrante, siempre atento contra las apariencias, que sólo entrega su confianza a quien demuestre, después de un examen meticuloso y sagaz, que es oveja auténtica.

Los fieles deben ser sagaces, máxime los dirigentes católicos

¿Pero cómo discernir la falsa oveja de la verdadera? “Por sus frutos se conocerán los falsos profetas”. Nuestro Señor afirma con ello que debemos tener el hábito de analizar atentamente las doctrinas y acciones del prójimo, a fin de que conozcamos esos frutos según su verdadero valor y precavernos contra ellos cuando sean malos.

Para todos los fieles esta obligación es importante, pues el rechazo a las falsas doctrinas y a las seducciones de los amigos que nos arrastran al mal o que nos retienen en la mediocridad es un deber. Pero para los dirigentes, a los que incumbe a título mucho más grave vigilar por sí y vigilar por los demás e impedir, por su argucia y vigilancia, que permanezcan entre los fieles o suban a cargos de gran responsabilidad hombres eventualmente afiliados a doctrinas o sectas hostiles a la Iglesia, este deber es mucho mayor.

¡Ay de los dirigentes en que un sentido falso de candidez haga amortecer el ejercicio continuo de la vigilancia a su alrededor! Por su desidia, perderán a un mayor número de almas de lo que hacen muchos adversarios declarados del catolicismo. Incumbidos de hacer multiplicar los talentos, bajo la dirección de la Jerarquía, ellos no se limitarían sin embargo a enterrar el tesoro, sino permitirían por su “buena fe” que él cayera en manos de los ladrones. Si Nuestro Señor fue tan severo con el siervo que no hizo rendir el talento, ¿qué le haría a quien estuviera durmiendo mientras entraba el ladrón?
«Vendrán muchos en mi nombre… y engañarán a muchos»

Pero pasemos a otro texto.

“Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles” (Mt 10, 16-18).

En general, se tiene la impresión de que este texto es una advertencia exclusivamente aplicable a los tiempos de persecución religiosa declarada, ya que sólo se refiere a la citación ante tribunales, gobernadores y reyes, y a la flagelación en sinagogas. En vista de lo que ocurre en el mundo, sería el caso de preguntar si existe un sólo país, hoy en día, en que se pueda tener la seguridad que, de un momento a otro, no se estará en tal situación.

JesúsDe cualquier manera, también sería errado suponer que Nuestro Señor sólo recomienda tan gran prudencia frente a peligros ostensiblemente graves, y que de modo habitual un dirigente puede renunciar cómodamente a la astucia de la serpiente y cultivar apenas la candidez de la paloma. En efecto, siempre que está en juego la salvación de un alma, está en juego un valor infinito, porque por la salvación de cada alma fue derramada la sangre de Jesucristo. Un alma es un tesoro mayor que el sol, y su pérdida es un mal mucho más grave que los dolores físicos o morales que podamos sufrir, atados a la columna de la flagelación o en el banquillo de los reos.

Así, el dirigente tiene la obligación absoluta de tener los ojos atentos y penetrantes como los de la serpiente, al discernir todas las posibles tentativas de infiltración en las filas católicas, así como cualquier riesgo en que la salvación de las almas pueda estar expuesta en el sector a él confiado.

A este propósito es muy oportuna la citación de este texto.

Jesús“Jesús les respondió y dijo: Estad atentos a que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: «Yo soy el Mesías», y engañarán a muchos” (Mt 24, 4-5).

Es un error suponer que el único riesgo al que puedan estar expuestos los ambientes católicos consiste en la infiltración de ideas nítidamente erróneas. Así como el Anticristo intentará mostrarse como el Cristo verdadero, las doctrinas erróneas querrán disfrazar sus principios con apariencias de verdad, revistiéndolos dolosamente de un supuesto aval de la Iglesia, y así preconizar una complacencia, una transigencia, una tolerancia que constituye una rampa resbaladiza por donde fácilmente se desliza, poco a poco y casi sin percibirlo, hasta el pecado.

Existen almas tibias que tienen una verdadera pasión de situarse en los confines de la ortodoxia, a caballo sobre el muro que las separa de la herejía, y ahí sonreírle al mal sin abandonar el bien —o, más bien, sonreírle al bien sin abandonar el mal. Lamentablemente se crea con todo ello, muchas veces, un ambiente en que el sensus Christi desaparece por completo, y en que apenas los rótulos conservan apariencia católica. Contra ello el dirigente debe ser vigilante, perspicaz, sagaz, previsor, infatigablemente minucioso en sus observaciones, siempre acordándose de que no todo lo que ciertos libros o ciertos consejeros pregonan como católico lo es en realidad. “Estad atentos para que nadie os engañe. Vendrán muchos en mi nombre diciendo: «Yo soy», y engañarán a muchos” (Mc 13, 5-6).
«Se meterán entre vosotros lobos rapaces»

Otro texto digno de nota es éste:

Jesús“Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre” (Jn 2, 23-25).

Aquí se muestra claramente que, entre las manifestaciones a veces entusiasta que la Santa Iglesia pueda suscitar, debemos aprovechar todos nuestros recursos para discernir lo que puede haber de inconsistente o de fallido. Ése fue el ejemplo del Maestro. Él no le negará al apóstol verdaderamente humilde y desprendido, si es necesario, hasta luces carismáticas y sobrenaturales para discernir los verdaderos y los falsos amigos de la Iglesia. En efecto, Jesucristo, que nos dio la expresa recomendación de ser vigilantes, no nos negará las gracias necesarias para ello.

“Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él adquirió con la sangre de su propio Hijo. Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos rapaces, que no tendrán piedad del rebaño” (Hch 20, 28-29).

A fin de no prolongar demasiado esta exposición, citamos sólo algunos textos más:

El propio San Pedro dio este otro consejo:

“Así pues, queridos míos, ya que estáis prevenidos, estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él [sea dada] la gloria ahora y hasta el día eterno. Amén” (2 Pe 3, 17-18).

Y no se juzgue que sólo un espíritu naturalmente inclinado a la desconfianza puede practicar siempre tal vigilancia. En San Marcos leemos:

“Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” (13, 37). San Juan aconseja con solicitud amorosa: “Hijos míos, que nadie os engañe” (1 Jn 3, 7).

Día tranquilo para el Papa: tomografía de tórax y abdomen negativa

El Papa Francisco pasó un día tranquilo, alimentándose y moviéndose de forma autónoma.

Fuente: Vatican News

GamelliContinúa la estancia del Papa en el Policlínico Gemelli de Roma tras la operación intestinal del pasado domingo, 4 de julio: la exploración por tomografía computarizada (TAC) de tórax-abdomen dio como resultado negativo y ayer por la tarde se produjo un breve episodio febril. Así lo explicó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, en un comunicado. «Su Santidad el Papa Francisco pasó un día tranquilo, alimentándose y moviéndose de forma autónoma. Por la tarde quiso expresar su cercanía paternal a los jóvenes pacientes del cercano departamento de Oncología Pediátrica y Neurocirugía Infantil, enviándoles su afectuoso saludo», se lee enel escrito. «Por la noche -añadió Bruni- el Pontífice sufrió un episodio febril. Esta mañana ha sido sometido a exámenes rutinarios, pruebas microbiológicas y una tomografía computarizada de tórax-abdomen, que ha resultado negativa».»El Santo Padre -concluyó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede- continúa con su tratamiento programado y la alimentación por vía oral. En este momento particular dirige su mirada a todos los que sufren, expresando su cercanía a los enfermos, especialmente 

La Escritura Como Modo de Vida

Saber explicarse, tener explicaderas, es también muy difícil. Expresarse por escrito se aprende leyendo, escribiendo, releyendo lo escrito y reescribiendo. Y no hay otra fórmula.

Añadía a estas cuatro cualidades una más: El buen educador- comunicador es aquel que tiene un conocimiento profundo de qué es el hombre y del mundo que le rodea. Algo que no puede resumirse en una mera cultura superficial, en el sentido más manoseado de la palabra: es verdadera cultura, no erudición. Pasado el tiempo, sigo diciendo las mismas cosas, pero lo hago con menos énfasis y más convencimiento.

Con menos énfasis, porque son ya legión los que lo han dicho antes que yo. Una de las más famosas novelistas del sur estadounidense, por ejemplo, tituló las tres conferencias que impartió en Harvard sobre el arte de escribir de la siguiente manera: Escuchar, Aprender a ver, Encontrar una voz (Eudora Welty).

Con más convencimiento, porque el refrendo de grandes autores me confirma en que, aunque ese Mediterráneo ya estuviera descubierto, es un mar real, en cuyas orillas han vivido miles de personas que se dedicaron a la comunicación humana en sus diversas formas, todas ellas artísticas.

Pronto se cumplirán tres años de un suceso que me conmovió. Acababa de pronunciar una conferencia sobre Periodismo y literatura en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, en Medellín. Yo había hecho una referencia marginal a esas cuatro cualidades que acabo de mencionar. Estábamos en el coloquio, y una de las asistentes, estudiante de primeros cursos, me preguntó con verdadera ansiedad: Y si uno se da cuenta de que mira y no encuentra nada, escucha y no se queda con nada, piensa y no concluye nada, y por tanto, nada tiene que contar?. La pregunta así formulada y en público, ya digo, me conmovió. Le contesté que si ella se veía en esa situación, se encontraba ya en el mejor trampolín para saber mirar, saber escuchar, saber pensar y saber contar: la humildad. Porque hay mucha gente famosa incluso que cree que sabe mirar, y sólo acierta a ver un mundo distorsionado por sus propios complejos, manías o prejuicios. Únicamente desde la humildad más profunda del que se siente de verdad indigente es posible mirar y ver, escuchar y oír, pensar y contar. Pero la humildad quizá es la parte más difícil de aprender.

Aprender a mirar

Un gran periodista y gran amigo se me quejaba un día con cierta amargura de que sus compañeros de redacción pensaban que su buen hacer, en el fondo, no era más que cuestión de suerte. Según ellos, mi amigo es tan buen periodista por una sola razón: sólo a él le pasan cosas extraordinarias, sólo él se topa con frecuencia casi alarmante con historias inusitadas, sorprendentes y de hondo calado humano. Hasta el punto se lamentaba de que cuando encuentran una buena historia vienen y me dicen: Me ha pasado una cosa de esas que sólo te pasan a ti.

Mientras me lo contaba, recordé aquella frase de Chesterton: Vulgar es aquél que se encuentra ante algo grande y no se da cuenta. Periodistas vulgares eran los compañeros de redacción de mi amigo: a su lado pasaban miles de hombres y de historias y no se daban cuenta. Mi amigo, sin embargo, sí. Sabía y sabe verlas y por eso las puede contar: porque sabe descubrir los hombres que hay detrás de las historias y las historias que hay detrás de los hombres. No le ocurrían más cosas a él que a los demás: simplemente, él sabía darse cuenta.

Saber mirar es eso: caer en la cuenta. Acercarse al mundo con ojos limpios, con amor incluso, y caer en la cuenta de lo que las cosas son, como un niño que se sorprende constantemente ante lo obvio. En cierta ocasión, otro buen amigo, pintor abstracto, me contó el diálogo que mantuvo con una señora que visitó su exposición y que le dijo con cierto enfado: Esto lo hubiera pintado mejor mi hija pequeña. ¿Qué edad tiene su hija, señora?, le preguntó el pintor. La de siete años, repuso ella, la pequeña de siete años, no la de quince. Y el pintor respondió: Entonces, tiene usted toda la razón: la de siete años hubiera podido pintar cualquiera de mis cuadros, pero la de quince, ya no. El pintor abstracto estaba refiriéndose precisamente a esto, a la capacidad de mirar sorprendidamente, por decirlo así, de un niño. El que piensa que ya lo sabe todo, el que está de vuelta, no es capaz de ver nada, de escuchar nada, de pensar nada ni de contar nada que verdaderamente valga la pena. Sólo sabrá hablar de su propia suficiencia.

Únicamente el que sabe pasear despacio fijándose en las cosas, en los detalles nimios, el que disfruta con la aparente nimiedad, el que lee por leer, porque sí, ése aprende aquella lección que pretendieron enseñarme en primero de Periodismo: “Las cosas son complejas —nos dijo un profesor—, bastaría con que aprendieran eso”.

Una mañana de domingo, por ejemplo, caí definitivamente en la cuenta del tremendo poder de la publicidad sobre los niños. Me había parado a disfrutar de un partido de futbito entre chicos de siete u ocho años. Es un espectáculo que siempre me maravilla: ver a esos pequeñajos empujar un balón que supone casi un tercio de su estatura, ver su alegría o su tristeza al marcar o recibir los infinitos goles que se producen en esos partidos, las caras de sus padres en los bordes del recinto, los gritos de sus compañeros mezcla de envidia y de afecto. El caso es que ese día caí en la cuenta de que cuando los niños metían un gol repetían siempre y todos el mismo gesto: se elevaban en el aire, levantaban un brazo y, los que lo tenían, soplaban hacia arriba sobre su flequillo. Me dije que ese gesto lo habrían copiado de alguno de sus ídolos futbolísticos, aunque no conseguía situar al admirado personaje. Lo descubrí esa misma tarde, en la televisión: era un anónimo y jovencísimo actor rubio, protagonista del anuncio de una conocida crema de leche, cacao, avellanas y azúcar. El anuncio representaba un partido de futbito y terminaba con el gol del rubio que hacía el gesto que luego miles de niños repetirían en toda España.

Ver aquello fue más importante que leer un sesudo estudio empírico de cualquier sociólogo de fama internacional.

Saber escuchar

escucharNo quiero darles recetarios, ni técnicas. Por eso no les he dicho las diez cosas que hay que hacer para saber mirar. Por eso y porque no existen. Tampoco puedo facilitarles el decálogo del buen escuchador. Sólo puedo intentar convencerles de que mirar, escuchar, pensar y escribir o hablar es difícil e importantísimo a la vez. Permítanme que una vez más recurra a una historia. Estoy convencido de que las historias tienen mayor poder persuasivo que los argumentos lógicos. Esta ocurrió hace cosa de diez años. Regresaba de Valladolid a Santiago de Compostela y en Medina del Campo me pilló una huelga de Renfe. Con casi diez horas de retraso, hacia las cuatro de la madrugada, llegó mi tren. Subí a él muerto de frío, enfadado y pensando que, encima, encontraría ocupado mi asiento. Al llegar a mi departamento, vi que las luces estaban apagadas y las cortinas corridas. Me figuré la escena: dos tipos durmiendo a pierna suelta ocupando todos los asientos. Ya me veía teniendo que despertar a uno de ellos para poder sentarme y esto me resultaba violento. En un último arranque de osadía abrí la puerta. Una voz me sorprendió desde el fondo del habitáculo:

¿Es usted seminarista?, dijo.

Me quedé helado. El dueño de la voz se levantó y encendió la luz. No había nadie más. Era un hombre de unos setenta años, cara cuadrada, pelo amarillento y gafas metálicas. Le contesté:

No, no soy seminarista. No sé por qué me pregunta eso.

Por el pelo, dijo él. Lo lleva usted muy corto, como los seminaristas.

Hombre, también podría estar haciendo la mili, ¿no?

Así que usted conoce a los seminaristas, me dijo con un cierto tono de triunfo en la voz. La verdad es que yo no conocía a ningún seminarista ni real ni posible y me limité a comentar:

Bueno, veo que podremos dormir.

El dijo, para mi espanto:

Yo no duermo desde la guerra. Desde la guerra no duermo. ¿Usted se acuerda de la guerra?

Empecé a sospechar que el cerebro de mi acompañante tenía piedras en los engranajes. Y no me atreví a decirle que yo había nacido veinte años después de terminada la guerra. Contesté:

No, yo no recuerdo la guerra.

El sí la recordaba y empezó a demostrármelo en voz alta. Al cabo de un buen rato se detuvo y me dijo:

Usted estudia en Santiago, ¿no?

Le dije que no, pero no me hizo caso y continuó:

Pues como usted estudia en Santiago, le vendría muy bien visitar a un amigo mío, catedrático de papirología y palimpsestos y cosas así del antiguo Egipto. Se llama Pomar y él le podrá ayudar mucho. Le podrá dar buenos consejos. Vaya a verle de mi parte.Quise saber de parte de quién tenía que ir, pero el anciano viajero había caído ya en una nueva crisis de remembranzas desaforadas, ahora sobre sus buenos tiempos universitarios. Al cabo de otro rato, volvió a interrumpirse y me dijo:

Por cierto, si estudia usted en Santiago, tiene que ir a ver a un amigo mío, que es un catedrático muy sabio, se llama Pomar, ¿lo conoce usted?

No, dije algo mosqueado. Y él:
Pues es un tipo así, alto, con la cara algo roja, que lo sabe todo de palimpsestos y del Egipto antiguo. Vaya a verle, que le puede ayudar mucho.

Dije que sí, que iría y empecé a desear ardientemente que la luz del departamento y la voz de mi compañero de viaje se apagaran simultáneamente. No tuve suerte, porque lo de la cara roja de Pomar, no sé por qué, le recordó a los maquis que rondaron su pueblo después de la guerra civil, y cayó de nuevo en la incontinencia verbal a la que ya me iba acostumbrando. No tardó mucho en detenerse una vez más, volverse hacia mí —no me miraba mientras hablaba— y, después de sujetarme por un brazo, añadió por enésima vez:

Si usted estudia en Santiago, tiene que ir a ver a un catedrático amigo mío, un sabio, experto en papiros y palimpsestos, el Egipto antiguo, ya sabe…

Esta vez le interrumpí:

¿Quién? ¿Pomar?

Entonces el hombre me miró sorprendido y feliz. Dijo:

¡Ah! ¡Cómo! ¿Le conoce?

Me mordí una mano y salí al pasillo para poder reírme en libertad.

Me gusta recordar esta historia y contarla a estudiantes de Comunicación. Porque la principal diferencia entre los dos protagonistas no era la edad ni la salud de sus respectivas neuronas. La principal diferencia radica en que uno de ellos ha podido contarles hoy esta historia y el otro nunca podrá hacerlo. Para él, esta historia jamás sucedió porque no se dio cuenta. Y no se dio cuenta porque —por las razones que fueran— no sabía escuchar. Escuchaba poco y sólo lo que quería oír. Por eso, si alguien le preguntó qué tal había sido su viaje, probablemente dijo que muy largo por la huelga, y algo aburrido porque le tocó como compañero un seminarista, que estudiaba en Santiago, un tipo muy callado…

Escuchar significa algo más que oír. Se escucha con los cinco sentidos, no sólo con el oído. Cuando uno escucha de verdad, presta atención. Es decir, suprime cualquier otro objeto de atención que no sea la persona escuchada. Y no sólo oye su voz, sino que la ve, la toca, la huele, la saborea. Y no sólo quiere entender lo que el otro le dice, sino que quiere entender qué me quiere decir con lo que me dice. Cuando un niño de cuatro años acompaña a sus padres a visitar a unos amigos y al cabo de un rato dice que tiene sueño cosa que alguien de su edad, por definición, se niega siempre a reconocer no quiere decir que tiene sueño, sino que está deseando marcharse y su madre, de ordinario, lo entiende a la primera. La relación del comunicador el literato, el periodista, el publicitario, el que sea con su audiencia tiene mucho que ver con la relación que el médico mantiene con su paciente. El enfermo dirá al médico algunos de sus dolores, algunas de sus dificultades y carencias. Y el médico deberá discernir a partir de esos datos lo que realmente le pasa. Y lo que realmente le pasa no es que se maree que se marea ni que vomite sangre que también le sucede ni que sienta una debilidad general e inexplicable que la siente. Eso no es lo que le pasa, pero eso es todo lo que él puede decir como enfermo. A partir de aquellos datos, y después de un buen examen, el médico llega a definir lo que verdaderamente le pasa: tiene, por ejemplo, un cáncer de pulmón. Así es también un buen comunicador: sabe mirar y sabe escuchar para identificar las necesidades reales de su audiencia. No es un logotraficante un traficante de palabras escritas, sonoras o visuales al mejor postor que crea enteramente las necesidades de su audiencia y luego, también artificialmente, las satisface lucrándose además con su artimaña.

Pero saber escuchar es algo más que prestar toda la atención, algo más incluso que intentar entender qué me quiere decir el otro con lo que me dice. Escuchar es, sobre todo, querer entenderle por completo, querer entenderle como el otro se entiende a sí mismo. Esto es lo que en el lenguaje común llamamos “ponerse en el lugar o en el pellejo de otro. El que no sabe ponerse en el pellejo de otro o de una audiencia, de un público millonario ése no sabe escuchar. Sólo escuchará, como mi amigo del tren, aquello que de antemano quiere escuchar (¡¿cuántas veces sucede esto, por ejemplo, en las entrevistas periodísticas?!).

Pero para eso no basta con saber mirar y saber escuchar. Hay que dar un paso más.

Saber pensar

Mi profesión al menos la principal de las que tengo es enseñar a escribir a futuros periodistas y a periodistas en activo. Y desde que comencé a ejercerla hace cosa de ocho años fui muy consciente de un peligro que debía evitar: enseñar a mis alumnos un estilo o un modo de escribir. Siempre he pensado que eso deben descubrirlo ellos y que mi tarea se reducía a ayudarles a encontrar su propia voz, como decía Eudora Welty. La insistencia en el estilo, en la pura forma, conduce a la formación de manieristas o narcisistas, no engendra escritores. Aprender a escribir el mensaje de una valla publicitaria, una novela, un artículo periodístico o una carta de amor no consiste en aprender formas de decir, sino en aprender a adensar en la propia alma, como diría María Zambrano, aquello que se quiere decir. Consiste en rumiar lo que uno ha visto y escuchado en función de la realidad, de uno mismo y de aquellos a quienes tiene que contárselo. Eso es aprender a pensar. Sólo el que piensa bien y con claridad es capaz de expresar algo que valga la pena y de un modo inteligible. Y si lo que dice es genuino y valioso, seguro que acertará a expresarlo bellamente. Lo contrario es imposible: no pasarán a la historia algunas piezas que me gusta calificar como “prosa con lentejuelas”, porque cuanto más brillen mejor se advertirá que adornan la nada o un pensamiento simplemente vulgar. La fuerza, el vigor, la garra de un mensaje escrito, sonoro o audiovisual no dependen tanto de su forma como de la fuerza, el vigor o la garra del pensamiento que expresan. Más aún, la belleza de su forma dependerá casi exclusivamente de la belleza interior de quien los ha compuesto.

Pensar, como mirar y escuchar, también es muy difícil. Algunos creen que piensan mucho y no han pensado jamás. Otros consideran que pensar es esa ocurrencia que uno tiene al hilo de una conversación o mientras ve una película. Pero pensar es pensar. Pensar, como decía otro de mis profesores de primer curso en la Universidad de Navarra, es pararse a pensar. Pararse y luego, una vez parado, pensar.

leerAhí radica, como diría C. S. Lewis, la diferencia esencial entre un buen lector y un mal lector. Un mal lector es aquel que consume los libros. Un consumista que traga la literatura como podría tragar cualquier cosa. La disfruta, la trasiega con rapidez, con voracidad incluso, en un afán desmedido por saber cómo termina. Y luego olvida el libro. El buen lector disfruta la lectura aún más que el anterior, pero sin consumirla, sin intentar convertirla en un objeto de deleite, sino incluso lo contrario: quiere que la obra le posea a él, le sorprenda, le maraville, le permita entenderla desde dentro. Por eso siente la necesidad de pararse a pensar sobre lo leído: ¿Qué me está diciendo? ¿Por qué me inquieta? ¿En qué me reconozco al leer esta novela o esta poesía? ¿Por qué me gusta, en definitiva?

La lectura aúna en sí las cuatro cualidades que vengo comentando: enseña a mirar como miran los que saben mirar, enseña a escuchar como escucharon los mejores hombres y mujeres de la historia, enseña a pensar como ellos pensaron y enseña a expresar lo que ellos vieron, escucharon y pensaron.

Por eso, cualquier momento es bueno para que alguien les diga: lean cuanto puedan. No dejen de leer nunca. James Michener apareció un día por sorpresa en un congreso de gente joven ilusionada con llegar a escribir bien. Le recibieron con alborozó y alguien formuló la pregunta mágica: ¿Qué hay que hacer para llegar a ser un gran escritor?. Michener calló un momento, levantó el dedo índice y lo paseó por la audiencia mirando casi a cada uno. Por fin dijo: Si quieren llegar a ser grandes escritores tienen que llevar gafas al cumplir los veinte años. Si para entonces no han leído tanto como para necesitarlas, no serán nunca grandes escritores. Michener exageraba como en sus libros, pero su idea, su mensaje resultó suficientemente claro.

Encontrar una voz: saber expresarse

Insisto en que expresarse es eso: contarse, decirse, explicar las cosas a través de la propia alma. Eso es lo principal. Pero evidentemente, encontrar la propia voz significa algo más. Hay quienes tienen mucho que decir y no saben cómo hacerlo o, por lo menos, no aciertan. No les entendemos o les entendemos mal.

Saber explicarse, tener explicaderas, es también muy difícil. Y se aprende viendo cómo lo hacen otros y haciéndolo muchas veces uno mismo. Así, a expresarse por escrito se aprende leyendo, escribiendo, releyendo lo escrito y reescribiendo. Y no hay otra fórmula.

Uno de los mejores periodistas de este siglo, Walter Lippman, cuenta que cuando decidió hacerse periodista se fue a ver a su tutor en Harvard. Su tutor sólo le dio un consejo: Si usted quiere ser un buen periodista, escriba todos los días dos mil palabras. Y Lippman anotó en sus memorias, con sencillez, que no dejó de cumplir ese consejo ningún día de su vida. Ojalá yo hubiera recibido ese consejo. Y ojalá lo hubiera cumplido desde que lo conozco.

El dominio de la palabra es un verdadero don de Dios. Pero Dios está dispuesto a concederlo a quien trabaja por adquirirlo. El dominio del lenguaje, de cuantos más lenguajes mejor, es el mayor activo que ustedes, estudiantes de Comunicación, pueden atesorar para el futuro. Sólo quien posee los lenguajes posee el anillo que, como en la famosa obra de Tolkien, domina los demás anillos de este mundo superespecializado. Quien domine los lenguajes es capaz de reconstruir las piezas de esta cultura nuestra tan rota, hasta conformar una imagen con sentido. Hasta configurar verdaderas respuestas a las verdaderas preguntas de los hombres. Y ésa es, precisamente, la misión del comunicador.

Un autor holandés, Van Cuilenberg, señalaba hace ya años una de las profundas contradicciones de la sociedad moderna. Jamás el hombre contó con tanta información —se calcula que la información disponible se duplica cada cinco años y jamás estuvo peor informado. Porque tanto dato aislado no llega a formar una respuesta cabal a las necesidades vitales del hombre. Todas esas informaciones son, con frecuencia, respuestas a preguntas que nadie ha formulado y que a nadie interesan.

Para responder las verdaderas preguntas, sin embargo, no basta con que el comunicador domine los lenguajes. Es necesario, de nuevo, un paso más.

Aprender qué es el hombre

Ben BradleeA mediados de los años ochenta, un grupo de periodistas españoles visitó algunos de los medios de comunicación más prestigiosos de los Estados Unidos. Dos profesores de mi Universidad guiaban aquella expedición. Acudieron al Washington Post y pudieron charlar un buen rato con Ben Bradlee, el mítico director del Post que capitaneó la investigación del caso Watergate. Los profesores decidieron aprovechar la ocasión para preguntarle a Bradlee qué haría él, si estuviera en su lugar, para formar mejor a los futuros periodistas que tenían como alumnos en Navarra. Bradlee, sorprendentemente, dijo: Hacerles leer todo Shakespeare.

No dijo nada sobre la importancia de formar periodistas agresivos, que supieran moverse en la calle, que supieran manejar con cuidado las fuentes de información, periodistas muy especializados que dominasen la informática, los idiomas, el lenguaje judicial o el administrativo. Ni siquiera habló de periodistas que escribiesen bien. Sólo dijo: “Hacerles leer todo Shakespeare. Y además lo explicó.

Ben Bradlee apuntaba con su frase a que en Shakespeare está casi todo lo que hay que saber sobre el hombre: sobre sus pasiones, sus virtudes y vicios, su anhelo permanente de felicidad. Esto era lo más importante para el periodista más admirado del planeta. Y tenía razón. Ante todo, un buen comunicador debe conocer a fondo el ser humano, puesto que éste es el objeto y el fin de sus mensajes. Nada interesa tanto al hombre como el propio hombre, como muy bien lo demuestran todos esos autores que han sabido tocar la esencia de lo humano en sus obras y, precisamente por eso, son clásicos. Ellos son los grandes comunicadores de todos los tiempos: amigos a los que debemos visitar con frecuencia.

Pero no se aprende humanidad exclusivamente en los libros. Sólo es capaz de entender lo genuinamente humano y por tanto de hacerlo entender quien se acerca siempre a las personas, no ya con respeto, sino incluso con cariño; quien procura tratar a los demás como fines en sí mismos y no como medios para alcanzar otros fines que siempre serán egoístas. El que procede así el que trata a los demás como medio para sus propios fines— es un manipulador por muy dignos o elevados que sean sus propios fines. Y un manipulador es la antítesis de un buen educador-comunicador.

Vida humana en la Tierra

Ni el cosmos entero, ni una de sus partes es capaz de ofrecer una sonrisa, una caricia

CIENTÍFICOS DESCUBREN VIDA HUMANA EN LA TIERRA

El año pasado viajó por el mundo entero una noticia fabulosa. Algunos científicos descubrieron que un planeta externo al sistema solar, el cual observaban desde hace unos años, cuenta con una atmósfera. Este planeta, que aún no ha sido bautizado, gira alrededor de una estrella cuyo nombre es HD 209458 y es semejante a «nuestro» sol, pero 500 veces más brillante.
La temperatura del planeta es cercana a los 1.100º C, por lo cual es improbable que haya vida semejante a cualquier forma de vida que nosotros conocemos. Este planeta pertenece a la constelación «Pegaso», que se encuentra a 150 años luz de la tierra (1,419,120,000,000,000 Km.) Si usted considera que el mencionado planeta se encuentra muy lejos, le parecerá que está «junto a nosotros» después de leer los datos que vienen a continuación.

Nuestro sistema solar, forma parte de una galaxia (conjunto de estrellas), que conocemos con el nombre de «Vía Láctea.» La Vía Láctea es sólo una de las múltiples galaxias del universo. Su diámetro es aproximadamente equivalente a 100,000 años luz (946,080,000,000,000,000 Km)

Pues bien, la mayoría de los astros que generalmente vemos por la noche, pertenecen a nuestra galaxia y están lo suficientemente cerca de nuestro sistema solar para ser percibidos distintamente. Si nuestro sistema solar estuviese más al centro de la Vía Láctea, sólo veríamos luz y no podríamos distinguir las estrellas.
La distancia que separa nuestro sol del centro de la Vía Láctea se calcula en 23,000 años luz (217,598,400,000,000,000 Km.)

La galaxia «Andrómeda» es el objeto más distante de la tierra que podemos percibir a ojo desnudo, es decir, sin la necesidad de telescopios. Se encuentra a 2,200,000 años luz (20,813,760,000,000,000,000 Km), y forma parte de una constelación que lleva el mismo nombre.
Podríamos seguir dando datos y aumentar nuestra maravilla, pero ¡Basta de números! Nuestra mente no da para más ceros, y ya nos sentimos demasiado pequeños como para continuar pulverizándonos.

Si en un periódico apareciera como encabezado el título de este artículo, lo consideraríamos ridículo. «¡Vaya hallazgo!» -diríamos con seguridad-. Es tan banal la consideración de la presencia de vida humana en nuestro planeta que ya no nos causa maravilla la grandeza de cada ser humano.

Reflexionando en esos abismos interminables, y pensando también en nuestra pequeñez respecto a ellos, brotaron algunas preguntas en mi mente: ¿qué somos?, ¿por qué existimos? Un hombre es más pequeño en comparación del universo que una partícula subatómica con relación a un hombre.

A pesar de ello, y sin restar causas de maravilla al cosmos, no dejo de pensar que un solo hombre es por mucho, más «grande» que el Cosmos en su totalidad.
Los astros celestes no superan en nobleza al ojo de un hombre capaz de observarlos, o a su mente, capaz de llegar a precisar sus distancias. La luna no está por encima de la voluntad del hombre que le ha permitido caminar sobre ella.

Los procesos corporales y espirituales, los movimientos más insignificantes que realiza el hombre, consciente o inconscientemente, no se quedan atrás en complejidad y perfección respecto a los movimientos de los cuerpos celestes.

Ni el cosmos entero, ni una de sus partes es capaz de ofrecer una sonrisa, una caricia. Una estrella, por más grande que sea, siempre estará inhabilitada para amar, para consolar.
Considerando estas pocas comparaciones creo que no es bizarría afirmar que el ser humano es, después de Dios, el ser más digno, más «grande» del universo.
Si existiera sólo una persona sobre la faz de la tierra, sin importar sus perfecciones o cualidades externas, aunque fuese sólo una célula o un embrión, o padeciese serias discapacidades, no dejaría de ser más «grande» que todo el cosmos.

No nos preocupemos excesivamente por saber si existe vida humana en otro planeta, pues la tenemos a nuestro alcance. Recuperemos la capacidad de maravillarnos por ella y demos mucha importancia a la manera en que tratamos nuestra vida y la de los hombres que pueblan nuestro pequeño universo.

3 lecciones que podemos aprender de Santa María Magdalena

Esto podemos aprender de Santa María Magdalena, la llamada la apóstol de los apóstoles.

Santa María MagdalenaSanta María Magdalena es llamada la “apóstol de los apóstoles”, porque tuvo el privilegio de ser la primera en contemplar a Jesús resucitado. Ella fue enviada por nuestro Señor a anunciar a los apóstoles la buena noticia.

De cara a su fiesta, que celebramos el 22 de julio, el padre Juan María Solana, director del Proyecto Magdala, nos comparte 3 importantes lecciones que todos los católicos podemos aprender de María Magdalena.

Siempre podemos convertirnos
El Evangelio de San Lucas (8, 2) asegura que “María, llamada la Magdalena” era la mujer a quien Jesús liberó de siete demonios.De acuerdo con el padre Juan Solana, tener siete demonios habla de una plenitud del mal, de la mentira: María Magdalena era una víctima del demonio. Pero se encuentra con Jesús y Él la libera.                       

Después de todo su pasado, donde predominaba el mal, ella se convirtió en una mujer líder, entusiasta, comunicativa, que siempre busca a Jesús. Por eso, María Magdalena nos enseña que siempre podemos rehacer nuestra vida en el encuentro con Jesús.

Seamos líderes evangelizadores
Esta santa es uno de los personajes más citados en los Evangelios: hay doce referencias de ella, once de las cuales se vinculan directamente con la Pasión y Resurrección de Jesús (Mc 15, 40.47; 16,9; Jn 19, 25; 20,1-2; 11-18; Lc 24,1-11; Mt 27, 55-56.61; 28,1; Lc 24,10.).

Santa María MagdalenaSabemos por Lc 8, 1-2 que a Jesús lo acompañaba un grupo de mujeres generosas que lo servían. Siempre que el Evangelio habla de este grupo de mujeres, la primera mencionada es María Magdalena.

De acuerdo con el padre Solana, en los Evangelios, Ma. Magdalena siempre está actuando: siempre activa como seguidora de Cristo y evangelizadora. Además de que nunca actuaba sola: ella hacía comunidad con las otras mujeres, con los discípulos y con el mismo Jesús. De su testimonio podemos aprender que todos estamos llamados a ser evangelizadores líderes.

La perseverancia nos hará encontrarnos con Jesús
El padre Juan Solana describe a María Magdalena como una mujer que no se desanimaba fácilmente. Ella estuvo a lado de Jesús desde Galilea, estuvo en la Pasión, estuvo a los pies de la Cruz, ayudó a descender el cuerpo de Jesús y a sepultarlo. Incluso, visitó la tumba de Jesús el Domingo de Resurrección. Ahí fue cuando se encontró con Cristo Resucitado.

Esta es quizá la enseñanza más importante que nos deja Santa María Magdalena: si perseveramos, Jesús nos va a dar el regalo de encontrarse con nosotros.

El Ángelus del domingo… desde el Hospital Gemelli

Alvaro Real – publicado el 09/07/21

La Santa Sede muestra un comunicado con el estado de salud del Papa Francisco y explica cómo está previsto que se rece el Ángelus de este domingo

Papa FranciscoPapa Francisco sigue su evolución tras ser intervenido quirúrgicamente el pasado domingo. En el parte de hoy, la Santa Sede muestra que pasó un día tranquilo y ha informado de que el próximo domingo está previsto que se rece el Ángelus desde el Hospital A. Gemelli.

Este es el comunicado de la Sala Stampa:

Su Santidad el Papa Francisco pasó un día tranquilo con una evolución clínica normal. Sigue comiendo con regularidad y continúa con los tratamientos programados.

Caminó por el pasillo y reanudó su trabajo, alternándolo con momentos de lectura de textos.

Por la tarde, celebró la santa misa en la capilla de su apartamento privado, a la que participaron los que le asisten en estos días de hospitalización.

Tras un ligero episodio febril, el Santo Padre ya no tiene fiebre.

El próximo domingo está previsto que el Ángelus se rece desde la 10ª planta del Hospital Universitario «A. Gemelli».

El Santo Padre da las gracias por los numerosos mensajes de afecto y cercanía que recibe a diario y pide que se siga rezando por él.