Juan de Mata, Santo

Sacerdote y Fundador, 17 de diciembre

Martirologio Romano: En Roma, en el monte Celio, san Juan de Mata, presbítero, que, francés de origen, fundó la Orden de la Santísima Trinidad, para la redención de los cautivos. ( 1213)

Fecha de canonización: El Papa Alejandro VII confirmó su culto el 21 de octubre de 1666

Breve Biografía

Este santo es el fundador de la Comunidad de la Sma. Trinidad, o Padres Trinitarios, que tiene 75 casas en el mundo con 580 religiosos.

Nació en Francia, en los límites con España, en 1160.

Durante sus primeros años se dedicó a los estudios de bachillerato y a la equitación y al deporte de la natación. Pero las dos actividades que más le agradaban eran la oración y el dedicarse a ayudar a los pobres. Frecuentemente se retiraba a una ermita alejada del pueblo y allí pasaba varios días dedicado a la meditación.

Su padre lo envió a París y allá obtuvo el doctorado y luego fue ordenado sacerdote.

Las antiguas crónicas dicen que durante la celebración de su Primera Misa tuvo una visión celestial: vio a unos pobres cristianos prisioneros de los mahometanos y con peligro de renunciar a su religión, y observó cómo un religioso vestido de blanco y con una cruz roja y azul en el pecho los libraba y los salvaba de perder su fe. Con esto creyó sentir una invitación celestial a fundar una comunidad para libertar cristianos.
Juan fue a consultar a San Félix de Valois, que vivía retirado meditando y rezando y después de varios días de rezar con él, le narró la idea que tenía de fundar una comunidad de religiosos para libertar cautivos. A San Félix le pareció muy buena idea y los dos se fueron a Roma a conseguir el permiso del Papa.

Inocencio III no era muy amigo de fundar nuevas congregaciones religiosas pero las oraciones de estos dos santos lograron la buena voluntad del Pontífice y les concedió su aprobación. Juan fue consagrado obispo y a los religiosos se les concedió un hábito banco con una cruz roja y azul en el pecho. Superior General de la Comunidad fue nombrado Juan de Mata.

El rey de Francia Felipe Augusto les concedió autorización para conseguir fondos en favor de los prisioneros, y así nuestro santo hizo varios viajes al Africa a libertar cautivos.

Los piratas mahometanos llegaban a las costas españolas y francesas y se llevaban prisioneros a todos los que encontraban. Y había el grave peligro de que aquellos pobres esclavos, en medio de tan terribles sufrimientos, renegaran de su fe para que no los trataran mal. Por eso San Juan de Mata se propuso rescatarlos.

En el año 1201 Juan de Mata y sus religiosos lograron rescatar en Marruecos 186 prisioneros. Al año siguiente en Túnez rescataron 110 prisioneros. Por cada uno había que pagar una crecida suma de dinero, y los Padres Trinitarios iban de ciudad en ciudad y de campo en campo consiguiendo con qué pagar el rescate de los pobres esclavos.

San Juan de Mata tuvo que sufrir mucho por parte de los mahometanos que le tenían mucha antipatía por los sabios consejos que les daba a los esclavos cristianos para que no se dejaran quitar su santa religión.

Un día en que Juan volvía del Africa con 120 prisioneros cristianos que había libertado de la esclavitud de los musulmanes, un grupo de piratas mahometanos asaltó su barco, destruyó el timón y rasgó las velas (telas por las cuales el viento empujaba la embarcación). Los pasajeros creyeron que iban a naufragar en el mar, pero el santo hizo unas nuevas velas uniendo los mantos de todos ellos, y se puso a rezar, y así sin timón, pero lleno de confianza en Dios, y suplicando que Nuestro Señor hiciera de piloto, y colocándose en la proa del barco con un crucifijo en las manos, logró tener un próspero viaje y desembarcaron sanos y salvos en Ostia (Italia).

Los últimos años los pasó en Roma dedicado a la predicación y a conseguir ayudas para los pobres y murió santamente en el año 1213.

Este santo se preocupó siempre de ocultar los hechos más admirables de su vida. El cumplía aquel antiguo principio: “Hay que amar el permanecer oculto y el no ser conocido”.

Un religioso de su comunidad, el Padre Juan Gil, recató en 1580 a Miguel de Cervantes, autor del Quijote, que estaba preso de los musulmanes desde 1575.

El 21 de Octubre de 1666 el Papa Alejandro VII autorizó el culto a San Juan de Mata, y hoy en día son muchos los que en el mundo entero siguen recibiendo de Dios el mismo llamamiento que él recibió del cielo: ir a ayudar a los que sufren en cárceles y prisiones.

Hay una realidad más grande

Santo Evangelio según san Mateo 1, 1-17. Viernes III de Adviento

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre Santo, concédeme la gracia de sentirme tan amado por ti, de tal manera que siempre pueda decir que soy tu hijo (a), y que Tú eres mi Padre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 1, 1-17

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David.

David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Vemos en el Evangelio de hoy, la genealogía de nuestro Señor, y cómo a través de todas esas generaciones, para ser más exactos, cuarenta y dos generaciones, viene el Salvador del mundo para saldar la cuenta del pecado de nuestros primeros padres.

Cristo tuvo una genealogía humana, igual que nosotros la tuvimos, pero hay una realidad más grande, y es que tenemos una genealogía espiritual, esto es, que somos hijos de Dios. «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!». (1 Jn 3, 1). Nunca nos podemos olvidar que tenemos al Padre de los padres, aquel que es Amor y misericordia y nos ama como somos, con nuestros defectos y con nuestras cualidades. Él nos ha amado, nos ama y nos seguirá amando por lo que somos y no por lo que le podemos dar. Si de algo nos tenemos que gloriar en este mundo es que tenemos por Padre a Dios. No seremos los dueños del castillo, pero somos los hijos del Rey.

«En el Evangelio hemos escuchado la genealogía de Jesús, que no es una simple lista de nombres, sino historia viva, historia de un pueblo con el que Dios ha caminado y, al hacerse uno de nosotros, nos ha querido anunciar que por su sangre corre la historia de justos y pecadores, que nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, una salvación de vida que camina. Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de septiembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dar gracias a Dios hoy en la comunión o con una comunión espiritual, por haberme hecho su hijo (a).

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La familia como ambiente de desarrollo humano

La familia vista desde la perspectiva, ética , filosófica y teológica

Se aborda el tema del crecimiento o desarrollo de la persona humana (de la “genealogía” de la persona) y el tema de la familia como “ambiente” en el que se desarrolla este crecimiento.
Son dos los temas de nuestra reflexión comprendidos en el enunciado del título: el tema del crecimiento o desarrollo de la persona humana (de la “genealogía” de la persona) y el tema de la familia como “ambiente” en el que se desarrolla este crecimiento. Y sobre estos dos puntos se articulará mi reflexión. Me queda aún precisar la perspectiva que adoptaré. En efecto, el tema de la familia como genealogía de la persona puede ser desarrollado de diversas maneras. La mía es una perspectiva antropológica, ética, filosófica y teológica.

La pregunta, es decir, aquello a lo que buscaremos responder, es la siguiente: ¿cuál es la verdad de la genealogía de la persona y (la verdad) de la familia? Esta es la pregunta antropológica. Y ya que la persona, su genealogía, está ligada a la libertad, la pregunta antropológica genera inevitablemente una pregunta ética: ¿cuál es el bien (el valor) propio de la familia en cuanto lugar en el que se desarrolla la persona humana? Esta es la óptica de mi exposición. Se ve con facilidad como ésta se hace necesaria, mas no es suficiente. Es necesaria porque fundamenta la reflexión dirigida a precisar el ser mismo de la persona y de la familia (estaba tentado de escribir: su “cimiento firme”) y, por lo tanto, a diseñar la topografía espiritual de cualquier exploración en este territorio y de cualquier intervención al respecto. Pero la reflexión sola no basta: la familia como lugar de crecimiento de la persona se constituye dentro de contextos históricos muy diversos. Sírvanse pues aceptar esta reflexión como un aporte bastante parcial.

1. La genealogía de la persona

Es un logro, considerado ya definitivamente como una conquista de la investigación histórica, la afirmación según la cual el “concepto” de persona ha nacido solamente en el cristianismo y al interior de los dos más grandes debates teóricos que haya recorrido la razón humana: el debate cristológico y el debate trinitario. Uno de los más importantes resultados teóricos ha sido precisamente la definición de persona.

¿Cuáles son los elementos esenciales de esta definición?

Estos son, si no me equivoco, dos. El primero es la afirmación de la absoluta singularidad de la persona. Se trata de una percepción espiritual que no es fácil de tematizar. ¿Qué cosa significa que la persona sea un singular absoluto? Esto nos lleva inmediatamente a pensar en el individuo y a identificar entonces la individualidad y la singularidad. En realidad, ser un singular, una persona, es más que ser un individuo. El individuo, en el fondo, aparece como un miembro al interior de un todo, de una naturaleza de la que participa. Sucede que el individuo es numerable. Sucede que el individuo es substituible: en cualquier momento, dentro de la especie viviente que sea, cualquier individuo puede ser substituido por otro. Santo Tomás escribe con gran agudeza que la noción de “parte” es contraria a la noción de persona. Contrariatur, escribe el Santo Doctor; en lógica no hay oposición más radical que la contrariedad. Los contrarios no tienen nada en común: la idea de “parte (de un todo)” no tiene nada en común con la idea de “persona”.
“Singularidad” pues significa en realidad: unicidad, insubstituibilidad, incuantificabilidad.

En una palabra: no siendo “parte”, se es un “todo”. La tradición cristiana, con una osadía teorética impresionante, se ha pronunciado un sinnúmero de veces hablando de la persona. En un sentido muy preciso: no hace número con nada. Unicidad, insubstituibilidad, incuantificabilidad, infinidad: propiedades que pueden sólo descubrirse en un ser que subsiste en sí y por sí: dotado del máximo de subjetividad.

Pero éste no es el único constitutivo de la persona según la tradición cristiana. Existe un segundo. La persona es un sujeto en relación con las otras personas. Ha sido sobre todo la meditación sobre el misterio trinitario la que ha manifestado la esencial relacionalidad de la persona. Ciertamente el uso de la analogía es siempre una operación riesgosa, sobre todo cuando los dos análogos son la Persona Divina y la persona humana, entre las cuales es mucho mayor la desemejanza que la semejanza. Sin embargo, la antropología cristiana no ha tenido nunca el temor de afirmar que la persona se realiza en la relación con la otra persona, que su vocación constitutiva es la comunión con las otras personas.

Esta es la constitución ontológica de la persona. La misma se muestra como una constitución que está como imbuida de una tensión intrínseca que se debate entre los “dos polos” del ser personal: el polo de la subjetividad-singularidad subsistente en sí y por sí y el polo de la relacionalidad hacia la otra persona. Bipolaridad que ha hecho también referirse a la persona humana como una “relación subsistente” o, mejor aún, como una
“subsistencia relacionada”. Pero ya que debemos hablar de la genealogía de la persona y no de su ser estadísticamente considerado, no deseo continuar más en esta perspectiva metafísica de la persona. Todo lo que he dicho al respecto me parece suficiente para reflexionar sobre la persona en su formación, en su genealogía.

Partamos de una pregunta:

¿Existe un camino, una vía a través de la cual poder ver de alguna manera aquella absoluta singularidad, aquel existir en sí y por sí que constituye el fondo metafísico de la persona?

Creo que este camino, que esta vía es la elección libre: el acto libre es la suprema revelación de la persona. Muchas operaciones suceden en la persona, pero no todas son de la persona en el sentido que de ellas se sienta autor, y ninguna es tanto de la persona, ni pertenece tanto a la persona como un acto de libertad. Éste, de hecho, en su constitución, no tiene otra causa que la persona que lo ejecuta.

En efecto, se pueden sustituir muchas operaciones a través de prótesis siempre más perfectas; se ha podido crear la inteligencia artificial. Pero no existe una prótesis de la libertad, ni una libertad libre artificial. El acto libre revela eminentemente a la persona porque en él se refleja su subjetividad subsistente, su ser “causa sui”, repetirá continuamente Santo Tomás con una osadía teorética no común en el pensamiento cristiano.

En la perspectiva que estamos considerando la genealogía de la persona coincide con la genealogía de la libertad y devenir persona significa devenir libre. Retomaremos dentro de poco esta coincidencia.

A. Rosmini habla de un misterioso vértigo que el hombre experimenta cuando vive profundamente la libertad, mejor aún, el descubrimiento de la libertad. La observación es interesante. Si la libertad radica así profundamente en la persona, de la cual es la suprema revelación; si la libertad revela profundamente a la persona, porque muestra la absoluta singularidad (todos pueden tomar mi lugar, pero no cuando debo hacer una decisión libre), entonces la libertad es la capacidad de afirmarse a sí mismo y por sí mismo. Aquí se encuentra el vértigo del que habla Rosmini; la libertad es la auto-afirmación pura y simple, es el alfa y la omega de la propia vida espiritual. No existe un “antes” a la libertad. ¿Y el otro con quien me descubro en relación? Porque de él, de su libertad, vale aquello que he descubierto en mí, no sea que encuentre frágiles compromisos de intereses opuestos, elaborando reglas para este descubrimiento. Retornaremos más adelante sobre este punto.

No es difícil ver como la bipolaridad de la persona abordada antes en el nivel de su constitución ontológica, se manifiesta claramente al nivel del actuar libre de la persona y, entonces, en su formación, en su genealogía. La cosa encontraría su ulterior confirmación si partiésemos de la consideración del otro “polo” de la persona, de su relacionalidad. No intento hacerlo. Tengamos, pues, presente la siguiente afirmación: en su formación, al interior de la genealogía de la persona, reencontramos la tensión bipolar entre la afirmación de si y la comunión con el otro. El punto en el que las dos energías se encuentran, podemos decir la “chispa” que estalla entre los dos polos, es el acto libre. Es decir: es en el acto libre y mediante el acto libre que la persona se forma como sujeto que existe en sí y por sí (“causa sui”).

¿Existe una solución a esta tensión?

La solución estaría en un acto completamente libre que sea al mismo tiempo suprema afirmación del otro, un acto que afirme la singularidad que quien lo cumple y al mismo tiempo instituya una relación verdadera con el otro. Según la visión cristiana este acto de libertad es el acto del amor. El amor es la síntesis vivida de los dos constitutivos de la persona y, por tanto, de la perfecta realización. Comprendemos una de las enseñanzas más profundas del Vaticano II: “Ésta similitud manifiesta que el hombre, que es en la tierra la única criatura que Dios ha querido por sí misma, no pueda encontrarse plenamente a si mismo sino por la sincera entrega de sí mismo”. (GS 24)

Escribe Juan Pablo II en la Carta a la Familia:

“Entramos así al núcleo mismo de la verdad evangélica sobre la libertad. La persona se realiza mediante el ejercicio de la libertad en la verdad. La libertad no puede ser entendida como facultad de hacer cualquier cosa: significa don de sí. Es más: significa ejercicio ulterior del don. En el concepto de don no está inscrita solamente la libre iniciativa del sujeto, sino también la dimensión del deber. Todo esto se realiza en la comunión de las personas”. (14,4) Por lo tanto: la genealogía de la persona es la genealogía de su libertad, esto es de su capacidad de amar, esto es de hacerse don de sí al otro. La afirmación de si consiste en el don de sí. En este sentido en la antropología cristiana, el hombre enteramente verdadero, la humanidad que ha alcanzado su perfección, es Jesucristo. Él se ha donado a sí mismo.

Localizado cuál es el concepto de formación o genealogía de la persona, quisiera ahora indicar algunas razones a causa de las cuales este concepto se ha puesto en discusión para finalmente ser abandonado en nuestra cultura occidental. Esta contextualización es necesaria, me parece, porque de ella nacen hoy muchos graves problemas en la formación de la persona.

Como se ha podido constatar en le reflexión precedente, el concepto cristiano de formación de la persona nace al interior de una constelación de conceptos tales como “persona”,
“libertad”, “amor”, “don sincero de sí”. Ahora, como dice la ya citada Carta a las Familias,

“¿Quién puede negar que la nuestra sea una época de gran crisis, que se manifiesta ante todo como profunda “crisis de la verdad?”

Crisis de la verdad, significa en primer lugar, crisis de los conceptos”. (13,5). Y son precisamente aquellos conceptos super-citados los que han entrado en crisis: ellos no portan más las mismas concepciones (de persona, de libertad, de amor, de don sincero de sí), sino más bien concepciones contrarias. No es posible ahora recorrer toda la sucesión de esta crisis.

Me contento con algunas reflexiones generales.

La primera. Se ha reducido progresivamente a la persona a la conciencia que la persona tiene de sí; su consistencia y subsistencia ontológica se ha reducido a la conciencia-afirmación de sí mismo. Se ha pasado a una definición cada vez más psicológica de la persona. Esta reducción ha creado problemas que han resultado insolubles: ¿cuál es el fundamento último de la dignidad de la persona? ¿De sus derechos? ¿Es sólo la conciencia de su ser, esto es su afirmación? Y ¿quién no es capaz de tal conciencia? Queriendo usar un vocabulario muy técnico, deseo decir que la perdida del concepto de persona como sustancia primera ha generado la imposibilidad de crear una cultura en la cual cada persona sea reconocida, afirmada en si y por sí.

La segunda. La libertad ha ido progresivamente configurándose como “posibilidad pura o posibilidad de todas las posibilidades”. Puesto que el contrario de la posibilidad es la necesidad, se trata de una libertad desvinculada de toda necesidad. Ciertamente esta es una idea “regulativa” de la libertad, no una idea “real”. Esto es, una libertad así concebida no existe ni puede existir (no es una idea real); este concepto de libertad sirve para indicar en qué dirección debe proceder la liberación de nuestra libertad (es una idea regulativa).

Estamos ahora en el polo opuesto de la definición agustiniana de libertad como poder de hacer aquello que se quiere haciendo aquello que se debe, es decir, como síntesis de posibilidad y de necesidad. El último eco de este concepto cristiano ha resonado, en nuestra cultura occidental, en Kant: luego (y no sin culpa suya) todo eco se ha apagado. Kierkegaard juzga que sea ésta la verdadera raíz de nuestra desesperación. Pero ¿qué cosa significa esta definición prescriptiva, más que descriptiva, de libertad, concretamente en nuestra vida de cada día? Responderé a esta pregunta en las dos reflexiones siguientes.

La tercera. ¿Qué cosa puede significar: “don sincero di sí”? El “sí” que es donado no existe, porque no existe un “antes” de la libertad, una realidad de la cual la libertad responda porque se encuentra de frente a ésta.
Entonces ¿qué cosa se dona cuando se habla de donarse a si mismo? Nada más que el permiso de usarse recíprocamente. La verdad del don es confundida con la mera sinceridad del trato: en la relación recíproca se reclama solo la libertad de ponerla en acción. Nada más. Si se piensa en un uso de la libertad en el cual el sujeto hace aquello que quiere, decidiendo él mismo la verdad sobre lo que está bien, no se admite que otros exijan algo de él en nombre de una verdad objetiva. No dona más en verdad. El amor en una palabra es despojado de su misma esencia.

La cuarta. Es imposible elaborar un concepto de justicia que no se reduzca a ser simplemente un código de procedimientos para instituir frágiles milagros de la convergencia de intereses opuestos. Esto es: aquel concepto de libertad genera una sociedad fundada sobre la norma utilitarista y hedonista.

Podemos ahora concluir el primer punto de la reflexión. Quería trazar un bosquejo del concepto de formación o genealogía de la persona. Hemos visto que esto se construye al interior de una constelación de conceptos como persona, libertad, amor, don de sí. Y hemos también visto como se pueden configurar dos diversas genealogías de la persona. La Carta a las Familias habla de una civilización del amor y de un anticivilización o “civilización de lo útil y/o del placer”. Ahora debemos reflexionar en por qué y cómo la familia es el ambiente de crecimiento de la persona humana, y lugar de su genealogía.

2. La familia y la genealogía de la persona

Es una afirmación central y permanente en la visión cristiana de la persona humana la que dice que ésta (la persona humana) encuentra su cuna, no solo biológica sino espiritual, en la comunidad de la familia. Santo Tomás habla de la necesidad para el hombre, no sólo de un útero físico para su desarrollo, sino también de un útero espiritual, constituido por la comunión conyugal de los padres. Se trata de una afirmación de carácter antropológico. Pero no es solo esto. Se trata también de afirmación de la estructura social, de la relación entre la familia y otras sociedades. Como veremos.

¿Cuál es la razón profunda de este nexo entre familia y genealogía de la persona?

Podemos partir de una afirmación que la Iglesia ha hecho siempre, aunque sea una de las afirmaciones más contestadas de parte de quien no comparte la visión cristiana. Es la afirmación según la cual se da un nexo, de derecho inseparable, entre el ejercicio de la sexualidad, amor conyugal y procreación de una nueva persona. Considero que la percepción neta de este nexo tiene una importancia decisiva para comprender toda la doctrina cristiana del hombre y del matrimonio. Veamos cuál es el contenido de este nexo y las razones por las que es afirmado.

El contenido. En el ser-hombre y en el ser-mujer está inscrito un significado que no pertenece a la libertad de inventar, sino sólo a la de descubrir e interpretar en la verdad. La masculinidad y la femineidad son un lenguaje dotado de un significado originario. No son un dato puramente biológico apto para recibir cualquier sentido que la libertad decida atribuirle.

¿Cuál es este significado?

Es el don total de sí al otro. El lenguaje de la masculinidad / femineidad es el lenguaje del don total. En cuanto tal,es lenguaje intrínsecamente
esencialmente esponsal, conyugal. El ser sexuado humano es orientado a la conyugalidad (y en Cristo a la virginidad consagrada). En este sentido, la doctrina de la Iglesia habla de nexo de derecho indeleble entre el ejercicio de la sexualidad y la conyugalidad.

“La lógica del don de sí al otro en totalidad comporta la apertura potencial a la procreación (…). Ciertamente, el don recíproco del hombre y de la mujer no tiene como finalidad solo el nacimiento de los hijos, sino que es en sí comunión mutua de amor y de vida. Siempre debe ser garantizada la íntima verdad de tal don. Íntima no es sinónimo de subjetiva. Significa más bien esencialmente coherente con la objetiva verdad de aquel y aquella que se donan” (Carta a las familias, 12) Y entra en la edificación de esta verdad también la potencial paternidad y maternidad inscrita en ellos. De este modo, la persona es generada a partir de un acto de amor y esperada como puro don.

Las razones por las que la Iglesia afirma estos nexos son profundas. Podemos percibirlas a través del trazo de una contrafigura. Este nexo puede ser negado en una doble dirección. La primera: el ser hombre – el ser mujer no transmite ningún significado originario que preceda a la libertad por lo cual no existe ninguna definición prescriptiva de relación sexual, sino solamente descriptiva y por lo tanto la paternidad – maternidad no tiene ningún enraizamiento objetivo. En este contexto se coloca el actual ennoblecimiento de la contracepción como liberación de la biología sexual, el intento de la equiparación de las parejas homosexuales y la negativa a considerar la adopción como “pareja” de una filiación natural.

¿Cuál es el resultado de esta desconexión?

Me limito a llamar su atención sobre lo que me parece lo más importante. En la razón está la negación de que el ser hombre – ser mujer sea el lenguaje originario del ser simplemente persona.

Es decir: la persona expresa su vocación originaria mediante el lenguaje del cuerpo, mediante su ser hombre y su ser mujer.

Destruyendo esta reciprocidad en el don, se destruye el código fundamental de la comunicación interpersonal. Se destruye en su origen mismo, la posibilidad de la comunión interpersonal. No lo olvidemos: el hombre se sintió solo y Dios no creó otro hombre. Creó la mujer. Es la posibilidad de una civilización del don la que es destruida.

Pero la desconexión procede también en el sentido inverso: desarraigar la procreación (y la genealogía) de la persona de la comunidad conyugal y de la actividad sexual. En este contexto está la artificialización de la procreación humana, que parece ahora no conocer límite alguno. ¿Cuál es el resultado de este segundo tipo de desconexión? El riesgo de reducir el hijo a un “producto” del que se tiene necesidad para la propia felicidad.

Como se ve, la raíz por la que la Iglesia afirma que entre el ejercicio de la sexualidad, la conyugalidad y la procreación existe una conexión de derecho inalienable es una sola: sólo salvando esta conexión se salva la comunión interpersonal, se salva la dignidad de la persona.

Esta reflexión de base nos ha ya introducido en la consideración de la familia como lugar de crecimiento de la persona. En el primer punto de nuestra reflexión hemos visto que el crecimiento de la persona es crecimiento de su libertad, esto es, de su capacidad de amar, de entregarse a sí misma en la verdad. ¿Por qué justamente la familia es el lugar originario, no digo el único, de este crecimiento de la persona?

Teniendo presente cuanto queda dicho sobre la relación sexualidad – conyugalidad – procreación podemos disponer nuestra respuesta en dos momentos. En realidad, la comunidad familiar se construye en dos relaciones interpersonales, la relación conyugal y la relación parental. Considerémoslas analíticamente.

2.1 He hablado ya del “lenguaje del cuerpo” como el lenguaje fundamental de la persona; la masculinidad – femineidad tienen en sí y por sí un significado que debe ser leído en la verdad.

El autor inspirado del segundo capítulo del Génesis nos ha revelado verdades decisivas para nuestra vivencia espiritual. El hombre vive una soledad originaria, esto es, intrínseca a su mismo ser hombre. Puesto en el universo de las cosas, en el universo de las no-personas, él se siente absolutamente solo. Esta soledad no es un bien: el ser humano en estas condiciones no ha alcanzado su plenitud. En términos más abstractos, más metafísicos, decíamos que la subsistencia en sí y por sí no es el único constitutivo de la persona. Y de hecho, justamente para salir de esta soledad, el hombre – cada uno de nosotros – busca un dominio, una posesión. Dominio y posesión que no lo hacen salir de su soledad originaria. El hombre alcanza su plenitud puesto frente a la mujer. Es el momento en que se descubre llamado a una comunión, capaz de realizarla porque está al frente de otra persona. Hay aquí un misterio muy profundo. Es a través del lenguaje corporal que la persona dice cuál es su vocación originaria. Podemos ahora comprender, creo, por qué en la comunión conyugal la persona humana crece como persona humana: porque es en ésta que se realiza como don de sí. Y en efecto en el vínculo conyugal encontramos de modo eminente toda la misteriosa paradoja humana. No existe un vínculo de mutua pertenencia más radical que el de la pertenencia conyugal: no es posible, in humanis, pertenecerse más que conyugalmente. No existe un acto de libertad más grande que el acto con el cual dos esposos se entregan: quizá no es posible, in humanis, ser más libre. La libertad coincide con el don. Y el don de sí implica la posesión de sí: no se puede donar aquello que no se posee. El máximo de la auto-afirmación coincide con el máximo de la auto-donación. Por esto la comunión conyugal es el lugar del crecimiento de la persona como tal.

2.2 La comunión conyugal se expande en la comunidad familiar. Es el lugar propio de la genealogía de la persona: el lugar propio de su crecimiento. A pesar de estar radicado en la biología, el concepto de la persona no es simplemente el resultado de una fortuita o necesaria coincidencia de factores biológicos. Esto explica la llegada a la existencia de un individuo, del todo funcional para la supervivencia de la especie. Pero el hombre que es concebido, es una persona, única e insustituible en su valor infinito. Y de hecho los esposos pueden solo querer un niño(a): uno cualquiera. Ellos no pueden decidir a quien concebir: a él y no a otro.

El conocimiento de esta persona única, insustituible puede llegar a ellos de la existencia de ésta: al verla, ellos dicen: “éste es mi niño(a)”. No pueden conocerlo antes de que exista. ¿Por qué? Descubrimos aquí la diferencia esencial entre el conocimiento creado y el conocimiento divino. El hombre conoce aquello que existe y por qué existe; mientras es el conocimiento divino el que hace ser. En una palabra: toda concepción implica un acto de creación.

Cada uno de nosotros existe porque ha sido pensado y querido por Dios. Como consecuencia de esto no habiendo éstos (los esposos) decidido, sino siendo el hijo un don de Dios, éstos lo reciben como tal. Y en esta acogida está el origen de toda la genealogía de la persona. Entrada en el universo la nueva persona se pregunta sobre el “rostro” de este mismo universo: si es un rostro hostil o amigo, si lo rechaza o lo acoge, si considera un bien su estar ahí o por el contrario, un mal. Según la respuesta que recibe la nueva persona, será marcada toda su existencia. Su crecimiento será determinado por la respuesta que reciba a su pregunta. ¿De quién recibe esta respuesta? De la mujer que la ha concebido y de su padre: “qué bueno es que estés aquí”. Es el bienvenido. El universo lo esperaba como un don y él puede vivir con la certeza de que es bueno existir. Así se inicia el crecimiento de la persona en la verdad y en el bien. Dice profundamente el Santo Padre en la Carta ya citada: “Si, el hombre es un bien común: bien común de la familia y de la humanidad, de los grupos particulares y de las múltiples estructuras sociales” (11,6). En el amor esponsal en el cual la persona del cónyuge es afirmada en sí y por sí se cumple así la afirmación de la nueva persona. Esta puede iniciar en el ambiente del amor conyugal su crecimiento.

Se ve verdaderamente como la afirmación del nexo entre ejercicio de la sexualidad, conyugalidad y procreación está en la base de la consiguiente afirmación de que la familia es el lugar originario del crecimiento de la persona.

Siempre he dicho, en el curso de mi reflexión, “lugar originario”, no exclusivo. La persona humana necesita también de otros “ambientes”, otros lugares para un crecimiento integral. Esto trae un problema de relaciones, de relaciones de la familia con otros lugares para el crecimiento de la persona: hablaba de un problema de arquitectura social y política.

También el Tercer informe sobre la familia en Italia (a cargo de P.P. Donati, CISF, Milán, 1993) insiste en este punto, con análisis y propuestas bastante pertinentes. No quiero adentrarme en este campo, en el cual además soy incompetente. Quisiera más bien con atención continuar mi reflexión en la perspectiva antropológica y ética, limitándome a estudiar un proceso cultural que tiende a sustituir a la familia como lugar originario del crecimiento, o cuando menos como lugar no necesariamente originario.

Este proceso cultural contesta precisamente aquellos tres anillos de la conexión y entonces viene a caer la conexión misma. La primera negación rechaza la existencia de un significado originario propio del lenguaje sexual: cada uno crea el propio lenguaje sexual. La segunda negación rechaza que la definición de matrimonio sobre la base de la sexualidad sea prescriptiva, que exista una definición prescriptiva de conyugalidad: cada uno crea el propio cónyuge.

La tercera negación rechaza que sea de importancia decisiva que el matrimonio sea el fundamento de la familia. La consecuencia de esta triple negación es bien descrita en el mencionado Informe, al cual remitimos (sobretodo véase en la pág.430).

Hablar de familia como lugar necesario originario de crecimiento de la persona pierde cada vez más significado teórico y práctico.

Conclusión

Dije al inicio que el recorrido trazado por mi reflexión es muy estrecho y exige ser ampliamente extendido por muchas más contribuciones. Además, puedo decir que a través de una reflexión así podremos alcanzar el corazón mismo del problema. La razón es dicha en la Carta a las Familias: “nuestra civilización, que presenta también aspectos tan positivos en el plano tanto material como cultural, debería darse cuenta de que es, desde diversos puntos de vista, una civilización enferma, que genera profundas alteraciones en el hombre. ¿Por qué se da esto? La razón está en el hecho de que nuestra sociedad se ha distanciado de la plena verdad sobre el hombre, de la verdad sobre aquello que el hombre y la mujer son como personas” (20,8).

Este es el nudo de toda la problemática:

¿Cómo hacer al hombre capaz del Evangelio, esto es, de asombrarse ante su grandeza?

Encuentran una segunda sinagoga del tiempo de Jesús en la tierra de María Magdalena

A poco menos de 200 metros de la primera hallada en la tierra de María Magdalena.

El pasado domingo 12 de diciembre la Autoridad de Antigüedades de Israel dio a conocer el nuevo descubrimiento arqueológico en las tierras de María Magdalena: se encontró una segunda sinagoga que data del período del Segundo Templo. Esta nueva sinagoga se hallaba en la misma ciudad de Magdala, a tan solo 160 metros al oeste de la sinagoga que se encontró en el año 2009.

La novedad es que las dos sinagogas son contemporáneas. Nunca antes se había dado un descubrimiento de este tipo. Seguramente nos encontramos al inicio de una nueva línea de investigación sobre el sentido de las sinagogas en el periodo del segundo templo.

Ambas áreas parecen haber sufrido los efectos de la guerra de los romanos contra los judíos que culminaría en la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., pero que antes contaría con las conquistas de Gamla y Magdala en el 67 d.C. Se está a la expectativa de los estudios de la cerámica y de las monedas encontradas ahora.09:19

El hecho de que coexistan dos sinagogas al mismo tiempo en una misma ciudad, a tan pocos metros de distancia, nos habla de un fuerte sentido de identidad comunitaria en la población de la Magdala del primer siglo. 

Además de ser centro de vida social, la sinagoga era lugar de lectura de las escrituras. Por ello, no es difícil concluir que la vida social en la Magdala de tiempo de Cristo estaba marcada por la espiritualidad bíblica. ¡Y esto en “la Galilea de los gentiles”!

Por los Evangelios sabemos que Jesús enseñaba en las sinagogas de Galilea y que en ellas curaba a los enfermos. Al estar las dos sinagogas en Magdala, a los pies del Monte Arbel, a un lado del Mar de Galilea, junto al camino natural de Nazaret a Cafarnaún, y siendo Magdala un centro de industria y exportación pesquera, no está fuera de lugar pensar que probablemente Jesús visitó estas sinagogas con sus discípulos pescadores.

Así se entiende el entusiasmo que este insólito descubrimiento ha suscitado tanto entre pueblo judío como entre los cristianos. La ciudad de Maria Magdalena, vista desde la arqueología, se va afirmando como un cruce de caminos de historia judía y cristiana, y en este sentido esperamos que siga creciendo en el espíritu de acogida y encuentro para todas las personas.

De la prostitución a la conversión

La prostitución te destruye –alerta–. No te estimas y te parece que nadie podría amarte jamás

Roma, jueves, 23 septiembre 2004. Una ex prostituta, Linda Watson, que se ha convertido, se encontró hace dos semanas personalmente con Juan Pablo II para pedirle que rece por ella y por su trabajo a favor de otras mujeres que quieren abandonar el «comercio» sexual.

Cuando Linda Watson se encontró con el Santo Padre se acordó del relato del Evangelio sobre la mujer de mala reputación que encontró a Cristo. «No podía creer que estuviera realmente frente a él», reconoció Watson a Zenit tras la audiencia con el Papa.

«Ha sido verdaderamente extraordinario», declaró. «Empecé a decir en polaco, mi segunda lengua, “¡Padre Santo mío!”. ¡La experiencia ha sido entusiasmante, pero a la vez de gran humildad!»

Linda Watson pudo dejar las calles –tras más de 20 años en el comercio sexual– para convertirse y, con ayuda de su arzobispo, levantar casas para prostitutas deseosas de salir de ese tipo de vida.

Se cuenta entre las principales promotoras de la campaña contra la legalización de la prostitución en su país, Australia, y fue elegida en 2003 en la nación como «la mujer más inspiradora del año».

La propia Watson relata su implicación en las redes de la prostitución: «Tuve una vida difícil como madre soltera con tres hijos, cada uno de los cuales no tenía más que el suelo para dormir. Así que, cuando una mujer de apariencia pudiente me tocó en el hombro en el salón de té de mi humilde oficina y me dijo que podía ganar 2.000 dólares a la semana simplemente dando masajes, me vi muy tentada».

La mujer en cuestión intentaba convencerla haciéndole ver la posibilidad de limitarse a una prueba de dos meses. «Nadie lo sabría y después podría dejarlo», le aseguró.

En poco tiempo Watson se dio cuenta de la verdad, pero ya era demasiado tarde: «Tan pronto como empiezas, pierdes tu dignidad. Estás vendida» –recordó–. «Mi primer cliente era directivo de alto nivel de los medios e inmediatamente fue como si hubiera sido vendida como un trozo de carne a todos sus millonarios».

También describió cómo la situación llegó a estar «fuera de control». El dinero y la manipulación «eran un tipo de red de seguridad que te pones alrededor» y si «intentas dejarlo para empezar una nueva vida no tienes dónde ir para recuperar el respeto y reconstruir una vida».

Abandonar el comercio del sexo parecía imposible hasta que «invitó a Dios en su corazón por pura desesperación». Fue el día en que murió la princesa Diana de Gales. «Por primera vez me di cuenta verdaderamente de que la riqueza y el poder no eran la respuesta a todo –relata–. Ciertamente no le habían salvado la vida».

Linda decidió buscar trabajo, pero nadie la contrataba. Entonces sintió que Dios le había dado la misión de salvar a otras mujeres atrapadas en la prostitución, pero una vez más nadie se mostró dispuesto a ayudarla.

«No sé cuántos cientos de iglesias me rechazaron, hasta que llegué a la puerta de la oficina del arzobispo católico –reconoce–. Él percibió mi visión de futuro».

Para monseñor Barry Hickey, arzobispo de Perth (Australia), aquel día obtuvo una respuesta a sus oraciones. El prelado relató a Zenit que antes de encontrar a Linda Watson no lograba hallar el modo de desbaratar la industria del comercio sexual.

«Sabía que enviar a un asistente social normal en el terreno no llevaría casi a nada –admite–. Necesitaba a alguien que conociera la actividad desde dentro. Y ella fue mi ángel de la esperanza».

Así comenzó el ministerio de este equipo: establecer casas de recuperación para prostitutas –«Linda’s Houses of Hope» (Las casas de la esperanza de Linda)– para proporcionar refugio, asesoramiento y protección, entre otros medios. Según el arzobispo Hickey, Linda Watson frecuentemente tiene que trabajar con las víctimas partiendo de cero.

«Algunas de las jóvenes vienen a mi puerta sin sus prendas, hasta sin dientes –revela Linda–. Algunos hombres les hacen saltar los dientes a golpes, así que debemos ocuparnos de atender todos estos aspectos».

A la vista de la difusión de la violencia y de las drogas y con chicas que «atienden» «de ocho a quince clientes al día», Watson se irrita al oír a políticos que tratan de sacar adelante proyectos de ley para legalizar la prostitución.

«La prostitución te destruye –alerta–. No te estimas y te parece que nadie podría amarte jamás». Admite que preguntaría a los políticos: «¿Les gustaría que esto le ocurriera a sus hijas o hermanas?».

«Estoy profundamente impactada, y creía que nada podría afectarme», reconoce Linda refiriéndose a las víctimas. «Están tan destruidas que están como muertas, a modo de “muertos vivientes”. Si la gente viera esto nunca querría la legalización [de la prostitución]».

En su labor, Watson se ha inspirado en la Madre Teresa de Calcuta –a cuya beatificación acudió– y en Juan Pablo II. «Sé que tenemos un pasado muy distinto –dice entre risas–, pero también sé que nosotros amamos amar».

Su vida actual no está exenta de peligros. Su éxito en derribar las propuestas de ley de legalización y en exponer los abusos contra las mujeres le han ganado muchos enemigos. Con todo, Watson lo considera como una pequeña cruz que hay que ofrecer a lo largo del camino, lo que se podría definir como un martirio moderno.

«Estoy casi acostumbrada a recibir ataques, disparos y amenazas de muerte», apunta Linda Watson. «Camino con Dios e intento esquivar las balas», concluye.

PERO, EN REALIDAD: ¿CUÁNTO VALGO?

 ¡Conócete, conócete, conócete! Ésta es una palabra que desde los griegos te han repetido hasta el cansancio. Pero, ¿qué tanto te conoces y para qué te sirve?

Aunque te soy sincero, no basta con que te conozcas, además, tienes que apreciarte, quererte y aceptarte.
Sé que eres especial y único. Pero, ¿lo sabes tú? Para que salgas de dudas te presento este test que te ayudará a saber cómo eres.

1) Cuándo recibes algún comentario…
a) Dudas si te lo dijeron para criticarte.
b) Crees que es para sacarte algo.
c) Agradeces sin darle importancia y posiblemente después piensas en lo que te dijeron.

2) Cuando algo te agobia pero no es urgente que lo resuelvas…
a) Dejas de preocuparte para después echarle cabeza con más calma.
b) Te pones nervioso y te quedas paralizado.
c) Aparentas una postura cool a la Tom Cruise o Nicole Kidman para que nadie se dé cuenta.

3) Alguien se aventó en el reven un choro muy distinto a lo que crees…
a) Piensas que es choro todo lo que dijo y que tú tienes más razones que él para seguir firme en tus ideas.
b) Piensas en lo que dijo y lo comparas con lo que crees.
c) Se oía tan seguro que terminas creyéndote todo.

4) Cuando te preparas para ir de antro,
a) Procuras vestirte como tus amigos.
b) Te arreglas súper hip para llamar la atención.
c) Lo único que te preocupa es sentirte bien.

5) Te peleaste con tu novia…
a) Le pides perdón, aunque no tengas la culpa. Prefieres llevarla en paz.
b) Piensas: “Si no me aprecia, que se olvide de mí”.
c) Si tienes la culpa pides perdón; pero si no, tratas de negociar sin lastimarla.

6) Tu papá está que echa fuego por tu culpa…
a) Lo evitas para evitar más problemas.
b) Te amarras el cinturón y hablas con él.
c) Le das el avión.

7) Se acercan los exámenes finales…
a) Te valen.
b) No puedes dormir de la presión.
c) Según el sapo es la pedrada.

8) Tu forma de ser y de vestir cambia según…
a) Las posibilidades de tu guardarropa, tu físico y lo que vas a hacer.
b) Lo que está de moda.
c) Tu estado de ánimo.

9) Estar solo te hace sentir…
a) Que no te lo mereces.
b) No te agobias y tratas de sacarle partido.
c) Bien contigo mismo; por fin, tienes tiempo para pensar en tus cosas.

10) Cuando sientes que alguien quiere manipularte…
a) No te dejas, le demuestras que no trata con cualquiera.
b) Te haces el que no has entendido y le pides que te aclare lo que quiere.
c) No te importa dar tu brazo a torcer, siempre que no te afecte.

RESPUESTAS:
1) c. Duda todo lo que quieras de las intenciones de algún comentario; el chiste está en saber tomar las cosas, reflexionar en lo que te dijeron y saber quedarte con lo bueno y descartar lo demás.

2) a. De nada sirve que le hagas al Johny Bravo. Es normal que te agobies y dudes; pero es más cool aprender a tomar decisiones prudentes, confiadas y realistas. Cuando realmente estás seguro de lo que haces y actúas poniendo en la balanza el corazón y la cabeza, has entendido que ser grande es ser humilde y no te da vergüenza aceptar que cometes errores y que tienes la fuerza para salir adelante como todo un vencedor.

3) b. Sin duda hay tipos y tipas bien choreros y otros muy conocedores; pero ¡aguas! No dejes que te muevan el tapete a la primera. Piénsale bien hasta hacer quesadillas con tus sesos. Aprende a reconocer y eliminar aquello que te hace daño. No todo lo que te suene lógico es verdadero, hay muchos charlatanes que sólo buscan tomarte el pelo. Si te sirve como consejo: decídete siempre por lo bueno, lo verdadero y lo útil para ti y los demás; si lo que dijo, de nada te sirve para ser mejor, ¡ignóralo!

4) c. Tu forma de arreglarte es un reflejo de lo que llevas dentro; por eso se vuelve algo muy personal, aunque también influye la imagen que quieres que se lleven los otros de ti. Aquí es donde debes tener cuidado, porque una cosa es que te chuleen tus amigas y otra es que sólo vivas para ellas. La verdadera seguridad nace de dentro, no de la marca de tus zapatos, lo deslavado de tus jeans o los colores que lleves en el pelo. Aquél que sabe lo que lleva dentro, ¡vaya que lo presume!, pero no para recibir halagos, sino para servir como ejemplo a sus amigos, de que se siente uno más cool, cuando se está bien con uno mismo.

5) c. Hablar con los demás te permite aprender a escuchar y a decir lo que sientes o piensas. Déjame decirte que aunque suena obvio, no cualquiera lo hace. A muchos todavía nos cuesta poner en la mesa aquello que nos mueve o que nos duele. Si eres honesto contigo mismo, sabrás sacarle provecho a esas reuniones y pláticas con tus amigos. No desaproveches el momento, evita evadir tus responsabilidades; los grandes problemas de la vida se dan cuando la gente se niega a enfrentar las situaciones difíciles y luego viene el efecto bola de nieve y al final te quedas como el gatito enredado en tu hilo de problemas. Por mucho que te cueste, no le saques; una buena plática, soluciona muchos males.

6) b. ¿Quién dijo que soportar y aguantar sean la solución? A veces el resignarte o aceptar una situación mientras le encuentras una mejor respuesta te permitirá madurar y evaluar las cosas. Tú valía no está en esquivar mil toros, sino en poder domar al más bravo de ellos: tú mismo.

7) c. La vida está llena de retos, logros y fracasos. Es normal que te preocupes y que en ocasiones te revuelques como oso panda por tu cama y no puedas dormir. Si tú, lo que buscas son unas pastillas para dormir que nunca fallen, basta con que intentes ser realista con las situaciones y contigo mismo; quien se equivoca no es un loser; los verdaderos perdedores son los que abandonan el partido a la mitad de la goleada.

8) a. No hay que confundir el amor propio con el egoísmo; si verdaderamente te quieres no te es difícil entender por qué te ocurren las cosas, aceptarlas y enfrentarlas. Ignorar a los demás, tampoco es la clave; alguien maduro, seguro y humilde, busca adaptarse sin dejar de ser ella misma.

9) b. La soledad es muy padre cuando te ayuda a crecer, pero si te está sirviendo de refugio y evasión a los problemas o para hacerte sentir que los demás te necesitan, algo grave está ocurriendo. Aprovecha ese ratito a solas y piénsale cómo hacerle para que sean más ricos esos momentos. Así cuando veas a tus amigos, tendrás muchas novedades que ofrecerles.

10) b. ¡Aguas con la pa-ra-NO-ia-mar-la-a-ten-ción! No todos te quieren hacer daño; las conspiraciones déjaselas a los de los Expedientes Secretos X. Tú, por fortuna, tienes una cabezota que puedes poner a trabajar a favor de lo que más te conviene. Si aquél que te habla tiene la razón, acéptala, si no, da media vuelta y reconócelo: ¡pasaste un mal rato!

Como ves, el valor personal no está ligado al ir por la vida como el Agente 007; tú vales por lo que llevas dentro, por esos dones que te hacen particular; por la forma como controlas tus emociones y le haces frente a la vida en las situaciones difíciles y emocionantes. El éxito verdadero te llegará como felicidad y alegría, no con trofeos ni premios de lotería. Para eso sirve conocerte, para sacar el mejor provecho de las cosas que la vida te depara y ser con ello, un modelo de vida para los demás.

Motivar y motivarse

Los optimistas tienden a considerar que sus fracasos se deben a algo que puede cambiarse, y gracias a eso es más fácil que a la siguiente ocasión les salgan mejor las cosas.

¿Por qué esas diferencias?

En cualquier ámbito profesional, es fácil observar cómo hay personas que sobresalen por su constancia y dedicación al trabajo, y esto hace que superen a otros compañeros que poseen una capacidad intelectual bastante más alta. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué unos logran mantener ese esfuerzo durante años y otros no, aunque también lo desean?

Casi todas las personas desearían llegar a una cota profesional más elevada, y la mayoría de ellas tienen sobrado talento personal para lograrlo. ¿Por qué unos consiguen transformar ese deseo en una motivación diaria que les hace vencer las inercias de la vida, y otros, en cambio, no?

¿Por qué unos niños estudian con constancia sin que parezca costarles mucho, y otros, por el contrario, no hay manera de que lo hagan, aunque se les castigue o se les hable con claridad, serenamente, de las consecuencias a las que su pereza les va a llevar?

Parece claro que hablamos de algo que no es cuestión de coeficiente intelectual:

Es fácil observar que
no coinciden las personas
más esforzadas o motivadas
con las de mayor
coeficiente intelectual.

Hay personas inteligentísimas que son muy perezosas, y hay personas de muy pocas luces que muestran una constancia admirable. ¿Por qué?

—Será una cuestión de fuerza de voluntad, supongo.

Sí, pero hace falta una motivación para poner en marcha la voluntad. Como ha señalado Enrique Rojas, desde la indiferencia no se puede cultivar la voluntad. Para ser capaz de superar las dificultades y cansancios propios de la vida, es preciso ver cada meta como algo grande y positivo que podemos y debemos conseguir. Por eso, en las personas motivadas siempre hay:09:55

  • un algo que les permite obtener satisfacción donde otros no encuentran –o no ponen– ilusión ninguna;
     

o un algo que les permite aplazar esa satisfacción (la mayoría de las veces la motivación implica un aplazamiento, pues supone esforzarse ahora con el fin de lograr más adelante algo que consideramos más valioso).

Parece claro que en las personas motivadas hay toda una serie de sentimientos y factores emocionales que refuerzan su entusiasmo y su tenacidad frente a los contratiempos normales de la vida. Pero sabemos también que los sentimientos no siempre se pueden producir directa y libremente. La alegría o la tristeza no se pueden originar de la misma manera que hacemos un acto de voluntad. Son sentimientos que no podemos gobernar como gobernamos, por ejemplo, los movimientos de los brazos. Podemos influir en la alegría o en la tristeza, pero sólo de modo indirecto, preparándoles el terreno en nuestro interior, estimulando o rechazando las respuestas afectivas que van surgiendo espontáneamente en nuestro corazón.

El sentimiento de la propia eficacia

La fe de una persona en sus propias capacidades tiene un sorprendente efecto multiplicador sobre esas mismas capacidades. Quienes se sienten eficaces se recuperan más rápidamente de los fracasos, no se agobian demasiado por el hecho de que las cosas puedan salir mal, sino que las hacen lo mejor que pueden y buscan el modo de hacerlas mejor la siguiente vez. El sentimiento de la propia eficacia tiene un gran valor estimulante, y va acompañado de un sentimiento de seguridad, que alienta e impulsa a la acción.

—¿Y no es un sentimiento un poco altivo?

Es cierto que puede vivirse en su versión arrogante, envuelto en una actitud de cierto desprecio, o incluso de temeridad. Y es verdad que hay personas que parece que sólo disfrutan si consiguen dominar a los demás (y a esas personas el sentimiento de la propia eficacia puede llevarles a comportamientos hostiles o agresivos). Pero no son ésas las actitudes a las que nos referimos ahora.

Afortunadamente, la búsqueda del sentimiento de la propia eficacia no tiene por qué conducir a un deseo de dominación de los demás. Tiene otras versiones más constructivas, que llevan a sentirse dueño de uno mismo, poseedor de cualidades que –como toda persona– son irrepetibles, y a verse capaz de controlar la propia formación y el propio comportamiento.

Como ha explicado José Antonio Marina, los sentimientos hacia nosotros mismos, o el modo de evaluar nuestra eficacia personal, nuestra capacidad para realizar tareas o enfrentarnos con problemas, no son un sentimiento más, sino que intervienen como ingrediente decisivo en otros muchos sentimientos personales, sobre todo en los se refieren a nuestra relación con los demás.

Las personas tenemos una profunda capacidad de dirigir nuestra propia conducta. Prevemos las consecuencias de lo que hacemos, nos proponemos metas y hacemos valoraciones sobre nosotros mismos. Y todo eso puede ser estimulante o paralizante, positivo o negativo, constructivo o autodestructivo. Nuestra inteligencia resulta impulsada o entorpecida por esos sentimientos, que componen un campo de fuerzas, animadoras o depresivas, entre las que ha de abrirse paso un comportamiento inteligente.

—¿Por qué dices abrirse paso?

Porque hay bastante diferencia entre disponer de una determinada capacidad y ser capaz de llegar a utilizarla. Por esa razón, personas distintas con recursos similares –o bien una misma persona en distintas ocasiones– pueden tener un rendimiento muy diferente.

La vida diaria requiere una continua improvisación de habilidades que permitan abrirse paso entre las circunstancias cambiantes del entorno, tantas veces ambiguas, impredecibles y estresantes. Cada uno responde a ellas con sentimientos distintos, que le llevarán a la retirada o a la constancia, dependiendo de la ansiedad que le produzcan y de su capacidad para soportarla.

La gente teme –y por tanto tiende a evitar– aquellas situaciones que considera por encima de sus capacidades, y elige aquéllas en las que se siente capaz de manejarse. Por eso, la idea que tenemos de nosotros mismos condiciona en gran parte nuestras acciones, así como el tono vital –pesimista u optimista– con el que elegimos o confirmamos nuestras expectativas.

Por ejemplo, aquellos que se consideran poco afortunados en la relación con los demás, o se minusvaloran en su capacidad de ganarse la amistad de otros, o en sus posibilidades de cara al noviazgo, tienden a exagerar la gravedad tanto de sus propias deficiencias como de las dificultades exteriores que se les presentan. Y esa autopercepción de ineficacia o incapacidad suele ir acompañada de un aumento de lo que podríamos llamar miedo anticipatorio, que facilita a su vez el fracaso. Por el contrario, cuando el sentimiento de propia eficacia es alto, el miedo al fracaso disminuye, y con él las posibilidades reales de fracasar.

La imagen refleja

La imagen que cada uno tiene de sí mismo es en gran parte reflejo de lo que los demás piensan sobre nosotros; o, mejor dicho, la imagen que cada uno tiene de sí mismo es en gran parte reflejo de lo que creemos que los demás piensan sobre nosotros.

No puede olvidarse, además, que la imagen que alguien tiene de sí mismo es una componente real de su personalidad, y que regula en buena parte el acceso a su propia energía interior. Y en muchos casos, no sólo permite el acceso a esa energía, sino que incluso crea esa energía.

—¿Cómo puede la imagen de uno mismo crear energía interior?

Es un fenómeno que puede observarse con claridad, por ejemplo, en los deportes. Los entrenadores saben bien que en determinadas situaciones anímicas, sus atletas rinden menos. Cuando una persona sufre un fracaso, o se encuentra ante un ambiente hostil, es fácil que se encuentre desanimado, desvitalizado, falto de energía.

Cuando un equipo de fútbol juega ante su afición, y ésta le anima con calor, los jugadores se crecen de una forma sorprendente. También lo experimentan los corredores de fondo, o los ciclistas: puedes estar al límite de tu resistencia por el cansancio de una carrera muy larga, pero una aclamación del público al doblar una curva parece ponerte alas en los pies.

Nuestra energía interior no es un valor constante, sino que depende mucho de lo que pensemos sobre nosotros mismos. Si me considero incapaz de hacer algo, me resultará extraordinariamente costoso hacerlo, si es que llego a hacerlo.

Además, la ruta del desánimo tiene también su poder de seducción, pues el derrotismo y el victimismo se presentan para muchas personas como algo realmente tentador.

La propia imagen
tiene un efecto decisivo
en la propia energía interior.

Y en esto también se adquiere hábito: el tono vital optimista o pesimista, el sesgo favorable o desfavorable con el que vemos nuestra realidad personal, también es algo que en gran parte se aprende, algo en lo que cualquier persona puede adquirir un hábito positivo o negativo.

—¿Y esto de pensar tanto en la propia imagen no es un poco narcisista?

El narcisista sufre porque no se ama a sí mismo sino sobre todo a su imagen, de la que acaba por ser un auténtico esclavo. En el momento de elegir entre él mismo y su imagen, acaba en la práctica prefiriendo a su imagen. Y ésa es la causa de sus angustias: una atención exagerada a su figura y, como consecuencia, una falta de identificación y afianzamiento en sí mismo.

Optimismo: el gran motivador

Matt Biondi, estrella del equipo de natación de Estados Unidos en las Olimpiadas de 1988, abrigaba muchas esperanzas de igualar la hazaña de Mark Spitz en 1972: ganar siete medallas de oro.

Sin embargo, Biondi quedó en un tercer puesto en la primera de las pruebas, los 200 metros libres; y en la siguiente carrera, los 100 metros mariposa, fue de nuevo relegado a un segundo puesto en el sprint final.

Los comentaristas deportivos predijeron que aquellos fracasos desanimarían a Biondi, que había partido como favorito en ambas pruebas. Sin embargo, y contra todo pronóstico, su reacción no fue de hundimiento sino de superación, pues ganó la medalla de oro en las cinco restantes carreras.

El optimismo es una actitud que impide caer en la apatía, la desesperación o la tristeza ante las adversidades. Como ha señalado Martin Seligman, el optimismo (un optimismo realista, se entiende, porque el optimismo ingenuo puede ser desastroso) influye en la forma en que las personas se explican a sí mismas sus éxitos y sus fracasos.

Los optimistas
tienden a considerar
que sus fracasos se deben a algo
que puede cambiarse,
y gracias a eso es más fácil
que a la siguiente ocasión
les salgan mejor las cosas.

Los pesimistas, en cambio, atribuyen sus fracasos a obstáculos que se consideran incapaces de modificar.

Por ejemplo, ante un suspenso, o ante el paro laboral, los optimistas tienden a responder de forma activa y esperanzada, buscando ayuda y consejo, mirando hacia delante, procurando remover los obstáculos; los pesimistas, por el contrario, enseguida consideran esos contratiempos como algo casi irremediable, y reaccionan pensando que casi nada pueden hacer para que las cosas mejoren, y no hacen casi nada: para el pesimista, las adversidades casi siempre se deben a algún déficit personal insuperable o a la confabulación del egoísmo y la maldad de los demás.

La cuestión clave es si uno seguirá adelante cuando las cosas resulten frustrantes. El optimismo es muy importante en la vida de cualquier persona, y en la tarea de educar, se podría decir que es imprescindible, pues la educación, en cierta manera, presupone el optimismo, porque educar es creer firmemente en la capacidad del hombre de mejorar a otros y mejorarse a sí mismo.

Estilos pesimistas y estilos optimistas

Hay en la actualidad indicios claros de que la predisposición hacia la depresión está aumentando de modo preocupante entre los jóvenes. La tendencia patológica a la autocompasión, el abatimiento o la melancolía se presentan cada vez con más frecuencia y a edades más tempranas.

Aunque la tendencia a la depresión tenga un origen parcialmente genético, éste se ve potenciado por los hábitos mentales pesimistas que, cuando se dan, predisponen a quien los padece a sentirse hundido ante los pequeños contratiempos de la vida (problemas escolares, faltas de entendimiento con sus padres, dificultades en su relación social, etc.). Lo que resulta más revelador es que muchas de las personas propensas a la depresión suelen estar dominadas por hábitos mentales pesimistas antes de caer en ella, y esto hace pensar que luchar contra esos hábitos es una buena forma de prevenir.

Todas las personas sufrimos fracasos que momentáneamente nos sumergen en una situación de impotencia o desmoralización. ¿Por qué unas personas salen pronto de esa situación mientras que otras quedan encerradas en ella como en una trampa?

Cada persona tiene un estilo para explicar y afrontar los sucesos que le afectan. Los estilos pesimistas tienden a explicar los sucesos desagradables con razones de tipo personal (es culpa mía), con carácter permanente (siempre va a ser así) y proyectándolo de modo expansivo sobre el futuro (esto va a arruinar mi vida completamente). Con esa actitud, la sensación de fracaso no es ya algo sólo del pasado o del presente, sino que se convierte en una negra anticipación del futuro: Todo va a ser así, por mi culpa, y para siempre.

Los estilos optimistas son totalmente opuestos: hay cosas que no dependen de mí, las malas situaciones no van a durar siempre, ni ocupan toda la vida, sino sólo una parcela de ella.

—¿Y qué se puede hacer para pasar de un estilo pesimista a otro optimista?

No es cuestión sencilla. Lo iremos abordando a lo largo de todo el libro, aunque quizá la clave está en aprender a cambiar un poco el modo de pensar, el estilo con el que explicamos las cosas que nos afectan y la atribución de causas a lo que nos sucede. Como decía J. Escrivá de Balaguer, «no llegaréis a conclusiones pesimistas si puntualizáis».

—¿Y piensas que esos estilos son de nacimiento?

Aunque siempre hay una determinación genética de esa propensión optimista o pesimista, influye de modo decisivo el aprendizaje personal, y desde edades muy tempranas. Por ejemplo, un niño de siete años ya tiene un modo muy personal de explicar las cosas que le suceden. Antes de esa edad, los niños suelen ser siempre optimistas, razón por la que no hay depresiones ni suicidios en niños más pequeños (ha habido niños de cinco años que han cometido incluso asesinatos, pero nunca han actuado contra su propia vida).

—¿Y qué es lo que determina ese modo de interpretar las cosas?

Sobre todo, el modo en que sus padres explican cada cosa que sucede. Un niño oye continuamente comentarios sobre los acontecimientos de la vida diaria. Sus antenas están siempre desplegadas, y siente un inagotable interés por encontrar explicaciones a las cosas. Busca con insistencia los porqués. El pesimismo u optimismo de los padres y hermanos es recibido por el niño como si fuera la propia estructura de la realidad.

Otro elemento decisivo es el modo en que los adultos –los padres, otros familiares, sus profesores, la asistenta, etc.– valoran o critican el comportamiento de los niños. Los niños se fijan mucho, y no sólo en el contenido de la reprimenda, sino también en el modo.

Por ejemplo, es muy distinto si los reproches o reprimendas se basan en causas permanentes o en cuestiones coyunturales. Si a un niño o una niña se le dice: «Has dicho una mentira», «No estás prestando atención», o «Esta evaluación has estudiado poco las matemáticas», o frases semejantes, las recibirá como observaciones basadas en descuidos ocasionales y específicos que puede superar.
En cambio, si se le dice habitualmente: «Eres un mentiroso», «Siempre estás distraída», «Eres muy malo para las matemáticas», etc., el niño o la niña lo entenderán como algo permanente en ellos y muy difícil de evitar.

El estilo educativo
dificulta o favorece
la motivación.

El mundo emocional de cada uno dificulta o favorece su capacidad de pensar, de sobreponerse a los problemas, de mantener con constancia unos objetivos. Por eso, la educación de los sentimientos establece un límite de la capacidad de hacer rendir los talentos de cada uno.

¡Feliz cumpleaños al Papa Francisco: 85 años, sin perder la sonrisa!

Vincenzo PINTO / AFP

¡Felicidades! Jorge Mario Bergoglio, su noveno cumpleaños en el Vaticano, quizás lo festejará recibiendo a un grupo de refugiados de Chipre

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Un día como hoy, el 17 de diciembre de 1936 nació en Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, hijo de emigrantes italianos. Este año cumple 85 años y es el noveno cumpleaños del pontífice en el Vaticano.

El papa Francisco no es de homenajes y fiestas numerosas. La primera vez, lo celebró invitando a desayunar a un grupo de personas sin techo al Vaticano y en 2019 festejó con los niños del Dispensario Pediátrico de Santa Marta. 

En 2020 agradeció a los muchos fieles que le escribieron, mientras se mantenían la restricciones por el covid: La plaza de San Pedro estaba vacía. También el año pasado recibió la felicitación del papa emérito Benedicto XVI. 

Apenas ayer, en vísperas de su cumpleaños, un grupo de 12 personas migrantes, provenientes de los Campos de Acogida de Chipre, llegaron a Roma con la ayuda del Papa y con los gastos pagados por la Santa Sede, a través de los corredores humanitarios que lleva adelante la Comunidad de San Egidio.

Hoy el Papa Francisco podría recibir al grupo de refugiados en el Vaticano. Quizás sea este el verdadero regalo para el Papa en su fiesta, que coincide con la Jornada Internacional de los derechos de los migrantes del 18 de diciembre.

85 años que no llegan solos 

Con el telón de fondo de la pandemia de Covid-19, el año 2021 ha sido un año de prueba también para la salud del Papa. En julio ha estado hospitalizado durante diez días en el Policlínico Gemelli. Y por primera vez en su pontificado, la cuestión de su salud ha sido debatida. 

El 1 de enero, al iniciar el año, Francisco había empezado con malestares: una dolorosa ciática le había obligado a cancelar varias celebraciones litúrgicas y a posponer el tradicional discurso al cuerpo diplomático. Un dolor que ya le había afligido en varias ocasiones en los últimos años y que iba acompañado de una evidente cojera.

Un comienzo de año delicado del que el pontífice parece haberse recuperado de manera parcial. En su viaje a Grecia, 2-6 de diciembre de 2021, ha demostrado una vitalidad única para pedir justicia y solidaridad a favor de los refugiados. 

¿Cómo es el final de un servidor de Jesús?

Sin embargo, el Papa que no ahorra energías dijo a los jesuitas de Grecia que pensaba cómo es el final del jesuita, incluso en la humillación, dado que algunos de ellos han sido encarcelados por ayudar a los migrantes en Lesbos. 

“Es llegar a la vejez lleno de trabajo, quizás cansado, lleno de contradicciones, pero con una sonrisa, con la alegría de haber hecho su trabajo. Este es el gran cansancio de un hombre que ha dado su vida”, expresó el Papa Francisco en su conversación con sus correligionarios (La Civiltá Cattolica, 18 de diciembre de 2021. Cuaderno 4116, Año 172). 

Pocas veces, hemos escuchado al Papa hablar de cansancio, por ejemplo, cuando lo hizo tras su agotador viaje a Irak del 5 al 8 de octubre. «Les confieso que en este viaje estaba mucho más cansado que en los otros», dijo a los periodistas.

85 años, sin peder la sonrisa

El pastor de 85 años, trabaja como dos jóvenes de 42 años que aspira a presidir la Asamblea Sinodal de 2023. 

A todo esto, el papa Francisco aclara de donde saca sus energías:“Hay un cansancio feo y neurótico que no ayuda. Pero hay un buen cansancio. Cuando veas esta vejez sonriendo, cansada, pero no amargada, entonces serás un canto a la esperanza”, dijo Francisco a P. Tonny Cornoedus, jesuita belga-flamenco en Grecia. 

Francisco a sus 85 años busca la gracia en el servicio.  Por eso, dijo: “Un jesuita que llega a nuestra edad y sigue trabajando, sufriendo las contradicciones y no perdiendo la sonrisa, entonces se convierte en un canto de esperanza”.

Oración por el Papa

A continuación, una oración para que el Papa Francisco siga siendo un canto de esperanza con su vida y apostolado:

Padre Bueno,
que siempre escuchas el clamor de tu Pueblo,
te pedimos por nuestro pastor, el Papa Francisco. Hoy es tiempo de dejar los abrazos y abstenerse de ellos. Sin embargo, a través de ti llegue consolación, aliento y cariño a tu servidor Francisco. Anímalo y dale fuerzas con tu Espíritu, para que unido a los obispos pastores
de toda tu Iglesia, guíe la vida de los cristianos
por las huellas del camino de Jesús. La barca es zarandeada, la tormenta nos rodea, pero sabemos que llegaremos a puerto seguro contigo, unidos y esperanzados de que tú vences la muerte y, contigo venceremos nuestras dificultades. Bendice al papa Francisco que su vida siga siendo un “canto de esperanza”. El que te ha hallado, ha hallado la fuerza y la victoria de su vida.

¡Amén!

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La Jornada del Papa Francisco

Aunque hoy sea un día especial el Pontífice seguirá su agenda de citas, continuará su trabajo pastoral sin muchos bombos. Está preparando su visita a Florencia con motivo del Encuentro de los obispos y alcaldes del Mediterráneo (27 de febrero de 2022). Seguirá preparando las celebraciones de Navidad, homilias de la nochebuena y la bendición “Urbi et Orbi”.

Torta, saludos y fiestas, ocupan un lugar secundario para el Papa, como ya dijimos. Celebrar la vida para él es vivirla al servicio de los demás y compartiéndola a cada instante, en las circunstancias ordinarias, diarias, cotidianas. Y celebrará con 12 refugiados de Chipre para dar una señal a Europa y el Mundo. 

El secreto de una vida plena

El Papa Bergoglio lo ha dicho: “No podemos acostumbrarnos a las situaciones de humillación y de miseria que nos rodean. Un cristiano tiene que reaccionar”.

El Papa asimismo ha dicho a los jóvenes en varias ocasiones cuál era su secreto para una vida plena: alzarse del sofá, caminar con los demás y gastarse la vida por los otros. Todo un programa asimismo para los 5000 obispos que deberán animar en cada rincón de la Iglesia el proceso sinodal, caminando junto al ‘pueblo de Dios’; esto es salir del escritorio y del templo e ir al encuentro y escuchar.

85 cumpleaños, que son una etapa contemplativa para el primer papa jesuita de la historia: “Como en la vida, también en la muerte el jesuita debe dar testimonio del seguimiento de Jesucristo. Esta siembra de alegría, de «astucia», de sonrisa es la gracia de una vida plena y completa. Una vida con pecados, sí, pero llena de la alegría de servir a Dios” (Encuentro con los jesuitas de Grecia). 

En oposición al mal, se hizo sacerdote, de hecho, hace cuatro días, el pasado 13 de diciembre, Bergoglio cumplió otro hito personal importante: 52 aniversario de su ordenación sacerdotal. El 13 de diciembre de 1969, antes de cumplir 33 años de edad, fue ordenado sacerdote en Argentina.

Conoce al promotor de la Sagrada Familia de Barcelona

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San José Manyanet fue un amigo inspirador para Gaudí… y para millones de familias de todo el mundo

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Fue promotor de la hoy basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, ideada por el genial Antonio Gaudí. Más allá de las piedras, también es un profeta y protector de todas las familias.

José Manyanet i Vives ofreció al mundo un camino de realización personal inspirado en la espiritualidad de la casa-escuela de Nazaret, aquella en la que convivían Jesús, María y José.

A él se le debe la idea de erigir un templo dedicado exclusivamente a la familia. Hoy es el lugar más visitado de Barcelona y un referente mundial de la arquitectura.

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José Manyanet manifestó a los miembros de la Junta Constructora del Templo su propósito de levantar una iglesia que fuera como un gran púlpito para proclamar a las familias los ejemplos de vida doméstica de Jesús, María y José.

Sugería que en el futuro templo se dedicara a la Sagrada Familia y no sólo a san José. Los promotores y después Antonio Gaudí aprobaron y secundaron su propuesta.

Manyanet, amigo inspirador para Gaudí

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La relación del Padre Manyanet con Gaudí empezó en noviembre de 1883. El arquitecto decía que el templo era «su casa, la que el padre Manyanet había inspirado, animado y santificado«. Y que era para él «amigo, confidente y ejemplo de vida cristiana».

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José Manyanet nació en la localidad española de Tremp, en una familia numerosa, el 7 de enero de 1833. Ese mismo día fue bautizado.

Cuando tenía 5 años, su madre ofreció al pequeño José a la Virgen de Valldeflors, patrona de su ciudad.

Estudió en la Escuela Pía de Barbastro y en los seminarios diocesanos de Lérida y Urgel, y fue ordenado sacerdote en 1859.

Trabajó intensamente en la diócesis de Urgell al servicio del obispo. En calidad de paje y secretario particular y mayordomo de palacio. También como bibliotecario del seminario, vicesecretario de cámara y secretario de visita pastoral, destaca una breve biografía publicada en la web del Vaticano.

Después se sintió llamado por Dios para hacerse religioso y fundar dos congregaciones: los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, y las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret.

La misión de estas obras era imitar, honrar y propagar el culto de la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias.

Esa misión se desarrolla principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio sacerdotal.

Hoy, los dos institutos están presentes en  países de Europa, las dos Américas y África, con numerosos colegios.

Transformar la sociedad empieza en mí

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La convicción profunda, nacida de su experiencia pastoral, era (y sigue siendo) que la evangelización y transformación  de la sociedad se realiza desde la santidad de la propia vida.

Y ello en medio de la realidad del mundo, y desde la entrega generosa, especialmente a través de la labor educativa, a las familias, los  niños y jóvenes.

Unas llagas abiertas en su costado durante 16 años —que llamaba «las misericordias del Señor»— afectaron mucho a su salud.

Murió el 17 de diciembre de 1901 en Barcelona, en el colegio Jesús, María y José, el centro de su trabajo. Rodeado de niños, con la misma sencillez que caracterizó toda su existencia.

Sus últimas palabras fueron la jaculatoria que había repetido tantas veces: Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía.

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Sus restos mortales descansan en la parroquia San José Manyanet de Sant Andreu (España).

El papa Juan Pablo II lo canonizó el 16 de mayo de 2004, junto a Luis Orione, Aníbal María di Francia, Nimatullah Kassab Al-Hardini, Paula Isabel Cerioli y Gianna Beretta Molla.