Una voz de Pax 馃摙

Reflexi贸n del Evangelio Dominical

San Mateo 3,1-12

 

Juan predica un discurso de conversi贸n aparentemente dirigido a todos sin distinci贸n alguna y para todo aquel que quiera cambiar de camino. Sin embargo al punto se nos narra que se presentan tambi茅n los fariseos y saduceos y son rechazados por Juan.

De ni帽o se nos ense帽贸 las condiciones para una buena confesi贸n: dolor de coraz贸n, por las faltas cometidas, prop贸sito de enmienda, poniendo los medios para no incurrir en el mismo pecado y cumplir la penitencia que nos fuera impuesta.

Habr铆a que preguntarse qu茅 ocurr铆a en el coraz贸n de aquellos doctores de la ley que acudieron ante la llamada de Juan. Este, les hecha en cara, una actitud displicente y c贸moda. Aquellos sabios y entendidos, se sent铆an justificados por el mero hecho de ser hijos de Abraham. Pero la exigencia para con los hijos de Dios no mira la ascendencia, por el contrario, se fija en los frutos. Precisamente, sin ellos lo 煤nico que obtendremos ser谩 condena y suplicio.

Este tiempo de Adviento que nos prepara para la Navidad tiene por supuesto una dimensi贸n penitencial. Hace unos d铆as se nos conminaba a dejar los estragos y la disipaci贸n y vestirnos con las armas de la luz. La lectura nos describe, esta figura del verdadero cristiano en la persona del Bautista: vestido de pobreza y alimentado de igual sobriedad.

Quien nos habla y exhorta es el precursor por eso debe estar a la altura del que es objeto de su predicaci贸n. Apesar, de no ser digno siquiera de llevarle las sandalias. Hoy Jes煤s no nos va exigir llevarle las sandalias o recorrer el desierto pero si estar谩 atento a nuestros desprendimientos, sobre todo el de nuestros propios pecados.

El Se帽or nos pregunta hoy, si estamos calzados con el celo por anunciar el Evangelio y si podemos hacer un desierto de silencio, paz y arrepentimiento. Si allanamos el camino o somos piedra de tropiezo.

Una confesi贸n sincera, que reconozca la amistad perdida con Dios, que nos permita ver con claridad la ausencia de Dios y sus consecuencias. Una penitencia que nos haga pasar verg眉enza por nuestra poca constancia y debilidad. Es tal vez la mejor disposici贸n para recibir una vez m谩s al Se帽or que nace en medio de la carencia y que se hace necesitado de nuestro amor por amor.

En efecto, Dios “cumple a帽os”. Desde que se encarn贸 se hizo uno de nosotros y quiz谩 el mejor regalo que podamos hacerle es una buena confesi贸n y la entrega de nuestra propia debilidad, aceptada y reconocida. S贸lo as铆 el merecedor de todos los festejos y homenajes no dejar谩 de hacernos alg煤n regalo, a煤n no siendo dignos siquiera de llevarle las sandalias.

Una Voz de Pax