Una voz de Pax 📢

Reflexión del Evangelio Dominical

San Mateo 24,37-44.

 

 

 

El Adviento es un tiempo de espera, no de algo sino de alguien. Es cierto que es memoria de la venida de Cristo a la tierra pero no por ello es mero recuerdo.

La fe, a través de la cual, Dios hace nuevas todas las cosas puede hacernos vivir cada 25 de diciembre, la primera Navidad. Más aún, la presencia del Señor en nuestras vidas no depende de una fecha. Ahí donde dos o más se reunen en su nombre, él está presente.

La lectura de ayer, sin embargo es apremiante y severa porque no habla propiamente de la Navidad sino de la venida definitiva, aquella para la cual Dios nos pide estar alertas y sobre todo, preparados.

Volviendo a la Navidad: Si, la fiesta es del niño Jesús, debería ser él, el objeto de nuestros preparativos. En la lista de regalos, su nombre debería figurar en primer lugar. Y ahí sí, que ambas venidas coinciden y tienen una misma exigencia.

Porque si la Navidad nos trae al Salvador, y a él le debemos lo mejor de nosotros, cuando venga en Gloria para hacernos partícipes del reino, comprobará si hemos dado fruto o no.

Cuando vino por primera vez, lo suyos no lo conocieron y el mundo lo despreció. Pero nosotros le hemos conocido. Él, que era y es la luz, nos ha iluminado. Por ello, el llamado a estar despiertos y preparados en este tiempo de Adviento, prefigura nuestra alerta para cuando él vuelva al fin de los tiempos. Es más, podríamos decir que la vida del verdadero cristiano es un permanente Adviento. Así, podríamos jugar un poco con las palabras y decir: Dime que Adviento vives y te diré que reino buscas. Tú hoy, tú presente, ¿está listo para ser llevado?. Preparar o asegurar el futuro puede quedarse en el ámbito de lo intramundano, como estar en el campo o moliendo, comiendo o bebiendo y sin embargo lo que se nos pide es estar en vela. El Señor quiere un Adviento para Él.
Una Voz de Pax