Una voz de Pax 📢

Reflexión del Evangelio Dominical

Mateo 2:1-12

 

El Señor nos ha dicho que quien busca encuentra. Pareciera que hubiera una cierta ingenuidad en esta aseveración pero ello es imposible pues viene de Dios y él es la verdad. Esta verdad, que es una y la misma, era objeto de búsqueda de quienes el texto bíblico trata y describe como: unos magos de oriente.
Hoy sabemos que este título estaba referido a los sabios. Estos sabios no poseían todo el conocimiento por eso lo buscaban. De alguna manera buscar la verdad es hallarla porque en la sola intuición y deseo de alcanzarla se revela su existencia. Esa búsqueda se traduce en luz para su entendimiento y para su alma. La estrella a la que habían estudiado infatigablemente no es sino la prueba de lo que buscaban. Su fe y su afán de verdad se ven recompensados con la luz de una estrella que ilumina y que guía.

Cuál es nuestra estrella, podría ser la pregunta que veladamente nos hace el texto Evangélico. Cuando los sabios de oriente preguntan por el niño que ha nacido, afirman haber visto su estrella y lo buscan para adorarlo, en cambio Herodes se interesa, porque es una amenaza para él y quiere darle muerte.

Es enigmático como una fuente de luz pueda ser para unos claridad en el camino y para otros instrumento de maldad. Podríamos parafrasear la misma Escritura y decir que la estrella en efecto, sale para buenos y malos.

Con qué gozo habrán contemplado los Reyes Magos la auténtica fuente de luz y de verdad. Posiblemente cambiaron de profesión y dejaron de escrutar los cielos para comenzar a ver en la tierra misma, la acción de Dios. Por ello retornaron por otro camino. El encuentro con Dios, la Epifanía, trastoca todos nuestros esquemas. Y que nos queda entonces: contemplar y adorar y ofrecerle lo que por derecho le corresponde: nuestro propio ser, nuestra voluntad, nuestro corazón .

 

 

Eso, nos lleva a una instancia superior pero a la que todos estamos llamados y que consiste en ser Epifanía para el otro. Manifestar la presencia de Dios en medio de nosotros y la cual hemos de mostrar de muchas maneras. Por encima de las demás está la caridad, el amor. Pero también está el señalar la verdad más allá de lo que el mundo pueda considerar políticamente correcto. Y la belleza que en boca de nuestro amado Benedicto XVI es nostalgia de Dios por que refleja, aunque lejanamente, la verdadera fuente de belleza o mejor dicho, la Belleza misma. La oración de Agustín de Hipona es aleccionadora y viene al caso traerla a colación:

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,si no estuviesen en ti, no existirían.Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti.

 

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