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La semana pasada fue, litúrgicamente, una de las más intensas de todo mi sacerdocio AL CELEBRAR 82 AÑOS DE VIDA. EL 6 DE JULIO CUMPLO
50 AÑOS DE SER SACERDOTE, POR MONSEÑOR FERNANDO VARGAS RUIZ DE SOMOCURCIO EN HUARAZ EN LA PARROQUIA DE CENTENARIO.

 

 

La liturgia de ordenación, es una de las más hermosas del repertorio de la Iglesia, y está caracterizada —además de todo lo ya mencionado— por la unción de las manos de los recién ordenados, una bienvenida formal de todos los sacerdotes presentes y una ceremonia de investidura.

Todo eso fue maravilloso. Todo eso, estoy seguro, elevó los corazones y almas de aquellos que participaron. Pero en la mente de algunos, esta especie de espléndida muestra litúrgica da lugar a una pregunta, incluso a una crítica: ¿Qué tiene eso que ver con la tarea de la Iglesia de cuidar de los enfermos y necesitados? ¿Qué tiene que ver todo eso con Jesús, que caminó, apenas con lo puesto, los caminos polvorientos de Galilea y se acercó a los pobres? ¿La obsesión con la música, los ropajes, las procesiones, las letanías, etc. equivalen a cierto ascetismo meticuloso, a una fijación con una liturgia muy adornada? ¿No escuchamos a menudo, de hecho, esta crítica de sacerdotes ancianos en referencia a sacerdotes más jóvenes?

 

 

La alabanza a Dios debe conducir al cuidado de los pobres, y el cuidado de los pobres debe conducir a la alabanza a Dios.

Permítanme decir que, hasta cierto punto, esta preocupación es válida, ya que la Iglesia, como nos recordó Joseph Ratzinger, hace tres cosas: efectivamente alaba a Dios, pero también evangeliza y sirve a los pobres. Y la particular genialidad de la Iglesia se manifiesta cuando logra mantener esas 3 cosas en balance, cada una corrigiendo a las otras y cada una conduciendo a las otras. Si yo, para usarlo de ejemplo en este artículo, me centro en la primera y la última de estas responsabilidades esenciales, la alabanza a Dios debe conducir al cuidado de los pobres, y el cuidado de los pobres debe conducir a la alabanza a Dios —y esto por una razón simple. La alabanza se resume a centrarnos en Dios, afirmando a través de gestos, palabras, canciones y procesiones, etc., que Dios es la preocupación central y final de nuestras vidas. Pero cuanto más amamos a Dios, llegamos a amar más a aquellos que Dios ama; y cuanto más amamos a aquellos a quienes Dios ama, más amamos a Aquel que los hizo ser amados en primer lugar. Es por eso que San Juan nos dice que aquel que dice que ama a Dios pero odia a su vecino es un mentiroso; y porqué el Señor mismo insistió en que hay dos mandamientos indispensables: amar a Dios y amar a nuestros hermanos y hermanas. FUI CAPELLAN DEL HOSPITAL LARCO HERRERA POR 17 AÑOS DANDO AYUDA A LOS PACIENTES NECESITADOS DE TODO POR AMOR Y CON LA AYUDA DE CORAZONES QUE PERMITIAN SOLUCIONAR GASTOS. CON LA COMUNIDAD DE JESUS Y MILA SAER SU FUNDADORA, PUDE SERVIR A DIOS Y AL PROJIMO CON HUMILDAD Y ORACION.

 

 

Quisiera expresar esto como un principio: cuanto más profundizas en lo litúrgico, más deberías profundizar en el servicio de los pobres; y cuanto más ahondas en el servicio de los pobres, más deberías ahondar en lo litúrgico. El peligro es el acento unilateral en la liturgia o el acento unilateral en el servicio, el primero lleva a la susceptibilidad y el segundo reduce a la Iglesia a una organización de servicio social.

Existen tantos grandes personajes en la historia reciente de la Iglesia que encarnaron mi principio en sus vidas y obra. Uno podría pensar en Dorothy Day, la fundadora del Movimiento del Trabajador Católico. No hubo nadie en la Iglesia del siglo XX más dedicada a servir a los pobres, a los necesitados y a luchar contras la injusticia social que Dorothy Day —y aún así su devoción a la oración, a la Bendición con el Santísimo, al Rosario, a los frecuentes retiros espirituales, y por supuesto, al Santísimo Sacramento era total. La Madre Teresa de Calcuta fue un ícono del servicio durante su largo ministerio entre los más pobres de los pobres. Ningún Católico en el siglo XX personificó más el compromiso y la identificación con los que sufren que la Madre Teresa —y aun así su amor por la oración fue inagotable, su atención a la Eucaristía, insuperable. Y si invertimos el principio, podríamos posar la atención sobre Virgil Michel, Reynold Hillenbrand y Romano Guardini, todos fieles partidarios del Movimiento Litúrgico que fue muy influyente sobre el Vaticano II. Cada uno de estos señores argumentó que lo que sucede en el esplendor de la Misa debe difundirse en las calles como una devoción a los miembros sufrientes del Cuerpo Místico de Cristo. Uno de los acontecimientos tristes que siguieron al Vaticano II es el desmoronamiento de lo que una vez fue una unidad. Los “liberales” tienden actualmente a ser aquellos que se preocupan por los pobres y los “conservadores” aquellos que están preocupados por la liturgia. Pero esto es estúpido —y peligroso para la Iglesia. Cuanto más tengas de uno, mas debería tener del otro y viceversa. Así que una vez más, me gustaría afirmar mi adagio: cuanto más profundizas en lo litúrgico, más deberías profundizar en el servicio de los pobres; y cuanto más ahondas en el servicio de los pobres, más deberías ahondar en lo litúrgico.

 

 

Con AMOR y GRATITUD gracias a DIOS a la VIRGEN y a los CORAZONES de
FE que apoyaron este humilde servicio hecho en PERU y en COMUNIDAD de las
SISTERS con SISTER CECILIA BLEST SUPERIORA. A TODOS CON JESUS y MARIA les doy mi ORACION Y BENDICION diciendo MUCHAS GRACIAS y QUE DIOS LOS BENDIGA, AYUDE Y SANE TODOS SUS CORAZONES.

P. Roberto +

 

 

Día 20: Fiesta del Inmaculado Corazón de María

 

Esta devoción surgió en el siglo XVII por el movimiento espiritual del sacerdote y misionero francés, san Juan Eudes (1601-1680), fundador de la Congregación de Jesús y María. San Pío X lo llamó “el apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones”.

Más tarde (1925), la Virgen se apareció a la vidente de Fátima, Lucía Martos, y le prometió que quienes recibieran la Sagrada Comunión, se confesasen y rezaran el rosario en los cinco primeros sábados del mes, Ella les asistiría en la hora de la muerte. Y Jacinta, la otra vidente de Fátima, le dijo a Lucía:

«Diles a todos que pidan esta gracia por medio de Ella y que el Corazón de Jesús desea ser venerado juntamente con el Corazón de su Madre. Insísteles en que pidan la paz por medio del Inmaculado Corazón de María, pues el Señor ha puesto en sus manos la paz del mundo».

El papa Pío XII, en 1942, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.

 

 

San Juan Matera, monje y fundador (1070-1139)

Fue un monje italiano fundador de la Orden de Pulsano. Se hizo eremita y vivía con otros eremitas en cuevas y viajó por las regiones italianas de las Pullas, Calabria y Sicilia. En un momento de gran relajación de la vida religiosa, en Bari le acusaron de hereje por predicar la austeridad.

 

 

Liberado por un príncipe normando, volvió a Ginosa (Foggia) y fundó una congregación monástica con la Regla de san Benito seguida con el máximo rigor en el antiguo monasterio de San Gregorio de Pulsano. Fue abad durante 10 años, hasta su muerte.

 

 

· Matthew 6:7-15

Obispo Robert Barron

Amigos, el Evangelio de hoy nos ofrece el rezo del Padre Nuestro. Allí pedimos que la voluntad de Dios se haga “así la tierra como en el Cielo”, pero la cosmología bíblica ve en estos dos reinos campos de fuerzas que se interpenetran. El Cielo, ruedo de Dios y los ángeles, entra en contacto y llama a la tierra habitada por humanos, animales, plantas y planetas.

La salvación, por lo tanto, es una cuestión de reunir al cielo y la tierra, para que Dios reine profundamente aquí abajo como lo hace en lo alto. La gran oración de Jesús, que está constantemente en boca de los cristianos, tiene una inspiración distintivamente judía: “Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”.

Esta, definitivamente, no es una oración para poder escapar de la tierra, sino para que la tierra y el Cielo se unan. El Padre Nuestro eleva a un nivel nuevo lo que el profeta Isaías había anticipado: “El conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar”.

Los primeros cristianos vieron la resurrección de Jesús como el comienzo de un proceso por el cual la tierra y el Cielo se reconciliaban. Se dieron cuenta que Cristo resucitado era quien traería la justicia del Cielo a este mundo.

Aquí está la matriz de toda oración cristiana, —diría de toda oración humana— que está siempre hecha, por un lado, de la contemplación de Dios, de su misterio, de su belleza y bondad, y, por el otro, de sincera y valiente petición de lo que necesitamos para vivir, y vivir bien. Así, en su simplicidad y en su esencialidad, el «Padre Nuestro» educa a quienes le ruegan a no multiplicar palabras vanas, porque, como dice el mismo Jesús, «vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mateo, 6, 8). (…) El primer paso en la oración cristiana es, por lo tanto, la entrega de nosotros mismos a Dios, a su providencia. Es como decir: «Señor, tú lo sabes todo, ni siquiera hace falta que te cuente mi dolor, solo te pido que te quedes aquí a mi lado: eres Tú mi esperanza» . (Audiencia General, 27 de febrero de 2019)

 

 

Juan de Matera, Santo

Abad, 20 de junio

Martirologio Romano: En el monasterio de San Jacobo de Foggia, en la Apulia, Italia, san Juan de Matera, abad, insigne por su austeridad y su predicación al pueblo, que instituyó la Congregación de Pulsano en la región del Gárgano, bajo la Regla de san Benito († 1139).

Breve Biografía

Nació en Matera (Lucania-Italia) en el seno de una noble familia. Desde muy joven quiso ser eremita y solicitó hospitalidad en el monasterio de Taranto, pero como era un hombre poco hablador, fue juzgado de carácter antipático y por ello alejado del monasterio.

Marchó a Calabria, uniéndose a los monjes de Montevergine junto a san Guillermo de Vercelli, su fundador, pero lo dejó para ser predicador en Bari; luego se dirigió a Sicilia viviendo en continua penitencia y por último se refugió en Ginosa en la Puglia, donde recibió de san Pedro la orden de reparar su iglesia; como san Francisco, entendió en una reparación arquitectónica, y junto con unos compañeros se puso al trabajo, pero fue encarcelado acusado de posesionarse de un tesoro. Se dio cuenta que lo que tenía que rehacer era la iglesia espiritual y salió de su aislamiento convirtiéndose en un predicador de gran éxito en toda la Italia meridional. Fue acusado de herejía, pero, la humildad que demostró en su proceso, hizo que se exonerase de los cargos. En Pulsano fundó, bajo la regla de San Benito, un monasterio que toma su nombre, Congregación de Pulsano que sobrevivirá algún tiempo. En su Vita se dice que fue un hombre de oración, solitario, y de una intensa vida mística. Tiene culto local.

 

 

La oración del Padrenuestro

Oración de petición, gloria a Dios, el perdón, la tentación , el mal

 

¿Qué decir? Rezar como hijos, no como extraños y menos como hipócritas. Pero ¿qué decir? Y Jesús enseña el Padrenuestro, la oración más perfecta salida de labios humanos.

«Vosotros, pues, orad así:

Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal.

Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados».

Petición

Lo primero pedir, porque es la actitud humilde que evita el orgullo de quien se piensa que por sus propios méritos alcanzará la perfección. Para evitar el escollo, casi insalvable, del amor propio, disfrazado en ocasiones de religiosidad, pedir. Reconocer la propia verdad de criatura necesitada. Pero orar como hijos a ese Padre que está en los cielos, y no desoye nunca las súplicas de los hombres.

 

La gloria de Dios Pedir su gloria, lo primero, también porque es lo más conveniente para los hombres. La gloria de Dios es la vida del hombre: que sea santo, que ame sin mentiras, que viva vida eterna. Y el esplendor de la vida divina se refleja en el hombre, que es su imagen. El Reino Y, después, viene rezar por la venida del Reino, y con él la paz, la justicia, la libertad, el amor que Dios derramará sobre los hombres, si quieren acogerlo. La Voluntad de Dios En tercer lugar, desear el cumplimiento de la voluntad de Dios en el mundo, pues el hombre no puede alcanzar su propio fin sin la ayuda amorosa del Padre. El hombre es un orante, llamado a un fin altísimo que sólo puede alcanzar con la ayuda del Padre. Las necesidades El pan de cada día lo constituyen las necesidades materiales y espirituales de todo hombre. Y cada día es único, hasta que el hoy se convierte en eternidad. El perdón Luego el perdón, condición para ser perdonado con el perdón divino mucho más grande que el humano porque el pecado tiene una dimensión misteriosamente infinita. La tentación La superación de la tentación requiere la ayuda divina. El hombre no está solo ni en las pequeñas pruebas, ni en las grandes, ni en la sutiles que quizá vienen muy disfrazadas. El mal Y como gran final, la liberación de todo mal, del tentador que se rebeló frente a Dios, al que odia intentando destruir al hombre; y de todos los dolores que amedrentan al hombre. Estas son las siete peticiones; pero el fondo es uno solo: la actitud del hijo ante su Padre poderoso y amoroso que respeta su libertad y nunca deja de ayudarle, más aún si se lo pide.