John 6:35-40

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos dice que él es el pan de vida y promete vida eterna a todos los que crean en él.

Muchos de los Padres de la Iglesia caracterizaron la Eucaristía como una comida que inmortaliza a quienes la consumen. Entendieron que, si Cristo está realmente presente en los elementos Eucarísticos, el que come el Cuerpo y bebe la Sangre del Señor se configura con Cristo de una manera mucho más que metafórica. La Eucaristía, concluyeron, Cristifica y, por lo tanto, eterniza.

Si la Eucaristía no fuera más que un símbolo, este tipo de lenguaje sería una tontería. Pero si la doctrina de la presencia real es verdadera, entonces la eternización literal del receptor de la Comunión debe mantenerse.

Pero ¿qué implica esta transformación en términos prácticos? Implica que toda la vida de uno —cuerpo, psiquis, emociones, espíritu— se ordena a una dimensión eterna. La persona Cristificada sabe que su vida no se trata finalmente de él sino de Dios; la persona Eucarística entiende que su tesoro se encuentra arriba y no aquí abajo. La riqueza, el placer, el poder, el honor, el éxito, los títulos, incluso las amistades y las conexiones familiares se relativizan a medida que se abre la gran aventura de la vida con Dios.

Rosa Venerini, Santa

Virgen y Fundadora, 7 de mayo

Por: n/a | Fuente: Vatican.va

Fundadora de las Pías Maestras Venerini

Martirologio Romano: En Roma, santa Rosa Venerini, virgen, que nació en Viterbo y fundó las Maestras Pías, con las cuales abrió en Italia las primeras escuelas para la educación de las niñas ( 1728).

Etimológicamente: Rosa = Aquella que es bella y dulce como una rosa, es de origen latino.

Fecha de beatificación: 4 de mayo de 1952, durante el pontificado de Pío XII
Fecha de canonización: 15 de octubre de 2006, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Breve Biografía

Rosa VENERINI nació en Viterbo en el día 9 de febrero de 1656.

Su padre, Goffredo, originario de Castelleone di Suasa (Ancona), después de haber conseguido el título en medicina en Roma, se trasladó para Viterbo y ejerció brillantemente la profesión de médico en el Hospital Grande.

De su matrimonio con Marzia Zampichetti, miembro de una antigua familia viterbense, nacieron cuatro hijos: Domingo, María Magdalena, Rosa y Horacio.

Rosa, por naturaleza, era dotada de inteligencia y de sensibilidad humana fuera del común. La educación recibida en la familia le permitió desarrollar los numerosos talentos de mente y de corazón y de formarse bajo principios cristianos sólidos.

A la edad de siete años, según su primer biógrafo, Padre Jerónimo Andreucci S.I., hizo voto de consagrar a Dios su vida. Durante la primera fase de su juventud, vivió el conflicto entre las seducciones del mundo y la promesa hecha a Dios. Superó tal conflicto con oraciones y muchos sacrificios.

A los 20 años, Rosa se interrogaba sobre su porvenir. En aquel tiempo la mujer podía escoger apenas entre las dos orientaciones de vida: el casamiento o el convento. Rosa estimaba las dos opciones, pero se sentía atraída para realizar otro proyecto para el bien de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo. Tendrá que pasar mucho tiempo dedicado a los sacrificios y a la búsqueda, para ser impulsada interiormente por intuiciones proféticas, que le llevarán a una solución innovadora.

En otoño del 1676, de acuerdo con su padre, Rosa entró en el Monasterio Dominico de Santa Catalina en Viterbo con la perspectiva de realizar su voto. Junto a su tía Ana Cecilia aprendió a escuchar Dios en el silencio y en la meditación. Se quedó en el Monasterio pocos meses porque la muerte prematura de su padre la obligó a regresar para acompañar en el sufrimiento a su madre.

En los años siguientes Rosa vivió acontecimientos trágicos en su familia: el hermano Domingo falleció con apenas 27 años de edad, enseguida, muere también su madre quien no aguantó el dolor. Su hermana María Magdalena contrajo matrimonio.

Permanecían en casa solamente Horacio y Rosa que a esta altura tenía 24 años. Impulsada por el deseo de hacer algo grande para Dios, en mayo de 1684 la Santa comenzó reunir en su casa a las niñas y mujeres de la vecindad para rezar el Rosario. El modo de orar de las jóvenes y de sus madres, y sobre todo las charlas que precedían y seguían a la oración, abrieron la mente y el corazón de Rosa frente a la triste realidad: la mujer pobre era esclava de la pobreza cultural, moral y espiritual. Entendió, entonces, que el Señor la llamaba a una misión más alta que, gradualmente, la llenaba de la urgencia de dedicarse a la instrucción y formación cristiana de las jóvenes, no con encuentros periódicos, sino con una Escuela entendida en el sentido total de la palabra.

En el día 30 de agosto del 1685, con la aprobación del Obispo de Viterbo, Cardenal Urbano Sacchetti y la colaboración de dos compañeras, Gerolama Coluzzelli y Porzia Bacci, Rosa dejó la casa paterna para dar inicio a su primera escuela, proyectada según un designio original que había madurado en la oración y en la búsqueda de la Voluntad de Dios. El primero objetivo de la Fundadora era lo de ofrecer a las niñas de la población pobre una formación cristiana completa y de prepararlas para la vida civil. Sin grandes pretensiones, Rosa había abierto la primera «Escuela Pública femenina en Italia». El origen era humilde, pero de grandeza profética: la promoción humana y la elevación espiritual de la mujer eran una realidad que no tardaría en recibir el reconocimiento de las autoridades religiosas y civiles.

El crecimiento de la Obra.

En el comienzo no fue fácil: Las tres primeras Maestras tuvieron que afrontar las resistencias del Clero que sentía como exclusividad suya enseñar el catecismo; pero la resistencia más fuerte venía de los intelectuales que se sentían escandalizados al ver la osadía de una mujer, de la alta burguesía viterbense, que tomaba con seriedad y amor la educación de las niñas de la baja clase social. Rosa enfrentó todo por amor a Dios, y con firmeza que era la caracterizaba, prosiguió el camino que había iniciado, teniendo ahora más que nunca, la certeza de estar dentro de un verdadero Proyecto de Dios.

Los resultados le dieron razón: ¡los propios Párrocos constataron el bien qué estas Escuelas Pías surtieron entre las niñas y sus madres!. La valía de aquella iniciativa fue reconocida y la fama sobrepasó los confines de la Diócesis. El Cardenal Marcos Antonio Barbarigo, Obispo de Montefiascone, comprendió la genialidad del proyecto viterbense e invitó a la Santa a su diócesis. La Fundadora, siempre lista, contestó a la invitación: de 1692 a 1694 Rosa abrió una decena de escuelas en Montefiascone y en las Ciudades situadas alrededor del lago de Bolsena. El Cardenal suministraba los medios materiales y Rosa concienciaba las familias, preparaba las maestras y organizaba la Escuela. Cuando tuvo que tornar a Viterbo, para cuidar de la estabilidad de su primera obra, Rosa confió las Escuelas y las Maestras a la dirección de una joven, Lucia Filippini, cuyas calidades, de mente, de corazón y de espíritu, ya había percibido antes.

Después de las Escuelas de Viterbo y Montefiascone, fueron abiertas otras en la región de Lazio. Rosa llegó a Roma en el año 1706, pero la primera experiencia romana fue para ella un fracaso total. Esto le marcó hondamente y la forzó a esperar un período largo de seis años antes de reconquistar la confianza de las autoridades. En el día 8 de diciembre del 1713, con ayuda del Abad Degli Atti, gran amigo de la familia Venerini, Rosa pudo abrir su Escuela en el centro de Roma, a los pies del Capitolio. El 24 de octubre de 1716 recibió a visita del Papa Clemente XI, que acompañado por ocho Cardenales, quiso asistir a las clases. Maravillado y lleno de complacencia, al fin de la mañana, se dirigió a la fundadora con estas palabras: «¡Señora Rosa, usted hace lo que nosotros no podemos hacer!. Le agradecemos mucho porque, estas escuelas, ¡santificarán Roma!». Desde aquel momento, Gobernadores y Cardenales pidieron las escuelas para sus territorios. El trabajo de la Fundadora se volvió intenso, lleno de peregrinaciones y de cansancio para la formación de nuevas comunidades. Fue, también, motivo de mucha alegría y de sacrificios. Donde surgía una escuela, luego se notaba un radical cambio positivo, de la juventud.

Rosa Venerini murió santamente en la casa de San Marcos en Roma, en la noche del 7 de mayo de 1728. Había abierto más de 40 Escuelas. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia de Jesús (Roma) que ella tanto amaba. En el año 1952, por ocasión de la Beatificación, sus restos mortales fueron trasladados en la Capilla de la Casa General, en Roma.

La Espiritualidad

Durante toda su vida, Rosa siempre se movió adentro del océano de la Voluntad de Dios. Decía: «me siento tan apegada a la Voluntad de Dios, que no me importa ni la muerte ni la vida, quiero lo que Él quiere, quiero servirle lo cuanto Él quiere ser servido por mí y nada más! ». Después de un primera contacto con los Padres Dominicos del Santuario «Madonna della Quercia» en los alrededores de Viterbo, siguió la dirección espiritual del P. Ignacio Martinelli, y acogió fielmente la espiritualidad austera y equilibrada de San Ignacio de Loyola creada para la dirección de los Jesuitas.

Las crisis de la adolescentes, las perplejidades de la juventud, la busca de nuevos caminos, la fundación de las Escuelas y de las Comunidades, las relaciones con la Iglesia y con el mundo, todo era orientado al Querer Divino. La oración era el aire que respiraba durante toda su jornada.

Rosa no imponía a sí misma ni a sus hijas largas oraciones pero recomendaba qué la vida de las Maestras, en el ejercicio del ministerio educativo, ¡fuese un continuado hablar con Dios, de Dios, para Dios!. La íntima comunión con el Señor era mantenida por la oración mental que la Santa consideraba «alimento esencial del alma». En la meditación, Rosa escuchaba al Maestro que enseñaba caminando por las carreteras de Palestina, pero, de manera particular, desde lo alto de la Cruz.

Con lo mirada fija en Jesús Crucificado, Rosa sentía cada vez más fuerte dentro de sí la pasión para la salvación de las criaturas humanas. Por eso, vivía cada día la Eucaristía de manera mística: en su imaginación, la Santa veía el mundo como un gran círculo; se colocaba en el centro y contemplaba Jesús, Víctima inmaculada, que en todo rincón de la tierra se ofrecía al Padre a través del Sacrificio Eucarístico. Llamaba a este modo de elevarse a Dios «el Círculo Máximo». Con oración incesante, participaba espiritualmente de todas las Santas Misas que eran celebradas en toda parte del mundo: unía los dolores, el cansancio, las alegrías de su vida a los sufrimientos de Jesucristo, preocupándose que la Preciosa Sangre de Jesús no fuese derramado en vano.

El Carisma

Podemos sintetizar el carisma de Rosa Venerini en pocas palabras. Vivió consumada por dos grandes pasiones: la pasión por Dios y la pasión por la salvación de las criaturas humanas. Cuando comprendió que las niñas y las mujeres de su tiempo tenían necesidad de ser educadas e instruidas sobre las verdades de la Fe y de la Moral, no escatimó tiempo, trabajo, luchas, dificultades de todo tipo al fin de contestar al llamado de Dios. Era consciente de que el anuncio de la Buena Nueva sólo podía ser acogido, si antes, las personas fuesen liberadas de las tiniebla de la ignorancia y del error. Además, había intuido que la formación profesional podía conseguir para la mujer una promoción humana y un reconocimiento en la sociedad. Este proyecto requería una Comunidad Educadora, sin pretensiones. Rosa, con gran anticipación histórica, ofreció a la Iglesia el estilo de la Comunidad Religiosa Apostólica.

Rosa no ejerció su misión educativa sólo en la escuela, sino usó todas las oportunidades que tuvo para anunciar el Amor de Dios: confortaba y curaba a los enfermos, reanimaba a los desesperanzados, consolaba a los afligidos, invitaba a los pecadores a la vida nueva, exhortaba a la fidelidad a las personas consagradas, auxiliaba a los pobres, combatía toda forma de esclavitud moral. Educar para salvar se volvió el lema que impulsa a las Pías Maestras Venerini a continuar la Obra del Señor de acuerdo a los deseos de su Fundadora y a irradiar por el mundo el Carisma de la Santa Madre: liberar a la criatura humana de la ignorancia y del mal para que el Proyecto de Dios, que cada persona posee, se vuelva visible.

Es ésta a magnifica herencia que Rosa Venerini dejó a sus hijas; doquiera que estén: en Italia, como en los otros Países, las Pías Maestras buscan vivir y transmitir el deseo apostólico de la Madre, privilegiando a los más pobres. La Congregación, después de haber dado su contribución en favor de los italianos emigrados a los E.U.A., desde 1909, y en Suiza de 1971 al año 1985, expandió su actividad apostólica en otros Países: en India, en Brasil, en los Camerún, en Romania, en Chile, en Venezuela, en la Albania y en Nigeria.

La necesidad del amor y del perdón

Santo Evangelio según San Juan 6, 35-40. Miércoles III de Pascua.

Por: H. Michael Vargas, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, concédeme la gracia de poder experimentar y transmitir tu amor a los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: ¨Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen.

Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día¨.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

En todo momento y ante toda circunstancia, estamos llamados a buscar las verdades que conforman nuestra vida, ¿Porqué vivímos? ¿Porqué estamos viviendo esta situación? ¿Qué nos quiere decir Dios a través de esta meditación?

Ante estas preguntas que nos pueden surguir, tenemos que ser conscientes de que existen verdades fundamentales, verdades que conforman cada una de las respuestas que queremos encontrar. Una de ellas es el descubrir la verdad sobre la voluntad de Dios en nuestra propia vida, es decir, qué quiere Él de mí y qué quizó desde el momento en que me creó, pues si vemos el camino y la vida de toda persona, podremos descubrir que hay una orientación natural hacia Aquél que nos ha creado. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, que hemos sido creados para amar y para ser amados, a ejemplo del amor de Dios.

En el Evangelio de hoy el Señor nos da una de las pautas para poder mantenernos plenos en aquellos momentos en los cuales experimentamos un vacío en nuestro corazón. Él viene a enseñarnos que, ante esa sed o esa hambre que podamos experimentar en nuestra vida, nos da plenitud y paz.Dos acciones, en primer lugar, tener un encuentro personal con Él y, en segundo lugar, vivir y transmitir a los demás aquello que hemos experimentado en ese encuentro personal.

Esto se lleva a cabo cuando somos conscientes de ese gran tesoro dado por Dios, el don de poder amar y más aún, de sentirnos amados; es decir, es a través del encuentro personal con Dios como se puede llenar nuestro corazón y de esta manera lo podremos experimentar y transmitir a los demás.

«El que me ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él» Jesucristo.

Cada uno sabe cuál es su pecado, su debilidad más fuerte. En primer lugar debemos reconocer esto: ninguno de nosotros, todos los que estamos aquí, puede decir: «Yo no soy un pecador». Los fariseos lo decían y Jesús los condena. Eran soberbios, altivos, se creían superiores a los demás. En cambio, todos somos pecadores. Es nuestro título y es también la posibilidad de atraer a Jesús a nosotros. Jesús viene a nosotros, viene a mí porque soy un pecador.

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de julio de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Viviré con verdadera caridad por amor a Dios, a mí y a los demás.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santas canonizadas por Benedicto XVI

ALBERTO PIZZOLI / AFP

Sandra Ferrer – publicado el 06/01/23

El Papa Benedicto XVI canonizó casi el mismo número de hombres que de mujeres

Joseph Ratzinger asumió el papado durante ocho años. En este tiempo, canonizó a un total de cuarenta y cinco personas, de las cuales diecinueve fueron mujeres. La gran mayoría de ellas tienen en común su fiel compromiso con la fe católica y su papel determinante en su expansión. 

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Rosa Venerini (15 de octubre de 2006)

Tuvo el honor, junto a Teodora Guérin, de ser las dos primeras mujeres santificadas por el Papa Benedicto XVI. 

Nacida en Viterbo en 1656, Rosa fue una mujer profundamente religiosa que desde bien pequeña supo que quería dedicar su vida a Dios. Tuvo un papel clave en la educación y el catecismo cristiano de las mujeres de su tiempo, tradicionalmente analfabetas. Su labor se materializó en la fundación de la Congregación de las Maestras Pías Venerini, expandida hoy por medio mundo.

De ella dijo el pontífice el día de su canonización que era un «ejemplo de discípula fiel de Cristo, dispuesta a abandonarlo todo para cumplir la voluntad de Dios».

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Teodora Guérin (15 de octubre de 2006)

Aquel mismo día, Benedicto XVI elevaba a los altares a Teodora Guérin, «una hermosa figura espiritual y un modelo de vida cristiana». 

Igualmente sensibilizada con la necesidad de educar a las niñas y mujeres, esta francesa nacida en 1798 terminó sus días al otro lado del océano, en los Estados Unidos, donde fundó la Congregación de las Hermanas de la Providencia de Saint Mary-of-the-Woods.

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María Eugenia de Jesús (3 de junio de 2007)

Fundadora de la Congregación apostólica Religiosas de la Asunción, María Eugenia de Jesús, tuvo una vida llena de desdichas, con la pérdida de sus seres queridos y la búsqueda del sentido de su propia existencia. Fue a los 19 años cuando las palabras del Padre Lacordaire abrirían sus ojos al camino de la fe. 

Su fundación, que pronto se extendió por la Francia decimonónica, tenía la intención de acercarse a los demás a partir de la oración y la educación, adaptada a los nuevos tiempos. 

Como destacó el Papa Benedicto XVI: «Percibió particularmente la importancia de proporcionar a las generaciones jóvenes, en especial a las muchachas, una formación intelectual, moral y espiritual que las hiciera adultas capaces de ocuparse de la vida de su familia, aportando su contribución a la Iglesia y a la sociedad».

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María Bernarda Bütler (12 de octubre de 2008)

María Bernarda o Venera Bütler nació en Suiza en 1848, pero su destino se encontraba muy lejos del país alpino. Con veinte años ingresó en el convento franciscano de María Auxiliadora de Alstätten y se marchó al Ecuador para establecer allí una misión. Su Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora se expandió por varios países en los que impulsó la fundación de hospitales y colegios. 

En la ceremonia de canonización, el Papa destacó de ella que era «una figura muy recordada y querida, sobre todo en Colombia, entendió a fondo que la fiesta que el Señor ha preparado para todos los pueblos está representada de modo muy particular por la Eucaristía».

Alfonsa de la Inmaculada Concepción (12 de octubre de 2008)

En 1910 nacía la que sería la primera mujer canonizada de la India. Alfonsa quedó huérfana de madre y fue su abuela quien le dio todo el cariño y le transmitió su fe y la importancia de la caridad. A pesar de que una de sus tías se empeñó en buscarle marido, Alfonsa tenía muy claro que quería entregar su vida a Dios y así lo hizo en 1928 adoptando el velo de las hermanas clarisas. El resto de su existencia fue un camino de dolor, «una vida de extremo sufrimiento físico y espiritual», en palabras del pontífice, regado con infinidad de enfermedades que soportó con profunda resignación y encontrando en él el único consuelo. 

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Narcisa de Jesús Martillo Morán (12 de octubre de 2008)

Esta laica ecuatoriana nacida en 1832 tuvo desde pequeña una profunda fe. Tras varias vicisitudes en su vida, llegó a Guayaquil donde se dedicó en cuerpo y alma al catecismo de los niños. 

«La joven laica ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo Morán – destacó el Papa – nos ofrece un ejemplo acabado de respuesta pronta y generosa a la invitación que el Señor nos hace a participar de su amor». 

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Gertrudis Comensoli (26 de abril de 2009)

La Eucaristía fue el centro de la vida de Gertrudis, una mujer italiana nacida en 1847. Como destacó el Papa, «Adorar a Cristo en la Eucaristía se convirtió en el fin principal de su vida; casi podríamos decir que fue la condición habitual de su existencia». Sus pasos la llevaron tras vivir en distintos conventos, a fundar en 1882 el instituto de las Adoratrices del Santísimo Sacramento, congregación que hoy en día está presente en distintos países de todo el mundo. 

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Catalina Volpicelli (26 de abril de 2009)

Nació en Nápoles en 1839 en el seno de una familia burguesa acomodada. Catalina dejó pronto a un lado las distracciones efímeras de su clase, fiestas, bailes y demás divertimentos, tomando la decisión de vivir una vida de oración. Catalina «se esforzó por «ser de Cristo, para llevar a Cristo» a cuantos encontró en Nápoles a fines del siglo XIX, en un tiempo de crisis espiritual y social».

Fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón, Catalina se volcó en la ayuda a los más necesitados a la vez que daba con su testimonio de fe un modelo de vida y camino de santidad. 

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María de la Cruz Juana Jugan (11 de octubre de 2009)

Nacida en 1792, en una Francia sumergida en plena Revolución Francesa, María de la Cruz recibió de su madre una sincera formación religiosa, a pesar de lo peligroso que suponía en aquella época defender la fe. 

Juana se volcó en ayudar a los más desamparados, principalmente ancianas, a los que acogió en su propia casa. Aquello sería el germen de la Orden de las Hermanitas de los Pobres, en la que «Juana Jugan se preocupó de la dignidad de sus hermanos y hermanas en la humanidad que la edad hacía vulnerables, reconociendo en ellos la persona misma de Cristo».

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Cándida María de Jesús (17 de octubre de 2010)

La Congregación de las Hijas de Jesús nació gracias al impulso de la española Cándida María de Jesús. Nacida en 1845, hizo de su vocación religiosa su vida. La Congregación que tenía como objetivo educar a las niñas, se expandió por distintas ciudades de España y llegó también a Latino América. 

Las Hijas de Jesús, recordaba el pontífice, «hoy tienen en su fundadora un modelo de vida muy alto que imitar, y una misión apasionante que proseguir en los numerosos países donde ha llegado el espíritu y los anhelos de apostolado de la madre Cándida».

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María de la Cruz (17 de octubre de 2010)

Se llamaba María Elena MacKillop, nombre que cambió por el de María de la Cruz cuando abrazó la vida religiosa. Nacida en Melbourne en 1842, trabajó de manera incansable para ayudar a los más necesitados. Tras fundar la Congregación de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón, primera creada en su país, impulsó la creación de escuelas, orfanatos, refugios para personas sin techo en Australia y Nueva Zelanda. 

Benedicto XVI destacó el «ejemplo santo y valiente de celo, perseverancia y oración de la madre Mary MacKillop».

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Julia Salzano (17 de octubre de 2010)

“Apóstol de la educación cristiana”. Así describió el Papa a esta santa italiana nacida en 1846. Educada en un convento, Julia Salzano se formó como maestra y terminó ejerciendo de profesora de religión y catequista. 

Julia Salzano fundó la Congregación de las Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón de Jesús con vocación educativa. Su obra se extendió por medio mundo. Benedicto afirmó que Julia «comprendió bien la importancia de la catequesis en la Iglesia y, uniendo la preparación pedagógica al fervor espiritual, se dedicó a ella con generosidad e inteligencia, contribuyendo a la formación de personas de toda edad y posición social».

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Bautista Camila Varano (17 de octubre de 2010)

Nacida en 1458, Bautista Camilia Varano fue una religiosa clarisa que destacó por su misticismo y humanismo. Además de promover la fundación de distintos conventos en Italia, fue elegida abadesa en algunos de ellos. 

«En un tiempo en el que la Iglesia sufría un relajamiento de las costumbres, – rememoraba el Papa – ella recorrió con decisión el camino de la penitencia y de la oración, animada por el ardiente deseo de renovación del Cuerpo místico de Cristo». Bautista Camila dejó numerosos escritos místicos. 

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Bonifacia Rodríguez Castro (23 de octubre de 2011)

Fundadora de la Congregación de las Siervas de San José, esta salmantina nacida en 1837 hizo de su orden un lugar en el que las mujeres trabajadoras y pobres encontraron cobijo, formación y protección. 

Benedicto XVI destacó de ella haber sabido «aunar su seguimiento de Jesucristo con el esmerado trabajo cotidiano».

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Hildegarda de Bingen (10 de mayo de 2012)

Una de las mujeres más importantes que fue canonizada durante el pontificado de Benedicto XVI fue esta abadesa alemana. Mística, científica, iluminadora y asesora de papas, el 10 de mayo de 2012 el Papa la inscribió en el catálogo de santos y extendió su culto litúrgico. Meses después, el 7 de octubre, la proclamaba Doctora de la Iglesia. 

Para Benedicto, fue una «importante figura femenina del siglo XII, ofreció una preciosa contribución al crecimiento de la Iglesia de su tiempo, valorizando los dones recibidos de Dios y mostrándose una mujer de viva inteligencia, profunda sensibilidad y reconocida autoridad espiritual. El Señor la dotó de espíritu profético y de intensa capacidad para discernir los signos de los tiempos. Hildegarda alimentaba un gran amor por la creación, cultivó la medicina, la poesía y la música. Sobre todo conservó siempre un amor grande y fiel por Cristo y su Iglesia».

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María del Monte Carmelo Sallés (21 de octubre de 2012)

María del Monte Carmelo fue una religiosa española nacida en 1848 que fundó la orden de las Hermanas de la Inmaculada Concepción. 

«Su obra educativa, – en palabras del Papa – confiada a la Virgen Inmaculada, sigue dando abundantes frutos entre la juventud a través de la entrega generosa de sus hijas, que como ella se encomiendan al Dios que todo lo puede».

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Mariana Cope de Molokai, (21 de octubre de 2012)

En el hermoso rincón del mundo de las Islas Hawai, esta santa alemana nacida en 1838, dedicó su vida a los más desamparados de la sociedad. Acudió en ayuda de los enfermos de lepra, a los que dio consuelo espiritual y mejoró sus condiciones de vida. 

Para Benedicto XVI fue un claro ejemplo de devoción al prójimo: «En un tiempo en el que poco se podía hacer por aquellos que sufrían esta terrible enfermedad, Mariana Cope mostró un amor, valor y entusiasmo inmenso. Ella es un ejemplo luminoso y valioso de la mejor tradición de las hermanas enfermeras católicas y del espíritu de su amado san Francisco».

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Kateri (Catalina) Tekakwitha, (21 de octubre de 2012)

Kateri nació en el estado de Nueva York en 1656. Su padre, un jefe mohawk, se había casado con una cristiana india algonquina que había sido raptada por los indios iroqueses. Tras perder a sus seres queridos y sortear un sinfín de penalidades, Kateri abrazó en secreto la fe católica lo que le valió el desprecio de los suyos. 

Kateri permaneció firme en sus creencias y «permaneció fiel a su amor a Jesús, a su oración y a su Misa diaria. Su deseo más alto era conocer y hacer lo que agradaba a Dios».

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Anna Schäffer (21 de octubre de 2012)

Nació en Baviera en 1882 y tuvo una infancia triste, rodeada de pobreza que la llevó a tener que trabajar y dejar de lado sus sueños de convertirse en religiosa. Sufrió un terrible accidente del que sobrevivió milagrosamente y tuvo varias visiones de Jesús además de recibir sus estigmas. 

De ella destacó el Papa el día de su canonización: «fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo».