• Luke 21:34-36
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos pide estar atentos a Su próxima venida. Pero Sus palabras también nos advierten para prepararnos para el día de nuestra venida ante Él en la muerte. Ese día, nuestro mundo terminará. ¿Cómo vamos a afrontar ese día?
La mayoría de nuestros intereses, actividades y entretenimientos están diseñados para evitar esta pregunta. Y es por ello, que muchos maestros espirituales enfatizan lo importante de abordar este tema. San Benito les decía a sus monjes que tuvieran su propia muerte en sus mentes todos los días. Toda forma de oración está, en cierto sentido, orientada a las cosas eternas.
Seamos personas de oración constante y regular; no permitamos que nuestra relación con el Señor se deteriore. Aprovechemos regularmente el sacramento de la Reconciliación; llevemos nuestros pecados ante Cristo y busquemos Su perdón. No dejes que los rencores y resentimientos se agraven; mantén las relaciones en buen estado. Memento mori; sigue la tradición espiritual cristiana, y regularmente “recuerda tu muerte”.
Y nosotros, hermanos y hermanas, preguntémonos: ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? De estas cosas, no nos llevaremos nada.
¿Estamos apegados a las cosas terrenas como si tuviéramos que vivir aquí para siempre? Mientras somos jóvenes y tenemos salud, todo va bien, pero cuando llega la hora de la despedida, debemos dejar todo. La Palabra de Dios hoy nos advierte: la escena de este mundo pasa. Y solamente permanecerá el amor. Por consiguiente, fundar la vida sobre la Palabra de Dios no es evadirse de la historia, es sumergirse en las realidades terrenas para hacerlas firmes, para transformarlas con el amor, imprimiéndoles el sello de la eternidad, el signo de Dios. (Angelus, 14 noviembre 2021)
Conrado, Santo
Obispo, 26 de noviembre
Martirologio Romano: En Constanza, de Suabia, hoy Alemania, san Conrado, obispo, óptimo pastor de su grey, el cual hizo generosa providencia de sus bienes en favor de la Iglesia y de los pobres. († 975)
Fecha de canonización: En 1123 por el Papa Calixto II
Etimológicamente: Conrado = consejero audaz, viene de la lengua alemana.
Breve Biografía
San Conrado pertenecía a la gran familia de los güelfos. Era el segundo hijo del conde Enrique de Altdorf, quien fundó la abadía de Weingarten, en Würtemberg, que todavía existe.
Conrado hizo sus estudios eclesiásticos en la escuela catedralicia de Constanza. Poco después de su ordenación sacerdotal, fue nombrado preboste de la catedral.
El año 934, a la muerte del obispo, fue elegido para sucederle. San Ulrico, obispo de Augsburgo, que había favorecido su elección, solía visitarle frecuentemente, y llegó a unirlos una amistad muy íntima. San Conrado, que había renunciado a todo lo que no fuese Dios, cambió a su hermano sus posesiones por unas tierras más próximas a Constanza. Con sus rentas construyó y dotó tres hermosas iglesias en honor de San Mauricio, San Juan Evangelista y San Pablo, restauró muchas otras y repartió el resto de sus bienes entre su diócesis y los pobres.
En aquella época eran muy frecuentes las peregrinaciones a Jerusalén. San Conrado visitó tres veces los Santos Lugares y supo hacer de sus viajes verdaderas peregrinaciones de penitencia y devoción. A esto se reduce prácticamente todo lo que dicen de cierto las biografías del santo, que fueron escritas mucho después de su muerte. Suele representarse al santo con un cáliz y una araña. La razón es la siguiente: Un día de Pascua, mientras celebraba la misa, una araña cayó en su cáliz. Entonces se creía que todas las arañas, o por lo menos la mayoría, eran venenosas; sin embargo, san Conrado se tragó la araña por devoción y respeto a los santos misterios, y ello no le hizo ningún daño. Murió al cabo de más de cuarenta años de episcopado, en el 975; fue canonizado en 1123, en el I Concilio de Letrán. Para la época en que vivió, se mantuvo bastante alejado de la política, sin embargo, consta que acompañó al emperador Otón I a Italia el año 962.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Embotado o despierto
Santo Evangelio según san Lucas 21, 34-36.
Sábado XXXIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Oh María, prepara mi corazón para recibir a tu Hijo! Tú que eres inmaculada, purifica mi corazón de todo odio, rencor o envidia. Tú que eres humilde, muéstrame el remedio para mi soberbia y vanidad. Tú que eres Reina del cielo y esclava del Señor, libera mi corazón de los apegos que me apartan de Dios y enséñame a servirle con amor y entrega como tú. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 34-36
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Estén alerta, para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.
Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy se mueve entre dos advertencias de Cristo: «No se os embote la mente.» «Estad siempre despiertos.» Son como dos señales en el camino del Adviento. Para poder avanzar seguros hacia Belén, debemos seguir estas dos indicaciones.
Adviento es un tiempo para «pulir» el corazón y quitar todo lo que quita finura. Por el contrario, un corazón que vive entre vicios, placeres o agobios no es libre para amar a Dios. Preguntémonos hoy, en esta oración: ¿Hay algo en mi corazón que lo pueda embotar? ¿Me dejo esclavizar por algún vicio o mal hábito, por el criterio del placer y la comodidad, por angustias y preocupaciones innecesarias? ¡Ahora es el tiempo para dejar eso atrás!
Adviento es un tiempo para «mantenernos despiertos». Jesús vendrá de noche, y sólo lo van a recibir aquellos que, como los pastores, se encuentren en vela. Es decir, aquellos que tienen los ojos bien abiertos ante la acción de Dios.
No podemos caer dormidos en lo superficial, en el ritmo del mundo.
La oración constante –como ésta misma que estamos haciendo– es un ejercicio para despertar el sentido sobrenatural de fe y escuchar a Dios que habla en la noche y en el silencio…
Como cristianos, queremos evitar los vicios y vivir de manera sobrenatural, no sólo ahora sino todo el año. Pero no podemos sólo con nuestras fuerzas. Por eso Cristo nos dice también que estemos «pidiendo fuerza.» Es Él mismo quien nos mantiene en pie ante su presencia y nos ayuda a luchar cada día. Precisamente para eso vino al mundo.
«Y tiene el valor de hacerse preguntas sobre la verdad y muchas cosas. Debemos aprender a desafiar el presente. Una vida espiritual sana genera jóvenes despiertos, que ante algunas cosas que hoy nos propone esta cultura —“normal” dicen, puede ser, no sé…— se pregunten: “¿Esto es normal o esto no es normal?». (Discurso de S.S. Francisco, 27 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy pondré todas mis preocupaciones en las manos de Dios, rezando la jaculatoria: «¡Ven, Señor Jesús!».
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Despiertos o dormidos?
Existe el peligro de adormilarnos, de dejarnos vencer por la pereza, la apatía, la tristeza, la desesperanza
“Pedro duerme. Judas está despierto”, decía san Pedro Canisio al contemplar las disputas internas en la Iglesia.
Pedro no percibe el peligro. Judas lo está tramando. El primero abandonará al Maestro. El segundo triunfará en sus planes miserables.
Lo que decía san Pedro Canisio vale para tantos momentos de la historia de la Iglesia. Vale también para el día de hoy: los que deberían ayudar al bien no actúan, mientras que los traidores y enemigos de Dios ponen todo su empeño y sus habilidades al servicio del maligno.
El Papa Benedicto XVI recordaba esta frase de san Pedro Canisio al hablar a los sacerdotes de la diócesis de Roma el 10 de marzo de 2011. Al comentarla, el Papa añadía: “Es un tema que nos hace pensar: la somnolencia de los buenos. El Papa Pío XI dijo: «el problema mayor de nuestro tiempo no son las fuerzas negativas, es la somnolencia de los buenos»“.
Frente a este peligro, Benedicto XVI recordaba la mejor terapia, la que nos llega con la invitación de Cristo en el Huerto de los Olivos: “¡Velad!”. El Papa proseguía: “busquemos no dormir en este tiempo, sino que estemos de verdad listos para la voluntad de Dios y para la presencia de su Palabra, de su Reino”.
Nosotros, ¿estamos despiertos o dormimos? ¿Sentimos fuego al ver cómo el enemigo avanza en tantos corazones, o preferimos encerrarnos en un mundo estrecho de egoísmos, de envidias, de golpes bajos, de críticas destructivas, de pasividad? ¿Emprendemos tareas concretas para llevar el Evangelio a los hombres, o dedicamos nuestras energías para criticar cosas buenas que otros hacen, para obstaculizar proyectos válidos de apostolado, para poner trabas a cualquier idea constructiva?
Existe el peligro de adormilarnos, como Pedro, de dejarnos vencer por la pereza, la apatía, la tristeza, la desesperanza. También existe el peligro de caer en un activismo vacío, sin oración, que busca construir al margen de la única Roca que salva, Jesucristo.
Mientras los buenos duermen, otros trabajan con empeño para difundir la confusión, para promover la injusticia, para atrapar a los hombres en las pasiones de la codicia o la soberbia, para sumergir el mundo en estímulos que arrastran hacia los instintos más bajos y destructores.
¿Estamos despiertos o dormidos? La pregunta nos la formula el mismo Dios. Desde la experiencia de Su Amor podemos despertar, podemos emprender el camino de la oración y la renuncia, podemos romper con envidias y complejos que paralizan.
Entonces pondremos lo mejor de nosotros mismos al servicio del Reino, llegaremos a ser verdaderos soldados de Cristo, viviremos como miembros despiertos, activos y generosos de la Iglesia.
La Esperanza, confiar en Dios
Consiste en confiar con certeza en las promesas de salvación que Dios nos ha hecho
Todos los hombres en un momento u otro de su vida se enfrentan a momentos dolorosos como el sufrimiento, la muerte, la enfermedad, etc. Es sólo gracias a la Esperanza, la segunda virtud teologal, que estas realidades adquieren un sentido, convirtiéndose en medios de salvación, en un camino para llegar a Dios. La Esperanza nos da la certeza de que algún día viviremos en la eterna felicidad.
La virtud de la esperanza corresponde a ese anhelo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre.
Es un virtud sobrenatural infundida por Dios en el momento del Bautismo. Nos da la firme confianza en que Dios, por los méritos de Cristo, nos dará las gracias que necesitamos aquí en la Tierra para alcanzar el Cielo.
La virtud de la esperanza consiste en confiar con certeza en las promesas de salvación que Dios nos ha hecho. Está fundada en la seguridad que tenemos de que Dios nos ama. Y está basada en la bondad y el poder infinito de Dios, que es siempre fiel a sus promesas.
Sin esperanza, el hombre se encierra en el horizonte de este mundo y pierde la visión de la vida eterna. Lucha solo contra las dificultades prescindiendo de la ayuda de Dios.
Pero sabemos que el hombre está destinado a la vida eterna y debe vivir de cara a ella. La esperanza es la seguridad en algo futuro. Confiando en Dios no hay futuro incierto. La esperanza cristiana se funda en la fe, porque nace de creer en las promesas que Dios nos ha hecho.
Uno de los ejemplos más claros de lo que es la esperanza lo encontramos en Job, que a pesar de todo lo que le sucedió seguía creyendo en Dios. Su esperanza nunca se perdió, por más que le decían , él seguía siendo fiel.
Ahora bien, la esperanza en Dios no elimina un cierto temor a Dios, un temor sano, pues los hombres sabemos que así como Dios es siempre fiel, los hombres sabemos que muchas veces somos infieles y hacemos caso omiso a la gracia, lo cual nos conlleva el riesgo de condenarnos. Debe haber una proporción entre la esperanza y el temor.
La esperanza sin temor es presunción. Sin embargo una esperanza con temor de hijo de Dios es una esperanza real. Por otro lado, una esperanza con un temor excesivo nos lleva a la desconfianza. El temor solamente, es decir, sin esperanza, no es otra cosa que desesperación.
Pecados contra la esperanza
Desesperación desconfianza en Dios, por lo que nos abandonamos al abismo de nuestra propia inseguridad. Es el pecado de Caín y de Judas. Ge. 4, 13; Mt. 27, 3-6. Con la desesperación estamos negando la fidelidad de Dios a sus promesas y su infinita misericordia, y nos puede llevar a muchos excesos, incluyendo el suicidio. Es un pecado gravísimo. La persona desesperada siente y piensa que Dios no le puede perdonar, que nada que haga va a cambiar la situación.
La presunción confiar en obtener la vida eterna sin la ayuda de Dios, porque nos bastamos a nosotros mismos. Es el caso típico del autosuficiente que se “no necesita de nada, ni de nadie, sólo él basta”. Es un exceso de confianza que nos hace pensar que vamos a obtener la salvación aún prescindiendo de los medios que Dios nos da. Es decir, sin la gracia, ni las buenas obras. Su causa principal es el orgullo. Se piensa que no importa lo que se haga, de todas maneras se obtiene la salvación.
Existen diferentes maneras de pecar por presunción:
• Los que esperan salvarse por sus propias fuerzas, sin la ayuda de la gracia de Dios Herejía Pelagio.
• Los que esperan salvarse por la sola fe, sin hacer buenas obras. Protestantismo.
• Los que viven pensando que ya habrá oportunidad de convertirse en el momento de la muerte, y viven un estado habitual de pecado.
• Los que siempre están pecando “ a fin que Dios siempre perdona”.
• Los que se exponen con mucha facilidad a las ocasiones de pecado, pues piensan que son capaces de resistir la tentación.
Es pecado grave esta presunción, pues se está abusando de la misericordia divina y despreciando su justicia.
Es una confianza excesiva y totalmente falsa en Dios.
La desconfianza: se tienen dudas en la misericordia y fidelidad de Dios, aunque se tenga cierta esperanza.
La irresponsabilidad: dejar toda nuestra salvación en manos de Dios y no poner los medios que corresponden a nuestra colaboración.
La esperanza es una virtud poco conocida o muy confundida.
No se piensa en ella como algo sobrenatural, referente a nuestra vida eterna, sino que se piensa que la esperanza concierne en alcanzar diferentes cosas aquí en la tierra.
¿Qué es el Adviento?
Este tiempo, ¿es sólo una cuenta atrás? ¿Cómo se puede aprovechar para vivir mejor la Navidad y, más allá, para preparar la llegada de Cristo?
1. El Adviento, con el que empieza el año litúrgico, es el periodo de tiempo comprendido entre el cuarto domingo antes de Navidad y el día de Nochebuena. Sus colores litúrgicos son el morado y el rosa.
En el calendario litúrgico de la Iglesia católica, el primer día del año no es el 1 de enero, sino el primer domingo de Adviento.
El Adviento es el primer tiempo litúrgico del año que comienza cuatro domingos antes de Navidad y termina en Nochebuena.
Según el día de la semana en que cae el día de Navidad, el tiempo de Adviento puede modificarse ligeramente.
El morado y el rosa son los dos colores litúrgicos designados para representar el tiempo de Adviento. Aparecen en las vestiduras de los sacerdotes, en los velos del tabernáculo, en la parte frontal del altar y en la corona de Adviento.
El morado se usa como símbolo de penitencia y preparación, pero el tercer domingo de Adviento, conocido como «Domingo Gaudete», se usa el rosa, que representa la alegría por la venida de Jesús.
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Tiempo de preparación
El día en que Cristo se hizo hombre para redimir al mundo fue preparado por Dios durante siglos. La Iglesia participa y actualiza esta larga preparación en este tiempo específico de preparación a la Navidad.
La Navidad –el día en el que Cristo se encarnó para la redención del mundo- es el día en el que cambió el curso de la historia de la salvación.
Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, explica el significado de la Encarnación de esta manera:
“Es evidente que el Hijo de Dios tomó nuestra condición y vino a nosotros no por un motivo insignificante sino por nuestro bien. Él se vinculó a nosotros, por decirlo de esta manera, tomando un cuerpo y un alma humana y naciendo de una Virgen, para poder darnos su Divinidad. De esta manera, Él se hizo Hombre para que el hombre se haga Dios” (Santo Tomás de Aquino, Las tres grandes oraciones, comentarios sobre la oración del Señor, el Ave María y el Credo de los Apóstoles).
En el Catecismo podemos leer:
“La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la «Primera Alianza»(Hb9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel” (Catecismo 522). En el Antiguo Testamento aparecen varias proclamaciones de este tipo: “Espere Israel al Señor, porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: él redimirá a Israel de todos sus pecados.” (Sal 130, 7-8).
Este tiempo de espera y de preparación no se da sólo antes de la Encarnación sino que se da en cada año litúrgico y también en la actualidad. El Catecismo afirma:
“Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador”.
Catecismo, 524
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2. El Adviento es también un tiempo de preparación para la segunda venida de Cristo.
Como católicos, creemos que Cristo vendrá de nuevo al final de los tiempos y así lo profesamos en el Credo cada domingo:
“Y vendrá otra vez con gloria a juzgar a vivos y muertos; Y su reino no tendrá fin”.
Credo Niceno
Durante el Adviento nos preparamos para la venida de Cristo en Navidad, pero también recordamos que Cristo prometió volver. El Catecismo dice:
“Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: «Es preciso que él crezca y yo disminuya» (Jn 3, 30)”.
Catecismo 524
El Adviento es un tiempo de espera para la segunda venida, así como un reconocimiento de que seremos juzgados por Cristo por nuestras acciones y decisiones.
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Por esta razón el Adviento es un tiempo de arrepentimiento; esperamos con alegría la venida de Cristo, pero también buscamos el perdón por nuestros pecados para poder estar preparados. El Evangelio de Marcos proclama:
“Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos”.
Mc 13, 35-36
Durante un Ángelus, el papa Benedecito XVI enseñó sobre esta llamada a la vigilancia:
“¡Vigilad! Esta es la llamada de Jesús en el Evangelio de hoy. No se dirige sólo a sus discípulos sino a todos. ¡Vigilad! (Mc 13, 37). Es una exhortación saludable que nos recuerda que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que está proyectada hacia un «más allá», como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad, por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha utilizado sus propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos».
Papa Benedicto, Mensaje del Angelus, 27 de noviembre de 2011
3. Hay muchas maneras prácticas de entrar en el Adviento.
Los tiempos litúrgicos no existen sólo para la misa de los domingos, sino también para nuestro beneficio espiritual diario.
El padre John McCloskey, investigador en el instituto Fe y Razón recomienda a los lectores de Aleteia un conjunto de cosas que podemos hacer para entrar en este espíritu del Adviento, un espíritu de expectación, vigilancia, arrepentimiento y alegría.
Reza
“Rezar el Rosario todos los días centrándonos en los Misterios Gozosos” o “hacer una vigilia ante una clínica abortista con algunos amigos. Puedes salvar la vida de algún bebé y tal vez cambiar la mentalidad de alguno de los “Herodes” que dirigen las instalaciones”.
Ayuna
“Hacer un programa de ayuno para Adviento y ser moderado con la comida y la bebida en las fiestas de Navidad”
o “ver menos la televisión durante este tiempo o, por lo menos, ver algunos clásicos de Navidad con la familia o los amigos”
o “bajar el ritmo de compras”.
Dónate
“Recupera las obras corporales y espirituales de misericordia y realízalas una a una cada semana hasta que llegue la Navidad. Hay mucha gente herida que necesita sentir y recibir nuestro amor”.
o “háblales del sacramento de la Penitencia a tus amigos y familia y llévalos a un buen sacerdote para que se puedan confesar. ¿Cómo puede superar a eso un simple regalo de Navidad?”
Actúa
“Compra y lee el libro del papa Benedicto XVI sobre la infancia de Jesús”
o “no tires el árbol de Navidad o quites el Belén justo después del 25 de diciembre, el tiempo de Navidad no ha hecho más que empezar”
o “cumple los propósitos de Año Nuevo”.
Las sugerencias del padre McCloskey son sólo unas pocas de las muchas maneras que podemos seguir para entrar en este tiempo de Adviento.
La Iglesia nos ofrece este momento de espera para que nos podamos preparar más plenamente para la alegría y la gracia que recibimos en Navidad.