Francisco de Sales, Santo

Memoria Litúrgica. 24 de enero

Obispo de Ginebra
Doctor de la Iglesia

Cofundador de la Congregación de la Visitación

Martirologio Romano: Memoria de san Francisco de Sales, obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia. Verdadero pastor de almas, hizo volver a la comunión católica a muchos hermanos que se habían separado y con sus escritos enseñó a los cristianos la devoción y el amor a Dios. Fundó, junto con santa Juana de Chantal, la Orden de la Visitación, y en Lyon entregó humildemente su alma a Dios el 28 de diciembre de 1622. Fue sepultado en Annecy, en Francia, en este día (1622).

Etimológicamente: Francisco = Aquel que porta la bandera, es de origen germánico.

Fecha de canonización: 19 de abril de 1665 por el Papa Alejandro VII.

Breve Biografía

El patrono de los periodistas fue un escritor que se distinguió por decir la verdad con elegancia y sin herir a nadie, por escribir y hablar con tanta delicadeza que nadie se sentía molesto; un escritor y orador que no buscaba el morbo sino la transmisión de la simple y llana verdad evangélica. Y supo comunicar la idea de que todo lo auténticamente humano es cristiano.

Fue un humanista de pies a cabeza.

VIDA DE SAN FRANCISCO DE SALES

Nace el gran Santo:

San Francisco nació en el castillo de Sales, en Saboya, el 21 de agosto de 1567. Fue bautizado al día siguiente en la Iglesia parroquial de Thorens, con el nombre de Francisco Buenaventura. Durante toda su vida sería su patrono San Francisco de Asís. El cuarto donde él nació se llamaba «el cuarto de San Francisco», porque había en él una imagen del «Poverello» predicando a los pájaros y a los peces.

De niño Francisco fue muy delicado de salud ya que nació prematuro; pero gracias al cuidado que recibió, se pudo recuperar y fortalecerse con los años. Si bien no era robusto, su salud le permitió desplegar una enérgica actividad durante su vida.

La Madre de Francisco:

La Señora Francisca de Boisy era una mujer sumamente amable y trabajadora y profundamente piadosa. Santa Juana de Chantal dice que la gente la admiraba como a una de las damas más respetables de esa época.

Tenía que mandar y dirigirlo todo en un amplísimo castillo donde laboran cuarenta trabajadores, sirvientas, mensajeros, labradores, y encargados del ganado.

Es muy importante tener en cuenta las cualidades de la mamá de Francisco, porque éste, por el valle nublado frío y oscuro donde estaba su casa, podría haber sido un hombre retraído y más bien inclinado a la tristeza y el pesimismo. Y en cambio, por la maravillosa formación que Doña Francisca le va proporcionando y por la educación que le hace dar su padre, obtiene las bases para llegar a ser más tarde con la gracia de Dios y por sus grandes esfuerzos, un portento de amabilidad y del más exquisito trato social.

Doña Francisca era una mujer que vivía muy ocupada, pero sin afanes ni apresuramientos. Quizás de ella habrá aprendido el niño Francisco aquella virtud suya que le dará resultado toda su vida: trabajar mucho, trabajar siempre, pero sin perder la calma, sin inquietud, no dejando para mañana lo que se puede hacer hoy.

La religión dominaba la vida de doña Francisca, y la compartía con todos, de ahí que Francisco aprendiese todo esto y luego lo usase más tarde para el beneficio de muchas almas.

Infancia:

Era un niño lindo, rubio, rosado que se divertía jugando en el Castillo. Le gustaba ir al Templo y rezar mirando hacia el altar y también era muy dado a ayudar a los pobres. Sin duda había recibido del Espíritu Santo el don de la Magnificencia, que consiste en un gusto especial por dar, y dar con gran generosidad. Como niño vivo e inquieto, que le gustaba curiosear por aquel inmenso Castillo donde vivía; parecía que tenía cien pulgas debajo de la ropa que no le dejaban estar quieto, por lo que su madre y la nodriza tenían que estar constantemente viendo que estaba haciendo.

Su madre le enseñaba el catecismo y le narraba bellos ejemplos religiosos. Y cuando el pequeño Francisco se encontraba con otros niños por el camino o en el prado, les repetía las enseñanzas y narraciones que había escuchado de labios de su mamá. Se estaba entrenando para lo que sería su mas preciado trabajo: enseñar catecismo, pero enseñarlo bellamente a base de amenos ejemplos.

Hay un hecho en su infancia que denota mucho su celo por Dios pero también su inclinación a la ira, con la que luchará por 19 años de su vida hasta dominarla. Se cuenta que un día un Calvinista fue a visitar el Castillo, Francisco se enteró y como no podía meterse en la sala a protestar, tomó un palo en las manos, y lleno de indignación se fue al corral de las gallinas, arremetiendo contra ellas y gritando: «Fuera los herejes: No queremos herejes». Las pobres gallinas salieron corriendo y gritando ante su atacante, y a tiempo llegaron los sirvientes para salvarlas. Este que ahora atacaba a las gallinas, después llegará a tener un genio tan bondadoso y amable que no procederá con ira ni siquiera contra los más tremendos adversarios; ahora bien , esta bondad no nació con él sino que fue una conquista, poco a poco, con la ayuda de Dios.

Su padre, Don Francisco, tenía temor de que su hijo fuera a crecer flojo de voluntad porque la mamá lo quería muchísimo y podía hacerlo crecer algo consentido y mimado. Entonces le consiguió de profesor a un sacerdote muy rígido y muy exigente, el Padre Deage. Este será su preceptor durante toda su vida de estudiante. Era un hombre super exacto en todo, pero muy frecuentemente demasiado perfeccionista en sus exigencias. Este preceptor lo ayudará mucho en su formación pero le hará pasar muchos ratos amargos, por exigirle demasiado.

Francisco no protestará nunca y en cambio le sabrá agradecer siempre, pero para su comportamiento futuro tomará la resolución de exigir menos detalles importunos y hacer más amables a quienes él tenga que dirigir.

A los 8 años entró en el Colegio de Annecy, y a los 10 años hizo su Primera Comunión junto con la Confirmación. Desde ese día se propuso no dejar pasar un día sin visitar a Jesús Sacramentado en el Templo o en la Capilla del colegio. El que más tarde será el gran promotor del culto solemne a la Eucaristía, fue preparado muy cuidadosamente por la madre y por su Sacerdote preceptor para recibir por primera vez a Jesús Sacramentado. Guiado por su madre se trazó unos buenos propósitos como recuerdo de su Primera Comunión:

1) Cada mañana y cada noche rezaré algunas oraciones.

2) Cuando pase por frente de una Iglesia entraré a visitar a Jesús Sacramentado, si no hay una razón grave que me lo impida.

3) Siempre y en toda ocasión que me sea posible ayudaré a las gentes más pobres y necesitadas.

4) Leeré libros buenos, especialmente Vidas de Santos.

Durante toda su vida procuró ser enteramente fiel a estos propósitos.

Un año más tarde en la misma Iglesia de Santo Domingo (actualmente San Mauricio), recibió la tonsura.

Francisco, estudiante:

Un gran deseo de consagrarse a Dios consumía al joven, que había cifrado en ello la realización de su ideal; pero su padre (que al casarse había tomado el nombre de Boisy) tenía destinado a su primogénito a una carrera secular, sin preocuparse de sus inclinaciones. A los 14 años, Francisco fue a estudiar a la Universidad de París que, con sus 54 colegios, era uno de los más grandes centros de enseñanza de la época.

Su padre le había enviado al colegio de Navarra, a donde iban los hijos de las familias de Saboya; pero Francisco, que temía por su vocación, consiguió que consintiera en dejarle ir al Colegio de Clermont, dirigido por los jesuitas y conocido por la piedad y el amor a la ciencia que reinaban en él. Acompañado por el Padre Déage, Francisco se instaló en el hotel de la Rosa Blanca de la calle St. Jacques, a unos pasos del Colegio de Clermont. Francisco se propuso un Plan de Vida durante su estadía en el colegio. Se propuso dedicarse a hacer lo que tenía que hacer: prepararse bien para el futuro.

Desde el principio, guiado, por su director, el Padre Déage, se trazó un programa de acción: Cada semana confesarse y comulgar. Cada día atender muy bien a las clases y preparar las tareas y lecciones para el día siguiente. Dos horas diarias de ejercicios de equitación, de esgrima, de baile .

La debida mezcla entre los ejercicios de piedad y las artes gimnásticas le fueron consiguiendo un aire de elegancia y respetabilidad. Era alto, gallardo y bien presentado. Enemigo de los lujos, pero siempre decorosamente presentado. En las reuniones de gente de refinada elegancia era el invitado preferido, porque a la vez de ser muy sencillo y sin rebuscamientos inútiles, era «la cultura personificada».

Más tarde, cuando sea Obispo, la gente exclamará: «en las reuniones sociales se porta con la santidad de un digno ministro de Dios, y en las ceremonias religiosas se porta con la elegancia del más exquisito de los caballeros». Y al preguntarle alguien el por que, respondió: «Cuando estoy en la alegría de una fiesta social me imagino estar revestido de ornamentos de Obispo, y me comporto con la dignidad que esto exige. Y cuando estoy celebrando una ceremonia religiosa me imagino estar en la más exquisita y refinada reunión, y trato de comportarme con la educación y urbanidad que en estos casos se exige».

Pronto se distinguió en retórica y en filosofía; después se entregó apasionadamente al estudio de la teología. Cada día estaba más decidido a consagrarse a Dios y acabó por hacer voto de castidad perpetua, poniéndose bajo la protección de la Santísima Virgen. Pero no por ello faltaron las pruebas.

La más terrible tentación de su juventud:

Vivir en gracia de Dios en aquellos ambientes no era nada fácil. Sin embargo, Francisco supo alejarse de toda ocasión peligrosa y de toda amistad que pudiera llevarle a ofender a Dios y logró conservar así el alma incontaminada y admirablemente pura. Francisco tenía 18 años.

Su carácter era muy inclinado a la ira, y muchas veces la sangre se le subía a la cara ante ciertas burlas y humillaciones, pero lograba contenerse de tal manera que muchos llegaban hasta imaginarse que a Francisco nunca le daba mal genio por nada. Pero entonces el enemigo del alma, al ver que con las pasiones más comunes no lograba derrotarlo, dispuso atacarlo por un nuevo medio más peligroso y desconocido.

Empezó a sentir en su cerebro el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. La herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído, se le clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Perdió el apetito y ya no dormía. Estaba tan impresionantemente flaco y temía hasta enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran los demás sufrimientos del infierno, sino que allá no podría amar a Dios.

El Señor permitiéndole la tentación le da la salida. El primer remedio que encontró fue decirle al Señor: «Oh mi Dios, por tu infinita Justicia tengo que irme al infierno para siempre, concédeme que allá yo pueda seguirte amando. No me interesa que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de que me permitas seguirte amando siempre»; esta oración le devolvió gran parte de paz a su alma.

Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la famosa oración de San Bernardo:

«Acuérdate Oh piadosísima Virgen María, que jamás oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados , me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo Divino, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén»

Al terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro todos sus pensamientos de tristeza y de desesperación y en vez de los amargos convencimientos de que se iba a condenar, le vino la seguridad de que «Dios envió al mundo a su Hijo no para condenarlo, sino para que los pecadores se salven por medio de Él. Y el que cree no será condenado» (Juan 3:17).

Esta prueba le sirvió mucho para curarse de su orgullo y también para saber comprender a las personas en crisis y tratarlas con bondad.

Estudiante de universidad:

En el 1588, partió para la ciudad italiana de Padua; su padre le había dado la orden de estudiar abogacía, doctorarse en derecho. Francisco fue obedeciendo a su padre. Estudiaba derecho durante cuatro horas diarias para poder llegar a ser abogado. Otras cuatro horas estudiaba Teología, la ciencia de Dios, porque tenía un gran deseo: llegar a ser sacerdote.

Durante su estadía en Padua, dice el mismo Francisco, que lo que más le ayudó fue la amistad y dirección espiritual de ciertos sacerdotes jesuitas muy sabios y muy santos. Le ayudó mucho la lectura de un libro, que le acompañará durante su vida por 17 años, escrito por el Padre Scupoli llamado: «El Combate Espiritual». Lo leía todos los días y sacaba gran provecho de su lectura.

San Francisco hizo un detallado plan de vida para preservarse durante su estadía en Padua, y se propuso hacer lo siguiente:

1) Cada mañana hacer el Examen de previsión : que consistía en ver que trabajos, que personas o actividades iba a realizar en ese día, y planear como iba a comportarse ante ellos.

2) A mediodía visitar el Santísimo Sacramento y hacer el Examen Particular: examinando su defecto dominante y viendo si había actuado con la virtud contraria a él, (durante 19 años su examen particular será acerca del mal genio, de aquel defecto tan fuerte que era su inclinación a encolerizarse).

3) Ningún día sin Meditación: Aunque fuese por media hora, dedicarse a pensar en los favores recibidos por el Señor, en las grandezas de Dios , en las verdades de la Biblia o en los ejemplos de los santos.

4) Cada día rezar el Santo Rosario: no dejarlo de rezar ningún día de su vida, promesa que siempre cumplió.

5) En su trato con los demás ser amable pero moderado.

6) Durante el día pensar en la Presencia de Dios.

7) Cada noche antes de acostarse hacer el Examen del día : decía, «recordaré si empecé mi jornada encomendándome a Dios. Si durante mis ocupaciones me acordé muchas veces de Dios para ofrecerle mis acciones, pensamientos, palabras y sufrimientos. Si todo lo que hoy hice fue por amor al buen Dios. Si traté bien a las personas. Si no busqué en mis labores y palabras darle gusto a mi amor propio y a mi orgullo, sino agradar a Dios y hacer bien a mi prójimo. ¿Si supe hacer algún pequeño sacrificio?, ¿Si me esforcé por estar fervoroso en la oración? y pediré perdón al Señor por las ofensas de este día, haré propósito de portarme mejor en adelante; y suplicaré al cielo que me conceda fortaleza para ser siempre fiel a Dios; y rezando mis tres Avemarías me entregaré pacíficamente al sueño. Firmado: Francisco de Sales, Padua 1589.

Así Francisco, mantuvo protegido su corazón todo el tiempo en el que estuvo estudiando en Padua y a los 24 años obtuvo el doctorado en leyes, y fue a reunirse con su familia en el castillo de Thuille, a orillas del lago de Annecy. Ahí llevó durante 18 meses, por lo menos en apariencia, la vida ordinaria de un joven de la nobleza. El padre de Francisco tenía gran deseo de que su hijo se casara cuanto antes y había escogido para él a una encantadora muchacha, heredera de una de las familias del lugar. Sin embargo, el trato cortés, pero distante, de Francisco hicieron pronto comprender a la joven que este no estaba dispuesto a secundar los deseos de su padre.

El santo declinó, por la misma razón, la dignidad de miembro del senado que le había sido propuesta, a pesar de su juventud.

Hasta entonces Francisco sólo había confiado a su madre y a su primo Luis de Sales y a algunos amigos íntimos, su deseo de consagrarse al servicio de Dios. Pero había llegado el momento de hablar de ello con su padre. El Señor de Boisy lamentaba que su hijo se negara a aceptar el puesto en el senado y que no hubiese querido casarse, pero ello no le había hecho sospechar, ni por un momento, que Francisco pensara en hacerse sacerdote.

La muerte del deán del capítulo de Ginebra hizo pensar al canónigo Luis de Sales en la posibilidad de nombrar a Francisco para sustituirle, lo cual haría menos duro el golpe para el padre del santo. Con la ayuda de Claudio de Granier, obispo de Ginebra, pero sin consultar a ningún miembro de la familia, el canónigo explicó el asunto al Papa, quien debía hacer el nombramiento y, a vuelta de correo, llegó la respuesta del Sumo Pontífice que daba a Francisco el puesto. Este quedó muy sorprendido ante la dignidad con que le distinguía el Papa, pero se resignó a aceptar ese honor que no había buscado, con la esperanza de que su padre accedería así más fácilmente a su ordenación.

Pero el Señor de Boisy era un hombre muy decidido y pensaba que sus hijos le debían una obediencia absoluta. Francisco tuvo que recurrir a toda su respetuosa paciencia y su poder de persuasión para convencerle de que debía ceder.

Por fin vistió la sotana el día mismo en que obtuvo el consentimiento de su padre, y fue ordenado sacerdote 6 meses después, el 18 de diciembre de 1593. A partir de ese momento, se entregó al cumplimiento de sus nuevos deberes con un celo que nunca decayó. Ejercitaba los ministerios sacerdotales entre los pobres, con especial cariño; sus penitentes predilectos eran los de cuna humilde.

Su predicación no se limitó a Annecy únicamente, sino a otras muchas ciudades. Hablaba con palabras sencillas, que los oyentes le escuchaban encantados, pues no había en sus sermones todo ese ornato de citas griegas y latinas tan común en aquellos tiempos, a pesar de que Francisco era doctor. Pero Dios tenía destinado al santo emprender, en breve, un trabajo mucho más difícil.

A la conquista de los Calvinistas; La Misión de Chablais.

Las condiciones religiosas de los habitantes del Chablais, en la costa sur del lago de Ginebra, eran deplorables debido a los constantes ataques de los ejércitos protestantes, y el duque de Saboya rogó al Obispo Claudio de Granier que mandase algunos misioneros a evangelizar de nuevo la región. El Obispo envió a un sacerdote de Thonon, capital del Chablais; pero sus intentos fracasaron. El enviado tuvo que retirarse muy pronto. Entonces el Obispo presentó el asunto a la consideración de su capítulo, sin ocultar sus dificultades y peligros. De todos los presentes, Francisco fue quien mejor comprendió la gravedad del problema, y se ofreció a desempeñar ese duro trabajo, diciendo sencillamente: «Señor, si creéis que yo pueda ser útil en esa misión, dadme la orden de ir, que yo estoy pronto a obedecer y me consideraré dichoso de haber sido elegido para ella». El Obispo aceptó al punto, con gran alegría para Francisco.

Pero el Señor de Boisy veía las cosas de distinta manera y se dirigió a Annecy para impedir lo que él llamaba «una especie de locura». Según él, la misión equivalía a enviar a su hijo a la muerte. Arrodillándose, a los pies del Obispo le dijo: «Señor, yo permití que mi primogénito, la esperanza de mi casa, de mi avanzada edad y de mi vida, se consagrara al servicio de la Iglesia; pero yo quiero que sea un confesor y no un mártir». Cuando el Obispo, impresionado por el dolor y las súplicas de su amigo, se disponía a ceder, el mismo Francisco le rogó que se mantuviese firme: «¿Vais a hacerme indigno del Reino de los Cielos? -preguntó- Yo he puesto la mano en el arado, no me hagáis volver atrás».

El Obispo empleó todos los argumentos posibles para disuadir al Sr. de Boisy, pero éste se despidió con las siguientes palabras: «No quiero oponerme a la voluntad de Dios, pero tampoco quiero ser el asesino de mi hijo permitiendo su participación en esta empresa descabellada. …yo jamás autorizaré esta misión».

Francisco tuvo que emprender el viaje, sin la bendición de su padre, el 14 de Septiembre de 1594, día de La Santa Cruz. Partió a pie, acompañado solamente por su primo, el canónigo Luis de Sales, a la reconquista del Chablais.

El gobernador de la provincia se había hecho fuerte con un piquete de soldados en el castillo de Allinges, donde los dos misioneros se las ingeniaron para pasar las noches a fin de evitar sorpresas desagradables. En Thonon quedaban apenas unos 20 católicos, a quienes el miedo impedía profesar abiertamente sus creencias. Francisco entró en contacto con ellos y los exhortó a perseverar valientemente. Los misioneros predicaban todos los días en Thonon, y poco a poco, fueron extendiendo sus fuerzas a las regiones circundantes.

El camino al castillo de Allinges, que estaban obligados a recorrer, ofrecía muchas dificultades y, particularmente en invierno, resultaba peligroso. Una noche, Francisco fue atacado por los lobos y tuvo que trepar a un árbol y permanecer ahí en vela para escapar con vida. A la mañana siguiente, unos campesinos le encontraron en tan lastimoso estado que, de no haberle transportado a su casa para darle de comer y hacerle entrar en calor, el santo habría muerto seguramente. Los buenos campesinos eran calvinistas. Francisco les dio las gracias en términos tan llenos de caridad, que se hizo amigo de ellos y muy pronto los convirtió al catolicismo.

En el 1595, un grupo de asesinos se puso al asecho de Francisco en dos ocasiones, pero el cielo preservó la vida del santo en forma milagrosa.

El tiempo pasaba y el fruto del trabajo de los misioneros era muy escaso. Por otra parte, el Sr. de Boisy enviaba constantemente cartas a su hijo, rogándole y ordenándole que abandonase aquella misión desesperada. Francisco respondía siempre que si su Obispo no le daba una orden formal de volver, no abandonaría su puesto. El santo escribía a un amigo de Envían en estos términos: «Estamos apenas en los comienzos. Estoy decidido a seguir adelante con valor, y mi esperanza contra toda esperanza está puesta en Dios».

San Francisco hacía todos los intentos para tocar los corazones y las mentes del pueblo. Con ese objeto, empezó a escribir una serie de panfletos en los que exponía la doctrina de la Iglesia y refutaba la de los calvinistas. Aquellos escritos, redactados en plena batalla, que el santo hacía copiar a mano por los fieles, para distribuirlos, formarían más tarde el volumen de las «controversias». Los originales se conservan todavía en el convento de la Visitación de Annecy. Aquí empezó la carrera de escritor de San Francisco de Sales, que a este trabajo añadía el cuidado espiritual de los soldados de la guarnición del castillo de Allinges, que eran católicos de nombre y formaban una tropa ignorante y disoluta.

En el verano de 1595, cuando San Francisco se dirigía al monte Voiron a restaurar un oratorio a Nuestra Señora, destruido por los habitantes de Berna, una multitud se echó sobre él, después de insultarle, y le maltrató.

Poco a poco el auditorio de sus sermones en Thonon fue más numeroso, al tiempo que los panfletos hacían efecto en el pueblo. Por otra parte, aquellas gentes sencillas admiraban la paciencia del santo en las dificultades y persecuciones, y le otorgaban sus simpatías. El número de conversiones empezó a aumentar y llegó a formarse una corriente continua de apostatas que volvían a reconciliarse con la Iglesia.

Cuando el Obispo Granier fue a visitar la misión, 3 o 4 años más tarde, los frutos de la abnegación y celo de San Francisco de Sales eran visibles. Muchos católicos salieron a recibir al Obispo, quien pudo administrar una buena cantidad de confirmaciones, y aún presidir la adoración de las 40 horas, lo que había sido inconcebible unos años antes, en Thonon. San Francisco había restablecido la fe Católica en la provincia y merecía, en justicia, el título de «Apóstol del Chablais».

Mario Besson, un posterior obispo de Ginebra ha resumido la obra apostólica de su predecesor en una frase del mismo San Francisco de Sales a Santa Juana de Chantal: «Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas». El mismo Obispo Mons. Besson, cita al Cardenal Du Perron: «Estoy convencido de que, con la ayuda divina, la ciencia que Dios me ha dado es suficiente para demostrar que los herejes están en el error; pero si lo que queréis es convertirles, llevadles al Obispo de Ginebra, porque Dios le ha dado la gracia de convertir a cuantos se le acercan».

San Francisco de Sales, Obispo:

Monseñor de Granier, quien siempre había visto en Francisco un posible coadjutor y sucesor, pensó que había llegado el momento de poner en obra sus proyectos. El santo se negó a aceptar, al principio, pero finalmente se rindió a las súplicas de su Obispo, sometiéndose a lo que consideraba como una manifestación de la voluntad de Dios. Al poco tiempo, le atacó una grave enfermedad que lo puso entre la vida y la muerte. Al restablecerse fue a Roma, donde el Papa Clemente VIII, que había oído muchas alabanzas sobre la virtud y las cualidades del joven sacerdote decano, pidió que se sometiese a un examen en su presencia. El día señalado se reunieron muchos teólogos y sabios.

El mismo Sumo Pontífice, así como Baronio, Bernardino, el cardenal Federico Borromeo (primo del santo) y otros, interrogaron al santo sobre 35 puntos difíciles de teología. San Francisco respondió con sencillez y modestia, pero sin ocultar su ciencia. El Papa confirmó su nombramiento de coadjutor de Ginebra, y Francisco volvió a su diócesis, a trabajar con mayor ahínco y energía que nunca.

En 1602 fue a París donde le invitaron a predicar en la capilla real, que pronto resultó pequeña para la tal multitud que acudía a oír la palabra del santo, tan sencilla, tan conmovedora y tan valiente. Enrique IV concibió una gran estima por el coadjutor de Ginebra y trató en vano de retenerle en Francia.

Años más tarde, cuando San Francisco de Sales fue de nuevo a París, el rey redobló sus instancias; pero el joven obispo se rehusó a cambiar su diócesis de la montaña, su «pobre esposa», como él la llamaba, por la importante diócesis -«la esposa rica»- que el rey le ofrecía. Enrique IV exclamó: «El Obispo de Ginebra tiene todas las virtudes, sin un solo defecto».

A la muerte de Claudio de Granier, acaecida en el otoño de 1602, Francisco le sucedió en el gobierno de la diócesis. Fijó su residencia en Annecy, donde organizó su casa con la más estricta economía, y se consagró a sus deberes pastorales con enorme generosidad y devoción. Además del trabajo administrativo, que llevaba hasta en los menores detalles del gobierno de su diócesis, el santo encontraba todavía tiempo para predicar y confesar con infatigable celo. Organizó la enseñanza del catecismo; él mismo se encargaba de la instrucción de Annecy, y lo hacía en forma tan interesante y fervorosa, que las gentes del lugar recordaban todavía, muchos años después de su muerte, «el catecismo del obispo».

La generosidad y caridad, la humildad y clemencia del santo eran inagotable. En su trato con las almas fue siempre bondadoso, sin caer en la debilidad; pero sabía emplear la firmeza cuando no bastaba la bondad.

En su maravilloso «Tratado del Amor de Dios» escribió: «La medida del amor es amar sin medida». Supo vivir lo que predicaba.

Con su abundante correspondencia alentó y guió a innumerables personas que necesitaban de su ayuda. Entre los que dirigía espiritualmente, Santa Juana de Chantal ocupa un lugar especial. San Francisco la conoció en 1604, cuando predicaba un sermón de cuaresma en Dijón. La fundación de la Congregación de la Visitación, en 1610, fue el resultado del encuentro de los dos santos.

El libro «Introducción a la Vida Devota» nació de las notas que el santo conservaba de las instrucciones y consejos enviados a su prima política, la Sra. de Chamoisy, que se había confiado a su dirección. San Francisco se decidió, en 1608, a publicar dichas notas, con algunas adiciones. El libro fue recibido como una de las obras maestras de la ascética, y pronto se tradujo en muchos idiomas.

En 1610, Francisco de Sales tuvo la pena de perder a su madre (su padre había muerto años antes). El santo escribió más tarde a Santa Juana de Chantal: «Mi corazón estaba desgarrado y lloré por mi buena madre como nunca había llorado desde que soy sacerdote». San Francisco habría de sobrevivir por nueve años a su madre, nueve años de inagotable trabajo.

Últimos meses y muerte del Santo:

En 1622, el duque de Saboya, que iba a ver a Luis XIII en Aviñón, invitó al santo a reunirse con el en aquella ciudad. Movido por el deseo de abogar por la parte francesa de su diócesis, el obispo aceptó al punto la invitación, aunque arriesgaba su débil salud un viaje tan largo, en pleno invierno.

Parece que el santo presentía que su fin se acercaba. Antes de partir de Annecy puso en orden todos sus asuntos y emprendió el viaje como si no tuviera esperanza de volver a ver a su grey. En Aviñón hizo todo lo posible por llevar su acostumbrada vida de austeridad; pero las multitudes se apiñaban para verle y todas las comunidades religiosas querían que el santo obispo les predicara.

En el viaje de regreso, San Francisco se detuvo en Lyon, hospedándose en la casita del jardinero del convento de la Visitación. Aunque estaba muy fatigado, pasó un mes entero atendiendo a las religiosas. Una de ellas le rogó que le dijese qué virtud debía practicar especialmente; el santo escribió en una hoja de papel, con grandes letras: «Humildad».

Durante el Adviento y la Navidad, bajo los rigores de un crudo invierno, prosiguió su viaje, predicando y administrando los sacramentos a todo el que se lo pidiera. El día de San Juan le sobrevino una parálisis; pero recuperó la palabra y el pleno conocimiento. Con admirable paciencia, soportó las penosas curaciones que se le administraron con la intención de prolongarle la vida, pero que no hicieron más que acortársela.

En su lecho repetía: «Puse toda mi esperanza en el Señor, y me oyó y escuchó mis súplicas y me sacó del foso de la miseria y del pantano de la iniquidad».

En el último momento, apretando la mano de uno de los que le asistían solícitamente murmuró: «Empieza a anochecer y el día se va alejando».

Su última palabra fue el nombre de «Jesús». Y mientras los circundantes recitaban de rodillas las Letanías de los agonizantes, San Francisco de Sales expiró dulcemente, a los 56 años de edad, el 28 de Diciembre de 1622, fiesta de los Santos Inocentes. Había sido obispo por 21 años.

Después de su muerte:

A la misma hora en que falleció San Francisco de Sales, en la ciudad de Grenoble estaba Santa Juana de Chantal orando por él, cuando oyó una voz que decía: » Ya no vive sobre la tierra», pero era poca inclinada a creer en favores extraordinarios, no creyó que fuese un aviso de la muerte del santo. Cuando le llegaron con la noticia, comprendió que aquella voz era cierta y durante todo el día y la noche no podía parar de llorar la muerte del Santo.

El día 29 de Diciembre la ciudad entera de Lyon fue desfilando por la humilde casita donde había muerto el querido santo. Y era tanto el deseo de la gente de besarle las manos y los pies, que los médicos no lograban llevarse el cadáver para hacerle la autopsia.

-La hiel: Dice monseñor Camus que al sacarle la hiel la encontraron convertida en 33 piedrecitas, señal de los esfuerzos tan heroicos que había tenido que hacer para vencer su temperamento tan inclinado a la cólera y al mal genio y llegar a ser el santo de la amabilidad.
-Reliquias: Todos en Lyon querían un recuerdo del santo: sus ropas fueron partidas en miles de pedacitos para darle a cada cual alguna reliquia.
-El corazón: dentro de un estuche de plata fue llevado el corazón del gran Obispo al convento de las Hermanas de la Visitación en Lyon, y guardado allí como un tesoro.
-Expuesto al público: Una vez embalsamado, el cuerpo de Monseñor Francisco de Sales fue vestido con sus ornamentos episcopales y trasladado en un ataúd para sus funerales en la iglesia de la Visitación. Estuvo expuesto para veneración de los fieles por dos días.
Cuando la noticia llegó a Annecy, tomó a todos por sorpresa y después de un silencio general, todos lloraban a su querido obispo.
Inmediatamente que llegó su cadáver a Annecy y fue sepultado, empezaron a ocurrir milagros por la intercesión del santo, lo que llevó a La Santa Sede a abrir su causa de Beatificación en 1626.

¿Que sucedió el día que abrieron su tumba?:
En 1632 se hizo la exhumación del cadáver de Francisco de Sales para saber cómo estaba. Abrieron su tumba los comisionados de la Santa Sede acompañados de las monjas de la Visitación. Cuando levantaron la lápida, apareció el santo igual que cuando vivía. Su hermoso rostro conservaba la expresión de un apacible sueño. Le tomaron la mano y el brazo estaba elástico (llevaba 10 años de enterrado). Del ataúd salía una extraordinaria y agradable fragancia.

Toda la ciudad desfiló ante su santo Obispo que apenas parecía dormido. Por la noche cuando todos los demás se hubieron ido, la Madre de Chantal volvió con sus religiosas a contemplar más de cerca y con más tranquilidad y detenimiento el cadáver de su venerado fundador. Más a causa de la prohibición de las autoridades no se atrevió a tocarle ni a besar sus hermosas manos pálidas.

Pero al día siguiente los enviados de la Santa Sede le dijeron que la prohibición para tocarlo no era para ella, y entonces se arrodilló junto al ataúd, se inclinó hacia el santo, le tomó la mano y se la puso sobre la cabeza como para pedirle una bendición. Todas las hermanas vieron como aquella mano parecía recobrar vida y moviendo los dedos, suavemente oprimió y acarició la humilde cabeza inclinada de su discípula preferida y santa.

Todavía hoy, en Annecy, las hermanas de la Visitación conservan el velo que aquel día llevaba en la cabeza la Madre Juana Francisca.

San Francisco fue beatificado por el Papa Alejandro VII en el 1661, y el mismo Papa lo canonizó en el 1665, a los 43 años de su muerte.

En el 1878 el Papa Pío IX, considerando que los tres libros famosos del santo: «Las controversias»(contra los protestantes); La Introducción a la Vida Devota» (o Filotea) y El Tratado del Amor de Dios (o Teótimo), tanto como la colección de sus sermones, son verdaderos tesoros de sabiduría, declaró a San Francisco de Sales «Doctor de la Iglesia» , siendo llamado «El Doctor de la amabilidad».

Oración
Glorioso San Francisco de Sales,
vuestro nombre porta la dulzura del corazón mas afligido;
vuestras obras destilan la selecta miel de la piedad;
vuestra vida fue un continuo holocausto de amor perfecto
lleno del verdadero gusto por las cosas espirituales,
y del generoso abandono en la amorosa divina voluntad.
Enséñame la humildad interior,
la dulzura de nuestro exterior,
y la imitación de todas las virtudes que has sabido copiar
de los Corazones de Jesús y de María.Amén

A Francisco de Sales se le considera también patrón de los sordomundos.

¡Felicidades a quienes leven este nombre y a los periodistas!

Decisiones entre el bien y el mal

Santo Evangelio según san Marcos 3, 22-30. Lunes III del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, dame la oportunidad de escucharte a través de todo lo que sucede en mi vida. Pero, sobre todo, te pido que me des el entendimiento que necesito para comprender, aceptar y, finalmente, vivir conforme a lo que Tú quieres de mi vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 22-30

En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: «Este hombre esta poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera».

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Solo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno». Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hacemos gran cantidad de juicios en el momento en que vemos la maldad de una persona. El mal se puede encontrar hasta en los que no nos imaginamos: un familiar, un amigo… La tendencia natural es ser un escriba que enjuicia todo lo que no está conforme a sus propios criterios. Nuestro deber es comprenderle, pues no sabemos toda la historia que hay por detrás. Sin aceptar el mal que hacen, es de vital importancia saber acompañar.

Esto sucede de forma semejante en nosotros cuando vemos nuestro interior y nos damos cuenta de que hay una constante batalla entre el bien que deseamos y el mal que nos obliga. Nos puede ayudar el recordar una imagen bastante común: Cuando estamos decidiendo el hacer o no hacer, ya sea bueno o malo; el demonio comienza a tentar en un oído y el ángel, por el otro lado, no hace más que recordar lo que somos.

Si tenemos claro lo que somos, seres capaces de obrar coherentemente. El discernimiento será más claro y el momento de actuar será lo que confirme nuestra lucha por hacer el bien. En cambio, si no tenemos clara nuestra identidad entraremos en confusión y no sabremos salir adelante. Incluso estando rodeados por el pecado, si sabemos quiénes somos podremos salir adelante en medio de nuestras debilidades, de nuestros defectos y egoísmos.

«Preguntarnos si las novedades son todas malas, todas. La respuesta es “no”. El Evangelio es una novedad, Jesús es una novedad, es la novedad de Dios. Es necesario discernir las novedades: ¿esta novedad es del Señor, viene del Espíritu Santo, viene de la raíz de Dios o esta novedad viene de una raíz perversa? Antes, sí, era pecado, no se podía matar a los niños, pero hoy se puede, no hay mucho problema, es una novedad perversa. Ayer las diferencias estaban claras, como hizo Dios, la creación se respetaba; pero hoy somos un poco modernos: tú haces, tú entiendes, las cosas no son muy diferentes si se hace una mezcla de cosas. Y esta es la raíz perversa: la novedad de Dios nunca hace una mezcla, nunca hace una negociación; es vida, va de frente, es raíz buena, hace crecer, mira al futuro. Las colonizaciones ideológicas y culturales miran sobre todo al presente, reniegan del pasado y no miran al futuro: viven en el momento, no en el tiempo y por esto no pueden prometernos nada. Con este comportamiento de hacer a todos iguales y borrar las diferencias cometen, hacen el pecado feísimo de blasfemar contra el Dios creador. Cada vez que llega una colonización cultural e ideológica se peca contra Dios creador porque se quiere cambiar la creación como Él la ha hecho».

(Homilía de S.S. Francisco, 21 de noviembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de ver las virtudes de las personas que me rodean.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿El diablo aparece poco en la Biblia?

El diablo es frecuentemente mencionado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, veámoslo.

Pregunta:

Sus respuestas a diferentes preguntas me han aclarado muchas dudas en forma muy completa. Por ello pregunto lo siguiente: A mi modesto entender en el Antiguo Testamento y en la religión Judaica se menciona poco al ángel caído (diablo) y sus huestes de ángeles rebeldes; no encuentro su descripción en el Génesis. En los artículos que he leído de la Torah y sus comentarios tampoco he encontrado referencias claras. En la Biblia para niños que es católica, sale cada sección con su referencia al Antiguo o Nuevo Testamento, sin embargo al exponer este tema no tiene referencia. En la Biblia de Jerusalén tampoco me queda claro el por qué no es mencionado en el Antiguo Testamento. Quisiera que me ilustrara más en qué momento la Iglesia elaboró y en base a qué antecedentes o revelaciones se sabe que lucifer y sus ángeles se rebelaron contra nuestro Señor. Lo saludo atentamente.

Respuesta:

Estimado:

Tal vez usted no haya leído detenidamente la Sagrada Escritura, pues tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el demonio o diablo es frecuentemente mencionado. Le envío el siguiente artículo escrito hace ya varias décadas por el eminente biblista Francesco Spadafora que confirma lo que le estoy diciendo.

En hebreo recibe el nombre de has-satán ‘el adversario’ (Job 1,6. 9. 12; 2, 3.4.6. 7; 1 Par 21, 1; Zac 3, 1. 2), término que, sin artículo, indica un enemigo humano (1 Sam 29, 4; 2 Sam 19, 22; etc.). En el griego de los Setenta se lee diabolos, de diabaloo, ‘acusador’ ‘calumniador’ para traducir el hebreo has-satán y también sar y sorer, ‘enemigo’ (en Est 7, 4; 8, 1); hállanse los términos daímon y daimonion, con los cuales los griegos denominaban principalmente a la divinidad que dirige los destinos humanos, el genio tutelar inferior a los dioses, a las almas de los difuntos; pero los Setenta los emplean para nombrar al diablo, traduciendo los nombres hebreos se’îrìm (Lev 17, 7; 16, 8. 10; 2 Par 11, 15; Is 13, 21; 34, 14); sedîm (Dt 32, 17; Sal 106, 37; acadio Sidu); elîlîm (Sal 96, 5), Siyyîm (Is 34, 14).

Como principal responsable de la caída y de la consiguiente privación de los dones espirituales y preternaturales que sufrieron nuestros primeros padres (Gén 3, 1 ss.; cf. Sab 2, 24; Jn 8, 44; Heb 2, 14; Ap 12, 9; 20, 2) concíbese a este enemigo invencible como omnipresente y como espía que acusa a los hombres ante Dios y los tienta para lograr su condenación (Job 1, 6 ss.; 1 Par 21, 1; Zac 3, 1 s.). Al diablo de la lujuria, al que se vence con la mortificación y la oración, llámasele Asmodeo en Tob 3, 8; 6, 8 ss.; 12, 3. 14. Según cierta opinión rabínica seguida por Orígenes (PG 11, 1364) y renovada por los modernos, el Azazel de que se habla en Lev 16, 8, ss. para el día de la expiación, sería un diablo y precisamente el príncipe de los diablos. Pero probablemente Azazel no es más que un nombre del macho cabrio expiatorio, lanzado al desierto.

En el Nuevo Testamento, el diablo o satanás (frecuentemente singular colectivo, por los ángeles rebeldes en general) es el jefe de los ángeles rebeldes que fomentan el mal y la perdición (Ap 9, 11; 12, 7-9). El término en singular (ho diabolos) es empleado 39 veces en este sentido técnico de enemigo de Dios y de sus fieles; en plural es empleado en tres casos como atributivo ‘acusador’ (1 Tim 3, 11; 2 Tim 3, 3; Ju 2, 3). Aparece también 36 veces ó satanás, sin contar las voces afines oi daimones (Mt 8, 31) y tò daimonion (63 veces, 27 en singular y 36 en plural). En Ap 12, 9 y 20, 2 el diablo o satanás es identificado con el dragón. Llámasele también el ‘tentador’ ó peirázon: Mt 4, 3); el ‘maligno’ (ponerós: Act 19, 12; 1 Jn 2, 13); el ‘espíritu inmundo’) tò àkazarton: Mt 12, 43); en Ap 12, 10 se le da el calificativo de ‘acusador de nuestros hermanos (los cristianos) que les acusa ante Dios día y noche’, y en relación con el juicio que nos espera, se le llama también ‘el adversario en el tribunal’ (ho antidikos: 1 Pe 5, 8).

El diablo es un ángel pecador y castigado. La antigua tradición religiosa hebrea relacionada con el pecado de los ángeles está expuesta por San Pedro (2 Pe 2, 4) y por San Judas (1, 6). También alude a ella Jesucristo cuando dice: ‘Él era homicida desde el principio y no perseveró en la verdad, porque la verdad no está en él’ (Jn 8, 44), y San Juan en las palabras: ‘Peca el diablo desde el principio’ (1 Jn 3, 8). En cuanto a determinar la especie de pecado, se da la preferencia al de soberbia, por estar más en consonancia con la naturaleza espiritual del ángel. Habiendo sido confinados en los abismos tenebrosos (2 Pe 2, 4; Jds 1, 6) y castigados con el fuego eterno creado para ellos (Mt 25, 41), estos ángeles caídos, que son muy numerosos (Mc 5, 9; cf. Lc 8, 30), tienen un poder limitado sobre los hombres (1 Pe 5, 8) hasta que se dé la sentencia de condenación en el juicio final (II Pe 2, 4; Jds 1, 6).

Como ‘príncipe de este mundo’ (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11), ‘dios de este siglo’ (2 Cor 4,4) y ‘señor’ (Mt 4, 9; Lc 4, 6) manifiesta su poder entre las tinieblas de la idolatría (Act 26,18; Col 1, 13). La lucha diabólica va principalmente dirigida contra Cristo: después de las primeras tentaciones, de carácter mesiánico, lo acosó hasta la muerte sugiriendo a Judas Iscariote la traición (Jn 13, 2; cf. 6, 71) y tomando entera posesión de su espíritu (Lc 22, 3; Jn 13, 27; cf. Lc 22, 53). La lucha contra la Iglesia de Cristo está delineada en las parábolas del sembrador y de la cizaf’ia (Mt 13, 19. 25. 39; Mc 4, 15; Lc 8, 12).

Después de Cristo son tentados los cristianos (4ct 5, 3) con grande astucia (1 Cor 7, 5; 2 Cor 2, 11; 1 Tes 3, 5; etc.), por el diablo que se transforma en ángel de luz (2 Cor 11, 14), como promotor de falsas doctrinas (1 Tim 4, 1). Son especial objeto del odio diabólico los propagadores del cristianismo (Lc 22, 31; 2 Cor 12, 7; 1 Tes 2, 18). Pero Cristo infligió al diablo la primera y gran derrota cuando hizo realidad la profecía del Génesis (Gén 3, 5; Lc 10, 18; Jn 12, 31; 14, 30, 16, 11; 1 Jn 3, 8), destruyendo con su muerte al dominador de la muerte (Heb 2, 14) y libertando a los que estaban subyugados por el terror de la muerte (Heb 2, 15; Col 2, 14 s.). Pero como la derrota definitiva no tendrá lugar hasta el fin del mundo, la resistencia de los cristianos a sus ataques ha de ser de todos los días (1 Pe 5, 8. 9), con la sobrenatural ‘armadura completa’ (Ef 6, 16; 2 Cor 12, 7 ss.; Rom 16, 20). Y no será raro el buen éxito del diablo: hay fieles seguidores del diablo en tiempo de Cristo (Jn 8, 41. 44); en la edad apostólica son abandonados, en castigo, al poder de Satanás el incestuoso de Corinto y los apóstatas Himeneo y Alejandro (1 Cor 5, 5; 1 Tim 1, 20). Habrá oposición entre ‘los hijos de Dios’ y ‘los hijos del diablo’ (Jn 8, 44-47; 1 Jn 3, 8. 10), los cuales practican ‘obras del diablo’ (Act 13, 10) que se resumen en la impostura y en la seducción (Jn 8, 44; 1 Tim 4, 2; Ap 12, 9; 20, 9) por medio de las cuales se sustituyen la verdad y la justicia por el pecado (Rom 1, 25 ss.; Sant 5,19).

BIBLIOGRAFÍA.

KAUPEL, Die dämonen im A. T., Augsburg 1930: A. BROCK-UTNE. Der Fend. en Klio, 28 (1935) 219-227; M. 2. GRUENTHANER. The Demology of the O. T., en CatBibO, 6 (1944) 6-27; U. NOACK, Satanas und Soteria. Kopenhagen 1948; F. ZEMÁN, Indoles daemonum tn scriptis prophetarum, en DV 27 (1949) 270-77; 321-35; 28 (1950) 18-28; 89-97- P. VAN IMSCHOT, Théologie de l’Ancien Testament. I, Paris-Tournai 1954, pp. 130-141.

Tomado de: Francesco Spadafora, Diccionario Bíblico, Barcelona 1968, pp. 154-155.

«La Palabra es el faro que guía el camino sinodal iniciado en la Iglesia»

Ángelus del Papa Francisco, 23 de enero de 2022

El 23 de enero, y tras haber presidido la Misa con ocasión de la celebración del Domingo de la Palabra de Dios; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus a la hora del mediodía romano, asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano. Ante la presencia de los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice reflexionó sobre la Liturgia del día que nos presenta el momento en el que Jesús que inaugura su predicación captando la atención popular (cfr Lc 4,14-21).

«Se dirige a Nazaret, donde creció, y participa en la oración en la sinagoga. Se levanta a leer y, en el volumen del profeta Isaías, encuentra el pasaje sobre el Mesías, que proclama un mensaje de consolación y liberación para los pobres y los oprimidos (cfr Is 61,1-2)», explicó Francisco, subrayando que, tal como dice el Evangelio de Lucas, terminada la lectura, «todos los ojos estaban fijos en él».

En su alocución, el Santo Padre destacó e que la primera palabra de la predicación de Jesús contada en el Evangelio de Lucas es “hoy”, un término «que atraviesa toda época y permanece siempre válido»:

«La profecía de Isaías se remontaba a siglos antes, pero Jesús, por la fuerza del Espíritu (v. 14), la hace actual y, sobre todo, la lleva a cumplimiento», puntualizó.

El segundo punto subrayado por el Obispo de Roma es la admiración con la que los paisanos de Jesús reciben sus palabras: «Incluso si, nublados por los prejuicios, no le creen -continuó Francisco- se dan cuenta de que su enseñanza es diferente de la de otros maestros: intuyen que en Jesús hay más: la unción del Espíritu Santo.

Homilías que no «duerman el alma»

En este sentido, el Pontífice puso en guardia sobre el riesgo de hacer que nuestras predicaciones y nuestras enseñanzas «permanezcan genéricas y abstractas», sin tocar el alma y la vida de la gente:

“También muchas homilías – lo digo con respeto pero con dolor – son abstractas, y en vez de despertar el alma la duermen. Cuando los fieles empiezan a mirar el reloj – “¿cuándo terminará esto?” – duermen el alma. La predicación corre este riesgo: sin la unción del Espíritu empobrece la Palabra de Dios, cae en el moralismo o en conceptos abstractos; presenta el Evangelio con desapego, como si estuviera fuera del tiempo, lejos de la realidad. Y este no es el camino.”

Pero… ¿Por qué ocurre esto? Para el Papa la respuesta es sencilla:«Porque les falta la fuerza de este hoy, ese que Jesús “llena de sentido” con el poder del Espíritu. Se escuchan conferencias impecables, discursos bien construidos, pero que no mueven el corazón, y así todo queda como antes. La predicación corre este riesgo: sin la unción del Espíritu empobrece la Palabra de Dios, cae en el moralismo y en conceptos abstractos; presenta el Evangelio con desapego, como si estuviera fuera del tiempo, lejos de la realidad».Por esto -añade Francisco-quien predica es el primero que debe experimentar el «hoy de Jesús», para así poderlo comunicar en el hoy de los otros.

Papa: «Gracias a todos los predicadores del Evangelio»

Asimismo, en el marco del Domingo de la Palabra de Dios, el Santo Padre agradeció a todos los predicadores y los anunciadores del Evangelio:

“Recemos por ellos, para que vivan el hoy de Jesús, la dulce fuerza de su Espíritu que vuelve viva la Escritura. La Palabra de Dios, de hecho, es viva y eficaz (cfr Hb 4,12), nos cambia, entra en nuestros asuntos, ilumina nuestra vida cotidiana, consuela y pone orden. Recordemos: la Palabra transforma una jornada cualquiera en el hoy en el que Dios nos habla”

En este contexto, Francisco invitó a los fieles a tomar el Evangelio en la mano y leer o releer con calma, cada día un pequeño pasaje:

“Con el tiempo descubriremos que esas palabras están hechas a propósito para nosotros, para nuestra vida. Nos ayudarán a acoger cada día con una mirada mejor, más serena, porque, cuando el Evangelio entra en el hoy, lo llena de Dios”

Finalmente, el Papa propuso leer cada día el Evangelio de Lucas, el «Evangelio de la misericordia», que en este año litúrgico es proclamado durante los domingos: «Familiaricémonos con el Evangelio, ¡nos traerá la novedad y la alegría de Dios!», añadió.

El faro que guía el recorrido sinodal

El Sucesor de Pedro, concluyó haciendo hincapié en que la Palabra de Dios es también «el faro que guía el recorrido sinodal» iniciado en toda la Iglesia.

«Mientras nos comprometemos a escucharnos unos a otros, con atención y discernimiento, escuchemos juntos la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. La Virgen nos conceda la constancia para nutrirnos cada día con el Evangelio», aseveró.

Celebrar el carnaval sin perder la moral ni la dignidad

A ello nos alienta el Arzobispo de Panamá

El Arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa, alentó a los fieles a celebrar la fiesta de carnaval sin “perder la moral, la dignidad”, pues “la fiesta en sí no es mala”.

En declaraciones a TVN, el Prelado precisó que “lo malo es cuando permitimos que acontecimientos o fiestas como esta nos hagan perder la moral, la dignidad mía como humanos”.

Al caer en esos males, advirtió, “dañamos la fiesta”, que tradicionalmente se realiza entre los últimos días de enero y los primeros de febrero hasta antes del Miércoles de Ceniza.

“Hay lugares donde se puede festejar en familia, sanamente”, aseguró.

“Una fiesta no me puede hacer a mí perder el control de mi vida en todos los aspectos”, reiteró.

El Arzobispo también se refirió a la Cuaresma que comenzará el 14 de febrero, con el Miércoles de Ceniza, y destacó que en este tiempo “ayunar del mal es la mejor penitencia”.

“Ayunar de nuestra lengua y nuestros dedos para que no compartan cosas sin pensar y rieguen información falsa”, señaló.

Día 7: Crecer en unidad

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Reflexiones Bíblicas y Oraciones para el Octavario

Día 7: Crecer en unidad

«Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos»

(Juan 15, 5a)

1 Corintios 1, 10-13; 3, 21-23. ¿Está dividido Cristo?

Pero tengo algo que pediros, hermanos, y lo hago en nombre de nuestro Señor Jesucristo: que haya concordia entre vosotros. Desterrad cuanto signifique división y recuperad la armonía pensando y sintiendo lo mismo. Digo esto, hermanos míos, porque los de Cloe me han informado de que hay divisiones entre vosotros. Me refiero a eso que anda diciendo cada uno de vosotros: «Yo pertenezco a Pablo», «yo a Apolo», «yo a Pedro», «yo a Cristo». Pero bueno, ¿es que Cristo está dividido? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?

Que nadie, pues, ande presumiendo de los que no pasan de ser seres humanos. Todo os pertenece: Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, lo presente y lo futuro; todo es vuestro. Pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios.

Jn 17, 20-23. Como tú y yo somos uno

Y no te ruego solo por ellos; te ruego también por todos los que han de creer en mí por medio de su mensaje. Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado. Yo les he comunicado la gloria con que tú me has glorificado, de manera que sean uno, como lo somos nosotros. Como tú vives en mí, vivo yo en ellos para que alcancen la unión perfecta y así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como me amas a mí.

Meditación

En la víspera de su muerte, Jesús oró por la unidad de aquellos que el Padre le había entregado: «para que todos sean uno (…); para que el mundo crea». Unidos a él, como el sarmiento a la vid, compartimos su misma savia que circula en nosotros y nos revitaliza.

Cada tradición busca llevarnos al corazón de nuestra fe: la comunión con Dios, a través de Cristo, en el Espíritu. Cuanto más vivimos esta comunión, más nos unimos con otros cristianos y con toda la humanidad. Pablo denuncia una actitud que ya había amenazado la unidad de los primeros cristianos: absolutizar la propia tradición en detrimento de la unidad del cuerpo de Cristo. Las diferencias se convierten entonces en divisiones en lugar de enriquecernos mutuamente. Pablo tuvo una visión muy amplia: «Todos son tuyos, y tú eres de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor 3, 22-23).

La voluntad de Cristo nos compromete con un camino de unidad y reconciliación. También nos compromete a unir nuestra oración a la suya: «que todos sean uno (…); para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

Nunca os resignéis al escándalo de la separación de los cristianos que con tanta facilidad profesan el amor al prójimo y, sin embargo, permanecen divididos. Haz de la unidad del cuerpo de Cristo tu incansable preocupación.

La regla de Taizé en francés e inglés (2012) p. 13

Oración

Espíritu Santo, fuego vivificador y aliento suave,

ven y permanece en nosotros.

Renueva en nosotros la pasión por la unidad,

para que podamos vivir conscientes del vínculo que nos une a ti.

Que todos los que nos hemos entregado a Cristo en el bautismo

nos unamos y demos testimonio de la esperanza que nos sostiene.

Novena a La Virgen de San Juan de los Lagos.

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (24 de enero al 1 de febrero)

Por la Señal de la Santa Cruz…Padre Nuestro…

Acto de Contracción:10:44

¡Oh Virgen Purísima, Madre admirable de Dios, abogada de los pecadores y Reyna de los ángeles!

Ves aquí postrado a tus pies al mayor de los pecadores, pues al Dios de la Majestad a quien con tanto amor concebiste, diste luz y creaste, ahora en el cielo su incomparable hermosura te llena de suma gloria, tiene arrebatadas las atenciones de todos los santos y ángeles, que temblando en su presencia no cesan de amarlo, me atreví yo, gusanillo vil a despreciar tan inmensa hermosura por un poco de nada que es el pecado.

Pésame, Señora, de mi ingratitud, y propongo morir antes que pecar, y confío en tus amorosísimas entrañas de piadosa Madre, me alcances el gozo de la eficaz gracia en la cual perseveraré hasta la muerte. Amén

Salutación para todos los días:

Dígnate, Virgen Santa, de que tu siervo te alabe y diga: Ave María, Ave cándida paloma. Ave refulgentísima estrella. Ave luz de sobremanera hermosa, Ave de los serafines cántico, Ave de los querubines, himno, Ave alegría del género humano. Pues tan poderosa eres, Señora, el perdón de los pecados nos alcances.

Aquí rezar la oración para cada día,
Al finalizar aquella oración,
se hace la petición, y después de una pausa, rezar:

ANTÍFONA:

Un gran portento apareció en el cielo, una mujer vestida del sol, la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas.

PRIMER CUATERNARIO:

V. Señora mía de San Juan, Virgen y celestial Paloma.

R/Tu defiendes Madre mía, a los que rezan tu corona.

V. Pues que nos proteges tanto como verdadera Madre.

R/ Haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Un Padre Nuestro, cuatro Avemarías y un Gloria.

SEGUNDO CUATERNARIO

V. Señora mía de San Juan..

(Igual que el primer cuaternario)

TERCER CUATERNARIO

V. Señora mía de San Juan…

(Igual al primero y segundo, terminando con la Antífona, oración y ofrecimiento que siguen)

Oración que San Agustín compuso para honrar a la Santísima Virgen.

Acordaos, ¡Oh piadosísima Virgen María! Que jamás se hay oído decir que alguno, que a ti se acogiese y pidiese socorro y protección, haya sido desamparado. Yo animado con tan dulce confianza, acudo a ti ¡oh! Madre del Divino Verbo menospreciar mis súplicas, sino dignarte, propicia, de verme y favorecerme. Amén.

Ofrecimiento:

Soberana Emperatriz de los cielos y Señora del universo, María Santísima, postrado humildemente en tu adorable presencia, te ofrezco estos tres Padre Nuestro y doce Ave Marías, en honor de aquellas doce estrellas con que el Apóstol y Evangelista San Juan te vio coronada en los cielos. Por tan sublime y gloriosa prerrogativa doy a la Santísima Trinidad infinitas gracias, y con todo el regocijo de mi corazón contemplo en estos misterios y brillantes astros, simbolizada la imperial corona de privilegios, gracias y virtudes singulares con que te ciñó y coronó tus purísimas sienes, desde el primer instante de tu Inmaculada Concepción. Por ésta singular exaltación, te ruego serenísima Reina que me comuniques las influencias de tu virtud y fortaleza, para triunfar de los enemigos del alma, y me des la gracia necesaria para merecer la corona que está preparada en los cielos para los que fielmente combaten hasta el fin.

También te suplico ¡Oh Señora y Madre mía! Que asistas y protejas a la Santa Iglesia, al sumo Pontífice que la gobierna y a todo el clero secular y regular, que des luz y acierto a nuestros gobernantes, que mires compasiva a los herejes, cismáticos e infieles para que salgan de la tenebrosa noche de sus errores e ignorancias, que emplees tu misericordia con todos los pecadores y que alargando tu piadosísima mano para aliviar a todos los afligidos, sean las benditas ánimas del purgatorio quienes obtengan particularmente el inestimable beneficio de su libertad, para que vayan a bendecirle y alabarle en la eterna bienaventuranza de la Gloria, donde vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh María concebida sin pecado!

¡Ruega por nosotros que tenemos confianza en ti!

PRIMER DÍA

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María. Madre de Dios, templo suyo muy agradable. Sagrario del Espíritu Santo, puerta del Reino de los cielos y fuente de luz, por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra; inclina ¡Oh! Madre de misericordia, esos tus purísimos ojos hacia mi alma; mírala, Señora hecha a imagen y semejanza de Dios, ahora tan envejecida por mis culpas, tan apolillada por los apetitos, tan deshecha por las pasiones; compadécete. Señora de su ruina y alcanza de Dios Nuestro Señor que así como tu santa imagen, por ser imagen tuya, quiso su majestad que se renovase por manos de ángeles, mi alma por los esmeros de la gracia, concediéndome también lo que te pido en esta novena, si es para gloria de su divina majestad y bien de mi alma. Amén.

SEGUNDO DÍA

¡Oh Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, Templo suyo muy agradable, sagrario del Espíritu Santo, puerta del reino de los cielos, fuente de luz por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra, vuelve a mi ¡Oh madre soberana! Esos, tus misericordiosos ojos, compadécete de mi, que soy de aquellos que teniendo ojos no ven. Y pues eres divina dame la luz que deseo para no tropezar con los engaños del mundo, para no caer en los lazos del demonio ni perecer en los precipicios de la carne, y si el favor que te pido en esta novena me conviene y es del agrado de Dios, concédemelo y si no, dame resignación perfecta en la divina voluntad. Amén.

TERCER DÍA

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo muy agradable, sagrario del Espíritu Santo, puerta del reino del cielo médica soberana, por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra, inclina ¡Oh! Madre, los ojos de tu misericordiosa a este enfermo concebido en flaquezas y miserias, lleno de dolencias en el alma y cuerpo, a Ti vengo para sanar, a Ti que eres la piscina de Siloé, que sanas paralíticos y que eres el Jordán para los leprosos, el óleo para los heridos, generoso vino para los flacos, caridad para lso tristes, consuelo para los afligidos, confortativo para los pusilánimes, antídoto para el mortal, veneno y general médica y medicina de todos los enfermos, sáname Señora, de todas mis enfermedades interiores y exteriores, y concédeme también el favor que en esta novena te pido si ha de ser remedio para mi salvación, y si no concédeme lo que fuere del mayor agrado de Dios Nuestro Señor. Amén.

CUARTO DÍA

¡Oh Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo, Sagrario del Espíritu Santo, puerta del reino de los cielos por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra, inclina ¡Oh! Madre de misericordia, los ojos de tu piedad a mis indignos ruegos, los cuales a tu clemencia claman. Bien sé Señora que merecía ser desechado y tratado como perro, cual otra Cananea, por Cristo tu divino Hijo, pues por mis graves culpas he sido peor que un bruto. Pero Tú, piadosísima Madre, que no desdeñas el favorecer aun a éstos, dígnate de alcanzarme de su majestad la gracia, de parecer una migaja del Eucarística pan que tú preparaste al calor del Espíritu Santo en tu purísimo vientre, para nuestra salud y vida eterna; si el favor solicitado en esta novena conduce a este fin, concédemelo, y si no, que se haga lo que fuere del divino agrado. Amén.

QUINTO DÍA

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo, sagrario del Espíritu Santo, puerta del cielo por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra, inclina ¡Oh! Madre de misericordia, esos luceros refulgentísimos, tus misericordiosos ojos. Mírame Señora, que naufrago las amargas aguas de los trabajos, combatido del viento de las tentaciones y de las olas de las enfermedades, sin tener otra esperanza que en Ti, que como estrella benigna me has de ayudar para que no perezca. Alcánzame, Señora que al suave soplo de la gracia en la nave de la Santa Iglesia, camine seguro a la patria celestial, y si el favor que te pido en esta novena conduce a este fin, concédemelo a mayor honra y gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

SEXTO DÍA

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo, sagrario del Espíritu Santo, puerta del cielo por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra, inclina ¡Oh! Madre de misericordia esos tus divinos ojos a este indigno siervo que encendido en ira se abrasa, en llamas de concupiscencia se quema y en brazas de apetito se arde. Compadécete, Señora de mi, y haz que entre tan crueles llamas no me consuman, antes quede tan purificado, sin mancha de culpa, que abrasado sólo en fuego del amor divino, camine seguro en la patria celestial, en donde espero lograr por tu intercesión, la bienaventuranza eterna, y si para este fin conduce la gracia que te pido en esta novena, concédemela a mayor honra de su divina majestad. Amén.

SÉPTIMO DÍA

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo, sagrario del Espíritu Santo, puerta del reino de los cielos por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra, inclina ¡Oh! Madre del bellísimo amor, las llamas de ese volcán de tu caritativo corazón al mío, para que a su calor se abrase, su actividad se anime y a sus apacibles truenos despierte del sueño en que los tres enemigos pretendan robar el templo vivo de Dios que es mi alma. ¡Ay! Señora, no lo permitas, mira que en ella está el tesoro de la purísima sangre de tu amable Hijo Jesús, mira que es la misma que tú liberalmente le diste en la encarnación, con el fin de que la vertiese a raudales en la cruz para nuestra dicha; acuérdate Señora, que entonces con indecibles dolores, aceptaste ser madre de los hombres, y estos en cabeza del purísimo apóstol San Juan, son hijos y esclavos tuyos, obligados desde aquella hora a amarte y a servirte, cuya obligación, Señora y si para este fin conduce lo que te pido en esta novena, alcánzamelo de su Majestad a mayor honra y gloria suya, y provecho de mi alma. Amén.

OCTAVO DÍA

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo, sagrario del Espíritu Santo, puerta del reino de los cielos por quien después de Dios vive todo el orbe de la tierra, inclina ¡Oh! Madre de misericordia, esos tus ojos refulgentísimos a mí, pecador, haz Señora que tus milagrosos rayos de luz inclinen y alumbren mi alma para que registrando mi conciencia y lo mas oculto de mis culpas, horrorizado de mi fealdad, la procure limpiar con una buena confesión y lavar con lágrimas de constricción, no permitas, madre admirable, salga yo de tu presencia sin el logro de esta dicha, sin la riqueza de esta gracia y si lo que te pido en esta novena conduce a este fin, concédemelo a mayor gloria de Dios y tuya. Amén.

NOVENO DÍA

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo muy agradable, sagrario del Espíritu Santo, puerta del reino del cielo médica soberana, inclina ¡Oh! Madre de misericordia, los ojos de tu piedad a mis indignos ruegos, los cuales a tu clemencia claman. Compadécete, Señora de mi, y haz que entre tan crueles llamas no me consuman, antes quede tan purificado, sin mancha de culpa, que abrasado sólo en fuego del amor divino, camine seguro en la patria celestial. Señora y si para este fin conduce lo que te pido en esta novena, alcánzamelo de su Majestad a mayor honra y gloria suya, y provecho de mi alma. Amén.

Francisco de Sales, un rostro muy amable del cristianismo

Sufrió creyendo que podría estar predestinado, pero encontró la paz en reconocer que sencillamente amaba a Dios y se abandonaba a su bondad

San Francisco de Sales ha mostrado al mundo un rostro amable y alegre del cristianismo realmente atrayente. Patrón de periodistas y escritores, es considerado uno de los santos más influyentes de los últimos 500 años.

Escribió uno de los clásicos espirituales más populares de todos los tiempos, la Introducción a la vida devotaCon esta obra cambió el panorama de la escritura espiritual y ofreció inspiración a incontables almas desde su publicación.

Sus consejos resultan muy prácticos todavía hoy:

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Nació en el castillo de Sales, en Saboya, una región francesa fronteriza, el 21 de agosto de 1567. Al día siguiente a su nacimiento, prematuro, fue bautizado con el nombre de Francisco Buenaventura. Siempre se inspiró en san Francisco de Asís.

Exigente consigo mismo

De pequeño estuvo muy delicado de salud, pero con muchos cuidados se fortaleció. La esmerada educación de sus padres y también sus propios esfuerzos (por ejemplo contra su tendencia a la ira) ayudaron a su carácter alegre y comprensivo.

A los 8 años entró en el Colegio de Annecy, y a los 10 años hizo la Primera Comunión y la Confirmación. Entonces se hizo estos buenos propósitos, que trató de cumplir toda su vida:

1) Cada mañana y cada noche rezaré algunas oraciones. 2) Cuando pase por frente de una Iglesia entraré a visitar a Jesús Sacramentado, si no hay una razón grave que me lo impida. 3) Siempre y en toda ocasión que me sea posible ayudaré a las gentes más pobres y necesitadas. 4) Leeré libros buenos, especialmente vidas de santos.

Su padre había previsto para su hijo un gran futuro profesional, por lo que le envió a la Universidad de París y más tarde a Padua. Estudió Humanidades, Derecho y Teología.

Pero Francisco deseaba consagrarse a Dios. Rechazó tanto casarse con una encantadora joven de buena familia como formar parte del Senado. Él quería ser cura.

Tras lograr convencer a su padre, fue ordenado sacerdote el 18 de diciembre de 1593. Predicaba con palabras sencillas y ayudaba especialmente a los pobres.

Sufrió creyendo que podría estar predestinado, pero encontró la paz en reconocer que sencillamente amaba a Dios y se abandonaba a su bondad.

Con sus escritos moderados y caritativos, y su paciencia ante las dificultades, ayudó a que muchos calvinistas entraran en la Iglesia católica.

Despertaba gran simpatía y guió a muchos a un encuentro más profundo con Cristo, entre ellos a santa Juana de Chantal, con quien fundó la Congregación de la Visitación.

A lo largo de los siglos ha seguido inspirando a muchos, entre los que destacan san Juan Bosco, fundador de los salesianos.

Tenía una gran capacidad comunicativa. Trataba de convencer a los protestantes a través de hojas sueltas que pasaban de mano. Hoy es el patrón de los periodistas.

Sabiduría para todos

Francisco fue obispo de Ginebra (Suiza) a principios del siglo XVII, y como obispo nunca se casó, pero a lo largo de los años, al participar en las vidas de sus feligreses, pudo conocer los desafíos y las necesidades de las personas casadas.

Entonces, aunque habla del matrimonio desde fuera, su sabiduría sobre cómo mantener un matrimonio fuerte es profundamente perspicaz.

En su libro Introducción a la vida devota, Francisco dedica un capítulo completo a dar consejos a las personas casadas, y usa tres interesantes metáforas cuando aconseja a las parejas sobre el amor conyugal y sus efectos…

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«La medida del amor es amar sin medida», escribió. Y lo supo vivir también. Murió dulcemente a los 56 años en el año 1622. Su última palabra: Jesús.