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• Matthew 7:21-29

Bishop Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos brinda la parábola que compara el construir sobre roca o sobre arena. ¿Cuáles son precisamente los cimientos que sostienen toda tu vida?

Tu corazón es tu centro profundo, el lugar donde eres más auténticamente tú mismo. Ese es tu punto de contacto con Dios. Allí encontrarás las energías que sustentan las otras áreas de tu vida: la parte física, psicológica, emocional, relacional y espiritual.

Si estás arraigado en Dios, en tu corazón entonces seguirás las intenciones y mandamientos de Dios, y podrás resistir cualquier cosa. Pero esto no significa que si seguimos los mandamientos de Dios los vientos y las inundaciones no vendrán.

En la parábola de Jesús los dos constructores, el que sigue los mandamientos de Dios y el que no lo hace, experimentan las lluvias e inundaciones que simbolizan las pruebas, tentaciones y dificultades que aparecen en la vida. Pero si el centro de tu vida está vinculado con Dios —el poder que está aquí y ahora creando el cosmos— entonces pueden venir tormentas e inundaciones, pero no te destruirán.

Jesús, entonces «servía a la gente, explicaba las cosas para que la gente entendiese bien: estaba al servicio de la gente. Tenía una actitud de servidor, y esto daba autoridad», era coherente (…) Algo que no se encontraba en la actitud de escribas y fariseos: «Su personalidad estaba dividida hasta tal punto que Jesús aconseja a sus discípulos: “Haced lo que os dicen, pero no lo que hacen”. Decían una cosa y hacían otra». Jesús a menudo les define hipócritas. Y «uno que se siente príncipe, que tiene una actitud clerical, que es un hipócrita, no tiene autoridad. Dirá las verdades, pero sin autoridad. En cambio, Jesús, que es humilde, que está al servicio, que es cercano, que no desprecia a la gente y que es coherente, tiene autoridad». Y es esta, añadió el Pontífice refiriéndose también a nuestros días, «la autoridad que siente el pueblo de Dios». (Homilía Santa Marta, 10 de enero de 2017)

 

 

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Hoy celebramos a la patrona de los Padres Redentoristas y de Haití

 

Por: Corazones.org | Fuente: Corazones.org

Icono oriental antiguo de origen desconocido.



Patrona de los Padres Redentoristas y de Haití.



Fiesta: 27 de junio.



El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.



El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús.

El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza.



Historia



En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.



Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.




 

 

Cae la pintura en manos de una familia



Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.



Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen.



Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual.

Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió.

La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían.



La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.




Accede la viuda a entregar la pintura



 

Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol.



La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia.

Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro.

La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado.

Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.



En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro.



Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.




 

 

Hallazgo de un sacerdote Redentorista



Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su cede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.



Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: “Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides”. El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego.



 

 

Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.



Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.



Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.



El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.




Aparece y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora



 

Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria.



A petición del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa.



La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso.

La dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios

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A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias.



Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes.



Signos de la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro
(conocida en el Oriente bizantino como el icono de la Madre de Dios de la Pasión)



Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.



 

 

Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.



Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre.



 

Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion (velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.



Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño.

El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.



En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.

 

 

Y la casa no se cayó

Santo Evangelio según san Mateo 7, 21-29.

 

 

Jueves XII del Tiempo Ordinario
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor, me acerco a ti en esta oración para construir mi vida sobre la roca firme de tu amor. No permitas que me conforme con invocar tu nombre con los brazos cruzados, mis ojos cerrados y mis oídos tapados. Tengo sed de ti, de encontrarme contigo, de dejarme guiar por ti en esta meditación.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 7, 21-29



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!”

Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca:

cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.



Palabra de Dios



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Nuestro Señor sabía algo de arquitectura, porque si alguien intenta construir en roca firme, tendrá su casa bien sólida en los días de tempestad, y si una persona quiere construir en arena no le durará su morada en pie.

Además si es verdad en la vida terrena, ¿cuanto más lo será para la vida espiritual?. En el alma los cimientos son las palabras que Cristo nos ha dejado. Por eso tenemos que leer con frecuencia el evangelio, que es en donde se recogen todas las palabras del Señor. En ellos encontraremos las fuerzas necesarias para ser fieles y tener una casa espiritual bien fundada en Cristo.

Así busquemos vivir siempre con el evangelio en la mano para cimentar bien nuestra vida y vivir fieles a Dios, siendo así ejemplo para todos nuestros hermanos.



 

«Cristo nos pide permanecer en su amor. Hay dos criterios que ayudan a distinguir el verdadero amor del que no lo es.

El primer criterio es: el amor está más en los hechos que en las palabras, no es un amor de telenovela, una fantasía, historia que nos hacen latir el corazón pero nada más, está en los hechos concretos. …

El segundo criterio del amor es que al amor se comunica, no permanece aislado.

El amor da de sí mismo y recibe, se da esa comunicación que existe entre el Padre y el Hijo, una comunicación que la hace el Espíritu Santo».
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de mayo de 2015,).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



 

Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Ayudar a alguien en necesidad, de preferencia a alguien que encuentre y que no me conozca..



Despedida



Siguiendo el ejemplo de Jesús como maestro, puedes dedicar tiempo a compartir y reflexionar sobre las enseñanzas de la fe con tu familia, fomentando un ambiente donde todos puedan crecer espiritualmente juntos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, un icono con un mensaje especial

 

 

Es patrona de los Padres Redentoristas, de los corredores de seguros y de muchas ciudades en Hispanoamérica

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es una advocación de la Santísima Virgen que tiene origen en un icono de Creta.

En el siglo XV, un comerciante se llevó el cuadro de Creta y embarcó para viajar por aguas del Mediterráneo. Hubo una tormenta y el hombre tomó la pintura en brazos, la puso en alto y todos los viajeros se encomendaron a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. El mar entonces se calmó y todos sobrevivieron.

Como fruto de aquel milagro, el comerciante la llevó a Roma. Un tiempo después enfermó. Viendo que iba a morir, le hizo prometer a un amigo que colocaría la imagen de la Virgen en una iglesia importante. Pero la esposa de este se encariñó del icono y no quería desprenderse de él.

La Virgen se apareció varias veces al hombre y le pedía que mostrara el icono en público, pero él no hacía caso. Hasta que finalmente enfermó y murió. Entonces la Virgen se apareció a su hija, una niña de 6 años, y le repitió el mensaje. Esta se lo contó a su madre y la viuda se asustó. Una vecina que conoció lo que había sucedido, se burló pero luego comenzó a sufrir dolores y se arrepintió. Tocó el cuadro de la Virgen compungida y notó que sanaba.

Nuestra Señora se mostró de nuevo a la niña y le indicó claramente que el icono se debía exponer en la iglesia de san Mateo, que quedaba entre la basílica de Santa María la Mayor y san Juan de Letrán.

Así se hizo y comenzaron a obrarse milagros por su intercesión.

La imagen sufrió más cambios de lugar. Napoleón, siglos más tarde, destruyó muchas iglesias de Roma y un padre agustino, para preservarla, la ocultó y posteriormente el icono se colocó en una capilla agustiniana en Posterula.

Por su parte, los Redentoristas construyeron la iglesia de san Alfonso sobre las ruinas dela iglesia de san Mateo. Al investigar, descubrieron la historia del icono y quisieron cumplir el mensaje de la Virgen, así que solicitaron al papa Pío IX que la imagen regresara al lugar. El Papa no solo accedió sino que mandó que expandieran la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

La imagen original está hoy en el altar mayor de la iglesia de san Alfonso, en Roma.

El icono tiene unas características singulares: recuerda que la Virgen cuida al Niño Jesús y con Él a todos nosotros.

En la imagen, los arcángeles Miguel y Gabriel muestran al Niño los instrumentos de la Pasión, a lo que el pequeño Jesús responde agarrándose a los brazos de su Madre. Es una clara enseñanza de que nosotros también podemos hacer lo mismo y acudir siempre a Nuestra Señora.

La festividad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se celebra el 27 de junio.

Es patrona de los Redentoristas, de los corredores de seguros, de los protésicos dentales, del cuerpo de Sanidad Militar de las Fuerzas Armadas de España, de Haití y de muchas localidades de Hispanoamérica.

¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro!
Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte.

Concédeme, ¡oh, amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme.
Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final.
Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.

Puedes leer otras vidas de santos aquí.

 

 

La paz esté con ustedes. Nuestro Evangelio de hoy es de Mateo capítulo 15, la famosa historia de Jesús y la mujer sirofenicia.

 

 

Me he encontrado, en mis años de predicación, que este es uno de los Evangelios que fastidia a la gente. Se acercan a ti al final, e incluso luego de tu homilía, que piensas que has aclarado todas las cuestiones; aún dicen, “Mire, no lo entiendo. Este Evangelio me pone nervioso”. Conocen la historia, en que Jesús ha subido ahora a la región de Tiro y Sidón. Sería justo fuera de las fronteras de Israel. Y se topa con esta mujer cananea, y le pide a los gritos, “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Normalmente, Jesús hubiera respondido, “De acuerdo, haré algo al respecto”. Bueno, en este caso, hay una cierta cualidad que repele, ¿cierto? Primero Jesús no dijo una palabra para contestarle. ¿Pueden imaginarse, alguien que se acerca a ustedes a pedirles un favor y ni siquiera le dicen, “Lo siento”, o “No puedo hacerlo en este momento”? Ni siquiera le dicen una palabra. Y luego llegan los discípulos, el séquito de Jesús. En cierto modo abordan su caso, y le piden que la eche.

 

Y ella continúa insistiendo. Y Jesús dice, “No, no. Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel, no a una mujer como esta”. Y entonces cuando ella continúa insistiendo, ¿qué le dice? Y es una de las cosas más severas, parece ser, de las que dice en los Evangelios: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Aquí está entonces esta mujer que tiene una gran necesidad. Está pidiendo, les advierto, no para ella sino para su hija. Ha venido con fe, parece ser, hasta Jesús, llamándolo Hijo de David, y ha sido desalentada una y otra vez. Y luego tiene una de las grandes réplicas en los Evangelios. “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. A esta altura, Jesús dice, “De acuerdo mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Bueno, pueden ver por qué fastidia a la gente. Aquí está Jesús, el Cristo libre de pecado, y parece ser bastante malhumorado, bastante cascarrabias.

Sus discípulos, estamos acostumbrados a verlos un poquito detestables; ¿Pero Jesús mismo? ¿Y luego lanzar esta frase en el rostro de esta mujer que está muy necesitada y la llama perro, esencialmente? ¿Qué conclusión extraemos de esto? Bueno, puedo decirles en primer lugar cómo no interpretar esta historia.

Aun cuando escuché mientras crecía probablemente cientos de homilías en esta línea, este no es el modo de interpretarla. Bueno, el pobre Jesús tuvo un día duro de ministerio y estaba cascarrabias y malhumorado al fin del día, cansado, probablemente con hambre. Y aparece esta mujer y lo está fastidiando. Y él en cierto modo la trata mal. Muestra su humanidad y muestra sus limitaciones. Y entonces esta valerosa mujer sirofenicia, pelea hasta el final y se enfrenta al poder. Y muestra entonces cuán inteligente es y obtiene lo que desea. Por favor, esa no es la forma de interpretar esta historia. Vean, el primer problema con esto es, digan lo que quieran, lo convierte a Jesús en un pecador. Y no podemos tener al Hijo de Dios sin pecado siendo un pecador. Incluso si dijeran, “Oh, está cascarrabias y malhumorado luego de un largo día de trabajo”.

 

 

Aun así, no me interesa cuan cascarrabias y malhumorado sea yo, si al final de la jornada comienzo a tratar mal a la gente e insultarlos, bueno, eso es un pecado. Así que no podemos interpretar esta historia como si Jesús se convirtiera en un pecador, porque el momento en que Jesús se convierte en un pecador, no es el Salvador. Este es entonces un problema serio. Así que deshagámonos de esta interpretación. Pienso que tenemos que interpretar esto de un modo mucho más sutil. Está queriendo llegar a un tema que es muy central a la Biblia. Es el tema de la relación entre Israel y las otras naciones. Israel y las otras naciones. ¿Es Israel el especial pueblo elegido de Dios? Sí. Sí. Bueno, ¿es que eso significa que las otras naciones están como allí fuera en la oscuridad? No. Israel ha sido elegida para beneficio de las naciones. Ese es el principio. Y esta es una buena ejemplificación de ese principio en el Nuevo Testamento. Regresen al comienzo mismo de la Biblia cuando Dios crea los cielos y la tierra. No existe Israel en ese momento. Dios está creando todo lo que existe. El propósito salvífico de Dios no tiene que ver solo con Israel. Tiene que ver con el universo entero. Más aún, piensen en esas historias iniciales y Noé, por ejemplo. Noé no es israelita. No existe Israel en el tiempo de Noé. Pero Dios está preocupado por él sin embargo. Dios se preocupa de toda su creación y con toda su humanidad. Ahora, ¿cuál es el medio? Esto es muy importante. Es muy importante comprender esto porque mucho en la Biblia gira sobre esto. ¿Cuál es el medio que Dios eligió para ocuparse de toda su creación y toda su humanidad? El medio elegido es la formación de un pueblo particular, Israel. Comenzando entonces con Abraham —recuerden el llamado de Abraham— y luego a partir de él Isaac y Jacob, y luego Moisés y Josué y Saul y David. Tenemos el templo, tenemos la Torá, tenemos alianza, tenemos profecía. Tenemos todas las instituciones de Israel.

 

¿Cuál fue el propósito de todo ello? Fue formar un pueblo sagrado, de acuerdo a la mente y corazón de Dios, que luego atraería hacia ellos todas las naciones del mundo. O cambien la metáfora, desde este lugar central emanaría el orden bueno de Dios para llevar a todo el mundo a una unión con el Dios creador. Israel es elegido, sí. Ellos son el pueblo especial. Pero no son elegidos para ellos mismos. Son elegidos para beneficio del mundo. Una vez que comprenden eso, es como una llave que destraba toda clase de puertas en la Biblia. Comienzan a entender la vocación de Israel. Estoy delatando mi edad aquí. Hay un viejo álbum de John Lennon allá por los setenta. Se llama “Walls and Bridges”. Siempre me gustó esa frase, “muros y puentes”, porque saben qué, necesitan ambos. ¿Qué hacen los muros? Los muros definen. Apartan una cosa. Incluyen y excluyen, ¿cierto? Construyen una pared alrededor de algo, están diciendo “es esto”. Es esta identidad, y no son las cosas de afuera. Las paredes definen. ¿Existe un gran muro alrededor de Israel? Sí, en todo el Antiguo Testamento. Regresen al libro de Levítico, el libro de los Números, gran parte del libro del Éxodo. Miren a las prescripciones de la Ley.

Observen las prácticas del templo. ¿Cuál era el objeto de todo eso? Estaba destinado a circunscribir a este pueblo particular. No debían ser como las otras naciones, porque si se asemejaban a las otras naciones, perderían su integridad, y entonces no serían capaces de traer nada al resto del mundo. Si los muros de Jerusalén eran atravesados e ingresaban las otras culturas con sus adoraciones falsas y sus prácticas morales malas y lo demás, Israel perdería su alma. Y si Israel perdía su alma, entonces se perdería la esperanza de la salvación para el mundo entero. Por lo tanto, por Dios, necesitamos muros. Israel necesitó muros. Necesitó definición.

 

Pero recuerden, muros y puentes. Finalmente, habiéndose definido adecuadamente, Israel construye ahora un puente para así llevar su vida fuera al resto del mundo. He utilizado antes la imagen del arca de Noé, algo que se preservó dentro de los muros del arca de Noé. Miren, si no hubiera habido muros en ese barco, se hubiera hundido, punto, y todo dentro de él se habría perdido. Los muros definían al arca de Noé. Pero luego, luego, una vez que retrocedieron las aguas, se dejó salir a la vida. Ese es la cadencia Bíblica. Ahora regresen a esta historia teniendo presente todo aquello. No es Jesús que tiene un día difícil y una señora intrépida que le vuelve a hablar. Esa es una imposición moderna. ¿Acaso no vemos aquí, en una vívida muestra narrativa, los principios mismos de los que he estado hablando? ¿Qué objeto tiene esta especie de rechazo de Jesús y de los Apóstoles? Es una especie de representación, si se quiere, del hecho de los muros.

Es una afirmación de la definición de Israel. “No he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”. Ese es el acto inicial, que Israel debe tener su propia definición. Pero vean, ¿cómo termina la historia? No termina allí con Israel simplemente ensalzándose en su peculiaridad. No, finalmente, y qué hermoso es; esta mujer es un personaje hermoso en el Nuevo Testamento porque representa a todas las naciones del mundo que perciben la belleza y la integridad de Israel y están buscando vida a partir de ella. Ella está allí, como si fuera, junto al muro, diciendo, “Por favor, quiero lo que tú tienes”. Y al final de cuentas en esta historia, Jesús, que primero enfatizó la cualidad de muro, ahora establece el puente. La fe de ella se transforma en un puente desde su lado. La misericordia de Jesús se transforma en un puente desde el otro lado. Y ahora algo de la gracia y la vida de Israel sale hacia el resto del mundo. Por eso es que ella es un símbolo hermoso, no una muchacha intrépida, inteligente; es un símbolo de las naciones, de la Iglesia, que ha recibido a través de este puente que es Cristo la vida y la gracia de Israel. Permítanme cerrar con esto, para que no digan, “De acuerdo, está bien, todo eso es una interpretación bíblica muy interesante”. Vean, todo trata sobre nosotros. Pienso en mi propia vida cuántas gracias recibí, nacer en la familia que nací. Mis padres, maravillosos Católicos devotos, me mandaron a una escuela Católica para mi formación, a Misa cada domingo; estuve expuesto a lo mejor de la tradición intelectual y artística Católica y todas estas cosas maravillosas que se me dieron. Son una gracia. No me las gané. No las logré. En cierto modo me fueron dadas como una gracia. ¿Por qué? Para que pudiera sencillamente descansar en ellas y decir, “¿Acaso no soy un muchacho agradable porque tengo estos dones especiales?”. No, no, no. Veo a medida que mi vida se ha ido desarrollando, el propósito entero de eso fue que pudiera luego ser capaz de compartir lo que se me dio con el resto del mundo, lo cual estoy haciendo ahora mismo a través de esta cámara frente a mí, que está funcionando como una especie de puente a las naciones. Pero de nuevo, recuerden, recuerden, a menos que hubiera muros en un momento en mi vida, a menos que algo se hubiera definido para mí, no tendría nada sustancial para dar. Vean, de cierta manera la batalla liberales-conservadores —sé que es complejo— pero una manera de mirarla podría ser reducirla a esto. ¿Eres tú una persona más como muro o más como puente? Los liberales tienden a ser más como puentes, mirando hacia el resto del mundo y estableciendo conexiones y contactos. Bueno, ¡genial! Adoro los puentes. Pero los puentes son inútiles a menos que hayan estado precedidos por algo como un muro. Porque si todo lo que hago es establecer contacto con el resto del mundo, luego puedo convertirme simplemente en el resto del mundo. Puedo perder mi carácter distintivo. O si soy un conservador y digo, “Mira, estoy totalmente a favor de los muros. A favor de definir quiénes somos como Católicos”. Bueno, genial, estoy a favor de eso también. Pero entonces si eso es todo lo que tengo, me voy a agazapar detrás de esos muros altos, y no cumpliré la misión de la Iglesia, que finalmente es construir un puente desde esa comunidad hermosa hacia el resto del mundo. Puedo sugerirles, ese es el marco correcto teórico y teológico para interpretar esta historia maravillosa de Mateo 15. Ambos, muros y puentes; ambos, un Israel definido y un Israel misionero. Esa es la naturaleza apropiada de la Iglesia. Y Dios los bendiga.