Luke 13:10-17

En el Evangelio de hoy, Jesús sana a una mujer que había estado lisiada durante dieciocho años. ¿Podemos ver el poder que fluye de la fe de modos obvios y espectaculares?

En el mismo Jesús, por supuesto, y a través de tantos santos en la tradición, vemos el poder de la fe manifestado en curaciones. Es como si un cristiano se convirtiera en un conducto del poder divino, como si el poder de Dios, que crea y sostiene el cosmos, fluyera a través de la persona de fe para así sanar.También podemos haber experimentado una curación espiritual del alma. Su fuente es la energía, el poder, el Espíritu, un nuevo ser, que aparece en, y a través de, Jesucristo. Curamos el alma al traer al Salvator, el sanador, quien en Su Persona reconcilió a Dios con nosotros, y que abrió las almas al poder divino. ¿Dónde está disponible este nuevo ser? En la Escritura, la liturgia y los sacramentos.

La hipocresía es el peligro más grave, porque puede arruinar también las realidades más sagradas. (…) para acoger a Dios no importa la destreza, sino la humildad. Este es el camino para acoger a Dios, no la destreza: “somos fuertes, somos un pueblo grande…”, no, la humildad: “soy un pecador”; pero no en abstracto, no: “soy pecador por esto, esto y esto”, cada uno de nosotros debe confesar, primero a sí mismo, sus propios pecados, faltas, hipocresías; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento. (…) olvidamos que solamente en un caso es lícito mirar a otro desde arriba hacia abajo: cuando es necesario ayudarlo a levantarse (…)  Así comienza una nueva vida. Y la vía es una sola, la de la humildad: purificarnos del sentido de superioridad, del formalismo y de la hipocresía, para ver en los demás a hermanos y hermanas, a pecadores como nosotros y ver en Jesús al Salvador que viene por nosotros, no por los demás, por nosotros; así como somos, con nuestras pobrezas, miserias y defectos, sobre todo con nuestra necesidad de ser levantados, perdonados y salvados. (Ángelus del 4 diciembre 2022)

Ángel de Acri, Santo

Sacerdote, 30 de Octubre

Por: Isabel Orellana Vilches | Fuente: Zenit.org

Presbítero

Martirologio Romano: En Acri, Calabria, Italia, San Ángel de Acri, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que viajó por todo el reino de Nápoles predicando la Palabra de Dios en un estilo adaptado a la gente sencilla. ( 1739)

Etimológicamente: Ángel = quien lleva el mensaje, viene de la lengua griega

Fecha de beatificación: 18 de diciembre de 1825 por el Papa León XII.
Fecha de canonización: 15 de octubre de 2017 por S.S. el Papa Francisco

Breve Biografía

Lucas Antonio Falcone nació en Acri, Cosenza, Italia, el 19 de octubre de 1669. Sus padres, el campesino Francisco Falcone, y Diana Enrico, panadera, le educaron en la fe. Diana era devota de la Virgen de los Dolores y de san Francisco de Asís, lo cual influyó en el pequeño Lucas que creció en un hogar de mínimos recursos, pero amasando una fortaleza que sería su mayor legado. Travieso, como son la mayoría de los niños, hallándose en la iglesia con su madre intentó descolgar la imagen de la Virgen, pero algo percibió en su mirada y desistió. Se hincó de rodillas colocando debajo unos granos de trigo y en un momento dado vio que la imagen resplandecía ante él «ceñida de rayos», hecho que le causó gran conmoción.

En 1689, mientras escuchaba el sermón del capuchino P. Antonio de Olivadi, creyó que tenía vocación para integrarse en su comunidad y fue admitido en ella ese mismo año. Contra el parecer de su madre, y de un tío sacerdote, ingresó en Dipignano. Al no hallar conformidad con la vida que se encontró, regresó con su familia. Pero íntimamente le parecía percibir una voz haciéndole ver que su lugar era otro. Volvió a las puertas del convento de los frailes, solo que en este caso eran las de Acri, confiando en que sería acogido y perdonado, como así fue. Por segunda vez reinició el noviciado en 1689, en esta ocasión en Belvedere. Le atenazaron las dudas, se dejó llevar de pensamientos mundanos, y nuevamente se marchó.

Parecía como si su reticencia para huir atrajese sobre él más gracia divina. A mediados de noviembre de 1690 por tercera vez se planteó la posibilidad de ser capuchino. Según confesó después, fue el diablo bajo una poderosa apariencia física, quien lo transportó permitiéndole atravesar de ese modo una peligrosa corriente; interpretó el hecho como un castigo divino impuesto al maligno que había influido en su voluntad en las dos ocasiones anteriores. Ángel llegó al convento de Belvedere tembloroso, cargado de humildad, pertrechado por su fe y el espíritu de un neófito. Los religiosos volvieron a dar pruebas de bondad y de caridad, acogiéndole. Y él, decidido a todo por Cristo, en esta ocasión perseveró en la vivencia de las enseñanzas que fue recibiendo, entregado a la oración y a la penitencia. No obstante, tuvo que luchar contra las tentaciones de abandono que pugnaban por abrirse paso dentro de sí con inusitada fuerza. Por algo advierte Cristo que se debe ser fiel en las cosas pequeñas. Los resquicios que dejan las dudas no hacen más que aventar la indecisión. Si se le dan alas una vez, la vida espiritual comienza a derrapar por un peligroso desfiladero porque la debilidad se asienta cómodamente en el interior. En cambio, toda negativa a volver la vista atrás fortalece.

Ángel se había dejado llevar de sus temores en tres ocasiones, y la lucha se le presentaba más enconada. Así que, conocer la vida de fray Corleone y su combate contra las tendencias humanas, le ayudó muchísimo. Casi desfallecido por la batalla que mantenía contra el envite del maligno, suplicó: «¡Ayúdame, Señor! No resisto más». Y escuchó esta respuesta: «Compórtate como fray Bernardo de Corleone». Entonces, tomó al fraile como modelo y, con la ayuda de su formador Juan de Orsomarso, que le animó en todo momento, profesóen 1691, habiendo encomendado su vocación a María. Lo encaminaron a la vida sacerdotal, cursó estudios teológicos y en 1700 fue ordenado sacerdote en la catedral de Cassano Jonio.

Destinado a predicar, supo llegar al corazón de las pobres gentes, campesinos y pastores en su mayoría, que malvivían trabajando de sol a sol, mientras los beneficios iban a parar a los señores. Les hablaba del amor de Dios con un mensaje sencillo, comprensible, despojado de retóricas y artificios, en conformidad con el espíritu franciscano. Obtuvo muchas conversiones. Fueron treinta y ocho años los que pasó predicando cuaresmas, ejercicios espirituales, misiones populares, etc., por muchas regiones de Italia, pasando por encima de penalidades y contratiempos. No se amilanaba a la hora de defender a los débiles. Denunciaba con pasión los abusos que cometían contra ellos lesionando sus derechos esenciales, y reclamaba a las autoridades civiles y a miembros de la nobleza el trato justo que merecían. Fue un gran confesor y pacificador. En el púlpito no le temblaba el pulso a la hora de condenar la gravedad de la conducta de los pecadores, aunque en el confesionario acogía a los penitentes con misericordia y piedad.

Hizo de su celda un centro de consulta para los que demandaban su consejo, que eran de todas las clases y condiciones sociales: la nobleza y el clero también acudía a él. Dirigió espiritualmente a religiosos y religiosas. Notable fue la atención que tuvo con el VIII príncipe de Bisignano,Giuseppe Leopoldo Sanseverino, siendo autorizado por Benedicto XIII para que residiera en el palacio a efecto de poder confortarle espiritualmente. Contando con la ayuda deSanseverino, Ángelimpulsó la construcción del convento de capuchinas en Acri, donde ingresaría la hija de este noble,sor María Ángela del Crucificado.

El santo aceptó por obediencia las misiones que se leencomendaron: maestro de novicios, guardián, visitador, definidor, ministro provincial y pro-visitador general. Fue un gran humanista y poeta, un excelso religioso agraciado con dones extraordinarios: milagros, profecía, bilocación, dirección y penetración de conciencias, éxtasis y curaciones. Murió en Acri el 30 de octubre de 1739.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

¡Sáname, Señor!

Santo Evangelio según San Lucas 13, 10-17. Lunes XXX del tiempo ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, libérame de la mayor enfermedad…aquella del corazón.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 10-17

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu malo, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»

Le impuso las manos y, al instante, la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiera hecho una curación en sábado, le dijo a la gente: «Hay seis días de la semana en que se puede trabajar; vengan, pues, durante esos días a que los curen y no el sábado». Entonces el Señor dijo: «¡Hipócritas! ¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su burro del pesebre para llevarlo a abrevar, aunque sea sábado? Y a esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo atada durante dieciocho años, ¿no era bueno desatarla de esa atadura, aun en día de sábado?». Cuando Jesús dijo esto, sus enemigos quedaron en vergüenza; en cambio, la gente se alegraba de todas las maravillas que él hacía.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

De entre la mujer y el jefe de la sinagoga no sé quién es el más enfermo. Si aquella que, aunque enferma del cuerpo, buscaba al mismo Dios para que la curase o aquél que, aunque sano del cuerpo, su corazón estaba lejos de Dios.

Jesús quiere gritarnos: «quedas libre», pero Él sabe que la verdadera libertad sólo se puede dar en el saberse necesitado; en ser humilde. Él sabe que la verdadera libertad sólo puede ser medida por el amor, en la donación… en el perderse a sí mismo. De lo contrario, nos vemos esclavos de nosotros mismos, nos hacemos esclavos de una perfección exterior que nos ciega de las necesidades del otro y que nos lleva a darle una importancia superior a aquello que simplemente no lo es…

Por tanto, la verdadera enfermedad no es aquella que me impide ponerme derecho o poder caminar sino aquella que me impide amar.

¡Sáname, Señor!

«En el pasaje del Evangelio hay una palabra que Jesús usa mucho para calificar a los doctores de la ley. «Hipócritas» es la palabra que más usa para calificarles. Estos son hipócritas porque hacen ver una cosa, pero piensan otra: ellos, en efecto, hablan, juzgan, pero hay otra cosa por debajo. Nada más distante de Jesús: la hipocresía, en efecto, no es el lenguaje de Jesús. La hipocresía no es el lenguaje de los cristianos. Es un dato absolutamente «claro»».

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de junio de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Intentaré hacer un acto de caridad a lo largo del día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Por qué la enfermedad es un medio de santificación?

Muchos santos nos han mostrado que la fuerza de su entrega para con los demás está en echar raíces en el camino de la cruz

Por: Alejandro Saavedra sdb | Fuente: Revista Vive!

Es fundamental partir de la afirmación de San Pablo “porque he sido crucificado con Cristo, mi vivir es Cristo” (Gál 2,20); ya que desde esta perspectiva podemos comprender y vivir la enfermedad como un medio de santificación.

1. No caigamos en la facilonería y superficialidad de la fe.Es muy fácil constatar en muchas casas de retiros, de formación a la vida consagrada e incluso en parroquias esta declaración paulina, pero recortada: “Mi vivir es Cristo”, y nos olvidamos que la causa de este vivir en Cristo es la participación profunda en el sacrificio de la cruz. Sin esta razón de ser, pierde totalmente peso y densidad de vida nuestro ser discípulo-misionero de Jesucristo. 

2. La sabiduría de la cruz.La cruz para los judíos era considerada una locura y para los griegos era necedad, mientras que para el cristiano es sabiduría.

La que no nos enseña intelectualmente, sino vivencialmente que el sacrificio es un medio de santificación, entendida como comunión de vida. Significa zambullirnos en la radicalidad de la vida de Cristo en y desde la cruz. Al participar desde nuestra enfermedad, realizamos en nosotros un proceso de purificación de motivaciones existenciales, un discernimiento de la debilidad humana como fortaleza divina y una capacidad para saber mirar más allá de la propia limitación y fragilidad humana. En aquel horizonte, es encuentro con la vida de aquél que “siendo el justo por excelencia ha sufrido más que nosotros”.

3. Seamos hijos verdaderos de Dios.Conviene considerar que Jesucristo nunca se auto-proclamó Hijo de Dios. Solamente lo hizo ante Caifás de modo afirmativo, provocando en el Sumo Sacerdote el desgarramiento de las vestiduras. Este detalle resulta fundamental para comprender el “por qué” la enfermedad en el dolor y el sufrimiento que se identifica con Cristo. Ante Caifás nuestro Señor no tenía otra alternativa que enfrentar el sacrificio de la cruz. Y es ese reconocimiento de los otros y encima de un pagano que se da en la misma cruz, pues el centurión romano al verlo morir lo reconoce en su más alta dignidad: “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39).

Por Alejandro Saavedra sdb
Párroco y Rector Santuario
María Auxiliadora-Guayaquil.

DÍA 30 SAN ALONSO RODRÍGUEZ

Jesuita español, nació en Segovia, se casó con María Suárez y tuvieron tres hijos. Enviudó a los 31 años. A los 39 años decide entrar en la Compañía de Jesús, después de unos años de vida penitente. Ingresó como hermano lego. Trabajó más de 30 años como portero en la casa de los jesuitas de Mallorca. Muchos fueron a pedirle consejo porque veían su santidad.