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Leonardo de Noblac (o de Limoges), Santo

Ermitaño, 6 de noviembre

Martirologio Romano: En Noblac, cerca de Limoges, en Aquitania, san Leonardo, ermitaño († c. 559).

Breve Biografía

Es uno de los santos más populares de Europa central. En efecto; dice un estudioso que en su honor se erigieron no menos de seiscientas iglesias y capillas, y su nombre aparece frecuentemente en la toponomástica y en el folclor. El mismo estudioso añade que él «despertó una devoción particular en tiempos de las cruzadas, y entre los devotos se cuenta el príncipe Boemundo de Antioquía que, hecho prisionero por los infieles en 1100, atribuyó su liberación en 1103 al santo, y, de regreso a Europa, donó al santuario de Saint-Léonard-de-Noblac, como ex voto, unas cadenas de plata parecidas a las que él había llevado durante su cautiverio». San Leonardo de Noblac (o de Limoges) es un santo «descubierto» a principios del siglo XI, y a ese período remontan las primeras biografías, que después inspiraron el culto hacia él.

Leonardo nació en Galia en tiempos del emperador Anastasio, es decir, entre el 491 y el 518. Como sus padres, a más de nobles, eran amigos de Clodoveo, el gran jefe de los Francos, éste quiso servir de padrino en el bautismo del niño. Cuando ya era joven, Leonardo no quiso seguir la carrera de las armas y prefirió ponerse al servicio de San Remigio, que era obispo de Reims.

Como San Remigio, sirviéndose de la amistad con el rey, había obtenido el privilegio de poder conceder la libertad a todos los prisioneros que encontrara, también Leonardo pidió y obtuvo un poder semejante, que ejerció muchas veces. El rey quiso concederle algo más: la dignidad episcopal. Pero Leonardo, que no aspiraba a glorias humanas, prefirió retirarse primero a San Maximino en Micy, y después a un lugar cercano a Limoges, en el centro de un bosque llamado Pavum.

Un día su soledad se vio interrumpida por la llegada de Clodoveo que iba a cacería junto con todo su séquito. Con el rey iba también la reina, a quien precisamente en ese momento le vinieron los dolores del parto.

Las oraciones y los cuidados de San Leonardo hicieron que el parto saliera muy bien, y entonces el rey hizo con el santo un pacto muy particular: le obsequiaría, para construir un monasterio, todo el territorio que pudiera recorrer a lomo de un burro.

En el arte se lo representa casi siempre con las cadenas, símbolo de su protección especial para los que están injustamente presos, y por ese motivo pictórico es también patrono de los fabricantes de cadenas, broches, hebillas, etc.

 

 

¿Servir a dos amos?

Santo Evangelio según san Lucas 16, 9-15. Sábado XXXI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, estás a la puerta y llamas… Cuántas veces has tocado a la puerta de mi corazón y yo continuamente te ignoro. Hoy al menos quiero regalarte este momento; si bien no me siento capaz de abrirte pues me da miedo que me puedas pedir algo, te dejo la puerta de mi corazón sin seguro para que pases y seas Tú el que vea la necesidades que hay en él.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 16, 9-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo.

El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes?

No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero».

Al oír estas cosas, los fariseos, que son amantes del dinero, se burlaban de Jesús. Pero él les dijo: «Ustedes pretenden pasar por justos delante de los hombres; pero Dios conoce sus corazones, y lo que es muy estimable para los hombres es detestable para Dios».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Ésta es una de las frases evangélicas más conocidas por la sociedad, pero paradójicamente es también la que muchos parecen intentar vivir de manera contraria. La gran mayoría de los católicos tenemos muy en claro que amamos a Dios sobre todas las cosas, y que si bien no todos tenemos un compromiso activo con la iglesia, si tratamos de vivir de acuerdo a las leyes de Dios. Pero la verdadera interrogante llega cuando el amar a Dios sobre todas las cosas pasa de la teoría a la vida real.

¿Cuántas veces hemos estado dispuestos a hacer lo que sea con tal de ganar más dinero? Si se nos presenta la oportunidad de mentir, modificar e incluso hacer alguna trampilla para ahorrarnos o ganarnos unos centavos, ¿preferimos optar por vivir en la verdad y pagar el precio de ello?

Creo que no, una prueba clara de ello está en nuestro comportamiento diario, ya sea en la evasión de impuestos, en la mordida que le damos al oficial de tránsito para evitar una multa mayor, o en las simples mentiras diarias que nos permiten conservar nuestro puesto de trabajo o incluso granjearnos un ascenso.

¿Esto es amar a Dios sobre todas las cosas? ¿En verdad podemos pretender llevar una doble vida de amor a Dios y amor al dinero?

Nuestra vida se desarrolla en una continua búsqueda de la felicidad, y eso está perfecto, cuando tenemos bien claro que nuestra felicidad sólo está en Cristo. Pero cuando buscamos la felicidad en otros sitios, no sólo no la encontramos sino que terminamos más infelices y vacíos de como empezamos.

El dinero no es malo, es malo darle un lugar privilegiado en nuestra jerarquía de valores, o peor aún, suplantar el lugar que le debemos a Dios poniendo al dios dinero. Recordemos siempre que nos veamos agobiados y preocupados por algo que no sea Dios, que «no podemos servir a dos amos pues terminaremos amando a uno y odiando al otro».

«La Palabra de Dios nos conduce a una elección final: “ningún criado puede servir a dos señores porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro”. El estafador ama la estafa y odia la honestidad. El estafador ama los sobornos los acuerdos oscuros, esos acuerdos que se hacen en la oscuridad. Y la cosa peor es que él cree ser honesto. El estafador ama el dinero, ama las riquezas: las riquezas son un ídolo. A él no le importa —como dice el profeta— pisotear a los pobres. Son los que tienen las grandes “industrias del trabajo esclavo”. Y hoy en el mundo, el trabajo esclavo es un estilo de gestión». (Homilía de S.S. Francisco, 18 de septiembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Trataré de considerar que en el mundo existen personas que sobreviven con una cuarta parte de lo que yo tengo y buscaré algún medio por el cual pueda ayudar y ser solidario con los que menos tienen.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

¿Es pecado tener dinero y bienes materiales?

Sobre el desprendimiento de los bienes materiales, Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El por encima de todo y de todos.

Realmente no hay nada malo en poseer dinero, propiedades y bienes materiales, mientras no permitamos que esos bienes se conviertan en sustitutos de Dios. Cristo nos ha alertado: “No pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero” (Mt. 6, 24).

En el Antiguo Testamento se insiste mucho en que debemos escoger entre Dios y los ídolos o falsos dioses. En el Nuevo Testamento Jesús contrapone el dinero a Dios. Así que debemos cuidar que el dinero no se nos convierta en un ídolo que sustituya a Dios, y que tampoco las vías para obtenerlo ocupen todo nuestro interés, nuestra dedicación, nuestro empeño … hasta nuestro amor.

Los bienes materiales de este mundo no son malos en sí mismos, pues nos han sido proporcionados por Dios, nuestro Creador. Y, siendo esto así, significa que Dios es el Dueño, y nosotros somos solamente “administradores” de esos bienes que pertenecen a Dios. De allí que cuando seamos juzgados se nos tomará en cuenta cómo hemos administrado los bienes que Dios nos ha encomendado. (cf. Lc. 16, 2)

“El amor al dinero es la raíz de todos los males” (1 Tim. 6, 10). ¡Grave sentencia de San Pablo! Pero notemos algo: no dice que el dinero mismo sea la raíz de todos los males, sino “el amor al dinero”. Porque nuestro amor tiene que dirigirse a Dios y a los hombres, no a los bienes materiales.

Existe, entonces, un peligro real en buscar acumular dinero y riquezas. Tanto así que Jesús nos advierte: “Créanme que a un rico se le hace muy difícil entrar al Reino de los Cielos” (Mt. 19, 23). Se refería el Señor a esos ricos que aman tanto al dinero, que lo prefieren a Dios. Concretamente Cristo estaba aludiendo al joven rico que no fue capaz de dejar su dinero y sus bienes para seguirlo a El.

Amar al dinero es una tontería. “¡Insensato!”, exclama el Señor en su parábola sobre el hombre rico acumulador exagerado de riquezas. “Esta noche vas a morir y ¿para quién serán todos tus bienes? Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea” (cf. Lc. 12, 15-21).

Y esa sentencia de Cristo, que es tan cierta y tan evidente para todos, se nos olvida, y podría sorprendernos la muerte amando al dinero más que a Dios o teniendo al dinero en el lugar de Dios.

¿Cómo vivimos los hombres y mujeres de hoy? ¿Seguimos las advertencias de Cristo con relación a los bienes materiales? ¿O ponemos todo nuestro empeño en buscar dinero y en conseguir todo el que podamos, para acumular y acumular? Y … ¿para qué, si al llegar al mundo no trajimos nada, y cuando nos vayamos de este mundo no nos llevaremos nada?(cf. 1 Tim. 6, 7).

Respondiendo entonces a la pregunta de esta semana: Sí. El apetito desordenado de los bienes materiales, a lo cual llamamos “avaricia” sí es pecado.

El pecado consiste en acumular en desconfianza de la Divina Providencia: por si acaso Dios no nos cubre las necesidades, tenemos nuestra seguridad en lo que guardamos.

El pecado consiste en sustituir la Avaricia por la confianza en la Divina Providencia: acumulamos para que, por si acaso Dios no nos cuida, tengamos lo que creemos necesitar.

Es como tener una malla de seguridad en caso de que nuestro Padre no nos ataje cuando caigamos. El pecado consiste en creer que estaremos bien, porque nosotros mismos nos hemos proveído lo que creemos necesitar.

A todo esto se refiere la advertencia del Señor contra la avaricia. Avaricia es un signo externo de falta de confianza en Dios. Es no confiar en que realmente es El Quien provee para nosotros.

Hay una falta de confianza interior, que consiste en andar preocupados porque podría faltarnos lo necesario. Y una manifiesta falta de confianza exterior por la que buscamos proveernos de bienes temporales con una preocupación tal, que descuidamos los bienes espirituales.

Y puede ser pecado grave cuando se opone a la justicia y dependiendo de su intensidad y de los medios empleados para conseguir esos bienes. No parece tan feo este pecado, pero -pensándolo bien- ¿no es feo ver al ser humano esclavizado por algo material, muy inferior a él, como es el dinero?

Los bienes materiales han sido puestos en nuestras manos por Dios para que seamos buenos administradores. Y eso significa que con nuestro dinero -es cierto- debemos satisfacer nuestras propias necesidades y las de nuestra familia, pero también debemos satisfacer las necesidades de aquéllos que tienen menos que nosotros. Es decir, cada uno de nosotros tiene derecho a utilizar el dinero que ha conseguido con su trabajo honesto, pero también tiene la obligación de compartir con los demás. Y no sólo compartir de lo que nos sobra, sino a veces también de lo que nos es necesario … cuando haya alguno o algunos que tienen más necesidad que nosotros.

Sobre el desprendimiento de los bienes materiales, Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El por encima de todo y de todos. “El que no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío” (Lc. 14, 33). Basado en esto nos dice muy claramente el Catecismo de la Iglesia Católica: “El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los Cielos” (# 2544). Y agrega que el Señor se lamenta de los ricos apegados a sus riquezas, porque ya tienen su consuelo en el amor que le tienen a los bienes materiales. (cf. Lc. 6, 24) (cf. CIC # 2547).

 

 

Basta una caricia para dar sentido a la jornada de un enfermo

Misa del Papa celebrada en el Policlínico Gemelli de Roma.

Tal como estaba previsto, esta mañana poco después de las 10.00 el Santo Padre se dirigió en automóvil desde la Casa de Santa Marta hasta el Policlínico Agostino Gemelli de Roma para celebrar la Santa Misa con ocasión del 60º aniversario de la inauguración de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. En su homilía, el Papa, tras recordar la conmemoración “con gratitud” del “don de esta sede de la Universidad Católica”, compartió con los participantes en esta Eucaristía algunas reflexiones sobre su nombre. Ante todo, destacó que “está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, al que se dedica este día, el primer viernes del mes”. Y añadió:

“Al contemplar el Corazón de Cristo, podemos guiarnos por tres palabras: recuerdo, pasión y consuelo”

Recuerdo

“Recuerdo”, dijo Francisco. “Recordar significa volver con el corazón». Y explicó que el Corazón de Cristo nos hace volver a lo que ha hecho por nosotros, “nos muestra a Jesús ofreciéndose a sí mismo”, lo que significa “el compendio de su misericordia”. “Mirándolo, como hace Juan en el Evangelio, es natural recordar su bondad, que es gratuita e incondicional, no depende de nuestras obras. Y nos conmueve”, afirmó el Papa.

“Con las prisas de hoy, en medio de mil carreras y preocupaciones continuas, estamos perdiendo la capacidad de conmovernos y de sentir compasión, porque estamos perdiendo ese retorno al corazón, a la memoria”

En efecto, el Obispo de Roma añadió que “sin memoria perdemos nuestras raíces y sin raíces no crecemos”. De ahí la invitación a alimentar la memoria de quienes nos han amado, nos han cuidado, nos han criado.

“Hoy quiero renovar mi agradecimiento por las atenciones y el cariño que he recibido aquí. Creo que, en esta época de pandemia, es bueno que recordemos incluso los momentos más dolorosos: no para entristecernos, sino para no olvidar, y para orientar nuestras decisiones a la luz de un pasado muy reciente”

El arte del recuerdo

En cuanto a cómo funciona nuestra memoria, simplificando, Francisco explicó que “podríamos decir que nos acordamos de alguien o de algo cuando nos toca el corazón, cuando está ligado a un afecto o a un desamor particular”. Pues bien, el Corazón de Jesús sana nuestra memoria porque la devuelve al afecto fundacional.

“Nos recuerda que, pase lo que pase en la vida, somos amados”. “Somos seres amados, hijos a los que el Padre ama siempre y en todo caso, hermanos por los que late el Corazón de Cristo”. Por esta razón, “cada vez que miramos ese Corazón nos descubrimos arraigados y cimentados en el amor, como dijo el apóstol Pablo en la primera lectura”. El Papa invitó a cultivar esta memoria, “que se fortalece cuando estamos cara a cara con el Señor, especialmente cuando nos dejamos mirar y amar por Él en la adoración”. A lo que añadió:

“Pero también podemos cultivar entre nosotros el arte del recuerdo, atesorando los rostros que encontramos. Pienso en los días agotadores en el hospital, en la universidad, en el trabajo. Corremos el riesgo de que todo pase sin dejar rastro, o de que sólo quede el cansancio y la fatiga. Nos viene bien, por la noche, repasar las caras que hemos conocido, las sonrisas que hemos recibido, las buenas palabras. Son recuerdos de amor y ayudan a nuestra memoria a reencontrarse”

De la importancia de estos recuerdos en los hospitales Francisco manifestó que “pueden dar sentido al día de un enfermo”. “Una palabra fraternal, una sonrisa, una caricia en la cara: son recuerdos que curan por dentro, hacen bien al corazón. No olvidemos la terapia de la memoria”.

Pasión

La pasión, prosiguió el Pontífice, “es la segunda palabra”. “El Corazón de Cristo no es una devoción piadosa para sentir un poco de calor en el interior, no es una imagen tierna que despierte afecto. Es un corazón apasionado, herido de amor, desgarrado por nosotros en la cruz”.

“El Sagrado Corazón es el icono de la Pasión: nos muestra la ternura visceral de Dios, su pasión amorosa por nosotros y, al mismo tiempo, superado por la cruz y rodeado de espinas, nos muestra cuánto sufrimiento ha costado nuestra salvación. En su ternura y dolor, ese Corazón revela, en definitiva, lo que es la pasión de Dios: el hombre”

Lo que sugiere además que “si realmente queremos amar a Dios, debemos apasionarnos por el hombre, por todo hombre, especialmente por aquellos que viven la condición en la que se manifestó el Corazón de Jesús: el dolor, el abandono, el descarte”. “Porque el Corazón desgarrado de Dios es elocuente. Habla sin palabras, porque es misericordia en estado puro, amor que hiere y da vida. Es Dios”.

“¡Cuántas palabras decimos de Dios sin mostrar amor! Pero el amor habla por sí mismo, no habla de sí mismo. Pidamos la gracia de apasionarnos por el hombre que sufre, de apasionarnos por el servicio, para que la Iglesia, antes de tener palabras que decir, conserve un corazón que lata con amor”

Consuelo

La tercera palabra que destacó el Papa es “consuelo”. Y explicó que “indica una fuerza que no viene de nosotros, sino de los que están con nosotros. Jesús, el Dios-con-nosotros, nos da esta fuerza, su Corazón nos da valor en la adversidad”.

Después de aludir a las “tantas incertidumbres nos asustan”, el Obispo de Roma dijo que “en este tiempo de pandemia nos hemos descubierto más pequeños y frágiles”. Y que, a pesar de los tantos avances, “esto también es evidente en el campo de la medicina”, “con tantas enfermedades raras y desconocidas, cuánto esfuerzo se necesita para estar al día con las patologías, las estructuras de tratamiento, un servicio de salud que sea realmente lo que debe ser, para todos”. Podríamos desanimarnos, dijo el Papa, por eso “necesitamos consuelo”. El Corazón de Jesús late por nosotros, repitiendo siempre esas palabras:

“Ánimo hermana, ánimo hermano, no te desanimes, el Señor tu Dios es más grande que tus males, te lleva de la mano y te acaricia. Él es su consuelo”

Hacia el final de su homilía el Pontífice dijo que “si miramos la realidad desde la grandeza” del Corazón de Jesús, “cambia la perspectiva, cambia nuestro conocimiento de la vida porque, como nos recordaba San Pablo, conocemos el amor de Cristo que supera todo conocimiento».

“[Animémonos con esta certeza, con el consuelo de Dios. Y pidamos al Sagrado Corazón la gracia de poder consolar a su vez. Es una gracia que hay que pedir, mientras nos comprometemos con valentía a abrirnos, a ayudarnos unos a otros, a llevar las cargas de los demás. También se aplica al futuro de la sanidad, especialmente de la sanidad católica: compartir, apoyarse mutuamente, avanzar juntos]”

“Que Jesús – concluyó Francisco – abra los corazones de los que cuidan a los enfermos a la colaboración y la cohesión. A tu Corazón, Señor, encomendamos nuestra vocación de curar: haznos sentir querida a cada persona que se acerca a nosotros con necesidad”.

 

 

¡El beso de nunca jamás!

¿Existirá realmente un instructivo, en donde puedas leer el capítulo correspondiente a: “¿Pasos seguros para no llegar a una relación sexual con el novio?”

Existen situaciones que sería bueno poder prever, antes de que sucedieran. Algo así como que existiera un foquito rojo que se encendiera ante algún peligro, o como que alguien te gritara: “¡cuidado con el bache!”, antes de que cayeras en él (claro, siempre que tú tomarás en cuenta ese aviso).

Uno de esos invaluables avisos, sería poder saber hasta dónde puedes llegar con tu novio o novia (según sea el caso), en los apapachos, besos, caricias, antes de llegar al home run (como dicen nuestros vecinos del norte) o a meter la pata, y de verdad rebasar la situación llegando a un punto sin retorno, al: “beso de nunca jamás”

¿Existirá realmente un instructivo, en donde puedas leer el capítulo correspondiente a: “¿Pasos seguros para no llegar a una relación sexual con el novio?”

El instructivo lo traes ya inscrito en tu naturaleza humana y sólo es cuestión de tomarlo en cuenta.

Sé precavido(a), pon atención y lee tu instructivo: Eres un cuerpo biológico, sientes emociones las cuales puedes razonar y ordenar libremente, o puedes dejarte llevar sin más por ellas.

Las caricias y los besos involucran reacciones hormonales, sensaciones y sentimientos, que son respuestas directas a esos estímulos. Y cuando ya estás metido en esta dinámica, se vuelve cada vez más difícil (aunque no imposible), darte cuenta que estás haciendo cosas que te pueden lastimar y pueden lastimar a tu novia(o), dejándola(o) marcada(o) para siempre.

Partiendo de las diferencias

Si te fijas un poco, verás que las reacciones de un hombre y de una mujer son bien diferentes. Mira lo que sucede en cada uno con las manifestaciones de cariño, que van desde las miradas, palabras, abrazos, besos, caricias… hasta… todo lo que se te pueda ocurrir.

Pero no necesitamos ir muy lejos, quedémonos en los besos:

Hay muchas clases de besos: los besos de cariño que le das a tus papás, a tus hermanos chiquitos y a tus abuelos, los que le das a tus amigos y amigas en un momento de emoción y los “de cachete” que usas para saludar o despedirte de alguien que ni te interesa siquiera. Y hay otros besos, que definitivamente traen cola y significan: “me gustas y espero que yo también te guste”; “te quiero y sé que tú me quieres a mí”; “me gusta besarte y quiero besarte más”. Esos besos sabrosones que siempre soñaste…

El beso en la boca está relacionado con la entrega sexual (Ojo, decimos solamente: “relacionado”). Es más que un simple intercambio de sentimientos, tiene rasgos de pasión como los que ves en la TV o en el cine; además de que abres la puerta que te lleva con naturalidad a otras caricias.

La naturalidad también incluye -gracias a Dios- tu inteligencia (mandas sobre ti mismo, eres libre y puedes elegir cuándo, cómo y con quién, aunque tu cuerpo a veces te diga “¡aprovéchate, ahora es cuando!”) pues eres diferentes a los animales.

El beso, para las niñas, claro que tiene su parte física (no son angelitos), pero el significado de amor y ternura que le dan, tiende a ser sumamente alto. Ellas son más sentimentales y ven todo con mucho romanticismo.

Para los hombres, el asunto es bien distinto. Ellos también tienen su corazoncito, pero tienen una sexualidad más “física”; por eso, para ellos el beso en la boca se relaciona más directamente con la entrega sexual.

Por eso, es básico tener claridad en las manifestaciones de cariño y, sobre todo, pensar en lo que puede estar captando la otra persona. En el caso de las niñas, ellas tienden a “romantizar” todo, pero deben tener los pies bien puestos en el suelo, sin presuponer que el niño siente lo mismo que ellas.

No es que quiera pintar a los hombres como los malos del cuento, sino sólo hacer evidentes algunas diferencias reales que no debes perder de vista.

A un hombre lo excitan físicamente muchas cosas que a la mujer ni siquiera la inmutan. A él lo puede estimular desde el olor de tu perfume, que le tomes de la mano, estar contigo en lo oscurito, que te recuestes en su pecho con afecto, la música y el baile, escenas visuales que pasan en la TV, revistas, el cine y cosas así. Una vez excitado, le es más difícil mantener el control de sus respuestas.

Los besos llevan a las caricias y a los contactos físicos… y éstos, directo a la excitación sexual.

Cuántas niñas hay, que nunca pensaron llegar a las relaciones sexuales antes del matrimonio, pero que, beso a beso y caricia tras caricia, se dejaron arrastrar por el proceso de excitación mutua, por los impulsos hormonales que las empujaron hacia “adelante” y ya nunca pararon… hasta llegar al beso del nunca jamás, al home run, a “eso” que juraron que nunca harían.

Cuando has permitido que las cosas lleguen “demasiado lejos” es muy difícil que retrocedas y vuelvas a un nivel razonable. Pensar que puedes parar cuando quieras, es realmente ingenuo, por eso es mejor no empezar algo que no quieres terminar.

Para ellos y ellas, es verdad: “El hombre llega hasta donde la mujer quiere”; todo es cuestión de platicarlo entre ustedes. Ambos son dueños de sus vidas y ambos, cada uno con su estilo, debe marcar y conservar los propios límites, simplemente por respeto a aquél o aquélla, que será tu futuro(a) esposo(a) y que seguramente ni conoces aún.

El “hasta dónde podemos llegar, sin llegar a…”, nadie te lo tiene que imponer. Debes marcar el límite tú mismo(a), como resultado de entender conscientemente que tus sensaciones fuera de dominio, te nublarán el entendimiento y te harán perder el control de lo que quieres y de lo que no quieres hacer.

Aquí es en donde se pone serio este artículo; si entras con tu novio(a) en el juego de las caricias y los besos, éstos te irán conduciendo al acto sexual y puedes transformarte o transformarla, de “la novia buena y prudente” a “la amante caliente y sensual” en dos segundos. En este juego hay muchos impulsos, pero muy pocos frenos.

Y, una vez que se cae en las relaciones sexuales por primera vez, éstas tienden a volverse habituales, cayendo en lo que llamamos promiscuidad. La promiscuidad comienza en el momento que pierdes el sentido del propio valor, de tu cuerpo y del respeto. Es dejarte gobernar por las hormonas y en definitiva, perder tu libertad.

El instructivo acerca del funcionamiento correcto de tu naturaleza humana, en la que el espíritu debe gobernar a la inteligencia y la mente al cuerpo, sí existe, no lo puedes ignorar y mucho menos alterar. Eres diferente a los animales y no puedes funcionar como ellos.

Dejarte gobernar por los impulsos puede ser un error y… hay errores de los cuales nunca se tendría que aprender por experiencia. ¿Verdad?

 

 

El Rosario

Un excelente medio de oración y meditación de los misterios centrales de nuestra fe

“No todos los ejercicios de piedad, son para todos, hay unos para el sabio, otros para el rústico; unos para el viejo, otros para el joven; unos para el sano y otros para el enfermo; unos para el consagrado, otros para el laico; unos para el casado, y otros para el soltero. La devoción del Rosario, en la cual ninguno puede tener excusa, por ser fácil y acomodada, es para todos”. (Juan López, 1584).

Probablemente tú como yo hace tiempo, piensas que rezar el Rosario es un ejercicio piadoso monótono y por tanto aburrido, por lo cual fácilmente puede uno distraerse y no producir ningún beneficio a nuestro crecimiento espiritual. Cuán equivocada estaba al defender estos argumentos, para disculpar mi falta de sensibilidad y conocimiento ante esta magnífica práctica cristiana. Tuvo que acontecer algo muy doloroso en mi vida, para que me refugiara desperadamente en el rezo del Rosario y descubriera maravillada que este ejercicio de devoción a María Santísima, no solamente no era tedioso, sino que servía a quien lo reza con desesperación, como era mi caso, de remanso de paz que poco a poco al paso de las cuentas y la repetición de las Avemarías iba derramando sobre mi angustiado espíritu, como un bálsamo curativo, la paz que solo puede dar el contemplar los sagrados misterios de Nuestro Señor Jesucristo acompañados amorosamente por nuestra Madre Santísima.

Esta experiencia en mi vida me ha llevado a hacer mías las palabras del Papa Juan Pablo II: “Nuestro corazón puede encerrar en las decenas del Rosario todos los hechos que componen la vida del individuo, de la familia, de la nación, de la Iglesia y de la humanidad. Vicisitudes personales y del prójimo, y de forma particular, de los que nos son más cercanos, que llevamos más en el fondo del corazón. De esta forma, la oración sencilla del Rosario mantiene el ritmo de la vida humana”. Cómo cambiaría el mundo, si cada uno de los cristianos tuviera dentro de sus prácticas religiosas el rezo del Rosario que nos recuerda y pide la sencillez evangélica y la humildad de corazón necesarios para alcanzar el Reino de los Cielos.

¿Pero cómo se debe rezar el Rosario?

Atendiendo a las recomendaciones del Papa Paulo Vi en su exhortación “Marialis Cultus” nos dice: El Rosario será ponderado en la oración del Padrenuestro, lírico y laudatorio en el calmo pasar de las Avemarías, contemplativo en la atenta reflexión sobre los misterios; implorante en la súplica, adorante en la doxología del Gloria al Padre…

Haciéndolo de esta forma, se pueden transformar la mente y la voluntad del hombre por que viviría el misterio de Cristo en el alma de María, reanimando su fe, reviviendo su esperanza, inflamando su corazón en el amor para con Dios, de donde brotaría un intenso amor al prójimo. Y ello por que la repetición de una fórmula clara y sencilla, constituye incluso en el orden comercial el mejor método para inculcar una idea que a la larga se traduciría en una conducta. Quien pide cincuenta veces al día a María Santísima que se acuerde de él a la hora de la muerte terminará por preocuparse de esa hora transformando su vida a imitación de Cristo.

Constitución e Historia del Rosario

El Rosario se define como cierta plegaria en honor de la Santísima Virgen María que consiste en el rezo de doscientas Avemarías, intercaladas por veinte Padrenuestros, que la dividen en veinte decenas, en cada una de las cuales se medita uno de los misterios de nuestra Redención.

El Rosario completo está compuesto de veinte decenas. Está dividido en cuatro partes distintas, que se pueden rezar separadamente en diferentes momentos del día, los cinco Misterios Gozosos, los cinco Misterios Luminosos, los cinco Misterios Dolorosos, los cinco Misterios Gloriosos. Si se rezan sólo cinco decenas por día, es costumbre rezar los Misterios Gozosos los lunes y sábados, los Misterios Luminosos los jueves, los Misterios Dolorosos los martes y viernes, los Misterios Gloriosos los miércoles y domingos.

Misterios Gozosos: (Lunes y Sábados)

1. La encarnación del Hijo de Dios.
2. La visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel.
3. El nacimiento del Hijo de Dios.
4. La Presentación del Señor Jesús en el templo.
5. La Pérdida del Niño Jesús y su hallazgo en el templo.

Misterios Dolorosos: (Martes y Viernes)

1. La Oración de Nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní.
2. La Flagelación del Señor.
3. La Coronación de espinas.
4. El Camino del Monte Calvario cargando la Cruz.
5. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor.

Misterios Luminosos, de la Luz (Jueves)

1. El Bautismo en el Jordán.
2. La autorrevelación en las bodas de Caná.
3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión.
4. La Transfiguración.
5. La Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.

Misterios Gloriosos: (Miércoles y Domingos)

1. La Resurrección del Señor.
2. La Ascensión del Señor.
3. La Venida del Espíritu Santo.
4. La Asunción de Nuestra Señora a los Cielos.
5. La Coronación de la Santísima Virgen.

Pero antes de alcanzar la estructura actual, necesitó de varios siglos para conformar los elementos que lo integran, a saber:

• La corona o instrumento para contar.
• Las doscientas Avemarías.
• Los veinte Padrenuestros, para dividir las Avemarías en veinte decenas.
• La meditación de los misterios de nuestra Redención.

La Corona para contar

El empleo de instrumentos para contar las oraciones repetidas es antiquísimo, y no es de uno exclusivo de los cristianos, sino también ha sido empleado en otras culturas y religiones; noticias de ello las tenemos en esculturas procedentes de Ninive del s. IX a.C. Y en el libro «Delle meraviglie del mondo» de Marco Polo del s. XIII. También se sabe que monjes egipcios de los primeros siglos del cristianismo empleaban instrumentos rudimentarios para llevar la cuenta de sus oraciones vocales.

El primer sistema empleado, después de haber encontrado insuficientes los dedos, fue tomar cierto número de piedrecitas correspondientes al número de oraciones a recitar, retirándolas una a una al terminar cada oración, hasta agotarlas todas. Así hacían por ejemplo San Pablo de Tebas (+ 341) y Santa Clara de Asís.

 

La costumbre de emplear piedrecitas fue pronto sustituida por un cordón con nudos o granos enfilados (de cereales, de madera, de plata y hasta de oro) que cumplieran las fórmulas de las oraciones, intercalando otros granos más gruesos, destinados probablemente a indicar una pausa breve, o para evitar el cansancio de una serie demasiado larga.

Pronto, para mayor comodidad estos cordones fueron unidos por sus extremos, en forma circular, como un gran anillo tomando el nombre de corona, sertum precatorium o Padrenuestro. Precisamente por que al principio servía para contar Padrenuestros; el cambio del nombre a Rosario, fue cuando poco a poco el Ave María fue sustituyendo casi en todas sus partes a los Padrenuestros (mediados del s. XII), para simbolizar la corona que durante la Edad Media se acostumbraba tejer con rosas, perlas o lindas piedras sobre la cabeza de las estatuas de nuestra Madre Santísima

Las doscientas Avemarías

 

La sustitución del Padrenuestro por Avemarías fue cuando el Avemaría, hasta las palabras «de tu vientre», comenzó a ser de uso común y a ser prescrita por muchos Obispos y Concilios, junto con el Credo y el Padrenuestro. Se tienen noticias de que en aquel tiempo muchos rezaban diariamente un gran número de Avemarías, baste citar a cierta monja cisterciense llamada Icta o Ida fallecida en 1226 quien acostumbraba rezar mil cien veces al día el saludo angélico arrodillándose en cada uno de ellos.

El número de Avemarías contadas en la corona en el s. XII fue bastante fluctuante y dejado al criterio personal de cada cual. Ya en el s. XIII comenzó a prevalecer el número de ciento cincuenta Avemarías llamándolo salterio de María (en correlación a los ciento cincuenta salmos de las Sagradas Escrituras), o de una tercera parte, es decir cincuenta Avemarías llamándolo Rosario de María o bien de sesenta y tres Avemarías por los presuntos sesenta y tres años de vida terrena de María Santísima conocida como la Corona de la Bienaventurada María, la cual fue difundida especialmente por los franciscanos y que ha llegado hasta nuestros días como Corona franciscana (en la actualidad consta de setenta Avemarías y se contemplan solo misterios gozosos).

En Inglaterra, desde el s. XII las ciento cincuenta Avemarías de dividían en décadas no por Padrenuestros, como ahora, sino por antífonas.

De esta forma los dos primeros elementos del Rosario: la corona y las ciento cincuenta Avemarías, se usaban ya en el s. XII, pero se necesitaron más de dos siglos antes de que a estos dos elementos se les unieran los otros dos, es decir, los quince Padrenuestros y las meditaciones de los misterios.

A comienzos del siglo XXI, con la encíclica de S.S. Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae del 16 de octubre de 2002, se agregan al Santo Rosario los cinco Misterios de Luz, conformando el rezo del rosario completo en veinte misterios de la vida de Cristo y la Virgen María y elevando las Avemarías a doscientas, que es como se reza en la actualidad.

 

Los veinte Padrenuestros

El primero en introducir el Padrenuestro en el Rosario fue el cartujo Enrique Egher (1340 – 1408), quien a decir de una antigua crónica, durante una visión, recibió de la Virgen María la orden de decir un Padrenuestro y luego diez Avemarías, y así hasta alcanzar el número de quince Padrenuestros y ciento cincuenta Avemarías. Por tanto, los quince Padrenuestros, fueron introducidos en el Rosario a fines del s. XIV y se convirtieron en veinte con la encíclica Rosarium Virginis Mariae al añadir los cinco misterios luminosos.

La encíclica de S.S. Juan Pablo II Rosarium Virginis Mariae

«Una incorporación oportuna. No. 19. de la encíclica Rosarium Virginis Mariae
De los muchos misterios de la vida de Cristo, el Rosario, tal como se ha consolidado en la práctica más común corroborada por la autoridad eclesial, sólo considera algunos. Dicha selección proviene del contexto original de esta oración, que se organizó teniendo en cuenta el número 150, que es el mismo de los Salmos.

No obstante, para resaltar el carácter cristológico del Rosario, considero oportuna una incorporación que, si bien se deja a la libre consideración de los individuos y de la comunidad, les permita contemplar también los misterios de la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión. En efecto, en estos misterios contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como revelador definitivo de Dios. Él es quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo en el Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de él con sus obras y proclamando sus exigencias. Durante la vida pública es cuando el misterio de Cristo se manifiesta de manera especial como misterio de luz: «Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo» (Jn 9, 5).

Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente ´compendio del Evangelio´, es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor) y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de luz). Esta incorporación de nuevos misterios, sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración, se orienta a hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria.

Misterios de luz. No. 21 de la encíclica Rosarium Virginis Mariae

Pasando de la infancia y de la vida de Nazaret a la vida pública de Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que se pueden llamar de manera especial «misterios de luz». En realidad, todo el misterio de Cristo es luz. Él es «la luz del mundo» (Jn 8, 12). Pero esta dimensión se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino. Deseando indicar a la comunidad cristiana cinco momentos significativos –misterios «luminosos»– de esta fase de la vida de Cristo, pienso que se pueden señalar: 1. su Bautismo en el Jordán; 2. su autorrevelación en las bodas de Caná; 3. su anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión; 4. su Transfiguración; 5. institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.

Cada uno de estos misterios revela el Reino ya presente en la persona misma de Jesús. Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se hace ´pecado´ por nosotros (cf. 2 Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera. Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente. Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cf. Mc 2, 3-13; Lc 7,47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia. Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo « escuchen » (cf. Lc 9, 35 par.) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo. Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad « hasta el extremo » (Jn13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.

Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo. Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento de la predicación de Jesús (cf. Mc 3, 31-35; Jn 2, 12) y nada dicen sobre su presencia en el Cenáculo en el momento de la institución de la Eucaristía. Pero, de algún modo, el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo mariano de todos los «misterios de luz»».

La meditación de los Misterios

La introducción de la meditación de los misterios de nuestra Redención también se debe a un cartujo llamado Domingo de Prusia (+1461), religioso del convento de Trévis, quien formuló cincuenta cláusulas o conclusiones para añadirlas a cada una de las cincuenta Avemarías después del nombre de Jesús. Aunque un primer germen de meditación de los misterios unida a la recitación del Avemaría se tiene al principio del s. XIII por Esteban, abad cisterciense de Sallaí, en Inglaterra, en sus meditaciones enuncia quince gozos o misterios de la vida de Cristo y de María muy parecidos a los quince misterios del Rosario, seguidos de un Avemaría comentada. El documento más antiguo que nos da noticia de los quince misterios es la obra «Unser lieben fräwen psalter» (Ulm 1483).

Por las consecuencias que se derivaron de introducir la meditación de los misterios en la oración del Rosario, fue llamado inmediatamente Rosario áureo. Está feliz innovación, que confería al Rosario el carácter de oración mental pronto encontró gran acogida dentro de la cristiandad, llegando a tener ciento cincuenta cláusulas o conclusiones, una por cada Avemaría del Rosario.

Un gran apóstol de esta forma de orar fue el Beato Alano de la Roca (1428 – 1475), a quien se debe la institución de las Cofradías, que él llama del Salterio, y que se difundieron después en todo el mundo bajo el nombre de Cofradías del Rosario.

En los inicios del s. XVI, los misterios fueron reducidos, con fino sentido práctico de ciento cincuenta a quince: cinco gozosos, cinco dolorosos y cinco gloriosos. Encontramos esta sistematización al final del. Tratado muy útil de la fraternidad del Santísimo Rosario y Salterio de la bienaventurada Virgen María impreso en Viena en 1507 y en el libro «El Rosario de la gloriosa Virgen María» de Fray Alberto de Castello, dominico, impreso en Venecia en 1520. En éste último sustituye por primera vez el nombre de cláusulas por el de misterios.

En el s. XVII se introdujo en el Rosario el Gloria al Padre…, después de cada decena de Avemarías y las Letanías Lauretanas al final, con la invocación “Reina del santísimo Rosario ruega por nosotros”.

La uniformidad en los títulos de los quince misterios no se logró sino dos siglos más tarde, en el s. XVIII, cuando Benedicto XIII hizo obligatoria, para la adquisición de indulgencias, la meditación de los misterios.

A continuación fueron añadidos, entre uno y otro misterio jaculatorias y después de la definición del Dogma de la Inmaculada Concepción del 12 de diciembre de 1854, se añadió la jaculatoria: Bendita sea la santa e inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María Madre de Dios. En toda la Iglesia, el Rosario se cerró después con la Salve Regina y con las Letanías.

Recordamos que fue con la encíclica de S.S. Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae del 16 de octubre de 2002, que se incorporaron los Misterios Luminosos aumentando a doscientas las Avemarías y a veinte los Padrenuestros divididos en cuatro partes distintas: los cinco Misterios Gozosos, los cinco Misterios Luminosos, los cinco Misterios Dolorosos, los cinco Misterios Gloriosos.

Sin embargo, es bueno saber que los elementos esenciales del Rosario para los efectos de indulgencia son: la corona, las doscientas Avemarías, los veinte y la meditación de los veinte misterios.

En 1825, la sierva de Dios Paulina Jiricot instituyó el Rosario Viviente” “para combatir la blasfemia general de la masonería con una plegaria general”-.

Para finalizar este recorrido acerca de la historia del Rosario citaré las palabras del Papa León XII en la Encíclica Fidentem piumque de 1896: “La forma de oración de que hablamos fue denominada con el bello nombre de Rosario, como para expresar, al mismo tiempo, el perfume de las rosas y la gracia de las guirnaldas. Nombre que, además de ser indicadísimo para significar una devoción dirigida a Aquella que es justamente saludada “Rosa mística” del paraíso y, ceñida con una corona de estrellas es venerada como Reina del Universo, parece también simbolizar el augurio de las joyas y de las guirnaldas que María ofrece a sus fieles”.

 

 

Santos Pedro Poveda e Inocencio de la Inmaculada Concepción

El fundador de la Institución Teresiana murió mártir en 1936, al comienzo de la Guerra Civil española. Poco antes, en 1934, también asesinaron el pasionista Inocencio Canoura

San Pedro Poveda es conocido como el padre Poveda. Nació en Linares (Jaén) en 1874. Recibió la ordenación de presbítero el 17 de abril de 1897.

Permaneció en la diócesis de Guadix como profesor y director espiritual del Seminario, vicesecretario del obispo, secretario del gobierno eclesiástico y presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl y de la Obra de la Propagación de la Fe. También obtuvo la licenciatura en Teología en el Seminario Pontificio de Sevilla, concretamente en el año 1900.

Siendo sacerdote diocesano fundó la Institución Teresiana, que recibió la aprobación canónica en 1917. Es famosa su frase: «La Obra ya no es mía, es de la Iglesia». esta institución, que se fue formando lentamente, tiene como rasgos de su espiritualidad la alegría, la mansedumbre, la sencillez y la constante exigencia en el estudio.

El padre Poveda publicó muchas obras pedagógicas y trabajó en educación convencido de que era el motor para evitar el analfabetismo y así vencer las desigualdades sociales. Las había conocido de primera mano al atender a las gentes que vivían en las cuevas de la periferia de Guadix.

Creó asociaciones de padres y de maestros, ya que creía fundamental su papel en la tarea educativa. Fue capellán real.

Al estallar la guerra civil española y arreciar la persecución religiosa, especialmente contra los sacerdotes y religiosos, San Pedro Poveda fue arrestado el 27 de julio de 1936. Al día siguiente fue fusilado en el cementerio de la Almudena, en Madrid.

«Soy sacerdote de Cristo»

Según el testimonio de personas que estuvieron presentes en el momento del arresto en su domicilio, estas fueron sus palabras: «Soy sacerdote de Cristo». Tenía 61 años.

Una profesora y una joven doctora de la Institución Teresiana encontraron su cadáver junto a la capilla del cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, con signos recientes de haber recibido disparos de bala en el pecho. Recibió sepultura en la sacramental de San Lorenzo el día 29.

Sus restos mortales fueron trasladados años más tarde a la Casa de Espiritualidad “Santa María”, de la Institución Teresiana en Los Negrales (Madrid). Allí son venerados actualmente.

San Pedro Poveda fue canonizado el 4 de mayo de 2003 por Juan Pablo II en Madrid.

La fiesta de este santo se celebra el 6 de noviembre junto con la de san Inocencio Canoura, sacerdote y religioso pasionista, y otros católicos, todos ellos mártires.

Oración a san Pedro Poveda

Señor Dios, que llevaste a san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, a impulsar la acción evangelizadora de los cristianos mediante la educación y la cultura, y a entregar la vida en martirio como sacerdote de Jesucristo: haz que sepamos, como él, participar fielmente en la misión de la Iglesia con el testimonio de nuestra vida cristiana y la entrega generosa al anuncio de tu Reino.

Te pedimos, por su intercesión, nos concedas el favor que deseamos alcanzar (pídase).

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

San Inocencio de la Inmaculada Concepción

Inocencio de la Inmaculada se llamaba oficialmente Manuel Canoura Arnau. Fue sacerdote y religioso pasionista.

Murió asesinado a los 47 años, víctima del odio a la religión, durante la Revolución de Asturias de 1934, previa a la Guerra Civil española.

Había ido al pequeño pueblo de Turón para confesar a unos niños que se preparaban para la devoción de los primeros viernes de mes.

 

Su cadáver se perdió con los bombardeos de 1936 pero algunas personas lograron guardar pequeños restos de su sotana, que ahora se veneran en el monasterio de Santa María de Bujedo (Burgos).

 

San Inocencio de la Inmaculada es patrono de los estudiantes de Filosofía y Teología, y de las personas románticas y sentimentales.

A él también se acude en caso de infecciones en general y en situación de apuro.