Lorenzo O’Toole, Santo
Obispo de Dublín, 14 de noviembre
Martirologio Romano: En la localidad de Eu, en Normandía, tránsito de san Lorenzo O’Toole, obispo de Dublín, que entre las dificultades de su tiempo promovió valerosamente la disciplina regular de la Iglesia, procuró poner paz entre los príncipes y, finalmente, habiendo ido a visitar a Enrique, rey de Inglaterra, consiguió los gozos de la paz eterna († 1180)
Breve Biografía
San Lorenzo nació en Irlanda hacia el año 1128, de la familia O’Toole que era dueña de uno de los más importantes castillos de esa época.
Cuando el niño nació, su padre dispuso pedirle a un conde enemigo que quisiera ser padrino del recién nacido. El otro aceptó y desde entonces estos dos condes (ahora compadres) se hicieron amigos y no lucharon más el uno contra el otro.
Cuando lo llevaban a bautizar, apareció en el camino un poeta religioso y preguntó qué nombre le iban a poner al niño. Le dijeron un nombre en inglés, pero él les aconsejó: «Pónganle por nombre Lorenzo, porque este nombre significa: ‘coronado de laureles por ser vencedor’, y es que el niño va a ser un gran vencedor en la vida». A los papás les agradó la idea y le pusieron por nombre Lorenzo y en verdad que fue un gran vencedor en las luchas por la santidad.
Cuando el niño tenía diez años, un conde enemigo de su padre le exigió como condición para no hacerle la guerra que le dejara a Lorenzo como rehén. El Sr. O’Toole aceptó y el jovencito fue llevado al castillo de aquel guerrero. Pero allí fue tratado con crueldad y una de las personas que lo atendían fue a comunicar la triste noticia a su padre y este exigió que le devolvieran a su hijo. Como el tirano no aceptaba devolverlo, el Sr. O’Toole le secuestró doce capitanes al otro guerrero y puso como condición para entregarlos que le devolvieran a Lorenzo. El otro aceptó pero llevó al niño a un monasterio, para que apenas entregaran a los doce secuestrados, los monjes devolvieran a Lorenzo.
Y sucedió que al jovencito le agradó inmensamente la vida del monasterio y le pidió a su padre que lo dejara quedarse a vivir allí, porque en vez de la vida de guerras y batallas, a él le agradaba la vida de lectura, oración y meditación. El buen hombre aceptó y Lorenzó llegó a ser un excelente monje en ese monasterio.
Su comportamiento en la vida religiosa fue verdaderamente ejemplar. Dedicadísimo a los trabajos del campo y brillante en los estudios. Fervoroso en la oración y exacto en la obediencia. Fue ordenado sacerdote y al morir el superior del monasterio los monjes eligieron por unanimidad a Lorenzo como nuevo superior.
Por aquellos tiempos hubo una tremenda escasez de alimentos en Irlanda por causa de las malas cosechas y las gentes hambrientas recorrían pueblos y veredas robando y saqueando cuanto encontraban. El abad Lorenzo salió al encuentro de los revoltosos, con una cruz en alto y pidiendo que en vez de dedicarse a robar se dedicaran a pedir a Dios que les ayudara. Las gentes le hicieron caso y se calmaron y él, sacando todas las provisiones de su inmenso monasterio las repartió entre el pueblo hambriento. La caridad del santo hizo prodigios en aquella situación tan angustiada.
En el año 1161 falleció el arzobispo de Dublín (capital de Irlanda) y clero y pueblo estuvieron de acuerdo en que el más digno para ese cargo era el abad Lorenzo. Tuvo que aceptar y, como en todos los oficios que le encomendaban, en este cargo se dedicó con todas sus fuerzas a cumplir sus obligaciones del modo más exacto posible. Lo primero que hizo fue tratar de que los templos fueran lo más bellos y bien presentados posibles. Luego se esforzó porque cada sacerdote se esmerara en cumplir lo mejor que le fuera posible sus deberes sacerdotales. Y en seguida se dedicó a repartir limosnas con gran generosidad.
Cada día recibía 30, 40 o 60 menesterosos en su casa episcopal y él mismo les servía la comida. Todas las ganancias que obtenía como arzobispo las dedicaba a ayudar a los más necesitados.
En el año 1170 los ejércitos de Inglaterra invadieron a Irlanda llenando el país de muertes, de crueldad y de desolación. Los invasores saquearon los templos católicos, los conventos y llenaron de horrores todo el país. El arzobispo Lorenzo hizo todo lo que pudo para tratar de detener tanta maldad y salvar la vida y los bienes de los perseguidos. Se presentó al propio jefe de los invasores a pedirle que devolviera los bienes a la Iglesia y que detuviera el pillaje y el saqueo. El otro por única respuesta le dio una carcajada de desprecio. Pero pocos días después murió repentinamente. El sucesor tuvo temor y les hizo mucho más caso a las palabras y recomendaciones del santo.
El arzobispo trató de organizar la resistencia pero viendo que los enemigos eran muy superiores, desistió de la idea y se dedicó con sus monjes a reconstruir los templos y los pueblos y se fue a Inglaterra a suplicarle al rey invasor que no permitiera los malos tratos de sus ejércitos contra los irlandeses.
Estando en Londres de rodillas rezando en la tumba de Santo Tomás Becket (un obispo inglés que murió por defender la religión) un fanático le asestó terribilísima pedrada en la cabeza. Gravemente herido mandó traer un poco de agua. La bendijo e hizo que se la echaran en la herida de la cabeza, y apenas el agua llegó a la herida, cesó la hemorragia y obtuvo la curación.
El Papa Alejandro III nombró a Lorenzo como su delegado especial para toda Irlanda, y él, deseoso de conseguir la paz para su país se fue otra vez en busca del rey de Inglaterra a suplicarle que no tratara mal a sus paisanos. El rey no lo quiso atender y se fue para Normandía. Y hasta allá lo siguió el santo, para tratar de convencerlo, pero a causa del terribilísimo frío y del agotamiento producido por tantos trabajos, murió allí en Normandía en 1180 al llegar a un convento. Cuando el abad le aconsejó que hiciera un testamento, respondió: «Dios sabe que no tengo bienes ni dinero porque todo lo he repartido entre el pueblo. Ay, pueblo mío, víctima de tantas violencias ¿Quién logrará traer la paz?». Seguramente desde el cielo debe haber rezado mucho por su pueblo, porque Irlanda ha conservado la religión y la paz por muchos siglos. Estos son los verdaderos patriotas, los que como San Lorenzo de Irlanda emplean su vida toda por conseguir el bien y la paz para sus conciudadanos. Dios nos envíe muchos patriotas como él.
Dichosos los que buscan la paz porque serán llamados hijos de Dios. (Jesucristo).
No sabemos ni el día ni la hora
Santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32. Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que sepa, lleno de confianza, esperar tu próxima venida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y el enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.
Entiendan esto con el ejemplo de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A una semana de la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, la Iglesia nos introduce en este misterio con un evangelio que muchas veces nos podría parecer que infunde miedo o que falta mucho tiempo para que suceda.
Hay un dicho que dice: «el que nada debe, nada teme.» Es muy cierto, pero muy pobre a la vez. Una visión más cristiana diría «el que ha dado todo, se ha esforzado y ha cumplido su deber, espera con ansiedad e impaciencia la llamada de su Señor para que le diga con alegría y entusiasmo: pasa al gozo de tu Señor.» Entonces, ¿por qué viene a colación este Evangelio?
Señor, Tú me pides este día que deje de esperar como hombre y que empiece a esperar como un niño que espera que su papá se alegre por la buena nota que sacó, por una cosa que hizo para él; que espere con esa misma ilusión de ver el rostro de mi padre que me dice: «te amo, estoy muy orgulloso, me alegra que te haya ido bien».
Debo esperar como un niño, no llamar por teléfono, no buscar ubicaciones en Facebook u otros medios, no hacer cálculos… simplemente esperar con plena confianza en las manos de Dios.
«Estar atentos y vigilantes son las premisas para no seguir «vagando fuera de los caminos del Señor», perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; estar atentos y alerta, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura. Que María Santísima, modelo de espera de Dios e icono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro amor por Él».
(Ángelus de S.S. Francisco, 3 de diciembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Prepararé mi alma a la solemnidad de Cristo Rey, viendo cuáles son las actitudes y los modos con que he de esperar al Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Un Dios siempre a nuestro alcance
Más allá de los hechos externos y más cerca de los movimientos del alma, Dios siempre está a nuestro alcance
En la vida hay momentos de paz y momentos de turbulencia, momentos de triunfo y momentos de fracaso.
Dentro del alma, o a nuestro alrededor, se suceden hechos que permiten vivir con serenidad o que inquietan profundamente.
Más allá de los hechos externos y más cerca de los movimientos del alma, Dios Lo podemos encontrar en el recuerdo de tantos beneficios, empezando por el don maravilloso que fue el inicio de nuestra existencia humana.
Lo vislumbramos en miles de señales del cielo, con sus distancias inmensas, y de la tierra, con su riqueza de vida y de armonías.
Lo tocamos en tantas y tantas personas buenas que nos tienden la mano, que nos escuchan, que nos comprenden, incluso que nos apoyan tras un pecado.
Lo escuchamos en ese Evangelio siempre fresco y siempre vivo que habla a cada generación humana y que susurra consuelo para nuestros corazones.
Tenemos a Dios siempre cercano y disponible. Basta con abrir los ojos interiores para encontrarlo y sentir que ofrece misericordia, esperanza, amor.
Lo que más necesitamos, como seres humanos, en una ayuda incondicional, bella, justa, buena. Esa es la ayuda que nos ofrece el Padre en su Hijo.
Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, Hermano universal y Salvador del mundo, vino al mundo y sigue presente entre nosotros.
Los problemas, seguramente, siguen ahí. Pero el modo de afrontar todo lo que pasa en nuestras vidas es completamente diverso cuando acogemos la presencia humilde y fuerte de un Dios siempre a nuestro alcance.
El Evangelio es el mensaje más humanizador
Papa Francisco a la UNESCO en su 75 aniversario.
«Felicidades»: así se dirige el Papa Francisco a la UNESCO, que ha cumplido el 75 aniversario de su fundación, en un videomensaje. Expresa su más sincera felicitación y recuerda la «relación privilegiada» con la Iglesia. «La Iglesia -subraya el Papa- está al servicio del Evangelio, y el Evangelio es el mensaje más humanizador que conoce la historia».
Es, especifica Francisco, «un mensaje de vida, libertad y esperanza que ha inspirado innumerables iniciativas educativas en todas las épocas y lugares, y ha animado el crecimiento científico y cultural de la familia humana».
Precisamente a la luz del mensaje evangélico, las líneas de actuación con la Unesco son similares. Por ello, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura es un colaborador privilegiado de la Santa Sede en el servicio común a la paz y la solidaridad entre los pueblos, al desarrollo integral de la persona humana y a la protección del patrimonio 14:06
Más de 20 jefes de Estado participarán en la ceremonia del 75º aniversario de la Unesco, que se retransmitirá en directo a través de las redes sociales del organismo. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, con sede en París, se fundó el 16 de noviembre de 1945 con el objetivo de fomentar la paz y el entendimiento intercultural entre los Estados a través de la educación, la ciencia y la cultura, pero sólo un año más tarde, el 4 de noviembre de 1946, se constituyó formalmente con la ratificación de otros 20 países, además de los primeros firmantes. La misión de la UNESCO es también proteger y salvaguardar los lugares del mundo considerados excepcionales por su valor y belleza cultural o natural.
¿Es difícil vivir en paz?
¿Realmente es tan difícil que haya paz, unidad, armonía, perdón, reconciliación?
VER
¡Qué difícil es que haya paz, unidad, armonía, perdón, reconciliación! Son constantes los roces, los conflictos, las ofensas, los rechazos, tanto en familias como en grupos, barrios, pueblos, partidos y organizaciones. Las heridas no cierran; las cicatrices siguen punzantes; los recuerdos no se borran; las desconfianzas generan distancias; el orgullo herido no perdona.
Cuando en una familia, en una comunidad, en una parroquia, en un grupo, intentamos que todos se entiendan, se escuchen, se respeten, que ya no se agredan, se perdonen y sigan adelante, hay que tener mucha paciencia, pues son muchos los obstáculos, muchas las piedras en el camino. Nadie quiere ceder. Todos quieren imponer su criterio. En vez de encontrar los puntos de concordancia, se sacan a relucir muchas cosas del pasado y no hay quien dé su brazo a torcer, porque el corazón está cerrado. Se considera a los otros como los malos, los equivocados, los perversos, los ofensores, los culpables. Nadie acepta tener errores o haberse equivocado. Ceder en sus posturas, pareciera una derrota. Y a los que les proponemos caminos de reconciliación, nos tachan de conformistas, que queremos quedar bien con todos, que no somos fieles a una línea pastoral. Su verdad se pone por encima del amor.
Y ahora que ya están encima las luchas de los partidos por el poder, usando mil escaramuzas para no violar las leyes electorales, ¡qué ferocidad para destrozarse unos a otros! Se denuncian entre sí como corruptos, oportunistas y demagogos. Se hacen alianzas para acabar con el otro, en vez de emplear todas sus capacidades en hacer propuestas factibles para el bien común.
PENSAR
El Papa Francisco, que se ha empeñado tanto en ayudar a las buenas relaciones entre Cuba y Estados Unidos, entre judíos y palestinos, en Siria e Iraq, en Venezuela y Colombia, afirmó en Azerbaiyán: “Que crezca la cultura de la paz, la cual se nutre de una incesante disposición al diálogo y de la conciencia de que no existe otra alternativa razonable que la continua y paciente búsqueda de soluciones compartidas, mediante leales y constantes negociaciones. Es particularmente importante en este tiempo testimoniar las propias ideas y la propia concepción de la vida sin conculcar los derechos de los que tienen otras concepciones o formas de ver. Que la armonía y la coexistencia pacífica alimenten cada vez más la vida social y civil del país en sus múltiples aspectos, asegurando a todos la posibilidad de aportar la propia contribución al bien común. De este modo, se ahorrarán a los pueblos grandes sufrimientos y doloras heridas, difíciles de curar” (2-X-2016).
Y en cuanto a la búsqueda de la unidad entre las confesiones religiosas, dijo en ese viaje: “No nos pongamos a discutir las cuestiones de doctrina; esto dejémoslo a los teólogos. ¿Qué tenemos que hacer nosotros, el pueblo? Recemos los unos por los otros. Esto es importantísimo. Y segundo, hacer cosas juntos. Están los pobres. Trabajemos juntos con los pobres. Está este y este problema: ¿podemos afrontarlo juntos? Están los inmigrantes; hagamos algo juntos… Hagamos algo bueno por los demás, juntos, esto podemos hacerlo. Y este es el camino del ecumenismo. Comencemos a caminar juntos. Con buena voluntad, esto se puede hacer. Se debe hacer. Hoy el ecumenismo se debe construir caminando juntos, rezando los unos por los otros. Y que los teólogos sigan hablando entre ellos, estudiando entre ellos. Creo que el único camino es el diálogo, el diálogo sincero, sin cuestiones bajo cuerda, sincero, cara a cara… Entre los fieles de distintas confesiones religiosas son posibles las relaciones cordiales, el respeto y la cooperación con vistas al bien común. Que la fe en Dios sea fuente de inspiración para la mutua comprensión, el respeto y la ayuda recíproca, en favor del bien común de la sociedad”.
“Las religiones nunca han de ser manipuladas y nunca pueden favorecer conflictos y enfrentamientos… Ningún sincretismo conciliador, ni una apertura diplomática, que dice sí a todo para evitar problemas, sino dialogar con los demás y orar por todos: estos son nuestros medios para cambiar sus lanzas en podaderas, para hacer surgir amor donde hay odio, y perdón donde hay ofensa, para no cansarse de implorar y seguir los caminos de la paz”.
ACTUAR
Seamos constructores pacientes de paz, orando al Espíritu y compartiendo nuestro corazón con quienes sufren los estragos de la violencia y la división. Hagamos puentes, no más muros.
Preguntas Frecuentes sobre la Fe Católica
Respuesta a las preguntas y conceptos más frecuentes del catolicismo
¿Por qué la Misa es los Domingos?
Jesús resucitó el primer día de la semana, al día siguiente del sabbat (sábado). Por eso los cristianos nos reunimos ese día con Jesús. Con el tiempo llegó a llamarse el día del Señor, en latín «dies dominicus». De ahí viene nuestra palabra domingo.
¿Por qué es necesario que haya un sacerdote para la celebración de la Misa?
Porque él ha recibido la misión de hacer presente a Jesús en la reunión de los cristianos. Él preside la celebración de la Cena del Señor, en nombre de Jesucristo.
¿Por qué se hace una colecta?
Los cristianos colaboramos con los gastos del templo y ayudamos a los necesitados.
¿Por qué algunas personas no comulgan?
Antes de comulgar por primera vez, los niños y los adultos bautizados reciben una preparación que les ayuda a creer firmemente en la presencia real de Jesús en el pan y el vino consagrados. Si no han recibido esa preparación, no van a entender lo que están haciendo. (También cuando se está en pecado mortal no se puede comulgar).
¿Qué Significa?
ALELUYA: Esta palabra hebrea significa: «que viva Dios, hay que darle gracias y alabarlo».
AMÉN: La palabra la hemos heredado, sin traducirla, del hebreo, y significa «firme, seguro, estable, válido». Por eso se convirtió ya en el Antiguo Testamento en la aclamación con la que alguien, sobre todo la comunidad manifestaba su asentimiento y aceptación de lo que se ha dicho o propuesto. Con esta palabra se acaban las oraciones, bendiciones, promesas, alianzas. Simbólicamente se llama al mismo Dios «Dios del Amén» (Is 65,16), y en el Nuevo Testamento se afirma de Cristo Jesús que es tanto el Amén de Dios a la humanidad como el de la humanidad a Dios: «en Cristo sólo ha habido si: todas las promesa hechas por Dios han tenido su sí en él, y por eso decimos por él amén a la gloria de Dios» (2 Co 1, 19-20). Al mismo Cristo se le define como «el Amén»: «Así habla el Amén, el testigo fiel y veraz» (Apoc 3, 14). Desde siempre se ha pronunciado el Amén en la liturgia cristiana, por ejemplo después de las oraciones. Como decía san Agustín, «el amén de ustedes es su firma (suscriptio), su asentamiento (consensio) y su compromiso (adstipulatio)» (Sermón contra los pelagianos, 3).
Hay dos momentos en que el Amén tiene particular sentido. Ante todo como conclusión de la Plegaria eucarística. La comunidad subraya diciendo, o mejor, cantando, el Amén a lo que el que preside ha proclamado en su nombre. También en la comunión, cuando el ministro dice «El Cuerpo de Cristo» o «La Sangre de Cristo», el que recibe la comunión contesta «Amén», reafirmando así su profesión de fe en este momento privilegiado.
ANTIFONA, ANTIFONARIO: Viene de la palabra griega «antifoné», sonido o canto contrario; designaba al principio un estilo de salmodia en el que dos coros alternan en su rezo o canto, estilo llamado por tanto «antifónico».Luego se ha llamado antífona a otras realidades. En la Eucaristía los cantos de entrada, ofertorio y comunión se llaman también en el Misal «antífonas». Lo mismo sucede en Completas con el canto mariano final.Pero sobre todo se da este nombre a las breves frases que se dicen o cantan antes y después del Salmo, en el Oficio divino. A veces estas frases están tomadas del mismo Salmo (destacando así una idea más oportuna para el tiempo o la fiesta), otras veces son pensamientos bíblicos o del mismo evangelio (que así dan color cristiano al rezo del Salmo), mientras que otras son frases que se aluden a la teología de la fiesta o a las características del santo que se celebra.En la oración de la comunidad cristiana estas antífonas han gozado siempre de aprecio, sobre todo cuando se cantan, y han mostrado una eficacia notable para hacer más viva la participación del pueblo en el rezo de los Salmos. «Las antífonas ayudan a poner de manifiesto el género literario del Salmo, lo transforman en oración personal, iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida, proporcionan a un determinado Salmo cierta tonalidad peculiar según las diversas circunstancias; más aun, siempre que se excluyan acomodaciones chocantes, contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretación tipológica o festiva, y pueden hacer agradable y variada la recitación de Salmos» (IGLH 113).
ANTIGUO TESTAMENTO: Una de las novedades más significativas de la nueva liturgia postconciliar ha sido el lugar mucho más significativo que se le ha dado a la proclamación del Antiguo Testamento. En el ciclo ferial de la Eucaristía (de dos años) y en el Leccionario (sobre todo el bienal) del oficio de Lecturas, se incluyen largas selecciones del mismo en lectura (semi) continuada. También las primeras lecturas de la Eucaristía dominical se toman del Antiguo Testamento, excepto en la Cincuentena Pascual. En el caso de los domingos el Antiguo Testamento se «compone armónicamente con el evangelio» (OLM 67), mientras que en la lectura continuada de las ferias y en el oficio de Lecturas se seleccionan sus libros por si mismos, para seguir con ellos la dinámica de la historia de la Salvación. Así se ayuda a entender el misterio de la salvación en Cristo también en su perspectiva de Historia, que abarca en un único movimiento la preparación del laurel y el tiempo de la Iglesia, centrados ambos en el acontecimiento de Cristo. «En la liturgia la Iglesia sigue fielmente el mismo sistema que usó Cristo en la lectura e interpretación de las Sagradas Escrituras, puesto que él exhorta a profundizar el conjunto de las Escrituras partiendo del hoy de su acontecimiento personal» (OLM 3; Cf Lc 4, 16-21; 24, 5-35.44-49). Con la distribución de las lecturas pensada para los domingos (Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y Evangelio) «se pone de relieve la unidad de ambos Testamentos y de la Historia de la Salvación, cuyo centro es Cristo contemplado en su Misterio Pascual» (OLM 66).El Antiguo Testamento nos ayuda a entender el Nuevo Testamento. Las categorías de la salvación en Cristo están tomadas de la herencia de Israel: Pascua, memorial, Mesías, profetas, el Siervo.Como decía san Agustín, en el Antiguo Testamento está latente («latet») ya el Nuevo, y en el Nuevo se hace patente («patet») el Antiguo (Cf DV 16 y OLM 5). Esto vale para entender el misterio de Cristo y también para lección de nuestra vida cristiana. La historia de Israel y la nuestra son continuación de una misma actuación salvadora de Dios, aunque con la esencial evolución de haberse cumplido en Cristo el tiempo de la plenitud.
AÑO LITÚRGICO: Se llama «Año Litúrgico» o «Año Cristiano» a la especial organización del año como celebración progresiva del misterio de Cristo: «La Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año, la obra salvífica de su divino Esposo…En el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la navidad hasta la Ascención y Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor» (SC 102).El comienzo y el ritmo de este Año Litúrgico es distinto al año civil, o del escolar, o del comercial. Comienza ahora en el primer domingo de Adviento, en la liturgia romana. En el pasado ha habido épocas y familias litúrgicas que más bien lo iniciaban en primavera o en otoño.
ATRIO: El atrio, del latín «atrium», indica el pórtico o espacio previo, a veces rodeado de columnas, de los edificios, sobre todo los palacios y las basílicas. Equivale al griego «narthex». En los textos del Antiguo Testamento resuena con frecuencia la alusión a los atrios del Templo de Jerusalén: «Entren en sus atrios trayéndole ofrendas, póstrense ante el Señor en el atrio sagrado» (Sal 95, 8-9).A veces el atrio equivale al templo mismo, en sentido simbólico: «Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa» (Sal 83, 11). Litúrgicamente puede tener un buen sentido pastoral el que haya un espacio intermedio entre la calle y la iglesia, una cierta separación pedagógica, que de algún modo «defienda» el espacio interior como espacio de silencio y oración, y a la vez sea lugar de reunión, saludo o despedida, antes y después de la celebración
BENEDICTUS: El «Benedictus» es un cántico que Lucas pone en labios de Zacarías, padre de Juan Bautista, y que nosotros cantamos cada día en Laudes. El Benedictus, como el Magnificat, «expresa la alabanza y acción de gracias por la obra de la salvación» (IGLH 50). Está lleno de citas, explícitas o implícitas, del Antiguo Testamento, anunciando que Dios cumple ahora, con el Mesías, lo prometido, «según lo había predicho por boca de sus santos profetas», «realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres». Ahora, con la plenitud de Cristo, «ha visitado y redimido a su pueblo», dándole «la salvación que nos libra de nuestros enemigos»
BIBLIA: Es el libro sagrado de los cristianos. El Antiguo Testamento narra la Alianza que Dios hizo con el pueblo judío antes de Jesús. El Nuevo Testamento narra la Nueva Alianza que Dios hizo con todos los hombres por medio de su Hijo Jesucristo.BREVIARIO: Breviario (del latín «brevarium») quiere decir resumen, abreviación. Tertuliano llama al Padrenuestro «brevarium totius Evangelii», «resumen de todo el Evangelio» (Ora. I). Se ha llamado así sobre todo al volumen o volúmenes en que a partir del siglo XII se fue concentrando todo el Oficio Divino. Hubo ya desde el siglo X una tendencia a refundir en volúmenes únicos los libros litúrgicos que antes estaban separados, pero que así podían facilitar el rezo (lecturas, oraciones, salmos, antífonas e himnos, etc.). El Breviario completo sólo aparece a principios del siglo XIII, para uso de la Curia romana bajo el pontificado de Inocencio III, y fue difundido en seguida sobre todo por los franciscanos, que así, con un volumen más manual, sin musicalización y con lecturas más breves, podían rezar mejor desde su característica de vida itinerante. El Breviario se adaptaba más a lo que poco a poco iba a ser el modo más frecuente de rezo, el personal, abandonado así el rezo comunitario en coro.
CATÓLICA: En griego, esta palabra significa «universal»; la Iglesia está abierta a todos los habitantes del universo.
CAMPANAS: Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Desde el sencillo «gong» hasta la técnica evolucionada de los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre. Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la consagración- sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual.Los nombres latinos de «signum» o «tintinnabulum» se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de «vasa campana», seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas. Y así se convierten en un «signo hecho sonido» de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida.CANON: La palabra viene del griego «kanon», que indica regla, medida, norma. Se aplica a muchas realidades; los canones de la convivencia o del arte, los canones del Código de Derecho, los libros «canónicos» (los que la iglesia admite como revelados), las horas «canónicas» del Oficio Divino, la «canonización» de los santos, etc.En liturgia se ha aplicado a la oración central de la Eucaristía. En latín se llamó «canon actionis», en el sentido de «norma con que se desarrolla la acción» Sacramentario Gelasiano) o «canon Missae» (Sacramentario Gregoriano). Pero ha tenido otros nombres: anáfora, prex, y ahora sobre todo «Plegaria Eucarística», que expresa mejor su contenido.
CÁNTICO: Se llama cánticos en la Liturgia de las Horas a los cantos de la Biblia, a modo de himnos, pero que no son salmos. Se emplean en varias horas de la alabanza de las Horas. En Laudes, entre los salmos primero y tercero se intercala, en segundo lugar, un cántico del Antiguo Testamento (Daniel, Judit, Tobías, y sobre todo Isaías), uno para cada uno de los días durante cuatro semanas. En Vísperas, después de los dos primeros salmos, se añade -y ha sido novedad en esta última reforma- un cántico del Nuevo Testamento (Efesios, Filipenses, y sobre todo Apocalipsis), una serie de siete que se repiten cada semana, más uno de la carta de Pedro para los domingos de Cuaresma.También son cánticos los tres cantos del evangelio que se incluyen cada día en la alabanza de las Horas. El Benedictus, el Magnificat y el Nunc dimittis, los tres tomados del evangelio de Lucas, y que son tratados en su rezo con los mismos honores que la proclamación del evangelio en la Eucaristía. También se utilizan los cánticos para las Vigilias prolongadas (Cf IGLH 73).CANTO: El canto (del latín «cantus, cantare») es uno de los elementos más importantes de la oración litúrgica. Su motivación y su especificación se encuentra sobre todo en dos documentos: la instrucción «Musicam sacram», de 1967, y la introducción a la Liturgia de las Horas (1971: IGLH 267-84).
El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la cúltico-religiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. «No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios» (IGLH 270).El canto hace comunidad, al expresar más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica.El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: «nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el canto» (MS 16).El canto es una señal de euforia. El canto tiene en la liturgia una función «ministerial»: no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico. Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra. A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración.Así el canto se convierte de verdad en «sacramento», tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él.CENA DEL SEÑOR: Del latín «coena o caena» (del griego «koiné», común, comida en común). Es el nombre que, junto al de «fracción el Pan», le da por ejemplo san Pablo en 1 Cor 11,20 a lo que luego se llamó «Eucaristía» o «Misa» («kyriakon deipnon», cena señorial, del Señor Jesús). Es también el nombre que le da el Misal actual: «Misa o Cena del Señor» (IGMR 2 y 7).El Jueves Santo la Eucaristía con que se da inicio al Triduo Pascual es la «Misa in Coena Domini», porque es la que más entrañablemente recuerda la institución de este sacramento por Jesús en su última cena, adelantando así sacramentalmente su entrega de la Cruz.
CEREMONIA: Del latín «caerimonia o caermonia». Se llama así a un rito, tanto en el contexto social como en el religioso, que se realiza en honor de alguien o de algo, con un tono de solemnidad ritual, más bien público y reglamentado. En todas las liturgias se habla de ceremonias: desde las del Templo de Jerusalén y las religiones paganas hasta la celebración cristiana.
La expresión se entiende popularmente más bien referida a la forma exterior de rito y a su exactitud formal. Pero eso no debe prejuzgar la profundidad de su estilo, que abarca tanto la fenomenología externa como la realidad invisible que sucede. Es lo que quiere transmitir el Ceremonial de Obispos: «Las sagradas celebraciones que preside el obispo manifiestan el misterio de la Iglesia, en el cual está presente Cristo; no son, por lo tanto una mera suntuosidad de ceremonias» (n. 12).Seguimos llamando «maestro de ceremonias» al que, en colaboración con el presidente y los otros ministros, prepara y dirige la celebración (Cf IGMR 69, y sobre todo CE 34-36).
CREDO: Es una palabra latina que significa «creo». Con este nombre se designa la fórmula que expresa nuestra fe de cristianos.
CORDERO DE DIOS: En los tiempos del Antiguo Testamento, los creyentes ofrecían corderos a Dios. A Jesús se le llama Cordero de Dios porque Él ofrece su vida a Dios.
COMUNIÓN DE LOS ENFERMOS: Algunos miembros de la comunidad cristiana, nombrados para ello pueden llevar la Eucaristía a domicilio a los enfermos. El sacerdote les confía la Hostia Sagrada en una pequeña cajita llamada «portahostias» y les encarga decirle al enfermo que todos oran por él.CONCELEBRACIÓN: Se llama concelebración al hecho de que varios sacerdotes celebran juntos la misma Eucaristía, presididos por el celebrante principal, en contraste con lo que hasta el 1965 era uso corriente: las Misas individuales en los varios altares. Se puede llamar así a toda clase de celebración, por ejemplo de la Liturgia de las Horas, pero se suele reservar a la de la Eucaristía. El Concilio (SC 57) decidió restaurar o ampliar el rito de la concelebración a muchos más casos de los que antes se habían conservado de los siglos anteriores. De tal modo que ahora es ya un uso corriente cuando son varios los sacerdotes presentes. La regulación de este rito está en su propio ritual, el «Ritus servandus in Concelebratione Missae», promulgado por primera vez en 1965 (Cf IGMR 153-208).No son fáciles de interpretar los testimonios antiguos de la concelebración tanto en la iglesia latina como en la oriental. La forma de realizarla no era la actual, porque ahora –tal vez como efecto de la espiritualidad marcadamente ministerial e individual de los sacerdotes en los últimos siglos– se ha instaurado una celebración en la que no sólo el sacerdote principal sino también los otros dicen algunas partes de la Plegaria Eucarística. En los primeros siglos era el obispo o sacerdote principal el único que asumía el papel presidencial, subrayando así más su ministerio de signo visible y sacramental de Cristo. La decisión no se ha tomado después del Concilio, sino ya antes, con Pío XII en 1957,en una respuesta del Santo Oficio.Si se ha decidido restaurar la concelebración eucarística, no ha sido precisamente porque así se resuelve el inconveniente de la pluralidad de Misas, ni para dar solemnidad a una fiesta, sino por motivos teológico-espirituales.La concelebración expresa mejor la unidad del sacerdocio: «son muchos los sacerdotes que celebran Misa: sin embargo cada uno no es más que un ministro de Cristo, que, por medio suyo, ejerce su sacerdocio» (Euch. Myst. 47; Cír PO 7).
Pone también de relieve la unidad del sacrificio eucarístico: «puesto que todas las Misas reactualizan el único sacrificio de Cristo», «varios sacerdotes a la vez, con una sola voluntad ofrecen, realizan y al mismo participan en uno solo sacrificio por medio de un solo acto sacramental» (ibid). Y finalmente este modo de celebración pone de relieve la unidad del Pueblo de Dios: «pues toda Misa, en cuanto celebración del sacramento con que continuamente vive y crece la Iglesia… es acción de todo el pueblo santo de Dios, que actúa según un orden jerárquico» (ibid). La concelebración se aconseja de modo particular en ocasiones en que tiene más significación eclesial: la Misa crismal, las ordenaciones, los sínodos, la dedicación de las iglesias, y en general todas las celebraciones presididas por el obispo. CONFESIÓN: La palabra «confesión» viene del latín «confiteri», que a su vez proviene de «fateri» y «fari», hablar. En griego responde sobre todo a «exomológesis». Significa declarar, reconocer, admitir, confesar.Se puede referir a Dios (confesar la grandeza de Dios), a Cristo (dar testimonio, confesar a Cristo ante los hombres; Cf Rom 10, 10), a la fe verdadera (confesión de fe, el símbolo del Credo). Preferentemente se usa en relación a los propios pecados: reconocer y acusar el pecado ante Dios (Salmo 32, 5; 51, 5). A veces forma parte de la Eucaristía: el Misal llama «confesión general» al acto penitencial con que se inicia la Misa (IGMR 29).Pero sobre todo se llama confesión a la acusación de los pecados ante el ministro de la Iglesia en el sacramento de la Reconciliación penitencial. Es uno de los «actos del penitente» en este sacramento, junto al dolor interior, el propósito y las obras de conversión. La confesión puede empezar, si se quiere, con el «yo confieso» (Ritual 18). Tal vez es el acto más característico en la sensibilidad del pueblo cristiano, de tal modo que durante siglos al sacramento se le ha llamado «confesión, ir a confesarte», tomando una parte por el todo.
El «Ritual de la Penitencia» (1974) y más tarde la instrucción de los obispos españoles «Dejaos reconciliar con Dios» (1989) motivan bien, dentro del proceso penitencial, el aspecto de la confesión: una parte necesaria del camino normal de la reconciliación por parte del penitente, que, como signo de su conversión interior, reconoce su falta ante el ministro eclesial y escucha de él la absolución es nombre de Dios y de la Iglesia. La confesión individual, complementada por la absolución, es el único modo ordinario mediante la cual los fieles que han pecado gravemente pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia, tanto cuando se acercan al sacramento en su forma individual como cuando lo celebran comunitariamente. Incluso en la tercera forma, cuando no pueden realizarse la confesión individual ni darse la absolución a cada uno personalmente, deben haber de momento, según el Ritual, una «confesión general», quedando para cuando se pueda realizar el proceso íntegro la confesión individual o auricular. El Ritual (n, 35). Describe esta confesión general: se trata de manifestar con algún signo externo la conversión interior y el deseo de recibir la absolución el «yo confieso», un canto, el Padre Nuestro, algún signo corporal como el inclinar la cabeza o arrodillarse.
CONFESIONARIO: «Confesonario» o «confesionario» es el lugar donde se celebra la parte individual del sacramento de la Reconciliación. Toma el nombre del aspecto más característico del mismo, la confesión de los pecados por parte del penitente al ministro de la Iglesia.Durante siglos esta sede penitencial era sencillamente un asiento abierto, a veces situado en la sacristía o en una capilla discreta de la iglesia. Fue a partir de Trento, parece ser que por primera vez con san Carlos Borromeo, a fines del siglo XVI, cuando, para dar más solemnidad al sacramento, se empezaron a idear los confesonarios tal como nosotros los hemos conocido, a modo de habitáculo o garita con abertura delante y con rejas a los lados.Ahora se les llama «sedes penitenciales», o sea, una sede presidencial y a la vez penitencial, para que pueda tener lugar con tono celebrativo el encuentro eclesial de este sacramento. También se estudia la renovación y adaptación de sus formas como mueble. El episcopado español, en su instrucción «Dejaos reconciliar con Dios» de 1989, indicaba que «ha de evitarse que las sedes para el sacramento de la penitencia o confesionarios estén ubicados en los lugares más oscuros y tenebrosos de las iglesias como en ocasiones sucede. La misma estructura del mueble confesionario, tal y como es en la mayoría de los casos, presta un mal servicio a la penitencia, que es lugar de encuentro con Dios, tribunal de misericordia y fiesta de reconciliación» (n. 79). Y en otro documento anterior de 1978, en donde el mismo episcopado daba orientaciones sobre este sacramento, pensando seguramente en el nuevo gesto sacramental de la imposición de manos, pedía que las sedes de los ministros tengan una forma que sea apta para el desarrollo del rito íntegro (n. 71).ESPÍRITU SANTO: Es la persona divina que Dios nos da para que vivamos como Jesús.
EVANGELIO: Esta palabra de origen griego significa: «buena noticia». La Buena Noticia es el mismo Jesús, que vive con nosotros. Se llaman «Evangelios» los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, que nos transmiten la Buena Noticia.
EUCARISTÍA: Es una palabra que viene del griego y significa «agradecimiento, acción de gracias». Con este nombre se conoce también a la misa.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA: Significa que los discípulos deben repetir en memoria de Jesús lo que Él hizo y dijo en la Última Cena.
HOSTIA: La palabra hostia significa «víctima ofrecida». La hostia consagrada es Jesucristo que se ofreció para dar la vida a todas las personas
IGLESIA: En griego, esta palabra significa «asamblea». «Iglesia» escrita con «I» mayúscula, significa la comunidad total de los cristianos en todo el mundo.
MISA: A la reunión eucarística: actualmente se le conoce con el nombre de Misa, porque en latín, la frase con que se anunciaba que la celebración ya había terminado era: Ite, missa est.MISERICORDIA: Viene de dos palabras latinas que significan «miseria» y «corazón». Dios tiene misericordia por nosotros porque abre su corazón a todas nuestras miserias. También significa «Amor más allá de lo justo».
OMISIÓN: Dejar de haber hecho algo bueno que yo hubiese podido haber hecho
PASIÓN: Los sufrimientos que padeció Jesús antes de morir en la Cruz.
PONCIO PILATO: Es el nombre del gobernador romano que mandó crucificar a Jesús.
RECONOCERSE PECADORES: Reconocer que nos hemos alejado de Dios, que es amor.
SACRAMENTO DE NUESTRA FE: Es el signo sagrado de nuestra fe.
8 consejos prácticos para rezar mejor el Rosario
El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad- (JPII, 29 oct 78)
El Papa Juan Pablo II dijo: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad.» (JPII, 29 oct 78) Comenzó a rezarlo desde joven y nunca lo dejó. Él mismo nos cuenta que el Rosario le acompañó en momentos de alegría y de tribulación, y que en él encontró consuelo y le confió sus preocupaciones.
No tan sólo el testimonio de Juan Pablo II y de muchos otros Papas y Santos nos exhortan a rezar el Rosario todos los días, sino la misma Virgen María se ha ocupado en diversas ocasiones de pedirnos recurrir a esta forma de oración contemplativa, especialmente para pedir por la paz del mundo.
Desde mi adolescencia tengo el hábito de rezar el Rosario todos los días, pero debo confesar que a veces caigo en la rutina: no siempre lo rezo bien. A aquellos a quienes les pasa lo mismo que a mí, quisiera compartirles algunos elementos que me ayudan para tratar de rezarlo mejor cada día.
8 consejos para rezar mejor el Rosario
Entre los 8 consejos hay actos, actitudes y reflexiones. Los he ido extrayendo de documentos de la Iglesia, sobre todo del Papa Juan Pablo II, de conversaciones con personas que disfrutan mucho el rezo del Rosario y de mi propia experiencia.
1. Antes de iniciar el Rosario es provechoso guardar unos segundos de silencio para tomar conciencia de lo que vas a hacer y así rezarlo con devoción, no mecánicamente. Adoptar la actitud del hijo que se acerca con mucho cariño a su Madre del cielo y decirle algo así: Aquí me tienes de nuevo, María, quiero estar un rato contigo, mostrarte mi afecto, sentir tu cercanía; quiero que me ayudes a conocer mejor a Tu Hijo, que me enseñes a rezar como Él y a parecerme cada día más a Él.
2. Durante unos minutos o durante todo el rezo del Rosario puedes tener delante una imagen de la Santísima Virgen que te recuerde a la que está en el cielo. A partir de la imagen perceptible con los sentidos, trae a la memoria a tu Madre del cielo y ponte espiritualmente en Sus brazos.
3. Recuerda que el Rosario consiste en meditar y contemplar los principales episodios de la vida de Cristo para conocerlo, amarlo e imitarlo.
Mientras rezas las diez Avemarías de cada misterio como si fueran una melodía de fondo que tranquiliza y serena, centras tu oración en Cristo, su vida, sus enseñanzas. Los misterios del Rosario son como un compendio del mensaje de Cristo. Cada misterio tiene sus gracias especiales, grandes temas en qué meditar, grandes enseñanzas. Meditar en los misterios de la vida de Cristo nos ayuda a crecer en nuestra configuración en Él. No es un simple ejercicio intelectual, sino un encuentro vivo con Cristo, pues por las virtudes teologales podemos entrar en contacto real con Cristo.
4. «Contemplar con María el rostro de Cristo» (RVM, 3). Ponte al lado de María junto con Ella recuerda a Cristo. Si rezas así el Rosario, verás que algo sucede en tu alma mientras lo rezas. Experimentas la presencia de María que te dice que Ella está allí, siempre a tu lado, te abraza, te enseña a contemplar a Jesús. Durante el Rosario, María trabaja de manera especial en tu alma, modelándola conforme a la imagen de Jesús. Ella es quien nos conduce de modo más seguro a Cristo y lo hace no sólo con su ejemplo sino con una acción espiritual, profundamente eficaz. Cuando María y el Espíritu Santo trabajan juntos, forman una mancuerna realmente poderosa.
5. Rezar el Rosario es rezar desde el corazón de María. «Aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y la profundidad de su amor». (RVM 1) María es modelo insuperable de contemplación. A partir de la experiencia de María, el Rosario es oración contemplativa; es entrar a la escuela de oración de la Virgen María. Nos enseña mostrándonos a Jesús y permitiéndonos ver cómo ella los vive interiormente.
6. Ten siempre presente que el Rosario es un arma poderosa. Rezándolo con esta certeza de fe, obtenemos abundantes gracias a través de las manos de María. La paz del mundo es una intención particularmente querida por María. Otra intención muy especial y que, como dice Juan Pablo II, requiere hoy «urgente atención y oración», es la familia.
7. Es una oración que ayuda a unificar e integrar toda la vida y a ponerla en manos de Jesús y María, pues a lo largo de los misterios del Rosario podemos ir poniendo en sus manos las personas que más llevamos en el corazón, la familia, los amigos, la Iglesia, la nación, la humanidad, la misión, el trabajo, las preocupaciones e intenciones personales.
8. El hábito de rezar el Rosario todos los días es un modo de asegurar un contacto diario con la Virgen María, de expresarle todo tu afecto, veneración y gratitud. Es bueno tratar de rezarlo cada día mejor, con más atención, disponiéndote con las actitudes correctas, meditando mejor, poniendo más amor.
San José Pignatelli, el hombre que hizo sobrevivir la Compañía de Jesús
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La masonería y el rey Carlos III los expulsaron de España. A Pignatelli se le ofreció quedarse si renunciaba a su vocación, pero se negó a aceptar
José Pignatelli nació en Zaragoza (España), el 27 de diciembre de 1737. Su padre era Antonio Pignatelli, de la familia noble italiana de los duques de Monteleón, y su madre María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pese a la buena posición económica y social de que gozaban, José pronto conoció el dolor al morirse su madre cuando él tenía solo 4 años. Su hermana Francisca sería a partir de entonces quien le haría las veces de madre. Su formación académica se desarrolló primero en Zaragoza, después en Tarragona y posteriormente en Calatayud y Manresa. Siempre en el entorno de la educación impartida por los jesuitas, primero en el colegio y después en el noviciado, donde estudió Filosofía y Humanidades.
Fue ordenado sacerdote y se le envió a Zaragoza, donde desarrollaría una intensa labor educativa y a la vez de atención a los pobres y encarcelados.
Expulsión de los jesuitas
Sin embargo, en 1767 el rey Carlos III-impulsado por la masonería- decide expulsar a los jesuitas de España.Ve en ellos un peligro porque hacen voto de obediencia al Papa y a la vez es muy suculento el beneficio económico de la desamortización de su patrimonio. A Pignatelli le toca experimentar el exilio. Por ser aristócrata, le ofrecen la posibilidad de quedarse en España (junto con su hermano) si renuncia a su vocación religiosa. Pignatelli rechaza la tentación. Lleno de confianza en la Providencia de Dios, primero vive en Civitavecchia (junto a Roma), después en Córcega y Génova, y más tarde en Bolonia, donde pasará 24 años, de 1773 a 1797.
La Orden de san Ignacio es abolida universalmente por el papa Clemente XIV. Se confiscan sus bienes y al general Lorenzo Ricci se le encierra en la prisión del Castel Sant’Angelo. Los jesuitas son condenados al destierro. Solo en Prusia y Rusia no se publican los edictos papales, por lo que los jesuitas pueden seguir su labor. Sin embargo, Federico de Prusia obedece al Papa y también expulsa a los jesuitas de su territorio.
Confiado en la Providencia
José Pignatelli ve que solo le queda la opción de unirse a la Compañía de Jesús de Rusia. Su argumento es creer que si Dios quiere que los jesuitas sigan existiendo, así será; y si no, se desbaratará todo completamente. Él, piensa, en conciencia debe proseguir siendo fiel a su vocación, así que -a pesar del terremoto exterior que vive la orden- renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia. Poniendo todo de su parte, busca y forma a nuevas vocaciones, y reorganiza a los jesuitas españoles e italianos en el diáspora. Ora incesantemente. Los que hacen votos se unen a la Compañía de Jesús de Rusia y para atenderlos él viaja a Roma, Nápoles y Sicilia según la necesidad. Mientras tanto, el duque de Parma, don Fernando de Borbón, lo nombra su asesor y al mismo tiempo es designado vicario general de Rusia blanca.
Agotado, san José Pignatelli fallece el 15 de noviembre de 1811. No puede ver así la restauración de la Compañía de Jesús, que será ordenada por el papa Pío VII el 7 de agosto de 1814, tres años después de la muerte del santo. Sin embargo, a todas luces ha sido uno de sus grandes artífices. Ha trabajado sin descanso por el bien de la Iglesia y ha puesto en ello su honra y su esfuerzo. Se le reconoce la reciedumbre, el espíritu de sacrificio y el señorío con que ha llevado la Cruz.
Sus restos mortales descansan en la iglesia del Gesù, en la ciudad de Nápoles, y su fiesta se celebra el 15 de noviembre.
Acto de abandono de san José Pignatelli
¡Oh, Dios mío!, no sé lo que debe ocurrirme hoy; lo ignoro completamente; pero sé con total certeza que nada podrá ocurrirme que Tú no lo hayas previsto, regulado y ordenado desde toda la eternidad, y esto me basta. Adoro tus designios impenetrables y eternos, y me someto a ellos de todo corazón. Todo lo quiero, todo lo acepto, y uno mi sacrificio al de Jesucristo, mi divino Salvador. En su nombre y por sus méritos infinitos te pido la paciencia en mis penas, y una sumisión perfecta y entera a todo lo que me suceda, según tu beneplácito. Amén.
El consejo del Papa Francisco para tomar las decisiones importantes
VINCENZO PINTO/AFP/East News
Domingo, 14 de noviembre de 2021. Las palabras del Papa Francisco en la oración del Ángelus
El papa Francisco pidió hoy que pensemos muy bien antes de tomar decisiones importantes en la vida, y ha dado algunas claves para reconocer si estas decisiones están basadas en “cimientos sólidos”.
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (v. 31)“una frase de Jesús que nos deja consternados: Establece una distinción entre las cosas penúltimas, que pasarán, y las cosas últimas, que permanecerán”, dijo el pontífice antes del rezo dominical del Angelus ante los fieles reunidos en la plaza San Pedro este 14 de noviembre de 2021.
¿En qué conviene invertir la vida?, cuestionó ¿En lo que es transitorio, o en las palabras del Señor, que permanecen para siempre?
El Papa admite que no es fácil decidir. “De hecho, las cosas que caen bajo nuestros sentidos y nos dan satisfacción inmediata nos atraen, mientras que las palabras del Señor, aunque son hermosas, van más allá de lo inmediato y requieren paciencia.
Estamos tentados de agarrarnos a lo que vemos y tocamos y nos parece más seguro, es humano, es una tentación. Pero es un engaño, porque «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».
He aquí, por tanto, la invitación: no edifiquemos la vida sobre la arena. Cuando se construye una casa, se excava en profundidad y se ponen cimientos sólidos. Solo un ignorante diría que eso es tirar el dinero por algo que no se ve.
El discípulo fiel, para Jesús, es aquel que cimienta la vida sobre la roca, que es su Palabra (cfr. Mt 7, 24-27).
El fundamento de la vida, dijo el Papa, es seguir la Palabra de Dios y seguir a su Hijo.
Una clave para decidir: la caridad
Y ahora preguntémonos: ¿cuál es el centro, el corazón de la Palabra de Dios? ¿Qué es lo que, en definitiva, da solidez a la vida y jamás tendrá fin?
El Papa indica que el corazón es la caridad: “Nos lo dice San Pablo: «La caridad no pasará jamás» (1 Cor 13, 8). Quien hace el bien invierte en la eternidad.
Cuando vemos una persona generosa y servicial, apacible, paciente, que no es envidiosa, no critica, no se jacta, no se hincha de orgullo, no falta al respeto (cfr. 1 Cor 13, 4-7), esta es una persona que construye el Cielo en la tierra.
Quizá no tenga visibilidad, no haga carrera, y, sin embargo, lo que hace no se perderá. Porque el bien nunca se pierde, permanece para siempre”, añadió.
¿En qué estamos invirtiendo la vida?
El pontífice preguntó: Y nosotros, ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? ¿Estamos apegados a las cosas terrenas como si tuviéramos que vivir aquí para siempre? La Palabra de Dios hoy nos advierte: la escena de este mundo pasa.
Y solamente permanecerá el amor. Por consiguiente, fundar la vida sobre la Palabra de Dios no es evadirse de la historia, es sumergirse en las realidades terrenas para hacerlas firmes, para transformarlas con el amor, imprimiéndoles el sello de la eternidad, el signo de Dios.
Cómo tomar una decisión importante
El Obispo de Roma indicó que cuando debe tomar una decisión definitiva, importante, piensa en qué debe hacer.
Entonces, afirma, que “antes de decidir, imaginemos que estamos ante Jesús, como al final de la vida, ante Él que es amor. Pensando allí, en su presencia, en el umbral de la eternidad, tomemos la decisión para el hoy”.
De esta manera, dijo, se debe decidir qué hacer. “Siempre mirando hacia la eternidad, siempre mirando a Jesús”.
“Quizá no sea la más fácil, la más inmediata, pero será la buena. (cfr. San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 187).”
“Que la Virgen nos ayude a tomar las decisiones importantes de la vida como hizo ella: según el amor, según Dios”, concluyó el pontífice, que tras el Angelus saludó a varios grupos de fieles presentes en la plaza.
Escuchar el grito de los pobres
Después ha rezado el Ángelus con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, muchos de ellos, habían participado momentos antes en la Misa presidida por el Papa Francisco con motivo de la V Jornada Mundial de los Pobres en la Basílica Vaticana.
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Francisco recordó la Jornada. “La humanidad progresa”, citando las palabras de Jesús, “pero los pobres siempre están ahí”. El Papa sostuvo que en medio a ellos, está Cristo.
Asimismo recordó que el grito de desesperación de los pobres y de la tierra, la Casa Común, se ha escuchado en la COP26, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 202. Por ello, ha instado a los participantes y líderes de escuchar ese grito y actuar en consecuencia a favor del bien común.
¿El final del mundo?
Meditación al Evangelio 14 de noviembre de 2021 (audio)
“Es el fin del mundo” explota desesperado Manuel junto con su esposa. Los acontecimientos que sacuden a la Ciudad de México en los últimos tiempos los han afectado de un modo directo y los cuestionan seriamente: “Nos estamos volviendo locos. Primero fue la pandemia que nos mantuvo encerrados en nuestro departamentito por días sin fin, Ya estábamos histéricos, solamente mirándonos las caras. Después nos racionaron el agua y durante semanas moríamos de la angustia y no queríamos desperdiciar ni una sola gota porque quién sabe si al día siguiente ya no tuviéramos nada. En otros días, parece que el cielo se desató y han caído tormentas horribles, derrumbes e inundaciones que nos tienen todos asustados. Dicen que el cambio climático está afectando, que la capa de ozono. Ahora para diciembre esperamos más contaminación, peores fríos y más problemas. ¿Será cierto que ya estamos por destruir la tierra y que se acerca el momento final? ¿Qué les iremos a dejar a nuestros hijos? No quiero ni imaginarlo”. Termina diciendo
Hablar del fin del mundo en nuestros días produce muy diferentes reacciones, sobre todo después de la pandemia. Hay quienes adoptan una actitud catastrófica y terrorífica. Basándose en supuestas revelaciones o profecías, o bien ateniéndose a los datos que arrojan los graves deterioros que el hombre causa a la naturaleza, se aventuran a predecir fechas cercanas y auguran situaciones insostenibles de la vida en nuestro planeta. En cambio, a otros les da igual. Perciben su vida como un breve momento en un inimaginable devenir de historia, no se preocupan ni de dónde vienen ni a dónde van, solamente les interesa el momento presente, vivirlo, disfrutarlo y no perturbarse por lo que vendrá después. Ya se sienten viviendo en una nueva normalidad. Si ya de por sí la vida es difícil ¿para qué cuestionarnos y preocuparnos por el mañana o peor aún por el futuro de la humanidad? Hay que vivir el momento presente sin angustias, es su afirmación. Ya en tiempos de Jesús y sus discípulos existía esta misma inquietud, aunque en otros términos y con otras expresiones, se cuestionaban seriamente por el mundo futuro y por la venida definitiva del Mesías.
El pasaje de San Marcos que leemos en este domingo es una parte de la respuesta que Jesús da a sus discípulos sobre cuándo sucederá, esa misma pregunta que a todos nos inquieta, porque quisiéramos saber todo sobre la venida del Hijo del Hombre, o del encuentro definitivo con Dios. Quisiéramos que al menos nos diera una señal para estar preparados. Pero Jesús no indica ni el día ni la hora, es más afirma: “Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”. Y esto nos coloca en una actitud de espera frente a la sorprendente venida del Señor. No podemos angustiarnos con cada fecha que a uno u otro “inspirado” se le ocurre, pero tampoco podemos sentarnos con indiferencia a ver pasar el tiempo inútilmente. La respuesta de Jesús nos lleva primeramente a una actitud de atención a los signos de los tiempos. Las hojas de la higuera para el necio no tienen ningún sentido, para el sabio campesino implican el tiempo de ponerse a trabajar y a la búsqueda de instrumentos para aprovechar el tiempo propicio. Para el necio la Palabra de Dios en la historia pasa desapercibida, para el discípulo cada instante es un momento de gracia y de presencia de Dios encarnada en la vida del hombre, que lo reta y lo alienta, que le descubre su amor y lo lanza en su seguimiento.
Lejos de la angustia, el reflexionar de dónde vengo y hacia dónde voy, qué hay en el más allá, nos debe suscitar una actitud de espera y de esperanza: de espera activa y dinámica, construyendo en compañía de Jesús; de esperanza viva, sabiendo que aquí y ahora se hace realidad la vida del Reino, que hay pequeños brotes que no pueden ser ahogados ni por la violencia ni por las tinieblas de la oscuridad. Pensar en nuestro encuentro definitivo con Dios despierta en nosotros el deseo de descubrir y acoger semillas y razones para esperar, y debemos recibir esas semillas, guardarlas en nuestro corazón y hacerlas fecundas. Cuando no se reconoce el propio origen ni se quiere tampoco mirar hacia nuestra meta final, se camina en la oscuridad, a tientas y dando tumbos. Se pierde la noción de nuestro peregrinar y se cae en sin sentidos y se aferra la persona a los bienes materiales y las glorias del mundo. Se pierde el sentido de la dignidad humana tanto propia como la de los demás y todo se torna absurdo.
Si miramos de dónde venimos y a dónde vamos, si nos reconocemos como hijos e imagen de Dios y nos sentimos llamados a vivir participando de su misma vida, si estamos en búsqueda de una mayor identificación y participación divina, nuestro actuar de cada día se llenará de entusiasmo y esperanza a pesar de los nubarrones que turban y esconden esa semejanza con Dios. Cada acción nuestra tendrá el ideal trinitario y comunitario al cual debe tender la humanidad. Estaremos construyendo con nuestras pequeñas vidas, aparentemente insignificantes, la imagen de nuestro Dios Amor. Que hoy queden en nuestro corazón esas preguntas para responderlas en diálogo confidente con Dios: ¿Qué pienso de mis orígenes? ¿Qué pienso de mi final? ¿Cómo influyen en mi vida diaria?
Concédenos, Señor, sabiduría para descubrir la grandeza de nuestros orígenes y mirar con esperanza la felicidad verdadera a la cual estamos llamados, y así disponernos a servirte, con alegría a Ti y a nuestros los hermanos, mientras dura nuestro peregrinar. Amén.
El Papa, en la Jornada Mundial de los Pobres: «Jesús quiere arrancarnos de la angustia y del miedo»
El Papa ha celebrado la misa de la V Jornada Mundial de los Pobres / Vatican Media
Este domingo se celebra la Jornada Mundial de los Pobres y el Papa ha querido celebrar una misa en la basílica de San Pedro. En su homilía habló de dos aspectos: el dolor de hoy y la esperanza del mañana.
Con respecto al primer aspecto, el Pontífice señaló: “estamos dentro de una historia marcada por tribulaciones, violencia, sufrimientos e injusticias, esperando una liberación que parece no llegar nunca. Sobre todo, los que resultan heridos, oprimidos y a veces pisoteados son los pobres, los anillos más frágiles de la cadena. La Jornada Mundial de los Pobres que estamos celebrando nos pide que no miremos a otra parte, que no tengamos miedo de ver de cerca el sufrimiento de los más débiles, para quienes el Evangelio de hoy es muy actual: el sol de sus vidas frecuentemente se oscurece a causa de la soledad, la luna de sus esperanzas se apaga, las estrellas de sus sueños caen en la resignación y su misma existencia queda alterada. Todo eso a causa de la pobreza que a menudo están forzados a vivir, víctimas de la injusticia y de la desigualdad de una sociedad del descarte que corre velozmente sin tenerlos en cuenta y los abandona sin escrúpulos a su suerte”.
Sin embargo, yendo hacia el segundo aspecto, Francisco recuerda que “Jesús quiere abrirnos a la esperanza, arrancarnos de la angustia y del miedo frente al dolor del mundo. Por eso afirma que, justo cuando el sol se oscurece y todo parece que se hunde, Él se hace cercano. En el gemido de nuestra dolorosa historia, hay un futuro de salvación que empieza a brotar. La esperanza del mañana florece en el dolor de hoy. Sí, la salvación de Dios no es sólo una promesa del más allá, sino que ya está creciendo dentro de nuestra historia herida, tenemos todos el corazón enfermo, historia herida, se abre camino entre las opresiones y las injusticias del mundo. Precisamente en medio del llanto de los pobres, el Reino de Dios despunta como las tiernas hojas de un árbol y conduce la historia a la meta, al encuentro final con el Señor, el Rey del universo que nos liberará de manera definitiva”.
A continuación ofrecemos la homilía íntegra del Papa Francisco en la Jornada Mundial de los Pobres:
Las imágenes que Jesús usa en la primera parte del Evangelio de hoy nos dejan consternados: el sol se oscurece, la luna deja de brillar, las estrellas caen y los poderes celestiales tiemblan (cf. Mc 13,24-25). Pero, un poco después, el Señor nos abre a la esperanza, precisamente en ese momento de oscuridad total el Hijo del hombre vendrá (cf. v. 26), y ya en el presente se pueden vislumbrar los signos de su venida, como cuando se observa una higuera que empieza a brotar porque el verano está cerca (cf. v. 28). Con la ayuda de este Evangelio podemos leer la historia considerando dos aspectos: el dolor de hoy y la esperanza del mañana. Por una parte, se evocan las dolorosas contradicciones en las que en cualquier tiempo la realidad humana permanece inmersa; por otra parte, se percibe el futuro de salvación que le espera, es decir, el encuentro con el Señor que viene para liberarnos de todo mal. Contemplemos estos dos aspectos con la mirada de Jesús.
El primer aspecto: el dolor de hoy. Estamos dentro de una historia marcada por tribulaciones, violencia, sufrimientos e injusticias, esperando una liberación que parece no llegar nunca. Sobre todo, los que resultan heridos, oprimidos y a veces pisoteados son los pobres, los anillos más frágiles de la cadena. La Jornada Mundial de los Pobres que estamos celebrando nos pide que no miremos a otra parte, que no tengamos miedo de ver de cerca el sufrimiento de los más débiles, para quienes el Evangelio de hoy es muy actual: el sol de sus vidas frecuentemente se oscurece a causa de la soledad, la luna de sus esperanzas se apaga, las estrellas de sus sueños caen en la resignación y su misma existencia queda alterada. Todo eso a causa de la pobreza que a menudo están forzados a vivir, víctimas de la injusticia y de la desigualdad de una sociedad del descarte que corre velozmente sin tenerlos en cuenta y los abandona sin escrúpulos a su suerte.
Pero, por otra parte, está el segundo aspecto: la esperanza del mañana. Jesús quiere abrirnos a la esperanza, arrancarnos de la angustia y del miedo frente al dolor del mundo. Por eso afirma que, justo cuando el sol se oscurece y todo parece que se hunde, Él se hace cercano. En el gemido de nuestra dolorosa historia, hay un futuro de salvación que empieza a brotar. La esperanza del mañana florece en el dolor de hoy. Sí, la salvación de Dios no es sólo una promesa del más allá, sino que ya está creciendo dentro de nuestra historia herida, tenemos todos el corazón enfermo, historia herida, se abre camino entre las opresiones y las injusticias del mundo. Precisamente en medio del llanto de los pobres, el Reino de Dios despunta como las tiernas hojas de un árbol y conduce la historia a la meta, al encuentro final con el Señor, el Rey del universo que nos liberará de manera definitiva.
En este momento, preguntémonos, ¿qué se nos pide a nosotros cristianos ante esta realidad? Se nos pide que alimentemos la esperanza del mañana aliviando el dolor de hoy. Están vinculados. Si tú nos vas adelante aliviando el dolor de hoy difícilmente tendrás esperanza mañana. La esperanza que nace del Evangelio, en efecto, no consiste en esperar pasivamente que en el futuro las cosas vayan mejor, esto no es posible, sino en realizar hoy de manera concreta la promesa de salvación de Dios. Hoy, hoy, cada día.
La esperanza cristiana no es ciertamente el optimismo beato, diría el optimismo adolescente, del que espera que las cosas cambien y mientras tanto sigue haciendo su propia vida, sino que es construir cada día, con gestos concretos, el Reino del amor, la justicia y la fraternidad que inauguró Jesús.
La esperanza cristiana, por ejemplo, no ha sido sembrada del levita y el sacerdote que pasaron delante a aquel herido por los ladrones, no, fue sembrada por un extraño, un samaritano, que se detuvo y realizó el gesto. Y hoy la Iglesia nos dice: détente y siembra esperanza en la pobreza, acércate a los pobres y siembra esperanza. La esperanza de él, tu esperanza, la esperanza de la Iglesia.
A nosotros se nos pide esto: que seamos, en medio de las ruinas cotidianas del mundo, incansables constructores de esperanza, que seamos luz mientras el sol se oscurece, que seamos testigos de compasión mientras a nuestro alrededor reina la distracción, que seamos presencia amante, atenta en medio de la indiferencia generalizada. Testigos de compasión, nunca podremos hacer el bien sin pasar por compasión, al máximo haremos cosas buenas pero que no tocan la vía cristiana porque no toca el corazón, lo que nos hace tocar el corazón es la compasión, nos acercamos, sentimos compasión y hacemos gestos de ternura. Precisamente el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Esto es lo que se nos pide hoy.
Hace poco recordé algo que repetía un obispo cercano a los pobres, pobre de espíritu, don Tonino Bello: «No podemos limitarnos a esperar, tenemos que organizar la esperanza». Tenemos que organizar la esperanza. Si nuestra esperanza no se traduce en opciones y gestos concretos de atención, justicia, solidaridad y cuidado de la casa común, los sufrimientos de los pobres no se podrán aliviar, la economía del descarte que los obliga a vivir en los márgenes no se podrá cambiar y sus esperanzas no podrán volver a florecer. A nosotros, especialmente a nosotros cristianos, nos toca organizar la esperanza, linda esta expresión de don Tonino Bello, organizar la esperanza, traducirla en la vida concreta de cada día, en las relaciones humanas, en el compromiso social y político.
Me hace pensar en el trabajo que realizan muchos cristianos con las llamadas, obras de caridad, el trabajo de la limosnería apostólica, ¿qué se hace allí? Se organiza la esperanza, no se da una moneda, se organiza la esperanza. Esta es la dinámica que hoy nos pide la Iglesia.
Hay una imagen de la esperanza que Jesús nos ofrece hoy. Es una imagen sencilla e indicativa al mismo tiempo, se trata de las hojas de la higuera, que brotan sin hacer ruido, señalando que el verano se acerca. Y estas hojas aparecen, subraya Jesús, cuando las ramas se ponen tiernas (cf. v. 28).
Hermanos, hermanas, esta es la palabra que hace surgir la esperanza en el mundo y que alivia el dolor de los pobres: la ternura. Compasión que te lleva a la ternura. Nos toca a nosotros superar la cerrazón, la rigidez interior, que es la tentación de hoy, de los restauradores que quieren una Iglesia ordenada, toda rígida, esta es la tentación de ocuparnos sólo de nuestros problemas, para enternecernos frente a los dramas del mundo, para compadecer el dolor. Como las tiernas hojas del árbol, estamos llamados a absorber la contaminación que nos rodea y a transformarla en bien. No sirve hablar de los problemas, polemizar, escandalizarnos —esto lo saben hacer todos—, es necesario imitar a las hojas que, sin llamar la atención, cada día transforman el aire contaminado en aire puro. Jesús quiere que seamos “transformadores de bien”, personas que, inmersas en el aire cargado que respiran todos, respondan al mal con el bien (cf. Rm 12,21). Personas que actúan, que parten el pan con los hambrientos, que trabajan por la justicia, que levantan a los pobres y les restituyen su dignidad. Como hizo aquel samaritano.
Es hermosa, es evangélica, es joven una Iglesia que sale de sí misma y, como Jesús, anuncia la buena noticia a los pobres (cf. Lc 4,18). Me detengo en ese último adjetivo, joven, la juventud de sembrar esperanza.
Esta es una Iglesia profética, que con su presencia dice a los desalentados y a los descartados del mundo: “Ánimo, el Señor está cerca, también para ti hay un verano que brota en el corazón del invierno. También de tu dolor puede resurgir la esperanza”. Hermanos y hermanas llevemos esta mirada de esperanza al mundo. Llevémosla con ternura a los pobres, sin juzgarlos. Nosotros seremos juzgados. Porque allí, junto a ellos, está Jesús; porque allí, en ellos, está Jesús que nos espera.
Ángelus del Papa: «¿En qué invertimos la vida? ¿En cosas que pasan? De esto no nos llevaremos nada»
El Papa Francisco alentó a vivir una vida asentada en la Palabra de Dios y cimientos firmes / Vatican Media
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El Papa Francisco exhortó durante el rezo del Ángelus a invertir la vida en las cosas importantes de verdad, por lo que pidió “fundar la vida sobre la Palabra de Dios” ya que sus frutos permanecerán.
“Nosotros, ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? De estas cosas no nos llevaremos nada ¿Estamos apegados a las cosas terrenas como si tuviéramos que vivir aquí para siempre?”, preguntó el Santo Padre desde el balcón a los miles de feligreses presentes en la Plaza de San Pedro.
De este modo, recordando la carta de San Pablo señaló que “la caridad no pasará jamás” y que “quien hace el bien invierte en la eternidad”.
«El bien nunca se pierde»
Por ello, Francisco afirmó que “cuando vemos una persona generosa y servicial, apacible, paciente, que no es envidiosa, no critica, no se jacta, no se hincha de orgullo, no falta al respeto, esta es una persona que construye el Cielo en la tierra. Quizá no tenga visibilidad, no haga carrera, no será noticia en los periódicos y, sin embargo, lo que hace no se perderá. Porque el bien nunca se pierde, el bien permanece para siempre”.
Y volvió a preguntar: “¿en qué conviene invertir la vida? ¿En lo que es transitorio, o en las palabras del Señor, que permanecen para siempre? Evidentemente, en estas”.
Pero esto no es fácil –advirtió el Papa- pues “las cosas que caen bajo nuestros sentidos y nos dan satisfacción inmediata nos atraen, mientras que las palabras del Señor, aunque son hermosas, van más allá de lo inmediato y requieren paciencia”.
“He aquí, por tanto, la invitación: no edifiquemos la vida sobre la arena. Cuando se construye una casa, se excava en profundidad y se ponen cimientos sólidos. Solo un ignorante diría que eso es tirar el dinero por algo que no se ve. El discípulo fiel, para Jesús, es aquel que cimienta la vida sobre la roca, que es su Palabra que no pasa”, añadió el Santo Padre.
Para concluir, el Papa aseguró que “para tomar decisiones importantes, cuando yo no sé qué hacer, para realizar una elección definitiva”, como lo explica San Ignacio de Loyola en el libro de los Ejercicios Espirituales, “antes de decidir, imaginemos que estamos ante Jesús, como al final de la vida, ante Él que es amor. Pensando allí, en su presencia, en el umbral de la eternidad, tomemos la decisión para el hoy, así debemos decidir, mirando la eternidad, mirando a Jesús”.
“Quizá no sea la más fácil, la más inmediata, pero será la buena, eso seguro. Que la Virgen nos ayude a tomar las decisiones importantes de la vida como hizo ella: según el amor, según Dios”, dijo Francisco para concluir su catequesis.