Nuestra Señora de los Dolores
Memoria Litúrgica, 15 de septiembre
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.
Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.
La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.
Un poco de historia
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.
Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.
Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.
¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores?
La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufri-mientos.
Cuida tu fe:
Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.
Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.
Oración:
María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.
Si quieres saber más, visita la página de EWTN en la cual encontrarás hermosas meditaciones acerca del dolor y las oraciones tradicionales de esta fecha
¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!
Santo Evangelio según san Juan 19, 25-27. Nuestra Señora de los Dolores
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy gracias de todo corazón por todo lo que me has dado, en especial, este momento de intimidad contigo. Vengo ante ti con todo lo que soy y tengo. Bien sabes que en mi corazón hay tristezas y alegrías; en mi vida diaria, dificultades y bonanzas… pero no hay nada que no proceda de ti. Todo lo bueno que tengo procede de tus manos amorosas. Gracias, Jesús. Enséñame a recibir todo lo que Tú me quieras regalar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Jesús, me demuestras el amor tan exagerado que me tienes: luego de haberme entregado todo lo que tenías, cuando ya no te quedaba nada más que dejarme, me regalas a María, tu mamá, para que también sea mi mamá.
Le dices a la Virgen: «mujer, allí tienes a tu hijo». En la persona de Juan, la Iglesia siempre se ha visto como heredera de ese gran tesoro que es María… pero ¿y la Virgen qué siente?, ¿qué pensamientos recorren ese corazón de madre que ve morir a su Hijo en una cruz y recibe a toda la humanidad como hijos?
Jesús, Tú has muerto por mí, he sido yo quien te ha crucificado con y por mis pecados Te ha entregado al escarnio y a la muerte… ¡Y Tú me regalas a tu mamá! ¡Tú le pides a la Virgen que me adopte a mí, un verdugo tuyo! ¿Cómo acercarme a María si acabo de crucificarte?, ¿con la misma mano que te abofeteó y te clavó acariciaré su mejilla? ¿Cómo la misma boca que hace poco gritaba: «crucifícalo» ahora se atreverá a decirle a la Virgen: «Madre, te quiero»?
¡Es una locura! Y sin embargo, María me mira con sus purísimos ojos bañados en llanto y me dice: «Hijito, si Jesús te ha perdonado todo lo que le hiciste, yo también te perdono. Ven. No tengas ni miedo ni vergüenza. No voy a reclamarte ni a reprocharte nada. Sólo te pido una cosa: No dejes que la sangre de mi Hijo sea en vano. Él ha muerto por ti con la esperanza de que tú lo amarías. Si no sabes cómo hacerlo, ven y yo te enseñaré. Yo también te amo y sólo quiero que la sangre de mi Jesús te dé la vida eterna».
«En el Gólgota no retrocedió ante el dolor, sino que permaneció ante la cruz de Jesús y, por su voluntad, se convirtió en Madre de la Iglesia; después de la Resurrección, animó a los Apóstoles reunidos en el cenáculo en espera del Espíritu Santo, que los transformó en heraldos valientes del Evangelio. A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo. En su fe, vemos cómo abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios; en su abnegación, descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás; en sus lágrimas, encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren. En cada uno de estos momentos, María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a rezar un rosario agradeciéndole a la Virgen la gracia de ser su hijo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Los Siete Dolores de la Virgen María
Las gracias que la Virgen prometió al rezar esta coronilla, hoy en su día.
La Santísima Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
Pondré paz en sus familias.
Serán iluminados en los Divinos Misterios.
Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría
1º Dolor
La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve, María,…
2º Dolor
La huida a Egipto con Jesús y José.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Dios te salve, María,…
3º Dolor
La pérdida de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.
Dios te salve, María,…
4º Dolor
El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte.
Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas.
Ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande.
Sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios te salve, María,…
5º Dolor
La crucifixión y la agonía de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.
Dios te salve, María,…
6º Dolor
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón.
El Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.
Dios te salve, María,…
7º Dolor
El entierro de Jesús y la soledad de María.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra.
Llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . .
Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…
Dios te salve, Maria,…
Gloria al Padre.
Un cristianismo sin cruz se vuelve estéril
Divina Liturgia Bizantina en memoria de los mártires greco-católicos.
Esta mañana Francisco preside la celebración de la Divina Liturgia Bizantina en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Miles de fieles están presentes en la plaza de la Mestská športová hala de Prešov. La comunidad greco-católica es una comunidad pequeña, sin embargo, fue fuertemente perseguida durante la época comunista.
La comunidad greco-católica es una de las Iglesias orientales unida al Papa y hace de interfaz en la unión entre oriente y occidente. Esta celebración en particular hace presente la preocupación de Francisco por las minorías.×
Un cristianismo sin cruz se vuelve estéril
«Nosotros —declara san Pablo— proclamamos a un Mesías crucificado […], fuerza y sabiduría de Dios», indica el Papa en su homilía, y añade: “el Apóstol no esconde que la cruz, a los ojos de la sabiduría humana, representa todo lo contrario: es «escándalo» y «locura» (1 Co 1,23-24). La cruz era instrumento de muerte, y sin embargo de allí ha venido la vida”.
Francisco recuerda que el día de hoy, 14 de septiembre, la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Cruz, y en particular nos hace presente la imagen del evangelista Juan al pie de la cruz: “Contempla a Jesús, ya muerto, colgado del madero, y escribe: «El que lo vio da testimonio» (Jn 19,35). San Juan ve y da testimonio”.
¿Qué ve Juan al pie de la cruz?
A esta pregunta el Papa responde: “lo que han visto los demás”. Esto es: “Jesús, inocente y bueno, muere brutalmente entre dos malhechores (…) la enésima demostración de que el curso de los acontecimientos en el mundo no se modifica: a los buenos se los quita del medio y los malvados vencen y prosperan. A los ojos del mundo la cruz es un fracaso”.
El Papa nos advierte de “detenernos en esta primera mirada, superficial, de no aceptar la lógica de la cruz; de no dejar que Dios nos salve”. En suma, nos advierte de “No aceptar, sino sólo con palabras, al Dios débil y crucificado, es soñar con un Dios fuerte y triunfante. Es una gran tentación”.
“Pero un cristianismo sin cruz es mundano y se vuelve estéril” insiste Francisco y nos anima a ver con más profundidad la realidad de la cruz: “San Juan, en cambio, vio en la cruz la obra de Dios. Reconoció en Cristo crucificado la gloria de Dios. Vio que Él, a pesar de las apariencias, no era un fracasado, sino que era Dios que voluntariamente se ofrecía por todos los hombres”.
Jesús “eligió el camino más difícil: la cruz”, dice Francisco, porque “allí, donde se piensa que Dios no pueda estar, Dios ha llegado. Para salvar a cualquier persona que esté desesperada quiso rozar la desesperación, para hacer suyo nuestro más amargo desaliento gritó en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?».
El grito del Abandonado, el grito que salva
Este es un grito que salva, afirma Francisco: “Salva porque Dios hizo suyo incluso nuestro abandono. Y nosotros, ahora, con Él, ya no estamos solos, nunca”.
Francisco nos indica que para ver la gloria de la cruz tenemos que “detenernos a mirar al Crucificado y no le abrimos el corazón, si no nos dejamos sorprender por sus llagas abiertas por nosotros, si el corazón no se llena de conmoción y no lloramos delante del Dios herido de amor por nosotros”.
El Papa también nos pide poner atención a cualquier reduccionismo de la cruz: “No reduzcamos la cruz a un objeto de devoción, mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia religiosa y social”.
Dar testimonio
“Si se ahonda la mirada en Jesús, su rostro comienza a reflejarse en el nuestro, sus rasgos se vuelven los nuestros, el amor de Cristo nos conquista y nos transforma” indica el Papa, quien seguidamente recuerda: “¡Cuántas personas generosas aquí en Eslovaquia sufrieron y murieron a causa del nombre de Jesús! Un testimonio realizado por amor a Aquel que habían contemplado largamente. Tanto, hasta el punto de asemejarse a Él, incluso en la muerte”.
La cruz, fuente de un nuevo modo de vivir
“La cruz no quiere ser una bandera que enarbolar, sino la fuente pura de un nuevo modo de vivir. ¿Cuál? El del Evangelio, el de las Bienaventuranzas. El testigo que tiene la cruz en el corazón y no solamente en el cuello no ve a nadie como enemigo, sino que ve a todos como hermanos y hermanas por los que Jesús ha dado la vida” dice Francisco.
A continuación, el Papa refiriéndose al testigo de la cruz dice: el testigo de la cruz “no usa los caminos del engaño y del poder mundano”, tampoco “quiere imponerse a sí mismo y a los suyos, sino dar la propia vida por los demás”; sigue el Papa, “No busca los propios beneficios”, para luego vivir de doble manera, que no es “el testimonio del Dios crucificado”.
El Papa dice, el testigo de la cruz persigue la estrategia del Maestro, “que es el amor humilde. No espera triunfos aquí abajo, porque sabe que el amor de Cristo es fecundo en lo cotidiano y hace nuevas todas las cosas desde dentro, como semilla caída en tierra, que muere y da fruto”.
El Papa finalizó la homilía haciendo un llamado: “Conserven el amado recuerdo de las personas que los han amamantado y criado en la fe. Personas humildes, sencillas, que han dado la vida amando hasta el extremo (…) Los testigos engendran otros testigos, porque son dadores de vida. Y así se difunde la fe (…) Y hoy el Señor, desde el silencio vibrante de la cruz, te dice también a ti: “¿Quieres ser mi testigo?”.
El Papa, invocando la intercesión de la Santa Madre de Dios dice: “pidamos la gracia de convertir la mirada del corazón al Crucificado. Entonces nuestra fe podrá florecer en plenitud, entonces los frutos de nuestro testimonio madurarán”.
Valor del sufrimiento
El dolor y el sufrimiento son un misterio en la vida. ¿Por qué los manda Dios?¿Por qué los permite Dios? Por: P. Jorge Loring |
Vamos a dedicar este rato a hablar del sufrimiento. El dolor y el sufrimiento son un misterio en la vida.¿Por qué los manda Dios?¿Por qué los permite Dios?
Hay sufrimientos que Dios no los quiere. Porque son consecuencia de pecados de los hombres. Por ejemplo, las víctimas del terrorismo. Pero otros sufrimientos entran en los planes de Dios. Por ejemplo, las víctimas de un terremoto. Son sufrimientos consecuencia de las leyes de la naturaleza que Dios ha hecho.
Evidentemente que Dios podía haber hecho la naturaleza con otras leyes físicas. Pero toda naturaleza posible sería imperfecta, pues el único ser Omniperfecto es Dios. Fuera de Dios todo es imperfecto, limitado, capaz de mejorar. Y Dios ha pensado que en este mundo, tal como es, con sus imperfecciones, el hombre puede merecer la gloria y salvarse, que es el fin para el cual hemos sido creados.
Otra cosa es el dolor producido por los pecados de los hombres, que Dios no lo quiere. Pero para quitar el dolor, consecuencia de los pecados de los hombres, Dios tendría que quitar la libertad; pues en toda situación de hombres libres es inevitable que alguno use mal de su libertad, peque y haga sufrir a los demás.
Pero un hombre sin libertad, dejaría de ser hombre. La libertad para ser bueno o ser malo es lo que hace meritorio ser bueno. Y hacer méritos para la vida eterna es para lo que Dios nos puesto en esta vida. Dios tiene razones para permitir el mal. A nosotros nos basta saber que Dios tiene Providencia, aunque desconozcamos sus caminos.
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica1: «La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna». Todas las cosas tienen «pros» y «contras». La electricidad nos trae muchos bienes (iluminación, telecomunicación, motores, informática, etc.), pero también puede provocar un incendio por un cortocircuito y matar por electrocución. A pesar de los peligros que supone la electricidad, no por eso dejamos de poner en casa instalación eléctrica.
El mundo que Dios ha hecho tiene muchas cosas buenas, pero a veces ocurren desgracias que no comprendemos. Sería absurdo querer entender a Dios al modo humano. Dios tiene su Providencia que a veces no entendemos: lo mismo que las hormigas no entienden el juego del ajedrez y no saben por qué se mueve una pieza u otra.
Es lógico que el hombre no entienda a veces el proceder de Dios. Nos debe bastar saber que Dios es Padre y permite el sufrimiento para nuestro bien. Por eso Dios deja actuar las leyes de la naturaleza y la libertad de los hombres. Para los hombres el sufrir es un mal; pero no así para Dios, que ha querido redimir al mundo por el sufrimiento. Si el sufrir fuera malo, Cristo no hubiera sufrido ni hubiera hecho sufrir a su madre. Esto no obsta para que nosotros procuremos mitigar el dolor con los medios que Dios pone a nuestro alcance.
Sin embargo también hay que valorar la mortificación voluntaria y la penitencia. Ha sido una práctica frecuente en toda la Historia de la Iglesia. Muchos santos la han practicado eminentemente. La mortificación debe tener una cierta continuidad. No se trata de hacer un gran sacrificio un día, para luego descansar una temporada. Hay muchos modos de hacer pequeñas mortificaciones.
He aquí algunos ejemplos: mortificar la curiosidad; no discutir, aunque tengamos la razón, cuando se trata de tonterías intrascendentes; no enfadarme, aunque tenga motivos para ello, si mi enfado no es necesario; levantarme de la cama puntualmente, sin conceder minutos a la pereza; acabar bien lo que hago, sin dejarlo a medias por dejadez; dedicar mi tiempo a los demás, aunque esté cansado (a no ser que tenga algo más importante que hacer); no gastar dinero en caprichos; sonreír y saludar amablemente, aunque no tengamos ganas de hacerlo; no hacer ruidos innecesarios que molestan a los demás; ser puntual para no hacer esperar; escoger para mí lo peor, si esto es posible; etc., etc.
Podemos afirmar que todo el mundo se mortifica. Lo que cambia son los motivos. Hay gente que es capaz de sacrificarse mucho por razones nobles, pero humanas: dietas de adelgazamiento, cirugía estética, entrenamientos deportivos, etc. Todas estas cosas hacen sufrir, pero se conllevan de buena gana para conseguir un fin. ¿Nos vamos a extrañar que merezca la pena sufrir por amor a Cristo? ¿Para parecernos a Él? ¿Para colaborar a la salvación del mundo? Sufrir por sufrir, ni es humano ni es cristiano. Pero el cristianismo ha descubierto el valor de sufrir por amor a Dios. No existe cristianismo sin renuncia, sin mortificación, sin imitación a Cristo «que padeció por nosotros dándonos ejemplo»2.
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica3: «El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación, que conducen gradualmente a vivir en la paz y en el gozo de las bienaventuranzas».
Algunos dicen: «bastantes sufrimientos tiene la vida, ¿para qué buscar más?». Por tres razones:
a) Porque sufriendo por Dios le mostramos nuestro amor, como Él nos lo mostró muriendo por nosotros en la cruz.
b) Porque sufriendo por Dios aumentamos nuestros merecimientos para el cielo.
c) Porque sufriendo uniéndonos a la Pasión de Cristo, colaboramos a la Redención de la Humanidad. Dios quiere que colaboremos a la Redención de la Humanidad. Es doctrina de San Pablo4.
Pero además, el esfuerzo y el dominio propio fortalecen la voluntad y perfeccionan la persona humana. Son ideas de Bernabé Tierno, famoso psicólogo, cuyos artículos se publican en varias revistas periódicamente. En uno publicado en la revista «Familia Cristiana», de Marzo de 1993, dice así:
«En un programa de televisión en el que niños y adolescentes hablan con un presentador, joven y simpático, escuché varias veces la frase “hacer lo que me pide el cuerpo”, como objetivo, como programa de vida. Al presentador, claro está, no se le ocurrió preguntarles a aquellos jóvenes si no les parecía razonable el hacer cosas por el hecho de que son buenas y convenientes para nosotros mismos o para los demás, aunque no nos lo pida el cuerpo, es decir, aunque no sean agradables.
Hablar de fuerza de voluntad, de dominio de uno mismo, de control de las pasiones, de esfuerzo, no sólo no está de moda sino que son temas de los que se habla con indiferencia y desprecio, si los tocamos ante muchos jóvenes y no tan jóvenes. “No diga tonterías, no me hable de rollos”, me decía hace unas cuantas semanas un joven de veinte años al que yo pretendía convencer de que el hombre está capacitado para vivir en la medida en que ha aprendido a esforzarse.
Es necesario, de toda urgencia, que padres y educadores prediquemos con el ejemplo de una firme voluntad, y eduquemos para el esfuerzo a nuestros niños y adolescentes. Que sepan, desde los primeros años, que el gusto o disgusto, el placer o displacer, no son normas de conducta por las que debamos regirnos, sino lo que nos conviene, lo que es bueno para el cuerpo, para la mente y para el espíritu. Educar para el esfuerzo debe ser una constante en todos los hogares desde los primeros años, y que el niño sepa que está haciendo algo simplemente porque es bueno para él, porque le conviene, le prepara para la vida, y le ayuda a “crecer”.
Es el esfuerzo, el tesón en lograr los objetivos propuestos, lo que desarrolla “el músculo de la voluntad”, lo que se llama “voluntad constituyente”. Sin esa voluntad, que se hace día a día por medio del esfuerzo, el hombre no llega jamás a hacerse hombre, por más años que cumpla. El niño o el adolescente empiezan a ser psicológicamente mayores, maduros, cuando saben decidir y elegir por sí mismos aquello que les conviene, aunque no les guste y les exija mucho esfuerzo.
Si tu norma de vida es “hacer lo que pide el cuerpo”, es una señal clara de que sigues siendo un niño, de que no has “crecido”, de que no estás preparado para la vida, porque no son la voluntad y la razón las que te guían».
Todo esto un plan meramente humano. Por encima de esto está el plano sobrenatural.
¿Por qué Dios ha elegido el sufrimiento para redimir al mundo? No lo sabemos. Pero es así. Por eso nuestro sufrimiento unido al de Cristo colabora en la redención del mundo.
Y nuestro sufrimiento, ofrecido Dios es una manifestación de amor a Él. Lo mismo que Él nos manifestó su amor muriendo por nosotros en la cruz. El sufrir por amor a Dios nos enriquece para la vida eterna. Debe ser para nosotros un consuelo saber que, en igualdad de circunstancias, en el cielo gozan más los que más han sufrido en la Tierra por amor a Dios. Y es consolador saber que «el sufrir pasa, pero el premio de haber sufrido por amor a Dios durará eternamente».Por eso el cristiano le encuentra sentido al sufrimiento. El ateo no tiene motivación para sufrir, por eso se desespera.
La sublimación del sufrimiento es uno de los grandes tesoros del cristianismo. Sufrir por un ideal hace más llevadero el sufrimiento: «las espinas pinchan cuando se pisan, no cuando se besan».
Querer quitar de la vida el dolor es una utopía. Todo el mundo tiene que sufrir algo. Es ley de vida. Unos en una cosa y otros en otra. Pero cada uno tiene su cruz. Es inútil querer rechazarla. Eso lleva a la desesperación. Es mucho mejor llevarla con garbo por amor a Dios. Se sufre menos y se merece más.
Debemos aceptar de buena gana la cruz que Dios ha puesto sobre nuestros hombros. Si Dios nos la ha puesto, es porque es la que nos conviene.
Va de cuento: Érase una vez un hombre que siempre iba protestando de la cruz que Dios le había puesto encima. Un día fue a la tienda de cruces a cambiar la suya por otra. Allí las había de todos los colores, formas y tamaños.
Al entrar le dijo al tendero:
– Vengo a cambiar mi cruz, porque la que tengo no me gusta.
– Aquí tiene usted el catálogo. Escoja la que prefiera.
– Deme usted ésta.
Sale a la calle y a los pocos pasos vuelve a la tienda.
– Oiga, que ésta tampoco me gusta. Deme usted aquella.
Sale a la calle y a los pocos pasos vuelve a la tienda.
– Ésta tampoco me gusta. Deme usted aquella otra.
Y después de probar varias, le dice al de la tienda:
– Deme usted la mía que es la que mejor me va.
¡Natural! La tuya es la mejor para ti. Por eso te la ha puesto Dios. La que es a tu medida. La que te va mejor. La cruz que nos pone Dios es la que mejor nos va. Como el zapato hecho a la medida. Si es más pequeño, me hace daño. Si es más grande, se me sale al andar. El que me va bien es el de mi medida.
Lo mismo pasa con la cruz. La que Dios me ha puesto sobre mis hombros es la de mi medida. Aunque me parezca muy pesada puedo llevarla, con la ayuda de Dios. Dice San Pablo: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta». Dios no pone a nadie una cruz que él no pueda soportar. Sería blasfemo pensar que la cruz que Dios nos pone nos aplasta.
Y San Agustín, ese talento privilegiado que hemos tenido en la Iglesia, tiene una frase preciosa que hizo suya el Concilio de Trento5: «Dios no manda imposibles. Él quiere que hagas lo que puedas y le pidas lo que no puedas, que Él te ayudará para que puedas»6.Hay un aforismo teológico que dice: «a quien hace lo que puede, Dios no le niega su gracia»7. La cruz, con la ayuda de Dios, por amor a Dios, es mucho más llevadera.
Una niña de seis años llevaba en sus brazos a su hermanito de cuatro. Una señora le pregunta:
– ¿Dónde vas con esa carga?
Ella contestó:
– No es una carga. Es mi hermanito.
¡Qué bonito!
Hay que saber aceptar el sufrimiento con amor:
– Primero, porque así manifiesto mi amor a Dios. Dice Trafonten: «Quien no sabe renunciar a sí mismo es incapaz de amar». El sufrimiento se halla estrechamente unido al amor. El sufrimiento sirve para expresar el amor. Dijo Jesús: «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos»8. El amor es darse, y quien da su persona, su vida, no tiene nada más que dar.
La cruz es el objeto más besado de la historia. Pero el beso no va dirigido al objeto, sino a Jesús, que está crucificado en ella. Cuando yo amo la cruz, amo a Jesús que está en ella. Por el mundo hay muchos trocitos de la cruz de Cristo. Se llaman «Lignum Crucis». Se guardan en valiosos relicarios. Pero un relicario por valioso que sea, no ama. No sabe amar. No puede amar. Yo puedo ser un relicario que lleva con amor la cruz de Cristo.
El cirineo llevó la cruz de Cristo detrás de Él. Al principio la cargó de mala gana, pero después con amor. Por eso Jesús le premió con la gracia de la fe. Él y su familia se convirtieron al cristianismo, como dice San Pablo.
– Segundo, sufriendo con amor enriquezco mi corona eterna.
– Tercero, sufriendo por amor a Cristo colaboro en la redención del mundo, que es la obra más grande de la Humanidad.
Pero, sobre todo, la respuesta del dolor es Cristo que quiso pasarlo primero para animarnos a sufrir. Como la madre que prueba primero la sopa delante del niño que no quiere comer, para animarle.
Cuando se viven estas ideas, el sufrimiento es mucho más llevadero. Merece la pena sufrir. El sufrimiento es un valor. Por eso Dios, a veces, hace sufrir a sus seres queridos. Como la madre, que pone una inyección a su hijo pequeño, aunque le duela. Porque el bien de la salud, compensa el dolor del pinchazo. La Redención no termina en la cruz, sino en la resurrección.
Si sabemos apreciar el valor del sufrimiento, y sufrimos por amor a Dios, enriqueceremos nuestros méritos para la gloria eterna, y nuestro premio será muy grande, pues Dios no se deja vencer en generosidad: premia con el ciento por uno. Decía San Juan de la Cruz: «Tan grande es el bien que espero, que toda pena me da consuelo».
Que el Señor nos conceda saber sufrir por amor a Él, y de esta manera colaborar con Él a la obra de la Redención de la Humanidad y salvación de las almas.
1Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 324
2Primera carta de SAN PEDRO, 2:21
3Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2015
4Carta a los Colosenses, 1:24
5DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 804. Ed. Herder. Barcelona
6SAN AGUSTÍN: De natura et gratia, XLIII,50. ML,44,27.
7ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la salvación,nº 119. Ed. BAC. Madrid.
8Evangelio de SAN JUAN,15:13
Los 7 dolores de la Virgen en la pandemia de COVID-19
Relacionemos los dolores de María, con lo que está padeciendo la humanidad.
El 15 de septiembre la Iglesia venera a María en su advocación de Nuestra Señora de los Dolores, conocida también como Virgen Dolorosa o Madre Dolorosa, y recuerda en especial siete de los dolores que Ella sufrió durante Su vida.
María pidió rezar diariamente siete Ave Marías mientras se medita en sus dolores. A santa Brígida le dijo, en una revelación privada, que concedería por ello muchas gracias.
Acojamos esta bella devoción. Y en este tiempo de pandemia, relacionemos los dolores de la Virgen María, con lo que está padeciendo la humanidad y encomendémoslo a su compasiva intercesión maternal.
- La profecía de Simeón (ver Lc 2, 22-35)
María, Madre Dolorosa: A Ti que, llevando en brazos al Niño Jesús, te anunció Simeón que una espada te atravesaría el alma, y supiste asumirlo con serenidad y absoluta confianza en el Señor, ruega por quienes en esta pandemia han recibido algún anuncio devastador: sobre su salud o la de sus seres queridos, la pérdida de ingresos, el fin de sus planes y proyectos. Que no desesperen, que pongan su seguridad en Dios y sepan que todo lo permite por algo y les ayudará a superarlo. (Ave María)
- La huida a Egipto (ver Mt 2, 13-15)
María, Madre Dolorosa: Tú, que sabes lo que es quedar repentinamente separado de los seres queridos, no saber cuándo podrá volver a verlos, y estar rodeado de extraños, ruega por quienes están aislados: en los hospitales, en los asilos, en sus hogares, sin ver a sus seres queridos. Pide especialmente por los ancianitos, que no han visto desde hace meses a sus hijos y nietos. Que no se sientan solos, que perciban que junto a ellos están siempre Jesús y Tú, y se sientan acompañados y confortados. (Ave María).
- El Niño perdido y hallado en el Templo (ver Lc 2, 41-50)
María, Madre Dolorosa: A Ti, que te angustiaste cuando pensaste haber perdido a tu Hijo, hasta que lo hallaste en el Templo, ruega por nosotros, tus otros hijos, para que no nos perdamos. En especial ruega por los que desde hace meses no han podido asistir a Misa, ni confesarse, ni comulgar. Que no se acostumbren, que no se vuelvan fríos o indiferentes; que no olviden de que el Señor los espera con los brazos abiertos, y que nunca será igual verlo en pantalla que tener con Él un encuentro personal. (Ave María).
- Jesús camino al Calvario (ver Jn 19, 16-17)
María, Madre Dolorosa: Tú que con amor y fortaleza acompañaste a Jesús, que flagelado, coronado de espinas, escupido y golpeado cargaba con Su cruz, ruega por quienes acompañan y atienden a los enfermos en esta pandemia. En especial pide por el personal de salud y los miembros de la Iglesia que superando el temor y el riego de contagio, han hecho esfuerzos heroicos para ayudarlos. (Ave María).
- María al pie de la cruz de Jesús (ver Jn 19, 25-30)
María, Madre Dolorosa: Tú que presenciaste la agonía y muerte de Tu Hijo, ruega por quienes han fallecido y por quienes van a fallecer; en especial por quienes no tuvieron oportunidad de recibir auxilio espiritual. Encomiéndalos a la misericordia del Señor, pídele que de sus almas tenga piedad. (Ave María).
- El cuerpo sin vida de Jesús, es bajado de la cruz (ver Jn 19, 38)
María, Madre Dolorosa: Tú que sufriste el dolor de ver morir a tu Hijo y recibir Su cuerpo inerte en tu regazo, ruega por todos los que están en duelo, en especial por quienes han perdido seres queridos. Sostenlos en su dolor y alienta su esperanza de poder reencontrarlos en el Cielo. (Ave María).
- Jesús es dejado en el sepulcro (ver Jn 19, 40-42)
María, Madre Dolorosa: Tú Hijo penetró hasta lo más hondo de las realidades más oscuras del ser humano, para redimirlas, para rescatarnos de ellas. Padeció y murió para librarnos del pecado y de la muerte, pero no se quedó muerto. Resucitó. Y nos invita a pasar la eternidad con Él. Ruega por nosotros, para que comprendamos que lo que estamos viviendo, sea feliz o doloroso, es temporal, que somos peregrinos; que vamos de camino a la patria celestial. (Ave María).
Dios nos habla en la Biblia como su autor
¿De qué cosas y cómo nos habla Dios en la Biblia? Cómo se fue componiendo la Biblia.
Dios habla a través de la Sagrada Escritura, que es la respuesta efectiva y plena a todos los problemas y preocupaciones de la humanidad. Una vez más, Dios es la respuesta. La Iglesia que Él se ha dignado fundar mantiene fielmente esta oportunidad de salvación ofrecida por el Señor: la Iglesia católica.
1. Dios nos habla en la Escritura como autor principal de ella
La Biblia es la «Palabra de Dios». Es su pensamiento expresado a través de sonidos humanos. Es su estilo de hablar a la humanidad. Dios escogió un pueblo, el pueblo de Israel, en el cual, a través de una larga historia, fue manifestando sus designios de salvación, por medio de los acontecimientos y las obras que Él fue disponiendo. Pero no solamente Dios habla a un grupo a través de su palabra; habla también al individuo, nos habla a cada uno de nosotros, para comunicarnos su mensaje de amor, de vida y de salvación personal. El Señor que nos invita, nos llama, se acerca a nosotros porque quiere comunicarnos algo: una enseñanza, un consejo, una frase de aliento o un regaño cuando no sabemos comprender a su bondad. Pero siempre es la palabra del Padre que se preocupa por sus hijos porque busca su bien y su felicidad.
2. ¿De qué cosas nos habla Dios en la Biblia?
Es muy difícil concretar la riqueza de su mensaje. Pero, en líneas generales abarca los siguientes temas:
a) Nos habla de sí mismo. En la Biblia, todas las páginas nos hablan de Dios. Pero no precisamente de un Dios lejano, estirado, juez, como pareciera a primera vista cuando leemos frases como: «Yo soy el que soy», «El Dios de poder», «El Señor de los ejércitos», etc., se trata de un Dios personal, vivo, cercano, providente, amoroso. Se trata, en una palabra de un Dios – Padre que se preocupa por nosotros y rige nuestros destinos en orden a nuestra felicidad temporal y eterna.
b) Nos habla del hombre, y nos dice que Él mismo lo creó formándolo «a imagen y semejanza suya». La palabra «imagen y semejanza» en hebreo significa, más que retrato, «reproducción». El hombre es imagen y semejanza de Dios porque participa, reproduciéndolas, de las bondades y cualidades divinas». «Lo has hecho – canta el salmo 8 –, poco menos que Dios, lo has coronado de gloria y honor, le diste el señorío sobre las obras de tus manos, todo lo has puesto debajo de sus pies». Todo eso es la esencia de la naturaleza humana. Claro que el hombre, a pesar de su grandeza y señorío, está revestido de carne débil; tiene inclinaciones que le invitan al pecado, al rebajamiento, al barro; y se rebaja, dando al traste con su grandeza. Entonces rompe las relaciones con Dios, se torna infiel a su amor. Pero el Señor no cesa de invitarle a que rehaga las relaciones perdidas. Ese es el drama humano a grandes rasgos que la Biblia nos muestra.
c) Nos habla de la naturaleza cuando nos dice, al abrir la Biblia, que «al principio creó Dios los cielos y la tierra». El mensaje no intenta dar de la creación una descripción científica, sino una información popular. Pero a pesar de esa intención sencilla, resulta todo un poema elocuente de la grandeza del Creador. Da gusto leer las primeras páginas de la Biblia en que el autor va descubriendo con pinceles maravillosos la obra creadora del mundo, para que veamos ya en esos párrafos el punto de partida del plan divino y de la historia de la Salvación.
d) Nos habla de la historia de la Salvación. Podríamos decir que toda la Biblia es fundamentalmente «la historia de la salvación». La historia de un pueblo que el mismo Dios escoge, para que a través de él vaya transmitiendo el mensaje salvador a toda la humanidad.
e) Nos habla de Jesucristo, el enviado de Dios al mundo, cuya misión principal es reconciliarnos con el Padre. El mismo Jesús le dirá a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo Único, para que todos los que crean en Él no perezcan, sino que tengan vida eterna» (Jn 3, 16). El Antiguo Testamento es una promesa de esta venida; el Nuevo Testamento nos manifiesta el cumplimiento de esta promesa. Por eso ambos Testamentos están íntimamente ligados entre sí.
f) 6. Nos habla del Reino de Dios. «He aquí, leemos en san Mateo 12, 28, que ha llegado a vosotros el Reino de Dios». Toda la misión salvífica del Mesías se concentra en la idea del Reino de Dios. Cristo viene a traernos ese Reino, que se hace presente en el mundo como un grano de mostaza (Mt 13, 31), como una levadura (Mt 13, 33), pero que llegará a su plenitud poco a poco al final de los tiempos. Más aún: Ese Reino no sólo está presente en el mundo, sino que «Ya está dentro de nosotros» (Lc 17, 21).
g) Nos habla también de la religión, de la gran lucha entre el bien y el mal, de las virtudes teologales y cardinales, del comportamiento del hombre, de la felicidad matrimonial, de la buena convivencia entre los hombres, etc. Cada libro de la Biblia plantea un tema distinto, interesante y apremiante. Pero no es un tema suelto o independiente de los demás.
3. ¿Cómo nos habla Dios en la Biblia?
Primero, Dios nos habla a través de los hombres. Dice el autor de la Carta a los Hebreos: «De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; pero en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos» (1, 1-2).
Segundo, expresando su mensaje en el lenguaje propio de los hombres para que puedan entenderlo. Es decir, Dios, al hablar a la humanidad, no emplea un lenguaje rebuscado. Su mensaje no surtiría ningún efecto. Emplea un lenguaje simple, de manera que hasta los menos cultos puedan captarlo. Por eso se sirve de las maneras de hablar, modismos y géneros literarios que los escritores y las gentes usaban en el tiempo en que Dios le comunicó su Palabra.
4. Cómo se fue componiendo la Biblia
¿Cómo se compusieron los libros de la Biblia? Los acontecimientos que el Pueblo de Dios fue viviendo desde sus orígenes se transmitían de viva voz por el mismo pueblo.
Se fueron completando con más interpretaciones con el correr del tiempo, para descubrir su verdadero sentido. Esta interpretación se hizo siempre a la luz de la fe.
Al principio, se ponían ocasionalmente por escrito. Pasado el tiempo, alguien recopiló los diversos escritos, las tradiciones orales y los otros documentos existentes, formando así una herencia común redactada para todo el pueblo. Esta redacción se convirtió finalmente en el libro definitivo que ahora conocemos.
Los textos no siempre quieren presentar reportajes en directo, ni narraciones históricas o científicas. Son reflexiones de la fe sobre las grandes cuestiones del hombre o sobre los problemas que golpean a la vida de la Comunidad en un determinado momento.
Estas reflexiones hacen avanzar la revelación a través de todo el Antiguo Testamento, hasta llegar a la plenitud en el Nuevo. Pero el misterio de todo este proceso está en que siempre actúa la asistencia del Espíritu Santo. Por eso, el libro es fruto de la acción humana y de la acción de Dios.
La Biblia no es un libro caído del cielo, como pretende serlo el Corán, libro santo de los que practican la religión creada por Mahoma: «No hay más Dios que Él, el poderoso, el sabio. Él es quien hizo bajar sobre ti el libro de Él» (Sura 3, 6-7).
La Biblia ha tenido una larga historia, cuya reconstrucción está llena de complejidades: no disponemos de fechas precisas y datos para todos los libros de la Sagrada Escritura.
Por otra parte, no hay que olvidar nunca el dato de la tradición oral: primero la tradición, después la Escritura; es más, la tradición se mantiene como realidad viva que interactúa con los escritos durante todo el periodo de la formación del Antiguo Testamento.
Incluso, después de haber sido puestos por escrito, la mayoría de los textos bíblicos continuaron siendo leídos, actualizados, profundizados: sólo al final, se consideró al Antiguo Testamento como algo finalmente terminado.
Etapas de la formación del Antiguo Testamento
Veamos ahora en este esquema las etapas de la formación del Antiguo Testamento:
a) El período de los patriarcas. El primer capítulo de la historia de Israel está ligado a tres generaciones (o tribus) de patriarcas arameos: Abraham, Isaac y Jacob (pertenecen al siglo XIX antes de Cristo, aproximadamente).
b) El Éxodo. Para la segunda gran «palabra de Dios» hemos de trasladarnos a los años 1250-1200 antes de Cristo. De un grupo de esclavos, Israel, a través de la gran «Pascua de liberación», pasa a convertirse en pueblo de Dios.
c) El periodo monárquico o de los reyes. Después de casi 200 años de lucha por la ocupación de la tierra de Canaán, sigue la larga experiencia de la monarquía (del año 1000 al año 587 antes de Cristo).
d) El Exilio o Deportación en Babilonia. El año 587 antes de Cristo cae Jerusalén y con ella se desmoronan los fundamentos de la historia de Israel: la dinastía de David, la libertad en la «tierra prometida», el templo de Jerusalén.
e) El período de judaísmo. Se llama así porque sólo un «resto» de los descendientes de Judá (hijo de Jacob y representante del Reino del Sur) vuelve a Jerusalén y a la tierra santa.
- Fechas de composiciónEl Antiguo Testamento se escribe durante el largo periodo que va desde el reinado de Salomón, en el siglo X, hasta un siglo antes de Cristo.El Nuevo Testamento,por su parte, se escribe desde unos veinte años después de la muerte de Cristo, en vida de la primera generación de cristianos hasta la muerte del último apóstol. Es decir, entre los años 50 y 100.La Santa Biblia fue redactada por Profetas, sabios, poetas y apóstoles, durante catorce siglos, pero todos dirigidos e inspirados por Dios para que no escribieran ningún error espiritual. Los redactores más famosos de la Santa Biblia fueron: Moisés, el rey David, los profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Los cuatro evangelistas San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan y, por el apóstol San Pablo.
- El lenguaje usado por los autores bíblicos
Si nos fijamos en nuestro estilo de hablar, veremos que una misma verdad la podemos expresar de múltiples maneras.
Corrientemente, no nos importa el modo, sino que vamos abiertamente a la verdad que queremos expresar. Por ejemplo, esta es la verdad que quiero comunicar: «estoy en una situación difícil que me hace deprimirme». Para expresarlo a un amigo, le digo: «Oye, estoy hecho polvo». No cabe duda que mi amigo me entiende perfectamente.
Otro ejemplo: un niño muere en un accidente. De este accidente son testigos el papá y la mamá que iban con el niño, el policía de tránsito y un señor extraño que pasaba por el lugar del siniestro.
Los papás, llevados por la impresión tremenda de que el muerto es su propio hijo, contarán con un realismo quizá exagerado hasta los últimos detalles del accidente.
El policía lo hará, probablemente, como quien relata un atentado policiaco. Está tan acostumbrado a presenciar escenas similares, que ya casi, una más, no le impresiona gran cosa.
Por su parte, el «señor extraño» que pasaba por allí y no tenía que ver nada con la cuestión, dirá las cosas sin dejarse llevar por la emoción.
¿Cómo la vamos a juzgar nosotros que no presenciamos el accidente?
Si nos referimos a los papás, diremos quizás que al hacer el relato fueron exagerados; del policía diremos que, como no se fijó bien, mintió; y del testigo casual diremos que, al no importarle lo sucedido, confesó cualquier cosa por salir del paso.
Todo esto está diciendo que a la hora de juzgar algo, hay que hacerlo teniendo en cuenta quien lo dice o escribe, e incluso las circunstancias del hecho sucedido.
El Concilio Vaticano II lo dice claramente: «Dios habla en la Escritura por medio de los hombres en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios» (La Divina Revelación, # 12).
Conclusión
Dios es el autor de la Biblia, Él nos habla en ella, nos da a conocer sus caminos de salvación y nos invita a encontrar la verdad en su Iglesia que Él funda.
El Papa: María Dolorosa al pie de la cruz no escapa ¿Y tú?
Photo by Tiziana FABI / AFP
En el santuario de Šaštin, el Papa Francisco insta a los cristianos a ser «signos de contradicción» en la sociedad
Ante Jesús no se puede ser tibio, con “el pie en dos zapatos”. El Papa Francisco clamó desde Eslovaquia por una Iglesia que no se detiene en el camino porque se enferma: “Jesús es signo de contradicción”. Donde las posiciones se endurecen, los cristianos deben convertirse en «tejedores de diálogo», dijo el Papa Francisco en el Santuario Nacional de Šaštin el 15 de septiembre de 2021. «No se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida».
En el marco de su 34º viaje apostólico a Eslovaquia, el Papa celebró una misa de despedida ante más de 45.000 eslovacos en un campo adyacente a la basílica del santuario mariano, donde Juan Pablo II también presidió una ceremonia eucarística en 1995.
El Papa Francisco, en el día de la fiesta de la Virgen de los Siete Dolores, patrona de Eslovaquia, dijo que la Madre de Jesús es maestra de compasión: «Su fe es compasiva«.
Maria no escapa
«María Dolorosa al pie de la cruz no escapa. Y María Dolorosa al pie de la cruz simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor«, predicó el Papa.
Francisco sostuvo que esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz. Subrayó la actitud de la Madre de Jesús: «Permanecer con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte».
Y también invitó a los cristianos a mirar hacia la Virgen Madre Dolorosa. Pues, con ella nos abrimos a una fe que se hace compasión, expresó.
Una fe «que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros».
Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad.
Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación.
Francisco auguró que los cristianos conserven «el asombro y la gratitud por el don de la fe«.
«Y que María Santísima les obtenga la gracia de que vuestra fe siempre siga en camino, tenga el respiro de la profecía y sea rica de compasión«.
La Virgen modelo de fe: sencilla sincera
El Papa predicó sobre la joven de Nazaret, que no consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre del Salvador, no perdió la alegría sencilla de su humildad.
Al contrario, el Papa destacó que ella «vivió el don recibido como una misión». Por eso, indicó que María se puso en camino.
María «a la comodidad de la rutina prefirió las incertidumbres del viaje; a la estabilidad de la casa, el cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro».
La Virgen modelo de fe ante las dificultades
Así, explicó, la Virgen es modelo de una fe que se pone en camino, animada siempre por una devoción sencilla y sincera, peregrinando siempre en busca del Señor.
« Y, caminando, ustedes vencen la tentación de una fe estática, que se contenta con cualquier rito o tradición antigua, y en cambio salen de ustedes mismos, llevan en la mochila las alegrías y los dolores, y hacen de la vida una peregrinación de amor hacia Dios y los hermanos. ¡Gracias por este testimonio! Y, por favor, ¡sigan en camino! No parar. «.
La Virgen, modelo para una Iglesia que no se detiene
El Papa ha pedido una Iglesia que no deja de moverse: “Porque cuando la iglesia para se enferma, cuando los obispos se detienen enferman la iglesia, cuando los sacerdotes se detienen enferman el pueblo de Dios”.
«La fe de María también es una fe profética. Con su misma vida, la joven de Nazaret es profecía de la obra de Dios en la historia, de su obrar misericordioso que invierte la lógica del mundo, elevando a los humildes y dispersando a los soberbios (cf. Lc 1,52).».
No se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida
El Pontífice instó desde Eslovaquia por una Iglesia que no se detiene porque se enferma: “Jesús es signo de contradicción”.
«No olvidemos esto: no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida. Jesús es signo de contradicción. Ha venido para llevar luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y obligándolas a rendirse.»
Por eso, afirmó, «las tinieblas luchan siempre contra Él. Quien acoge a Cristo y se abre a Él resurge, quien lo rechaza se cierra en la oscuridad y se arruina a sí mismo.»
Ante Jesús no se puede ser tibio
Jesús – sostuvo- entra en nuestra vida y separa la luz de las tinieblas, pidiéndonos que decidamos.
«Ante Jesús no se puede permanecer tibio, con “el pie en dos zapatos”. Acogerlo significa aceptar que Él desvele mis contradicciones, mis ídolos, las sugestiones del mal; y que sea para mí resurrección, Aquel que siempre me levanta, que me toma de la mano y me hace volver a empezar.».
El pontífice explicó que también Eslovaquia necesita hoy estos profetas. «Obispos profetas. No se trata de ser hostiles al mundo, sino “signos de contradicción” en el mundo«.
En su homilía exhortó para que los cristianos sepan «mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales y colectivos predominan con frecuencia, que protegen y cuidan la vida donde reinan lógicas de muerte.».
Antes de la ceremonia, el Papa latinoamericano hizo un último recorrido entre la multitud a bordo del papamóvil bajo un cielo azul, deteniéndose varias veces para bendecir a los fieles y besar a los recién nacidos.
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El Papa saluda al pueblo eslovaco
El santuario de Nuestra Señora de los Dolores se fundó en el siglo XIV, pero su origen se atribuye a la llegada de los santos Cirilo y Metodio a territorio eslovaco en el siglo IX.
Antes de la bendición final, el papa Francisco dirigió unas palabras de saludo a los fieles y peregrinos presentes.
«Ha llegado el momento de dejar su país», dijo a los peregrinos eslovacos: «He dado gracias a Dios por haberme permitido venir entre vosotros, y completar mi peregrinación en el fervoroso abrazo de vuestro pueblo».