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• John 14:27-31a

Bishop Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos da un antídoto para el miedo. ¿A quién o de qué tienes miedo? Esa es una pregunta espiritual muy importante. Una forma de entender nuestras vidas es mirar aquellas cosas que buscamos: riqueza, poder, privilegio, honor, placer, amistad. Pero otra forma es dar vuelta esa pregunta y determinar a quién o a qué tememos.

Podríamos temer la pérdida de cosas materiales, la pérdida del trabajo, la pérdida de la salud física, la pérdida de la estima de los demás, la pérdida de la intimidad personal o, en última instancia, la pérdida de la vida misma. Tenemos miedo de muchas cosas, pero apostaría a que existe un miedo primario o principal. ¿Cuál es para ti ese miedo?

Ahora, después de identificar eso, escuche a Jesús: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!”. Todas y cada una de las cosas a las que habitualmente tememos (pérdida de dinero, fama, placer y poder) tienen que ver con este mundo. Lo que Jesús está diciendo es que no debemos permitir que esos miedos dominen o definan nuestras vidas, porque Él está con nosotros, y con Él está su paz.

¿Qué es esta paz que el mundo no conoce y que el Señor nos dona? Esta paz es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Jesús. Es la presencia de Dios en nosotros, es la “fuerza de paz” de Dios. Es Él, el Espíritu Santo, quien desarma el corazón y lo llena de serenidad. Es Él, el Espíritu Santo, quien deshace las rigideces y apaga la tentación de agredir a los demás. Es Él, el Espíritu Santo, quien nos recuerda que junto a nosotros hay hermanos y hermanas, no obstáculos y adversarios. Es Él, el Espíritu Santo, quien nos da la fuerza para perdonar, para recomenzar, para volver a partir, porque con nuestras solas fuerzas no podemos. Y con Él, con el Espíritu Santo, nos transformamos en hombres y mujeres de paz. Queridos hermanos y hermanas, ningún pecado, ningún fracaso, ningún rencor debe desanimarnos a la hora de pedir con insistencia el don del Espíritu Santo que nos da la paz. Cuanto más sentimos que el corazón está agitado, cuanto más advertimos en nuestro interior nerviosismo, intolerancia, rabia, más debemos pedir al Señor el Espíritu de la paz. Aprendamos a decir cada día: “Señor, dame tu paz, dame el Espíritu Santo”. (Regina Caeli, 22 de mayo de 2022)

 

 

Pío V, Santo

Memoria Litúrgica, 30 de abril
Fuente: Archidiócesis de Madrid
CCXXV Papa

 

Martirologio Romano: San Pío V, papa, de la Orden de Predicadores, que, elevado a la sede de Pedro, se esforzó con gran piedad y tesón apostólico en poner en práctica los decretos del Concilio de Trento acerca del culto divino, la doctrina cristiana y la disciplina eclesiástica, promoviendo también la propagación de la fe. Se durmió en el Señor en Roma, el día primero del mes de mayo (1572).



Etimológicamente: Pío = Aquel que es piadoso, es de origen latino.

Breve Biografía

Se le recuerda principalmente como “el Papa de la victoria de Lepanto”, no porque fuera un hombre belicoso, sino porque con su autoridad y con su prestigio personal logró imponer una tregua en las discordias caseras de los Estados europeos y llevarlos a una “santa alianza” para detener la amenazadora avanzada de los turcos. El 7 de octubre la armada Cristiana obtuvo en las aguas de Lepanto una definitiva victoria contra la flota turca. Ese mismo día Pío V, que no disponía de los rápidos medios de comunicación de hoy, ordenó que tocaran todas las campanas de Roma, invitando a los fieles a darle gracias a Dios por la victoria obtenida.



Michele Ghisleri elegido Papa en 1566 con el nombre de Pío V, nació en Bosco Marengo, Provincia de Alessandria (Italia) en 1504. A los 14 años entró a la Orden de los dominicos. Una vez ordenado sacerdote, atravesó todas las etapas de una carrera excepcional: profesor, prior del convento, superior provincial, inquisidor en Como y en Bérgamo, obispo de Sutri y Nepi, cardenal, grande inquisidor, obispo de Mondoví, y Papa.

Pío V fue sobre todo un gran reformador. Entre las reformas que promovió, siguiendo el concilio de Trento, recordamos la obligación de residencia para los obispos, la clausura de los religiosos, el celibato y la santidad de vida de los sacerdotes, las visitas pastorales de los obispos, el impulso a las misiones, la corrección de los libros litúrgicos, la censura de las publicaciones. La rígida disciplina que el santo Pontífice impuso a la Iglesia fue también norma constante de su vida. Vivía el ideal ascético del fraile mendicante.

Condescendiente con los humildes, paterno con la gente sencilla, pero sumamente severo con cuantos comprometían la unidad de la Iglesia, no dudó en excomulgar y decretar la destitución de la reina de Inglaterra, Isabel I, a sabiendas de las consecuencias trágicas que esto acarrearía a los católicos ingleses.

 

Pío V murió el 1 de mayo de 1572, a los 68 años de edad. Fue canonizado 22 de mayo de 1712 por el Papa Clemente XI.

 

 

Que no tiemble su corazón ni se acobarde

Santo Evangelio según San Juan 14, 27-31a.

Martes V de Pascua.
Por: Cristian Gutiérrez, LC |
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

 



“Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que donde hay odio, yo ponga el amor. Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que donde hay discordia, yo ponga la unión. Que donde hay error, yo ponga la verdad. Que donde hay duda, yo ponga la fe. Que donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender; ser amado, sino amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna. Amén” (Oración de San Francisco de Asís).



 

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31a



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a vuestro lado’. Si me amaran se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado”.



Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

Esta frase puede ser una clara invitación a la valentía y al celo apostólico. Es característico del cristianismo no dejarse vencer por el temor, ni siquiera a la propia muerte, y predicar, anunciar, gritar por las calles la Buena Nueva de la salvación. El cristiano, el discípulo está llamado por ti a ser un guerrero incansable, un hombre de decisión firme, de palabra duradera, de metas claras, de iniciativa por el Reino de Dios, por tu Reino. Tú me invitas a llevar tu Evangelio a todo el mundo sin acobardarme, sin temer, sin avergonzarme.

Tú me llamas a no dejarme dominar por el temor y enfrentar mi vida y la evangelización con valentía, con arrojo, con celo. A no desanimarme ante los problemas, las dificultades, ni siquiera ante mis pecados y debilidades. Pero todo esto por un simple motivo: porque Tú estás conmigo, porque Tú me lo has mandado, porque es tu obra la que llevo a los demás, porque Tú me das tu gracia y me has dado tu paz.

Al inicio de este Evangelio dejas a los apóstoles la paz que viniste a traer, no ésa elaborada en el mundo, escrita sobre papeles y avalada con firmas de hombres. Tú traes la paz que mi alma necesita y que quieres que transmita a los demás. La paz no es algo que conquisto con ejercicios de yoga, con introspecciones alargadas, con encuentros con la naturaleza. La paz viene de la experiencia de Ti en la oración, en los sacramentos, en el apostolado.

Dame la gracia, Señor, de seguir tu consejo de llevar el Evangelio a todo el mundo con valentía, con fuego. Pero también concédeme esa paz que tanto yo como los demás necesitamos. Que sepa seguir el ejemplo de san José obrero, que en su vida cotidiana te enseñó la importancia del trabajo como medio de salvación personal y de los demás.

(Homilía de S.S. Francisco, 1 de mayo de 2016).

Diálogo con Cristo

 

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ofreceré mis trabajos de hoy por alguna intención apostólica.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Pío V, el Papa al que debemos el Breviario y el Misal Romano

 

 

Este santo dominico propició la unión de España y Venecia y la famosa victoria en la batalla de Lepanto

Antonio Ghislieri nació el 17 de enero de 1504 en Alessandria (Italia). A los 17 años ingresó en la Orden de Predicadores.

A los 47 años, en 1551, el papa Julio III lo nombró comisario general del Santo Oficio.

Seis años después fue designado cardenal. Como obispo se le encarga Mondovi, en el Piamonte, donde mostró una preocupación sincera por evangelizar. Era ejemplo de pobreza, humildad y laboriosidad.

Su talento es descubierto por san Carlos Borromeo y en 1566 es elegido Papa, cuando tiene 62 años. Se hace llamar Pío V.

Gracias a él aparecen el Breviario y el Misal Romano, así como el Catecismo del Concilio de Trento, que se llamará Catecismo Romano.

Estimuló la formación teológica de los clérigos en los seminarios. Para ello, entre otras medidas, introdujo la enseñanza de la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino.

Las dos amenazas para la Iglesia católica eran entonces el imperio otomano y el protestantismo.

Pío V pone en marcha dos congregaciones que serán la base de la sagrada Congregación “De Propaganda Fide”.

Para contrarrestar la fuerza otomana, propicia la unión de España y Venecia, que logrará vencer al turco en la batalla de Lepanto.

El 7 de octubre de 1571, mientras el Papa reza el rosario, se produce la victoria. De ahí que instituya esa fiesta como la de Nuestra Señora de la Victoria, que en 1573 pasará a llamarse Nuestra Señora del Rosario.

San Pío V murió en Roma el 1 de mayo de 1572.

Su cuerpo se venera en la capilla del Santísimo Sacramento de la basílica de Santa María la Mayor, en Roma.

Santo patrón

San Pío V es patrón de Pietrelcina (Italia).

Oración de san Pío V a Jesús Crucificado

Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus oídos y escúchame, así como escuchaste al Padre en el Monte Tabor.
Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus ojos y mírame, así como miraste desde lo alto de la Cruz a tu Madre querida, afligida por el dolor.
Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tu boca y háblame, así como le hablaste a san Juan cuando le diste por hijo a tu Madre.
Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus brazos sagrados y abrázame, así como los abriste sobre el árbol de la Cruz para abrazar al género humano.
Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tu corazón, recibe el mío y concédeme lo que te pido, si tal es tu Voluntad.
Amén.