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Jesús, hijo de Sira 15:15-20 / 1 Corintios 2:6-10 / Mateo 5:17-37

 

 

Ley y libertad: dos palabras no siempre bien avenidas, no siempre entendidas por igual y que a lo largo del tiempo no han dejado de coexistir sin duras controversias. Jesús mismo se enfrentó varias veces con los escribas y fariseos sobre la forma de interpretar la ley. Con una autoridad sorprendente a los ojos de sus detractores afirma: «No pienses que yo vengo a desautorizar los libros de la Ley y de los Profetas. No vengo a desautorizarlos sino a completarlos» (Mt 5, 17). Pero Jesús no quiere suprimir los mandamientos que Dios dio a su pueblo por medio de Moisés, sino que quiere darles plenitud. No se contenta con repetir la tradición ni en consolidar un legalismo minucioso y sin alma, sino que intenta liberar el corazón del hombre del peso pesado de la Ley para mostrar que esta «plenitud» que le da, requiere una mayor justicia , una observancia más auténtica.

Dice, en efecto, a sus discípulos: «Si no sois más justos de lo que lo son los maestros de la Ley y los fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 5, 20); un Reino que ya se hace presente en medio del mundo por el espíritu de las Bienaventuranzas, por la novedad radical de una Ley que tiene su cumplimiento en la justicia y en un amor sin límites, sin exclusiones de ningún tipo.

 

 

La primera lectura que hemos escuchado nos muestra una reflexión hecha por la persona que, a partir de la experiencia de los años, ya sabe lo que es la vida y las contradicciones de la misma e intenta inculcar una orientación importante para vivir. El consejo vendría a ser éste: “Sé libre, elige con libertad, no te sientas obligado, no dejes que otros decidan por ti, pero, sin embargo, elige lo mejor”.

La pregunta que nos viene y que va a seguir viniendo a la mente de todos es: ¿Y qué es lo mejor? ¿Dónde encontrarlo?… esta pregunta no deja de inquietarnos también hoy frente a la diversidad de respuestas y posibilidades que nos ofrece el mundo.

Los sabios de aquella época, se remitían a lo que ellos llamaban los mandatos: Un conjunto de reglas sobre cómo comportarse para tener éxito en la vida. Lo que nosotros llamamos mandamientos son fruto de un proceso muy largo de reflexión en el que se reflejan las situaciones humanas con sus problemas, sus contradicciones, inquietudes, dudas o necesidades y que se concluye expresando lo más conveniente para que la vida se ordene de cara a hacer el bien y ser mejores. El hombre que a través de los años ha adquirido sabiduría y experiencia de vida, da sus consejos: “cuidado con lo que haces, no te dejes engañar, vigila con quien vas, no te pierdas”…

Este conjunto de normas y de enseñanzas prácticas ha tenido etapas más o menos exitosas a lo largo de la historia, tanto si lo valoramos desde tiempos pasados, donde se exageró su rigidez, o era incuestionable la autoridad de los padres y maestros respecto a los hijos o alumnos, como si lo valoramos ahora en que a menudo vemos cómo el menosprecio de las normas puede ser el cultivo más idóneo para cultivar el desbarajuste, la desorientación, o la falta de valores o puntos de referencia que nos ayuden a encontrar el sentido de lo que somos y que hacemos, y vemos cómo lo que tiene éxito en nombre de la libertad es decir: “haz lo que quieras, que nada ponga freno a lo que deseas y disfruta de la vida que son cuatro días,” siempre que el bolsillo y la salud lo permitan, por supuesto!

 

A lo largo del tiempo ha habido personas y teorías que defienden que la creencia y la vivencia religiosa son incompatibles con la libertad individual. Parece como si la voluntad de Dios fuera sinónimo de pérdida de libertad, de dejar de ser nosotros mismos. Esto se debe, por un lado a una falsa imagen de Dios como alguien tirano y egoísta, abrumador, y por otro, pensar que la voluntad de Dios nos parece totalmente arbitraria. Si observamos la forma de actuar de Jesús nos daremos cuenta de que la libertad no es un fin en sí mismo sino un medio para algo mayor que para él es hacer la voluntad de Dios; la que nos hace verdaderamente libres. Nuestro Dios no es un Dios caprichoso ni egoísta, ni celoso de nuestra libertad, sino que como buen padre, quiere lo mejor para nosotros. Lo que ocurre es que quizá no nos acabamos de fiar.

En tiempos de Jesús los escribas y fariseos exageraban tanto la importancia de la Ley que cualquier mínima crítica o resbalón era interpretado como un ataque frontal a la suya la totalidad. Por eso se enfrentan y atacan a Jesús directamente y sin reparos porque, más que un estricto cumplimiento de la letra, nos pide una exigencia y una adhesión libre que no siempre es fácil de asumir. Jesús dice que no ha venido a abolir la Ley sino a darle plenitud, es decir, ha venido a decirnos, por ejemplo, que lo importante no es que yo dé una limosna, que en un momento concreto puede tener la su importancia, sino que lo que importa es que yo esté pendiente de atender a quien tiene necesidad; que si trato de no ser un criminal, un crápula o un estafador, que ya es mucho, lo importante es liberarme de la codicia, la codicia, o del deseo de venganza y violencia que a menudo permanece en nuestro corazón.

 

 

Jesús nos pide que cumplamos sus mandamientos no como una obligación pesada, sino como un deseo profundo y personal por descubrirlos como algo fundamental para mí; como una ayuda y una guía para hacer nuestros sentimientos y finalmente lograr la libertad de los hijos de Dios que no es más que vivir en aquel amor que nos acerca más a Dios ya los demás.

¿Que Jesús nos pide demasiado? Puede, pero nunca nos deja de su mano y nos dice: “Venid a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo os haré reposar porque mi yugo es suave, y mi carga, ligera.” (Mt 11, 28.30). Pedimos al Señor que nos haga descubrir qué es lo mejor para nosotros, a pesar de que nos cueste llevarlo a cabo, y abrámonos a su novedad y a su perdón. No tengamos miedo al Evangelio.

 

Esta petición de Jesús es siempre válida. Siempre debemos orar al “dueño de la mies”, que es Dios Padre, para que envíe obreros a trabajar en su campo, que es el mundo. Y cada uno de nosotros lo debe hacer con un corazón abierto, con una actitud misionera; nuestra oración no debe limitarse solo a nuestras peticiones, a nuestras necesidades: una oración es verdaderamente cristiana si también tiene una dimensión universal (…) ¿Y cómo termina este paso? «Regresaron los setenta y dos alegres». No se trata de una alegría efímera que viene del éxito de la misión; por el contrario, es un gozo arraigado en la promesa de que ―dice Jesús― «vuestros nombres están escritos en el cielo». Con esta expresión, él se refiere a la alegría interior, la alegría indestructible que proviene de la conciencia de ser llamados por Dios a seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos (…) Y es la alegría de este don lo que hace de cada discípulo un misionero, uno que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende de él a entregarse sin reservas a los demás, libre de sí mismo y de sus propias posesiones. (Ángelus, 7 de julio de 2019)

 

 

Mark 8:14-21

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús advierte a sus discípulos de cuidarse de la levadura de los fariseos y Herodes. Contrariamente, Jesús quería que ellos fueran la levadura que transformaría la cultura.

 

El Concilio Vaticano II habló del llamado universal a la santidad, un llamado a todos los bautizados a ser una levadura transformadora de la sociedad en general. Los padres del Vaticano II querían inspirar a una generación de grandes profesionales católicos con la esperanza de que esas personas llevaran la santidad que aprendieron en la Iglesia a sus áreas de especialización en el mundo secular.

La Iglesia manifiesta el modo de ordenar las cosas que nacen del amor: esto es el amor a Dios y amor al prójimo. La generosidad, la paz, la no violencia y la confianza darán lugar a una nueva forma de ordenar las cosas. Esto es cierto para una familia, una escuela, una parroquia, una comunidad y una nación.

Ahora bien, ¿cómo se puede hacer para que este proyecto despegue? Debe quedarnos claro que esto nunca sucede de la noche a la mañana. Más bien, en pequeños modos y acciones las personas comienzan a vivir de acuerdo con los caminos del Señor. Y luego, en los tiempos de Dios, esta nueva comunidad comienza a tener un efecto fermentador en la sociedad en general.

 

 

Cirilo y Metodio, Santos

Memoria litúrgica, 14 de febrero

Apóstoles de los eslavos

Martirologio Romano: Memoria de los santos Cirilo, monje, y Metodio, obispo, hermanos nacidos en Tesalónica, que fueron enviados a Moravia por el obispo Focio de Constantinopla para predicar la fe cristiana, y allí inventaron signos propios para traducir del griego a la lengua eslava los libros sagrados. En un viaje que hicieron a Roma, Cirilo, que antes se llamaba Constantino, enfermó y, habiendo profesado como monje, descansó en el Señor en este día († 869). Metodio, constituido obispo de Sirmium por el papa Adriano II, evangelizó toda la región de Panonia, y en todas las dificultades que tuvo que soportar fue siempre ayudado por los Pontífices Romanos, recibiendo finalmente el premio por sus trabajos en la ciudad de Velherad, en Moravia, el día 6 de abril († 885).

Breve Biografía

Los dos hermanos Miguel y Constantino, que como monjes tomaron el nombre de Metodio y Cirilo respectivamente, realizaron su obra misionera en el siglo IX en Europa central, y con toda razón se los llama los “apóstoles de los eslavos”. Tienen el mérito de haberse adaptado a los pueblos que iban a evangelizar y usaron métodos misioneros que, aunque tenían toda la aprobación del Papa, suscitaron oposición entre griegos y latinos.

Tienen también el mérito de haber creado un nuevo alfabeto que se llama “cirílico”, precisamente por San Cirilo, ofreciendo al mundo eslavo, con la traducción de la Biblia, del Misal y del Ritual litúrgico, unidad lingüística y cultural. Este gran regalo que los hermanos Cirilo y Metodio hicieron a los pueblos eslavos fue recompensado con el amor y la devoción populares. Pero durante su vida, no todo fue fácil los dos santos misioneros, sino que tuvieron que luchar mucho contra los que siempre se oponen a los grandes innovadores.

 

 

Los dos hermanos nacieron en Tesalónica. Eran hijos de un empleado imperial y conocían el eslavo que se hablaba en Macedonia. Constantino, el más joven, nació hacia el año 827, completó sus estudios en Constantinopla bajo Focio, y después de su ordenación sacerdotal se dedicó a la enseñanza. Miguel, en cambio, siguió la carrera política, pero cuando lo nombraron gobernador de una provincia bizantina de lengua eslava, renunció al deseado puesto y se hizo monje con el nombre de Metodio. En el año 860 el emperador encargó a los dos hermanos la evangelización de los Kazarios, y tres años después llegaron a Moravia por invitación del príncipe Ratislao. Fue aquí en donde elaboraron el alfabeto “cirílico” y en donde tradujeron la Biblia y el Misal en lengua eslava. Cirilo y Metodio fueron acusados de cisma y herejía, y por eso tuvieron que viajar a Roma, en donde los recibió con gusto el Papa Adriano II, que les permitió celebrar los santos misterios en lengua eslava, estando, incluso, él presente con una comunidad cristiana muy numerosa.

 

 

San Cirilo murió en Roma el 14 de febrero del 869 y fue enterrado en la basílica de San Clemente, el mártir cuyas reliquias él mismo había llevado a Roma. Metodio, ordenado sacerdote por el Papa y nombrado obispo de Panonia, regresó entre sus eslavos. Murió el 6 de abril del año 885 en la ciudad de Velahrad (Checoslovaquia), y en su funeral se usó el eslavo junta con el griego y el latín.

Estos dos figuras, gigantes de la evangelización, fueron nombrados co-patronos de Europa por el Santo Padre Juan Pablo II que así ofreció a los fieles del mundo el ejemplo de dos predicadores infatigables del mensaje evangélico.

Este día también se festeja a San Valentín

 

 

Un corazón que no olvida

Santo Evangelio según san Marcos 8, 14-21.

 

 

Martes VI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, aquí estoy una vez más delante de ti. Te doy las gracias por todo lo que, en tu infinita bondad, me has querido regalar. ¡Alabado seas, Jesús! Bendito en todo lugar tu santo nombre. Toda mi vida no bastaría para agradecerte tu inmenso amor. Creo en ti, Jesús, y en el infinito amor que me tienes; ayúdame a creer con firmeza. Confío en que me amas por lo que soy y en que nada de lo que haga o deje de hacer podrá cambiar tu amor para conmigo; ayúdame a confiar en ti y en tu amor incondicional. Quiero responder a tu amor amándote en los que me rodean. Llena mi corazón con tu amor y ayúdame a amar como Tú me amas.

 

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 8, 14-21

En aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: “Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”. Entonces ellos comentaban entre sí: “Es que no tenemos panes”. Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: “¿qué están comentando que no trajeron panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?” Ellos le contestaron: “Doce”. Y añadió: “cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?”. Le respondieron: “Siete”. Entonces él dijo: “¿Y todavía no acaban de comprender?”

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, en este Evangelio, los discípulos han olvidado el pan en la orilla del lago. Parece un descuido cualquiera, pero Tú aprovechas la ocasión para instruirlos. Les dices que deben de tener cuidado con la levadura de los fariseos y de Herodes.

¿Cuál es esa levadura?

Me parece, Jesús, que te refieres a la tentación de olvidar.

Los fariseos no eran personas diabólicas, vivían hasta lo más pequeño de la ley; ayunaban frecuentemente; daban signos externos de piedad…pero en el fondo eran como unos panes muy grandes y hermosos por fuera, pero sin contenido alguno. Esto porque habían olvidado lo fundamental de su historia: Tu amor por ellos.

Me parece que lo mismo pasó con Herodes Antipas. Él fue hijo de un tirano sanguinario que te mandó matar cuando se vio burlado por los magos, sin embargo, él no tenía ninguna culpa de todas las atrocidades que su padre había cometido. De lo que sí era culpable era de haber sido capaz de renegar y de olvidar sus raíces judías con tal de hacerse con el poder. Era como un pan sin levadura: duro, frío.

Jesús, contra este peligro de olvidar pones en guardia a los apóstoles y les haces recordar los milagros que has hecho ante ellos. Lo mismo me repites hoy a mí: «No olvides las maravillas que he hecho por ti ni corras tan rápido por la vida que llegues a olvidar de dónde vienes y a dónde vas. Recuerda que siempre te he amado y que no podrás hacer nada para cambiarlo. Te amo, nunca lo olvides.»

«Él nunca olvida, pero nosotros olvidamos el encuentro con Jesús. Y esto sería una bonita tarea para hacer en casa, pensar: ¿Cuándo he escuchado realmente al Señor cerca de mí? ¿Cuándo he escuchado que tenía que cambiar mi vida y ser mejor o perdonar a una persona? ¿Cuándo he escuchado al Señor que me pedía algo? ¿Cuándo he encontrado al Señor?’ Porque nuestra fe es un encuentro con Jesús. Este es el fundamento de la fe: he encontrado a Jesús. Y cuando te acuerdes, alégrate en ello, en ese recuerdo que es un recuerdo de amor. No hay que olvidar que Cristo entiende la relación con nosotros en el sentido de una predilección, una relación de amor de tú a tú». (Cf Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2015, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, delante de un crucifijo, le voy a agradecer a Dios por las tres mejores cosas que me hayan pasado en la vida.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

San Valentín: Una verdadera historia de amor

San Valentín antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor.

 

 

El Día de San Valentín es una tradición que se ha ido implantando en casi todo el mundo, de manera muy particular en América pero más lamentable aún es su creciente comercialización durante el siglo XX y XXI. La costumbre dicta que los enamorados, novios o esposos expresen su amor y cariño mutuamente. Mientras más grande sea el detalle más grande el amor. El comercio compite grandemente por vender, al punto de que la fiesta es tan competitiva como la Navidad.

Muchos piensan que este día se celebra desde hace poco y que surgió por los centros comerciales. Pero, como católicos nos compete clarificar varios detalles. Antes de hacerlo debo admitir que no fue hasta ahora que me interesé en buscar información sobre el particular. Ha sido tan sorprendente y significativo para mí, que sería egoísta sino lo comparto con ustedes. El origen de esta fiesta proviene de una hermosa e increíble historia que data de la época del Imperio Romano; señalando como protagonista a Valentín de Terni, un sacerdote católico. La celebración es de origen anglosajón y comenzó a cobrar notoriedad a partir del siglo XIV, tomando como nombre de Día de los Enamorados o Día del Amor y la Amistad.

 

San Valentín nació en Interamna Terni, unos 100km al norte de Roma, cerca del año 175. Fue ordenado por San Felicio de Foligno y consagrado obispo de Interamna por el Papa Víctor I c. 197. Famoso por su evangelización, milagros y curaciones, este sacerdote ejerció en Roma durante el siglo III bajo el gobierno del Emperador Claudio II quien prohibía la celebración de matrimonios entre los jóvenes. El gobernante decía que: “Los solteros sin familia son mejores soldados, ya que no tienen ataduras.”

Valentín consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador celebrando en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. El emperador Claudio se enteró y como el sacerdote gozaba de un gran prestigio en Roma, lo llamó al Palacio. Valentín aprovechó la ocasión para hacer proselitismo del cristianismo y aunque en un principio Claudio II mostró interés, el Gobernador de Roma llamado Calpurnio lo persuadió y el emperador optó por su encarcelación. Ocurrió que el oficial Asterius, encargado de encarcelarle lo quiso ridiculizar y lo puso a prueba. “Te reto a que devuelvas la vista a mi hija Julia que nació ciega”. Valentín aceptó e impuso sus manos sobre los ojos de la joven. ”En el nombre del Señor y de su infinito amor, te devuelvo la vista”. En el nombre de Jesús, se obró el milagro.

Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. Valentín siguió preso, no pudieron liberar al sacerdote pues el débil emperador lo mandó a arrestar por temor a un levantamiento de los paganos y del ejército romano. De todas formas fue torturado y decapitado el 14 de febrero del año 270. Lo mataron de noche y en secreto para evitar la reacción del pueblo de Terni donde era muy amado. Como agradecimiento, Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba y partir de entonces el almendro ha pasado a ser símbolo de amor y amistad duraderos.

En el año 496 DC el Papa Gelasio escogió la fecha del 14 de febrero para honrar a Valentín. Sus restos mortales se conservan en la Basílica de su mismo nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de febrero dicho templo celebra una hermosa ceremonia donde las parejas presentes realizan un acto de compromiso un año antes de contraer matrimonio.

 

 

Cabe preguntarnos ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a ver nuestro matrimonio como una vocación, como una oportunidad de poner ese llamado al servicio del Señor? San Valentín antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor. Hagamos un alto este día para elevar una oración por nuestros matrimonios y pidamos a Dios por el renacer de este sacramento en el mundo.

 

 

Santos Cirilo y Metodio, patrones de Europa

Conoce a dos grandes misioneros del siglo IX que llevaron la luz de la fe cristiana a los pueblos eslavos con el máximo respeto a su cultura

 

 

Los hermanos Cirilo y Metodio nacieron en Grecia en el siglo IX en una familia de siete hijos. Ellos eran el mayor y el menor. Su padre era un alto funcionario del imperio bizantino y se educaron en Constantinopla enfocándose a la política. Pero ellos optaron después por la vida religiosa. El patriarca de Constantinopla los envió como misioneros al pueblo de Bulgaria. En su misión cuidaron mucho respetar la cultura de los pueblos eslavos.

Defensores de la unidad de los cristianos

Después ellos viajaron a Roma para dar cuenta de su ministerio al papa san Nicolás I. Allí recibieron un gran apoyo. El papa Adriano II aprobó el uso de un idioma eslavo en la liturgia.

Poco después de tomar los votos como monje, Cirilo murió el 14 de febrero del año 869. Por eso ese día se celebra su fiesta.

Metodio continuó su misión con gran éxito por Moravia, Bohemia, Polonia y los países eslavos.

Se convirtió en obispo se le atribuye el bautismo de santa Ludmila, la abuela de san Wenceslao, quien ayudó a promover la fe cristiana en Bohemia. Murió en 883.Cirilo y Metodio son honrados como santos patronos especiales de la unidad de las Iglesias de Oriente y Occidente y como patronos de Europa.

Oración

¡El futuro! Por más que pueda aparecer humanamente grávido de amenazas e incertidumbres, lo ponemos con confianza en tus manos, Padre celestial,
invocando la intercesión de la Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia;
y también la de tus Apóstoles Pedro y Pablo
y la de los santos Benito, Cirilo y Metodio, la de Agustín y Bonifacio,
y la de todos los evangelizadores de Europa,
los cuales, fuertes en la fe, en la esperanza y en la caridad,
anunciaron a nuestros padres tu salvación y tu paz;
y con los trabajos de su siembra espiritual
comenzaron la construcción de la civilización del amor,
el nuevo orden basado en tu santa ley y en el auxilio de tu gracia,
que al final de los tiempos vivificará todo y a todos en la Jerusalén celestial.
Amén.

Fragmento de una oración de san Juan Pablo II en la encíclica Slavorum apostoli