• St. Isaac Jogues
  • St. John de Brébeuf

REFERENCIAS BÍBLICAS

  • Luke 12:39-48

Amigos, en el Evangelio de hoy, el Señor insta a sus discípulos, y a nosotros, a ser servidores prudentes, siguiendo Sus caminos en anticipación a Su regreso. Los teólogos a menudo llaman a la prudencia la reina de todas las virtudes porque es la capacidad de reinar soberanamente sobre la vida de uno, ordenando tanto las facultades internas de uno como dirigiendo sabiamente los asuntos propios del mundo exterior.

La prudencia es ese tacto seguro, ese instinto moral que hace que uno sea capaz de tomar la decisión correcta bajo presión y ante circunstancias complejas. La prudencia es una especie de sabiduría teórica y práctica acumulada, un saber hacer, que es mayormente instintivo, que está en los huesos.

Cuando se coloca en el contexto cristiano, la prudencia es la percepción de cómo reaccionaría Jesús, cómo pensaría, qué haría en una situación particular. Es equivalente a tener el alma unida a Cristo como tu centro, de modo que todas tus acciones busquen conformidad con Jesús y Su forma de estar en el mundo. La prudencia cristiana proviene del aprendizaje en Cristo, es decir, de vivir con Él, de observar de cerca cómo vive, se conduce y expresa.

Es necesario estar despiertos, no dormirse, es decir no estar distraídos, no ceder a la pereza interior, porque, también en las situaciones en las que no lo esperamos, el Señor viene. San Agustín decía: “Tengo miedo de que el Señor pase y no me dé cuenta”; de estar dormido y no darme cuenta de que el Señor pasa. ¡Estad despiertos! (Angelus 7 agosto 2022)

Pablo de la Cruz, Santo

Memoria Litúrgica, 19 de octubre

Presbítero y Fundador
El místico del Calvario

Martirologio Romano: San Pablo de la Cruz, presbítero, que desde su juventud destacó por su vida penitente, su celo ardiente y su singular caridad hacia Cristo crucificado, al que veía en los pobres y enfermos. Fundó la Congregación de los Clérigos Regulares de la Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. (1775)

Fecha de beatificación:1 de mayo de 1853 por el Papa Pío IX
Fecha de canonización: 29 de junio de 1867 por el Papa Pío IX

Etimológicamente: Pablo = Aquel que es pequeño o débil, es de origen latino.

Breve Biografía

El día 3 de enero de 1694 en la pequeña ciudad Ovada, cerca de Alejandría. al norte de Italia, nació Pablo Francisco Danei Massari. Es el siglo XVIII, también llamado «siglo de las luces» pues, en general, se pensaba que la inteligencia humana es la única autoridad y que la fe y la revelación son un obstáculo al desarrollo de la humanidad.

Pablo vivió su niñez en un hogar auténticamente cristiano, desde el cual experimentó las alegrías y los sufrimientos de la vida: de 16 hijos del matrimonio Lucas Danei y Ana María Massari sólo sobrevivieron 6. No faltaron también las dificultades económicas, por lo que la familia tuvo que cambiar continuamente de domicilio en busca del trabajo. Pablo, quien desde muy pronto debió ayudar a su padre, no pudo asistir con regularidad a la escuela.

El gran testimonio de la fe cristiana de Ana Maria -su madre- ejerció gran influencia en la educación religiosa de Pablo, a la que éste correspondió con una respuesta generosa.

A los 19 años, en 1713, el joven Pablo tomó la primera gran decisión de su vida. La predicación de un sacerdote o una charla espiritual con él le impresionó de tal forma que, profundamente emocionado y arrepentido, hizo confesión general de sus pecados y decidió consagrar su vida a Dios de un modo más radical y absoluto. Él mismo llamará después a este momento su «conversión a penitencia «.

Años más tarde, cuando en 1716 el Papa Clemente XI invitó a la cristiandad a una cruzada contra los turcos, Pablo creyó oír en esto la voz de Dios, pues quería morir mártir y se alistó voluntario, pasando algún tiempo en cuarteles y campamentos. Convencido de que éste no era el servicio que Dios le pedía, regresó a la casa de sus padres a quienes siguió ayudando en sus necesidades, dedicaba muchas horas a la oración, participaba diariamente en la misa y se entregaba a duras penitencias.

Pablo Francisco tenía 26 años sus hermanos habían crecido y sus padres no necesitaban tanto de su de ayuda. Por este tiempo, sintió la llamada de Dios a fundar una orden religiosa: «… sentí mi corazón movido por el deseo de retirarme a la soledad; … me vino la inspiración de llevar una túnica, de andar descalzo, vivir en estrechísima pobreza y llevar, con la gracia de Dios, vida de penitencia; …me vino la inspiración de reunir compañeros para vivir con ellos promoviendo en las almas el santo temor de Dios; me vi en espíritu vestido de una túnica negra, con una cruz blanca sobre el pecho, y bajo la cruz escrito el nombre santísimo de Jesús con letras blancas…

El 22 de noviembre de 1720 Pablo se despidió de su familia y se dirigió a su obispo, Mons. Gattinara, en Alejandría. Este, en una ceremonia sencilla y en su capilla privada, revistió a Pablo de la Cruz con el hábito negro de ermitaño. Las seis semanas siguientes del 23 de noviembre de 1720 al 1 de 1721, las vivió en el trastero de la sacristía de la Iglesia de San Carlos, de Castellazzo, en las más precarias condiciones de alojamiento. Son como los ejercicios espirituales preparatorios para su misión de ermitaño y fundador . En adelante su apellido será «de la Cruz».

Por orden de su obispo, Pablo de la Cruz consigna por escrito los sentimientos y vivencias interiores de esos días en un «Diario espiritual». En él vemos a qué grado de oración ha llegado ya, así como las grandes líneas de la doctrina espiritual que vivirá y enseñará durante los 55 años siguientes. En las anotaciones del primer día aparece ya la idea fundamental y programática de toda su vida: «No deseo saber otra cosa ni quiero gustar consuelo alguno; sólo deseo estar crucificado con Jesús «.

Acabados estos días el Pablo de la Cruz pasó los meses siguientes en distintas ermitas de las cercanías viviendo en soledad; daba catecismo a los niños en los lugares vecinos, predicaba los domingos e incluso dio una misión. Quiso ir a Roma para pedir personalmente al Papa le aprobara las Reglas de la nueva Orden religiosa, misma que escribió durante los 40 días de Castellazzo. En Septiembre de 1721 se dirigió a Roma, pero sufrió una gran desilusión. Es rechazado por los guardias de Papa con palabras no muy amables. Aunque profundamente decepcionado, no se desanimó. En la Basílica María la Mayor hizo un voto especial: “dedicarse a promover en los fieles la devoción a la Pasión de Cristo y empeñarse en reunir compañeros para hacer esto mismo”.

A su vuelta a Castellazzo, se les unió su hermano Juan Bautista que, lleno de los mismos ideales, fue hasta su muerte en 1765 el compañero fiel de Pablo. Durante los años siguientes vemos a los dos experimentar la Regla pasionista en diferentes ermitas y colaborando con las parroquias vecinas mediante el catecismo y la predicación.

Tras la etapa eremítica Pablo de la Cruz creyó necesario que él y su hermano vivieran en Roma para conseguir de la Santa Sede la aprobación de las Reglas; por eso prestaron sus servicios en el Hospital de San Gallicano cuyo Director les aconsejó hacerse sacerdotes.

Después de un breve curso de Teología pastoral, en junio de 1727 los dos hermanos Danei fueron ordenados sacerdotes en la Basílica de San Pedro por el Papa Benedicto XIII.
Siguiendo su gran impulso a vivir en la soledad y a reunir más compañeros formando la primera comunidad los dos hermanos se dirigieron al Monte Argentario, unos 150 Kilómetros al norte de Roma, junto a la costa. Ahí vivieron en una pequeña ermita. El aumento de candidatos hizo pequeño el local, y construyeron el primer convento de la naciente Congregación, el cual, por innumerables dificultades, fue inaugurado hasta 1737.

Pero faltaba todavía la aprobación de las Reglas o Una comisión de cardenales nombrada para su estudio suavizó algo su gran austeridad, y en mayo de 1741 fueron aprobadas por Benedicto XIV; habían transcurrido 21 años desde que fueron escritas el nombre de la nueva orden religiosa sería: ”Congregación de la Santísima cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, título que expresaba claramente su peculiaridad en la Iglesia. Los Religiosos Pasionistas anunciarán por todas partes el misterio de la Cruz y Pasión de Jesucristo a lo cual se obligarían por el voto específico.

Pablo de la Cruz encontró el sentido completo de su existencia en la Memoria de Jesús Crucificado, quien dio su vida por todos nosotros (Jn 3,16). En su asidua contemplación del crucificado, Pablo encontró un camino de acceso al misterio de Dios que es vida y amor, y que desea destruir el peso del pecado y del sufrimiento. Él descubrió que Dios está más cerca de los pobres, de los que no tienen nada, y sintió la urgencia de salir a su encuentro para esto: voz anunciarles al Dios de la vida.

Fundó la Congregación de la Pasión con la esperanza de que continuara haciendo presente al Crucificado, que pronuncia su juicio sobre el pecado del mundo, que es la causa de la injusticia y del sufrimiento de muchos hermanos y hermanas, y hace al hombre capaz de amar de un modo nuevo. Quiso que la Congregación fuera un signo humilde del grande Amor de Dios.

A lo largo de su vida -murió a los 82 años-, Pablo de la Cruz fundó 11 conventos. En 1771, el santo, ya anciano, inauguró el primer monasterio de religiosas pasionistas de clausura, que vivirían el mismo espíritu según la Regla escrita también por él.
Además de fundador, Pablo de la Cruz, fue predicador de misiones populares y gran director espiritual. Poseía cualidades muy especiales para esto: voz potente, agradable presencia física, dotes retóricas extraordinarias. Pero lo que más impactaba de él era su testimonio de íntima unión con Dios, su devoción y su santidad.

Por su gran actividad apostólica -200 misiones y 80 tandas de ejercicios espirituales- mantuvo contacto con gran número de personas que solicitaban su consejo en la vida espiritual, a quienes él sirvió especialmente por correspondencia.

El 18 de octubre de 1775 pasó Pablo a la Casa del Padre con una muerte tranquila y santa en el convento de los Santos Juan y Pablo en Roma. Así terminaba su larga vida de trabajos y sufrimientos por Cristo y por el prójimo. Fue beatificado por Pío IX el 1 de mayo de 1853; fue canonizado por el Papa el 29 de junio de 1867.

La hora de Cristo

Santo Evangelio según san Lucas 12, 39-48. Miércoles XXIX del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, venga tu Reino en mi propia vida. Permíteme descubrir tu amor en esta oración, ese amor que te hizo servidor de todos. Lléname de tu amor y haz mi corazón como el tuyo, abierto al Padre y a mis hermanos. Que todos los que encuentre en este día te vean a ti en mi rostro; que te puedan conocer mejor a través de mis gestos y palabras. Amén

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 39-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?” El Señor le respondió: “Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso ese siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si ese siervo piensa: ‘Mi amo tardará en llegar’ y empieza a maltratar a los otros siervos y siervas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte de los desleales.

El siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá poco.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”. Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
“A la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.” Estas palabras deberían estar en nuestra mente y en nuestro corazón todos los días. Ciertamente, hay que estar preparados porque no sabemos el día de nuestra muerte. Pero la hora de Cristo no es sólo esa; a cualquier hora Cristo puede entrar y tocar nuestras vidas de un modo especial.

San Agustín dijo “Teme la gracia de Dios que pasa y no vuelve”. El Señor nos puede enviar su gracia por la mañana, a mediodía, al atardecer o en medio de la noche. Cada gracia es irrepetible, no vuelve en una segunda oportunidad…

¿Cómo podemos estar preparados? Miremos el ejemplo de la Virgen María. Ella tampoco sabía que en un momento de su vida Dios la escogería para ser su Madre… Pero dentro de una vida ordinaria y sencilla, estaba haciendo constantemente lo que a Dios le agrada, es decir, amando. Ella fue como ese administrador fiel de la parábola. Ya con Jesús en su vientre salió con prisa para ayudar a su prima Isabel. Seguramente en Nazaret la conocerían por su servicialidad. En Caná ella se adelantó a la necesidad de los novios. Así, toda su vida, desempeñó su responsabilidad de Madre de Dios con una entrega constante. Y cuando llegó la Hora de Cristo, la hora de la cruz, ella se encontraba preparada, con el corazón atento a la puerta, para convertirse en Madre de la Iglesia; Dios la puso al frente de todo lo que tiene.
Pidamos a María en esta oración una actitud como la que cultivó ella, de administrador fiel. Que ella nos obtenga de Dios la gracia de vivir sirviendo a los demás, con una caridad auténtica, generosa, heroica, y que Dios nos encuentre siempre desempeñando nuestra misión con amor.
«¡Cristianos paganos! El nombre cristiano, pero la vida pagana. Por decirlo de otra manera, paganos con dos trazos de pintura de cristianismo, así aparecen como cristianos, pero son paganos. ¡También hoy hay muchos! También nosotros debemos estar atentos y no resbalar hacia ese camino de cristianos paganos, cristianos en la apariencia. Y la tentación de acostumbrarse a la mediocridad, la mediocridad de los cristianos, de estos cristianos, es precisamente su ruina, porque el corazón se enfría, se hacen tibios. Y a los tibios el Señor les dice una palabra fuerte: ‘Porque eres tibio, te vomitaré de mi boca’ ¡Es muy fuerte! Son enemigos de la Cruz de Cristo. Toman el nombre, pero no siguen las exigencias de la vida cristiana».

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de noviembre de 2014, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Viviré este día atento a los demás y buscaré ayudar o hacer un favor a alguien que lo necesite, aunque me cueste mucho.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. ¡Cristo, Rey nuestro!  Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Es pecado tener dinero y bienes materiales?

Sobre el desprendimiento de los bienes materiales, Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El por encima de todo y de todos.

Realmente no hay nada malo en poseer dinero, propiedades y bienes materiales, mientras no permitamos que esos bienes se conviertan en sustitutos de Dios. Cristo nos ha alertado: “No pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero” (Mt. 6, 24).

En el Antiguo Testamento se insiste mucho en que debemos escoger entre Dios y los ídolos o falsos dioses. En el Nuevo Testamento Jesús contrapone el dinero a Dios. Así que debemos cuidar que el dinero no se nos convierta en un ídolo que sustituya a Dios, y que tampoco las vías para obtenerlo ocupen todo nuestro interés, nuestra dedicación, nuestro empeño … hasta nuestro amor.

Los bienes materiales de este mundo no son malos en sí mismos, pues nos han sido proporcionados por Dios, nuestro Creador. Y, siendo esto así, significa que Dios es el Dueño, y nosotros somos solamente “administradores” de esos bienes que pertenecen a Dios. De allí que cuando seamos juzgados se nos tomará en cuenta cómo hemos administrado los bienes que Dios nos ha encomendado. (cf. Lc. 16, 2)

“El amor al dinero es la raíz de todos los males” (1 Tim. 6, 10). ¡Grave sentencia de San Pablo! Pero notemos algo: no dice que el dinero mismo sea la raíz de todos los males, sino “el amor al dinero”.

Porque nuestro amor tiene que dirigirse a Dios y a los hombres, no a los bienes materiales.

Existe, entonces, un peligro real en buscar acumular dinero y riquezas. Tanto así que Jesús nos advierte: “Créanme que a un rico se le hace muy difícil entrar al Reino de los Cielos” (Mt. 19, 23). Se refería el Señor a esos ricos que aman tanto al dinero, que lo prefieren a Dios. Concretamente Cristo estaba aludiendo al joven rico que no fue capaz de dejar su dinero y sus bienes para seguirlo a El.

Amar al dinero es una tontería. “¡Insensato!”, exclama el Señor en su parábola sobre el hombre rico acumulador exagerado de riquezas. “Esta noche vas a morir y ¿para quién serán todos tus bienes? Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea” (cf. Lc. 12, 15-21).

Y esa sentencia de Cristo, que es tan cierta y tan evidente para todos, se nos olvida, y podría sorprendernos la muerte amando al dinero más que a Dios o teniendo al dinero en el lugar de Dios.

¿Cómo vivimos los hombres y mujeres de hoy? ¿Seguimos las advertencias de Cristo con relación a los bienes materiales? ¿O ponemos todo nuestro empeño en buscar dinero y en conseguir todo el que podamos, para acumular y acumular? Y … ¿para qué, si al llegar al mundo no trajimos nada, y cuando nos vayamos de este mundo no nos llevaremos nada?(cf. 1 Tim. 6, 7).

Respondiendo entonces a la pregunta de esta semana: Sí. El apetito desordenado de los bienes materiales, a lo cual llamamos “avaricia” sí es pecado.

El pecado consiste en acumular en desconfianza de la Divina Providencia: por si acaso Dios no nos cubre las necesidades, tenemos nuestra seguridad en lo que guardamos.

El pecado consiste en sustituir la Avaricia por la confianza en la Divina Providencia: acumulamos para que, por si acaso Dios no nos cuida, tengamos lo que creemos necesitar.

Es como tener una malla de seguridad en caso de que nuestro Padre no nos ataje cuando caigamos. El pecado consiste en creer que estaremos bien, porque nosotros mismos nos hemos proveído lo que creemos necesitar.

A todo esto se refiere la advertencia del Señor contra la avaricia. Avaricia es un signo externo de falta de confianza en Dios. Es no confiar en que realmente es El Quien provee para nosotros.

Hay una falta de confianza interior, que consiste en andar preocupados porque podría faltarnos lo necesario. Y una manifiesta falta de confianza exterior por la que buscamos proveernos de bienes temporales con una preocupación tal, que descuidamos los bienes espirituales.

Y puede ser pecado grave cuando se opone a la justicia y dependiendo de su intensidad y de los medios empleados para conseguir esos bienes. No parece tan feo este pecado, pero -pensándolo bien- ¿no es feo ver al ser humano esclavizado por algo material, muy inferior a él, como es el dinero?

Los bienes materiales han sido puestos en nuestras manos por Dios para que seamos buenos administradores. Y eso significa que con nuestro dinero -es cierto- debemos satisfacer nuestras propias necesidades y las de nuestra familia, pero también debemos satisfacer las necesidades de aquéllos que tienen menos que nosotros. Es decir, cada uno de nosotros tiene derecho a utilizar el dinero que ha conseguido con su trabajo honesto, pero también tiene la obligación de compartir con los demás. Y no sólo compartir de lo que nos sobra, sino a veces también de lo que nos es necesario … cuando haya alguno o algunos que tienen más necesidad que nosotros.

Sobre el desprendimiento de los bienes materiales, Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El por encima de todo y de todos. “El que no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío” (Lc. 14, 33). Basado en esto nos dice muy claramente el Catecismo de la Iglesia Católica: “El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los Cielos” (# 2544). Y agrega que el Señor se lamenta de los ricos apegados a sus riquezas, porque ya tienen su consuelo en el amor que le tienen a los bienes materiales. (cf. Lc. 6, 24) (cf. CIC # 2547).

Esos grandes que llevaron la buena noticia a los pieles rojas del Canadá

Descubre cómo  y otros jesuitas evangelizaron las tribus indias de en el siglo XVII hasta dar la vida en América del Norte

La Iglesia celebra, el 19 de octubre, la fiesta de san Juan Brébeuf y compañeros mártires, jesuitas que evangelizaron y dieron su vida por las tribus indias de América del Norte en el siglo XVII.

Apenas conocidos en Europa, su tierra natal, su entrega y valentía fueron fundamentales para la evangelización del nuevo continente.

No por casualidad en 2017 hacía notar el cardenal Lacroix, arzobispo de Quebec, en el acto de consagración de Canadá al Sagrado Corazón de María:

«Podemos decir literalmente que nuestro país fue fundado por santos».

Y añadía:

«El Evangelio que trajeron de Europa no solo estaba en las Biblias y en los libros; estaba profundamente arraigado en sus vidas. Eran portadores de la Buena Nueva. Y por eso fueron capaces de testimoniar fielmente y perseverar en medio de muchas pruebas».

Mykola Swarnyk | CC BY-SA 3.0

A raíz de su beatificación en 1925 comenzaron estos mártires desde el cielo a derramar una lluvia de flores y prodigios.

la prensa americana de todos los partidos y matices se llenó con frecuencia con columnas relatando milagros (era ya verdadero milagro el simple hecho de que pudieran aparecer estas noticias y fueran recibidas con sincero y respetuoso asombro incluso por los menos religiosos).

Este sano entusiasmo por honrar y reconocer a los primeros beatos del nuevo continente explica por qué apenas transcurrieron cinco años desde la beatificación hasta su proclamación como santos en 1930.

Dificultades externas e internas, materiales y espirituales

La presencia de Francia en el continente americano comenzó en la bahía de San Lorenzo en 1608.

Fue en medio de no pocas dificultades por causas externas al territorio (falta de apoyo de la metrópoli para el desarrollo de la Nueva Francia) e internas a él (enfrentamiento entre los pueblos allí existentes).

Pronto fueron llamados los religiosos para ocuparse de la evangelización y entre ellos Juan de Brébeuf, Isaac Yogues, y otros compañeros jesuitas.

El amor a Dios y a los demás les llevó a superar en primer lugar las dificultades del idioma, de las costumbres, el hambre, el frío y el calor. Y sobre todo las espirituales de soledad, incomprensión y desconfianza. Todo para poder entrar en contacto con las tribus de la región, principalmente los hurones y los algonquinos.

Mil incomodidades

«En la choza no es posible mantenerse de pie, parte porque es demasiado baja de techo, parte por la humareda, que no deja siquiera respirar; así, que hay que estar tendido sobre el suelo o acurrucado en cuclillas. Si se quiere salir a la intemperie, en seguida el frío glacial, la ventisca y el riesgo de extraviarse por aquellos espesos bosques obligan a volver al refugio más veloces que el viento.

Además de la incómoda postura que supone el tener por cama el duro suelo, son dignas de especial mención las molestias causadas por el frío, el calor, el humo y los perros.

Por lo que atañe al frío, téngase presente que hay que reclinar la cabeza directamente sobre la nieve, o a lo sumo, en el caso de mayor regalo, utilizar como mullida almohada alguna rama de pino. El viento tiene libre entrada por mil resquicios. […]

Pero el frío no hace sufrir tanto como el calor del fuego. El reducido espacio que ofrece la cabaña de los indios, se calienta en seguida con la ardiente hoguera de que no se puede prescindir. A veces me sentía literalmente tostar y achicharrar por los cuatro costados, pues el chamizo era tan estrecho que era imposible alejarse de las brasas. En vano forcejeaba por hacerme sitio a derecha o a izquierda, pues topaba con el indio enclavijado junto a mí; si me hacía atrás, chocaba al punto con el muro de nieve o con la pared de cueros de buey. No sabía qué postura tomar; si estiraba las piernas, venían a dar por la estrechez del local, en medio del rescoldo. […]

El alimento habitual consistía en un poco de maíz, triturado como mejor se podía entre dos piedras, y amasado generalmente sin más condimento que el agua de río. […] 

Conviene hacerse violencia para comer sus puches de maíz y demás mezcolanzas, si se las ofrecen, aun cuando tales potajes estén sucios, medio crudos e insípidos.

Por lo que toca a las mil incomodidades que se ofrecen cuando se anda entre mucha gente, es preciso apechugar con ellas por amor de Dios».

Cruentas torturas y posterior martirio

Y posteriormente, por las luchas entre ellos y a causa de la fe, tuvieron que padecer cruentas torturas y finalmente el martirio.

Las crónicas que se conservan, sobre todo de la correspondencia de los misioneros y de los informes a sus superiores (compiladas en alemán por el también jesuita P. Adolfo Heinen en 1930 con motivo de la canonización de los ocho mártires canadienses, y luego traducidas al español con el título “Entre los pieles rojas del Canadá” y reeditadas recientemente por la Fundación Maior), ponen los pelos de punta.

«[…] Al padre Juan de Brébeuf le descortezaron toda la piel del cráneo, le cortaron los pies, y le descarnaron las piernas hasta los huesos, y de un hachazo le partieron en dos las mandíbulas.

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Con un golpe semejante le hendieron al P. Lalemant la cabeza junto a la oreja, de suerte que la masa encefálica quedó al descubierto. Desde la planta del pie hasta la coronilla no descubrimos en él parte de su cuerpo que no le achicharrasen en vida, y hasta en las vaciadas órbitas le hundieron carbones encendidos.

También tenían ambos abrasada la lengua, pues repetidas veces les habían introducido en la boca tizones hechos ascuas y resinosas teas encendidas, para que ni siquiera al morir invocasen al Señor por quien padecían, y a quien no podían arrancar de sus corazones.

Todo esto —así concluye en P. Raguenau su relato en el capítulo IV de su Relación correspondiente al año 1649—, lo he sabido por personas fidedignas, que fueron testigos oculares y me lo contaron a mí expresamente. Habían sido cautivadas juntamente con los Padres, pero se reservó su suplicio para más tarde, y entretanto pudieron evadirse».

Un testimonio inspirador

Esperamos que nunca deje de impactarnos el testimonio de amor y de entrega hasta dar la vida de tantos santos que por la evangelización de otros pueblos dejaron sus países, familias, comodidades… y llegaron a soportar por la gracia de Dios las torturas más crueles.

Que su ejemplo nos ayude y que Dios nos permita, como a ellos, cada uno en nuestra labor, entregar nuestra vida por Él y por los demás.

Matt Osborne | CC BY-SA 4.0

Más información en el libro Entre los pieles rojas del Canadá, Historia de la Misión de los Hurones y de sus misioneros, los ocho santos mártires canadienses de la Compañía de Jesús.