Es el Espíritu quien nos hace resucitar de nuestras limitaciones, de nuestras muertes, porque tenemos muchas, muchas necrosis en nuestra vida, en nuestra alma.
El mensaje de la resurrección es este de Jesús a Nicodemo: debemos nacer de nuevo.
Pero, ¿por qué deja lugar al Espíritu? Una vida cristiana, que se dice cristiana, que no deja lugar al Espíritu y no se deja llevar adelante por el Espíritu, es una vida pagana, disfrazada de cristiana.
El Espíritu es el protagonista de la vida cristiana, el Espíritu -el Espíritu Santo- que está con nosotros, nos acompaña, nos transforma, vence con nosotros.
Nadie ha subido jamás al cielo, sino Aquel que descendió del cielo, es decir, Jesús, descendió del cielo. Y él, en el momento de la resurrección, nos dice: «Recibid el Espíritu Santo», él será el compañero de vida, de la vida cristiana. (Santa Marta, 30 de abril de 2019)
• John 3:7b-15
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos dice que debe ser levantado en alto para llevar vida eterna a los crean en Él.
¿Por qué la salvación de la raza humana planeada por Dios tiene que incluir algo tan horrible como la crucifixión? Vivimos una época en la cual el dilema humano es regularmente negado, ignorado, o justificado. A pesar de la masiva evidencia de los desastres morales del siglo pasado, todavía estamos engañados con el mito del progreso: que con un suficiente avance técnico, conocimiento psicológico y liberación personal resolveremos nuestros problemas.
Pero la Biblia no tiene conexión alguna con este tipo de tonterías y superficialidades. Los autores de las Escrituras entienden el pecado no tanto como una serie de actos sino como una condición en la que estamos atrapados, algo parecido a una adicción o una enfermedad contagiosa. Ninguna cantidad de esfuerzo meramente humano podría resolver el problema.
Con este realismo bíblico en mente, podemos comenzar a comprender por qué era necesaria la Crucifixión del Hijo de Dios. La relación justa entre Dios y los seres humanos no se pudo restablecer a través de nuestro esfuerzo moral o simplemente con una palabra de perdón. Había que hacer algo, y solo Dios podía hacerlo.
Perfecto de Córdoba, Santo
Presbítero y Mártir, 18 de abril
Martirologio Romano: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, san Perfecto, presbítero y mártir, que fue encarcelado y después degollado por los sarracenos, por haber combatido la doctrina de Mahoma y confesado con firmeza su fe en Cristo. († 850)
Breve Biografía
Fue el primero de los mártires cristianos que ocasionó la persecución de Abd al-Rahman II, el emir de al-Andalus, hijo y sucesor de Al-Hakam I, en el año 850. San Eulogio, contemporáneo suyo, comienza con el relato de su martirio el Memorial de los mártires.
Hijo de padres cristianos y nacido en Córdoba, conocedor del idioma árabe, aparece vinculado a la Iglesia de san Acisclo donde se formó y se ordenó de sacerdote, cuando es pleno el dominio musulmán.
En el año 850 se abre una etapa de mayor rigor e intransigencia musulmana que rompe la convivencia hasta el momento equilibrada entre las poblaciones monoteístas de la ciudad. El presbítero Perfecto encabeza la lista de los mártires cordobeses del siglo IX.
En los comienzos del 850 le rodea un malintencionado grupo de musulmanes; le preguntan su parecer acerca de Cristo y de Mahoma. Perfecto expresó con claridad su fe en Jesucristo: Jesucristo es el Señor, sus seguidores están en la verdad, y llegarán a la salvación; la Ley de Cristo es del Cielo y dada por el mismo Dios. «En cuanto a lo que los católicos piensan de vuestro profeta, no me atrevo a exponerlo, ya que no dudo que con ello os molestaréis y descargaréis sobre mí vuestro furor». Pero, ante su insistencia y con la promesa de impunidad, con la misma claridad expone lo que pensaba sobre quien ellos tenían como profeta: Mahoma es el hombre del demonio, hechicero, adúltero, engañador, maldito de Dios, instrumento de Satanás, venido del infierno para ruina y condenación de las gentes. Han quedado sus interlocutores atónitos, perplejos y enfurecidos. ¿Cómo podrán soportar que se llame al profeta Mahoma mentiroso y a su doctrina abominación? ¿Aceptarán oír que quienes le siguen van a la perdición, tienen ciego el entendimiento y su modo de vivir es una vergüenza?
Le llaman traidor, le llevan al cadí y entra en la cárcel.
Allá, junto al Gaudalquivir, el 18 de abril del 850, en el sitio que se llamó «Campo de la Verdad» por los muchos mártires que se coronaron, fue degollado por odio a la fe que profesaba,.
Luego se enterró su cadáver en la iglesia de san Acisclo y sus restos se trasladaron más tarde -en el 1124- a la iglesia de san Pedro.
Su muerte ejemplar alentó a los acorralados y miedosos cristianos. Desde este martirio, habrá quienes se acerquen voluntariamente a los jueces.
Además de claridad en los conceptos, hay exactitud en las palabras y lo que es más importante coherencia en las obras. Quizá los «hábiles dialogantes» de hoy tildaríamos a Perfecto de «imprudente» por nuestra extraña cobardía que pega al suelo; pero, si la prudencia es virtud que acerca al cielo, Perfecto fue un hombre prudente. La verdad tiene un camino y, cuando Perfecto abría la boca, en su simpleza, sólo sabía decir la verdad. No es bueno confundir la tolerancia con la indiferencia.
Nacer de nuevo
Santo Evangelio según san Juan 3, 5. 7-15.
Martes II de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, en este día me pongo en tu presencia y te pido la gracia de experimentar una vez más tu gran amor por mí. Aumenta mi fe, Señor, para que pueda vivir y anunciar con alegría tu resurrección; fortalece mi esperanza para que, al contemplar tu triunfo sobre la muerte y el pecado, pueda corresponder a tu voluntad, y al experimentar tu amor, ayúdame a transmitirlo a los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 5. 7-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios». El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó entonces: «¿Cómo puede ser esto?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En su diálogo con Nicodemo, Jesús habla de la necesidad de nacer de nuevo, de nacer en el espíritu. Estas palabras sorprenden a Nicodemo que no entiende exactamente a lo que Jesús se refiere. Nicodemo, un gran conocedor de las tradiciones judías y de la ley, pensaba que podía entender con claridad las cosas de Dios. Sin embargo, al encontrarse con Cristo y al escuchar su palabra, un deseo de conocer más y de entender mejor brota en su corazón. Este deseo lo lleva a acercarse a Cristo y preguntarle; y al oír su respuesta, se da cuenta que, para seguirlo y para poder entender su mensaje, es necesaria una profunda conversión, una conversión que requiere nacer de nuevo. Este nacer de nuevo del que se habla no implica un nacimiento biológico como al inicio pensó Nicodemo, sino un nacimiento en el espíritu.
De la misma forma, Jesús nos invita a nosotros a nacer de nuevo para poder entrar en su reino. Este nacer implica dejar atrás todo lo que nos aleja de Dios, nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra vanidad. Ciertamente éste no es un proceso fácil, pero es posible, ya que por este motivo el Hijo del hombre fue elevado en la cruz para redimirnos y transformarnos con su gracia.
Jesús, con su vida muerte y resurrección, nos invita a nacer de nuevo, a nacer en el espíritu. Esto implica dejar atrás nuestras seguridades, nuestras ideas y nuestra forma de ver y hacer las cosas para acoger lo que Dios nos pide y nos presente, y así Él pueda ser nuestra única seguridad y nuestro modelo.
Aunque por el bautismo ya nacemos en el espíritu y nos hacemos hijos de Dios, es necesario renovar esa gracia bautismal para poder vivir en plenitud las gracias que Dios nos concede a diario. De esta forma, al renacer en el espíritu con nuestra renovación y constante transformación, podremos irradiar con mayor intensidad el amor de Dios por la humanidad y convertirnos, así, en instrumentos de su misericordia.
«El único, el único que nos justifica; el único que hace renacer de nuevo es Jesucristo. Nadie más. Y por esto no se debe pagar nada, porque la justificación —el hacerse justo— es gratuita. Y esta es la grandeza del amor de Jesús: da la vida gratuitamente para hacernos santos, para renovarnos, para perdonarnos. Y este es el núcleo propio de este Triduo pascual. En el Triduo pascual la memoria de este advenimiento fundamental se hace celebración llena de reconocimiento y, al mismo tiempo, renueva en los bautizados el sentimiento de su nueva condición, que el apóstol Pablo expresa siempre así: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba […] Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.” Mirar arriba, mirar el horizonte, ampliar los horizontes: esta es nuestra fe, esta es nuestra justificación, ¡este es el estado de gracia! Por el bautismo, de hecho, resucitamos con Jesús y morimos para las cosas y la lógica del mundo; renacemos como criaturas nuevas: una realidad que pide convertirse en existencia concreta día a día. Un cristiano, si verdaderamente se deja lavar por Cristo, si verdaderamente se deja despojar por Él del hombre viejo para caminar en una vida nueva, incluso permaneciendo pecador —porque todos lo somos— ya no puede ser corrupto, la justificación de Jesús nos salva de la corrupción, somos pecadores, pero no corruptos; ya no puede vivir con la muerte en el alma y tampoco ser causa de muerte». (Homilía de S.S. Francisco, 28 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré estar muy atento a la voz del Espíritu Santo e invocaré su ayuda y su presencia con mayor intensidad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La fe, un renacer con la fuerza de Dios
También Dios puede hacerse presente en el mundo por medio de nosotros
¿Qué tiene que ver el origen de Jesús con la fe? ¿Qué podemos aprender de la actitud de María en ese origen? ¿De qué nos puede servir esto ante las dificultades? Al comienzo del año, y en la «cuesta» de Enero, nos conviene plantearnos cómo nos ayuda la fe.
De esto se ocupó Benedicto XVI en su audiencia general del 2 de enero, con el título: «Fue concebido por obra del Espíritu Santo». Ante la gruta de Belén surge la pregunta de cómo pudo aquel Niño cambiar radicalmente el curso de la historia. Y aún otra pregunta más profunda, que hizo Pilatos: «¿De dónde eres tú?» (Jn. 19, 9).
Jesús había dicho «Yo soy el pan bajado del cielo» (Jn. 6, 41), pero muchos no le habían querido escuchar, pensando que conocían bien a su padre y a su madre (cf. Jn. 6, 42). Y luego les había insistido: «Yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis, es veraz» (Jn. 7, 28).
El Papa se detiene mostrando cómo el origen de Jesús está claro en los Evangelios, sobre todo en las palabras del ángel Gabriel a María. Al mismo tiempo, todo ello nos enseña acerca de lo que supone la fe cristiana.
El verdadero origen de Jesús
Los cuatro Evangelios, señala Benedicto XVI, responden con claridad a la pregunta de dónde viene Jesús: su verdadero origen es Dios Padre, pero de una manera muy distinta a cualquier otro profeta o enviado por Dios. «El Espíritu Santo -se lee en el Evangelio según San Lucas- vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). Y en el de San Mateo, las palabras dirigidas a San José: «Lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 20).
De hecho, apunta el Papa, al rezar el Credo en estos días navideños, y llegar a la expresión «por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen», la liturgia nos pide que nos arrodillemos. Y muchas grandes obras de música sacra (como la Misa de la Coronación, de Mozart) se detienen de modo especial en esa frase, «casi queriendo expresar con el lenguaje universal de la música aquello que las palabras no pueden manifestar: el misterio grande de Dios que se encarna, que se hace hombre»
Observa también Benedicto XVI que en la expresión «por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen», se incluyen cuatro sujetos: además del Espíritu Santo y María, se sobreentiende Jesús, que se hizo carne en el seno de la Virgen. Y si miramos cómo define el Credo a Jesús (unigénito Hijo de Dios, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, de la misma naturaleza del Padre), descubrimos que Jesús remite a la persona del Padre, que es, en realidad, el primer sujeto de esa frase: el Padre, que con el Hijo y el Espíritu Santo, es el único Dios.
El papel de María
A continuación el Papa profundiza en el papel de María en la encarnación del Hijo de Dios. Gracias a ella, tenemos a Dios con nosotros. «Así, María pertenece en modo irrenunciable a nuestra fe en el Dios que obra, que entra en la historia. Ella pone a disposición toda su persona, ´acepta´ convertirse en lugar en el que habita Dios. (…) Dios ha elegido precisamente a una humilde mujer, en una aldea desconocida, en una de las provincias más lejanas del gran Imperio romano». Por eso no debemos temer ante nuestra pobreza o inadecuación para dar testimonio de Jesucristo.
La explicación del ángel a María: «El Espíritu vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra» (1, 35), remite en primer lugar al comienzo de la creación cuando «el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas» (Gn. 1, 2); Él es el Espíritu creador que está en el origen de todas las cosas y del ser humano. Por eso «lo que acontece en María –observa el Papa–, a través de la acción del mismo Espíritu divino, es una nueva creación: Dios, que ha llamado al ser de la nada, con la Encarnación da vida a un nuevo inicio de la humanidad». Por eso los Padres de la Iglesia hablan de Cristo como «el nuevo Adán».
Nacer de nuevo como hijos de Dios
Y en el Año de la Fe, añade Benedicto XVI: «Esto nos hace reflexionar sobre cómo la fe trae también a nosotros una novedad tan fuerte capaz de producir un segundo nacimiento». En efecto –agrega–, «en el comienzo del ser cristianos está el Bautismo que nos hace renacer como hijos de Dios, nos hace participar en la relación filial que Jesús tiene con el Padre». Hace notar que el Bautismo no es algo que nosotros hacemos sino que recibimos, y al recibirlo nos hace hijos de Dios (cf. cf. Rm. 8, 14-16).
Cabría preguntar cómo se concreta, en nuestro caso, ese «nacer de nuevo». Así lo dice el Papa, explicando que no se trata de algo que sucede sólo cuando nos bautizamos, sin que tomemos parte «activa» en ello, como es el caso del bautismo de los niños pequeños. Ahora sigue sucediendo, pero solo si nos abrimos a Dios por la fe: »
Solo si nos abrimos a la acción de Dios, como María, sólo si confiamos nuestra vida al Señor como a un amigo de quien nos fiamos totalmente, todo cambia, nuestra vida adquiere un sentido nuevo y un rostro nuevo: el de hijos de un Padre que nos ama y nunca nos abandona».
Ser morada de de Dios entre los hombres
En segundo lugar, el ángel le dice a María: «la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra». Alude así a la nube que, durante el camino del éxodo del pueblo de Israel por el desierto, se detenía sobre la tienda que guardaba el arca de la Alianza, indicando la presencia de Dios (cf. Ez 40, 34-38). Aquí se quiere indicar -señala Benedicto XVI- que «María, por lo tanto, es la nueva tienda santa, la nueva arca de la alianza: con su ´sí´ a las palabras del arcángel, Dios recibe una morada en este mundo, Aquel que el universo no puede contener establece su morada en el seno de una virgen».
Y esto también se nos aplica. También Dios puede hacerse presente en el mundo por medio de nosotros: «Aunque a menudo nos sintamos débiles, pobres, incapaces ante las dificultades y el mal del mundo, el poder de Dios actúa siempre y obra maravillas precisamente en la debilidad. Su gracia es nuestra fuerza (cf. 2 Co 12, 9-10)».
La familia es patrimonio de la humanidad
Discurso por TV de Juan Pablo II en el IV Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Manila del 22 al 26 de enero
Por: Juan Pablo ll, en el lV Encuentro Mundial de las Familias
Discurso por TV de Juan Pablo II en el IV Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Manila del 22 al 26 de enero.
1. Estoy con vosotros con el pensamiento y la oración, queridas familias de Filipinas y de tantas regiones de la tierra, reunidas en Manila con motivo de vuestro IV Encuentro Mundial: ¡os saludo con afecto en el nombre del Señor!
En esta ocasión, me es grato dirigir un cordial saludo y la bendición a todas las familias del mundo, que representáis: a todos «gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro» (1 Tm 1,2).
Agradezco al Señor Cardenal Alfonso López Trujillo, Legado Pontificio, las amables palabras que me ha dirigido, también en nombre vuestro. A él y a sus colaboradores en el Consejo Pontificio para la Familia deseo expresar mi satisfación por el cuidadoso y esmerado empeño que han puesto en la preparación de este Encuentro. Mi viva gratitud también al Señor Cardenal Jaime Sin, Arzobispo de Manila, que os acoge con generosidad en estos días.
2. Sé que en la sesión teológico-pastoral que acabáis de celebrar habéis profundizado en el tema: «La familia cristiana, buena noticia para el tercer milenio». He elegido estas palabras, para vuestro Encuentro Mundial, con el fin de subrayar la sublime misión de la familia que, acogiendo el Evangelio y dejándose iluminar por su mensaje, asume el necesario compromiso de dar testimonio del mismo.
Queridas familias cristianas: ¡anunciad con alegría al mundo entero el maravilloso tesoro que, como iglesias domésticas, lleváis con vosotros! Esposos cristianos, en vuestra comunión de vida y amor, en vuestra entrega recíproca y en la acogida generosa de los hijos, ¡sed en Cristo luz del mundo! El Señor os pide que seáis cada día como la lámpara que no se oculta, sino que es puesta «sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa» (Mt 5,15).
3. Sed ante todo «buena noticia para el tercer milenio» viviendo con empeño vuestra vocación. El matrimonio que habéis celebrado un día, más o menos lejano, es vuestro modo específico de ser discípulos de Jesús, de contribuir a la edificación del Reino de Dios, de caminar hacia la santidad a la que todo cristiano está llamado. Los esposos cristianos, como afirma el Concilio Vaticano II, cumpliendo su deber conyugal y familiar, «se acercan cada vez más a su propia perfección y a su santificación mutua» (Gaudium et spes, 48).
Acoged plenamente, sin reservas, el amor que primero os da Dios en el sacramento del matrimonio y con el que os hace capaces de amar (cf. 1 Jn 4,19). Permaneced siempre aferrados a esta certeza, la única que puede dar sentido, fuerza y alegría a vuestra vida: el amor de Cristo no se apartará nunca de vosotros, su alianza de paz con vosotros no disminuirá (cf. Is 54,10). Los dones y la llamada de Dios son irrevocables (cf. Rm 11,29). Él ha grabado vuestro nombre en las palmas de sus manos (cf. Is 49,16).
4. La gracia que habéis recibido en el matrimonio y que permanece en el tiempo proviene del corazón traspasado del Redentor, que se ha inmolado en el altar de la Cruz por la Iglesia, su esposa, venciendo la muerte para la salvación de todos.
Por tanto, esta gracia, lleva consigo la peculiaridad de su origen: es la gracia del amor que se ofrece, del amor que se consagra y perdona; del amor altruista que olvida el propio dolor; del amor fiel hasta la muerte; del amor fecundo de vida. Es la gracia del amor benévolo, que todo cree, todo soporta, todo espera, todo tolera, que no tiene fin y sin el cual todo lo demás no es nada (cf. 1 Cor 13,7-8).
Ciertamente, esto no siempre es fácil, y en la vida cotidiana no faltan las insidias, las tensiones, el sufrimiento y también el cansacio. Pero no estáis solos en vuestro camino. Con vosotros actúa y está siempre presente Jesús, como lo estuvo en Caná de Galilea, en un momento de dificultad para aquellos nuevos esposos. En efecto, el Concilio recuerda también que el Salvador sale al encuentro de los esposos cristianos y permanece con ellos para que, del mismo modo que Él amó a la Iglesia y se entregó por ella, también ellos puedan amarse fielmente el uno al otro, para siempre, con mutua entrega (cf. Gaudium et spes, 48).
5. Esposos cristianos, sed «buena noticia para el tercer milenio» testimoniando con convicción y coherencia la verdad sobre la familia.
La familia fundada en el matrimonio es patrimonio de la humanidad, es un bien grande y sumamente apreciable, necesario para la vida, el desarrollo y el futuro de los pueblos. Según el plan de la creación establecido desde el principio (cf. Mt 19,4.8), es el ámbito en el que la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), es concebida, nace, crece y se desarrolla. La familia, como educadora por excelencia de personas (cf. Familiaris consortio, 19-27), es indispensable para una verdadera «ecología humana» (Centesimus annus, 39).
Os agradezco los testimonios que habéis presentado esta tarde y que he seguido con atención. Me hacen pensar en la experiencia adquirida como sacerdote, Arzobispo en Cracovia y a lo largo de estos casi 25 años de Pontificado: como he afirmado otras veces, el futuro de la humanidad se fragua en la familia (cf. Familiaris consortio, 86).
Queridas familias cristianas, os encomiendo dar testimonio en la vida cotidiana de que, incluso entre tantas dificultades y obstáculos, es posible vivir en plenitud el matrimonio como experiencia llena de sentido y como «buena noticia» para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Sed protagonistas en la Iglesia y en el mundo: es una necesidad que surge del mismo matrimonio que habéis celebrado, de vuestro ser iglesia doméstica, de la misión conyugal que os caracteriza como células originarias de la sociedad (cf. Apostolicam actuositatem, 11).
6. En fin, para ser «buena noticia para el tercer milenio», no olvidéis, queridos esposos cristianos, que la oración en familia es garantía de unidad en un estilo de vida coherente con la voluntad de Dios.
Proclamando recientemente el año del Rosario, he recomendado esta devoción mariana como oración de la familia y para la familia: rezando el Rosario, en efecto, «Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino» (Rosarium Virginis Mariæ, 41).
Al confiaros a María, Reina de la familia, para que acompañe y ampare vuestra vida, me alegra anunciaros que el quinto Encuentro Mundial de las Familias tendrá lugar en Valencia, España, en el 2006.
Os imparto ahora mi Bendición, dejándoos una consigna: ¡con la ayuda de Dios haced del Evangelio la regla fundamental de vuestra familia, y de vuestra familia una página del Evangelio escrita para nuestros tiempos!
Santa María de la Encarnación, fundadora de las Carmelitas Descalzas en Francia
Conoce la fascinante historia de esta madre de familia numerosa, viuda y religiosa a la que acuden las personas con problemas en la gestión de sus familias
Barbe (Bárbara) Jeanne Avrillot de Acarie nació en 1565 en una familia católica importante de París.
A los 16 años fue obligada a casarse con Pierre Acarie, vizconde de Villemor, señor de Montbrost y de Roncenay, miembro de la corte de París, y tuvieron seis hijos.
En 1587 tuvo una experiencia mística que le produjo una conversión interior. Aparcó la vida mundana y empezó a dedicar más tiempo a los pobres y a la Iglesia.
En 1594 se produjo el asedio de París y Barbe Acarie se volcó en ayudar a los heridos y desamparados.
Pero Enrique IV conquistó la ciudad y su marido fue desterrado. Entonces, ella tuvo que quedar al frente de los negocios familiares y del cuidado de sus hijos.
Fundadora
Un día, cuando leía la biografía de santa Teresa de Jesús escrita por Juan de Ribera, se le apareció la santa y la invitó a fundar las Carmelitas Descalzas en Francia.
Barbe Acarie obtuvo la autorización del rey y del Papa y fundó el primer convento de carmelitas descalzas de Francia el 23 de noviembre de 1603, con un grupo de carmelitas españolas, dirigidas por Ana de San Bartolomé.
También participó en la fundación del Oratorio de Jesús y de la Compañía de Santa Úrsula.
Al morir su esposo, ingresó en el monasterio carmelita descalzo de Amiens el 15 de febrero de 1614 y tomó el nombre de María de la Encarnación.
Dos años más tarde se trasladó al convento de Pontoise y allí falleció el 18 de abril de 1618.
De sus seis hijos, tres mujeres fueron religiosas y un varón sacerdote.
Santa patrona
Santa María de la Encarnación es patrona de las familias de París. También a ella acuden las personas con problemas en la gestión de sus familias.
Oración
Santa María de la Encarnación,
Tú que fuiste esposa, madre de seis hijos, viuda y religiosa,
que siempre aceptaste cada situación difícil como venida de la mano de Dios,
ayúdame a sacar adelante las gestiones relacionadas con mi familia.
Protégenos, sé mi guía en las decisiones y hazme fuerte ante los problemas.
Haz que nunca pierda la alegría y la paciencia,
que sea generosa y deteste la avaricia y la codicia.
Ayúdame a que Dios sea lo primero en mi vida, en medio de los avatares.
Consígueme por tu intercesión llegar al cielo y, por mi ejemplo y mi apostolado, que muchas otras personas también disfruten de la felicidad junto al Señor y la Virgen.