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MATEO 6:7-15 

Amigos, el Evangelio de hoy nos habla sobre rezar el Padre Nuestro. Allí pedimos que la voluntad de Dios se haga «así la tierra como en el Cielo», pero la cosmología bíblica ve en estos dos reinos campos de fuerzas que se interpenetran. El Cielo, lugar de Dios y los ángeles, entra en contacto y llama a la tierra habitada por humanos, animales, plantas y planetas.

La salvación, por lo tanto, es una cuestión de reunir al Cielo y la tierra, para que Dios reine profundamente aquí abajo como lo hace en lo alto. La gran oración de Jesús, que está constantemente en boca de los cristianos, tiene una inspiración distintivamente judía: «Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo».

Esta, definitivamente, no es una oración para poder escapar de la tierra, sino para que la tierra y el Cielo se unan. El Padre Nuestro eleva a un nivel nuevo lo que el profeta Isaías había anticipado: «El conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar».

Los primeros cristianos vieron la resurrección de Jesús como el comienzo de un proceso por el cual la tierra y el Cielo se reconciliaron. Se dieron cuenta que Cristo resucitado era quien traería la justicia del Cielo a este mundo.

Dios es Padre y te mira como un padre: como el mejor de los papás, no ve los resultados que aún no has alcanzado, sino los frutos que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza por tu futuro. Porque Dios está cerca, está a nuestro lado. Es el estilo de Dios, no lo olvidemos: cercanía; Él está cerca con misericordia y ternura. Así nos acompaña Dios, es cercano, misericordioso y tierno. (Ángelus, 20 marzo 2022)

Un Dios grande que cuenta con nosotros

El libro del Eclesiástico, que habla extensamente de la sabiduría, dedica una parte de su texto a elogiar la sabiduría que ha desplegado Dios en la historia de Israel. Menciona unos cuantos personajes que han jalonado esa historia desde antiguo; entre ellos, al profeta Elías y a su discípulo Eliseo. Y los describe con un cierto tono legendario, ponderando algunas de sus hazañas, que podemos conocer con más detalle en los dos libros de los Reyes.

¿Qué interés pueden tener esas referencias un tanto magnificadas por la mirada del autor? Probablemente invitar al lector a reconocer la sabiduría de Dios, manifestada no sólo en la grandeza de la creación, sino también en la historia de su pueblo. Y, reconociéndola, admirar la obra de su Hacedor y alabar la magnanimidad de su constante providencia, que no ha dejado de acompañar las diversas etapas de esa historia. Los personajes destacados han sido los instrumentos escogidos por Dios para llevar adelante su proyecto de salvación de la humanidad, creada por él junto con todo cuanto existe.

Si Dios ha sido así de generoso con su pueblo y lo ha provisto siempre de líderes capaces de realizar sus designios con acierto, eso quiere decir también que podemos seguir confiando en él. No sólo es un Dios digno de ser admirado y glorificado y de recibir la gratitud de sus criaturas. Tenemos en él, además, la garantía de que todas sus promesas se cumplirán y de que seguirá contando con nosotros para llevarlas a cabo.

Dios es generoso: ¿Le damos gracias con frecuencia? Dios es fiel a sus promesas: ¿Confiamos absolutamente en él? Dios cuenta con nosotros: ¿Colaboramos de buena gana con él?

Un Dios Padre que cuida de nosotros

Jesús nos enseña a hablar con Dios como él, igual que en otro tiempo Dios enseñó a su pueblo, por los profetas, a vivir en alianza con él. La oración que pone en nuestros labios nos descubre, con palabras sencillas, quién es Dios para nosotros, qué quiere de nosotros y qué está dispuesto a hacer siempre por nosotros.

Nos dice que Dios es Padre nuestro, o sea que nos quiere como a hijos y nos hace hermanos unos de otros; que también es Santo y así quiere que lo reconozcamos, lo confesemos y tratemos de imitarlo; que desea reinar en nuestro mundo y cuenta con nosotros para ello, esperando que secundemos las iniciativas de su voluntad mientras somos peregrinos, como lo hacen los que están ya con él en el cielo.

Y nos dice, además, que ese Padre nos prepara cada día el sustento que mantiene nuestra vida, la del cuerpo y la del alma; que salda magnánimo nuestras deudas con él, por grandes que sean, escuchando a su corazón misericordioso y confiando en que nosotros hagamos otro tanto con los que nos deben algo; que nos da fuerza para luchar contra todo lo que nos perjudica y nos libera de ser esclavos de quien busca nuestra ruina definitiva.

Dios es nuestro Padre: ¿Lo tratamos con sentimiento filial y nos tratamos entre  nosotros con afecto fraterno? Dios quiere establecer su reino en este mundo: ¿Hacemos nuestro ese propósito y le ayudamos a conseguirlo? Dios sacia nuestra hambre: ¿Remediamos nosotros en alguna medida la indigencia de los necesitados? Dios nos perdona siempre: ¿Estamos nosotros siempre dispuestos a la reconciliación? Dios fortalece nuestra debilidad frente el mal: ¿Pasamos también nosotros por este mundo, como Jesús, haciendo el bien?

Si nuestra respuesta a estas preguntas es: “No”, tal vez no debiéramos seguir rezando el Padrenuestro…

 

 

Jueves de Corpus Christi

Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.



Explicación de la fiesta



Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.



Este día recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.



Es una fiesta muy importante porque la Eucaristía es el regalo más grande que Dios nos ha hecho, movido por su querer quedarse con nosotros después de la Ascensión.



Origen de la fiesta:



Dios utilizó a santa Juliana de Mont Cornillon para propiciar esta fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Por diferentes intrigas tuvo que irse del convento. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.



Juliana, desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haberse intensificado por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.



Ella le hizo conocer sus ideas a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente al Papa Urbano IV. El obispo Roberto se impresionó favorablemente y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía escribir el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.



El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez por los cánones de San Martín en Liège. Jacques Pantaleón llegó a ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien Juliana había pasado un tiempo y quien también era ferviente adoradora de la Santa Eucaristía, le insistió a Enrique de Guelders, obispo de Liège, que pidiera al Papa que extendiera la celebración al mundo entero.



Urbano IV, siempre siendo admirador de esta fiesta, publicó la bula “Transiturus” el 8 de septiembre de 1264, en la cual, después de haber ensalzado el amor de nuestro Salvador expresado en la Santa Eucaristía, ordenó que se celebrara la solemnidad de “Corpus Christi” en el día jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, al mismo tiempo otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el breviario Romano y ha sido admirado aun por Protestantes.





La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia.



Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.



La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.



En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.



El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurección de Nuestro Señor Jesucristo.

Fuente: www.corazones.org

El milagro de Bolsena



En el siglo XIII, el sacerdote alemán, Pedro de Praga, se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena, mientras realizaba una peregrinación a Roma. Era un sacerdote piadoso, pero dudaba en ese momento de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Cuando estaba celebrando la Misa junto a la tumba de Santa Cristina, al pronunciar las palabras de la Consagración, comenzó a salir sangre de la Hostia consagrada y salpicó sus manos, el altar y el corporal.



El sacerdote estaba confundido. Quiso esconder la sangre, pero no pudo. Interrumpió la Misa y fue a Orvieto, lugar donde residía el Papa Urbano IV.
El Papa escuchó al sacerdote y mandó a unos emisarios a hacer una investigación. Ante la certeza del acontecimiento, el Papa ordenó al obispo de la diócesis llevar a Orvieto la Hostia y el corporal con las gotas de sangre.



Se organizó una procesión con los arzobispos, cardenales y algunas autoridades de la Iglesia. A esta procesión, se unió el Papa y puso la Hostia en la Catedral. Actualmente, el corporal con las manchas de sangre se exhibe con reverencia en la Catedral de Orvieto.



A partir de entonces, miles de peregrinos y turistas visitan la Iglesia de Santa Cristina para conocer donde ocurrió el milagro.



En Agosto de 1964, setecientos años después de la institución de la fiesta de Corpus Christi, el Papa Paulo VI celebró Misa en el altar de la Catedral de Orvieto. Doce años después, el mismo Papa visitó Bolsena y habló en televisión para el Congreso Eucarístico Internacional. Dijo que la Eucaristía era “un maravilloso e inacabable misterio”.



Tradiciones mexicanas de Corpus Christi



 

 

Esta fiesta tradicional data del año 1526. Se acostumbra rendir culto al Santísimo Sacramento en la Catedral de México. El centro de la festividad era la celebración solemne de la Misa, seguida de una imponente procesión que partía del Zócalo, en la que la Sagrada Eucaristía, portada por el arzobispo bajo palio, era escoltada por autoridades virreinales, cabildo, cofradías, ejército, clero y pueblo. Había también representaciones teatrales alusivas, música y vendimia especial.



Los campesinos traían en sus mulas algunos frutos de sus cosechas para ofrecérselas a Dios como señal de agradecimiento. Esto dio origen a una gran feria que congregaba artesanos y comerciantes de distintos rumbos del país, que traían mercancías a lomo de mula (frutos de la temporada y artesanías que transportaban en guacales).



Cuentan que un hombre, llamado Ignacio, tenía dudas acerca de su vocación sacerdotal y un jueves de Corpus le pidió a Jesucristo que le enviara una señal. Al Pasar el Santísimo Sacramento frente a Ignacio en la procesión, Ignacio pensó: «Si ahí estuviera presente Dios, hasta las mulas se arrodillarían» y, en ese mismo instante, la mula del hombre se arrodilló. Ignacio interpretó esto como señal y entregó su vida a Dios en el sacerdocio y se dedicó para siempre a transmitir a los demás las riquezas de la Eucaristía.





Así fue como surgieron las mulitas elaboradas con hojas de plátano secas con pequeños guacales de dulces de coco o de frutas, de diversos tamaños.
Ponerse una mulita en la solapa o comprar una mulita para adornar la casa, significa que, al igual que la mula de Ignacio, nos arrodillamos ante la Eucaristía, reconociendo en ella la presencia de Dios.



Esta fiesta se celebra cada año el jueves después de la Santísima Trinidad. Se lleva a cabo en la Catedral y los niños se visten de inditos para agradecer la infinita ternura de Jesús. Se venden mulitas con gran colorido.

 

 

Diversas maneras de celebrar esta fiesta



Participar en la procesión con el Santísimo



La procesión con el Santísimo consiste en hacer un homenaje agradecido, público y multitudinario de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Se acostumbra sacar en procesión al Santísimo Sacramento por las calles y las plazas o dentro de la parroquia o Iglesia, para afirmar el misterio del Dios con nosotros en la Eucaristía.
Esta costumbre ayuda a que los valores fundamentales de la fe católica se acentúen con la presencia real y personal de Cristo en la Eucaristía.



La Hora Santa



Es una manera práctica y muy bella de adorar a Jesús Sacramentado. El Papa Juan Pablo II la celebra, al igual que la mayoría de las Parroquias de todo el mundo, los jueves al anochecer, para demostrar a Cristo Eucaristía amor y agradecimiento y reparar las actitudes de indiferencia y las faltas de respeto que recibe de uno mismo y de los demás hombres.



Consiste en realizar una pequeña reflexión evangélica, en presencia de Jesús Sacramentado y, al final, se rezan unas letanías especiales para demostrarle a Jesús nuestro amor.



Se puede celebrar de manera formal con el Santísimo Sacramento solemnemente expuesto en la custodia, con incienso y con cantos, o de manera informal con la Hostia dentro del Sagrario. Cualquiera de las dos maneras agrada a Jesús.
Se inicia con la exposición del Santísimo Sacramento o, en su defecto, con una oración inicial a Jesucristo estando todos arrodillados frente al Sagrario.



A continuación, se procede a la lectura de un pasaje del Evangelio y al comentario del mismo por parte de alguno de los participantes.
Luego, se reflexiona adorando a Jesús, Rey del Universo, en la Eucaristía.



Se termina con las invocaciones y las letanías correspondientes y, en el caso de que la Hora Eucarística se haya hecho delante del Santísimo solemnemente expuesto, el sacerdote da la bendición con el Santísimo; en caso contrario, se finaliza la Hora Santa con una plegaria conocida de agradecimiento.




Recordar en familia lo que es la Eucaristía

1. ¿Qué es la Eucaristía?


La Eucaristía es uno de los siete Sacramentos. Nos recuerda el momento en el que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Éste es el alimento del alma. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir, nuestra alma necesita comulgar para estar sana. Cristo dijo: «El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.»
 

2. ¿En qué nos ayuda la Eucaristía?



Todos queremos ser buenos, ser santos y nos damos cuenta de que el camino de la santidad no es fácil, que no bastan nuestras fuerzas humanas para lograrlo. Necesitamos fuerza divina, de Jesús. Esto sólo será posible con la Eucaristía. Al comulgar, nos podemos sentir otros, ya que Cristo va a vivir en nosotros. Podremos decir, con San Pablo: «Vivo yo, pero ya no soy yo, sino Cristo quien vive en mí.»
 

3. ¿En qué parte de la Misa se realiza la Eucaristía?



Después de rezar el Credo, se llevan a cabo: el ofertorio, la consagración y la comunión.


Ofertorio: Es el momento en que el sacerdote ofrece a Dios el pan y el vino que serán convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nosotros podemos ofrecer, con mucho amor, toda nuestra vida a Dios en esta parte de la Misa.


Consagración: Es el momento de la Misa en que Dios, a través del sacerdote, convierte el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. En este momento nos arrodillamos como señal de amor y adoración a Jesús, Dios hecho hombre, que se hace presente en la Eucaristía.


Comunión: Es recibir a Cristo Eucaristía en nuestra alma, lo que produce ciertos efectos en nosotros:

1. nos une a Cristo y a su Iglesia,
2. une a los cristianos entre sí,
3. alimenta nuestra alma,
4. aumenta en nosotros la vida de gracia y la amistad con Dios,
5. perdona los pecados veniales,
6. nos fortalece para resistir la tentación y no cometer pecado mortal.

 


 
4.  ¿Qué condiciones pone la Iglesia para poder comulgar? La Iglesia nos pide dos condiciones para recibir la comunión:
5.

1. Estar en gracia, con nuestra alma limpia todo pecado mortal.
2. Cumplir el ayuno eucarístico: no comer nada una hora antes de comulgar.

 
6. ¿Cada cuánto puedo recibir la Comunión Sacramental?



La Iglesia recomienda recibir la Comunión siempre que vayamos a Misa. Es obligación recibir la Comunión, al menos, una vez al año en el tiempo de Pascua, que son los 50 días comprendidos entre el Domingo de Resurrección y el Domingo de Pentecostés.
 

7. ¿Qué hacer después de comulgar?



Se recomienda aprovechar la oportunidad para platicarle a Dios, nuestro Señor, todo lo que queramos: lo que nos alegra, lo que nos preocupa; darle gracias por todo lo bueno que nos ha dado; decirle lo mucho que lo amamos y que queremos cumplir con su voluntad; pedirle que nos ayude a nosotros y a todos los hombres; ofrecerle cada acto que hagamos en nuestra vida.
 

 

 

8. ¿Qué hacer cuando no se puede ir a comulgar?



Se puede llevar a cabo una comunión espiritual. Esto es recibir a Jesús en tu alma, rezando la siguiente oración:



«Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Quédate conmigo y no permitas que me separe de ti.
 Amén»

 

 

El Padre nuestro está con nosotros

Santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15. Jueves XI del Tiempo ordinarioe

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor, aquí estoy. Quiero escuchar tu voz en el interior de mi corazón. Sí, tu voz es como el rocío de la mañana, pasa por cada alma, en el silencio de la oración, y la refresca. Como María, me pongo a tus pies y escucho cada una de tus palabras.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15



En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración, no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes pues, oren así:



Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.



Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.



Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas”.



Palabra del Señor.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.



«¡Abba!» Padre, Papito, escúchame. Ve a esta pobre alma que se acerca a ti en el silencio de su corazón. Ve a esta pobre alma que se acerca sin saber qué decir. Que la boca se queda pegada al paladar y sólo puede decir «Abba».



Sin duda que tener un Padre al lado en cada momento de la vida es reconfortante. El saber que hay una mano amiga que sostiene y da seguridad. El saber que hay alguien en quien me puedo apoyar cuando la fuerza flaquea, Alguien que nunca me deja solo, que está en las buenas y en las malas.



 

 

Y sin embargo, qué abandonado estás Padre. A veces me ves e intentas decirme algo. Pero yo paso de largo. Voy a lo mío. Y te quedas con la boca abierta intentando decir algo porque ni te di la palabra, ni te mire, ni te di tiempo.



Veo a ese Padre lleno ilusión por mí. Ese Padre que me ha visto crecer. Ese Padre con el que hablaba sin palabras. Veo a ese Padre, que está orgulloso de su hijo porque ha crecido y ha tenido éxito. Veo a ese Padre hablando en silencio, esperando que alguien lo escuche. Mirando a lo lejos, esperando a su hijo.



Veo a ese hijo, alejado de la casa del Padre. Veo a ese hijo teniendo éxito. Veo a ese hijo hablando en silencio. Veo a ese hijo adulto, que ha olvidado aquellas horas que ha pasado con su Padre, con su «Papito».



Veo a ese Padre que corre al encuentro del hijo que entra a casa. Y veo a ese hijo que se deja abrazar por el Padre. Veo en ese silencio el fuerte amor que une a Padre e hijo. Veo en ese Padre a Dios y me veo en ese hijo.



 

 

«Jesús quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró –comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando– qué significa ser Hijo de Dios. Los invitó a compartir su vida, su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre. Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir: “Padre nuestro”. En Jesús, esta expresión, “Padre Nuestro” no tiene el “gustillo” de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: “Padre nuestro”. Y nos ha invitado a nosotros a lo mismo».
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de febrero de 2016).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Hoy te ofrezco, Señor, dedicar un momento a hacer oración. Rezaré el Padrenuestro despacio y recordaré todo el amor que has tenido por mí.



Despedida



Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

¿Cómo rezar bien mis oraciones?

¿Hay oraciones más poderosas que otras? ¿Dónde reside el poder de una oración? ¿Tiene sentido preguntar si es más poderosa una novena que un rosario?




 

Acabo de conversar con un señor que me preguntó si podría recomendarle una oración especialmente poderosa: “Tengo problemas muy serios en mi casa y en el trabajo, necesito la intervención de Dios; recomiéndeme una oración que no falle, la oración más poderosa que usted conozca.

”

Pude haberle entregado una selección de las oraciones que hemos recopilado en www.la-oracion.com. Pero ¿hay oraciones más poderosas que otras? ¿Dónde reside el poder de una oración? ¿Tiene sentido preguntar si es más poderosa una novena que un rosario? ¿Tiene valor una oración aunque se haga distraído? ¿Cómo se sabe si se reza “correctamente”?



¿Qué nos enseña la experiencia?



Hay fórmulas u oraciones vocales que a lo largo de los siglos han resultado especialmente “poderosas” para muchos: el Padrenuestro, el Avemaría, la oración de Jesús (Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador), el canto de los salmos, etc.



Quienes han encontrado fruto para el crecimiento en su vida espiritual utilizando estas fórmulas u otras, progresan normalmente en tres momentos:



1. Comienzan a pronunciarlas con los labios o en silencio, dándole un sentido a las palabras mientras están en la presencia de Dios.



2. Luego, dan el paso a decirlas interiormente, hasta que con o sin la fórmula se dirigen a Dios con las actitudes propias de la oración que utilizan (actitud de creatura ante su Creador, de hijo ante su Padre, de pecador rescatado ante su Redentor, de bautizado ante el Espíritu Santo que habita en él, etc.).



3. Un paso más adelante se da cuando esa oración se hace una oración incesante, impregnando completamente toda la persona y toda la vida. Llevan corriendo por sus venas el sentido de las oraciones. El hábito de la presencia de Dios llega a ser para ellos como una segunda naturaleza.



Mientras escribo me sorprendo al recordar cuántas veces he rezado el rosario completamente distraído. Las invocaciones a Jesucristo que rezo todos los días con mi comunidad ¡cuántas veces las he pronunciado con la mente en otra parte! a pesar de que sean bellísimas y de una potente carga teológica y afectiva.



Errores comunes al rezar las oraciones vocales:



1. La mentalidad mágica: Creer que pronunciar las fórmulas produce un resultado automático (como un talismán).



2. El formalismo: Creer que por cumplir con una práctica de piedad, ya se hace oración. La atención se centra en la forma, en “hacerlo correctamente”; se da más importancia a la letra que se pronuncia que al espíritu con que se reza.



3. La rutina: A base de repetir una oración que uno se ha propuesto hacer todos los días, se puede caer en el escollo de hacerla inconscientemente, sin darle sentido.



Tres consejos para superar la rutina



Para superar la rutina a mí me ayuda:



1. Antes de iniciar las oraciones, tomar conciencia de lo que voy a hacer y ante quién estoy. Bastan tres segundos.



2. Llevar a la meditación lo que rezo todos los días (por ejemplo las oraciones de la mañana). Cuando se saborea en la meditación cada una de las palabras y de las frases de las oraciones, rumiándolas con calma en la presencia de Dios, se advierte que al volver a pronunciarlas cobran un mayor significado, salen de lo más profundo de la mente y el corazón; al poner más amor en lo que se dice a Jesucristo, las oraciones “dicen más”.



3. Cuando me doy cuenta de que he pronunciado una oración sin darle sentido a las palabras, sin centrar la mente en lo que digo y sin hacerlo “con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas” (cf. Mt 22,37 y Mc 12, 33), aplico un recurso que me ha servido mucho: detenerme y repetir la plegaria utilizando mis propias palabras, con toda espontaneidad.



 

 

¿Qué es lo que hace que una oración sea poderosa?



Lo que da valor a una oración es la fe con que se pronuncia. Con palabras o sin palabras, usando fórmulas oficiales de la liturgia y de la piedad cristiana o creando las oraciones personales espontáneamente, lo importante no son las palabras sino el espíritu con que se pronuncian. Allí tenemos el ejemplo de la oración de la cananea, cuando Jesús le dijo: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.” (Mt 15, 28)



Una oración vocal debe brotar del corazón y ser pronunciada ante Dios con fe y atención para que pueda llamarse oración y para que sea poderosa. El poder de la oración no está en pronunciar determinadas palabras con los labios, sino en hacerlo con plena conciencia y dirigiéndose con fe a Dios Nuestro Señor.



La fuerza de una oración viene no del exterior (las palabras), sino del interior (del corazón). Lo esencial está en estar y permanecer ante Dios; lo importante es la elevación espiritual del corazón humilde a Dios.



 

 

Una sola palabra, un recuerdo de Jesús o una simple mirada llena de fe, con un sincero sentimiento de adoración, vale más que centenares de rosarios pronunciados sin sentido, como si de un loro se tratara (de aquí el sentido de la foto de arriba). San Pablo decía: “Prefiero decir cinco palabras con mi mente que mil en lengua desconocida.” (1 Co 14,19)



Por lo demás, no somos nosotros los que «logramos» que una oración sea poderosa, es la gracia de Dios.



La oración de Doña Lena



Recientemente escuché una oración de las más sentidas que he oído en mi vida. Como comenté hace unas semanas, estoy construyendo una ermita con sentido de reparación al Sagrado Corazón de Jesús. Al hacer el muro de contención quise poner en él una imagen de la Virgen de Guadalupe, en lugar de dejar el muro vacío. De esa manera, la imagen de la Virgen ayudará a las campesinos a recordarla mientras van por el camino.



La mostré a Doña Lena, una ancianita que fue a saludarme y a llevarme unas tortillas. Cuando vio la imagen de la Virgen de Guadalupe, de alegría tiró la bolsa de plástico que llevaba en la mano y comenzó a dialogar con la Virgen María con una naturalidad y una autenticidad parecidas a las de Juan Diego.



Doña Lena ha alcanzado una familiaridad con María como no había visto antes. Le pregunté sobre su relación con la Virgen y me dijo: “Ella es mi Madre, me conoce mejor que nadie, cuida mi camino, sabe lo que me aprovecha y me conviene, la tengo siempre en la memoria, estoy todo el tiempo en su presencia. Le confío toda mi vida y todas mis cosas. La quiero mucho y le platico por donde quiera que vaya.”



Esta buena mujer no sabe siquiera leer, no sigue fórmulas especiales al elevar su alma a Dios y a la Virgen, pero al escucharla dialogar con María pude ver sin lugar a dudas que estaba llena del Espíritu Santo.(Cf. Ef 5,18) Oraciones así son las más poderosas.


El poder de una oración reside en el espíritu con que sea dicha.


Esta noche me propongo rezar las Completas con particular sentido de adoración y gratitud a Dios.

 

 

La vejez es un límite y un don, descartarla es traicionar la vida

Catequesis del Papa Francisco, 15 de junio de 2022.




 




Otra catequesis dedicada a la vejez en la audiencia general de hoy. El punto de partida de la reflexión del Papa Francisco es esta vez un pasaje del Evangelio de Marcos. El tema es «El alegre servicio de la fe que se aprende en la gratitud».

“Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.(Mc 1,29-31)”.

«La suegra de Simón estaba en cama con fiebre», escribe el evangelista. Y el Papa Francisco comenta diciendo que incluso la simple fiebre en la vejez puede ser peligrosa. Por eso, en la vejez, hay que tener paciencia con el cuerpo y comprender lo que todavía se le puede pedir.

 

 

La enfermedad pesa sobre las personas mayores de una manera diferente y nueva que cuando se es joven o adulto. Es como un duro golpe que cae en un momento ya difícil. La enfermedad del anciano parece acelerar la muerte y, en todo caso, disminuir ese tiempo de vida que ya consideramos corto. Nos asalta la duda de que no nos recuperaremos, de que «esta vez será la última vez que enferme…».

No se puede soñar con la esperanza en un futuro que ahora parece inexistente.

Es bueno para la comunidad cuidar de los ancianos

Y hay una lección en el pasaje evangélico que el Papa subraya, el hecho de que Jesús no va solo a visitar a la anciana enferma, sino que va a ella junto con los discípulos. Y Francisco continúa diciendo que es «la comunidad cristiana la que debe ocuparse de los ancianos», especialmente hoy, cuando el número de ancianos ha crecido.

Debemos sentir la responsabilidad de visitar a los ancianos que a menudo están solos y presentarlos al Señor con nuestra oración. Jesús mismo nos enseñará a amarlos. «Una sociedad es verdaderamente acogedora de la vida cuando reconoce que ella es preciosa también en la ancianidad,en la discapacidad, en la enfermedad grave e, incluso, cuando se está extinguiendo» (Mensaje a la Academia Pontificia para la Vida, 19 de febrero de 2014). La vida siempre es preciosa.

 

 

La gratitud de la mujer

Jesús cura a la mujer y enseña así a los discípulos que «la salvación se comunica a través de la atención a esa persona enferma», mientras la mujer expresa toda su gratitud por la ternura de Dios hacia ella. Y el Papa vuelve a un concepto en el que insiste a menudo: la cultura del descarte, que socialmente intenta borrar a los viejos como si fueran una carga. Y continúa: 

Esto es una traición a la propia humanidad, es la cosa más fea, esto es seleccionar la vida según la utilidad, según la juventud y no con la vida tal y como es, con la sabiduría de los mayores, con las limitaciones de los mayores. Los ancianos tienen mucho que darnos: está la sabiduría de la vida. Tanto para enseñarnos: por eso nosotros tenemos que enseñar, incluso de niños, para que cuiden, para que vayan con los abuelos. El diálogo entre jóvenes, niños y abuelos es fundamental, es fundamental para la sociedad, es fundamental para la Iglesia, es fundamental para la salud de la vida. Donde no hay diálogo entre los jóvenes y los mayores, falta algo y crece una generación sin pasado, es decir, sin raíces.

Los ancianos son valiosos, no deben ser marginados

La anciana curada por Jesús se levanta, narra el evangelista, y se pone al servicio de los discípulos. Así que ella también les da una lección, observa Francisco, demostrando que «incluso siendo ancianos se puede, incluso se debe, servir a la comunidad», superando «la tentación de hacerse a un lado».

Si los ancianos, en lugar de ser descartados y excluidos de la escena de los acontecimientos que marcan la vida de la comunidad, fueran colocados en el centro de la atención colectiva, se les animaría a ejercer el precioso ministerio de la gratitud a Dios, que no olvida a nadie. La gratitud de los ancianos por los dones recibidos de Dios en sus vidas, como nos enseña la suegra de Pedro, devuelve a la comunidad la alegría de la convivencia, y da a la fe de los discípulos el rasgo esencial de su destino.

 

 

Jesús pide servicio a todos, hombres y mujeres

A continuación, el Papa Francisco hace una aclaración: «El espíritu de intercesión y de servicio, que Jesús prescribe a todos sus discípulos, no es simplemente un asunto de mujeres», y afirma:

El servicio evangélico de la gratitud por la ternura de Dios no se escribe de ninguna manera en la gramática del hombre amo y la mujer sierva: no, esto no es cierto. Sin embargo, esto no quita que las mujeres, sobre la gratitud y la ternura de la fe, puedan enseñar a los hombres cosas que a ellos les resultan más difíciles de entender. La suegra de Pedro, antes de que llegaran los Apóstoles, por el camino del seguimiento de Jesús, les mostró también el camino.

Francisco concluye con una bella imagen: la dulzura de Jesús hacia la mujer en esta página del Evangelio demuestra claramente «su especial sensibilidad hacia los débiles y los enfermos, que el Hijo de Dios había aprendido ciertamente de su Madre».

 

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10 cosas que todo cristiano debe saber del Corpus Christi

A lo largo de los siglos la Iglesia y los santos han animado a los fieles a amar la Eucaristía, e incluso hay quienes han dado su vida por protegerla


 

 

A lo largo de los siglos la Iglesia y los santos han animado a los fieles a amar la Eucaristía, e incluso hay quienes han dado su vida por protegerla. Hoy en la Solemnidad del “Corpus Christi” te presentamos 10 cosas que todo cristiano de saber en torno a este gran milagro:

1. Jesús instituyó la Eucaristía

Jesús reunido con sus apóstoles en la última cena instituyó el sacramento de la Eucaristía: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo…” (Mt, 26, 26-28). De esta manera hizo partícipes de su sacerdocio a los apóstoles y les mandó que hicieran lo mismo en memoria suya.

2. Eucaristía significa «Acción de gracias»

La palabra Eucaristía, derivada del griego ε?χαριστ?α (eucharistía), significa «Acción de gracias» y se aplica a este sacramento porque nuestro Señor dio gracias a su Padre cuando la instituyó. Además, porque el Santo Sacrificio de la Misa es el mejor medio de dar gracias a Dios por sus beneficios.

3. Cristo se encuentra de forma íntegra en el Sacramento del Altar

El Concilio de Trento (siglo XVI) define claramente: «En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, juntamente con su Alma y Divinidad. En realidad Cristo íntegramente». Asimismo, en el Derecho Canónico de la Iglesia ninguna otra festividad recibe tanta atención como la Solemnidad del Corpus Christi.

4. Los sucesores de los apóstoles convierten el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo

En la Santa Misa, los obispos y sacerdotes convierten realmente el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo durante la consagración; el proceso es llamado Transubstanciación. La Solemnidad del Corpus Christi es una de las cinco ocasiones en el año en que un Obispo no puede estar fuera de su diócesis, salvo por una urgente y grave razón.

5. Se debe recibir la Eucaristía al menos una vez al año

La Comunión es recibir a Jesucristo sacramentado en la Eucaristía. La Iglesia manda comulgar al menos una vez al año, en estado de gracia, y recomienda la comunión frecuente. Es muy importante recibir la Primera Comunión cuando se llega al uso de razón, con la debida preparación.

6. Para comulgar se necesita del ayuno eucarístico y confesarse

El ayuno eucarístico consiste en abstenerse de tomar cualquier alimento o bebida, al menos desde una hora antes de la Sagrada Comunión, a excepción del agua y las medicinas. Los enfermos y sus asistentes pueden comulgar aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior. El que comulga en pecado mortal comete un grave pecado llamado sacrilegio. El que desea comulgar y está en pecado mortal no puede recibir la Comunión sin haber acudido antes al sacramento de la Penitencia, pues no basta el acto de contrición.

7. Es Mandamiento de la Iglesia asistir a Misa domingos y días de precepto

Frecuentar la Santa Misa es un acto de amor a Dios que debe brotar naturalmente de cada cristiano. Es también obligatorio asistir los domingos y feriados religiosos de precepto, a menos que se esté impedido por una causa grave.

8. La Eucaristía es alimento espiritual para enfermos y agonizantes

La Eucaristía en el Sagrario es un signo por el cual Nuestro Señor está constantemente presente en medio de su pueblo y es alimento espiritual para enfermos y moribundos. Se le debe agradecimiento, adoración y devoción a la real presencia de Cristo reservado en el Santísimo Sacramento.

9. La fiesta del Corpus Christi se celebra el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad

 

 

La Solemnidad del Corpus Christi fue establecida en 1246 por el Obispo Roberto de Thorete y a sugerencia de Santa Juliana de Mont Cornillon. Después del milagro eucarístico de Bolsena, a mediados del Siglo XIII, el Papa Urbano IV expandió esta celebración a toda la Iglesia Universal en 1264 con la bula “Transiturus”, fijándola para el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad. El Pontífice encomendó a Santo Tomás de Aquino que compusiera un oficio litúrgico propio e himnos que se entonan hasta nuestros días.

 

 

10. También es posible celebrarla el domingo posterior a la Santísima Trinidad 

En el Vaticano, el Corpus Christi se celebra el jueves después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Mientras que en varias diócesis se traslada al domingo posterior a la Santísima Trinidad por una cuestión pastoral. El Papa San Juan Pablo II fue quien llevó la procesión anual del Corpus Christi de la Plaza de San Pedro a las calles de Roma.

 

 

El papel del padre hoy

El trabajo como excusa ha afectado el modelo familiar; incluso algunos lo culpan de su fracaso matrimonial. ¿Qué hacer al respecto? Antonio del Cano nos ofrece una alternativa para ser emprendedores desde la familia.


 

 

 

LA REVALORIZACION DE LA PATERNIDAD




Una proporción nunca vista de niños crece hoy en familias sin padre, a causa del divorcio, la maternidad en solitario, los cambios de  pareja… De modo que no tendrán la oportunidad de conocer un modelo masculino y un estilo de conducta paterna. Al mismo tiempo, la  psicología subraya que el padre no es un elemento pasivo en el  desarrollo del niño, sino que desempeña un papel específico y  esencial en el proceso educativo de los hijos. Algunos libros recientes  ofrecen sugerencias prácticas para ayudar al padre en esta tarea.



Aaron Hass es profesor de Psicología y Psiquiatría en la Universidad de Los Ángeles, dedicado a la terapia familiar durante  más de dos décadas, y padre de dos hijas. Su experiencia profesional y familiar se condensa en El don de ser padre (1), un libro muy  sencillo, en el que muestra con muchos ejemplos cómo el padre puede establecer una relación abierta y cordial con los hijos. De lo  contrario, advierte, «cuanto más crezca el niño sin que usted haya  creado un vínculo con él, más incómodos se sentirán los dos cuando estén juntos, y cuanto más incómodos se sientan, menos deseos  tendrán de pasar tiempo juntos». Para conseguir la confianza entre  padre e hijos, Hass subraya la importancia del refuerzo positivo; la  inutilidad de los largos sermones; la necesidad de abrirse a los hijos  contándoles las cosas que nos ocupan y nos preocupan; el error de  los «nunca haces bien», etc.




El trabajo como excusa


Espléndido el capítulo sobre la adicción al trabajo, donde describe a  esos hombres que disfrutan más de su trabajo que de su familia o de  su ocio, con un tremendo miedo al fracaso, a la incertidumbre  económica o a no ser debidamente considerados. por sus iguales.  Hombres inseguros que se quedan horas y horas en la oficina (o en la  cafetería con los amigos) huyendo de su casa, evitando la intimidad o  los conflictos con su esposa. Hombres cuyo trabajo es en su vida la  única fuente de autoestima, pero que sin embargo le dicen a su  familia: «hago todo esto por vosotros».



Frente a este abandono de la responsabilidad paterna, el autor  explica la necesidad de organizarse, y de «robar tiempo para la  familia». Un ejemplo: «durante la cena apague el televisor, y no  malgaste sus energías distrayéndose en una batalla con su hijo  acerca de los guisantes y las zanahorias».



 

 

Aunque no lo dijera Haas, cualquier padre intuiría que no es posible  una familia coherente y una educación eficaz si no hay esfuerzo por  mejorar cada día el matrimonio. Pero no todos los padres son  consecuentes con esta convicción. Cuántos matrimonios, cuando empiezan a tener hijos, ponen el «piloto automático», reduciendo casi  todos sus intercambios a cuestiones de orden práctico: «¿Llevaste a  los niños?, ¿llamaste al fontanero? ¿Te acordaste de avisar a tus  padres? ¿Puedes llegar hoy antes?». Y es que el afecto y la  aceptación no bastan; los hijos necesitan orientación, ejemplo, apoyo. 



Y eso requiere esfuerzo por parte de los padres. Así, por ejemplo, no  es fácil ser un padre con autoridad, con hijos seguros de sí mismos,  lejos del padre autoritario, con hijos temerosos y ansiosos, o del permisivo, cuyos hijos tenderán a ser blandos y manipuladores.




Prevenir y curar


Al ser Haas experto en recomponer situaciones deterioradas en la  familia, es fácil que olvide cuánto mejor y más sencillo es prevenir que  curar. Y de ahí las limitaciones del libro. Se trata mucho de autoestima, de relación, de compensaciones, etc., y muy poco de  educar, de trasmitir valores. Se detallan las técnicas para establecer  una relación abierta y cordial con los hijos, pero sin que se sepa muy 
bien con qué objetivo. Más bien da la impresión, tan generalizada hoy  en día, de que se trata sólo de lograr una vida familiar con los menos  disgustos y frustraciones posibles. Sin más. También llama la atención  que no se mencione el papel del ejemplo en la educación, aunque se  trate al padre como un «proveedor de valores».



Y, en algunos casos, aspectos importantes resultan desvalorizados  en el análisis de Haas. Así, las páginas dedicadas a la formación  sexual están ancladas en un relativismo naturalista que puede resultar  hasta chocante: así, la recomendación de andar desnudos por la casa  si eso nos resulta «natural y cómodo», o la falta de valoración ética de  la masturbación.



El libro dedica dos capítulos a los efectos del divorcio en las  relaciones paternofiliales. Aquí también el terapeuta se olvida de lo  más básico. «Por el bien de los hijos -afirma-, los padres que se  separan tienen que cooperar». Lo paradójico es que se anime a los 
padres divorciados a sacrificarse por el bien de los hijos, coordinando  su actuación, apoyándose mutuamente, aguantándose, pero no se  haga la misma insistencia en el esfuerzo para evitar la ruptura.



Con la  aceptación cultural del divorcio como un fenómeno normal, parece  también normal que en este libro se analicen con extraordinario  detalle la situación posterior al divorcio (custodia, visitas, dineros,  etc.), pero no la anterior, aceptando sin más la catástrofe.




Educar la voluntad


Una sensación distinta nos dejan otros dos libros, que abordan las  mismas situaciones, pero con un enfoque radicalmente diferente.  Cómo educar a tus hijos y Cómo educar la voluntad (2), escritos  ambos por Fernando Corominas, son obras de lectura fácil y amena,  con abundantes casos prácticos, que trasmiten al lector la estimulante  responsabilidad de involucrarse de verdad en la educación de sus 
hijos.



De un modo optimista se hace ver que los hijos no «tocan» en algún  ignoto sorteo: si los padres ponen esfuerzo e interés, lo normal será que logren hijos bien educados, alegres, trabajadores y generosos.
 


Pero si por desidia se desentienden, si por falta de formación no  saben cómo educarlos, es posible que algún día acaben  preguntándose cómo ha sido posible que su angelito se haya  trasformado en ese ser egoísta, grosero y maleducado.



Fernando Corominas insiste en ideas muy sencillas y concretas,  pero extraordinariamente eficaces: no se trata de conseguir sin más  que nuestro hijo sea ordenado, sincero o estudioso, sino de lograr  que él quiera ser ordenado, sincero y trabajador. Y esto supone  educar la voluntad. Trasplantado al campo de los estudios, se trata de  que quieran estudiar, y de que sean constantes y ordenados. Si esto  se consigue, no habrá problemas con el saber: «si quieren estudiar y 
tienen hábitos de orden, constancia y responsabilidad, las buenas  notas serán una consecuencia y los títulos académicos otra». La  persona quiere por medio de la voluntad, que es educada  básicamente en el seno de la familia.



¿Y cómo se educa la voluntad? Con el ejemplo, y de un modo  personalizado y motivado, con premios y castigos que se  correspondan con lo que queremos premiar y castigar: «Premiar con  algo material -dinero o cosas- una buena acción, un buen  comportamiento, produce en el hijo deseo de ganar más dinero en vez 
de ganas de ser mejor». Y por medio de la educación temprana,  basada en el conocimiento de los denominados «períodos sensitivos»,  que en los primeros años de la vida de nuestros hijos les facultan 
para aprender de un modo fácil y atractivo: «En los ocho primeros  años se desarrolla el 90% del cerebro, y en esos años quedan  definidos los cimientos sobre los que crecerá la persona». Y también  la educación efectiva, que se apoya en la actitud positiva del  educando, la sinergia positiva, que potencia los resultados obtenidos: 



»No basta que los hijos sepan que deben ser ordenados: hace falta  que ordenen su cuarto, que lo ordenen bien y además que lo hagan  porque quieran hacerlo. Solamente así empezarán a mejorar como 
personas».




Llegar antes


Pero quizás las páginas más ilustrativas de estas dos obras sean  aquellas en las que el autor habla de la educación preventiva:  «Educar en futuro es adelantarse en el bien, es llegar antes con el  hábito bueno, es, en una palabra, prevenir. Es triste adquirir un mal  hábito por ignorancia, empezar a hacer el mal sin saberlo». Es  preferible llegar antes, aunque sea un año antes, que un día  después.



Antes de los diez años es fácil hablar con los hijos y ser escuchado;  a partir de los doce, si no se han creado los canales adecuados, si no  se ha establecido un clima de confianza y comunicación, es mucho 
más difícil. Si, por ejemplo, queremos que nuestros hijos sean  sinceros, y nos esforzamos por trasmitírselo en el momento adecuado,  lo lograremos con bastante facilidad. Pero si nos encontramos con un  hábito ya establecido de mentir, tendremos doble trabajo: desarraigar  el vicio y trasmitir el valor.



Las técnicas descritas no son muy distintas de las que 
recomendaba el Dr. Hass; pero el tono, el trasfondo y los objetivos  son muy diferentes. Apenas se nos habla de autoestima, de  relaciones gratificantes o de compensaciones adecuadas. Pero  mucho de optimismo, de educar en futuro, de formar personas con  capacidad para ser felices, libres y responsables.



Algo muy similar aparece en el pequeño volumen (3) que recoge los  trabajos del X Congreso Nacional de Orientación Familiar. Este  congreso, que reunió a orientadores familiares de toda España,  estuvo centrado en la Familia y la Educación Permanente. Los centros  de Orientación Familiar, diseminados por toda España desde hace ya  más de dos décadas, centran su esfuerzo en ayudar a los  matrimonios a descubrir el lado positivo y eficaz de sus  responsabilidades como esposos y educadores. Tras unos años en la  década de los ochenta de cierto declive, en parte por la lógica 
jubilación de sus primeros promotores, han vuelto a renacer con  renovados bríos en los últimos años, centrados sobre todo en  cuestiones de relaciones conyugales y educación temprana.




Primeros Pasos


Destaca en este sentido la ponencia de Javier Vidal Cuadras,  director del programa «Primeros Pasos». Este programa, dirigido a  padres con hijos entre cero y tres años, ha sido desarrollado hace  apenas cinco años por el FERT, el centro de Orientación Familiar de  Barcelona. Impartido ya, además del FERT, por otros centros de  Orientación Familiar, como por ejemplo ITEFA en el norte de España,  se ha demostrado muy eficaz para ayudar a miles de jóvenes  matrimonios a descubrir en los bebés grandes capacidades de  estímulos y afectos.



 

 

Los progresos de las investigaciones pedagógicas y neurológicas  han dejado ya suficientemente asentado que la etapa infantil es  extraordinariamente pródiga en recursos. Parece ya algo fuera de  discusión que cuanto más y mejor estimulación reciba el niño en sus 
primeros años, más rápida y más completa será su organización  neurológica y por tanto mayores serán sus capacidades.



El reto actual, que asumen el FERT, ITEFA y tantos otros, está en  llevar a los padres el convencimiento de que sólo en el ámbito familiar  esta educación es eficaz y respetuosa. Porque posiblemente la  prioridad de muchos padres no estriba en que sus hijos interpreten al  violín a Mozart a los cuatro años (lo que ya sucede en colegios en los  que se han desarrollado proyectos siguiendo estas tendencias), sino  en conseguir que sus hijos adquieran, ya desde estas edades  tempranas, aquellos hábitos y valores básicos que más adelante les  faciliten ser personas maduras, libres y responsables.




Notas bibliográficas


(1) Aaron Hass. El don de ser padre. El verdadero significado del  amor paterno. Javier Vergara Editor. Buenos Aires (1 995). 209 págs.  T.o. The Gift of Fatherhood.

(2) Ferñando Corominas. Cómo educar a tus hijos. Palabra. Madrid  (1 996). 5´ edición. 256 págs. Cómo educar la voluntad. Palabra.  Madrid (1993). 4´ edición. 248 págs.

(3) Familia y Educación Permanente. X Congreso Nacional de  Orientación Familiar. Asociación FERT. Barcelona (1997).





Meditación
 


EL PADRE BUENO Y EL BUEN PADRE



 

 

Padres buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo  que haya cosa más difícil que ser un buen padre. En cambio no es  difícil ser un padre bueno. Un corazón blando basta para ser un padre 
bueno; en cambio la voluntad más fuerte y la cabeza más clara son  todavía poco para ser un buen padre.



El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para  querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el  padre bueno sólo sabe decir que sí. El padre bueno hace del niño un pequeño dios que acaba en un pequeño demonio. El buen padre no  hace ídolos; vive la presencia del único Dios.



 

 

El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un  aeroplano con dos maderas viejas. El padre bueno amanteca la  voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.



El buen padre templa el carácter del hijo llevándolo por el camino  del deber y del trabajo.



Y así, el padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente  arrepentido, mientras el buen padre crece en años respetado,  querido, y a la larga, comprendido.

 

 

Nardo del 16 de Junio



¡Oh Sagrado Corazón, traicionado, enllagado, martirizado y destrozado!



 

 

Meditación: Oh Señor, casi no te reconozco, ¿por qué he sido tan cruel contigo, si eres El Cristo?.

Estás encarnizado, eres una llaga viva, te han flagelado…y te han vestido de rey de burlas, envuelto en un manto púrpura. Perdón, perdón Jesús porque yo te puse ahí.…estas desfigurado, tan sólo Tu hermosa y tierna Mirada apacigua la vergüenza de mi alma. Ojos tristes sí, ojos tristes de mi Jesús que ven lo que soy, lo que fui y todo lo que seré. Pero Tú, Señor, lo haces para darme, darme el perdón, darme Tu Amor y regalarme la Vida con Tu agonía.



Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Ofrezcamos un sacrificio al Señor haciendo algo que sea de Su agrado, pero que nos cueste, recordando que «tu mano derecha no debe saber lo que hace tu mano izquierda».



Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

 

 
Santa Julita y san Quirico: madre e hijo dieron su vida por la fe cristiana

El niño, al ver que torturaban a su madre, no tuvo miedo de confesar su fe. Entonces el gobernador romano rompió el cráneo al pequeño

 

 

Julita y Quirico eran madre viuda e hijo, de buena posición económica. Eran cristianos de la región de Licaonia (al sur de la Capadocia, en la actual Turquía).

En el año 303, con el emperador Diocleciano, se desató la persecución más sangrienta de la historia del Imperio Romano.

Julita decidió renunciar a sus posesiones y buscar un lugar más seguro para los dos. Emigraron al sur, concretamente a Tarso, ciudad situada junto al Mediterráneo.

En Tarso, madre e hijo fueron descubiertos y detenidos por el gobernador Domiciano.

Felices por llegar al cielo

Primero martirizaron a Julita atándola a una estaca y dándole azotes.  Quirico, mientras, era sujetado por el gobernador, pero comenzó a darle patadas y rasguños.

Al ver lo que hacían a su madre, manifestó su fe sabiendo que también iba a morir por ello.

El gobernador lo tiró al suelo con tal fuerza que le rompió el cráneo y el pequeño falleció en el acto.

Julita, en ese momento, dijo que se sentía feliz de ver que su hijo había llegado al cielo antes que ella. Siguió su martirio hasta que la mataron.

El reconocimiento de los cristianos

Los cadáveres de santa Julita y san Quirico fueron arrojados a una fosa común, pero unos cristianos los recogieron y les dieron sepultura.

Sus reliquias se conservaron en Antioquía y su devoción se extendió por Oriente.

A finales del siglo IV o comienzos del V, el obispo Amador de Auxerre trasladó sus reliquias de Antioquía a Marsella (Francia).

Los depositó en la iglesia de san Víctor. Pronto creció la devoción a estos santos también en Europa occidental.

La Iglesia católica celebra su fiesta el 16 de junio.

Santos patronos

San Quirico y santa Julita son venerados como abogados de los pobres, de los aserradores y de los niños.

Oración

“¡Oh santos mártires Quirico y Julita! 
Ya no os acordáis, según la palabra del Señor, de los padecimientos pasados. 
El sacrificio de madre e hijo, comenzando en una confesión dolorosa, 
es hoy un sacrificio de alegría y alabanza. 
Porque vuestro sacrificio común se continúa en el cielo: 
es la base de las relaciones tan poderosas y tan dulces en las cuales Dios se complace; 
es la fuente de bendiciones que el Señor gusta derramar por vuestra intercesión sobre la tierra. 
Haced que cuanto antes amanezca el día del retorno a la verdadera luz en el Oriente, 
que os dio la vida y que regasteis con vuestra sangre preciosa. 
Bendecid a Occidente, en el cual tantas iglesias celebran hoy vuestra fiesta.

Conserva la fe de las madres, oh Julita; 
eleva su cristianismo a la altura de las enseñanzas contenidas en tus gloriosos combates. Ante la tiranía que se apodera de la educación para perder el alma de los pobres niños, 
deben imitar todos a san Quirico. (…) 
Con tu madre, desarrolla más y más en los hijos de la Iglesia, 
este sentimiento de la santa libertad que les fue otorgada en el bautismo: 
ella es quien, sumisa a todos los poderes que vienen de Dios, 
triunfó [por encima] de los Césares. 
De su noble independencia ante los abusos que la autoridad comete, 
depende aún hoy la salvación de la sociedad.”