• John 12:1-11

 Amigos, en el Evangelio de hoy María de Betania unge los pies de Jesús con aceite perfumado, como preparándolo para el entierro.

Este gesto —usar algo tan costoso como un frasco de perfume completo— es criticado por Judas, quien se queja que, al menos, se habría podido vender el aceite y el dinero haber sido entregado a los pobres.

¿Por qué Juan usa esta historia como prefacio en su narración de la Pasión? ¿Por qué permitir que el olor de este perfume usado por la mujer flote, por así decirlo, a lo largo de toda la historia? Creo que es porque este gesto extravagante muestra el significado de lo que Jesús está a punto de hacer: una entrega radical de Sí mismo.

No hay nada calculador, cuidadoso o conservador en el actuar de la mujer. Fluyendo desde el lugar más profundo del corazón, la religión se resiste a las restricciones establecidas por una meticulosa razón moralizante (aquella que exhiben a pleno los que se quejan sobre la extravagancia de la mujer). En el momento culminante de su vida, Jesús se entregará generosa, total, e ilógicamente, y es por ello que el hermoso gesto de María es una especie de obertura a la ópera que vendrá a continuación.

Pero hoy me gustaría detenerme en una palabra de Jesús. Seis días antes de Pascua —estamos a las puertas de la Pasión— María hace este gesto de contemplación: Marta servía (…) y María abre la puerta a la contemplación. Y Judas piensa en el dinero y piensa en los pobres, pero “no porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella” (Jn 12,6). Esta historia del administrador infiel es siempre actual, siempre los hay, incluso a alto nivel: pensemos en algunas organizaciones caritativas o humanitarias que tienen tantos empleados, tantos, que tienen una estructura muy rica en personas y al final el cuarenta por ciento llega a los pobres, porque el sesenta por ciento es para pagar el sueldo a tanta gente. Es una forma de quitarles el dinero a los pobres. Pero la respuesta es Jesús. Y aquí quiero detenerme: “Porque pobres siempre tendréis con vosotros” (Jn 12,8). Es una verdad: “pobres siempre tendréis con vosotros”. Los pobres existen. Hay muchos: están los pobres que vemos, pero esta es la parte más pequeña; la gran cantidad de pobres son los que no vemos: los pobres escondidos. La primera pregunta que nos hará Jesús es: “¿Cómo te ha ido con los pobres? ¿Les has dado de comer? Cuando estaba en prisión, ¿lo has visitado? En el hospital, ¿lo fuiste a ver? ¿Ayudaste a la viuda, al huérfano? Porque yo estaba allí”. Y por eso seremos juzgados.  

(Homilía Santa Marta, 6 de abril de 2020)

Lucia Filippini, Santa

Fundadora, 25 de marzo

Fuente: misa_tridentina.t35.com

Martirologio Romano: En el Montefiascone, en la Toscana, santa Lucía Filippini, fundadora del Instituto de Maestras Pías, para promover la enseñanza cristiana de jóvenes y mujeres, especialmente las carentes de recursos († 1732).

Etimológicamente: Lucía = Aquella que lleva la luz, es de origen latino.

Fecha de canonización: 22 de junio de 1930 por el Papa Pío XI.

Breve Biografía

El Instituto de “Maestre Pie” no es tan conocido fuera de Italia como merece serlo. Pero en una época en la que todavía no se pensaba en la educación obligatoria, obró maravillas tanto en el mejoramiento religioso como en el social de las mujeres de su país.

Aunque Santa Lucía no fue la verdadera fundadora de esta notable organización, fue quizás la más celosa, la de mayor influencia y la más santa entre todas sus primeras propulsoras.

Nacida un 13 de Enero de 1672, en Tarquinia, en Toscana, distante aproximadamente nueve kilómetros de Roma, quedó huérfana a temprana edad. Siendo aún joven, la seriedad de sus intenciones, su gran piedad y sus notables cualidades llegaron a oídos del obispo de la diócesis, cardenal Marcantonio Barbarigo, quien la persuadió a ir a Montefiascone para trabajar en un instituto educacional para el entrenamiento de maestros, que él había fundado y puesto bajo la dirección de religiosas.

Lucía se dedicó en cuerpo y alma al trabajo, donde tuvo contacto con la Beata Venerini, a quien por ser la más eficaz y dedicada organizadora de un instituto similar en Viterbo, el cardenal había llamado a Montefiascone para que contribuyera con su experiencia al bien de su fundación.

Ningún alumno pudo haber mostrado más aptitudes que Santa Lucía. Su modestia, su caridad y su profunda convicción del valor de las cosas espirituales, aunados a su decisión y su práctico sentido común, se ganaron todos los corazones.

La obra prosperó asombrosamente. Nuevas escuelas para niños y centros educacionales se multiplicaron en todas direcciones y, en 1707, por deseo expreso del Papa Clemente XI, ella fue a Roma a fundar allí la primera escuela de “Maestre Pie” en la calle de Chiavi d´Oro.

Lucía pudo permanecer en la ciudad tan sólo un poco más de seis meses, ya que sus obligaciones la llamaban a otras partes, pero los niños acudían en multitudes que excedían, con mucho, el cupo destinado para ellos; a Lucía antes de partir, se le llegó a conocer en casi todo el distrito, como la Maestra Santa.

Como Rosa Venerini, tenía el don de la palabra fácil y convincente. Sin embargo, su fortaleza no igualaba el esfuerzo con que se dedicaba al trabajo. Enfermó gravemente en 1726 y, a pesar de la atención médica que se le dio en Roma, nunca pudo recuperar del todo su salud.

Murió con la más santa de las muertes, el 25 de marzo de 1732, día que ella misma había predicho.

Anunciación: El discreto momento en que Dios se hizo hombre

Fra Angelico

9 meses antes de la Navidad, los católicos celebran la gran fiesta de la Encarnación

Hoy celebramos una de las fiestas más importantes de la Iglesia católica: la Anunciación.

El ángel Gabriel, según relata el Evangelio de san Lucas, fue enviado a la ciudad de Nazaret (en Galilea, Israel), y anunció a la Virgen María que iba a ser la Madre de Dios:

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (…). No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.”

La respuesta de la Virgen fue un “sí” que ha marcado la Historia:

“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”

Dios había previsto desde toda la eternidad que nuestra Salvación se haría gracias a la encarnación del Verbo en las entrañas purísimas de la Virgen por obra del Espíritu Santo. De ahí que María tenga un papel tan relevante en la Iglesia.

La Anunciación del Señor se celebra el 25 de marzo, nueve meses antes del Nacimiento de Jesús en Navidad (el 25 de diciembre).

Oración

Dios te salve, María,

llena eres de gracia;

el Señor es contigo.

Bendita Tú eres

entre todas las mujeres

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,

ruega por nosotros, pecadores,

ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.