El Señor en el evangelio nos acaba de decir que todo el que por su nombre haya dejado todo lo que tenía, recibirá unos dones más valiosos y poseerá la vida eterna. Hoy, hermanos y hermanas queridos, vemos cómo esto se ha hecho realidad para san Benito, nuestro padre en la vida monástica y copatrón de Europa. Le contemplamos participando plenamente de la victoria pascual de Jesucristo después de haberlo dejado todo y de haberse ido identificando cada día más con él. San Benito experimentó como en la vida de cada día, tanto en los momentos gozosos como en los tristes, si se procura seguir el camino del evangelio, “se ensancha el corazón y se corre por la vía de los mandamientos de Dios en la inefable dulzura del amor” (RB Pról. 49).
Sí. San Benito vivió la novedad de vida que nos viene del bautismo; vivió la libertad de los hijos de Dios. Por eso, las palabras del apóstol que hemos escuchado en la segunda lectura. La liturgia las aplica a san Benito porque es lo que procuró vivir en sí mismo y enseñar a sus discípulos.
San Pablo nos ha hablado de tener los sentimientos que proceden a escogidos de Dios. Y, ¿cuáles son esos sentimientos? O, aún antes otra pregunta: ¿qué significa aquí la palabra sentimientos? No se trata de un estado de ánimo, de una sensación emotiva, sino de algo más profundo. Se trata de una disposición interior que se traduce fuera con unas actitudes concretas, con una determinada forma de ser y de actuar.
¿Cuáles son los sentimientos que proceden a los escogidos de Dios? San Pablo les ha ido mencionando. Son los que derivan de saberse gratuitamente perdonado, amado, santificado, por Dios. Cuando uno toma conciencia de todo lo que Dios le ha concedido y es consciente también de su migración personal, brota de su interior el sentimiento de humildad, de saberse pequeño, poca cosa, sin ningún mérito propio y, sin embargo, saberse profundamente amado por Dios. Y de ahí, brota la paciencia, hacia uno mismo y para con los demás; brota la serenidad; que permite mirar la propia historia, los acontecimientos de cada día y la relación con los demás desde la certeza del amor de Dios que se hace presente. Porque la paciencia evangélica que no es otra cosa que un don del Espíritu que concede perseverar en el camino cristiano por amor a pesar de las contradicciones interiores o exteriores. San Benito lo vivió en un tiempo, en el s. VI, que tanto a nivel social, como cultural y de valores morales estaba sacudido por una fuerte crisis. Y lo vivió, según se desprende de su Regla en una comunidad de hermanos que no tenía mucho de ideal. Y, en cambio, su escrito exuda la certeza del amor de Dios que perdona, la humildad, la paciencia, la paz, la confianza en la capacidad de evolucionar positivamente de la persona.
Los sentimientos que proceden a los escogidos de Dios, no se quedan en el ámbito cerrado de uno mismo. Se abren a los demás. Si uno es consciente de todo lo que Dios le perdona cada día, busca perdonar a los demás, de “soportarlos” como decía san Pablo, es decir, de sostenerlos en su debilidad física, moral o psíquica. La conciencia de la manera amorosa como Dios nos trata lleva, además, a buscar perseverar en mantener el diálogo, buscar perdonar todo lo que pudiéramos tener contra otro.
Los sentimientos que proceden a los escogidos de Dios se centran en el amor, ese amor fraterno que es reproducción del de Jesucristo y por eso todo lo ata y perfecciona. Aquel amor que da y gasta la vida por el bien de los demás; ese amor que lleva a compartirlo todo, a instruirse mutuamente, a alentarse y mejorarse unos a otros, a compartir la fe y la vivencia espiritual. A acoger juntos la Palabra de Cristo, a vivir juntos la oración que el Espíritu suscita en la Iglesia y en el corazón de cada uno.
Ésta fue la tónica de vida de san Benito, tanto en su experiencia interior como en su vida fraterna con los hermanos. Y ésta fue la tónica que inculcó a sus discípulos. Para quienes estamos un poco familiarizados con su Regla, muchas de las palabras del apóstol que hemos escuchado nos habrán traído a la memoria varios fragmentos del texto benedictino, y de una forma muy particular su capítulo sobre “el buen celo ”, que puede considerarse verdaderamente como el testamento espiritual de san Benito (RB 72), como lo que él en su vejez consideraba más fundamental porque era la síntesis de toda su vivencia del Evangelio.
Pero, evidentemente, las enseñanzas del apóstol san Pablo, que hemos leído, no fueron escritas pensando concretamente en los monjes. Sus destinatarios son todos los bautizados en su vida íntima y en su vida fraterna, comunitaria, eclesial, social. Todos debemos procurar traducirlos en la práctica. Nuestras vidas y el clima de nuestras comunidades o de las distintas entidades eclesiales cambiarían radicalmente y fuimos más testigos de la novedad de vida que Jesucristo nos trae. Suscitaríamos más entusiasmo por el Evangelio.
Las enseñanzas de san Benito han dejado de ser patrimonio exclusivo.
Luisa de Marillac, Santa
Patrona de la Asistencia Social, 15 de marzo
Fundadora, con San Vicente de Paúl, de la Hijas de la Caridad.
Martirologio Romano: En París, en Francia, santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).
Fecha de canonización: 11 de marzo de 1934 por el Papa Pío XI
Etimológicamente: Luisa = Aquella que es famoso en la guerra, es de origen germánico.
Nació en París en 1591, Hija de Louis de Marillac, señor de Ferrieres. Perdió a su madre desde temprana edad, pero tuvo una buena educación, gracias, en parte, a los monjes de Poissy, a cuyos cuidados fue confiada por un tiempo, y en parte, a la instrucción personal de su propio padre, que murió cuando ella tenía poco más de quince años. Luisa había deseado hacerse hermana capuchina, pero el que entonces era su confesor, capuchino él mismo, la disuadió de ello a causa de su endeble salud. Finalmente se le encontró un esposo digno: Antonio Le Gras, hombre que parecía destinado a una distinguida carrera y que ella aceptó. Tuvieron un hijo. En el período en que Antonio estuvo gravemente enfermo, ella lo cuidó con esmero y completa dedicación.. Desgraciadamente, Luisa sucumbió a la tentación de considerar esta enfermedad como un castigo por no haber mostrado su agradecimiento a Dios, que la colmaba de bendiciones, y estas angustias de conciencia fueron motivos de largos períodos de dudas y aridez espiritual. Tuvo, sin embargo, la buena fortuna de conocer a San Francisco de Sales, quien pasó algunos meses en París, durante el año 1619. De él recibió la dirección más sabia y comprensiva. Pero París no era el lugar del santo.
Un poco antes de la muerte de su esposo, Luisa hizo voto de no contraer matrimonio de nuevo y dedicarse totalmente al servicio de Dios. Después, tuvo una extraña visión espiritual en la que sintió disipadas sus dudas y comprendió que había sido escogida para llevar a cabo una gran obra en el futuro, bajo la guía de un director a quien ella no conocía aun. Antonio Le Gras murió en 1625. Pero ya para entonces Luisa había conocido a «Monsieur Vicente», quien mostró al principio cierta renuncia en ser su confesor, pero al fin consintió. San Vicente en aquel tiempo estaba organizando sus «Conferencias de Caridad», con el objeto de remediar la espantosa miseria que existía entre la gente del campo, para ello necesitaba una buena organización y un gran numero de cooperadores. La supervisión y la dirección de alguien que infundiera absoluto respeto y que tuviera, a la vez, el tacto suficiente para ganarse los corazones y mostrarles el buen camino con su ejemplo.
A medida que fue conociendo más profundamente a «Mademoiselle Le Gras», San Vicente descubrió que tenía a la mano el preciso instrumento que necesitaba. Era una mujer decidida y valiente, dotada de clara inteligencia y una maravillosa constancia, a pesar de la debilidad de salud y, quizás lo más importante de todo, tenía la virtud de olvidarse completamente de si misma por el bien de los demás. Tan pronto como San Vicente le habló de sus propósitos, Luisa comprendió que se trataba de una obra para la gloria de Dios. Quizás nunca existió una obra religiosa tan grande o tan firme, llevada a cabo con menos sensacionalismo, que la fundación de la sociedad, que fue conocida como «Hijas de la Caridad» y que se ha ganado el respeto de los hombres de la más diversas creencias en todas partes del mundo. Solamente después de cinco años de trato personal con Mlle. Le Gras, Monsieur Vicente, que siempre tenía paciencia para esperar la oportunidad enviada por Dios, mandó a esta dama devota, en mayo de 1629, a hacer lo que podríamos llamar una visita a «La Caridad» de Montmirail. Esta fue la precursora de muchas misiones similares y, a pesar de la mala salud de la señorita, tomada muy en cuenta por San Vicente, ella no retrocedió ante las molestias y sacrificios.
En 1633, fue necesario establecer una especie de centro de entrenamiento o noviciado, en la calle que entonces se conocía como Fosses-Saint-Victor. Ahí estaba la vieja casona que Le Gras había alquilado para sí misma después de la muerte de su esposo, donde dio hospitalidad a las primeras candidatas que fueron aceptadas para el servicio de los pobres y enfermos; cuatro sencillas personas cuyos verdaderos nombres quedaron en el anonimato. Estas, con Luisa como directora, formaron el grano de mostaza que ha crecido hasta convertirse en la organización mundialmente conocida como Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Su expansión fue rápida. Pronto se hizo evidente que convendría tener alguna regla de vida y alguna garantía de estabilidad. Desde hacía tiempo, Luisa había querido ligarse a este servicio con voto, pero San Vicente, siempre prudente y en espera de una clara manifestación de la voluntad de Dios, había contenido su ardor. Pero en 1634, el deseo de la santa se cumplió. San Vicente tenía completa confianza en su hija espiritual y fue ella misma la que redactó una especie de regla de vida que deberían seguir los miembros de la asociación. La sustancia de este documento forma la médula de la observancia religiosa de las Hermanas de la Caridad Aunque éste fue un gran paso hacia adelante, el reconocimiento de las Hermanas de la Caridad como un instituto de monjas, estaba todavía lejos.
En la actualidad, la blanca cofia y el hábito azul al que sus hijas han permanecido fieles durante cerca de 300 años, llaman inmediatamente la atención en cualquier muchedumbre. Este hábito es tan sólo la copia de los trajes que antaño usaban las campesinas. San Vicente, enemigo de toda pretensión, se opuso a que sus hijas reclamaran siquiera una distinción en sus vestidos para imponer ese respeto que provoca el hábito religioso. No fue sino hasta 1642, cuando permitió a cuatro miembros de su institución hacer votos anuales de pobreza, castidad y obediencia y, solamente 13 años después, obtuvo en Roma la formal aprobación del instituto y colocó a las hermanas definitivamente bajo la dirección de la propia congregación de San Vicente. Mientras tanto, las buenas obras de las hijas de la caridad se habían multiplicado aceleradamente. En el desarrollo de todas estas obras, Mlle. Le Gras soportaba la parte más pesada de la carga. Había dado un maravilloso ejemplo en Angers, al hacerse cargo de un hospital terriblemente descuidado. El esfuerzo había sido tan grande, que a pesar de la ayuda enorme que le prestaron sus colaboradores, sufrió una severa postración que fue diagnosticada erróneamente, como un caso de fiebre infecciosa. En París había cuidado con esmero a los afectados durante una epidemia y, a pesar de su delicada constitución, había soportado la prueba. Los frecuentes viajes, impuestos por sus obligaciones, habrían puesto a prueba la resistencia de un ser más robusto; pero ella estaba siempre a la mano cuando se la requería, llena de entusiasmo y creando a su alrededor una atmósfera de gozo y de paz. Como sabemos por sus cartas a San Vicente y a otros, solamente dos cosas le preocupaban: una era el respeto y veneración con que se le acogía en sus visitas; la otra era la ansiedad por el bienestar espiritual de su hijo Miguel.
En el año de 1660, San Vicente contaba ochenta años y estaba ya muy débil. La santa habría dado cualquier cosa por ver una vez más a su amado padre, pero este consuelo le fue negado. Sin embargo, su alma estaba en paz; el trabajo de su vida había sido maravillosamente bendecido y ella se sacrificó sin queja alguna, diciendo a las que la rodeaban que era feliz de poder ofrecer a Dios esta última privación. La preocupación de sus últimos días fue la de siempre, como lo dijo a sus abatidas hermanas: «Sed empeñosas en el servicio de los pobres… amad a los pobres, honradlos, hijas mías, y honraréis al mismo Cristo».
Santa Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660; y San Vicente la siguió al cielo tan sólo seis meses después. Fue canonizada en 1934.
¡Oh gloriosa santa Luisa de Marillac!
esposa fiel, madre modelo.
formadora de catequistas,
maestras y enfermeras,
ven en nuestra ayuda y alcanza del Señor:
socorro a los pobres,
alivio a los enfermos,
protección a los desamparados,
caridad a los ricos,
conversión a los pecadores,
vitalidad a nuestra Iglesia,
y paz a nuestro pueblo.
Cuida nuestro hogar y cuanto hay en él.
Amén.
Una mirada al amado con ojos de fe
Santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12. Martes II de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, purifica mi mente y mi corazón para que cada uno de mis pensamientos, cada uno de mis actos, y cada palabra que diga, sean sólo para honra y gloria tuya.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame “maestros”.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Somos buscadores por naturaleza, y ante esto nos planteamos ciertas preguntas para encontrar aquello que buscamos. Pero ¿nos hacemos las preguntas correctas? Alguna vez nos hemos preguntado, ¿por qué hacemos las cosas día a día? ¿Qué nos mueve a actuar? ¿Qué buscamos tras cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras? ¿Acaso es dar gloria a Dios? ¿Es la llamada felicidad verdadera? O por el contrario, ¿es el tratar de agradar a los hombres, el querer ser reconocido ante los demás? ¿Pierdo mi coherencia de vida por actuar según los criterios del mundo? ¿Qué tanto vivo mi fe por amor a Dios?
Quizá sea que detrás de mucho de lo que hacemos, pensamos o decimos no se encuentra la verdadera intención que debe de brotar como agua en la fuente de nuestro corazón. Esa fuente de la cual debe de brotar como agua el amor, la compasión, la misericordia, la coherencia de vida, la verdad, el evangelio, el testimonio de un verdadero seguidor de Cristo. Jesús nos enseña que, precisamente, esta agua muchas veces debe de brotar sin ser vista o sin ser recompensada, pues es hermoso actuar y vivir de cara a Dios, pues Él es el único que puede dar paz a nuestro corazón.
Una paz que se encuentra en la vivencia de mi fe, solamente por amor a Aquel que me ha creado, que me acompaña y que cuida cada uno de mis pasos, procurando siempre mostrarme la felicidad y, más aún, el camino que he de seguir para poder pensar, actuar y hablar según su santa voluntad.
No temamos el preguntarnos miles de cosas; no temamos vivir de cara a Dios o de actuar de una manera coherente ya que, en esta vivencia, es en donde encontraremos la verdadera paz, la libertad y el amor.
«Decía san Francisco a sus hermanos: Predicad siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras. No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tantos maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo». (Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Me esforzaré por vivir coherentemente como un fiel seguidor de Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La coherencia heroica del cristiano
¿Hasta qué punto vale la pena ser fieles a Cristo cuando luego uno puede quedar abandonado a su suerte, como un soñador derrotado?
Hay ocasiones en las que ser fiel al Evangelio implica el riesgo de un fracaso en la familia, en el trabajo, en la vida social. ¿Qué hacer, entonces?
La pregunta se presenta continuamente en los corazones de muchos católicos. Un empresario sabe que tiene que pagar buenos salarios, pero que así puede perder la competividad y llegar a la quiebra. Un esposo o una esposa sabe que no debe usar anticonceptivos, pero la otra parte le amenaza con la expulsión del hogar o con el divorcio. Un farmacéutico sabe que no debe vender pastillas que implican un uso contrario a la moral católica, pero si no las vende quedará aislado en el mercado y terminará por cerrar la farmacia.
Un distribuidor de libros sabe que no es correcto favorecer la venta de libros contrarios a la doctrina católica, pero si actúa así se arriesga al fracaso.
Las situaciones son infinitas. En el fondo de las mismas se esconde la pregunta inicial: ¿qué hacer, cómo actuar? ¿Hasta qué punto vale la pena ser fieles a Cristo cuando luego uno puede quedar abandonado a su suerte, como un soñador derrotado?
Plantear así la cuestión implica un error de perspectivas. Porque con este tipo de preguntas parece que la alternativa está entre ser fieles a Cristo y ser prácticos y realistas. En otras palabras, Cristo queda puesto como un obstáculo a la «realización personal», porque uno llega a pensar que lo que Cristo pide sería «peligroso»: seguirle implica dar un salto en el vacío que puede llevar al fracaso.
En realidad, quien conoce de verdad a Cristo, quien sabe lo que Él ha hecho por uno mismo y por todos los hombres, quien aprecia el cielo como la meta auténtica de toda existencia humana, quien siente en su corazón el abrazo de la misericordia, quien vive a fondo la fe y la esperanza, no puede tener miedo.
Cristo es, para el que cree en serio, lo más importante. Más importante que su puesto de trabajo, que su vida matrimonial, que sus seguridades humanas, que su dinero, que su salud.
Es fácil decirlo y parece muy difícil vivir de esta manera. Pero quien ama de veras, y amamos de veras cuando nos sentimos muy amados por un Dios bueno, es capaz de eso y de mucho más.
Los mártires son, en ese sentido, un ejemplo luminoso: están dispuestos a perder la propia vida en manos de perseguidores asesinos antes que renunciar a Cristo. Han vivido la coherencia heroica del cristiano.
La vida de tantos mártires, hombres y mujeres, sirve de luz para la vida de todo bautizado. Su testimonio es la consecuencia de quien sabe lo que podemos leer en uno de los textos más hermosos de quien lo dejó todo por Cristo, Pablo de Tarso:
«¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Como dice la Escritura: ´Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero´. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rm 8,35-39).
Después de dos mil años, podemos decir, desde una experiencia que salva, que ni los impuestos, ni las amenazas, ni el paro, ni las ideas dominantes son suficientes para hacer que nos apartemos de quien nos ha dado su Cuerpo y su Sangre para salvarnos, de quien nos invitó a ser, para siempre, sus amigos.
Una buena oración de sanación para cuaresma
Si aún no encuentras qué sacrificio de cuaresma puedes ofrecer a Jesucristo, tal vez te interese esta idea…
Ayer me dijo una persona: «No se me ocurre ninguna buena idea para mi sacrificio de cuaresma. ¿Me sugiere algo que usted crea que le agrade a Jesucristo?»
A los sacrificios de cuaresma se les da con frecuencia un enfoque negativo: cosas a las que hay que renunciar. Personalmente prefiero el enfoque positivo: vencer el mal con el bien (Rm 12,21), hacer el bien.
Abstinencia, ayuno, abnegación, renuncia, son palabras que se ponen de moda en cuaresma. Renunciar a cosas agradables es difícil, supone sacrificio. También supone sacrificio ser generoso, salir de sí mismo y pensar en el bien del otro antes que en el propio.
Cuando Jesucristo tenía la cruz delante dijo que él daba su vida voluntariamente: «Nadie me la quita, yo la doy por mí mismo.» (Jn 10,18a) Fue un acto de generosidad. El sacrificio de Jesucristo fue poner amor y poner el mayor amor posible.
Si aún no encuentras qué sacrificio de cuaresma puedes ofrecer a Jesucristo, tal vez te interese esta idea: Orar por tus enemigos y por aquellas personas que te han hecho sufrir o te resultan pesadas.
«La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro.
No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos», nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 2647.
¿Y por qué lo propongo como sacrificio de cuaresma? Porque cambiar la herida en compasión y purificar la memoria transformando la ofensa en intercesión (cfr. Catecismo 2843) es un camino de conversión.
Es también oración de sanación, porque una oración así sana las heridas del corazón, purifica el rencor, prepara al perdón, ensancha el corazón.
«Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca «no su propio interés sino el de los demás» (Flp 2,4), hasta rogar por los que le hacen mal». (Catecismo 2635)
Lo más difícil de este sacrificio es hacer la oración con un corazón que ha conocido la conversión. Cuando hagamos oración por las personas que nos resulten pesadas o nos hayan hecho daño, hay que hacerlo poniendo buenos sentimientos. No es un: «Te suplico, Señor, que esta persona se muera cuanto antes, pues no la soporto», sino de verdad poner amor, como Jesús: «El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen» (Hb 5,7-9).
¿A quién se le ocurre orar por los enemigos, por las personas insoportables, por quienes no nos perdonan, por aquellos que nos han herido, por quienes nos ofenden y hacen daño, por los seres queridos que nos hacen sufrir? A un buen cristiano.
Poner amor como un acto generoso y gratuito es un modo de construir la civilización del amor. La civilización del amor también se construye orando por aquellos a quienes hemos hecho sufrir y por quienes nos han hecho sufrir. Como dice la canción: Si amo la flor, amo también sus espinas. Sólo el amor nos hace grandes, sólo el amor hace ver que es precisamente lo que duele lo que hace al hombre amable entre los seres.
Te propongo que al terminar de leer este artículo pienses en alguien que te cueste tratar, o en alguna persona que te haya hecho daño, o en alguien que se dedique a ofenderte, y que reces por él. Y puedes rezar también por aquellos que sienten lo mismo respecto a ti. Hacerlo todos los días de cuaresma sería lo mejor.
6. Guadalupe
Soltera para siempre
Por: P. Horacio Bojorge S.J. | Fuente: Clínica del Buen Amor
6.- GUADALUPE
SOLTERA PARA SIEMPRE
“…mi vida va a seguir siendo de este modo,
y tengo que aceptar este estado de soltera para siempre.
Hasta hace unos días me negaba a reconocerlo,
pero ahora lo estoy aceptando.
Tengo que pedir mucho a Dios y a la Mater
para que me dé la santa paciencia y alegría.
Siento que por mí misma no lo voy a lograr,
que es una gracia
y tengo que rogar para recibirla…”
1. Estimado Padre:
Muchas gracias por su pronta y consoladora respuesta.
La convicción mía (quizás ilusa) de que él era mi futuro esposo me vino en el mismo momento de escuchar en mi interior esas misteriosas palabras “sí, él, pero no para ahora”. Lo comprendí todo de inmediato y sentí un estremecimiento en el alma. La tranquilidad todavía me dura, pero la Eva que hay dentro de mí, que quiere que todo suceda ya y se impacienta, me quita la paz. Creo que el Señor me quiere purificar en el abandono a su santa voluntad. Sí, leí su libro y él también.
En su libro usted caracteriza a la mujer como la divina providencia y como una diosa que no es diosa pero todo lo quiere controlar como si lo fuese. Yo soy tal cual. Dios me está dando una gran lección con esto, tengo que dejar de preocuparme del futuro, y vivir con amor el presente. Por haber querido controlar o disponer todo en mi vida la ha afeado y he olvidado que el que hace bellas todas las cosas en Cristo.
Unos de los reclamos de él es que él necesita que lleguen al interior de su alma conocerlo profundamente. A mí esto me causa confusión porque creo conocerlo, y nuestras charla son profundas. Por momento me da un poco de miedo ir más allá, o puede ser que no me he dado cuenta de cómo hacerlo. Él tampoco me da muchas pistas y he creído que como nuestras charlas son tan profundas… Yo le dije un día, no somos adivinas y si bien nos damos cuenta de las cosas, hay otras que se nos escapan. Él está pasando por un momento de prueba y de cambios.
Desde hace tiempo siento en mi interior que hay un velo, como usted dice, que no le deja verme, como si el amor que él busca fuera desde la carne, y a la vez siento lo mismo con respecto de mí. Espero que el Señor no purifique a los dos en este amor para poder ser dignos de los que Él quiera encomendarnos a los dos.
Quiero ser paciente y esperar. Gracias padre por aclararme esta duda, no sabe lo feliz que me hace. Seguro que lo voy a tener al tanto y le seguiré consultando dudas.
Me acojo a su bendición y que el Señor haga su obra. Guadalupe
Mi respuesta
Querida Guadalupe:
Es bueno que te des cuenta de la lucha interior por la que quieres esperar pero no puedes esperar y quisiera que se diera todo ¡ya!, según tu voluntad.
El alma de un varón, comparada con la de una mujer, es super simple. Por eso, no es raro que el varón se sienta algo amedrentado ante el abismo y la profundidad femenina, y prefiera que lo miren a él, por miedo a asomarse a ella. Quedarse un poco afincado en una condición de niño que reclama que mamá lo atienda.
Quizás lo que él tenga que superar, sea precisamente ese ego-centrismo, por el cual quiere que la amiga se ocupe de él, y él aún no se anima a asomarse al alma de la amiga, ni ponerle el oído. Quizás, el velo para verte, pueda ser un velo de temor. Que no le deja verte, porque tiene miedo de verte.
La superioridad anímica de la mujer, a veces, amedrenta al varón, que entonces, busca una mujer de apariencia más sencilla, más elemental, que no lo haga sentirse amenazado por la superioridad espiritual de la futura esposa. Quiere poder dominar, por miedo a ser superado y dominado. Quiere poder entrar en la torre, sin encontrarse con la princesa.
Por eso, con la amiga que él reconoce superior, se anima a «coquetear» a desafiarla a que lo interpretes. ¡Tú a él! cuando debería ser él, quien fuese capaz de entenderte e interpretarte. Reclama que hagas tú lo que tendría que animarse a hacer él contigo, pero aventuro a pensar que no se anima por verte demasiado superior. Por eso te pide a ti que lo hagas con él. Y en eso manifiesta su evaluación interior de su propia inferioridad y la superioridad tuya.
La mujer no se da cuenta a veces de cuánto puede ella, con su naturaleza, amedrentar al varón; de cuán superior puede verla él, y de cuánto le cuesta vencer sus timideces con ella en el trato.
Por eso, quizás, él preferiría casarse con una mujer menos superior, menos espiritual, que pudiera amar «desde la carne». Que fuera más madre y menos esposa. En ese terreno piensa que sin ser más, puede dirigirla poniéndola a satisfacer sus reclamos.
Se engaña.
Quizás sea algo así lo que vela ante ti los ojos de ese chico, que teme menos a la mujer según la carne, que a la mujer según el espíritu. Ésta le parece demasiado superior. Está bien de amiga, en una relación recíprocamente no comprometida, que se pueda tomar o dejar, pero bajo cuyo yugo no se pone el cuello para que lo aten… ni siquiera para tirar juntos del mismo yugo. ¿Quizás teme que ella saldría corriendo y llevándolo de arrastro, poniendo de manifiesto la propia debilidad que tanto humilla al varón y teme tomar ante los ojos? Intuyo que por ahí que vaya, la veta, aún carnal, de ese chico.
Que el Señor te ilumine para que desde esta amistad, que apunta a la matrimonial (que ya es matrimonial antes del matrimonio, porque a él está destinada) y que recibirá la asistencia de la gracia, lo ayudes a que él te vaya perdiendo el miedo y a dejar de vivir a la defensiva contigo; a no seguir prefiriendo encontrar una mujer subordinable a sus reclamos. A no temer tanto a la que teme que podrá dominarlo… o que podrá ser demasiado superior, demasiado exigente en la relación matrimonial, para lo bajo que, en el fondo, siente de sí mismo. Hay una jactancia, una autosuficiencia, una soberbia propia del varón que oculta el miedo ante la mujer.
Ante ella se siente amedrentado y amenazado por la «devoración» de que teme lo haga objeto. No olvides que la primera mujer con que trata un varón es ¡su madre! ¡La diosa madre, pero la omniprovidente!
Mientras la niña se rebela más fácilmente contra su madre y se aparta y separa de ella, el varón tiende a quedar bajo la impresión de la sobrehumanidad omniprotectora y omniprovidente de la figura materna. Por un lado preferiría casarse con una mujer tipo «hermana» antes que con una superior tipo «mamá», una supermadura… Por otro lado quisiera encontrar en la esposa la solicitud y la servicialidad de su mamá, pero sin la sujeción sometedora.
Quiero referirme todavía a otro punto de tu mail donde hablando de ti misma dices:
«Desde hace tiempo siento en mi interior que hay un velo, como usted dice, que no le deja verme, como si el amor que él busca fuera desde la carne, y a la vez siento lo mismo con respecto de mi. Espero que el Señor no purifique a los dos en este amor»
Quiero referirme especialmente al «siento lo mismo con respecto de mí». «Lo mismo» en que el amor «sea desde la carne». Para el varón el «desde la carne» significa desde la posesividad física sin respectiva posesión espiritual por parte de la esposa. Para la esposa, «desde la carne» significa en realidad, desde el alma, desde el deseo de ser amada y de poseer afectivamente al que la ama. Ser la única para él.
Creo que superar este «desde la carne» en la mujer debe pasar por sanarse de la posesividad afectiva y dedicarse a enaltecer al varón. No para arroparlo en amor de madre ni para inflarlo en vana soberbia, sino para que pueda mirar a los ojos sus miedos, sus sentimientos de inferioridad, sobrecompensados con mecanismos de defensa.
Ella debe ser admirada por su capacidad de amar y ayudada a vencer los miedos, iras y tristezas que le amargan su amor.
El necesita ser sanado de las heridas que debe producirse en la lucha con la tierra, con el mundo, con los demás hombres.
Ella debe comportarse como una dama y hacer de él un caballero…,
No pretendo que todas estas reflexiones se apliquen a tu situación. Son más bien consideraciones generales que barajo como hipótesis para que veas si te pueden abrir los ojos para la observación… Bendiciones y teneme al tanto.
Padre Horacio
2. Querido Padre:
¡Él es tal cual el hombre que Usted describe! Ya lo había comentado yo con una amiga. Las mujeres que son fuertes y espirituales lo amedrentan. Es algo que yo había notado hace tiempo. Pero no sé como traspasar esta brecha, no quiero perderlo, es un hombre muy bueno, y en verdad estoy enamorada, lo puedo asegurar porque he pasado por muchas pruebas, lo conozco mucho, sus virtudes, y sus defectos. Deme un consejo, ¿cómo hago para mantener un vínculo con él desde la lejanía?
Le cuento que el otro día le presentaros una chica que no tenía nada en común con él. Ella juega al fútbol, habla sólo de fútbol. La chica no le gustó para nada. No tienen punto en común él. Cuando lo contaba, riéndose, por lo rara de la reunión, yo sentí mucha rabia y pensé: ¿por qué busca tan lejos lo que tiene tan cerca?
Se lo digo porque esto me recuerda lo que usted me dice, de que busca una mujer a la que pueda dominar. Con respecto a su mamá: ella es una mujer muy fuerte y dominante, es una gran mujer pero ella suele tratar de dominarlo.
Un detalle importante: él tiene un hermano gemelo, con el que tiene una relación muy estrecha. Una de las causas de que se volviera a ir a Buenos Aires es que quería separarse de su hermano, que también lo dominaba. A mí me dolió mucho su partida, pero creo que es lo mejor para él. Todo lo que me dice Usted de él y de mí es tal cual Usted nos describe.
Podría ponerle nuestros nombres al hombre y la mujer que describe en su libro «La casa sobre roca» ja ja ja!
Ahora me encuentro en un problema: ¿qué hacer? Lo que me viene a la mente en este momento es que tengo que seguir siendo su amiga, y rezar mucho. Pero ¿qué me dice usted que haga? Creo que es providencial que le haya escrito y que me pueda aconsejar en esto.
Tengo miedo de que él siga de largo y no me vea. Que pase de largo sin ver el amor que le tengo.
Con respecto a mí. Mi amor es muy posesivo, y como usted dice » deseo ser la única para él». Pero es cierto que este desprendimiento por su partida me ha servido para desprenderme y purificar mi amor. A pesar de que sea duro, acepto la purificaciones que Dios me envía. Yo le pedí a mi Madre la Virgen que purificara mi amor hacia él.
Otra cosa se me viene a la mente. Él se sorprende de que yo siempre vea el lado bueno de todo, incluso de las pruebas. La sensación es como que ante mi fortaleza ante las contrariedades, él no tiene nada que hacer para protegerme. Pero, entonces ¿qué hago? ¿Me hago la débil? ¿Cómo encaro esta situación?
Padre hay algo de mi amigo que no le he dicho. Él es una persona muy abierta, muy sociable, afable, cae bien a todos, tiene muchos amigos y amigas, y busca comunicarse con todos, no le gusta estar solo, busca siempre compañía. ¿Podrá ser que ese deseo de ser entendido se lo plantee a todas para ver quién lo pueda comprender?
Yo siento que en la relación estoy haciendo algo que no me compete, como si no fuera natural a mí el tener que ir más allá en el conocimiento, será por eso que si él no lo dice yo no me doy cuenta.
Otra cosa es que todos los que nos ven juntos ven que nos llevamos muy bien, que somos como novios. Esa es la imagen que damos. Pero no por la proximidad física sino por el modo como nos complementamos, ya sea en las ideas, como así también en las cuestiones prácticas.
Una amiga intima me dijo el otro día que él me ha elegido sólo como amiga, no como mujer. Esto me turbó un poco, pero en el fondo de mi alma está esa tranquilidad que me causan las palabras que le comenté. Hay como una certeza interior. Es como si tuviera que esperar aunque no vea cómo se pueda resolver esto. Pienso que Dios quiere que venza esta falta de confianza en la Providencia, y yo quiero confiar. Quiero que Él destruya mi voluntad, como las uvas en el lagar. No me importa sufrir porque quiero ser toda de Dios. Mi amiga no sabe lo de las palabras que oí en mi interior, que ese chico estaba destinado para mí, ni se las voy a comentar. Bueno Padre quería comentarle esto. Doy gracias a Dios porque me lo ha puesto en mi camino. Rece mucho por mi y por él. Gracias espero su respuesta y mandarme su bendición.
Guadalupe
Mi respuesta
Querida Guadalupe:
Cuando a una le dijo Dios al oído interior: «será pero todavía no»: ¿Qué tiene que preguntar acerca de lo que tiene que hacer? Debe más bien tranquilizar sus ansiedades y esperar, poniéndolo todo en la mano del Señor. Dejar al chico en paz, y esperar que madure. Si uno anda tanteando la fruta en el árbol a ver si está madura, la ablanda machucándola, pero no la hace madurar. No lo machuques. Tendrás que esperar a que madure solo. Dale tiempo. Necesita estar solo en Buenos Aires, hasta que empiece a extrañar. Me imagino que tu terror es que allá va a encontrar otra…s. Y ¿dónde queda tu fe en lo que has oído en tu corazón? Si das por nula la palabra de Dios, ¿cómo podrá hablarte? Después te quejarás de que está mudo…
Basta pues de dejarte inquietar. Déjalo todo en la mano de Dios y dedícate a vivir. Cosas prácticas para una eventual vida matrimonial con él o con quien sea. Actos de fe prácticos en la palabra que has oído. Pongo ejemplos: clases de cocina, de economía doméstica, de cuidado del bebé. Prepararte para la maternidad y ser ama de casa. Esos son actos de fe prácticos. Te distraerán, te librarán de la obsesión y… de tus miedos…
Esos sí que son malos consejeros. Las hijas de Eva les creen más fácilmente a los propios miedos que a las profecías, a las palabras e inspiraciones interiores.
Quizás esas cualidades y apertura sociable de él sea para ti fuente de temores e inquietudes, por si se le cruza otra. Renuncia a tener eso bajo tu control, porque es imposible. Y déjaselo al Señor, porque para él es posible.
Jesús en ti confío. A ti te lo confío.
Creo que tampoco debes andar hablando con uno y otro de él y de ti. Basta. Guárdatelo en el corazón. Háblalo con Jesús, con la Virgen, algún santo de tu devoción y nadie más.
Sé mujer creyente y fuerte. Y déjalo a Él también golpearse y sanarse.
Eso es todo, repetido varias veces, para vaya calando en tu corazón…
Padre Horacio
Guadalupe siguió durante meses con problemas de salud y pasó por un estado depresivo. Finalmente el chico se alejó totalmente de ella y ella perdió toda esperanza de que ese vínculo pudiera llegar a algo. Durante todo ese tiempo mantuvimos una correspondencia que no corresponde reproducir aquí. Pero sí lo que sigue.
Luchando con la tristeza
3.¡Hola Padre! ¿Cómo está Usted?
Yo le cuento que no estoy muy bien. Mi psicóloga me pidió que le escribiera, pero me he dejado estar. Le cuento: como Usted ya sabe estoy con depresión y con tratamiento médico. Pero mi terapeuta me dice que mi estado, en parte, se puede deber a una prueba espiritual.
Todo me causa desilusión, pena, hastío. Me siento como si no perteneciera a este mundo. Extraño el Cielo, como si ya hubiera estado allí. Le pido al Padre que me lleve con Él, este mundo es muy triste. Hace unas semanas que estoy en un estado de sequedad, esa es la palabra me siento seca, y a la vez triste, pero no es propiamente tristeza, es como si viera todo de color gris. Para mí todo ha perdido su brillo. Vivo cada momento para Dios ofreciéndole este estado por mis pecados y los de todo el mundo. Además, hay mucha gente que sufre terriblemente, personas cercanas que yo ni sabía. Esto me ha llevado a ofrecer este dolor por ellos.
Le cuento que la Psicóloga me había pedido que le escribiera a Usted y yo no lo había hecho caso porque «no tenía ganas». Me estoy acostumbrando a la idea de que mi vida va a seguir siendo de este modo, y que tengo que aceptar este estado de soltera para siempre. Hasta hace unos días me negaba a reconocerlo, pero ahora lo estoy aceptando. Tengo que pedir mucho a Dios y a la Mater para que me dé la santa paciencia y alegría. Siento que por mí misma no lo voy a lograr, que es una gracia y tengo que rogar para recibirla.
Le cuento que varias veces he pensado que morir sería una solución, no pienso en quitarme la vida, pero tengo miedo de que esta tentación aparezca.
Además, veo mi miseria y la rabia que hay en mi interior.
Le pido que rece mucho por mí, quisiera tener una vida interior estable, sin estos altos y bajos, quisiera tener paz. Pero son muchos los pecados que tengo que reparar, muchas las faltas de amor con que he ofendido al Señor.
Espero su respuesta y ruego su bendición.
Guadalupe
Comentario de Edit Liliana:
Gracias por compartirnos estas vivencias de Guadalupe… La soledad también es un Don, cuando uno aprende a aceptarla y comienza a crecer en ella, al vivir la Comunión con Dios. Bendiciones. Edit Liliana.
De la depresión al gozo
“… viví, desde mi paso por la secundaria,
pendiente de encontrar un hombre para formar un familia,
en el fondo para «ser querida», como dice Usted.
Siento que Dios me ha regalado la gracia de estar libre de este deseo.
Nunca antes me había sentido tan libre de espíritu, desapegada.
En realidad estoy tan bien….
Todo lo que ha pasado en mi vida
ha sido para prepararme para esta gracia”
4. Padre querido
Qué alegría me dio recibir su mail después de tanto tiempo.
Yo estoy bien. Sigo con la terapia psicológica y con los medicamentos de la depresión.
Estoy bien, volví a vivir con mi padre, lo que me ha hecho mucho bien. Tengo mucha tranquilidad en el alma, tengo paz, cosa que antes no tenía. Estoy un poco guardada en mi casa.
Vivo en un lugar tranquilo, le dedico mucho tiempo a mis sobrinitos.
Le cuento que trato de crecer en la vida de oración. Dios me está regalando la gracia del abandono a su voluntad y esto me da mucho descanso, aunque pongo todavía resistencia. Trato de vivir el día a día lo mejor que pueda en la presencia del Señor.
Me gusta la soledad donde me encuentro más íntimamente con Dios. Es como si la mirada la tuviera dirigida hacia lo interior de mi alma.
Con respecto al hombre de mis sueños e ilusiones, hace bastante que no tengo noticias suyas y está bueno. El tiempo y la distancia están ayudando a olvidarlo. pero con respecto a este tema, viví, desde mi paso por la secundaria, pendiente de encontrar un hombre para formar un familia, en el fondo para «ser querida», como dice Usted.
Siento que Dios me ha regalado la gracia de estar libre de este deseo. Nunca antes me había sentido tan libre de espíritu, desapegada.
En realidad estoy tan bien. Creo que también ha ayudado el hecho de volver con mi padre, el saberme amada por mi padre en tan plenificador, y eso lo traslado a mi Padre Dios y ni le cuento la alegría que me da. Siento que nada me falta. Todo lo que ha pasado en mi vida ha sido para prepararme para esta gracia y agradezco todo lo sucedido. Además el nacimiento de mis sobrinos, de Laurita, hija de mi hermana, y de Maximino, hijo de mi hermano, han ayudado también. Estoy enamorada de ellos. Son dos cositas tan hermosas, siento un amor por ellos que antes no había experimentado, y es tan plenificador.
Querido Padre soy muy feliz en estos momentos. La visión de la vida me ha cambiado, ya no vivo pensando en lo que no tengo, sino que pongo la mirada en lo valioso de todo lo que poseo, el vivir en gracia, tener mi familia, mis queridos sobrinos, amigos queridos, el amor del Padre, y tantas otras cosas con las que soy regalada todos los días.
Gracias por cuidarme con sus oraciones desde la lejanía. Disculpe la demora en contestarle pero no estoy viendo mis correos muy seguido. Gracias otra vez, y que pase una Santa Navidad y un próspero Año Nuevo. Que la Familia de Nazaret lo guarde y lo colme de bendiciones. Un gran abrazo grande y mándeme su bendición.
Guadalupe
Bendita sea esta experiencia
“…creo que el demonio saca mucho provecho
distrayéndonos con esta terrible tentación.
Esa obsesión por encontrar el hombre para casarnos.
Nos desvía la mirada del Verdadero Amor,
el único que nos plenifica y nos hace felices.
El demonio sabe todo el mal que hace
al apartar nuestro corazón del Verdadero Amor…”
5. ¡Hola Querido Padre! ¡Gracias por alegrarse conmigo!
Sí, yo no tengo ningún inconveniente en que suba mi testimonio al Blog, al contrario, si este testimonio va a servir a tantas mujeres que pasan por lo mismo, bendita sea esta experiencia.
Creo que el demonio saca mucho provecho distrayéndonos con esta terrible tentación. Esta obsesión por encontrar el hombre para casarnos, el hombre que nos quiera. La obsesión de ser queridas. Nos desvía la mirada del Verdadero Amor, el único que nos plenifica y nos hace felices. El demonio sabe todo el mal que hace al apartar nuestro corazón del Verdadero Amor.
Yo no soy madre físicamente pero el Señor me ha concedido ser madre espiritualmente de mis sobrinitos, y esto ha contribuido a sanarme, porque me olvido de mí. El Padre Leonardo Castellani dice que la mujer se santifica por la maternidad o por algo semejante, y cuánta verdad tiene. La prueba es necesaria, y creo que el Señor en su infinita bondad me ha bendecido sin yo merecerlo.
Padre Gracias por cuidarme con sus oraciones, le pido que lo siga haciendo. Nada más le pido que cambie los nombres de este testimonio.
Le encomiendo a mi sobrina Laurita que hoy cumple un añito para que el Señor le conceda, que el don de la fe que recibió en el bautismo, crezca y que llegue a alcanzar en esta vida el grado de santidad que el Señor pensó para ella. Además, le encomiendo a mi sobrinito Maximiliano que está con gastroenteritis, tiene once meses, para que se ponga bien, hace varias semana que está sufriendo por esto y no se recupera.
Otra vez gracias. Bendígame Padre.
Guadalupe
El 10 de marzo de 2010, me escribe Guadalupe. Ha recibido una gracia de liberación por la que ahora encuentra su felicidad entregándose a amar a su padre, hermanos, sobrinos y esos afectos le llenan el corazón. Ha descubierto que es más feliz dar que recibir… amor.
6. ¡Hola padre!
Hoy estoy abriendo su mail… perdón por la demora en responderle, abro muy de vez en cuando mi correo. Gracias a Dios este demonio del miedo a la soltería me ha dejado, pero de vez en cuando regresa y me atormenta, pero el Señor se las arregla y lo aleja pronto y me quedo tranquila.
Le cuento que ahora mi sobrinita está con problemas intestinales y le han hecho los estudios para ver si es celíaca, los que van a estar esta semana. Mientras tanto el pediatra le ha cambiado la leche por una deslactosada y se le ha cortado la diarrea, espero que sea problema de la lactosa y nada más. Mi sobrino, que tiene un año y dos meses está hermoso, ya camina como su hermanita, son mis dos soles, me alegran la vida. Mi hermana M. está de 7 meses de embarazo, no sabemos lo que es porque no se ha dejado ver, así que la familia se agranda.
Le cuento que en febrero pasé un gran susto, mi hermano, papá de mi sobrinita, sufrió un problema del corazón, estuvo muy grave en terapias, fue muy difícil la situación. No sé si le conté que somos tres hermanos, mi mamá murió de un infarto cuando yo tenía cinco años. Para mí, como para la familia fue muy duro, yo pedía a Dios que no le pasara a mi sobrina lo que nos pasó a nosotros. Gracias a Dios él está bien, pero los médicos no saben por qué le ha pasado esto y si le puede volver a pasar, no lo han medicado, solo le han dicho que haga vida sana.
Yo tengo miedo que le vuelva a pasar, lo pongo en las manos de Dios, que se haga su voluntad.
Sé que vivimos en el amor del Señor, y nos ama a cada uno de modo infinito y quiere nuestra salvación. Pido todos los días para que el Señor nos salve que nos guie por el camino que cada uno tiene marcado para llegar al cielo.
Además, el esposo de mi otra hermana sufrió una quemaduras con agua caliente del radiador del auto, que fueron bastante graves, gracias a Dios él ahora está bien, pero fueron uno momentos de una gran angustia.
Ha sido un inicio de año con varias cosas, y vivo con miedo que les pase algo a alguno de mis familiares, me pongo en las manos de Dios, pero la angustia sigue, quisiera poder protegerlos a todos, pero yo no soy Dios, y El los ama infinitamente más que yo y tiene un plan para cada uno de nosotros, ve Padre, todavía está en mi esa mujer que quiere que todo salga como ella quiere porque piensa que esa es la mejor forma en que pueden suceder las cosas. La diferencia con la Guadalupe de ahora es que ésta trata por todos los medios de silenciar a aquella, y que esta no se empeña en hacer todo lo posible para que las cosas salgan como ella quiere. Lo de ahora es una lucha pasiva, es abandono y confianza.
Bueno querido Padre gracias por sus oraciones, por sus consejos, por tenerme presente en la Santa Misa, por su cariño, el que hace mucho bien.
Me encomiendo a mis oraciones y a mi familia. Un abrazo grande. Bendígame.
Guadalupe
Comentario de Valeria
Veo que ella está muy pendiente de sus sobrinos y del resto de su familia. A pesar de que trata de vencer a Guadalupe que quiere que salga todo a su manera y que por eso se queja un poco, ella de esa forma se realiza como mujer, aunque no como casada, pero sí como madre espiritual.
Creo que el temor de Guadalupe es el temor de muchas mujeres, temor por el que yo alguna vez también pasé. Gracias a Dios hoy tengo mis energías abocadas al trabajo dentro de mi comunidad, sacando provecho de mi soltería. Si Dios me concede que yo me case y tenga una familia en el futuro, ya no podré hacer muchas de las cosas que hoy hago por Él. Es de esta forma en la que yo espero hasta que encuentre a mi futuro esposo. Ojalá ella no decaiga y pueda ser siempre fiel a Dios.