Existe una sola tristeza en la vida —no  ser un santo. ¿Pero qué significa seguir el camino de la justicia? Seguir la voluntad de Dios, y Dios quiere que habitualmente dirijamos nuestras acciones y pensamientos al bien de los otros. Jesús dice dichosos los de la Montaña de Cristo nos conduce a nuestra bienaventuranza; vivir de esta manera nos conduce a la santidad.misericordiosos, los que trabajan por la paz, los limpios de corazón.

La paz esté con ustedes.  Una de las ventajas del Día de Todos los Santos es que enfatiza la universalidad del llamado a la santidad. Si toman a cada santo separadamente —San Francisco de Asís, o Tomás de Aquino— pueden parecer muy clamorosos, como, “No hay forma de que yo pueda ser así algún día”. Pero el Día de Todos los Santos enfatiza, sí, a los santos canonizados, reconocidos oficialmente, pero también a toda la gente común que hemos olvidado a través de la historia, a quienes Dios ha honrado como santos. Así que nos recuerda que ser un santo es el objetivo ordinario de la vida Cristiana. Déjenmelo decir de nuevo: ser un santo, no es excepcional, clamoroso; es el objetivo ordinario de la vida Cristiana. Todo en la Iglesia —me refiero a la predicación, me refiero a las Escrituras, me refiero a los Sacramentos, me refiero a la Eucaristía, me refiero a, todo en la Iglesia— está destinado a conducir al lugar donde nos convertimos en sagrados, nos convertimos en santos. Lo he citado anteriormente, es una de mis citas favoritas de Léon Bloy, mi escritor espiritual francés favorito: ”Hay una sola tristeza en la vida: no ser un santo”. Cuando el joven Jacques Maritain escuchó eso, cambió su vida completa. Y cambiará sus vidas, si se permiten sopesarlo. Existe una sola tristeza. Si dicen, “Oh, cielos, estoy triste porque no logré este objetivo. No recibí el dinero que quería, no obtuve el título que quería, no conseguí la esposa o el marido que quería”. Bueno, de acuerdo. Pero esas no son verdaderas tristezas. La única tristeza verdadera es no ser la persona que Dios quería que sean. Si permiten que ese sea el principio rector de sus vidas, todo cambiará. Entonces ¿qué significa precisamente ser un santo? Bueno, un santo es una persona que es sagrada. De acuerdo. ¿Qué significa ser sagrada? Ser sagrada significa seguir la voluntad de Dios. De acuerdo. ¿Cuál es la voluntad de Dios? El amor. Eso es lo que Dios es. Eso es todo lo que Dios es. Eso es todo lo que Dios hace. Dios ama, Dios es amor. Amar es desear el bien del otro. De acuerdo, allí lo entienden.

Ser un santo es ser alguien que habitualmente desea el bien del otro. Un santo es alguien en quien habita Dios, en quien el Espíritu está vivo, que es sagrado, que ama. De acuerdo. ¿Qué sucede si piensan sus vidas enteras bajo esta nueva perspectiva? Mi vida entera tiene que estar en sintonía con el camino del amor. Hum. Desear el bien del otro. ¿Qué sucedería si me levantara cada mañana y dijera, “De eso se va a tratar hoy”? Todo lo demás, seguro. Haré toda clase de cosas. Pero todo bajo la perspectiva, bajo la tutela de, desear el bien del otro. Eso es lo que significa ser un santo. Ahora, uno de los mejores lugares para buscar comprender esto más concretamente son las famosas Bienaventuranzas. Entonces en el comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús desarrolla estas Bienaventuranzas, del Latín “beatitudo”, felicidad. Felicidad. ¿Quieren ser felices? Sean santos. Ese es el Evangelio entero en pocas palabras, si se quiere. Lo que todos deseamos es ser felices. ¿Cuál es la fórmula? Bueno, el mundo les dice un millón de cosas diferentes sobre la felicidad. La Iglesia lo desarrolla muy claramente. Miren en las Bienaventuranzas. Miren la primera. “Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”. Misericordia —la adorable palabra del Antiguo Testamento en hebreo, “chesed”, que el Rey Jacobo traduce como “tierna misericordia”. Siempre me ha encantado eso. Amor, en el Nuevo Testamento, “agape”, sería como chesed. Tierna misericordia. ¿Quieren ser felices? ¿Quieren ser santos? Sean alguien que toda su vida es sobre chesed. De nuevo, despiértense a la mañana y digan, “Todo mi día será expresar tierna misericordia”.

Esa es la clave de la felicidad. Otra forma de decirlo, escuchen de nuevo a las Bienaventuranzas: “Dichosos los limpios de corazón”. Ser un santo, ser sagrado, ser bendito, es desear una sola cosa. El corazón -se dice el centro más profundo de la persona, el principio rector de sus vidas enteras.

Ser limpios de corazón —se dice un corazón unívoco, de un solo corazón. Kierkegaard, el filósofo, dijo que el santo es alguien cuya vida se trata de una sola cosa. Siempre he adorado eso. De nuevo, no significa que el santo tenga una vida monótona. Significa que todo en el santo está unido, porque el corazón o el más profundo centro del santo está enfocado en una cosa, que es chesed, que es la tierna misericordia, que es el amor que Dios es. Ahora, observen. Todo lo demás en la vida de un santo —desde el trabajo, y las relaciones, y las amistades, y la vida práctica, y el entretenimiento, y todo lo demás— ¡bien! Pero todo eso está unido de acuerdo a un gran principio: eres limpio de corazón. Sabes que lo que no te hace santo, sagrado, y por lo tanto infeliz es estar dividido en el corazón. ¿Sabemos cómo es eso, cierto? Parte de mí quiere ir por este camino, la otra parte quiere ir por aquel camino. Tengo cuatro o cinco cosas que están gobernando mi vida. No, no, no. Una cosa. Una cosa. Eres limpio de corazón. Sabes lo que haces. Ahora, otro modo de expresar lo mismo, voy pasando por las Bienaventuranzas. ‘“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”. Adorable. Justicia, estar encaminado, hacer lo correcto, ser la clase de persona que estás destinada a ser. ¿De qué tienen hambre y sed? Me estoy predicando a mí mismo aquí. No debería estar apuntando mi dedo sobre ustedes; estoy apuntando el dedo sobre mí. ¿De qué tenemos hambre y sed? Bueno, toda clase de cosas. ‘“Tengo hambre y sed de éxito, tengo hambre y sed de poder, tengo hambre y sed de caerle bien a la gente, tengo hambre y sed de placeres corporales.

Me despierto en la mañana con sed de estas diferentes cosas”. Serán felices, serán sagrados, serán santos si tienen hambre y sed de una cosa: justicia. Eso significa hacer la voluntad de Dios. De nuevo, piensen en esto ahora, compañeros pecadores. Cuando salen de la cama en la mañana, háganse esa pregunta: ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué quiero hoy? Bueno, pueden desglosar eso de varias formas. “Quiero llegar al trabajo, quiero hacer esto y aquello, quiero completar estos diversos proyectos”. Si. De acuerdo, bien, pero detrás y por sobre todas estas cosas, ¿qué quieren? Si son super honestos, descubrirán algunos de estos apegos. ‘“Bueno, en lo más profundo, lo que quiero es ser un gran éxito mundial. Lo que quiero en lo más profundo, de todas estas cosas, es que todo el mundo me aprecie. Lo que quiero en lo más profundo es que mi yo sea el más célebre”. De acuerdo, esa es la manera en que los pecadores pensamos. ¿Quieren ser sagrados, felices, santos? Hambre y sed de justicia.

Qué sucedería si revisaran todo su día ahora —piensen en esto— con cada decisión: ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que quiero? ¿Quiero hacer lo correcto? ¿Quiero seguir la voluntad de Dios? ¿Quiero seguir el camino del amor u otra cosa? Porque hay una sola cosa de la que deberían tratarse sus vidas. Si están divididos en el corazón, no caminarán por este camino. Realmente útil. Y la última, en esta suerte de Bienaventuranzas positivas, “Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios”. Créanme: cuando están hambrientos y sedientos de justicia, cuando quieren una cosa, son limpios de corazón, cuando sus vidas enteras se tratan de chesed, o tierna misericordia, generarán paz alrededor de ustedes. Créanme. Créanme. ¿Quiénes son los que trabajan por la paz? Aquellos que siguen este camino —los santos. Sucederá como la noche sigue al día. Será la consecuencia natural de esta gran orientación de sus vidas enteras. ¿De acuerdo? Ahora, he estado como insinuando esto. Para todas estas actitudes positivas, existe una suerte de actitud negativa que debemos superar, y también lo ven en estas Bienaventuranzas. Escuchen: “Dichosos los pobres de espíritu”. La versión de Lucas simplemente dice “Dichosos los pobres”. ¿Cómo deberíamos interpretar esto? ‘“Son dichosos, son felices —son santos— si no están preocupados por la riqueza”. Una de las principales distracciones del camino de la santidad es la riqueza.

Pensamos “Eso me hará feliz. Me hará feliz tan sólo si consigo suficiente de…” Ahora, completen los blancos con: la casa, o el auto, o la cuenta de banco, lo que sea. No serán felices. De hecho, afortunados son, benditos son, felices son, si no están apegados a las cosas materiales y a la riqueza. Escuchen de nuevo: «Dichosos los que lloran”. Y sé que esto puede sonar casi perverso, como «¿Qué quiere decir, dichosas las personas que están tristes y deprimidas? ¿Es esto una especie de raro masoquismo?» No, no. Interprétenlo así: «Son benditos, son felices, son santos si no están apegados y adictos al placer”. El placer es bueno, el placer está bien. Pero si hacen del placer el centro de sus vidas, el placer es lo único que buscan, —y ¡cielos! hay un montón de gente que camina por esta senda— no están caminando por la senda de la santidad. Porque algunas veces, hacer la voluntad de Dios significa que no encontrarán placer en el sentido del mundo, ya que hacer la voluntad de Dios significa que no van a ser ricos, necesariamente, en el sentido del mundo. Sigamos avanzando. «Dichosos los sufridos”. Oh, uno de los grandes sustitutos de Dios es el poder. «Soy infeliz porque no soy suficientemente poderoso. Si fuera como esa gente poderosa, sería feliz. Denme más poder, y seré…” No, no lo serás. Por lo tanto, dichosos, afortunados, felices son si no son adictos al poder, no están recorriendo ese camino. No es eso lo único que desean. Lo único que desean es justicia, es chesed, es tierna misericordia, es hacer la voluntad de Dios, y si eso significa que tienen que abandonar el poder, que así sea. De hecho, dichosos si son sufridos —no poderosos. Y luego finalmente: «Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía”. ¿Qué otra cosa dice aquí si no, qué dichosos, felices, sagrados, santos son, si no son adictos al honor del mundo? Hay mucha gente que recorre ese camino. Toda mi vida se trata de ser apreciado, ensalzado, de recibir premios, y acaso no piensan que soy maravilloso, y ¡cielos!, si la gente no me aprecia, me deprimo”. Bueno, ese es un camino negativo. Cuán afortunados son, de hecho, cuando no son adictos a eso. Porque algunas veces —tendría que decir, la mayoría de las veces— hacer la voluntad de Dios significa que no van a ser apreciados, no van a ser admirados. ¿De acuerdo? ¿Quieren ser santos? Esa es la única cosa que deberían desear. Esa es la única cosa que deberían desear. La única tristeza en la vida es no ser un santo. Este es el plan. Este es el plan. Hagan que su vida entera se trate de chesed, de tierna misericordia, de ser un vehículo para la gracia de Dios en el mundo. Desháganse de todos esos apegos y distracciones que los alejan de recorrer ese camino. Tengan un único corazón, sean puros de corazón, con hambre y sed de justicia por encima de todo. Y recorrerán este camino que Dios quiere que ustedes y todos los demás recorran. Serán santos. Y yo no sé ustedes, pero yo quisiera estar en ese grupo, cuando los santos vienen marchando. Y Dios los bendiga.

Matthew 23:1-12

En el Evangelio de hoy Jesús se enfoca, con una mirada aguda y crítica fulminante, en cómo líderes religiosos pueden caer en corrupción. ¿Qué es lo que molesta a Jesús? Algunos líderes religiosos cargan a la gente, imponiendo pesadamente la ley, haciendo fuertes demandas, mostrando su propia superioridad moral.

Algo central en las enseñanzas de Jesús es la voluntad de soportar cargas ajenas, porque así ayudamos a llevarlas. Y esto se aplica también a la vida moral. Si ponemos el peso de la ley de Dios sobre las personas, debemos estar dispuestos, al mismo tiempo, a ayudar a soportarlo.

Otro problema clásico con personas religiosas y especialmente con líderes religiosos: usar la ley y la moralidad como medio para inflar el ego. El problema es que esta droga desaparece rápidamente y luego queremos más. Necesitamos un título más grande, más respeto, más reconocimiento.

¿Cuál es la recomendación de Jesús para aquellas personas atrapadas en este dilema? Ser grande es ser un servidor humilde, simple, y a menudo olvidado. Evita los títulos de honor; no los busques. Permanece satisfecho con hacer tu trabajo, sea lo que sea, en nombre del Reino de Dios.

Jesús denuncia abiertamente algunos comportamientos negativos de los escribas y de algunos fariseos: «quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas» (v. 6-7). Esta es la tentación que corresponde a la soberbia humana y que no siempre es fácil de vencer. Es la actitud de vivir solo por la apariencia. Después Jesús les da mandatos a sus discípulos: «no os dejéis llamar “Rabbí”, porque uno solo es vuestro Maestro, y vosotros sois todos hermanos. […] Ni tampoco os dejéis llamar “Directores”, porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor» (vv. 8-11). Nosotros discípulos de Jesús no debemos buscar título de honor, de autoridad o de supremacía. Yo os digo que a mí personalmente me duele ver a personas que psicológicamente viven corriendo detrás de la vanidad de las condecoraciones. Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos hacer esto, ya que entre nosotros debe haber una actitud sencilla y fraterna. (Ángelus, 5 noviembre 2017)

Guido Maria Conforti, Santo

Obispo y Fundador, 5 de noviembre

Por: Redacción | Fuente: Misioneros Xaverianos xaveriens.org

Martirologio Romano: En Parma, de Italia, San Guido María Conforti, obispo y buen pastor, siempre en vela por la defensa de la Iglesia y de la fe de su pueblo, el cual, movido por el anhelo de la evangelización de los pueblos, fundó la Pía Sociedad de San Francisco Javier (1931).

Etimológicamente: Guido = Aquel que pertenece al bosque, es de origen germánico.

Fecha de beatificación: 17 de marzo de 1996 por S.S. Juan Pabo II
Fecha de canonización: 23 de octubre de 2011 por el Papa Benedicto XVI.

Breve Biografía

GUIDO MARIA CONFORTI nació en Ravadese (Parma -Italia ) el 30 de marzo de 1865.

Era el octavo de los diez hijos de Rinaldo Conforti y Antonia Adorni.

La óptima educación cristiana recibida de su madre, la complementaron los Hermanos de las Escuelas Cristianas en cuya escuela de Parma realizó su primaria. Guido solía decir que su vocación se debía a la educación recibida de estos religiosos y, además, a una singular experiencia que tuvo contemplando el Crucifijo.

Venciendo la resistencia de su padre, en 1876 entró en el seminario, donde realizó brillantemente sus estudios, distinguiéndose por su diligencia, piedad y obediencia. Durante sus estudios de teología, el Beato Andrés Ferrari fue su rector en el seminario., Sin haber sido aún ordenado sacerdote Guido fue nombrado vicerector del seminario, tarea que continuó realizando después de su ordenación sacerdotal que tuvo lugar el 22 de septiembre de 1888. En esta misión pudo mostrar sus elevadas dotes de educador siendo un modelo para los jóvenes seminaristas por su testimonio de santidad y caridad pastoral.

Su vocación sacerdotal y misionera había nacido a los pies del Crucifijo. «No es posible – escribió – fijar la mirada en este modelo divino sin sentirse empujado a cualquier sacrificio por grande que sea».

«El Crucifijo es el gran libro que ofrece a nuestros ojos horizontes infinitos». De hecho, a pesar de que la vida de Guido transcurrió en la región italiana de Emilia, su mirada abarcaba los horizontes de toda la humanidad, y nunca desfalleció en el deseo ardiente de anunciar el Evangelio a todos los hombres. El «espectáculo» de la cruz le hablaba «con la elocuencia de la sangre», manifestándoles el amor infinito de Dios hacia la humanidad. En 1895, Guido funda una Congregación Misionera de hombres consagrados a Dios con el único fin de llevar el Evangelio a los no cristianos.

El 9 de junio de 1902, el Siervo de Dios fue llamado a regir la Arquidiócesis de Rávena. El día de su ordenación episcopal pronunció los votos religiosos junto con el voto de dedicarse sin reservas al anuncio del Evangelio «ad gentes». En Rávena, la enfermedad le obligó a largos períodos de inactividad. Su profundo sentido de responsabilidad pastoral hacia el rebaño que le había sido confiado le llevó a presentar su dimisión que fue aceptada.

Regresó humildemente a su Instituto Misionero donde, recuperada algo su salud, se ocupó en la formación de los alumnos misioneros y a la redacción de las Constituciones de su familia misionera.

A finales de 1907, el Santo Padre confió al Siervo de Dios la diócesis de Parma. Durante 25 años él fue buen pastor, signo viviente de la «solicitud maternal de la Iglesia hacia todos los hombres, tanto fieles, como infieles, por su preocupación particular por los pobres y los más débiles».

La catequesis fue el punto principal de su tarea pastoral: instituyó las escuelas de la doctrina cristiana en todas las parroquias, preparó a los catequistas con apropiados cursos de cultura religiosa y pedagógica. Fue el primer obispo de Italia que celebró un congreso de catequética en su diócesis.

Cinco veces realizó la visita pastoral a las parroquias, celebró dos sínodos diocesanos, instituyó y promovió la Acción Católica, especialmente de los jóvenes. Cuidó de manera especial la cultura y la santidad del clero, la formación de los seglares, las asociaciones y la prensa católica, las misiones populares, los congreso eucarísticos, marianos y misioneros. Logró reconciliar a los ánimos divididos, se preocupó por llevar a los extraviados a la unidad del rebaño y fomentó el amor y el respeto incondicional hacia el Papa.

Su presencia en los momentos difíciles de la historia de aquellos años en la ciudad de Parma fue discreta, casi inobservada, pero eficaz y con resultados. Durante las huelgas de 1908, fundó un grupo de abogados dedicados a la defensa de los derechos de los campesinos y de los sacerdotes, Cuando una parte de la ciudad se opuso violentamente a la instauración del fascismo y se corría el peligro de un baño de sangre, la mediación de Conforti obtuvo la retirada de las milicias fascistas, evitando así una guerra civil.

La preocupación por la Iglesia local que le había sido confiada no le quitó la «preocupación por aquellos lugares del mundo donde la Palabra de Dios no ha sido anunciada».

Creía firmemente que el anuncio del Evangelio «ad gentes» fuese el camino más seguro por la nueva evangelización de su pueblo. Se entregó incansablemente a la tarea de «la Evangelización ad gentes» ya fuese a través de su familia misionera, como colaborando con las varias iniciativas de animación misionera en Italia y en el resto del mundo.

Puso especial cuidado en colaborar en la fundación y en la difusión de la Pontificia Unión Misionera del Clero, de la que fue su primer presidente. «Fue providencial que, en la fundación de la Unión Misionera del Clero, al lado de P. Pablo Manna se encontrase Guido María Conforti, que no sólo ayudó excepcionalmente con su consejo y su colaboración a la naciente Unión, sino que con su autoridad logró para dicha Unión la aprobación pontificia» (Pablo VI

En 1928, Conforti viajó a China para visitar las comunidades y los lugares que habían sido confiados a la familia religiosa de la que él era Superior General. Su viaje fue signo de la comunión entre las Iglesias.

El 5 de noviembre de 1931, consumido por su incansable tarea pastoral, habiendo recibido devotamente el Sacramento de los Enfermos y el Santo Viático, después de haber profesado públicamente su fe y haber implorado la bendición de Dios para su clero y su pueblo, Guido María Conforti entró en la Casa del Padre.

El Papa Juan Pablo II lo beatificó el 17 de marzo de 1996.

Una mirada al amado con ojos de fe

Santo Evangelio según San Mateo 23, 1-12. Domingo XXXI del Tiempo Ordinario.

Por: Michael Vargas, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, purifica mi mente y mi corazón para que cada uno de mis pensamientos, cada uno de mis actos, y cada palabra que diga, sean sólo para honra y gloria tuya.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame «maestros». Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial.

No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Somos buscadores por naturaleza, y ante esto nos planteamos ciertas preguntas para encontrar aquello que buscamos. Pero ¿nos hacemos las preguntas correctas? Alguna vez nos hemos preguntado, ¿por qué hacemos las cosas día a día? ¿Qué nos mueve a actuar? ¿Qué buscamos tras cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras? ¿Acaso es dar gloria a Dios? ¿Es la llamada felicidad verdadera? O por el contrario, ¿es el tratar de agradar a los hombres, el querer ser reconocido ante los demás? ¿Pierdo mi coherencia de vida por actuar según los criterios del mundo? ¿Qué tanto vivo mi fe por amor a Dios?

Quizá sea que detrás de mucho de lo que hacemos, pensamos o decimos no se encuentra la verdadera intención que debe de brotar como agua en la fuente de nuestro corazón. Esa fuente de la cual debe de brotar como agua el amor, la compasión, la misericordia, la coherencia de vida, la verdad, el evangelio, el testimonio de un verdadero seguidor de Cristo.

Jesús nos enseña que, precisamente, esta agua muchas veces debe de brotar sin ser vista o sin ser recompensada, pues es hermoso actuar y vivir de cara a Dios, pues Él es el único que puede dar paz a nuestro corazón.

Una paz que se encuentra en la vivencia de mi fe, solamente por amor a Aquel que me ha creado, que me acompaña y que cuida cada uno de mis pasos, procurando siempre mostrarme la felicidad y, más aún, el camino que he de seguir para poder pensar, actuar y hablar según su santa voluntad.

No temamos el preguntarnos miles de cosas; no temamos vivir de cara a Dios o de actuar de una manera coherente ya que, en esta vivencia, es en donde encontraremos la verdadera paz, la libertad y el amor.

«Decía san Francisco a sus hermanos: Predicad siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras. No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tantos maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo».

(Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Me esforzaré por vivir coherentemente como un fiel seguidor de Cristo.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Desde San Francisco hasta Juan Pablo II

Contagiar a través del Ejemplo

El hombre se contagia del ejemplo y de las opiniones de los que lo rodean. Restaurar la vida cristiana en la sociedad… es el desafío

Cierta vez San Francisco de Asís pidió a Fray León, su allegado discípulo, que lo acompañase pues iría a predicar un sermón. Salieron del convento, anduvieron de un lado a otro de la ciudad y volvieron después de cierto tiempo. Fray León, perplejo, preguntó a San Francisco, pensando que se había olvidado, qué había pasado con el sermón. A esto el santo le respondió: «nuestro caminar por las calles ha sido el sermón». Había sido el fenómeno del contagio. Ver un monje tan humilde, tan recogido en oración, tan compenetrado del llamado a la pobreza que Dios le hizo, fue un testimonio penetrante, fue una predicación.

Lo relatado nos hace considerar cómo el hombre se contagia del ejemplo y de las opiniones de los que lo rodean. También los ambientes juegan un papel preponderante en lo que podríamos llamar de contagio. Es imposible que encontrándose dos hombres no se influencien mutuamente, sea para el bien, sea para el mal. Muchos se preocupan por la prevención de enfermedades contagiosas. Pocos se dan cuenta o percatándose, toman una actitud de vigilancia, ante los peligros de contagio «espiritual» en el convivio de los hombres.

La influencia que ejercía un San Francisco de Asís era similar al impacto que producía un San Juan María Vianney, el famoso cura de Ars, que siendo poco inteligente y de presencia simple, ejercía tal estremecimiento que, preguntado un viñador del Mâcnnais qué había visto en la aldea de Ars, respondió: «He visto a Dios en un hombre». Era tan santo, que se veía que él no era Dios, pero se percibía que Dios estaba en él, algo de sobrenatural trasparecía en su persona.

Una mirada, una actitud de silencio, una media palabra, una presencia, pueden crear una atmósfera en un lugar. Al mismo tiempo, la acción que ejercen los ambientes, las costumbres, los edificios, las ceremonias, el arte en general – cuando no y destacadamente la música -, así como también otros y numerosos factores que conforman el convivir cotidiano de los hombres, tienen su poderoso efecto.

Recordando los tiempos del gran Patriarca del monacato occidental San Benito con sus monjes, en el silencio, la disciplina y el trabajo, la oración, el estudio y el ceremonial litúrgico, acabaron cristianizando un continente, y esto repercutiendo en el mundo a través de los siglos. En su accionar ejercían una sana influencia sobre pueblos y ciudades, marcando el entorno con el buen ejemplo de su «ora et labora». A través de la irradiación de su mística, ideal de vida y virtudes, transmitían agradable perfume a sus alrededores y en sus misiones apostólicas, «llegando al gran movimiento de piedad y renovación en el que se formó la idea de Europa» (Joseph Ratzinger, Convocados en el camino de la fe).

No parece ser la oportunidad de desarrollar los diversos tipos humanos que a través de la historia fueron apareciendo como «modelos de contagio». Pero sí recordar que, a partir de la mitad del Siglo XX, aparecieron nuevos y singulares en medio del deterioro de la sociedad.

La Primera Guerra Mundial señaló el fin de un tipo humano caracterizado por una forma de ser más ceremoniosa, donde la educación y la cultura tenían un peso muy grande en las relaciones humanas. Tiempos en que la influencia religiosa era aún destacada en la vida social y personal.

Entraba en escena la llamada «revolución cultural», calificada por no pocos como postmoderna, reflejando estereotipos de vida caracterizados por las malas maneras, la suciedad, la completa falta de compostura. Actitudes incompatibles con las costumbres ordenadas del convivir humano fruto de la evangelización que, a través de los siglos, sacó a los hombres de la barbarie. Conductas que iban desviando a las almas del bien y, a la larga, de la verdadera religión. Era, y es, la penetración del desorden, contrario visceralmente al propio Dios, autor de todas las formas de orden.

Se fue produciendo una quiebra de los padrones de vida repercutiendo en el desarrollo del pensamiento. Este acontecimiento coincidía con lo que Pablo VI señalaba: «numerosos psicólogos y sociólogos, afirman que el hombre moderno ha rebasado la civilización de la palabra, ineficaz e inútil en estos tiempos, para vivir hoy en la civilización de la imagen» (Evangelli Nuntiandi, 42).

El cine, impulsado especialmente desde los Estados Unidos, con sus imágenes, fue dando los modelos a ser seguidos. Era la influencia de Hollywood, que inundando especialmente al mundo occidental, marcó una época en la historia del pensamiento. Ya hoy el modelar del pensamiento de las personas lo hacen más los medios modernos de comunicación. Dejaron de predominar los bienes del espíritu destacándose lo material ante todo; como si la vida fuese sólo la búsqueda del éxito y el bienestar temporal. Salud, dinero, felicidad, son los mitos. Culminando con la deformación de las propias reglas morales.

«Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida», decía Benedicto XVI (24-9-2011). Este fenómeno -en el que la verdad completa no es considerada- ha llegado a tener carta de ciudadanía en los estilos de vida, influyendo en las relaciones humanas, y por lo tanto sobre la sociedad, por el «efecto-contagio».

Preocupaba seriamente a Juan Pablo II la avalancha de cambios culturales que se vivían. Decía que, urgía restablecer el cuerpo cristiano de la sociedad humana, y esto sólo se conseguiría con la presencia de testigos de la fe cristiana, que superen «la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida, que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud» (Mane Nobiscum Domini, 34).

Rehacer, recomponer, restaurar la vida cristiana en la sociedad es el desafío. Para lograr eso, se hace necesaria una coherencia que supere la «fractura» de vida que sufren los hombres de hoy. Sólo se logrará con el «impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico» (Decreto Conciliar Apostolicam actuositatem, 5).

Cómo vio santa Perpetua a su hermano en el purgatorio

Public Domain

La mártir santa Perpetua de siglo II de la era cristiana tuvo una visión de su hermano en el purgatorio y vio cómo sus oraciones atenuaban su sufrimiento.

Santa Perpetua es conocida como una mártir del siglo II y su relato del martirio se conserva en lo que se llama La Pasión de los Santos Mártires Perpetua y Felicidad.

En este relato se incluye una visión que tuvo de su hermano fallecido, y muchos comentaristas creen que vio el purgatorio.

«Sin demora, esa misma noche, esto me fue mostrado en una visión. Vi a Dinócrates salir de un lugar lúgubre, donde también había varios otros, y estaba reseco y muy sediento, con el rostro sucio y color pálido, y la herida en el rostro que tenía al morir… Y además, en el mismo lugar donde estaba Dinócrates, había un estanque lleno de agua, teniendo su borde más alto que la estatura del niño; Dinócrates se levantó como para beber y me entristeció que, aunque aquel estanque contenía agua, aún así, a causa de la altura hasta el borde, él no podía beber. Y yo me enojé y supe que mi hermano estaba sufriendo. Pero confié en que mi oración ayudaría a su sufrimiento».

Se cree que el Purgatorio es un lugar que prepara el alma para el Cielo y varios santos han tenido visiones similares de un tipo de sufrimiento presente en este lugar.

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Orando por las almas del purgatorio

Luego, Santa Perpetua tuvo una visión de seguimiento en la que vio el fruto de sus oraciones.

«El día que permanecimos en el cepo, tuve la siguiente visión: Vi el lugar que había visto antes, y a Dinócrates limpio de cuerpo, bien vestido y aseado, y donde tuvo la herida vi solo una cicatriz, y la piscina que había visto antes, con la pared disminuida hasta el ombligo del niño. Éste sacaba de ella agua sin cesar. Sobre el borde del estanque había una copa de oro llena de agua, y se acercó Dinócrates y empezó a beber de ella. La copa no se agotaba nunca. Y saciada su sed, se retiró del agua y se puso a jugar gozoso, a la manera de los niños. Y me desperté. Entonces entendí que mi hermano ya no sufría».

Esta visión de la Iglesia primitiva confirma lo que creen los católicos en lo que respecta al purgatorio y también demuestra que nuestras oraciones por los familiares fallecidos pueden tener un efecto real.

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La mártir santa Perpetua de siglo II de la era cristiana tuvo una visión de su hermano en el purgatorio y vio cómo sus oraciones atenuaban su sufrimiento.

Santa Perpetua es conocida como una mártir del siglo II y su relato del martirio se conserva en lo que se llama La Pasión de los Santos Mártires Perpetua y Felicidad.

En este relato se incluye una visión que tuvo de su hermano fallecido, y muchos comentaristas creen que vio el purgatorio.

«Sin demora, esa misma noche, esto me fue mostrado en una visión. Vi a Dinócrates salir de un lugar lúgubre, donde también había varios otros, y estaba reseco y muy sediento, con el rostro sucio y color pálido, y la herida en el rostro que tenía al morir… Y además, en el mismo lugar donde estaba Dinócrates, había un estanque lleno de agua, teniendo su borde más alto que la estatura del niño; Dinócrates se levantó como para beber y me entristeció que, aunque aquel estanque contenía agua, aún así, a causa de la altura hasta el borde, él no podía beber. Y yo me enojé y supe que mi hermano estaba sufriendo. Pero confié en que mi oración ayudaría a su sufrimiento».

Se cree que el Purgatorio es un lugar que prepara el alma para el Cielo y varios santos han tenido visiones similares de un tipo de sufrimiento presente en este lugar.