Mark 9:14-29
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús expulsa un demonio de un niño sordomudo y lo cura.
El relato muestra el papel de la fe en la sanación divina. Jesús describe a los discípulos que no pudieron sanar al niño como una “generación incrédula”. Y cuando el padre del niño le pregunta a Jesús si puede sanar a su hijo, Él dice: “Todo es posible para el que cree”. Luego expulsa al espíritu sordomudo y cura al niño.
Tenemos un Dios aventurero, y la fe es la respuesta adecuada a ese Dios. No pienses tanto en la fe primero en forma de proposición —las cosas en las que creo— sino más bien de forma psicológica o espiritual.
La fe es una actitud de confianza en Dios, quien siempre nos ofrece nuevas posibilidades. Cuando nuestras vidas y corazones están alineados al Dios que crea el universo, cuando nuestras voluntades están orientadas de acuerdo con Sus propósitos, nos convertimos en conductos de un poder enorme.
Etelberto, Santo
Rey de Kent, 24 de febrero
Por: n/a | Fuente: misa_tridentina.t35.com
Laico
Martirologio Romano: En Canterbury, en Inglaterra, san Etelberto, rey de Kent, que fue el primero de los príncipes de los anglos convertido a la fe en Cristo por el obispo san Agustín († 616).
Breve Biografía
Eteleberto, rey de Kent, se casó con una princesa cristiana llamada Berta, que era la hija única de Chariberto, rey de París. Etelberto concedió a su esposa plena libertad para practicar su religión y Berta llevó consigo a Inglaterra a Liudardo, un obispo francés, quien ofició en la dedicación de la iglesia de San Martín de Canterbury. La tradición habla de la piedad y las amables virtudes de Berta, que indudablemente impresionaron mucho a su marido.
Sin embargo, Etelberto no se convirtió sino hasta la llegada de san Agustín de Canterbury y sus compañeros. Los misioneros, enviados por san Gregorio el Grande, desembarcaron en Thanet, desde donde se comunicaron con el rey Etelberto, anunciándole su llegada y las razones de su viaje. Etelberto les rogó que permanecieran en la isla y pocos días más tarde, fue personalmente a escucharles. Su primera conversación con ellos se llevó al cabo al aire libre, pues el rey temía que empleasen alguna magia o encanto, y en aquella época se creía que la magia no producía ningún efecto a cielo abierto.
Etelberto se sentó bajo una encina y recibió amablemente a los misioneros; después de escucharles, les dio permiso de predicar al pueblo y de convertir a cuantos pudieran. Igualmente les dijo que él no podía abandonar por el momento a sus dioses, pero que velaría porque los misioneros fuesen bien tratados y no les faltase nada. Beda cuenta que les entregó la iglesia de San Martín para que pudiesen «cantar salmos, orar, ofrecer la misa, predicar y bautizar». Las conversiones empezaron a multiplicarse, y Etelberto y la corte no resistieron largo tiempo a la predicación. Fueron bautizados en Pentecostés del año 597. A la conversión del rey siguió la de millares de sus súbditos.
El rey dio permiso a San Agustín y sus compañeros de reconstruir las antiguas iglesias y de construir otras nuevas; pero, a pesar de su celo por la propagación de la fe, no obligó a sus súbditos a cambiar su religión. Como lo dice expresamente Beda, Etelberto había aprendido de sus maestros que el servicio de Cristo tenía que ser voluntario. Etelberto trataba a todos sus súbditos con la misma bondad, aunque sentía especial afecto por los que se habían convertido al cristianismo.
Su gobierno se distinguió por el empeño que puso en mejorar las condiciones de vida de sus súbditos; sus leyes le ganaron el aprecio de Inglaterra, en épocas posteriores. En Canterbury regaló tierras y edificios al arzobispo, quien construyó ahí la catedral llamada «Christ Church» y, fuera de las murallas, la abadía y la iglesia de San Pedro y San Pablo, que más tarde se llamó de San Agustín. Etelberto fundó el nuevo obispado de Rochester en sus dominios y construyó la iglesia de San Andrés. En Londres, que formaba parte del territorio del rey de los sajones del este, construyó la primera catedral de San Pablo. Por su medio abrazaron la fe cristiana Saberlo, rey de los sajones del este, y Redvaldo, rey de los anglos del este, si bien Redvaldo recayó más tarde en la idolatría.
Después de cincuenta y seis años de reinado, Etelberto murió el año 616 y fue sepultado en la iglesia de San Pedro y San Pablo, donde descansaban los restos de la reina Berta y de san Liudardo. Hasta la época de Enrique IV, había siempre una lámpara encendida frente a su sepulcro. Las diócesis de Westminster, Southwark y Northampton celebran su fiesta; la diócesis de Nottingham y el Martirologio Romano conmemoran su nombre.
San Etelberto es un modelo por la nobleza de su conversión. La acogida que dio a los misioneros y su gesto de escucharles sin prejuicios son un caso extraordinario en la historia. Con su actitud de no imponer la fe a sus súbditos, a pesar de su celo por propagarla, favoreció enormemente la obra de los misioneros. La violencia ha sido siempre enemiga de la fe, aun en los casos en que parece favorecerla momentáneamente, pues está en oposición con el espíritu del Señor y la esencia misma del cristianismo. El mundo será evangelizado por la oración, la predicación y el ejemplo, no por la violencia, la persecución y la tiranía.
¡Todo es posible para el que tiene fe!
Santo Evangelio según san Marcos 9, 14-29. Lunes VII del Tiempo Ordinario
Por: Juan Pablo García Hincapié, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, aquí estoy delante de ti. Vengo a hablar contigo y que Tú hables a lo más profundo de mi corazón. Te pido de manera especial que renueves en mí la fe que he recibido en el día de mi bautismo. Dame la gracia de ser capaz de reconocer tu obra salvadora también en mi vida y en la vida de cada uno de los que se acercan a mí. Te pido que, en este tiempo de oración, Tú aumentes esta virtud para que en mi vida crea en tu obra salvadora.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 14-29
En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte y llegó al sitio donde estaban sus discípulos, vio que mucha gente los rodeaba y que algunos escribas discutían con ellos. Cuando la gente vio a Jesús, se impresionó mucho y corrió a saludarlo. Él les preguntó: “¿De qué están discutiendo?”.
De entre la gente, uno le contestó: “Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que no lo deja hablar; cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo y el muchacho echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. Les he pedido a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido”. Jesús les contestó: “¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho”. Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, se puso a retorcer al muchacho; lo derribó por tierra y lo revolcó, haciéndolo echar espumarajos. Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?”. Contestó el padre: “Desde pequeño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Por eso, si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos”. Jesús le replicó: “¿Qué quiere decir eso de ‘si puedes’? Todo es posible para el que tiene fe”. Entonces el padre del muchacho exclamó entre lágrimas: “Creo, Señor; pero dame Tú la fe que me falta”. Jesús, al ver que la gente acudía corriendo, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Sal de él y no vuelvas a entrar en él”. Entre gritos y convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó como muerto, de modo que la mayoría decía que estaba muerto. Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho se puso de pie. Al entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron a Jesús en privado: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”. Él les respondió: “Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Uno de los ejercicios que reflejan la capacidad de tener fe en alguien es confiarle incluso aquello que más queremos. Hoy en el Evangelio se acerca el padre que busca la curación de su hijo que sufre tanto.
Se acerca buscando la curación de aquella persona que tanto ama aun sabiendo que su hijo es atormentado desde que era pequeño. El Señor Jesús lo recibe, aunque el padre todavía no pone totalmente su fe en el Maestro. Por eso cuando dice el padre: «Si algo puedes» Jesús le responde: «Todo es posible para el que tiene fe.» Desde este momento el padre toma conciencia que tiene que creer si quiere recibir las obras del Señor.
Meditemos hoy en este momento y en esta persona, que lo único que necesita es volver a reafirmar su fe para recuperar a su hijo, recuperar lo que tanto ama. Para finalizar recordemos que aquello que queremos recobrar en nuestra vida de fe como apóstoles, solo lo podemos hacer a través de un acto de entrega al Señor. Con esta petición en el corazón digamos: «Creo, Señor; pero dame Tú la fe que me falta».
«Recordamos, de hecho, cuando nos ha dicho el Señor Jesús: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis”. Pero nosotros no creemos esto, porque tenemos poca fe. Si nosotros tuviéramos una fe —dice Jesús— como el grano de mostaza, recibiríamos todo. “Pedid y lo conseguiréis”. En este momento de la oración universal después del Credo, está el momento de pedir al Señor las cosas más fuertes en la misa, las cosas que nosotros necesitamos, lo que queremos. Lo conseguiréis; en un modo u otro, pero lo conseguiréis. Todo es posible para quien cree, ha dicho el Señor. ¿Qué respondió ese hombre al cual el Señor se dirigió para decir esta palabra —todo es posible para quien cree—? “Creo Señor. Ayuda mi poca fe”. También nosotros podemos decir: “Señor, yo creo. Pero ayuda mi poca fe”. Y la oración debemos hacerla con este espíritu de fe».
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de febrero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Visitaré a Cristo eucaristía pidiendo que aumente mi fe.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Ethelberto de Kent, evangelizador de los anglosajones
Aleteia
San Ethelberto de Kent
Dolors Massot – publicado el 23/02/22
Siendo rey, acudió a escuchar sin prejuicios al misionero san Agustín de Canterbury y se convirtió
Ethelberto, Adalberto o Etelberto, vivió entre los años 560 y 616. Fue rey de Kent desde su juventud hasta su muerte, a los 56 años. De hecho fue el primer monarca inglés que se convirtió al cristianismo.
Se casó con la princesa merovingia Berta, hija del rey franco de París, lo que le conectó con la Europa continental.
Tal vez por influencia de su esposa, que era cristiana, el papa Gregorio Magno envió desde Roma a san Agustín de Canterbury como misionero a Kent en el año 597.
Ethelberto acudió a escucharlo sin prejuicios y se convirtió: fue bautizado en Pentecostés de ese mismo año, junto con su corte.
A continuación, donó tierras para construir iglesias y evangelizar a su pueblo. Y lo hizo respetando la libertad de cada persona acerca de la fe.
Ethelberto fue canonizado, entre otras razones, por su papel ejemplar en la cristianización de los anglosajones.
Santo patrón
San Ethelberto es el santo patrón de Hereford, en Inglaterra (Reino Unido).
Oración
Señor Dios mío, perdóname por todas las veces que he juzgado mal a las personas y me he adelantado a lo que de verdad querían decir o hacer, sospechando de ellas sin fundamento.
Dame un corazón arrepentido y abierto, sin prejuicios –como el de san Ethelberto- a la hora de buscar la verdad, aunque esta me lleve luego a tener que rectificar mi conducta.
Yo sé, Señor, que tú me darás la gracia para que, si de mi parte vivo la sinceridad de corazón, encuentre cómo vivir ajustándome a tu camino.
Al final de mi vida, Señor, quiero poder entregarte mis días y decirte que me desgasté en tu servicio.
Amén.