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Solemnidad de Cristo Rey (20 de noviembre de 2022)

2 Samuel 5:1-3 / Colosenses 1:12-20 / Lucas 23:35-43

 

El último domingo del año litúrgico está dedicado a la contemplación del misterio de Cristo, Rey del Universo. Esta solemnidad es el compendio de todo el camino espiritual realizado a lo largo del año litúrgico a través de los diferentes momentos, tiempos, celebraciones, fiestas y cumpleaños. Todo ello converge hacia un punto luminoso y claro para todos los que nos reconocemos como cristianos. Este punto es la gloria y la luz de la Cruz de Jesús.

Celebrar a Cristo Rey contemplándole en el momento en que es clavado en una cruz, insultado, moribundo, privado de su dignidad suscita sorpresa y perplejidad, no sólo a los antiguos sino también a nosotros hoy. ¡Qué rey tan absurdo! ¿Será éste el reino del cielo y éste el estilo del Reino de Dios?

Una realeza, pues, verdaderamente distinta a la que nos propone el mundo, hecha de interés y protagonismo. Una realeza que, en cambio, se convierte en servicio, porque como dice el mismo Jesús: Vengo en medio de usted, como quien sirve. En el fondo esperamos otro tipo de rey. Un rey que sea una proyección de nuestro afán de poder y grandeza. Si Dios fuera así, estaría permitido intentarlo. Pero Dios es exactamente lo contrario.

En la cruz, vemos quién es realmente Dios, y debemos elegir: seguir proyectando nuestros propios esquemas y expectativas en Dios, esperando que sea y haga lo que nosotros queremos que haga (como ha hecho casi todo el mundo, incluido el mal ladrón); o dejar purificar nuestras ideas y el corazón por su crucifixión, haciendo un acto de reconocimiento y confianza como el buen ladrón: encomendándonos a Él, abriéndonos a su gracia.

 

 

El mal ladrón que recuerda a Jesús que si fuera rey debería salvarse a sí mismo –y salvarlos a ellos– no es tan distinto de nosotros cuando nos vemos abrumados por las dificultades de la vida, incluso las más duras , y rogamos a Dios que nos cure, que nos ayude a aprobar un examen, que evite que perdamos el trabajo. Sí, nosotros también, en el fondo, pensamos como este criminal y entendemos que quizás no sea tan malo como muchas veces lo consideramos. En cambio, la realeza de Jesús es proclamada por el otro ladrón que reconoce su inocencia: es esa misma inocencia la que le declara rey y manifiesta la realeza de Cristo.

El buen ladrón no pide que Jesús le libere, que le venga o que resuelva “mágicamente” sus problemas. No. Sabe que merece esa condena. Acepta este sufrimiento, confiándose serenamente a Jesús. El ladrón ve en este hombre manso, injustamente sacrificado, que sigue rezando al Padre e intercediendo por sus verdugos, el verdadero Rey.

¿Qué transforma la cruz del ladrón en salvación? Abrirse a Cristo. La cruz se convierte en un camino hacia el cielo cuando la llevamos con Él, entregándonos a Él ya los demás. Jesús no quita la cruz, sino que la transforma en un instrumento de amor; no da soluciones fáciles al sufrimiento, sino que se hace presente en el sufrimiento convirtiéndolo en camino hacia el Reino. Sólo este Rey sabe transformar nuestra vida, sólo este Rey abre de par en par la puerta al Padre, sólo este Rey es capaz de transformar nuestra vida en un regalo de amor.

Sí, confesamos que Jesús es el Rey. «Rey» con mayúsculas. Nadie puede estar a la altura de su realeza. El Reino de Jesús no es de ese mundo. Es un Reino en el que se entra por la conversión y el reconocimiento. Un Reino de verdad y vida, un Reino de santidad y gracia, un Reino de justicia, amor y paz. Un Reino que sale de la sangre y el agua que brotaron junto a Jesucristo.

Hermanas y hermanos, celebramos a Cristo Rey y podemos decir que Jesús sí fue rey: tiene un Reino. Pero su Reino está totalmente en desacuerdo con cualquier muestra de poder en ese mundo. El poder de la realeza de Jesús es el poder de amar y, por tanto, de salvar, porque el amor salva al amado si se deja amar. Amar es dar, y el dolor y la muerte cercana no impiden que Jesús ejerza su realeza dando el paraíso al hombre que está a su lado y también a todos nosotros si nos abrimos a Él.

Sus discípulos tenemos la gran oportunidad de recibir el mismo poder de amar como Dios ama. Experimentamos ya el Reino con santidad, y damos testimonio de Él con la caridad que autentifica la fe y la esperanza.

 

 

• St. Cecilia

• Luke 21:5-11

 

 

En el Evangelio de hoy Jesús responde preguntas sobre el fin del mundo. ¿Cuándo vendrá? ¿Qué es lo que sucederá?

¿Por qué los primeros cristianos estaban interesados en estas preguntas? La respuesta más simple y profunda es que habían experimentado el fin del mundo —precisamente con la muerte y resurrección de Jesús.

Jesús vino a predicar el Reino de Dios, y las naciones conspiraron contra Él. El viejo mundo parecía conquistar este nuevo mundo que Jesús encarnaba. Pero luego, con la Resurrección, vieron que el mundo antiguo —un mundo predicado sobre la muerte y que había entregado a Jesús—estaba ahora derrotado.

 

Tan asombrados estaban ellos por la Resurrección —y podemos verlo en cada libro y cada carta del Nuevo Testamento— que esperaban la llegada inminente de un nuevo estado de cosas, el regreso de Jesús y el establecimiento del Reino de Dios. Aunque Jesús no regresó de inmediato, el viejo mundo se había terminado, roto, y estaba en peligro, su destrucción era solo una cuestión de tiempo.

Los discípulos de Cristo no pueden permanecer esclavos de los temores y de las angustias, sino que están llamados a vivir la historia, a detener la fuerza destructiva del mal, con la certeza de que la ternura providencial y tranquilizadora del Señor acompaña siempre su acción de bien. Esta es la señal elocuente de que el Reino de Dios viene a nosotros, es decir, que la realización del mundo se acerca como Dios quiere. Es Él, el Señor, quien dirige nuestras vidas y conoce el propósito último de las cosas y los acontecimientos… Que la Virgen María, por su intercesión maternal, nos sustente en nuestro camino cotidiano de fe, siguiendo al Señor que guía la historia. (Angelus, 17 noviembre 2019)

 

 

Cecilia, Santa

Memoria Litúrgica, 22 de noviembre

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. El título de una iglesia en el Transtíber lleva desde antiguo su nombre (s. inc.).

Breve Biografía

La gran devoción popular hacia la virgen y mártir romana hizo que el nuevo calendario litúrgico conservara su memoria, a pesar de que faltan documentos históricos anteriores al siglo VI. Esta devoción y el mismo patrocinio de Santa Cecilia sobre la música sagrada se deben efectivamente al relato de su martirio, titulado Pasión, fechado después del año 486.

En ella la fundadora del “título” de la basílica de Santa Cecilia en Trastévere es identificada con una santa homónima, enterrada en las catacumbas de San Calixto y que habría sufrido el martirio durante el imperio de Alejandro Severo, hacia el 230.

En la Liturgia de las Horas se lee: “El culto de Santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo”.

 

Cecilia, noble y rica, iba todos los días a la Misa celebrada por el Papa Urbano en las catacumbas próximas a la Vía Apia, y una multitud de pobres la esperaban porque conocían su generosidad. En el día de su boda con Valeriano, mientras el órgano tocaba, ella cantaba en su corazón: “solamente para el Señor” (de este pasaje de su Pasión tuvo origen el patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada); después, llegada la noche, la joven le dijo a Valeriano: “Ninguna mano profana puede tocarme, porque un ángel me protege. Si tú me respetas, él te amará, como me ama a mí”.

Al contrariado esposo no le quedó otro remedio que seguir el consejo de Cecilia, hacerse instruir y bautizar por el Papa Urbano y después compartir el mismo ideal de pureza de la esposa, recibiendo en recompensa su misma gloria: la palma del martirio, al que por gracia divina se asoció también el hermano de Valeriano, Tiburcio.

Aunque el relato del martirio parece fruto de una piadosa fantasía, históricamente es cierto que Valeriano y Tiburcio fueron mártires y que fueron enterrados en las catacumbas de Pretestato. Después del proceso, narrado con abundancia de detalles por el autor de la Pasión, Cecilia fue condenada a la decapitación, pero los tres poderosos golpes del verdugo no lograron cortarle la cabeza: esto se debió a que, según el relato, Cecilia había pedido al Señor la gracia de ver al Papa Urbano antes de morir.

En espera de esta visita, Cecilia pasó tres días en agonía, profesando su fe. No pudiendo decir ni una palabra, expresó con los dedos su credo en Dios uno y trino.

 

 

Confiar sólo en Cristo

Santo Evangelio según san Lucas 21, 5-11.

 

 

Martes XXXIV del Tiempo Ordinario

Por: Rubén Tornero, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por estar aquí; por regalarme este momento de encuentro contigo. Sabes que quiero creer más en ti. ¡Aumenta, por favor, mi fe! Deseo abandonarme en tus brazos amorosos igual que un niño pequeño en los brazos de su mamá, ¡Aumenta mi confianza en ti! Anhelo ser para ti un lugar de descanso, una morada donde todos puedan encontrarte, ¡aumenta mi amor!

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-11

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: «Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando: todo será destruido».

Entonces le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?».

Él les respondió: «Cuídense que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin».

Luego les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Hoy, Jesús, me regalas una palabra que quiere tocar mi vida, que quiere transformarla. Me hablas de la confianza en ti.

Al ver que muchos ponderaban la hermosura del templo, les dices que todo será destruido y no quedará piedra sobre piedra. Hablas a quienes creían que eran buenos por tener un edificio bello, grande y dedicado a ti. ¡Cuántas veces yo pienso algo similar Señor! Me escudo bajo el nombre de cristiano y me siento «bueno» porque no mato, ni robo, ni soy tan malo como otros. Me siento contento y seguro con lo que puedo alcanzar por mis medios y por mis fuerzas en mis actividades apostólicas.

 

¿Cuántas veces me ha pasado que cuando las cosas no salen como yo pensaba, cuando no he podido alcanzar mis metas, cuando experimento el dolor en mí o en los que más quiero, te culpo y creo que me has defraudado? No me doy cuenta que si tantas veces me he sentido así, se porque he puesto mi confianza en mí, en mis medios, en tantas cosas… más no en ti.

Señor, tantos me han engañado y han hecho sufrir mi corazón. Me he dejado seducir por el dinero, el placer, el poder… en resumidas cuentas, por el pecado, y, al final, me he encontrado vacío, triste y herido. No lo quiero más. Ayúdame, Jesús, a confiar sólo en ti y sólo en ti.

«La salvación de Dios proclamada tiene el carácter de un poder invencible que vencerá sobre todo. De hecho, después de haber anunciado a sus discípulos las terribles señales que precederán su venida, Jesús concluye: “Cuando empiece a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza; se acerca su liberación”. Y, si san Pablo habla de un amor “que crece y rebosa”, es porque el testimonio cristiano debe reflejar esta fuerza irresistible que narra el Evangelio. Jesús, también en medio de una agitación sin precedentes, quiere mostrar su gran poder, su gloria incomparable, y el poder del amor que no retrocede ante nada, ni frente al cielo en convulsión, ni frente a la tierra en llamas, ni frente al mar embravecido. Dios es más fuerte que cualquier otra cosa». (Homilía de S.S. Francisco, 29 de noviembre de 2015).

 

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy rezaré un misterio del rosario pidiéndole a la Virgen que me ayude a confiar más en Dios.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Tragedias y culpabilidad humana

La búsqueda de un culpable se alimenta desde el deseo de justicia

 

El incendio en una discoteca o en un supermercado, la fiesta masiva de jóvenes que termina en una estampida, la explosión de un camión cisterna junto a una playa, el incendio de un avión lleno de pasajeros, el vertido de miles de toneladas de petróleo en el océano…

Ante las tragedias del pasado, del presente, y las que puedan ocurrir en el futuro próximo o lejano, surge el deseo, a veces alimentado por la rabia y la desesperación de familiares y amigos, de individuar responsabilidades, de encontrar a los culpables para castigarles adecuadamente, de promover medidas concretas para que no se repitan catástrofes similares en el futuro.

La búsqueda de un culpable se alimenta desde el deseo de justicia: quien ha sido responsable, quien pudo haber hecho algo por evitar víctimas inocentes y daños enormes, ha de rendir cuentas de sus acciones y de sus omisiones, ha de resarcir a las víctimas y pagar por sus culpas.

Paradójicamente, la idea de culpa ha encontrado, y todavía encuentra, enemigos acérrimos que consideran tal concepto como superado, como peligroso, incluso como dañino para la psicología de las personas y para la buena marcha de las sociedades.

La idea de culpa se relaciona, ciertamente, con la idea de responsabilidad personal y de grupo. Pero no existirían responsabilidades allí donde, desde planteamientos filosóficos, científicos, sociológicos o de otro tipo, se niega la libertad humana, se reduce el comportamiento humano a pulsiones neuronales, se exalta la libertad hasta límites absurdos, o se vuelve a una mentalidad (para algunos primitiva, pero más viva de lo que imaginamos) según la cual los seres humanos seríamos títeres de un destino que nos supera y que determina todas y cada una de nuestras elecciones.

Por eso, frente a esos planteamientos erróneos, la búsqueda de culpables en las muchas tragedias de nuestro mundo permite abrir los ojos y redescubrir algo que el mundo antiguo tenía bastante claro: hay acciones humanas que surgen desde la libertad, que son voluntarias, y que por lo mismo pueden ser meritorias (buenas) o condenables (malas).

Sólo cuando reconocemos que existen tales acciones, sólo cuando admitimos la libertad (unida a la capacidad de pensamiento y a la lucidez que acompaña muchos de nuestros actos) tiene sentido buscar quién tuvo la culpa y trabajar por construir un mundo más responsable, más seguro y más justo.

 

 

Llegar a Dios a través de la música

Hoy celebramos a los músicos…te dejamos este testimonio

 

 

John tenía en sus manos todas las características para ser un músico, un compositor o un productor musical de primer orden. Nació en St. Louis, Missouri, lo cual ya casi le hace llevar en la sangre el blues y el jazz. Un lugar donde los mejores músicos norteamericanos han vivido, en donde maduraron o en donde han tenido algunos de sus mejores éxitos. Además, John estudió Producción musical en Nashville, Tennessee, la “Ciudad de la música”. Sin embargo, Dios se le hizo el encontradizo una noche estrellada, junto a un lago, y le hizo una propuesta mucho más prometedora: seguirle de cerca como sacerdote. Hoy, el hermano John Klein sigue vinculado a la música tocando en las calles de Roma, promoviendo sus canciones en las redes sociales, grabando algún disco y, siempre que puede, y suele poder muchas veces, tocando en encuentros juveniles, adoraciones eucarísticas y allí en donde quieran escuchar su música evangelizadora.

 

Ya ha terminado teología y, si todo va bien, se ordenará sacerdote en breve. Klein ha dedicado un tiempo para hacer un breve repaso sobre la relación tan importante que hay entre música y evangelización para este aspirante al sacerdocio: “Para mí es muy clara cuál es mi vocación: lo primero ser santo, un santo religioso y un sacerdote Legionario de Cristo. Esto es lo que más deseo y espero con interés. Me visualizo como sacerdote escuchando confesiones, celebrando la misa, predicando… No hay nada más importante que esto, pero también es verdad que la música es una herramienta que me ayuda a predicar y enseñar a otros cómo es de grande y emocionante el amor de Dios y la misión a la que nos invita”.

“Dios me ha dado este don –explica el religioso- y por eso lo utilizaré tan a menudo como pueda. Todos nuestros dones y talentos deben ser puestos al servicio de Cristo y de la misión, y es allí donde se encuentran su cumplimiento y perfección”.

En realidad, le preguntamos, esto es algo que ya hace ahora: “Bueno, sí. Cada jueves toco en una Hora Santa para jóvenes, en inglés, en el centro de Roma. La Hora Santa y el apostolado se llaman UpperRoom. Y también participo en unas misiones callejeras en Roma: las llamamos StreetFaith y en ellas la música es una oportunidad para establecer contacto con la gente, hablar de Cristo e invitarles a pasar a una iglesia en la que pueden hacer un rato de adoración, confesarse, hablar con algún sacerdote… Es llevar la fe a la calle”.

No es algo nuevo en él, antes de entrar en el seminario, en Nashville, tuvo una fructífera relación con grupos musicales protestantes. En aquella época, sin dejar de ir a Misa, comenzó a asistir a sus estudios de la Biblia. Allí empezó a tener contacto con la música cristiana: “Aquellos jóvenes tenían un amor más sincero a Cristo que yo, así como un enorme valor a la hora de vivir su fe en público. Empecé a escribir y tocar música cristiana con algunos amigos bautistas que había hecho e, incluso, les acompañé en alguna gira Nashville y Mississippi”.

 

 

Es lo que dijo Dostoievski en su día, y lo que repite el H. John: “Creo que la belleza tiene una muy poderosa fuerza evangelizadora. La Belleza no te fuerza, siempre es una invitación suave. Cada amanecer, cada noche estrellada, cada cascada o montaña nevada es una amable invitación a levantar nuestras mentes en busca de nuestro creador. También dan testimonio de la ternura y la bondad de Dios. Lo mismo se aplica a las artes humanas. A través de la pintura, la escultura, la danza, la música… tratamos de imitar y perfeccionar la belleza que se descubre en la naturaleza”.

Para este religioso, la música es un potente transmisor de la belleza y una forma de conectar con Dios: “Si ves una presentación de diapositivas con las imágenes de tu último viaje de vacaciones, seguro que trae buenos recuerdos. Pero si las ves con música, los recuerdos vienen a tu mente de una manera emocionante y completamente nueva”. “La música añade otra dimensión –nos explica con interés este músico religioso-: nos conecta a la dimensión espiritual de nuestra naturaleza, y allí descubrimos a Dios dentro de nosotros”.

“Mi misión es llevar a Cristo a los demás y la música es una de las herramientas que Dios me ha dado para llevar a cabo esa misión”, señala con convencimiento. Algo que vive especialmente con los jóvenes: “La música ayuda a los jóvenes. Les inspira para encontrarse con Cristo y para seguirlo de una manera más profunda. Además, la música es una gran herramienta para romper el hielo con aquellos que están más lejos de Dios”.

 

 

Es algo que vive constantemente: “Toco en un montón de horas santas a las que me invitan. Me gusta, porque la música prepara el alma para la oración, relajándolo y levantándolo a Dios. Sucede algo maravilloso: la música se mezcla con la oración vocal delante de la Eucaristía. Es una combinación poderosa que puede ser un catalizador para ayudar a los chicos a experimentar el amor de Cristo de una manera más profunda”.

Pero no todo es adoración. John también compone para quienes están más alejados de Dios: “Escribo canciones sobre mis experiencias de la vida y de Dios. Las toco durante los retiros o en momentos en que estoy con gente que no es cristiana o que no va habitualmente a la Iglesia. Muchas personas, después de escuchar, se abren y empiezan a hablar contigo, se rompe el hielo y comienza la conversación. Es todo un método de preevangelizacion”.

 

Le hemos preguntado que por qué conecta tan bien la música con los jóvenes, y nos responde que “la música es algo emocionante, dinámico, energizante, estimulante y hermoso”. Y analiza algo que no puede descartarse a la hora de tratar con ellos: “Los jóvenes desconocen todavía quiénes son y tienen que decidir en qué tipo de personas se convertirán. Para ellos el futuro es todavía muy abierto y las opciones son muchas. Ellos están buscando la belleza, la autenticidad, ideales por los que vale la pena vivir y luchar… en una palabra, están buscando una verdadera vida. Ahí es donde la música se adapta a sus vidas para ofrecerles inspiración, nuevos ideales, los valores y la belleza”.

Es habitual verle al hermano tocando en la calle, colgando sus vídeos en las redes sociales, y le preguntamos por estos escenarios tan particulares. “No me gusta cantar especialmente en las calles porque es difícil y hay que ganarse un público. Ganar audiencia es duro. Cuando estoy en la calle más que tocar música a lo que me dedico es captar la atención de los viandantes para compartir una palabra con ellos acerca de Cristo después de la canción”.

Y sobre las redes sociales nos explica que “los medios de comunicación son oportunidades para la evangelización. Es necesario llevar comentarios positivos, fotos y música inspiradora. Tenemos que sembrar un montón de pequeñas semillas de esperanza en todos los medios sociales. Dejemos que el Espíritu Santo haga crecer estas semillas, pero debemos hacer nuestra parte por estar presentes y compartir libremente todas las cosas buenas que Dios está haciendo en nuestras vidas”.

 

 

Santa Cecilia, esposa y virgen

Una de las mártires más famosas de los primeros siglos del cristianismo

 

 

Cecilia es una mártir de los primeros siglos del cristianismo. Se casó con Valeriano, quien aceptó su deseo de seguir virgen tras el matrimonio.

Aunque de ella se tiene poca documentación histórica, está testimoniada la muerte por martirio del marido y del hermano de éste, Tiburcio.

Santa Cecilia aparece citada en el Canon Romano de la misa.

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Santa patrona

Es la patrona de los músicos.

Oración

Gloriosa virgen y mártir Santa Cecilia, modelo de esposa fiel a Jesús:
Mírame aquí humildemente ante ti.
Soy un pobre pecador que vengo a implorar tu poderosa intercesión ante Jesús, a quien tanto amaste,
dame un verdadero arrepentimiento de mis pecados,
un propósito eficaz de enmienda y una heroica fortaleza para confesar y defender mi fe.
Permíteme vivir y morir en esta santa fe,
y danos lo que necesito para vivir santamente.
Escúchame, oh virgen poderosísima,
para que merezca disfrutar un día de la eterna felicidad.
Así sea.