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Habitualmente, en el Evangelio, los fariseos y los maestros de la ley, quienes se consideran representantes y guardianes de la verdadera fe, aparecen para controlar las palabras y las acciones del Maestro de Galilea. En esta ocasión, los fariseos critican a Jesús ya sus discípulos por no lavarse las manos antes de comer, transgrediendo una tradición, y haciéndose impuro a sus ojos. La respuesta de Jesús es atronadora: “Hipócritas, con razón Isaías profetizó sobre vosotros: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón se mantiene lejos de mí”.

En el mundo griego, el hipócrita es el actor, el que juega un papel, el que lleva una máscara. ¿Y por qué algunos fariseos y maestros son acusados de actores por Jesús? Porque con sus labios dicen una cosa, pero en sus corazones viven otra; se aferran a una pequeña regla por fuera, pero no hay amor en sus corazones. Parecen piadosos y devotos, pero por dentro son malvados, sin misericordia.

 

 

Las palabras más duras de Jesús en el Evangelio son precisamente contra quienes se muestran como creyentes pero después en realidad no lo son; quienes utilizan la religión y el nombre de Dios para el propio beneficio, para atraer apoyos sociales, para mostrarse como creyentes y dignos de confianza, pero que con sus opciones de vida son escándalo para quienes sinceramente quieren seguir a Dios.

¿De qué sirve observar todas las tradiciones y normas, incluso las más pequeñas e insignificantes, si esto sólo sirve para mostrar a los demás un sentido de superioridad religiosa y quizás convertirlo en motivo de orgullo, juicio, condena, sin, por por otra parte, ¿amar profundamente lo que se profesa con los labios?

¿De qué sirve llamarse cristiano porque se va a misa todos los domingos, se sigue el Catecismo al pie de la letra, se observan todas las disposiciones litúrgicas, se conocen todos los rituales sacramentales a la perfección, si eso sólo sirve para juzgar , ¿para criticar, para sentirse mejor que los demás?

Ésta es precisamente la hipocresía de la fe, cuando la vida religiosa se reduce al cumplimiento de unas reglas que no tocan el corazón ni la vida real, y la vida religiosa se convierte en una serie limitada en el tiempo de unos pocos gestos religiosos , pero no se convierte en una sentida opción de vida.

 

 

Pero también está la banda contraria, quienes reducen la fe a dos o tres preceptos para tranquilizar la conciencia y sentir que ya han cumplido: ir a misa una vez al año, una limosna ocasional, una señal de la cruz a toda prisa, encender una lámpara de vez en cuando… y listos. Son aquellos que dicen, yo y Dios ya nos entendemos, no necesito que nadie me diga que debo hacer; todo esto son cosas de gente mayor, ahora no tengo tiempo; quizás más adelante… En el fondo, no hay una inquietud religiosa. Por éstos, Dios no interesa.

Ambas posiciones son el resultado de la indiferencia. Los primeros se han acostumbrado a vivir la religión como práctica externa o tradición rutinaria, que no toca el corazón. Los segundos no es que hayan tomado la decisión de apartarse de Dios, pero de hecho su vida se ha ido alejando.

Es evidente que estas actitudes se deben a la falta de cuidado de la vida interior: sólo si empiezo a bajar día a día en mi corazón podré reconocer mis tendencias oscuras, los sentimientos y pensamientos negativos a los que doy cabida o que me condicionan en mis acciones, descubriendo que tengo necesidad de Dios y su perdón.

 

Porque, ¿qué es lo que realmente hace a la persona impura, es decir, no disponible para Dios? Las cosas que salen de su corazón. Por eso, Jesús no se opone a la Ley, sino que la profundiza, va a la raíz del mal: el corazón. Jesús vino a cambiar nuestros corazones por medio del don del Espíritu Santo en nosotros, que nos transforma, nos cambia, en la medida en que oremos y luchemos contra las inclinaciones erróneas. Nuestra vida no cambia poniendo normas, renovando la casa, cambiando de look… sólo cambia si cambia nuestro corazón, ¡y sólo Dios puede cambiar nuestro corazón! Y entonces seremos libres para amar y afrontar cualquier situación, incluso la más dolorosa.

Jesús realmente vino a la tierra como hombre, y no representó un papel. Nuestra fe nos enseña que Él, como verdadero hombre y verdadero Dios, quiso enseñar a la humanidad que Dios no es una serie de acciones exteriores momentáneas, sino una elección profunda que cambia la vida real de uno y el mundo real .

Jesús quiere realmente que seamos libres, plenamente responsables ante Dios y ante nuestras hermanas, con plena conciencia de nuestras acciones y opciones. Jesús vino a darnos el Espíritu Santo, para superar nuestra incapacidad de amar, para superar estas contradicciones que tenemos en el corazón.

Todos necesitamos dejarnos curar, transformar por Dios, para estar verdaderamente disponibles para Él. A esto quiere llevarnos a Jesús. Esto es lo que vino a hacer, como nos prometió: Te daré un corazón nuevo, pondré un Espíritu nuevo dentro de ti dentro de ustedes.

 

 

Claudio de la Colombiére, Santo

Presbítero, 15 de febrero

Presbítero Jesuita

Martirologio Romano: En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio de La Colombière, presbítero de la Compañía de Jesús, que siendo hombre entregado a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios (1682).

Fecha de canonización: 31 de mayo de 1992 por el Papa Juan Pablo II.

Breve Biografía

Glorias para Nuestro Dios

Un artista, contemporáneo de Claudio, nos ha dejado un retrato, pintado cuando éste tenía entre treinta y cinco y cuarenta y un años: rostro alargado, ojos pequeños pero brillantes y de mirada penetrante, frente amplia, boca bien proporcionada y mentón un tanto afilado. Se dice que cuando Claudio entró en la Compañía de Jesús era más bien robusto, de carácter muy alegre, de elevados ideales, prudente y agradable. La vida religiosa no hizo sino desarrollar sus dones naturales.

Su inteligencia innata se acostumbró a los juicios agudos y certeros. Claudio amaba las bellas artes y sostuvo una correspondencia con Oliverio Patru, miembro de la Academia Francesa, quien alaba mucho sus escritos. Pero poco valor habrían tenido estos dones naturales en el trabajo por las almas, si no hubiera unido a ellos el espíritu interior de un religioso sediento de la gloria de Dios. La fuente de su vida interior era la unión con Dios en la oración, a la que se entregaba constantemente. Llegó a habituarse de tal modo a referirlo todo a Dios, que el respeto humano y los motivos mundanos no existían para él. Este extraordinario despego del mundo fue su característica principal.

Nacimiento y más acontecimientos

El santo Claudio nació en Saint-Symphorien d´Ozon, cerca de Lyón, en 1641. Su familia estaba bien relacionada, era piadosa y gozaba de buena posición. No poseemos ningún dato especial sobre su vida antes de ingresar en el colegio de la Compañía de Jesús de Lyón. Aunque sentía gran repugnancia por la vida religiosa, logró vencerla y fue inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en Aviñón y, a los dos años, pasó al colegio de dicha ciudad a completar sus estudios de filosofía. Al terminarlos fue destinado a enseñar la gramática y las humanidades, de 1661 a 1666. Desde 1659, la ciudad de Aviñón había presenciado choques constantes entre los nobles y el pueblo En 1662, ocurrió en Roma el famoso encuentro entre la guardia pontificia y el séquito del embajador francés. A raíz de ese incidente, las tropas de Luis XIV ocuparon Aviñón, que se hallaba en el territorio de los Papas. Sin embargo, esto no interrumpió las tareas del colegio, y el aumento del calvinismo no hizo más que redoblar el celo de los jesuitas, quienes se consagraron con mayor ahínco a los ministerios apostólicos en la ciudad y en los distritos circundantes.

 

Cuando la paz quedó restablecida, Aviñón celebró la canonización de San Francisco de Sales. En el más antiguo de los dos conventos de la Visitación se llevó a cabo una gran función litúrgica. En aquella ocasión, el Santo Claudio desplegó por primera vez sus dotes de orador, pues, aunque todavía no era sacerdote, fue uno de los elegidos para predicar el panegírico del santo obispo en la iglesia del convento. El texto que escogió fue: «De la fuerza ha brotado la suavidad» (Jueces: 14, 14), y el sermón resultó magnífico. Entre tanto, los superiores habían decidido enviar al joven Claudio a terminar sus estudios de teología en París, centro de la vida intelectual de Francia. En dicha ciudad se le confió el honor de velar por la educación de los dos hijos del famoso Colbert. Lo que ocurrió, probablemente, es que Colbert descubrió la envergadura intelectual de Claudio y lo escogió para ese importante oficio, aunque él personalmente no era amigo de los jesuitas. Sin embargo, las relaciones del santo con esa distinguida familia terminaron mal, pues una frase satírica que Claudio había escrito llegó al conocimiento del ministro, quien se mostró sumamente ofendido y pidió a los superiores de la Compañía que enviaran al santo nuevamente a su provincia. Esto no pudo realizarse, sino hasta 1670.

La Palabra es proclamada y el Corazón elevado

En 1673, el joven sacerdote fue nombrado predicador del colegio de Aviñón. Sus sermones, en los que trabajaba intensamente, son verdaderos modelos del género, tanto por la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje. El santo parece haber predicado más tarde los mismos sermones en Inglaterra, y el nombre de la duquesa de York (María de Módena, que fue después reina, cuando Jacobo II heredó el trono), en cuya capilla predicó Claudio, está ligado a las ediciones de dichos sermones. El santo, durante su estancia en París, había estudiado el Jansenismo con sus verdades a medias y sus calumnias, a fin de combatir, desde el púlpito sus errores, animado como estaba por el amor al Sagrado Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra el Jansenismo. A fines de 1674, el P. La Chaize, rector del santo, recibió del general de la Compañía la orden de admitirle a la profesión solemne, después de un mes de ejercicios espirituales en la llamada «tercera probación». Ese retiro fue de gran provecho espiritual para Claudio que se sintió, según confesaba, llamado a consagrarse al Sagrado Corazón. El santo añadió a los votos solemnes de la profesión un voto de fidelidad absoluta a las reglas de la Compañía, hasta en sus menores detalles. Según anota en su diario, había ya vivido durante algún tiempo en esa fidelidad perfecta, y quería consagrar con un voto su conducta para hacerla más duradera. Tenía entonces treinta y tres años, la edad en la que Cristo murió, y eso le inspiró un gran deseo de morir completamente para el mundo y para sí mismo. Como escribió en su diario: «Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular».

Escogido por y para el Corazón de Jesús

 

Dos meses después de haber hecho la profesión solemne, en febrero de 1675, Claudio fue nombrado superior del colegio de Paray-le-Monial. Por una parte, era un honor excepcional confiar a un joven profeso el gobierno de una casa; pero por otra parte, la pequeña comunidad de Paray, que sólo tenía cuatro o cinco padres, era insignificante para las grandes dotes de Claudio.

En realidad se trataba de un designio de Dios para ponerle en contacto con un alma que necesitaba de su ayuda: Margarita María Alacoque. Dicha religiosa se hallaba en un período de perplejidad y sufrimientos, debido a las extraordinarias revelaciones de que la había hecho objeto el Sagrado Corazón, cada día más claras e íntimas. Siguiendo las indicaciones de su superiora, la madre de Saumaise, Margarita se había confiado a un sacerdote muy erudito, pero que carecía de conocimientos de mística. El sacerdote dictaminó que Margarita era víctima de los engaños del demonio, cosa que acabó de desconcertar a la santa. Movido por las oraciones de Margarita, Dios le envió a su fiel siervo y perfecto amigo, Claudio de la Colombiére.

El P. La Colombiére fue un día a predicar a la comunidad de la Visitación. «Mientras él nos hablaba escribió Margarita, oí en mi corazón estas palabras: «He aquí al que te he enviado» Desde la primera vez que Margarita fue a confesarse con el P. La Colombiere, éste la trató como si estuviese al tanto de lo que le sucedía. La santa sintió una repugnancia enorme a abrirle su corazón y no lo hizo, a pesar de que estaba convencida de que la voluntad de Dios era que se confiase al santo. En la siguiente confesión, el P. La Colombiere le dijo que estaba muy contento de ser para ella una ocasión de vencerse y, «en seguida -dice Margarita-, sin hacerme el menor daño, puso al descubierto cuanto de bueno y malo había en mi corazón, me consoló mucho y me exhortó a no tener miedo a los caminos del Señor, con tal de que permaneciese obediente a mis superiores, reiterándome a entregarme totalmente a Dios, para que Él me tratase como quisiera. El padre me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir Sus comunicaciones con fe y humildad». Este fue el gran servicio del P. La Colombiere a Margarita María. Por otra parte, el santo trabajó incansablemente en la propagación de la devoción al Sagrado Corazón, pues veía en ella el mejor antídoto contra el jansenismo.

 

 

Testimonio ante la persecución

El santo no estuvo mucho tiempo en Paray. Su siguiente ocupación fue muy diferente. Por recomendación del P. La Chaize, que era el confesor de Luis XIV, sus superiores le enviaron a Londres como predicador de María Beatriz d´ Este, duquesa de York. El santo predicó en Inglaterra con el ejemplo y la palabra. El amor al Sagrado Corazón era su tema favorito. El proceso de beatificación habla de su apostolado en Inglaterra y de los numerosos protestantes que convirtió. La posición de los católicos en aquel país era extremadamente difícil, debido a la gran hostilidad que había contra ellos. En la corte se formó un movimiento para excluir al duque de York, que se había convertido al catolicismo, de la sucesión a la Corona sustituyéndole por el príncipe de Orange o algún otro candidato. El infame Titus Oates y sus secuaces inventaron la historia de un «complot de los papistas», en el que el P. La Colombiere se hallaría complicado con el resto de los católicos. El complot tenía por objeto, según los calumniadores, el asesinato del rey Carlos II y la destrucción de la Iglesia de Inglaterra, Claudio fue acusado de ejercer los ministerios sacerdotales y de haber convertido a muchos protestantes. Aunque fue hecho prisionero, la intervención de Luis XIV impidió que sellase su vida con el martirio. El santo fue simplemente desterrado de Inglaterra. La prisión había acabado con su débil salud. A su vuelta a Francia, en 1679, el santo estaba ya mortalmente enfermo; aunque en algunas temporadas se rehacía un poco y podía ejercer los ministerios sacerdotales, una enfermedad de los riñones no le dejaba reposo. Sus superiores, pensando que los aires natales podrían ayudarle a recobrar la salud, le enviaron a Lyón y a Paray. Durante una de sus visitas a esta última ciudad, Margarita María le avisó que moriría ahí.

 

 

El P.Claudio llega a Paray en Abril de 1681, enviado por los médicos en busca de la salud que le negaban otros climas; siendo así hubo comunicación entre el P. Claudio y la Hermana Margarita. Hablando de los ardores de sus almas y proyectos apostólicos en favor del Sagrado Corazón.

Aquí se agravó la enfermedad del P.Claudio; estaba listo para ir a otros climas, pero Sta. Margarita avisa que si le era posible sin faltar a la obediencia se quedara en Paray. Y le envía este mensaje: El me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra vida. Tan categórica afirmación deshizo todos los preparativos de viaje.

 

 

Muerte y gloria

En efecto, después de haber dado maravilloso ejemplo de humildad y paciencia, Claudio La Colombiére entregó su alma a Dios al atardecer del 15 de febrero de 1682. Al día siguiente Santa Margarita María recibió un aviso del cielo en el sentido de que Claudio se hallaba ya en la gloria y no necesitaba de oraciones. Así escribió a una persona devota del querido difunto: «Cesad en vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis; mas poder tiene ahora que nunca para socorrernos.»

El P. La Colombiére fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.

 

 

Un corazón que no olvida

Santo Evangelio según san Marcos 8, 14-21. Martes VI del Tiempo Ordinario

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, aquí estoy una vez más delante de ti. Te doy las gracias por todo lo que, en tu infinita bondad, me has querido regalar. ¡Alabado seas, Jesús! Bendito en todo lugar tu santo nombre. Toda mi vida no bastaría para agradecerte tu inmenso amor. Creo en ti, Jesús, y en el infinito amor que me tienes; ayúdame a creer con firmeza. Confío en que me amas por lo que soy y en que nada de lo que haga o deje de hacer podrá cambiar tu amor para conmigo; ayúdame a confiar en ti y en tu amor incondicional. Quiero responder a tu amor amándote en los que me rodean. Llena mi corazón con tu amor y ayúdame a amar como Tú me amas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 8, 14-21

En aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: “Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”. Entonces ellos comentaban entre sí: “Es que no tenemos panes”.

Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: “¿qué están comentando que no trajeron panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?” Ellos le contestaron: “Doce”. Y añadió: “cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?”. Le respondieron: “Siete”. Entonces él dijo: “¿Y todavía no acaban de comprender?”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

 

Jesús, en este Evangelio, los discípulos han olvidado el pan en la orilla del lago. Parece un descuido cualquiera, pero Tú aprovechas la ocasión para instruirlos. Les dices que deben de tener cuidado con la levadura de los fariseos y de Herodes. ¿Cuál es esa levadura?

Me parece, Jesús, que te refieres a la tentación de olvidar.

Los fariseos no eran personas diabólicas, vivían hasta lo más pequeño de la ley; ayunaban frecuentemente; daban signos externos de piedad…pero en el fondo eran como unos panes muy grandes y hermosos por fuera, pero sin contenido alguno. Esto porque habían olvidado lo fundamental de su historia: Tu amor por ellos.

Me parece que lo mismo pasó con Herodes Antipas. Él fue hijo de un tirano sanguinario que te mandó matar cuando se vio burlado por los magos, sin embargo, él no tenía ninguna culpa de todas las atrocidades que su padre había cometido. De lo que sí era culpable era de haber sido capaz de renegar y de olvidar sus raíces judías con tal de hacerse con el poder. Era como un pan sin levadura: duro, frío.

Jesús, contra este peligro de olvidar pones en guardia a los apóstoles y les haces recordar los milagros que has hecho ante ellos. Lo mismo me repites hoy a mí: «No olvides las maravillas que he hecho por ti ni corras tan rápido por la vida que llegues a olvidar de dónde vienes y a dónde vas. Recuerda que siempre te he amado y que no podrás hacer nada para cambiarlo. Te amo, nunca lo olvides».

 

«Él nunca olvida, pero nosotros olvidamos el encuentro con Jesús. Y esto sería una bonita tarea para hacer en casa, pensar: ¿Cuándo he escuchado realmente al Señor cerca de mí? ¿Cuándo he escuchado que tenía que cambiar mi vida y ser mejor o perdonar a una persona? ¿Cuándo he escuchado al Señor que me pedía algo? ¿Cuándo he encontrado al Señor?’ Porque nuestra fe es un encuentro con Jesús. Este es el fundamento de la fe: he encontrado a Jesús. Y cuando te acuerdes, alégrate en ello, en ese recuerdo que es un recuerdo de amor. No hay que olvidar que Cristo entiende la relación con nosotros en el sentido de una predilección, una relación de amor de tú a tú». (Cf Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2015, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, delante de un crucifijo, le voy a agradecer a Dios por las tres mejores cosas que me hayan pasado en la vida.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Danos hoy nuestro pan de cada día

En la segunda parte del Padre Nuestro pedimos por lo que necesitamos para la vida…

 

Danos hoy nuestro pan de cada día

En la primera parte del Padre Nuestro pedimos por los bienes celestiales: la santificación del Nombre de Dios, el cumplimiento de la voluntad de Dios y la venida del Reino de Dios. En la segunda parte del Padre Nuestro pedimos por lo que necesitamos para la vida. La primera petición es: Danos hoy nuestro pan de cada día.

El que pide pan es un mendigo

Jesús nos enseña a acudir al Padre como mendigos que se reconocen necesitados de ayuda. El autosuficiente cree bastarse a sí mismo; el humilde, en cambio, reconoce su indigencia, sabe que no puede solo y acude a Dios Padre para pedir que satisfaga sus necesidades básicas, con la confianza de que Dios Padre no dará una piedra al hijo que le pide pan (Mt 7,9). Al rezar el Padre Nuestro nos acercamos a Dios con actitud humilde, de mendigos.

¿Cuál es el pan que necesitamos?
Lo indispensable para la vida cotidiana

Pedimos a Dios que provea nuestras necesidades básicas, como son: alimento, vestido, hogar, salud,amor, etc. Algunos ya las tienen, piden que no les falte. Algunos tienen en abundancia: piden el pan de la pobreza evangélica para no apegarse a cosas superfluas y que las riquezas no les lleven a la perdición. Otros no tienen ni lo más elemental: viven al día. Conozco muchas personas así. Viven de la Providencia, dependen de la lluvia y el sol, de las personas caritativas, de las ventas de cada día, de si les contratan esa jornada o no… Viven pendientes del Señor, con la certeza de que Dios proveerá.

La Eucaristía

 

«Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. Quien coma de este pan, vivirá para siempre. El Pan que yo les daré es mi Carne para la vida del mundo» (Jn 6,51) «Mi Padre os da el verdadero Pan del cielo» (Jn 6,32)

«Cristo es nuestro Pan, porque Cristo es la vida y la vida es el Pan: «Yo soy el Pan de vida» (Jn 6,35) y poco antes había dicho: «El Pan es la palabra de Dios vivo, que viene del cielo» (Jn 6,33), refiriéndose también a su Cuerpo, cuando dice: «Esto es mi Cuerpo» (Mt 26,26). Por tanto, pidiendo el pan de cada día, pedimos vivir enteramente en Cristo y recibir nuestra individualidad de su Cuerpo.» (Tertuliano)

Si en tu colonia o ciudad hay misa diaria, ve por tu Pan cotidiano: Cristo Eucaristía. Si no, ojalá al menos haya un Sagrario con el Santísimo Sacramento para que vayas a alimentarte de su compañía. La Eucaristía es el pan de vida, el que da fuerza en el camino al cielo, el que sostiene en las responsabilidades y el sufrimiento, el buen vino que alegra la vida y es descanso en la fatiga.

La Palabra de Dios

El Pan de la Palabra divina es el alimento invisible del espíritu. Pedimos un corazón abierto, capaz de escuchar la Palabra de Dios. Pedimos que Dios nos dirija su palabra, que nos diga lo que espera de nosotros, que escuchemos cuál es Su voluntad para agradarle. Los silencios de Dios son muy dolorosos, a veces terribles. ¡Danos, Señor, el Pan de tu palabra!

Para recibir este pan hemos de ponernos a tiro, es decir, hemos de entrar en contacto con la Palabra de Dios a través de la Liturgia (la Santa Misa, la Liturgia de las Horas) o la lectura personal de un pasaje de la Sagrada Escritura, para que Dios nos hable a cada uno de nosotros actualizando y personalizando Su Palabra de acuerdo con nuestras necesidades y circunstancias personales.

 

 

El Espíritu Santo

El Espíritu Santo es la fuerza que viene de lo alto. (Lc 24,49) Esta fuerza es indispensable para caminar en el desierto y para realizar la misión. Los apóstoles salieron a dar testimonio y predicar una vez que recibieron al Espíritu Santo en Pentecostés. Los discípulos y misioneros lo necesitamos para saber conducirnos y conducir a otros, para ser capaces de compartir con ardor el amor de Cristo que antes hemos experimentado en la oración.
Y, de nuevo, lo pedimos con total confianza, porque «El Padre celestial dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan» (Lc 11,13)

 

 

Hoy

La vida humana se esfuma, sólo tenemos el presente. Esta vida se vive de día en día. Al rezar esta parte del Padre Nuestro estamos recordando lo efímero de la vida temporal, pasa como el río, se acaba cuando menos lo esperamos.

Pedimos el pan de hoy, porque cada día tiene su propio afán y Jesucristo nos recomienda que no nos preocupemos del mañana (Mt 6,34), es decir, que vivamos con una actitud de abandono y confianza en los brazos paternales de Dios.

Cuando se reza el Padre Nuestro con sentido es una estupenda escuela para la formación de actitudes cristianas.

 

 

Celebraciones litúrgicas del Papa en marzo

La Oficina de Celebraciones Litúrgicas Pontificias hizo público hoy el calendario.

 

 

Fuente: Vatican News

Monseñor Diego Ravelli, maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias hizo público hoy, 14 de febrero, el calendario de celebraciones presididas por el Santo Padre Francisco en el mes de marzo.

En primer lugar, el 2 de marzo a las cuatro y media de la tarde, en el Miércoles de Cenizas, el Sumo Pontífice presidirá la tradicional Statio y procesión penitencial desde la Iglesia de San Anselmo hasta la cercana Basílica de Santa Sabina, donde celebrará la Santa Misa con la bendición e imposición de las cenizas.

La segunda cita será el 4 de marzo a las diez y media de la mañana: el Papa presidirá el Consistorio Público Ordinario para la votación de algunas causas de canonización.

Por último, el 25 marzo a la cinco de la tarde presidirá en la Basílica de San Pedro la Celebración Penitencial.

 

 

No pierdas la cabeza

¿Cuántas veces te has dado cuenta de que vas caminando sin usar tu razón? De verdad que, o agarras bien tu cabeza, o alguien te lo roba.

 

 

En la provincia de Viterbo, Italia, hay un enclave de la antigua civilización etrusca: la ciudad de Tuscania. Una muralla protege el núcleo medieval de la ciudad. Las nuevas construcciones se han levantado fuera del recinto. Diríamos que la ciudad moderna se asienta extra muros y que la muralla queda como una sólida aureola de la antigüedad.

LES CORTARON LA CABEZA…

Si visitas Tuscania, por primera vez, seguramente irías -como la gran mayoría- directamente al conjunto arquitectónico medieval; reconstruido tras un terremoto que asoló la región en 1971. Allí encontrarás dos iglesias: San Pedro y Santa María Mayor. Son un tesoro artístico; sin embargo, cuando tuve la oportunidad de ir, me ganó la atención un hecho curioso. Si te fijas bien en las estatuas de San Pedro y de San Pablo que custodian el ingreso de la iglesia de Santa María Mayor, te darás cuenta de algo extraño: hace tiempo, ¡les robaron las cabezas!

 

 

Según escuché, una persona les cortó las cabezas a las estatuas y se las robó como piezas de museo. Como era de esperar, no pasó mucho tiempo sin que la conciencia hiciera su aparición. La persona, arrepentida y con un noble propósito de reparación, restauró y limpió bien las cabecitas antes de volverlas a colocar sobre los hombros de los santos. Y ahí están: Pedro y Pablo con sus cabezas restauradas y sus cuerpos carcomidos por la intemperie. Se nota a leguas que las cabezas les quedaron un poco postizas, pero ya las tienen. Menos mal.

PERO TÚ, NO PIERDAS LA CABEZA ¿EH?

 

Pero, esto me hizo pensar: ¿y cuántas veces no me han robado a mí la cabeza?, ¿en cuántas ocasiones no he obrado como un decapitado?, ¿cuántos actos he realizado más con los pies que con la razón? Es una pregunta que a todos nos viene bien al término de cada día o ante las decisiones que la vida te va exigiendo. ¿Cuántas veces te has dado cuenta de que vas caminando sin usar tu razón? De verdad que, o agarras bien tu cabeza, o alguien te lo roba.

Al parecer, hoy en día, actúas –como muchos- como si no tuvieras cabeza y sencillamente aceptas las reflexiones del que grita más fuerte. La falta de razón te ha ido imponiendo las modas más erróneas. Lo que has desarrollado es una débil capacidad de análisis de principios y te has puesto en manos de locos que solamente miran su propio bien.

Si te fijas, no eres el único que anda por ahí, como el jinete sin cabeza; la falta de sentido común ha ido desnaturalizando el comportamiento de muchas personas. Una malentendida libertad nos ha ido robando nuestro tesoro de virtudes humanas: el respeto por la vida, la gratitud, la honestidad, la justicia, la verdad… Y estamos cayendo en el libertinaje porque “todo está permitido”.

Sé que no es fácil el que mantengas tu cabeza sobre los hombros. Cuando menos te das cuenta, te llegan por donde sea: un criterio mundano, una visión hedonista de la vida, un sentir libertino e individualista, y… ¡Zas!, te cortan de tajo la cabeza. Y lo peor de todo viene después cuando, allí vas con la cabeza entre las manos, creyendo vivir mejor sin pensar seriamente en el valor de lo que decides.

 

 

Cuando empieces a repetir lo que escuchas por la televisión, lo que has recogido en tu grupo de amigos, empieza a pensar que estás con la cabeza bajo la guillotina. Ahí es cuando puedes prevenirte del golpe apoyándote en una educación sana, ejercitando tu razón y pensando con el bien. Aquí bien vale el dicho: más vale prevenir que lamentar. Para que no se note el parche y como sé que es difícil atornillar de nuevo la cabeza en su lugar, más vale que te adelantes a los cazadores de cabezas.

Hoy en día nadamos en la superficialidad porque pensamos poco; aunque sea un poco cruel decirlo, a ti también te domina un mundo incrédulo y materialista. Y créeme, a donde sea, puedes llegar con la cabeza bien puesta.

 

 

Para conocer al otro profundamente

La armonía matrimonial será mayor cuanto mayor sea la armonía espiritual

 

 

En el noviazgo, para conocer al otro profundamente, se requiere, sobre todo, de una reflexión madura y serena.

1- Reflexión sobre sí mismo: ¿Cómo soy? ¿Qué le molesta al otro de mí? ¿Por qué me afectó tanto lo que me dijo ayer? ¿Qué significan estos sentimientos que experimento últimamente? ¿Estoy realmente enamorado, o se trata sólo de una ilusión o un capricho? etc. En esta reflexión serena pero madura deberían preguntarse todos alguna vez, sobre todo cuando comienzan a pensar en su futuro, ¿cuál será mi vocación, el matrimonio (u por lo tanto puedo ir pensando en el noviazgo) o mi consagración a Dios y a los demás en el sacerdocio? También esta pregunta forma parte del esfuerzo por conocerse a sí mismos.

 

2- Reflexión sobre el otro: ¿Qué temperamento tiene? ¿Cuáles son sus cualidades y sus defectos? ¿Qué es lo que me atrae de él, y qué tiene que no me gusta? ¿Por qué no quiere hablar de ciertos temas? ¿Cuál es su educación, cómo es su familia? ¿Qué quiere de la vida? etc. Es importantísimo pensar también en el mundo de sus valores, sus convicciones religiosas y morales, pues no cabe duda que será mayor la armonía matrimonial cuanto mayor sea la armonía espiritual. ¿Cuáles son sus valores? ¿Cuáles sus convicciones respecto a Dios y al cumplimiento de su voluntad, a la religión, al matrimonio, a la apertura a la vida dentro del mismo, a la educación de los propios hijos… etc. ¿Qué fines persigue? ¿Qué medios está dispuesto a poner para alcanzar esos fines?…

3- Reflexión sobre la pareja como tal: ¿Qué grado de amistad hemos alcanzado? ¿Estamos madurando en nuestro mutuo amor? ¿Hay armonía en nuestras relaciones o son frecuentes los roces y las discusiones? ¿Por qué? ¿Nuestros temperamentos, aficiones, etc., se complementan armónicamente o son causa permanente de discordias? ¿Estamos pensando ya en el futuro de nuestras vidas formando un hogar, o todavía no estamos preparados para ello?, etc.

 

 

La cocina de Dios

Dios, en Su infinita bondad, saca de nosotros aquello de lo que disponemos, lo que sea y lo convierte en algo maravilloso.

 

 

Siempre he admirado a esas mujeres, reinas de su hogar, que llegan tarde y cansadas a casa con el firme impulso del amor por los suyos retumbando en el corazón. Sin demasiado tiempo y con el cosquilleo en el estómago de los habitantes del nido familiar, se dirigen con confianza al refrigerador y, detenidas en posición de plena sabiduría maternal, miran y estudian lo que hay disponible.

Unos restos de la comida de anoche, un poco de verduras que quedaron de la última incursión culinaria, un proyecto de aderezo que no fue utilizado aún, y algunas cosas que fueron tomadas de las góndolas del supermercado por aquí y por allá. ¡Manos a la obra! El proyecto ya está claro en su mente. Se pica una cebolla y se enciende el fuego, con una sartén con aceite a calentar, los utensillos aparecen como por arte de magia y los maravillosos perfumes brotan de sus manos adornando toda las habitaciones y los corazones. ¡La casa está viva!

 

Pronto se ve a todos los habitantes de su reino, chicos y grandes, convocados a poner la mesa y a sorprenderse una vez más de tan grande muestra de habilidad, y de amor. ¿Quién no disfruta o ha disfrutado de estos momentos maravillosos, donde el amor se vuelve alimento y envuelve a los que se reúnen alrededor de la mesa familiar? Creo que todos guardamos recuerdos de esos olores, esos sabores, de esos deliciosos platos puestos frente a nuestros ojos de niños. Recuerdos que nos conmueven, donde un simple aroma nos vuelve décadas atrás, nos transporta a otro tiempo y a otro lugar, y nos deja envolvernos con el amor en el recuerdo, amor que traspasa toda barrera y se abre a la sencillez de nuestra niñez más inocente.

Creo que Dios hace lo mismo con nosotros: El mira dentro de nosotros como si fuéramos un refrigerador espiritual y hace un rápido cuadro de las materias primas que tenemos a Su disposición. Una virtud poco desarrollada por aquí, un deseo de justicia por allá, un recuerdo que infunde amor en nuestro corazón, un dolor surgido en un episodio que aún no logramos olvidar, un poquito de fortaleza escondida en algún rinconcito de nuestra alma. Dios, parado en la puerta de nuestro refrigerador espiritual, busca y rebusca, mira y sopesa cada articulo que encuentra, deja algunos para utilizarlos luego, y va poniendo otros encima de Su Cocina Espiritual. Y mientras cierra la puerta de nuestro refrigerador, se dice a Sí mismo: ¡Manos a la obra!

Rápido y sabiendo a la perfección cual es Su plan de cocina, trabaja sobre las especies y los utensillos con Mano Maestra. Pela y pica algunos condimentos, lava otros, mezcla, condimenta, fríe y cocina, y pone todo en una hermosa presentación, listo para ser disfrutado. ¡La comida está lista! Las obras de bien, que siempre son obras de Dios, brotan de Sus manos maestras en forma imprevista y haciendo que surjan de quien ni siquiera había anticipado tal posibilidad. Por supuesto que lo hace con la seguridad de proveer el más sabroso sabor y aroma que comida alguna puedan jamás producir: el amor. Sus platos son siempre ricos en amor, tanto en sabor como en aroma. Y por supuesto que alimentan a los comensales, alimento para el alma, para el espíritu.

 

Dios, en Su infinita bondad, saca de nosotros aquello de lo que disponemos, lo que sea. Será poco, o será mucho. Será el más exquisito producto de cocina, o el más humilde resto de la cena de ayer. Pero siempre es suficiente para que El se sienta feliz de poder elaborar un exquisito plato de amor, adornado por la Mano del que todo lo puede.

¿Y que tenemos que hacer nosotros? Simplemente abrir la puerta de nuestro refrigerador, para que El pueda servirse de lo que tenemos dentro, para que sea El el que siga Su plan maestro de cocina y haga de nosotros un rico plato pleno de virtudes, alimento para los comensales que se sienten con nosotros a la mesa. Así como una madre es capaz de mostrar el amor del que es capaz, en algo tan simple y cotidiano como un plato de comida hogareña, así es capaz el amor de nuestro Dios de producir exquisitos manjares espirituales a partir de nuestra voluntad. Solo debemos ponerla a Su disposición, abrir los portales de nuestro corazón y dejar que sea El el que desarrolle las recetas que nos alimenten, nos den vida, y den sentido a nuestro día.

 

 

Cómo san Claudio de la Colombiere descubrió el Sagrado Corazón

Descubre la bonita historia de un jesuita conocido por impulsar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

 

 

Claudio de la Colombière nació cerca de Lyon (Francia) en 1641, en una familia católica.

No le atraía la vida religiosa, pero descubrió que había nacido para ser sacerdote y entró en la Compañía de Jesús.

Estaba formado en Filosofía y Humanidades y era buen predicador. Por eso enseguida le encargaron varias tandas de ejercicios espirituales.

Y fue precisamente ese el momento en que se sintió llamado a consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús.

Santa Margarita, una buena influencia

Después de ser ordenado sacerdote en 1675, conoció a Margarita María Alacoque, una religiosa (después santa) que pasaba un momento de prueba: sus superiores no la creían cuando decía que había recibido revelaciones del Sagrado Corazón.

Claudio de la Colombière la animó a perseverar confiando en Dios y comenzó él a difundir la devoción al Sagrado Corazón.

Viajó a Londres como predicador de la duquesa de York, pero allí fue injustamente encarcelado.

Se le condenó a muerte, aunque finalmente fue desterrado. Sin embargo, su salud quedó muy afectada.

El santo murió el 15 de febrero de 1682.

Santo patrón

San Claudio de la Colombière es patrono de fabricantes de juguetes y torneros.

Ofrecimiento al Corazón de Jesucristo (de san Claudio)

“Adorable y amable Corazón de Jesús,
en reparación de tantos pecados e ingratitudes
y para evitar que yo caiga en tal desgracia,
te ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz
y me entrego todo a Ti.
Con la mayor sinceridad (al menos así lo espero)
desde este momento deseo olvidarme de mí mismo
y de cuanto pueda tener relación conmigo,
para eliminar todo obstáculo que pueda impedirme
entrar en tu Corazón divino que has tenido la bondad de abrirme
y en el que ansío entrar junto con tus servidores más fieles,
para vivir y morir invadido e inflamado por tu amor…
Sagrado Corazón de Jesús,
enséñame a olvidarme enteramente de mí,
ya que este es el único camino para entrar en Ti.
Y puesto que cuanto haré en adelante será tuyo,
haz que no realice nunca nada que no sea digno de Ti.
Enséñame qué debo hacer para llegar a la pureza de tu amor,
del que me has infundido tan gran deseo.
Experimento una gran voluntad de complacerte,
pero al mismo tiempo me veo en la imposibilidad de realizarlo
sin tu luz especial y tu ayuda.
Cumple en mí tu voluntad incluso contra mi querer.
A Ti corresponde, Corazón divino de Jesús, cumplirlo todo en mí;
y de este modo, si llego a santo, tuya será la gloria de mi santificación.
Para mí esto es más claro que la luz del día,
pero para Ti será una magnífica gloria.
Solo para esto deseo la perfección. Amén.”

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