Teresa de Jesús (de Ávila), Santa
Fiesta Litúrgica, 15 de octubre
Virgen Carmelita
Doctora de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que nacida en Ávila, ciudad de España, y agregada a la Orden de los Carmelitas, llegó a ser madre y maestra de una observancia más estrecha, y en su corazón concibió un plan de crecimiento espiritual bajo la forma de una ascensión por grados del alma hacia Dios, pero a causa de la reforma de su Orden hubo de sufrir dificultades, que superó con ánimo esforzado, y compuso libros en los que muestra una sólida doctrina y el fruto de su experiencia († 1582).
Etimológicamente: Teresa = Aquella que es experta en la caza, viene del griego
Breve Biografía
Nacida en Ávila el año 1515, Teresa de Cepeda y Ahumada emprendió a los cuarenta años la tarea de reformar la orden carmelitana según su regla primitiva, guiada por Dios por medio de coloquios místicos, y con la ayuda de San Juan de la Cruz (quien a su vez reformó la rama masculina de su Orden, separando a los Carmelitas descalzos de los calzados). Se trató de una misión casi inverosímil para una mujer de salud delicada como la suya: desde el monasterio de San José, fuera de las murallas de Avila, primer convento del Carmelo reformado por ella, partió, con la carga de los tesoros de su Castillo interior, en todas las direcciones de España y llevó a cabo numerosas fundaciones, suscitando también muchos resentimientos, hasta el punto que temporáneamente se le quitó el permiso de trazar otras reformas y de fundar nuevas cases.
Maestra de místicos y directora de conciencias, tuvo contactos epistolares hasta con el rey Felipe II de España y con los personajes más ilustres de su tiempo; pero como mujer práctica se ocupaba de las cosas mínimas del monasterio y nunca descuidaba la parte económica, porque, como ella misma decía: “Teresa, sin la gracia de Dios, es una pobre mujer; con la gracia de Dios, una fuerza; con la gracia de Dios y mucho dinero, una potencia”. Por petición del confesor, Teresa escribió la historia de su vida, un libro de confesiones entre los más sinceros e impresionantes. En la introducción hace esta observación: “Yo hubiera querido que, así como me han ordenado escribir mi modo de oración y las gracias que me ha concedido el Señor, me hubieran permitido también narrar detalladamente y con claridad mis grandes pecados. Es la historia de un alma que lucha apasionadamente por subir, sin lograrlo, al principio”. Por esto, desde el punto de vista humano, Teresa es una figura cercana, que se presenta como criatura de carne y hueso, todo lo contrario de la representación idealista y angélica de Bernini.
Desde la niñez había manifestado un temperamento exuberante (a los siete años se escapó de casa para buscar el martirio en Africa), y una contrastante tendencia a la vida mística y a la actividad práctica, organizativa. Dos veces se enfermó gravemente. Durante la enfermedad comenzó a vivir algunas experiencias místicas que transformaron profundamente su vida interior, dándole la percepción de la presencia de Dios y la experiencia de fenómenos místicos que ella describió más tarde en sus libros: “El camino de la perfección”, “Pensamientos sobre el amor de Dios” y “El castillo interior”.
Murió en Alba de Tormes en la noche del 14 de octubre de 1582, y en 1622 fue proclamada santa. El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia.
Buena levadura
Santo Evangelio según san Lucas 12, 1-7. Viernes XXVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ven, Señor, a mi alma; inspira en ella la fuerza para ser tu testigo en el mundo. Muéstrame aquello que debo transmitir hoy a los demás por mi manera de actuar, de hablar y de pensar. Llena mi corazón de amor por ti, para que pueda serte siempre fiel, incluso si en mi camino encuentro obstáculos y pruebas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número, que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:
“Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir, de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas.
Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo.
¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Existen dos actitudes opuestas a la hora de practicar nuestra religiosidad. Jesús las compara con dos tipos de levadura que hacen fermentar la masa de dos modos distintos. Por un lado, «el Reino de los Cielos es semejante a la levadura que una mujer toma y lo pone en tres medidas de harina hasta que todo fermenta.» (Mt 13, 33). Por el contrario, hoy el Señor nos indica que tengamos «cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.» Un tipo de levadura oculta la propia identidad, mientras que el otro la revela.
El Evangelio de Cristo, como la buena levadura, es expansivo. Una cucharadita hace que toda la masa se llene de volumen y de sabor después de un tiempo. Del mismo modo, la gracia entra al fondo del alma y lo permea todo hasta llenar de sentido nuestra vida. Y no sólo nuestra vida «privada»; hace cambiar nuestra manera de ver las cosas, de actuar en el mundo y de relacionarnos con las demás personas.
La Palabra que Cristo nos ha compartido no puede quedarse a oscuras, en los susurros de la noche y a puertas cerradas. Debemos acogerla con apertura y dejar que haga «fermentar» nuestra vida hacia afuera. Si no, fermentará hacia adentro, creando una capa de apariencias de cara al mundo, pero dejándonos vacíos por dentro. Ésta es precisamente la levadura de la hipocresía: aparentar algo que no somos, forzar una cara hacia donde no tenemos el corazón. Entonces nos podemos convertir en «cristianos de fachada,» o bien en «cristianos camuflados» a las formas y el estilo del mundo. Ambos igual de lejanos a lo que Cristo vino a traer.
Los cristianos camuflados esconden la levadura y no la muestran con obras, ahogados en el miedo a las consecuencias. Si vivimos nuestra fe con autenticidad, recibiremos críticas y desprecios; el mundo nos odiará, de la misma manera que odió a Jesús y persigue a tantos cristianos hasta el día de hoy. Es un miedo real que todos sentimos en un momento u otro de nuestra vida. Por eso Cristo nos habla también de la confianza en Dios Padre.
Nos pueden juzgar los hombres, nos pueden perseguir e incluso quitarnos la vida del cuerpo. Pero para Dios nuestra vida es valiosa. Sobre todo la vida del alma, es decir, la vida eterna que nos prometió y que nos dará si somos fieles testigos de su Evangelio.
«Cuando, en el Evangelio, Jesús invita a los discípulos en misión, no les ilusiona con espejismos de éxito fácil; al contrario, les advierte claramente que el anuncio del Reino de Dios conlleva siempre una oposición. Y usa también una expresión extrema: “Seréis odiados —odiados— de todos por causa de mi nombre”. Los cristianos aman, pero no siempre son amados. Desde el principio Jesús les pone frente a esta realidad: de manera más o menos fuerte, la confesión de la fe acaece en un clima de hostilidad. Los cristianos por ello son hombres y mujeres «contracorriente». Es normal: ya que el mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en varias maneras de egoísmo y de injusticia, quien sigue a Cristo camina en dirección contraria. No por el espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús».
(Catequesis de S.S. Francisco, 28 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré compartir la alegría del Evangelio por medio de comentarios positivos y optimistas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Qué significa tener confianza en la Divina Providencia?
Por tanto, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura (Mt. 6, 33).
Tener confianza en la Divina Providencia, es confiar en que Dios es nuestro Creador, nuestro Padre, nuestro Dueño, y El está atento a todas nuestras necesidades.
Dios, en su Divina Providencia, conoce todas nuestras necesidades mejor que nosotros mismos y se ocupa de ellas. Tener confianza en su Divina Providencia es saber que todo está en sus Manos.
CIC #301 “Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza”.
Jesucristo nos explicó el atento cuido de Dios nuestro Padre:
“No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimento? ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropas para vestirnos? Los que no conocen a Dios se afanan por eso, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso”. (Mt. 6, 31-32)
“Fíjense en las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni guardan alimentos en graneros. Sin embargo, el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves? (Mt. 6, 26).
Pensamos: pero Dios a veces no responde, a veces se tarda en responder… Es que Dios atiende nuestras verdaderas necesidades, no las que nosotros creemos que son necesidades o aquellas que nos inventamos.
Y las atiende a su tiempo, que casi nunca coincide con el nuestro:
“Todas esas creaturas de Ti esperan que les des a su tiempo el alimento. Apenas se lo das, ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes” (Sal. 104, 27-28).
Y se ocupa de lo grande y de lo pequeño, y de grandes y pequeños:
“El hizo a los pequeños y a los grandes; El se preocupa por todos” (Sab. 6, 7b).
“¿Acaso un par de pajaritos no se venden por unos centavos? Pero ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre” (Mt. 10, 29).
Dios está pendiente de todo. Por eso continúa Jesucristo explicándonos:
“Entonces no teman, pues hasta los cabellos de sus cabezas están contados. Con todo, ustedes valen más que los pajaritos” (Mt. 10, 30-31).
“No anden preocupados por su vida con problemas de alimentos, ni por su cuerpo con problemas de ropa. ¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la ropa?” (Mt. 6, 25).
“Miren cómo crecen las flores del campo, y no trabajan ni tejen. Pero Yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, pudo vestir como una de ellas. Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Qué poca fe tienen!” (Mt. 6, 28).
“Por tanto, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura” (Mt. 6, 33).
Mt 6 (texto completo): 25. Por eso Yo les digo: No anden preocupados por su vida con problemas de alimentos, ni por su cuerpo con problemas de ropa. ¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la ropa?
26. Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves?
27. ¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura? 28. Y ¿por qué se preocupan tanto por la ropa? Miren cómo crecen las flores del campo, y no trabajan ni tejen.
28. Pero Yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como una de ellas.
29. Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Qué poca fe tienen!
30. No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimentos? o ¿qué beberemos? o ¿tendremos ropas para vestirnos?
31. Los que no conocen a Dios se afanan por esas cosas, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso.
32. Por lo tanto, busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y se les darán también todas esas cosas. 34. No se preocupen por el día de mañana, pues el mañana se preocupará por sí mismo. A cada día le bastan sus problemas.
Oración a la Divina Providencia
Una plegaria confiada en la mano pródiga del Señor, quien dispone de todo para el bien de los que ama.
Dios y Señor Nuestro, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
cuya Providencia no se equivoca en todo lo que dispone,
y nada acontece que no lo ordene,
rendidamente te pedimos y suplicamos
que apartes de nosotros todo lo que nos pueda separar de Ti,
y nos concedas todo lo que nos conviene.
Haz que en toda nuestra vida busquemos primeramente Tu Reino
y que seamos justos en todo;
que no nos falte el trabajo,
el techo bajo el cual nos cobijamos,
ni el pan de cada día.
Líbranos de las enfermedades y de la miseria;
que ningún mal nos domine.
Sálvanos del pecado, el mayor de todos los males,
y que siempre estemos preparados santamente a la muerte.
Por Tu Misericordia, Señor y Dios Nuestro,
haz que vivamos siempre en Tu Gracia.
Así seremos dignos de adorar Tu amable Providencia
en la eterna bienaventuranza. Amén.
Hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo
Discurso del Papa Francisco a la Sociedad Italiana de Farmacia Hospitalaria.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Agradezco al presidente de la Sociedad Italiana de Farmacia Hospitalaria y de los Servicios Farmacéuticos de las Autoridades Sanitarias las palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros. Gracias. Habéis venido de toda Italia para vuestro congreso, en representación de diferentes realidades. El congreso es, para vosotros ante todo, una oportunidad para confrontaros, pero también para reafirmar la importancia del sistema nacional de sanidad pública, elemento esencial para garantizar el bien común y el crecimiento social de un país. Y todo ello en el contexto de la pandemia, que ha cambiado y cambiará la forma de planificar, organizar y gestionar la salud y la asistencia sanitaria. A este respecto, me gustaría señalar tres caminos en los que continuar vuestros esfuerzos.
El primero lo tomo de la figura del posadero en la parábola del buen samaritano: se le pide que hospede al herido y lo cuide hasta que vuelva el samaritano (cf. Lc 10,35). En este personaje podemos ver dos aspectos significativos del trabajo del farmacéutico de hospital: la rutina diaria y el servicio oculto. Son aspectos comunes a muchos otros trabajos, que requieren paciencia, constancia y precisión, y que no tienen la gratificación de las apariencias, tienen poca visibilidad. La rutina diaria y el servicio oculto no tienen ninguna visibilidad, poca, por decirlo así, poca visibilidad.
Precisamente por eso, si van acompañadas de la oración y el amor, generan la «santidad de la vida cotidiana». Porque sin la oración y el amor —como bien sabéis— esta rutina se vuelve árida, pero con amor, hecho con amor y con oración te lleva a la santidad de la puerta de al lado, santos anónimos que están en todas partes porque hacen bien lo que tienen que hacer.
El segundo camino atañe a la dimensión específica del farmacéutico de hospital, es decir, a su profesionalidad, su especialización de postgrado. Junto con el clínico, es el farmacéutico de hospital quien investiga, experimenta, propone nuevos caminos; siempre en contacto inmediato con el paciente. Se trata de la capacidad de comprender la enfermedad y al paciente, de personalizar los medicamentos y las dosis, y de enfrentarse a veces a las situaciones clínicas más complejas. De hecho, el farmacéutico puede tener en cuenta los efectos globales, que son más que la suma de los medicamentos individuales para las diferentes enfermedades. A veces —según la estructura— hay un encuentro con el enfermo, otras veces la farmacia del hospital es uno de los departamentos invisibles que hace que todo funcione, pero la persona siempre es la destinataria de vuestros cuidados.
El tercer camino se refiere a la dimensión ética de la profesión, en dos aspectos: el personal y el social.
A nivel individual, el farmacéutico, cada uno de vosotros, utiliza sustancias medicinales que, sin embargo, pueden convertirse en venenos. Aquí se trata de ejercer una vigilancia constante, para que el objetivo sea siempre la vida del paciente en su totalidad. Vosotros estáis siempre al servicio de la vida humana. Y esto puede conllevar, en algunos casos, la objeción de conciencia, que no es deslealtad, sino, por el contrario, fidelidad a vuestra profesión, si está válidamente motivada. Hoy en día está algo de moda pensar si estaría bien eliminar la objeción de conciencia. Pero, pensad que ésta es la intimidad ética de todo profesional de la salud y esto nunca debe negociarse, es precisamente la responsabilidad última de los profesionales de la salud. Es también una denuncia de las injusticias cometidas contra la vida inocente e indefensa [1]. Se trata de un tema muy delicado, que requiere a la vez gran competencia y gran rectitud. En particular, he tenido ocasión de volver recientemente sobre el tema del aborto [2]. Sabéis que sobre esto soy muy claro: se trata de un homicidio y no es lícito hacerse cómplice. Dicho esto, nuestro deber es la cercanía, nuestro deber positivo: estar cerca de las situaciones, especialmente de las mujeres, para que no se llegue a pensar en la solución del aborto, porque en realidad no es la solución. Después, la vida, pasados diez, veinte o treinta años te pasa la factura. Y hace falta estar en un confesonario para entender el precio, tan duro, de ello.
Este era el nivel ético personal. Luego está el nivel de la justicia social que es tan importante: «Las estrategias sanitarias, orientadas a la búsqueda de la justicia y el bien común, deben ser económica y éticamente sostenibles» [3]. Ciertamente, en el Servicio Nacional de Sanidad italiano, un gran espacio lo ocupa la universalidad del acceso a la asistencia, pero el farmacéutico —incluso en las jerarquías de gestión y administración— no es un mero ejecutor. Por lo tanto, los criterios de gestión y financieros no son el único elemento a tener en cuenta. La cultura del descarte no debe afectar a vuestra profesión. Y este es otro ámbito en el que debemos estar siempre atentos. «La tarea de custodiar la tierra, Dios Nuestro Padre la ha dado no al dinero, sino a nosotros: a los hombres y a las mujeres, ¡nosotros tenemos este deber! En cambio hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo: es la “cultura del descarte”» [4]. También con las personas mayores, darles la mitad de los medicamentos y así se acorta la vida… Es un descarte, sí. Esta observación, referida originalmente al medio ambiente, se aplica todavía más a la salud del ser humano.
La gestión de los recursos y la atención para no desperdiciar lo que se confía a las manos de cada farmacéutico adquiere un significado no sólo económico sino también ético, más todavía, diré humano, muy humano. Pensemos en la atención al detalle, la compra y el almacenamiento de los productos, su uso correcto y su destino a los que lo tengan necesidad y urgencia. Pensemos en la relación con los distintos operadores —los celadores, los enfermeros, los médicos y los anestesistas— y con todas las estructuras implicadas.
Os agradezco esta visita y espero que podáis avanzar en vuestra labor tan humana, tan digna, tan grande y tantas veces tan silenciosa que nadie se da cuenta. Muchas gracias, que Dios os bendiga a todos y rezad por mí. Gracias
[1] Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, Nueva Carta de los Agentes Sanitarios (2017), n. 60.
[2] Conferencia de prensa durante el vuelo de regreso de Bratislava (15 de septiembre de 2021).
[3] Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, Nueva Carta de los AgentesSanitarios (2017), n. 92.
[4] Audiencia general, 5 de junio de 2013.
Guia para el rezo del Santo Rosario
INTRODUCCIÓN
T.- Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
T.- Abre Señor mis labios, para alabar tu nombre y el de Tu Santa Madre.
T.- Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y redentor mío, por ser tú quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido. Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo. Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados. Y confío en que en tu bondad y misericordia infinita, me los perdonarás y me darás la gracia para no volverte a ofender. Amén.
G.- Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
R.- Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
G.- Envía tu Espíritu Creador
R.- Y renueva la faz de la tierra.
G.- Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén
PETICIONES
Ofrecemos este rosario por…
LAS ORACIONES DEL DECENARIO
(Cada Misterio, incluye un Padre Nuestro, diez Avemarías, un Gloria, una jaculatoria a María y la Oración de Fátima )
G.- Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
R.- Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.
G.- Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres tú entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús
R.- Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores; ahora y en la hora de nuestra muerte.
G.- Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
R.- Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
G.- María, Madre de Gracia y Madre de Misericordia,
R.- En la vida y en la muerte ampáranos Gran Señora.
T.- Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados y líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia. Amén.
¿Por qué el Sacerdote se lava las manos en Misa?
Este gesto no es solamente para beneficio del sacerdote, sino que también lo hace a nombre de todos los fieles que participamos de la celebración
Hay un gesto en la Misa que pasa muchas veces desapercibido por los fieles, me refiero al momento en que, después de recibir y preparar las ofrendas del pan y el vino, el sacerdote se lava las manos ¿Qué significado tiene este gesto? ¿Es por mera higiene?
En una ocasión, tuve la oportunidad de asistir al sacerdote en la celebración eucarística, en el momento en que le acerqué la jarra y el manutergio (toalla) para que pudiera lavarse las manos, escuché que dijo en voz baja mientras mojaba sus dedos: “Lávame Señor de todos mis delitos y purifícame de todos mis pecados”, desde allí comprendí que este acto tenía un sentido más allá que un simple momento de aseo.
De hecho, la Instrucción General del Misal Romano establece que: “Después de la oración Humilde y sinceramente arrepentidos, o después de la incensación, el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto: Lava del todo mi delito, Señor, mientras el ministro vierte el agua” (IGMR 145).
Por lo tanto, las palabras que el sacerdote pronuncia, quieren manifestar el deseo de obtener por parte del Señor una purificación no solamente exterior, sino también interior. Esta oración está inspirada en las palabras que el Salmo 51 expresa: “Lávame a fondo de mi culpa y de mi pecado purifícame” (Sal 51, 4).
San Cirilo de Jerusalén en una de sus Catequesis nos da una explicación concreta del verdadero sentido de este acto: “Habéis visto cómo el diácono alcanzaba el agua, para lavarse las manos, al sacerdote y a los presbíteros que estaban alrededor del altar. Pero en modo alguno lo hacía para limpiar la suciedad corporal. Digo que no era ése el motivo, pues al comienzo tampoco vinimos a la Iglesia porque llevásemos manchas en el cuerpo. Sin embargo, esta ablución de las manos es símbolo de que debéis estar limpios de todos los pecados y prevaricaciones. Y al ser las manos símbolo de la acción, al lavarlas, significamos la pureza de las obras y el hecho de que estén libres de toda reprensión.
¿No has oído al bienaventurado David aclarándonos este misterio y diciendo: “Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Señor” (Sal 26,6)? Por consiguiente, lavarse las manos es un signo de la inmunidad del pecado” ( 2, Catequesis Mistagógica V).
Consecuentemente, este gesto no es solamente para beneficio del sacerdote, sino que también lo hace a nombre de todos los fieles que participamos de la celebración. En muchos momentos de la Misa pedimos a Dios su perdón y su purificación para poder así participar dignamente de los sagrados misterios que vamos a celebrar. Asimismo, busca ayudarnos a disponernos interiormente con un corazón puro para recibir al Señor que se nos da en alimento.
De ahora en adelante sería bueno que, cada vez que observemos que el sacerdote lava sus manos en la Misa, digamos en nuestro interior junto con él: “Lávame Señor de todos mis delitos y purifícame de todos mis pecados” y nos preparémonos para recibir a Cristo Eucaristía.
Santa Teresa de Jesús
Monja reformadora, fundó la Orden de los Carmelitas Descalzos y tuvo una intensa vida mística. No publicó sus obras en vida pero es Doctora
domaine public
Dès son agonie, la mystique espagnole Thérèse d’Avila libéra un parfum de lys, de jasmin et de violette.
Santa Teresa nació en Ávila el 28 de marzo de 1515, en la casa señorial de don Alonso Sánchez de Cepeda y doña Beatriz Dávila de Ahumada. Tuvo diez hermanos y dos hermanastros de un matrimonio anterior de su padre. La bautizaron el 4 de abril de aquel mismo año. En plena época de conquista de moros y reconquista cristiana, la pequeña Teresa leía vidas de santos y gestas de caballería, lo que dio lugar a un episodio que se ha hecho popular: a los 6 años, animó a su hermano Rodrigo a ir a tierra de moros para morir mártires por defender la fe. Su tío, por fortuna, detuvo a los niños cuando ya habían atravesado las murallas de la ciudad. Teresa y Rodrigo pasaron entonces a jugar a ser ermitaños construyendo una cabaña en el huerto de su casa. La propia santa Teresa cuenta que pocos años después se entregó a los libros que le hacían soñar con una vida romántica y de aventuras. Era vanidosa y coqueta, contaba con la conversación y la complicidad de unas primas y un primo suyo la cortejaba.
Ser monja no estaba en sus planes
Su madre murió cuando Teresa solo tenía 13 años. Ella pidió entonces a la Virgen que la hiciera hija suya, pero seguía en sus ensoñaciones mundanas y -según afirma en su “Vida”- se sentía “enemiguísima de ser monja”. Su padre, sin embargo, decidió internarla en 1531 en el colegio de Gracia, llevado por monjas agustinas, entre otros motivos porque no veía bien la relación de la joven con su primo. Teresa añorará allí a ese primer amor, pero afirma que a pesar de eso se encuentra a gusto.
El sí a Dios
Siguen cuatro años en los que Teresa fue descubriendo su vocación religiosa. Rodrigo se marchó a América, una hermana se casó, una amiga suya ingresó en el monasterio de La Encarnación… Son sucesos que le hacen reflexionar, al mismo tiempo que profundiza en la llamada de Dios y en su libertad. Le ayudaron las conversaciones con la amiga y finalmente en 1535 decidió hacerse religiosa, a pesar de que su padre se oponía a ello.
Una grave enfermedad
En 1537, Teresa sufrió una enfermedad grave. Su padre la sacó del convento para que recibiera más atención médica pero no solo no mejoró sino que llegó a estar 4 días inconsciente. Al final se recuperó y pudo regresar al convento en 1539, pero tenía fuertes secuelas y tardaría otros tres años en recuperarse hasta ser autónoma.
Su padre murió en 1544.
La vida en el convento -que entonces tenía unas 200 monjas- era de bastante relajación. Las visitas eran frecuentes, se permitía a las monjas salir y entrar cuando quisieran… Teresa gozaba de una celda con una bonita vista y a menudo tenía visitas en el locutorio.
La auténtica conversión de santa Teresa, casi a los 40 años
En la Cuaresma de 1554, cuando Teresa tenía 39 años y llevaba 19 como religiosa, se produjo una fuerte conversión en su interior. Ante la imagen de un Cristo llagado quedó conmovida. Lloró y le pidió fuerzas para no ofenderle. Desde ese momento, su oración mental tomó otro derrotero, con épocas de sequedad y etapas de visiones y estados sobrenaturales.
De todas las experiencias místicas, una en particular le hace comprometerse a fondo en su respuesta a Dios: es la visión del infierno. A partir de ahí, puso su empeño en vivir con fidelidad la llamada a la vida religiosa y en reformar el Carmelo y fundar.
Los obstáculos y la voluntad de Dios
Para fundar una nueva orden, santa Teresa necesitaba permisos de la jerarquía y el camino no fue fácil. Su confesor, el padre provincial y hasta el señor obispo unas veces favorecieron su misión pero otras le pusieron obstáculos. Llegó un punto en que santa Teresa decidió encerrarse en su celda y rezar, abandonada en Dios. Por obediencia marchó a Toledo para acompañar a la viuda Luisa de La Cerda.
Funda el monasterio de san José
Doña Guiomar de Ulloa y el padre Ibáñez, mientras tanto, lograron la aprobación de Romapara llevar adelante el monasterio de San José de Ávila, que acabaría fundándose el 24 de agosto de 1562. Era un convento en el que iba a vivirse la austeridad y la penitencia de una forma que contrastaba con La Encarnación.
Santa Teresa experimentó en esa etapa una fuerte contradicción exterior por parte de la Iglesia de la zona. Se le acusaba de haber trabajado en paralelo y con malas artes. Llegó un punto en que la santa tuvo que abandonar la fundación, dejar allí a cuatro novicias y regresar al monasterio de La Encarnación. Esto se prolongó durante un año.
«Verás grandes cosas»
Santa Teresa de Jesús no pensaba, en principio, hacer más fundaciones, pero un día haciendo oración lloró al pensar en la necesidad de vocaciones para las misiones en América. Entonces oyó que Dios le decía: “Espera un poco, hija, y verás grandes cosas”. No tardarían en llegar aprobaciones y vocaciones para los siguientes “palomarcitos”, como llamaría a los monasterios:
“Comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora, comenzó la divina Majestad a mostrar sus grandezas en estas mujercitas flacas, aunque fuertes en los deseos y en el desasirse de todo lo creado.”
“Libro de las Fundaciones”, 4, 5.
Fundaciones: hasta el último de su vida
La vida de santa Teresa es una respuesta a Dios como religiosa que sorprendentemente exige mucha actividad: el gobierno de la orden, las nuevas fundaciones de conventos, la escritura… Ante las dificultades, ella mostraba plena confianza en Dios y le importaba cumplir su voluntad.
Entre 1562 y 1582, el año de su muerte, fundó 17 conventos: Ávila, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos. A ella se añade en algunas biografías el convento de Granada, que en realidad fue fundado por Ana de Jesús en vida de santa Teresa.
Santa Teresa no pudo fundar en Madrid, como habría sido su voluntad. Con san Juan de la Cruz fundó, en cambio, el primer convento del Carmelo masculino, en Duruelo (1567), cuando ella tenía 52 años y el santo 24.
Muerte en Alba de Tormes
Después de fundar en Burgos, al regresar a Ávila hizo parada en Medina del Campo, pero la Duquesa de Alba pidió que la visitara en Alba de Tormes. Santa Teresa de Jesús estaba agotada y enferma, y murió allí, en brazos de Ana de San Bartolomé, la noche del 4 de octubre al 15 de octubre de 1582 (coincide con el cambio del calendario juliano al gregoriano).
La obra escrita de una Doctora de la Iglesia
A su muerte, no había publicado ningún libro. La mayoría de sus escritos (excepto cientos de cartas, varios poemas y anotaciones) eran fruto de la obediencia porque sus superiores le emplazaron a redactar lo que ya consideraban una vida singular y santa. Ella misma explicó que le costaba encontrar momentos.
Sus obras más importantes son: “Vida de la Madre Teresa de Jesús”, “Camino de perfección”, “Las moradas del castillo interior” y “Fundaciones”.
Las dudas que había sobre ella hicieron que se le vigilara bajo el radar de la Inquisición, muy atenta a la herejía protestante que se extendía por Europa. Para evitar el escándalo, su confesor le recomendó que se autocensurara y quemara el manuscrito “Meditaciones sobre El Cantar de los Cantares”, porque era una época en que no se permitía la difusión de las Sagradas Escrituras en romance. Así lo hizo aunque se conservaron algunas copias.
Tampoco quedaba cerrada la separación de la orden de los Carmelitas descalzos de los calzados. Para santa Teresa, era un trabajo del que no le correspondía ver la gloria en la tierra.
Santa Teresa fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622 y nombrada doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970.
Sus restos mortales se veneran en Alba de Tormes aunque varios lugares disponen de reliquias, entre ellos Santiago de Compostela, Ávila, París y Roma.
La fiesta de santa Teresa de Jesús se celebra el día 15 de octubre.
Oración de san Alfonso María de Ligorio a santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de Tu Señor Crucificado,
tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso,
obtén para mí también, te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.
hipocresía enferma y mata, rezar te preserva
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Francisco conluye homilía en Santa Marta con una oración para pedir a Dios que la hipocresía se aleje de la Iglesia, del pueblo
Es necesario rezar mucho para no dejarse contagiar del “virus” de la hipocresía, esa actitud farisea que seduce con las mentiras desde la sombra.
Es la petición de Jesús que el papa Francisco invitó a acoger, comentando el Evangelio del 16 de octubre de 2015 en la homilía de la misa celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano.
La hipocresía no tiene un color, sino que juega con las medias tintas. Se insinúa y seduce en un “claroscuro” con “la fascinación de la mentira”…
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El Papa recordó la escena tomada de la cita del Evangelio de Lucas en la que Jesús habla a una muchedumbre muy numerosa, donde resuena la advertencia de Cristo a los suyos:
“Guardaos de la levadura de los fariseos”.
“Es una cosa muy pequeña”, la levadura, observó el Papa; tal y como habla Jesús de ella parece que quisiera decir “virus”, como un “médico” que les dice a sus colaboradores que tengan cuidado ante el riesgo de contagio.
“La hipocresía es ese modo de vivir, de actuar, de hablar que no es claro. Quizás sonríe o quizás es serio… No es luz, no es tiniebla…».
«Se mueve de una forma que no parece amenazar a nadie, como la serpiente, pero tiene la fascinación del claroscuro».
«Tiene la fascinación de no tener las cosas claras, de no decir las cosas claramente: la fascinación de la mentira, de las apariencias».
«A los fariseos hipócritas, Jesús les decía que estaban llenos de sí mismos, de vanidad, que a ellos les gustaba pasear en las plazas haciendo ver que eran gente importante, gente culta…”.
Del miedo a la confianza
Francisco prosiguió su homilía destacando que de nuevo, Jesús asegura a la multitud: “No tengáis miedo, porque “todo lo que está escondido se revelará, ningún secreto quedará desconocido”,.
Esconderse “no ayuda”, la “levadura de los fariseos” llevaba y lleva a la “gente a amar más las tinieblas que la luz”, advirtió el Papa.
“Esta levadura es un virus que enferma y que te hará morir. ¡Cuidado! Esta levadura te lleva a las tinieblas. ¡Cuidado!», advirtió.
«Hay uno que es más grande que todo esto: es el Padre que está en los Cielos. ‘¿No se venden cinco pájaros por dos monedas? ¡Y ni siquiera de uno de estos se olvida Dios! También los cabellos de vuestra cabeza están contados’».
El Papa señaló sin embargo «la exhortación final: ‘¡No tengáis miedo! Valéis más que muchos pájaros.
Ante estos miedos que nos meten de un lado y del otro, y que nos introduce el virus, la levadura de la hipocresía farisea, Jesús nos dice: ‘Hay un Padre. Está el Padre que nos ama. Hay un Padre que cuida de nosotros’”.
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El camino es rezar
Y solo hay una forma de evitar el contagio, sostiene el papa Francisco. Es el camino indicado por Jesús: rezar.
La única solución, concluye, para no caer en el “comportamiento fariseo que no es ni luz ni tinieblas”, sino “un mitad de camino” que “nunca llegará a la luz de Dios”: “Recemos, Recemos mucho».
El papa Francisco concluyó con una oración para pedir alejar la hipocresía de la Iglesia:
«Señor, cuida a tu Iglesia, que somos todos nosotros: cuida a tu pueblo, a aquellos que se reunían y se empujaban.
Cuida a tu Pueblo porque amas la luz, la luz que viene del Padre, que viene de Tu Padre, que te envió para salvarnos.
Cuida a tu Pueblo para que no se convierta en hipócrita, para que no caiga en la tibieza de la vida.
Cuida a tu Pueblo para que tenga la alegría de saber que hay un Padre que nos ama mucho”.