.

 

 

• Luke 6:43-49

Amigos, el Evangelio de hoy es la conclusión del Sermón de la Llanura.

Jesús dice: “Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida”.

 

 

Esto es algo central: si estás enraizado en Dios, entonces puedes resistir cualquier cosa, precisamente porque estás vinculado al Poder que crea el cosmos. Serás bendecido profundamente y nada te podrá finalmente afectar.

Pero el que no toma en serio las palabras de Jesús “se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida”.

Cuando lleguen las pruebas inevitables, la vida basada en placer, dinero, poder o fama cederá el paso. Entonces, la pregunta es simple: ¿Dónde estás parado? ¿A dónde va tu corazón? ¿Sobre qué, precisamente, has construido toda tu vida?

 

Es Él, la fuerza. Pero muchas veces, quien confía en el Señor no aparece, no tiene éxito, está escondido… pero es firme. No tiene su esperanza en decir, en la vanidad, en la soberbia, en los efímeros poderes de la vida… El Señor, la roca. La concreción de la vida cristiana nos hace avanzar y edificar sobre esa roca que es Dios, que es Jesús; en el sólido de la divinidad. No en las apariencias ni en la vanidad, en el orgullo, en las recomendaciones… No. La verdad. (Homilía Santa Marta, 6 diciembre 2018)

Garantizar los buenos frutos

Para producir buenos frutos, un árbol debe crecer sano. Para crecer sano, el árbol necesita un buen abono, agua óptima y luz solar. Así, la producción de buenos frutos depende de la alimentación constante que se le proporcione al árbol. Lo mismo ocurre con el Espíritu. ¿Qué garantiza que nuestras almas estén bien regadas y abonadas? Una vida de sacramentos por la que nos alimentamos regularmente de la gracia de Cristo. Esto es lo que Pablo pide retóricamente, refiriéndose a nuestra participación eucarística: «El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es una comunión con la sangre de Cristo?». Al permanecer en comunión con Cristo, como el sarmiento está unido en comunión con la vid, nos nutrimos de su Espíritu y producimos los frutos del Espíritu (cf. Ga 5,22-23). Sin él, no podemos hacer nada (cf. Jn 5,5).

 

 

Nicolás de Tolentino, Santo

Presbítero. 10 de septiembre

 

Martirologio Romano: En Tolentino, del Piceno, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, el cual, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de otros († 1305).

Fecha de canonización: 1 de febrero de 1447 por el Papa Eugenio IV

Breve Biografía

Infancia Este santo recibió su sobrenombre del pueblo en que residió la mayor parte de su vida, y en el que también murió. Nicolás nació en San Angelo, pueblo que queda cerca de Fermo, en la Marca de Ancona, hacia el año 1245. Sus padres fueron pobres en el mundo, pero ricos en virtud. Se cree que Nicolás fue fruto de sus oraciones y de una devota peregrinación que hicieron al santuario de San Nicolás de Bari en el que su madre, que estaba avanzada en años, le había rogado a Dios que le regalara un hijo que se entregara con fidelidad al servicio divino. En su bautismo, Nicolás recibió el nombre de su patrón, y por sus excelentes disposiciones, desde su infancia se veía que había sido dotado con una participación extraordinaria de la divina gracia.

Cuando era niño pasaba muchas horas en oración, aplicando su mente a Dios de manera maravillosa. Así mismo, solía escuchar la divina palabra con gran entusiasmo, y con una modestia tal, que dejaba encantados a cuantos lo veían. Se distinguió por un tierno amor a los pobres, y llevaba a su casa a los que se encontraba, para compartir con ellos lo que tenía para su propia subsistencia. Era un niño de excepcional piedad.

 

Desde su infancia se decidió a renunciar a todo lo superfluo, así como practicar grandes mortificaciones, y, desde temprana edad, adoptó el hábito de ayunar tres días a la semana, miércoles, viernes y sábados. Cuando creció añadió también los lunes. Durante esos cuatro días solo comía una vez por día, a base de pan y agua.

El joven estudiante

Su mayor deleite se hallaba en leer buenos libros, en practicar sus devociones y en las conversaciones piadosas. Su corazón le perteneció siempre a la Iglesia. Sus padres no escatimaron en nada que tuvieran al alcance para mejorar sus geniales aptitudes.

Siendo aún un joven estudiante, Nicolás fue escogido para el cargo de canónigo en la iglesia de Nuestro Salvador. Esta ocupación iba en extremo de acuerdo con su inclinación de ocuparse en el servicio a Dios. No obstante, el santo aspiraba a un estado que le permitiera consagrar directamente todo su tiempo y sus pensamientos a Dios, sin interrupciones ni distracciones.

Un sueño hecho realidad

Con estos deseos de entregarse por entero a Dios, escuchó en cierta ocasión un sermón, de un fraile o ermitaño de la orden de San Agustín, sobre la vanidad del mundo, el cual lo hizo decidirse a renunciar al mundo de manera absoluta e ingresar en la orden de aquel santo predicador. Esto lo hizo sin pérdida de tiempo, entrando como religioso en el convento del pequeño pueblo de Tolentino.

Nicolás hizo su noviciado bajo la dirección del mismo predicador e hizo su profesión religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad. Lo enviaron a varios conventos de su orden en Recanati, Macerata y otros. En todos tuvo mucho éxito en su misión. En 1271 fue ordenado sacerdote por el obispo de Osimo en el convento de Cingole.

 

 

Su vida sacerdotal

Su aspecto en el altar era angelical. Las personas devotas se esmeraban por asistir a su Misa todos los días, pues notaban que era un sacrificio ofrecido por las manos de un santo. Nicolás parecía disfrutar de una especie de anticipación de los deleites del cielo, debido a las comunicaciones secretas que se suscitaban entre su alma tan pura y Dios en la contemplación, en particular cuando acababa de estar en el altar o en el confesionario.

Su ardor en el apostolado y en la oración

Durante los últimos treinta años de su vida, Nicolás vivió en Tolentino y su celo por la salvación de las almas produjo abundantes frutos. Predicaba en las calles casi todos los días y sus sermones iban acompañados de grandiosas conversiones. Solía administrar los sacramentos en los ancianatos, hospitales y prisiones; pasaba largas horas en el confesionario. Sus exhortaciones, ya fueran mientras confesaba o cuando daba el catecismo, llegaban siempre al corazón y dejando huellas que perduraban para siempre en quienes lo oían.

 

También, con el poder del Señor, realizó innumerables milagros, en los que les pedía a los recipientes: «No digan nada sobre esto. Denle las gracias a Dios, no a mí.» Los fieles estaban impresionados de ver sus poderes de persuasión y su espiritualidad tan elevada por lo que tenían gran confianza en su intercesión para aliviar los sufrimientos de las almas en el purgatorio. Esta confianza se confirmó muchos años después de su muerte cuando fue nombrado el «Patrón de las Santas Almas».

El tiempo en que podía retirarse de sus obras de caridad, lo dedicaba a la oración y a la contemplación. Nicolás de Tolentino fue favorecido con visiones y realizó varias sanaciones milagrosas.

Pruebas

Nuestro Señor, por su gran amor a Nicolás, quiso conducir al santo a la cumbre de la perfección, y para ello, lo llevó a ejercer la virtud de distintos modos. Nicolás padeció por mucho tiempo de dolores de estómago, así como malos humores.

Los Panes Milagrosos

Hacia los últimos años de su vida, cuando estaba pasando por una enfermedad prolongada, sus superiores le ordenaron que tomara alimentos más fuertes que las pequeñas raciones que acostumbraba ingerir, pero sin éxito, ya que, a pesar de que el santo obedeció, su salud continuó igual. Una noche se le apareció la Virgen María, le dio instrucciones de que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y luego se lo comiera, prometiéndole que se curaría por su obediencia. Como gesto de gratitud por su inmediata recuperación, Nicolás comenzó a bendecir trozos de pan similares y a distribuirlos entre los enfermos. Esta práctica produjo favores numerosos y grandes sanaciones.

En conmemoración de estos milagros, el santuario del santo conserva una distribución mundial de los «Panes de San Nicolás» que son bendecidos y continúan concediendo favores y gracias.

Última enfermedad

La última enfermedad del santo duró un año, al cabo de la cual murió el 10 de septiembre de 1305. Su fiesta litúrgica se conmemora el mismo día. Nicolás fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino, en una capilla en la que solía celebrar la Santa Misa.

Su veneración

En el cuarentavo año después de su muerte, su cuerpo incorrupto fue expuesto a los fieles. Durante esta exhibición los brazos del santo fueron removidos, y así se inició una serie de extraordinarios derramamientos de sangre que fueron presenciados y documentados.

El santuario no tiene pruebas documentadas respecto a la identidad del individuo que le amputó los brazos al santo, aunque la leyenda se ha apropiado del reporte de que un monje alemán, Teodoro, fue quien lo hizo; pretendiendo llevárselos como reliquias a su país natal. Sin embargo, sí se sabe con certeza que un flujo de sangre fue la señal del hecho y fue lo que provocó su captura. Un siglo después, durante el reconocimiento de las reliquias, encontraron los huesos del santo, pero los brazos amputados se hallaban completamente intactos y empapados en sangre. Estos fueron colocados en hermosas cajas de plata, cada uno se componía de un antebrazo y una mano.

En el correr de los siglos

Nicolás de Tolentino fue canonizado por el Papa Eugenio IV, en el año 1446. Hacia finales del mismo siglo XV, hubo un derramamiento de sangre fresca de los brazos, evento que se repitió 20 veces; el más célebre ocurrió en 1699, cuando el flujo empezó el 29 de mayo y continuó hasta el 1ro. de septiembre. El monasterio agustino y los archivos del obispo de Camerino (Macerata) poseen muchos documentos en referencia a estos sangramientos.

 

Dentro de la Basílica conocida como el Santuario S. Nicolás Da Tolentino, en la Capilla de los Santos Brazos, del siglo XVI, se encuentran reliquias de la sangre que salió de los brazos del santo. En un cofre ubicado encima del altar de plata, se halla un cáliz de plata del siglo XV, que contiene su sangre. Una urna del siglo XVII, hecha de piedras preciosas, tiene en exhibición, detrás de un panel de vidrio, el lino manchado de sangre que se cree que fue la tela que usaron para detener el flujo que hubo en el momento de la amputación.

Los huesos del santo, con excepción de los brazos, estuvieron escondidos debajo de la basílica hasta su redescubrimiento en 1926, fecha en que los identificaron formalmente y los pusieron en una figura simulada, cubierta con un hábito Agustino. Los brazos incorruptos, todavía en sus cubiertas o cajas de plata del siglo XV, se hallan en su posición normal al pie de la figura. Las reliquias se pueden apreciar en un relicario bendecido por el Papa Pío XI.

Inmediatamente después de su muerte, se formó una comisión para coleccionar pruebas sobre sus heroicas virtudes y sus milagros, pero intervino el suceso del traslado de los Papas a Aviñón, y la canonización no se decretó hasta 1446 por el papa Eugenio IV.

 

 

El árbol de mi vida

Santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49. Sábado XXIII del Tiempo Ordinario

 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, creo firmemente en ti y te amo con todo mi corazón. Hoy paro por un momento de todos los quehaceres y quiero, como niño, contemplar el gran amor que me tienes. Quiero gozar por un instante de tu amor. ¡Qué gracia tan maravillosa poder estar aquí, contigo!

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.

¿Por qué me dicen “Señor, Señor”, y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida.

Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, hoy te quiero contar algo que me pasó hace algunos días y que leyendo el Evangelio que me presentas, me ayudan a reflexionar. He aquí que hablando con un antiguo profesor mío, en un momento le dije que yo era un niño en comparación con él. El profesor se puso muy serio y me dijo: «usted ya no es un niño pues ha crecido y madurado».

Esto me hizo pensar en la vida. Yo puedo pensar que sigo siendo el mismo de hace dos, tres, cuatro años… pero en realidad el árbol de mi vida ha crecido y se ha consolidado. Veo que mis hermanos y amigos han ido abriéndose nuevos caminos y yo, a mi tiempo, he hecho lo mismo. En fin, que como diría mi querido profesor, yo ya no soy el niño de cuando tenía diez años. Soy un hombre.

 

 

Y, justamente, las palabras que me dices hoy dan luz a estas reflexiones. Mi vida no es para mí, mi vida es para otros, es para dar fruto. Veo que si bien he crecido aún tengo mucho que crecer y mucho para dar. A veces no sé qué es lo que tengo que hacer ni cuál es la mejor vía para caminar. Te pido, Jesús, que me ilumines en cada momento para que sepa caminar siempre por el recto camino. Quiero hacer tu voluntad, quiero escuchar tu palabra y ponerla en práctica. Tú eres el jardinero que sabes cómo cultivar el árbol de mi vida.

«Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufridores, como él lo ha hecho, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz. Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid, y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de este pertenencia común a Cristo y a su Iglesia». (Homilía de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2015).

 

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, rezaré el rosario para poner en manos de María este árbol de mi vida, y para pedir por todos mis familiares, amigos y conocidos para que edifiquen su vida en los cimientos de tu palabra.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

La autenticidad, la mejor versión de ti mismo

El hombre auténtico es el que busca decir “sí”, con fe y con amor, a ese proyecto que es él mismo.

 

Cuando decimos que alguien es auténtico señalamos que en él encontramos a una persona genuina, que no busca aparentar algo diferente a lo que es, que no tiene miedos en presentarse como es. A veces podemos confundir la autenticidad con el descaro o con una sinceridad mal entendida y bastante despreocupada de lo que piensen y digan los demás frente a las propias acciones, palabras o maneras de pensar. Es cierto que la autenticidad implica “ser como uno es”, pero no de cualquier manera.

Ser una persona auténtica no es sólo “ser como soy” –y que los demás me aguanten porque “así soy”–, sino ser lo mejor que yo puedo ser. Esto no es fingimiento, ni hipocresía; todo lo contrario: es fidelidad a la propia identidad, coherencia profunda con uno mismo y verdadero amor a lo que uno es como persona única e irrepetible. Cuando buscamos elevar nuestra situación, nuestra manera de ser, estamos actuando de acuerdo con nuestra naturaleza, que tiende siempre hacia lo mejor. El hombre no es un ser “ya hecho” del todo, puede perfeccionarse cada vez más por medio del ejercicio de su inteligencia y voluntad. Al alcanzar ese estado superior, o mejor, mientras estamos en la lucha por conseguirlo, seguimos siendo nosotros mismos. No estamos actuando ni representando un papel que no nos corresponde.

Un ejemplo sencillo puede ayudarnos a entender con más claridad lo dicho: La mayoría de los coches van mejorando su modelo año con año. En ocasiones los cambios pueden ser pequeños, como el cambio de los acabados internos, el color y la calidad de la tapicería. Otras veces, pueden ser más sustanciales: se amplía el espacio de la cabina, se instala un navegador vía satélite, se optimizan los frenos, la suspensión y el motor y la carrocería luce un diseño más fino y elegante. ¿Es el mismo auto? Sí, pero mejor.

 

Ya hemos hablado, aunque de modo tangencial, de que ser auténtico requiere un esfuerzo por dar lo mejor de lo que uno es. Es importante resaltar que no debemos preocuparnos por imitar o copiar las actitudes, la personalidad o la forma de ser de los demás. Hay quien actúa como otras personas no porque desee ser mejor él mismo, sino porque no quiere ser como es. Quiere ser algo diferente de lo que es, ser igual o semejante a otra persona a la que admira; pero nunca lo conseguirá, precisamente porque son diferentes. Y aquí diferente no quiere significar de suyo “mejor” o “peor”. Claro que una persona puede ser mejor que otra, pero la diferencia no estará en su personalidad sino en aquello que ha hecho con la misma y con el resto de sus cualidades y limitaciones.

Para ser auténtico, la primera regla es ser uno mismo. Podemos aprovechar el ejemplo de algunas personas como inspiración y como estímulo, pero no esperemos llegar a ser exactamente como ellas, ni perdamos el tiempo en intentarlo. Decía Giacomo Leopardi: “Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son”. Si la “piratería” en el campo del mercado es nefasta, en el campo de la personalidad es todavía más funesta.

¿Cómo podemos trabajar para conseguir una personalidad auténtica? Junto a la primera regla que ya hemos enunciado es muy necesario un conocimiento personal claro, sereno y objetivo. Este conocimiento debe abarcar nuestro pasado, nuestro presente y, en cierta medida, nuestro futuro entendiendo por éste el objetivo o meta que nos hemos fijado en la vida. Si no nos conocemos, no sabremos con qué “material” contamos –puntos positivos y negativos– para realizar nuestra personalidad.

Otro punto importante es mantener una coherencia a rajatabla con aquello que sabemos que es bueno y correcto: fidelidad a nuestros valores más íntimos. Es éste un aspecto no fácil de la vida, pero es el que en definitiva nos hace ser mejores o peores. No es que somos aquello que hacemos, pero nuestras acciones son un reflejo de lo que somos. En cierto sentido, el adagio de los escolásticos “agere sequitur esse” (el actuar sigue al ser) puede aplicarse perfectamente a lo que tratamos. Pero también es verdad que nuestras acciones modifican lo que somos, para bien o para mal: lo que hacemos dice mucho más de lo que hablamos o de lo que buscamos transmitir.

También es preciso preguntarse por qué quiero cambiar –por qué deseo ser auténtico– y si quiero realmente superarme a pesar de todas las dificultades. El solo “querer ser mejor” no basta. Hay que estar convencidos de que la autenticidad es un bien para nosotros porque es la verdad y no el fingimiento ni la medianía la que hace feliz al hombre. Será esto lo que nos mantendrá firmes en la tarea por no negar lo que somos, por afirmarnos a nosotros mismos.

Una vez definido quiénes somos, cómo debemos ser y si lo queremos con fuerza o no, no queda más que esforzarse día con día, en cada acción, grande o pequeña, por ser un constante “sí” (Cf. 1 Co 1, 19). Puede haber caídas, que son sólo una oportunidad para levantarse. El hombre auténtico es el que busca decir “sí”, con fe y con amor, a ese proyecto que es él mismo. El oro no lo es porque lo parezca, sino porque lo es en verdad.

 

 

El amor es más fuerte que todos los desacuerdos

Videomensaje del Papa con ocasión del lanzamiento de la comunidad de formación «The Community At The Crossing».

 

 

“Gracias por acogerme en esta hermosa Catedral Episcopaliana de Saint John the Divine. Es una gran alegría y consuelo para mí estar con ustedes en este momento especial en el que episcopalianos y católicos, cristianos de diferentes denominaciones, personas de buena voluntad, se reúnen para el lanzamiento de esta comunidad de formación llamada The Community At The Crossing”. Son las palabras del Papa Francisco al iniciar su videomensaje a este grupo, que se ha difundido este viernes 9 de septiembre.

Los jóvenes pasarán un año de vida comunitaria, de formación y discernimiento, de oración y servicio a los jóvenes y a los pobres.“’Vean cómo se aman unos a otros’, dirían los que vieron la primera comunidad cristiana”, recuerda Francisco. “Vean cómo viven juntos con alegría y ponen en común sus pertenencias, vean cómo rezan juntos, vean cómo están cerca de los pobres. Espero y rezo para que esto sea lo que suceda aquí en San Juan the Divine. . Elegir el camino humilde de la vida común vale más que mil palabras”.

 

 

El significado de NOMBRE

El Sucesor de Pedro explica el sentido de la denominación de la comunidad, que evoca el cruce dentro de la catedral, el punto de intersección entre la nave y el coro que permite ‘cruzar’ de uno a otro y hacia atrás. Para Bergoglio, tiene un significado hondo, pues “en el cruce significa un lugar de cruce y encuentro entre jóvenes de todas las denominaciones cristianas”.

La esperanza que comparte el Pontífice es que la comunidad ofrezca “una oportunidad para revivir el deseo de unidad de los cristianos y de la sociedad en Nueva York e incluso en los Estados Unidos”.

 

 

El futuro de la fe en nuestro mundo pasa por la Unidad de los Cristianos

“Sí, no estamos de acuerdo en todo”, precisa el Santo Padre.

“Sí, tenemos convicciones que a veces parecen incompatibles o son incompatibles…. Pero esa es precisamente la razón por la que elegimos amarnos unos a otros. El amor es más fuerte que todos los desacuerdos. Trae paz y la paz no parece posible”.

Jesucristo, un vínculo más fuerte y profundo

“[No olvidemos que at the Crossing evoca la cruz de Cristo. Jesucristo es un vínculo más fuerte y más profundo que nuestras culturas, nuestras opciones políticas e incluso que nuestras doctrinas. El Señor, el Señor Jesús, mirar a Él que dio su vida por nosotros]”

 

 

La gratitud del Pontífice

Por último, el Obispo de Roma expresa su más profundo agradecimiento a los jóvenes por la valentía que tienen y el compromiso, así como al equipo de la Catedral Episcopaliana, la Comunidad Chemin Neuf, al Cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, y al obispo Andrew Dietsche.

“[Mi corazón se regocija cuando pienso que la Arquidiócesis Católica y la Diócesis Episcopaliana de Nueva York están trabajando de la mano. Gracias por el apoyo y el aliento del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Y un agradecimiento especial a mi hermano y amigo Justin Welby por haber alentado este proyecto desde que comenzó, gracias por sus palabras. Gracias a ustedes. Go on, go on!]”

 

 

La Oración de la Semilla

Anoche me ocurrió algo curioso. En vez de soñar, recé.

 

 

Anoche me ocurrió algo curioso. En vez de soñar, recé.

Fue una oración diferente.

Soy una semilla Señor.
Siémbrame en tu Corazón,
para que pueda germinar
y dar frutos.

La repetí una y otra vez, hasta que desperté.

No comprendí bien su significado hasta que reflexioné en esta parábola:

“Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?» Pero él le respondió: «Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas” (Lucas 13:6-9).

Entonces lo supe: «por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,16).

 

 

Tomé papel, un bolígrafo y escribí.

“LA ORACIÓN DE LA SEMILLA”

He visto una semilla Señor,
que ha caído en la vereda del camino.
Tú la creaste.
¿Qué hace allí?
Espera la tierra fértil,
La lluvia del invierno
La brisa del verano.
Si no los encuentra,
¿dónde podrá germinar?
Un niño pasa cerca, pero no la ve.
El viento la mueve a su gusto,
de un lado a otro.
Debe germinar, y crecer
y dar frutos. Para eso la creaste.
Soy como esa semilla Señor.
El viento me lleva de un lado a otro
y aún no vivo, según tu voluntad.
Siémbrame en tu Corazón,
para que pueda germinar
y dar frutos para ti.
Señor yo también quiero germinar y crecer.
Quisiera hacer tantas cosas y no puedo.
Reconozco mi inutilidad.
Sin ti, ¿qué puedo hacer?

Tú lo has dicho: “Sin mí no pueden nada”.
Y yo, sin ti, nada puedo.

Soy una semilla Señor.
Siémbrame en tu Corazón,
para que pueda germinar
y dar frutos.

 

 

Siete hábitos diarios para las personas que deseen ser Santas

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.

 

 

Nadie nace santo. Se consigue la santidad con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.

Estás leyendo esto porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.»

El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: «reza siempre y sin desfallecer» (Lc. 18:1). Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso básicamente todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a esto.

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.

Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del Ángelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en el medio del mundo.

3 puntos importantes para prepararnos a cumplir los hábitos: Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos

1. Recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo. Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos.

 

 

2. Al mismo tiempo tu debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida – más importante que comer, dormir, trabajar y descansar-. Quiero aclararte que estos hábitos no se pueden adquirir a las corridas. Ese no es el modo como nosotros queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos más atentos durante el día en un lugar en silencio y sin distracciones; donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón.

 

 

3. Quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo ganas. Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen a El primero. Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezaban mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.

 

 

LOS 7 HÁBITOS PARA QUIENES QUIEREN SER SANTOS

Primer Hábito: Ofrecimiento del día por la mañana

El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana; cuando te arrodillas y, utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. «Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza.»

Si con la ayuda de Dios te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.

¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! (San Josemaría- Camino, 191)

En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el «minuto heroico» en la mañana y a la noche va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y espiritual a lo largo del día para parar lo que este haciendo para cumplir los otros hábitos.

 

 

Segundo Hábito: Quince minutos de oración en silencio

El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿Quién no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está en tu mente y en tu corazón. Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver qué es lo que Jesús te está pidiendo y qué te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos su dicho «Sin Mí, nada pueden hacer.»

 

 

Tercer Hábito: Quince minutos de lectura espiritual

El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento, para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador. El resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual. En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros, los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las ideas allí expresadas en acción.

 

 

Cuarto Hábito: Participar en la Santa Misa y Recibir la Santa Comunión en estado de gracia

El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete (cfr. Jn. 6, 22-65). Ella debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo, posible del hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y nos unimos a su cuerpo y alma resucitado. Como el papa Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America «La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega» (n°35).

 

 

Quinto Hábito: Rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli

El quinto hábito es rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli, invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento. Como niños recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor, el cual da sentido a toda nuestra existencia.

 

 

Sexto Hábito: El rezo del Santo Rosario cada día

El sexto hábito también es Mariano. El rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Es un hábito que, una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a través del corazón de María. El no puede rechazar nada de Ella.

 

 

Séptimo Hábito: Breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama

El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntándote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos. También miras una particular área, la cual tu tienes identificada con ayuda de tu director espiritual, quien conoce tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos discutidos en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y recibido, y un acto de contricción por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.

Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuán ocupado esté, (y nunca me pareció encontrarme con gente que no esté muy ocupada a no ser que esté permanentemente retirada), puede frecuentemente encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día. Piensa, ¿qué necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento, quince minutos antes de comenzar el trabajo? O la media hora o mucho más, gastada mirando programas de televisión o videos. También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual?

 

 

¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.

Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor «para servir y no para ser servido.» Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos. Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas, gracias a Dios. Ten por seguro que, cuando caigamos en algo grande o pequeño, siempre tendremos un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.

 

 

San Nicolás de Tolentino: el diablo lo maltrató hasta dejarlo cojo

Amaba especialmente la Eucaristía y la Confesión: para recibir mejor a Jesús, llegó a confesarse diariamente

 

 

Los padres de Nicolás -Compañón y Amada- decidieron bautizarlo con este nombre en agradecimiento a san Nicolás de Bari después de haber pasado muchos años sin hijos. Este santo nació en 1245 en Fermo (Italia). La mayor parte de su vida la pasaría no lejos de su pueblo, en el convento agustino de Tolentino.

Fue ordenado sacerdote en el año 1269. Era buen predicador y esto hizo que se le pidiera que viajara a varios lugares. En estas situaciones, se esmeraba en vivir la penitencia, que habitualmente consistía, por ejemplo, en dormir en jergón de paja y solo con su manto. Las limosnas que recibía las daba a los pobres.

Un gran confesor

Era apreciado como director espiritual y como confesor. Para ayudar a que todos se acercaran a la confesión, imponía penitencias muy leves y él después se aplicaba el resto. Se flagelaba hasta el punto de que los notarios dieron fe de las cicatrices una vez fallecido.

Amaba la Eucaristía hasta el punto de preparar la contrición y confesarse diariamente para recibir mejor a Jesús Sacramentado.

San Nicolás de Tolentino tuvo una visión en la que las almas del Purgatorio le comunicaron que necesitaban sufragios para alcanzar el cielo que deseaban.

El demonio, como le ocurrió al santo Cura de Ars, lo maltrató varias veces, lo apaleó, lo hirió y llegó a dejarlo cojo.

Tuvo que andar con muleta los últimos años de su vida, cuando ya muchas personas consideraban que era un santo.

De hecho, no dejó nunca de celebrar misa (aunque hubiera que llevarlo en volandas) y curó milagrosamente a un hombre que sufría parálisis.

También, como al Cura de Ars, lo maltrató el demonio muchas veces, apaleándolo, causándole heridas y dejándolo finalmente cojo. Lo mejor de las limosnas que recibía lo daba a los pobres.

Cuando murió, en el año 1305, lavaron sus manos y conservaron el agua, que era curativa.

La reliquia del brazo de san Nicolás de Tolentino ha derramado sangre en más de 25 ocasiones.

Oración

¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén.