Asunción de Nuestra Señora
Solemnidad Litúrgica, 15 de agosto
Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950.
Un ángel se aparecía a la Virgen y le entregaba la palma diciendo: «María, levántate, te traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda». María tomó la palma, que brillaba como el lucero matutino, y el ángel desapareció. Esta salutación angélica, eco de la de Nazaret, fue el preludio del gran acontecimiento.
Poco después, los Apóstoles, que sembraban la semilla evangélica por todas las partes del mundo, se sintieron arrastrados por una fuerza misteriosa que les llevaba a Jerusalén en medio del silencio de la noche. Sin saber cómo, se encontraron reunidos en torno de aquel lecho, hecho con efluvios de altar, en que la Madre de su Maestro aguardaba la venida de la muerte. En sus burdas túnicas blanqueaba todavía, como plata desecha, el polvo de los caminos: en sus arrugadas frentes brillaba como un nimbo la gloria del apostolado. Se oyó de repente un trueno fragoroso; al mismo tiempo, la habitación de llenó de perfumes, y Cristo apareció en ella con un cortejo de serafines vestidos de dalmáticas de fuego.
Arriba, los coros angélicos cantaban dulces melodías; abajo, el Hijo decía a su Madre: «Ven, escogida mía, yo te colocaré sobre un trono resplandeciente, porque he deseado tu belleza». Y María respondió: «Mi alma engrandece al Señor». Al mismo tiempo, su espíritu se desprendía de la tierra y Cristo desaparecía con él entre nubes luminosas, espirales de incienso y misteriosas armonías. El corazón que no sabía de pecado, había cesado de latir; pero un halo divino iluminaba la carne nunca manchada. Por las venas no corría la sangre, sino luz que fulguraba como a través de un cristal.
Después del primer estupor, se levantó Pedro y dijo a sus compañeros: «Obrad, hermanos, con amorosa diligencia; tomad ese cuerpo, más puro que el sol de la madrugada; fuera de la ciudad encontraréis un sepulcro nuevo. Velad junto al monumento hasta que veáis cosas prodigiosas». Se formó un cortejo. Las vírgenes iniciaron el desfile; tras ellas iban los Apóstoles salmodiando con antorchas en las manos, y en medio caminaba san Juan, llevando la palma simbólica. Coros de ángeles agitaban sus alas sobre la comitiva, y del Cielo bajaba una voz que decía: «No te abandonaré, margarita mía, no te abandonaré; porque fuiste templo del Espíritu Santo y habitación del Inefable». Acudieron los judíos con intención de arrebatar los sagrados despojos. Todos quedaron ciegos repentinamente, y uno de ellos, el príncipe de los sacerdotes, recobró la vista al pronunciar estas palabras: «Creo que María es el templo de Dios».
Al tercer día, los Apóstoles que velaban en torno al sepulcro oyeron una voz muy conocida, que repetía las antiguas palabras del Cenáculo: «La paz sea con vosotros». Era Jesús, que venía a llevarse el cuerpo de su Madre. Temblando de amor y de respeto, el Arcángel San Miguel lo arrebató del sepulcro, y, unido al alma para siempre, fue dulcemente colocado en una carroza de luz y transportado a las alturas. En este momento aparece Tomás sudoroso y jadeante. Siempre llega tarde; pero esta vez tiene una buena excusa: viene de la India lejana. Interroga y escudriña; es inútil, en el sepulcro sólo quedan aromas de jazmines y azahares. En los aires una estela luminosa, que se extingue lentamente, y algo que parece moverse y que se acerca lentamente hasta caer junto a los pies del Apóstol. Es el cinturón que le envía la virgen en señal de despedida.
Esta bella leyenda iluminó en otros siglos la vida de los cristianos con soberanas claridades.
Nunca la Iglesia quiso incorporarla a sus libros litúrgicos, pero la dejó correr libremente para edificación de los fieles. Penetró en todos los países, iluminó a los artistas e inspiró a los poetas. Parece que resurgió, una vez más, en el valle de Josafat, allá donde los cruzados encontraron el sepulcro en el que se habían obrado tantas maravillas y sobre el cual suspendieron tantas lámparas. Como la piedad popular quiere saber, pidiendo certezas y realidades, la leyenda dorada aparece con los rasgos con que el oriental sabe tejerlos entre el perfume del incienso y azahares, adornada con estallidos y decorada con ángeles y pompas del Cielo. Se difunde en el siglo V en Oriente con el nombre de un discípulo de San Juan, Melitón de Sardes, Gregorio de Tours la pasa a las Galias, los españoles la leen en el fervor de la reconquista con peregrinos detalles y toda la Cristiandad busca en ella durante la Edad Media alimento de fe y entusiasmo religioso.
Ni fecha, ni lugar. ¿Cómo fue el prodigio? Escudriñando la Tradición hay un velo impenetrable. San Agustín dice que pasó por la muerte, pero no se quedó en ella. Los Orientales gustan de llamarla Dormición con ánimo de afirmar la diferencia. ¿Tránsito? Separación inefable. Ni el Areopagita, ni Epifanio, ni Dante acertaron a describir lo real indescriptible, inefable: el último eslabón de la cadena que se inicia con la Inmaculada Concepción y, despertando secretos armónicos, apostilla la Asunción con la Coronación que el arte de Fra Angélico se atreve a plasmar con pasta conservada en el Louvre. La Iglesia celebra, junto al Resucitado Hijo triunfante, a la Madre, singularmente redimida, Glorificada desde la Traslación.
Me enseñas que lo que creíste era Verdad
Santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56. Asunción de la Virgen María
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, cuéntame lo que es ver cumplido todo lo que se te fue prometido.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Él hace sentir el poder de su brazo: dispersa a los de corazón altanero, destrona a los potentados y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada.
Acordándose de su misericordia, viene en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.
María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
María… María… Cuánto me has enseñado; cuánto has creído; cuánto has amado. Me enseñas a creer, me enseñas a amar… me enseñas a esperar. No sabías qué iba a pasar y, sin embargo, decidiste amar pues tu mirada no estaba en aquello que no comprendías o en el asombro del mensaje que en ti producía… estaba en aquello que más querías; que más amabas… estaba en Dios.
Tu mirada estaba en ese Dios que bien conocías… Estaba en ese Dios que sabías que te amaba más que nadie. Tu mirada estaba puesta en la esperanza de ese amor que, por ser amor, implica dolor, confusión, soledad, cruz…Amor que no se estanca ahí, sino que se transforma en plenitud, en verdadera paz, en verdadera felicidad.
Tu mirada estaba puesta en ese Dios que cumple sus promesas… En ese Dios que aunque parece que algunas veces abandona, nunca lo hace. Tu mirada, simplemente, estaba puesta en el verdadero Dios…. Aquél en el que siempre creíste; a quien siempre amaste.
Hoy, en este día de la Asunción, me enseñas que aquello en lo que creíste era verdad… que aquellas promesas en las que pusiste todas tus fuerzas, toda tu mente, todo tu corazón se han cumplido. Me enseñas a caminar con la mirada puesta en Dios y lo demás… ya sea el dolor, la confusión, la soledad, la cruz, se transformarán en plenitud, en verdadera paz, en verdadera felicidad. Gracias por enseñarme a esperar.
María… María… «Dichosa tú que has creído, porque se cumplió todo cuanto te fue anunciado de parte del Señor».
«Cometemos una gran injusticia contra Dios y su gracia cuando afirmamos en primer lugar que los pecados son castigados por su juicio, sin anteponer —como enseña el Evangelio— que son perdonados por su misericordia. Hay que anteponer la misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios siempre se realiza a la luz de su misericordia. Por supuesto, la misericordia de Dios no niega la justicia, porque Jesús cargó sobre sí las consecuencias de nuestro pecado junto con su castigo conveniente. Él no negó el pecado, pero pagó por nosotros en la cruz. Y así, por la fe que nos une a la cruz de Cristo, quedamos libres de nuestros pecados; dejemos de lado cualquier clase de miedo y temor, porque eso no es propio de quien se siente amado. “Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. […] Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización”. Que seamos, con María, signo y sacramento de la misericordia de Dios que siempre perdona, perdona todo».
(Homilía de S.S. Francisco, 12 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy antes de dormir rezaré un avemaría pidiéndole a María que renueve mi esperanza en el Amor de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Que la vida religiosa esté marcada por la paz y la alegría
Mensaje del Papa al Congreso Virtual Continental de Vida religiosa de América Latina y el Caribe.
En el video mensaje el Papa les recuerda a los participantes, que es muy importante el desafío que pone la “inculturación de la fe para la vida consagrada”, además les afirmó que su presencia en este congreso es “necesaria para que pueda darse y desarrollarse, una teología inculturada, que pueda ser adecuada a la realidad local, que pueda ser vehículo de evangelización”. Y les pide que no se olviden que una “fe que no sea inculturada no es auténtica”. De allí que parte la invitación del Papa a “entrar en la vida del pueblo, en el alma del pueblo, que es lo que da el verdadero sentido de una cultura”.
Entrar en la vida del Pueblo de Dios
El Pontífice les pide que “entren con respeto a sus costumbres, a sus tradiciones tratando de llevar adelante la misión de inculturar la fe, y de evangelizar la cultura. Valorando lo que el Espíritu Santo ha sembrado en los pueblos, que es también un don para nosotros (Ibíd. 246)”, dijo.
Binomio: inculturizar la fe y evangelizar la cultura
El Santo Padre les pidió que no se olviden del binomio: inculturizar la fe y evangelizar la cultura. Además, les dijo que la vida “consagrada es experta en comunión; la vida consagrada es itinerante, es promotora de fraternidad”. El Papa, por último, dijo que ante la tentación de “la supervivencia”, debido a la disminución de religiosos, aconseja seguir el camino de la evangelización, evangelizar al pueblo de Dios, y el resto dejarlo “al Espíritu Santo”.
Vida religiosa que esté marcada de alegría, paz y sentido del humor
Por último, Francisco les pidió que la vida religiosa esté marcada de «alegría en múltiples formas, paz y sentido del humor». Afirmó que «es tan triste ver hombres y mujeres consagrados que no tienen sentido del humor, que todo lo toman en serio. Estar con Jesús es estar alegre, es tener también la capacidad que da la santidad de este sentido del humor», Como última recomendación, les dijo que lean su exhortación sobre la santidad, donde dedica un capítulo sobre el sentido del humor.
El Congreso
La CLAR pondrá la mira sobre tres prioridades vitales: sinodalidad, ética del cuidado y ecología integral para “escuchar a Jesús en esta hora, y con Él y como Él, caminar hacia un nuevo modo de ser Iglesia que se deja transformar para servir como discípula, profeta y misionera”.
El Congreso está estructurado del siguiente modo: en las mañana se presentarán las ponencias centrales a cargo de especialistas internacionales, mientras que el bloque de la tarde se desarrollarán talleres con intervenciones, conversatorios y dinámicas.
De igual manera, sus organizadores han señalado en una nota del Celam, que “la Vida Religiosa del Continente, se da cita en torno a un gran Congreso virtual, en el que resuena la vida, las urgencias de la realidad y las grandes temáticas en las que Dios nos invita a repensar los cauces de nuestro compromiso”. Consideran también que el «momento histórico, requiere que fortalezcamos algunos rasgos de nuestra identidad, en sus dimensiones intercongregacional, intercultural e itinerante y que asumamos el espíritu sinodal como nuestra manera de situarnos ante la construcción del tejido eclesial”.
El congreso inicia a las 9 de la mañana hora de Colombia, con los saludos, Presentación de moderadores y la Introducción. A partir de las 10 tendrá lugar la oración dirigida la hermana Leida Dájome y Fr. Santiago González, seguida por la ponencia: Vida Religiosa en clave Intercongregacional, que dará el P. Luis Alberto Gonzalo Díez. A las 12:45 la hermana Cristina Robaina y el P. Tarcisio Gaitán darán Claves teológicas en sus ponencias.
De las tres a las cinco de la tarde, se llevará a cabo un Taller: Un camino de 7 años para el cuidado de la casa común Plataforma de Acción Laudato Si´. Los temas que se discutirán: Ecología Integral y la Presentación de los Procesos de acción en Ecología Integral. Al cerrar el Conversatorio del día, se invitará al momento de Escucha de la Asamblea Eclesial Latinoamericana: extractivismo, resistencia y esperanza.
Desde este enlace se podrá ver el congreso que inicia hoy viernes 13 y concluye el domingo 15.
La asunción de María al cielo
¿Por qué los católicos creen que María ascendió al cielo?
Pregunta un lector:
¿Por qué los católicos creen que María ascendió al cielo si en la Biblia se menciona que cuando uno muere se acaba todo?
Yo voy a la Iglesia adventista y no estoy de acuerdo con eso. ¿Pueden contestar a mi pregunta?
Respuesta:
Saludos hermano. Gracias por tu e-mail.
Como católicos creemos firmemente que Nuestra Madre María fue asunta o levantada hacia el cielo. Es decir que fue llevada a la presencia de Dios en cuerpo y alma.
Sin embargo, hoy en día hay mucha gente que dice ser «cristiana» y no cree lo mismo. Más aún, nos preguntan y nos dicen, que eso no es cierto. ¿Qué por qué lo creemos? Este tema está dedicado a explicar eso y lo hemos preparado para ti para que conozcas algo de nuestro fundamento y al mismo tiempo que los católicos que lo lean, amen más a la Virgen y sepan cómo defender su fe (1 Pe 3,15).
A.- Razones Bíblicas:
En primer lugar, profundicemos en la Sagrada Escritura para ver lo que la Palabra de Dios nos enseña acerca de esto.
Los cuatro puntos bíblicos principales son los siguientes:
1.- Dios, no es un Dios de muertos, sino de vivos.
Hay algunos hermanos separados que no creen como nosotros porque según ellos cuando uno se muere se acaba todo y no pasa nada hasta que Jesús vuelva.
Eso es falso porque la misma Biblia nos dice claramente que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Veamos algunas citas bíblicas que nos confirman esto:
» Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos» Mt 22,32
«Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor» Fil 1,23
«… Se les aparecieron Elías y Moisés, los cuales conversaban con Jesús.» Mc 9,1-4
2.- Si al malhechor «por un minuto de fe» Jesucristo se lo llevó al paraíso, con más razón se llevaría a su madre Maria para estar junto a él.
«…Y le decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Lc 23, 39-43
Así sucedió, querido hermano, uno de los malhechores tuvo fe de último momento y se arrepintió. Un minuto le bastó y en su gran misericordia Jesucristo le dijo que ese mismo día iba a estar con él en el Paraíso. Algunos dicen que era tan «buen ladrón» que se robó el cielo en un minuto.
Entonces, si a ese malhechor Jesús se lo llevó junto a él, con mayor razón se iba a llevar a su santa madre María, que era mujer llena de Fe, para que estuviera junto a él por toda la eternidad.
Qué increíble que muchos hermanos protestantes no hayan descubierto esto.
3.- Ascendiendo al cielo en cuerpo y Alma.
«Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor». 1 Tes 4,17
«Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.» Mc 9,1
Si abraham, Isaac, Jacob, Elías y Moisés estaban vivos junto a Dios con mayor razón María, la sierva y Madre de Dios, también lo iba a estar
Estos versículos indican que los cristianos viviendo en gracia de Dios y presencien la venida física de Jesucristo en los últimos tiempos, no morirán la muerte terrenal sino que pasarán directamente al cielo en cuerpo y alma para toda la eternidad.
Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.
Hech 1,9.
Este otro nos enseña que Jesucristo ascendió en cuerpo y alma al cielo.
Composición de Textos
Uniendo las ideas contenidas en los versículos anteriores y aplicándolos a María diremos que el hecho histórico fue así:
«Al final de su vida, la Virgen María pasó a la otra a través de un hecho que no puede llamarse muerte como la conocemos universalmente, para cumplir con 1 Tes 4,17. Su persona fue excepcional para cumplir con Lc 1,28. Y vive en el cielo en cuerpo y alma para cumplir con Lc 1,28 y Hech 1,9».
A eso le llama la Iglesia «La asunción de María a los cielos».
Si el profeta Elías fue arrebatado hacia el cielo 2 Rey 2,9-11 Con mayor razón será con María, madre de Jesucristo y fiel sierva de Dios Lc 1,28; Lc 1,48.
B.- Razones lógicas.
El objetivo principal de Dios sobre la humanidad es su felicidad y salvación. Eso se gana por el arrepentimiento de nuestras faltas y nuestra obediencia como fruto de nuestra fe.
Para el tema que estamos hablando las gracias que nos toca tratar son » el arrebato», «la resurrección antes del final de los tiempos» y «el vivir en cuerpo y alma en el cielo antes de la resurrección universal». Las personas poseedoras de eso e identificadas en la Biblia son: Jesucristo y una cantidad no conocida de gente especificada en 1 Tes 4,17.
Los abuelos, el valor y la importancia de su rol en la familia
Como quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo en
Por: S.S. Papa Francisco
En la catequesis de hoy proseguimos la reflexión sobre los abuelos, considerando el valor y la importancia de su rol en la familia. Lo hago identificándome con estas personas, porque también yo pertenezco a esta franja de edad. Cuando fui a Filipinas, los habitante de Filipinas me saludaban diciendo ‘Lolo Kiko’, es decir, ‘Abuelo Francisco’. ‘Lolo Kiko’, decían.
Lo primero que es importante subrayar: es verdad que la sociedad tiende a descartarnos, pero ciertamente el Señor no. Él nos llama a seguirlo en cada edad de la vida, y también la ancianidad contiene una gracia y una misión, una verdadera vocación del Señor. No es aún el momento de “no remar más”. Este periodo de la vida es distinto a los anteriores, no hay duda; debemos también “inventarlo” un poco, porque nuestras sociedades no están preparadas, espiritual y moralmente, para darles su pleno valor.
Antes, en efecto, no era tan normal tener tiempo a disposición; hoy lo es mucho más. Y también la espiritualidad cristiana ha sido un poco tomada por sorpresa, y se trata de delinear una espiritualidad de las personas ancianas. ¡Pero Me emocionó mucho la “Jornada por los ancianos” que hicimos aquí en la plaza de san Pedro el año pasado, la plaza llena. Escuché historias de ancianos que se desviven por los otros. Y también historias de parejas y matrimonios que vienen y dicen, hoy hacemos 50 años, 60 años de matrimonio. Y digo, házselo ver a los jóvenes que se cansan pronto. El testimonio de los ancianos en la fidelidad. En esta plaza había muchos ese día.
Es una reflexión para continuar, en ámbito tanto eclesial como civil. El Evangelio viene a nuestro encuentro con una imagen muy bonita, conmovedora y alentadora. Es la imagen de Simeón y de Ana, de quienes nos habla el Evangelio de la infancia de Jesús, de san Lucas. Eran realmente ancianos, el “viejo” Simeón y la “profetisa” Ana que tenía 84 años. No escondía la edad esta mujer. El Evangelio dice que esperaban la venida de Dios cada día, con gran fidelidad, desde hacía muchos años. Querían verlo precisamente ese día, recoger los signos, intuir el inicio. Quizá estaban también un poco resignados, ya, a morir antes: esa larga espera continuaba sin embargo ocupando su vida, no tenían compromisos más importantes que este. Esperar al Señor y rezar. Y así, cuando María y José llegaron al templo para cumplir la disposición de la Ley, Simeón y Ana se movieron impulsados, animados por el Espíritu Santo. El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento. Reconocieron al Niño, y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea: dar gracias y dar testimonio por este Signo de Dios. Simeón improvisó un bellísimo himno de júbilo. Ha sido un poeta en ese momento. Y Ana se convierte en la primera predicadora de Jesús: “hablaba del niño a quienes esperaban la redención de Jerusalén”.
¡Queridos abuelos, queridos ancianos, pongámonos en la estela de estos ancianos extraordinarios! Nos convertimos también nosotros un poco en poetas de la oración: tomemos gusto a buscar palabras nuestras, apropiemonos de esas que nos enseña la Palabra de Dios. ¡Es un gran don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los ancianos!
Es un gran don para la Iglesia la oración de los abuelos y los ancianos. La oración de los abuelos y los ancianos es un gran don para la Iglesia, un riqueza. Una gran inyección de sabiduría también para toda la sociedad humana: sobre todo para aquella que está demasiado ocupada, demasiado distraída. ¡Alguno debe también cantar, también por ellos, cantar los signos de Dios! Proclamar los signos de Dios. Rezar por ellos. Miremos a Benedicto XVI, que ha elegido pasar en la oración y en la escucha de Dios la última etapa de su vida. Es bonito esto. Un gran creyente del siglo pasado, de tradición ortodoxa, Olivier Clément, decía: “Una civilización donde no se reza más, es una civilización donde la vejez no tiene ya sentido. Y esto es aterrador, nosotros necesitamos antes que nada ancianos que recen, porque la vejez nos es dada para esto. Necesitamos ancianos que recen, porque la vejez es dada para esto. Es algo bello, algo bello esto, la oración de los ancianos.
Nosotros podemos dar las gracias al Señor por los beneficios recibidos, y llenar el vacío de la ingratitud que lo rodea. Podemos interceder por las esperas de las nuevas generaciones y dar dignidad a la memoria y a los sacrificios de las pasadas. Nosotros, los ancianos, podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida. Podemos decir a los jóvenes asustados que la angustia del futuro puede ser vencida. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos que hay más alegría en el dar que en el recibir. Los abuelos y las abuelas forman la “coral” permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida.
La oración, finalmente, purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la súplica a Dios previene el endurecimiento del corazón en el resentimiento y en el egoísmo. ¡Qué feo es el cinismo de un anciano que ha perdido el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes y no comunica una sabiduría de vida! ¡Sin embargo, qué bonito es el aliento que el anciano consigue transmitir al joven en búsqueda del sentido de la fe y de la vida! Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los ancianos. Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación sacerdotal, las llevo aún conmigo siempre en el breviario. Y las leo a menudo y me hace bien.
Como quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos. Y esto es lo que hoy pido al Señor, este abrazo.
(Texto traducido y transcrito desde el audio por ZENIT)
(11 de marzo de 2015) © Innovative Media Inc.
El secreto de María revelado por el papa Francisco
Antoine Mekary | ALETEIA
Vatican Media – publicado el 15/08/21
“Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al cielo”
Dios no nos exalta por nuestros dones, riquezas o habilidades, sino por la humildad, señaló el Papa en su alocución previa a rezo mariano. Dios levanta a quien se abaja, a quien sirve.
“En efecto, María no se atribuye más que el «título» de sierva: es «la esclava del Señor». No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma”.
Francisco recuerda también que Jesús nos enseña que “el que se humilla será exaltado«.
En la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Francisco recuerda que el secreto de María es la humildad.
“Es la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia ella. El ojo humano busca la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso -dijo el Papa-. Dios, en cambio, no mira las apariencias, sino el corazón y le encanta la humildad».
¿Cómo está mi humildad?
Seguidamente el Papa nos cuestiona a cada uno de nosotros. ¿cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y ser alabado, o pienso en servir?
¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando?
¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y las discusiones, o solo trato de sobresalir?
Para seguir el ejemplo de la Virgen María, Francisco nos recuerda que ella, en su pequeñez, conquista primero los cielos.
“El secreto de su éxito reside precisamente en reconocerse pequeña, necesitada. Con Dios, solo quien se reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado por Él. Y María es la «llena de gracia» precisamente por su humildad”.
Este es el consejo que da el Papa: que nuestro punto de partida, que el comienzo de nuestra fe sea la humildad.
“Es esencial ser pobre de espíritu, es decir, necesitado de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, pero el que permanece humilde permite al Señor realizar grandes cosas”.
Un mensaje de esperanza
Y la Virgen María, la “criatura más humilde y elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, en lo ordinario”.
Sus días no tuvieron mucho de impresionantes, señaló Francisco, eran iguales, en silencio, por fuera, “nada extraordinario».
Sin embargo, “la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado”.
Y este es el mensaje de esperanza para nosotros, expresó Francisco:
“Para ti, que vives las mismas jornadas, agotadoras y a menudo difíciles. María te recuerda hoy que Dios también te llama a este destino de gloria. No son palabras bonitas. No es un final feliz artificioso, una ilusión piadosa o un falso consuelo. No, es la pura realidad, viva y verdadera como la Virgen Asunta al Cielo. Celebrémosla hoy con amor de hijos, animados por la esperanza de estar un día con ella en el Cielo”.
El Papa concluyó su alocución pidiendo a la Virgen que nos “recuerde que el secreto del recorrido está contenido en la palabra humildad. Y que la pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta”.
15 de agosto de 2021 Domingo La Asunción de la Virgen María
Ap 11, 19a; 12, 1-6a.10ab
Hoy podemos cantar cuán grande es María y, con todo, podemos tener la sensación de que las palabras se nos quedan cortas para expresar el don de Dios a Ella, y, a través de Ella, a todos nosotros. La Iglesia utiliza las palabras del Apocalipsis en el que se describe la lucha triunfante de la mujer sobre el dragón. El texto termina así: «Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo».
Señor, que cuando miremos a María, admiremos su grandeza y tu don inmenso.
Mi alma al Señor. Tal como acabamos de escuchar, es, hermanos y hermanas, el cántico de María en la Visitación. Al meditar en su corazón el Misterio de la Encarnación del cual ella es depositaria, estalla en un canto de alegría y de agradecimiento: Dios ha mirado la humillación de su esclava y ha obrado maravillas en ella: la ha hecho madre del Cristo. La maravilla de la Encarnación del Hijo eterno del Padre nos hace ver la magnitud sorprendente de la ternura de Dios por la humanidad y como su amor se extiende de generación en generación.
Mi alma al Señor. Es el canto de María, la Virgen, en su Asunción. La más humilde entre las sirvientas del Señor «entra radiante» en la gloria celestial (cf. canto de entrada). Y su espíritu en Dios, la hace participar plenamente de la Pascua de Jesucristo. Una nueva maravilla que el Todopoderoso ha hecho en la pequeñez de su esclava. Hoy contemplamos gozosos como la resurrección de Cristo es realmente el inicio de la glorificación y de la entrada definitiva en el Reino de todos aquellos que por la fe y las buenas obras siguen el Evangelio. María, que ha ido por delante de todos en el siguiendo de su hijo, nos precede también hacia la vida eterna. San Pablo nos decía, en la segunda lectura, que cada uno resucitará al momento que le corresponde: Cristo el primero, … luego los que son de Cristo.
La primera de los cuales es, según la fe de la Iglesia, Santa María. Esta realidad hoy particularmente nos llena de alegría. Y nos estimula en nuestro camino de cristianos, porque nos muestra cuál es la meta, cuál es el término hacia dónde nos encaminamos: participar de la plenitud pascual de Jesucristo y, por tanto, encontrar nuestra plenitud personal, en la felicidad eterna, sin dolores ni llantos.
María es Assumpta no tanto por haber sido la Madre del Señor como por su santidad extraordinaria de vida. Nos lo enseñan todos los relatos evangélicos que hablan de ella. Pero ahora, como síntesis de todos, quisiera recordar uno, el que ha sido proclamado en la vigilia de esta noche. Cuando una mujer, queriendo honrar Jesús, llamada entre la gente: Feliz la que te llevó y los pechos que te criaron, Jesús enseña que María no es afortunada por ser biológicamente su madre, sino por haber escuchado la Palabra de Dios y haberla guardada; es decir, por haberla meditada en el corazón y puesta en práctica durante toda la vida. Ha sido su obediencia en la fe que lo ha predispuesta a recibir la Encarnación del Hijo de Dios. Y ha sido, todavía, la obediencia de la fe hasta la cruz y hasta Pentecostés, que la ha llevado a la gloriosa Asunción. Porque ha vivido la humildad entra en la exaltación celestial.
La humildad es inseparable de la obediencia de la fe. María sintetiza en su persona la actitud espiritual de los pequeños y sencillos alabados por la Escritura. Y es que la acogida de la Palabra y la obediencia que conlleva sólo son posibles desde la humildad. Por eso, el Señor enaltece a los humildes, mira la pequeñez de sus sirvientes, llena de bienes a los pobres y los hace experimentar su ternura.
Es sobre todo la fidelidad humilde de María, pues, que la hace feliz, que la hace bienaventurada; que la hizo feliz en su vida terrena y que la hace feliz por toda la eternidad en la gloria del Reino. Por eso la Iglesia, de generación en generación, la proclama bienaventurada. Y ella, a la presencia de la Santa Trinidad, continúa eternamente su canto de alabanza y de acción de gracias: Mi alma al Señor, mi espíritu en Dios mi Salvador.
Este es el canto, también, de la Iglesia, que se siente pequeña ante la inmensidad y la santidad de Dios, que se siente débil ante el mal del mundo, que se siente pobre por los pecados y las limitaciones de todos sus miembros, pero que se sabe habitada por la fuerza del Espíritu, que se sabe Esposa amada de Jesucristo, lavada, purificada y santificada por su sangre. La «Virgen y Virgen, asunta al cielo, es imagen y primicia de la Iglesia gloriosa, modelo de esperanza cierta y consuelo del pueblo que camina», tal como lo proclama la liturgia de hoy (cf. Prefacio). Cantemos cada día el Magníficat, con su fuerza consoladora y su fuerza profética, juntando nuestra voz a la de toda la Iglesia, movidos por la esperanza – «cierta», como dice la liturgia- de llegar, cuando termine nuestra carrera en la tierra, allí donde ella ya ha llegado.
Mi alma al Señor. Es el canto de nuestra comunidad monástica y de los peregrinos reunidos en esta casa de la Virgen. Desde su Asunción, María es espiritualmente presente en todo. «Su santidad ennoblece todas las Iglesias», canta la liturgia del 8 de septiembre en la fiesta de su natividad.
El Papa celebra la Asunción de María dedicando una catequesis al «secreto» de la Virgen: la humildad
El Papa dedicó su meditación previa al Ángelus a la humildad de la Virgen en el día de la Asunción.
Con motivo de la celebración de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Francisco ha dedicado su meditación dominical previa al rezo del Ángelus sobre el secreto de María: la humildad.
“Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al cielo” expresó Francisco, que pidió a la Virgen que nos recuerde que “el secreto del recorrido está en el contenido de la palabra humildad, y que la pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta”.
“Dios no mira las apariencias sino el corazón y le encanta la humildad del corazón”, expresó el Papa, y señaló que no nos exalta por nuestros dones, riquezas o habilidades, sino por esta virtud. “Levanta a quien se abaja, a quien sirve”.
«No se atribuye más que el título de sierva»
Basándose en el Magnificat, destacó que “María no se atribuye más que el `título´ de sierva: es `la esclava del Señor´. No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma”.
Francisco recordó la enseñanza de Jesús sobre la exaltación de quien se humilla y recordó que por eso “es la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia ella. El ojo humano busca la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso», dijo el Papa.
Tras esta primera aproximación, Francisco invitó a los fieles a examinar su relación con esta virtud. “¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y ser alabado, o pienso en servir? ¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y las discusiones, o solo trato de sobresalir?”.
Nuevamente se refirió al secreto de María como un elemento que puede ayudar a responder correctamente todas estas preguntas. “El secreto de su éxito reside precisamente en reconocerse pequeña, necesitada. Con Dios, solo quien se reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado por Él. Y María es la “llena de gracia» precisamente por su humildad”.
La paradoja de María
A lo largo de la meditación, definió como una “paradoja” el hecho de que María, “la criatura más humilde y elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, en lo ordinario, sin nada extraordinario”. Por eso, “la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado”.
Francisco concluyó esta breve catequesis destacando lo “esencial” de ser “pobre de espíritu y necesitado de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, pero el que permanece humilde permite al Señor realizar grandes cosas”.