Cómo redescubrir a la pareja después de que se vayan los hijos
A lo largo de nuestra vida vamos pasando por diferentes etapas, niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Lo mismo ocurre en nuestra vida de familia
Cuando nos casamos, atravesamos ese puente colgante que hace que vayamos construyendo a través de nuestros pasos, una nueva vida en común, vamos recorriendo nuestro proyecto de vida, desarrollamos nuestra vocación.
Poco a poco, vamos llenando de vida ese proyecto, a medida que van llegando los hijos, fruto de ese amor verdadero y generoso entre los de los padres, con los consiguientes cambios que de ello se deriva.
Otras, cuando esos hijos no llegan, la vida se genera en el amor entre los esposos y cómo se expande a los que les rodean, sigue siendo un amor fecundo, que da vida. Amoris Laetitia 165“ El amor siempre da vida”.
Vamos creciendo en edad y nuestros hijos nos enfrentan a una realidad nueva en la que ya no son los niños dulces de antaño, sino esos chicos y chicas que parecen malhumorados y nos sacan dos cabezas, que responden con monosílabos y se abstraen en sus redes sociales y en sus amigos, ¿Dónde está ese bebé regordete que sacaba las sonrisas de toda la familia?
Ese bebé tan simpático, está lidiando su propia batalla personal, para encontrarse a sí mismo e ir madurando como persona. Poco a poco va tomando sus propias decisiones, elige carrera, inicia una vida profesional, encuentra otra persona con la que compartir su vida y decide iniciar su propio camino, sale de casa.
Esa salida, deja un vacío en el hogar que sólo una madre o padre que ha pasado por ello, sabe describir, por algo lo llaman el síndrome del nido vacío. Es cierto que en los últimos tiempos, muchos padres desearían que este momento se adelantara, pero eso es otra cuestión.
De repente, nos encontramos junto a ese marido o esa mujer que un día nos conquistó el corazón pero que a penas conocemos, porque el devenir de la vida nos ha posicionado en realidades muy diferentes, trabajos, problemas y obligaciones que nos han enfocado en todo menos en nuestra esposa /o.
Unido a esta realidad, nos encontramos con la propia evolución personal, hormonal y física y psicológica de todo ser humano, que hace que en ocasiones nos encontremos atravesando un desierto emocional que genera verdadero sufrimiento.
En muchos matrimonios, esta vivencia hace que se desarrolle un verdadero vacío en la relación: ya no nos encontramos, no tenemos temas de conversación porque vivimos en un constante reproche; la pasión y el enamoramiento de años atrás ha desaparecido.
Y en ese sufrir generamos una huída, que se manifiesta en ocasiones en un compulsión ( compras a todas horas, salidas con amigos, excesivo uso del móvil, redes sociales o internet, deporte, alcohol, etc…), huida que refleja un verdadero sentimiento de soledad.
Los que trabajamos con matrimonios, somos muy conscientes esta realidad en muchos matrimonios.
Vivimos lo que el Papa Franciso en Amoris Laetitia denomina la Transformación del amor.
163. …. Quizás el cónyuge ya no está apasionado por un deseo sexual intenso que le mueva hacia la otra persona, pero siente el placer de pertenecerle y que le pertenezca, de saber que no está solo, de tener un «cómplice», que conoce todo de su vida y de su historia y que comparte todo. Es el compañero en el camino de la vida con quien se pueden enfrentar las dificultades y disfrutar las cosas lindas. Eso también produce una satisfacción que acompaña al querer propio del amor conyugal. No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad. El amor que nos prometemos supera toda emoción, sentimiento o estado de ánimo, aunque pueda incluirlos. Es un querer más hondo, con una decisión del corazón que involucra toda la existencia. Así, en medio de un conflicto no resuelto, y aunque muchos sentimientos confusos den vueltas por el corazón, se mantiene viva cada día la decisión de amar, de pertenecerse, de compartir la vida entera y de permanecer amando y perdonando. Cada uno de los dos hace un camino de crecimiento y de cambio personal. En medio de ese camino, el amor celebra cada paso y cada nueva etapa. En esta transformación hemos de ser capaces de reconocernos en el nuevo momento que nos depara la vida. Es verdad que cada uno puede traer consigo heridas no sanadas de su pasado en pareja, pero si somos conscientes de nuestro compromiso y queremos disfrutar de esa nueva realidad, podremos dar un paso al frente para cambiar aquellas cuestiones que nos están impidiendo vivir esta nueva etapa en plenitud.
¿Cómo? La clave está en querer hacerlo y para ello necesitamos confiar en la persona que nos acompaña, nuestra esposa, nuestro esposo, sólo así, cambiando nuestra mirada, podremos reconocernos en nuestra nueva realidad y recuperar la ilusión para querernos bien y en plenitud.
AL 164. En la historia de un matrimonio, la apariencia física cambia, pero esto no es razón para que la atracción amorosa se debilite. Alguien se enamora de una persona entera con una identidad propia, no sólo de un cuerpo, aunque ese cuerpo, más allá del desgaste del tiempo, nunca deje de expresar de algún modo esa identidad personal que ha cautivado el corazón. Cuando los demás ya no puedan reconocer la belleza de esa identidad, el cónyuge enamorado sigue siendo capaz de percibirla con el instinto del amor, y el cariño no desaparece. Reafirma su decisión de pertenecerle, la vuelve a elegir, y expresa esa elección en una cercanía fiel y cargada de ternura. La nobleza de su opción por ella, por ser intensa y profunda, despierta una forma nueva de emoción en el cumplimiento de esa misión conyugal. Porque «la emoción provocada por otro ser humano como persona […] no tiende de por sí al acto conyugal». Adquiere otras expresiones sensibles, porque el amor «es una única realidad, si bien con diversas dimensiones; según los casos, una u otra puede destacar más»
Siendo protagonistas de nuestra propia historia, seremos capaces de vivir intensamente esta nueva etapa, en la que quizás en esa transformación del amor, a través de nuestra mirada al otr@ podremos mirarnos también a nosotros mismos con cariño, siendo conscientes de la belleza del proyecto que tenemos entre manos, viviendo una etapa diferente, no por ello, menos fecunda.
AL 164 “..El vínculo encuentra nuevas modalidades y exige la decisión de volver a amasarlo una y otra vez. Pero no sólo para conservarlo, sino para desarrollarlo. Es el camino de construirse día a día. Pero nada de esto es posible si no se invoca al Espíritu Santo, si no se clama cada día pidiendo su gracia, si no se busca su fuerza sobrenatural, si no se le reclama con deseo que derrame su fuego sobre nuestro amor para fortalecerlo, orientarlo y transformarlo en cada nueva situación”
Para ello necesitamos reencontrarnos, hablar, disfrutar de las pequeñas cosas y dedicarnos momentos y gestos de ternura. No mirar desde el rencor, sino desde el amor que en su día nos hizo comprometernos.
Nunca es tarde para recuperar y revivir ese amor, para redescubrir la belleza del matrimonio y ser testigos de su fecundidad de nuestro amor. Merece la pena.
Francisco de Asís, Santo
Memoria Litúrgica, 4 de octubre
Fundador de la Orden de los Franciscanos
Martirologio Romano: Memoria de san Francisco, el cual, después de una juventud despreocupada, se convirtió a la vida evangélica en Asís, localidad de Umbría, en Italia, y encontró a Cristo sobre todo en los pobres y necesitados, haciéndose pobre él mismo. Instituyó los Hermanos Menores y, viajando, predicó el amor de Dios a todos y llegó incluso a Tierra Santa. Con sus palabras y actitudes mostró siempre su deseo de seguir a Cristo, y escogió morir recostado sobre la nuda tierra († 1226).
Breve Biografía. San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho.
Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales.
Francisco nació en Asís, Italia en 1181 ó 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera del país. Las gentes apodaron al niño “francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan”.
. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores.
Cuando Francisco tenía como unos veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo soportó con alegría. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre.
Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera. Se dedicó a la oración y después de un tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Un día se encontró con un leproso que le pedía una limosna y le dio un beso.
Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales. Siempre, regalaba a los pobres sus vestidos, o el dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo crucificado le habló y le pidió que reparara su Iglesia que estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo y unas ropas de la tienda de su padre para tener dinero para arreglar la Iglesia de San Damián. Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero y le pidió permiso para quedarse a vivir con él. El sacerdote le dijo que sí se podía quedar ahí, pero que no podía aceptar su dinero. El papá de San Francisco, al enterarse de lo sucedido, fue a la Iglesia de San Damián pero su hijo se escondió. Pasó algunos días en oración y ayuno. Regresó a su pueblo y estaba tan desfigurado y mal vestido que las gentes se burlaban de él como si fuese un loco.
Su padre lo llevó a su casa y lo golpeó furiosamente, le puso grilletes en los pies y lo encerró en una habitación (Francisco tenía entonces 25 años). Su madre se encargó de ponerle en libertad y él se fue a San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo golpeó y le dijo que volviera a su casa o que renunciara a su herencia y le pagara el precio de los vestidos que había vendido de su tienda. San Francisco no tuvo problema en renunciar a la herencia y del dinero de los vestidos pero dijo que pertenecía a Dios y a los pobres. Su padre le obligó a ir con el obispo de Asís quien le sugirió devolver el dinero y tener confianza en Dios. San Francisco devolvió en ese momento la ropa que traía puesta para dársela a su padre ya que a él le pertenecía. El padre se fue muy lastimado y el obispo regaló a San Francisco un viejo vestido de labrador que tenía al que San Francisco le puso una cruz con un trozo de tiza y se lo puso.
San Francisco partió buscando un lugar para establecerse. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuera un mendigo. Unas personas le regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias que usó durante dos años.
Luego regresó a San Damián y fue a Asís para pedir limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó las burlas y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia de San Pedro. Después se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, de los benedictinos, que estaba en una llanura cerca de Asís. Era un sitio muy tranquilo que gustó mucho a San Francisco. Al oir las palabras del Evangelio “…No lleven oro….ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a hablar a sus oyentes acerca de la penitencia. Sus palabras llegaban a los corazones de sus oyentes. Al saludar a alguien, le decía “La paz del Señor sea contigo”. Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros.
San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle que era un rico comerciante de Asís que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Su segundo discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco les concedió hábitos a los dos en abril de 1209.
Cuando ya eran doce discípulos, San Francisco redactó una regla breve e informal que eran principalmente consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Después de varios años se autorizó por el Papa Inocencio III la regla y les dio por misión predicar la penitencia.
San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una cabaña que luego tuvieron que desalojar. En 1212, el abad regaló a San Francisco la capilla de Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo que pertenecía a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula construyeron cabañas muy sencillas. La pobreza era el fundamento de su orden. San Francisco sólo llegó a recibir el diaconado porque se consideraba indigno del sacerdocio. Los primeros años de la orden fueron un período de entrenamiento en la pobreza y en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta. El fundador les había prohibido aceptar dinero. Se distinguían por su gran capacidad de servicio a los demás, especialmente a los leprosos a quienes llamaban “hermanos cristianos”. Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde se encontraran. El número de compañeros del santo iba en aumento.
Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió seguirlo en 1212. San Francisco consiguió que Santa Clara y sus compañeras se establecieran en San Damián. La oración de éstas hacía fecundo el trabajo de los franciscanos.
San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores” ya que quería que fueran humildes. La orden creció tanto que necesitaba de una organización sistemática y de disciplina común. La orden se dividió en provincias y al frente de cada una se puso a un ministro encargado “del bien espiritual de los hermanos”. El orden de fraile creció más alla de los Alpes y tenían misiones en España, Hungría y Alemania. En la orden habían quienes querían hacer unas reformas a las reglas, pero su fundador no estuvo de acuerdo con éstas. Surgieron algunos problemas por esto porque algunos frailes decían que no era posible el no poseer ningún bien. San Francisco decía que éste era precisamente el espíritu y modo de vida de su orden.
San Francisco conoció en Roma a Santo Domingo que había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia.
En la Navidad de 1223 San Francisco construyó una especie de cueva en la que se representó el nacimiento de Cristo y se celebró Misa.
En 1224 se retiró al Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. La única persona que lo acompañó fue el hermano León y no quiso tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro de las estigmas en el cual quedaron impresas las señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco. A partir de entonces llevaba las manos dentro de las mangas del hábito y llevaba medias y zapatos. Dijo que le habían sido reveladas cosas que jamás diría a hombre alguno. Un tiempo después bajo del Monte y curó a muchos enfermos.
San Francisco no quería que el estudio quitara el espíritu de su orden. Decía que sí podían estudiar si el estudio no les quitaba tiempo de su oración y si no lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia se convirtiera en enemiga de la pobreza.
La salud de San Francisco se fue deteriorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaron y ya casi había perdido la vista. En el verano de 1225 lo llevaron con varios doctores porque ya estaba muy enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento en el que les recomendaba a los hermanos observar la regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. Al enterarse que le quedaban pocas semanas de vida, dijo “¡Bienvenida, hermana muerte!”y pidió que lo llevaran a Porciúncula. Murió el 3 de octubre de 1226 después de escuchar la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44 años de edad. Lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge en Asís.
Son famosas las anécdotas de los pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Señor, del conejillo que no quería separarse de él y del lobo amansado por el santo. Algunos dicen que estas son leyenda, otros no.
San Francisco contribuyó mucho a la renovación de la Iglesia de la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media. El ayudó a la Iglesia que vivía momentos difíciles.
¿Qué nos enseña la vida de San Francisco?
Nos enseña a vivir la virtud de la humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.
Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que da la pobreza.
Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.
Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida.
Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los requisitos de la Iglesia y les pedía a los frailes obedecer a los obispos.
Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no se necesita nada material.
Nos enseña lo importante que es sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente en momentos de dificultad.
Una nueva oportunidad para un «sí»
Santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37. Lunes XXVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Al mirar el vuelo de las golondrinas, el surgir de las flores, la hermosa vista de la montaña, veo tu mano en cada uno de estos acontecimientos.
¿Quién soy yo? Nada y todo. Nada porque en realidad el hombre es una mota de polvo, pero todo porque soy tu hijo. Eso vale más que todo. Me siento entre tus manos como un niño se siente seguro en los brazos de su padre. Padre Dios, hoy quiero gozar como cuando me divertía de pequeño con mi padre. Quiero presumirte entre mis amigos; quiero decir con gran sencillez: «Mi Papá es el mejor del mundo»
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás”.
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?”. El doctor de la ley le respondió: “El que tuvo compasión de él”. Entonces Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Anda, haz tú lo mismo» El mensaje del cristiano es un mensaje de amor. Pero este amor no es mágico o platónico. No es un amor que se logra sin esfuerzo. Requiere un trabajo constante, sacrificado, desprendido. Es, en dos palabras, amor crucificado. Cuesta, pero lo que cuesta vale. La producción de una mínima cantidad de seda cuesta gran parte de la vida de una oruga y largos meses de cuidados delicados. Cristo me amó hasta el extremo dando hasta la última gota de su sangre.
No es posible imaginar una vida entregada a los demás que no cueste. Y Jesús, en este Evangelio le dice al fariseo, que conocía la teoría al dedillo: «¡Anda! ¡Haz!». De nada sirve saber qué es lo que tenemos que hacer si no lo hacemos. Cada día ha de ser un comenzar de nuevo. Sin duda tendremos altas y bajas. Habrá momentos en que nos dejaremos llevar por lo más cómodo o por el egoísmo. Pero siempre tendremos una nueva oportunidad para recoger, limpiar y vestir al que está necesitado.
Nuestros calendarios están llenos de actividades que apenas nos dejan un momento para respirar, para ver a los ojos de los demás, para preguntar e interesarnos por aquellos con los que pasamos gran parte del tiempo. Sin duda muchos de los que pasaron a un lado del samaritano no se giraron tan siquiera para ver a este pobre hombre. Era un elemento para el cual no había lugar ni en su agenda ni en su cuenta de gastos.
¿Yo tengo lugar para otro en mi vida? ¿Estoy dispuesto a decir «no» a mis cosas para decir «sí» a otros? No importa la respuesta pues toda la vida es una búsqueda y una lucha para alcanzar este amor perfecto. Sin duda que todos aquellos que pasaron a un lado del samaritano y dijeron «no» dijeron «sí» en otros momentos. Podremos haber fallado muchas veces pero siempre hay una nueva oportunidad.
«Ante este contenido tan esencial de la fe, la Iglesia no puede permitirse actuar como lo hicieron el sacerdote y el levita con el hombre abandonado medio muerto en el camino. No se puede mirar para otro lado y dar la espalda para no ver muchas formas de pobreza que piden misericordia. Dar la espalda para no ver el hambre, la enfermedad, las personas explotadas…, es un pecado grave; es también un pecado moderno, un pecado actual. Nosotros cristianos no nos lo podemos permitir. No sería digno de la Iglesia ni de un cristiano «pasar de largo» y pretender tener la conciencia tranquila sólo porque se ha rezado o porque se ha ido el domingo a Misa».
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a detenerme cuando vea a un pobre y voy comprarle algo de comer. Además le dedicaré un rato de mi tiempo sin preocuparme por nada más.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Estoy hablando mal de mi prójimo a sus espaldas ¿Qué tan malo puede ser?
Hablar mal del prójimo es un defecto muy dañino, manifiesta poco respeto por el otro y hace poco confiable a quien tiene este mal hábito
Estoy hablando mal de mi prójimo a sus espaldas ¿Qué tan malo puede ser? ¿Causo daño con esto?
Pregunta: Padre, salgo mucho con mis amigas y con mucha frecuencia caemos en hablar mal del prójimo ¿Es eso un pecado? ¿Qué me recomienda para ello, cómo puedo mejorar esto?
Respuesta
Hablar mal del prójimo es un defecto muy dañino, porque manifiesta poco respeto por el otro y hace poco confiable a quien tiene este mal hábito; el que se acostumbra hablar mal del otro, también podrá hablar mal de ti en algún momento, porque quizás ya es un hábito adquirido y en muchos casos, como mencionas, no es fácil de erradicar.
Como ves, es un defecto que no sólo debes de cambiar porque es pecado sino porque daña las relaciones humanas, y tampoco ayuda a forjar amistades sinceras.
Ahora veamos que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre esto. Dentro de los pecados que atentan contra el octavo mandamiento encontramos los juicios temerarios, la calumnia y la maledicencia. A veces con ligereza se utiliza el don de la palabra, y se hace mucho daño con ella. Así lo explica el Catecismo:
• Juicio temerario: consiste en admitir, incluso tácitamente, como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo.
• Maledicencia: Consiste en manifestar los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran, sin una razón objetivamente válida.
• La calumnia: consiste en dañar la reputación del prójimo afirmando cosas falsas o dando ocasión a juicios falsos respecto del mismo, mediante palabras contrarias a la verdad.
Creo que no son pocas las veces en que con ligereza se atribuyen males morales a otros sin tener la seguridad de si es así; Quizás basándose en suposiciones, impresiones subjetivas, o comentarios escuchados, se lanzan afirmaciones que dejan entrever una duda sobre la buena honra del otro. Incluso algunas veces tácitamente, con un gesto se puede dejar abierta la puerta a que se ponga en duda la buena fama y reputación de una persona. ¡Cuánto daño se puede hacer con esto! Y ni que decir de la calumnia donde se levanta un juicio falso con el único objetivo de hacerle daño a alguien.
Es muy doloroso ver como al levantar falsos testimonios se daña la honra de las personas, cosa que después es muy difícil limpiar. Mi papá, para corregirnos frente a este defecto, cuando éramos chicos, siempre nos contaba la conocida historia de una persona que va donde el sacerdote a decirle que ha hablado mal de otro en una reunión y el padre le dice:
«Haga lo siguiente: tráigame una gallina pero quiero que durante el camino la vaya desplumando. La persona hizo caso y cuando llegó donde el sacerdote, este le dijo: Ahora vaya, por favor y recoja todas las plumas. La persona le respondió: Padre esto es imposible. Bueno, lo mismo sucede cuando usted habla mal de alguien, algunas cosas podrá recoger, pero muchas otras no.»
Por lo tanto pongamos siempre atención a nuestras palabras. Para avanzar en este dominio de la palabra, podrías preguntarte, antes de hablar:
• ¿Esto que voy a contar de tal persona, sería capaz de decirlo enfrente de ella?
• ¿cuál es el objetivo de lo que voy a decir?
• ¿Ayudará en algo o beneficiará a mi prójimo?
• Si soy yo el que comete el error ¿me gustaría estar en boca de todo el mundo?
Porque si mi objetivo es ayudar a que la persona cambie, pues es a esa persona es a quien tengo que buscar, para hacer una corrección fraterna, con amor y sin hacer juicios. Creo que siempre es bueno seguir aquello que Jesús enseñó: «Trata a los demás como te gustaría que te traten a ti.»
También te recomiendo pedirle a Dios ayuda para crecer en el dominio de la palabra. Y por último no juzgar, no estar mirando la paja en el ojo ajeno; termino recomendándote que leas el capitulo 3 de la carta del apóstol Santiago. Aquí una breve cita:
«Animales salvajes y pájaros, reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre. Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y lleno de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De la misma boca salen la bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos.» (Stgo 3,5-10)
10 consejos de San Francisco de Asís para ser santo
San Francisco de Asís, un santo querido por muchos e inspiración para todos. No te pierdas estos consejos
San Francisco de Asís es un Santo de la Iglesia Católica. Es un Santo amado por muchos. Es un Santo que hizo mucho bien a la Iglesia y lo continúa haciendo hasta hoy. Nació en Asís, Italia en 1182 y falleció en Asís el 3 de octubre 1226. Fundador de la orden de los Frailes menores – la Orden Franciscana-, San Francisco fue un hombre cuyo testimonio de vida nos muestra que toda persona es capaz de convertirse radicalmente al Señor. Hoy celebramos su vida y es un momento óptimo para aprender de él.
¿Cuántas veces nos hemos sentido tristes ante la realidad dura de la fragilidad humana? ¿Cuántas veces hemos pensado que es imposible ser santo? San Francisco nos enseña a través de su vida que sí es posible ser santo… con Dios.
Es por ello que te traigo 10 consejos de San Francisco, extraídos de la Regla Bulada (Rb) – aprobada con bula del Papa Honorio III el 29 de noviembre de 1223) y de las Admoniciones (Adm), ambos escritos por San Francisco. Estos escritos pueden servirnos a nosotros de apoyo para buscar una vida.
1. Busca una confianza Infinita en Dios y su Providencia: San Francisco cuando se convirtió al Señor, su cambio fue tal que, de ser un joven acaudalado, pasó a ser un joven que pedía limosna, sin temor alguno. Esto fortaleció su confianza en Dios. De tal manera que en la Regla bulada de los hermanos menores, San Francisco inicia diciendo “En el nombre de Dios”. (Rb 1, 1).
Luego, expresa que su regla de vida es “… viviendo (…) sin nada propio…” (Rb 1, 1). Muchas veces nosotros nos afanamos por tener bienes materiales sin olvidar que Dios va proporcionando cada día lo que necesitamos. Si sientes que desconfías de Dios, búscale. Él te fortalecerá.
2. Procura una Fe radical en el Cuerpo y Sangre de Jesús: San Francisco en las Admoniciones invita a contemplar con ojos de fe la Santa Eucaristía: “al ver con los ojos corporales el pan y el vino, veamos y creamos firmemente que son su santísimo cuerpo y sangre vivos y verdaderos” (Adm 2, 21). ¿Cuándo fue la última vez que recibiste el Cuerpo y Sangre de Cristo? Ese pan y ese Vino que, gracias a la acción del Espíritu Santo, se convierten en Cristo mismo, puede renovar todo tu ser. No dudes en pedir más amor por tal milagro de amor que Jesús nos ha hecho participes.
3. Presta atención total a la Santa Misa: Fue en la Santa Misa donde San Francisco comprendió la manera que Dios quería que viviera. Después de escuchar el Santo Evangelio acerca del envío de los discípulos a proclamar la Buena Noticia, San Francisco exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica». ¿Cuándo fue la última vez que viviste con fervor la Santa Misa? La Santa Misa es el memorial donde se celebra el sacramento de nuestra fe. Si vas con un corazón dispuesto, podrás ver que la Palabra de Dios está viva y quiere hablarte hoy.
4. Ten orden en tu vida: El testimonio de vida de San Francisco fue tan impactante que movió a otros a convertirse y seguirle en pos de Dios. De tal manera que, San Francisco, al ver que el número de hermanos iba creciendo, decidió ordenar sus consejos de manera que todos vivieran bajo una misma forma de vida. Es por ello que se llama “Regla y Vida” (Rb 1, 1). ¿Quieres ordenar tu vida? Empieza por tu cuarto. Dios no es un Dios de confusión (1 Co 14, 33), así que una manera de ser santo es ordenar poco a poco todo tu alrededor. Se necesitan pequeños pasos para ir ordenando todas las piezas de tu existencia.
5. Ve en el otro a Jesús mismo: San Francisco lo expresó claramente: “Y dondequiera que estén y se encuentren unos con otros los hermanos, muéstrense mutuamente familiares entre sí” (Rb 6, 8). ¿Te imaginas encontrarte con Jesús, ¿Cómo lo tratarías? Pues todos los días tienes oportunidad de verle en el rostro de tu hermano, de tratarle bien, como se merece, a través de tu trato con tu hermano.
6. Vive en paz con Dios y con los demás: San Francisco nos anima a través de sus palabras a buscar la paz en todo momento, A evitar pleitos innecesarios y a no perder de vista que la paz va de la mano con la confianza puesta en el Señor. “Aconsejo, también, amonesto y exhorto a mis hermanos en el Señor Jesucristo, a que, cuando van por el mundo, no litigue, ni se enfrente a nadie de palabra ni juzguen a otros sino sean afables, pacíficos y mesurados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, según conviene.” (Rb 3, 10-11). De igual manera, nos recuerda que “Son en verdad pacíficos aquellos que, en medio de todas las cosas que padecen en este mundo, conservan la paz en su alma y en su cuerpo, por el amor de nuestro Señor Jesucristo.” (Adm 15,2). Es por ello que, a pesar de la persecución, San Francisco nos recuerda que debemos tener paciencia (Rb 10,9).
7. Sé el rostro misericordioso de Dios para el prójimo: En ocasiones cuando alguien nos falla, es fácil juzgarle, cuestionarle e incluso condenarle por la herida que ha causado en nosotros. Sin embargo, una manera de ser santo es vivir lo que San Francisco nos recuerda: “Y deben evitar airarse o turbarse por el pecado de alguno, porque la ira y la turbación impiden en sí y en los otros la caridad.” (Rb 7, 3). Corregir con caridad. Eso es un signo de santidad. “…Amonesten a sus hermanos y corríjanlos humilde y caritativamente…” (Rb 10, 1).
8. Rodéate de amistades basadas en Dios: Para todos es conocido que San Francisco tuvo amigos, y dentro de esas amistades estuvo Santa Clara de Asís. Hay un escrito de San Francisco que le dirige a Santa Clara y las jóvenes que le acompañaban donde le expresa: “Quiero y prometo, por mí mismo y por medio de mis hermanos, tener siempre diligente cuidado y especial solicitud de ustedes, lo mismo que de ellos.” (ForVi).Qué importante es buscar cuidar a los que amas hasta de ti mismo. Además, San Francisco nos enseña que es “Dichoso el siervo que ama y respeta tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está con él y no dice a sus espaldas lo que no puede decir con caridad delante de él” (Adm 25, 1)
9. Cree plenamente que eres creado a la imagen de Dios Padre y tienes dignidad de hijo de Dios: El mundo nos puede decir cualquier tipo de mensajes, pero no debes olvidar que “…Cuánto te ha encumbrado el Señor, pues te creó y te formó a imagende su amado hijo según el cuerpo y a semejanza suya según el espíritu” (Adm 5, 1). No importa lo que pase en tu vida, recuerda que eres hijo de Dios y El está de tu lado porque quiere que seas santo.
10. ¡Anhela el cielo!: Finalmente, si quieres ser santo tu meta es una: EL CIELO. Pero no basta decirlo, debes anhelarlo y enmarcar toda tu vida en búsqueda de ese objetivo, llegar al cielo. Es por eso que San Francisco exclamaba: “Son verdaderamente limpios de corazón los que desprecian las cosas terrenas, buscan las celestiales y nunca dejan de adorar y contemplar al Señor Dios vivo y verdadero con corazón y alma limpios”. (Adm 16, 2).
En este día, no dudes en pedir la intercesión de San Francisco de Asís, mira en él, un ejemplo que, si dejamos actuar a Dios en nuestras vidas, somos capaces de alcanzar la santidad día a día. ¡Ánimo!
¿Qué es el Santo Rosario?
Hasta ahora se ha considerado como la mejor definición del Rosario, la que dio el Sumo Pontífice San Pío V en su «Bula» de 1569: «El Rosario o salterio de la Sma. Virgen, es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor». El Rosario constaba de 15 Padrenuestros y 150 Avemarías, en recuerdo de los 150 Salmos. Ahora son 20 Padrenuestros y 200 Avemarías, al incluir los misterios de la luz.
La palabra Rosario significa «Corona de Rosas». Nuestra Señora ha revelado a varias personas que cada vez que dicen el Ave María le están dando a Ella una hermosa rosa y que cada Rosario completo le hace una corona de rosas. La rosa es la reina de las flores, y así el Rosario es la rosa de todas las devociones, y por ello la mas importante de todas.
El Rosario esta compuesto de dos elementos: oración mental y oración verbal.
En el Santo Rosario la oración mental no es otra cosa que la meditación sobre los principales misterios o hechos de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre. Estos veinte misterios se han dividido en cuatro grupos: Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos.
La oración verbal consiste en recitar quince decenas (Rosario completo) o cinco decenas del Ave María, cada decena encabezada por un Padre Nuestro, mientras meditamos sobre los misterios del Rosario.
La Santa Iglesia recibió el Rosario en su forma actual en el año 1214 de una forma milagrosa: cuando Nuestra Señora se apareciera a Santo Domingo y se lo entregara como un arma poderosa para la conversión de los herejes y otros pecadores de esos tiempos. Desde entonces su devoción se propagó rápidamente alrededor del mundo con increíbles y milagrosos resultados.
Entre las varias formas y modos de honrar a la Madre de Dios, optando por las que son mejores en si mismas y mas agradables a Ella, es el rezo del Santo Rosario la que ocupa el lugar preeminente. Vale la pena recordar que entre las variadas apariciones de la Santísma Virgen, siempre Ella ha insistido en el Rezo del Rosario. Es así como, por ejemplo, el 13 de Mayo de 1917 en un pueblo de Portugal llamado Cova de Iria, la Santísima Virgen insiste con vehemencia el rezo del Rosario a los tres pastorcitos, en una de sus muchas apariciones a estos tres videntes.
Siendo un sacramental, el Santo Rosario contiene los principales misterios de nuestra religión Católica, que nutre y sostiene la fe, eleva la mente hasta las verdades divinamente reveladas, nos invita a la conquista de la eterna patria, acrecienta la piedad de los fieles, promueve las virtudes y las robustece. El Rosario es alto en dignidad y eficacia, podría decirse que es la oración más fácil para los sencillos y humildes de corazón, es la oración mas especial que dirigimos a nuestra Madre para que interceda por nosotros ante el trono de Dios.
El Santo Rosario prolonga la vida litúrgica de la Iglesia pero no la sustituye, al contrario enriquece y da vigor a la misma liturgia. Es por ello, que el Santo Rosario se enmarca como una plegaria dentro de la religiosidad popular que contiene un gran tesoro de volares que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia.
El pueblo latinoamericano es profundamente Mariano, reconoce con una gran sabiduría popular católica, que llegamos a Jesús Salvador a través de María Santísima su Madre y desde los mismos tiempos del descubrimiento y de la conquista de América, se genero una gran devoción por la Virgen María; en Ella, nuestros pueblos siempre han mirado el rostro maternal de quien nos trajo la salvación y con la primera manifestación explicita de la Reina del Cielo en tierra americana, con rostro y figura de mujer mestiza, en México, se acrecentó aun mayor el amor y la devoción a ella en todos los países hispano parlantes, reconociéndola como nuestra propia Madre, llena de amor, de misericordia y de piedad para con sus hijos. Sentimiento que va en relación directa con el origen mismo de la Maternidad Divina: María es Madre de Dios Redentor es también verdaderamente la Madre de todos los miembros de Cristo, porque Ella colaboro con su amor a que nacieran en la Iglesia, los creyentes, miembros de aquella cabeza que es Cristo.
El paso del tiempo, las costumbres modernas, y la innovación de formas de oración, no pueden dejar a un lado el rezo del Santa Rosario. De hecho, los Santos Padres y los Santos han tenido una profunda devoción a este sacramental, nosotros como católicos y como amantes de la Reina del Cielo hemos de ser fervientes devotos del Rosario. Es digno de recordar que la familia que reza unida permanece unida, Que la recitación piadosa y consciente del Santo Rosario nos traiga la paz al alma y nos una más estrechamente a María para vivir auténticamente nuestro cristianismo.
Las misiones
Del dicho hay que pasar al hecho
a. ¿Qué son las Misiones? Las Campañas son las actividades que llevan a la acción las enseñanzas y motivaciones que reciben los niños. En las Misiones los niños tienen una acción apostólicaque realizar.
b. ¿De qué tratan las Misiones?Las Misiones están orientadas a lograr la formación de hábitos de vida cristiana en los niños y en sus familias. Las Misiones son netamente apostólicas y buscan siempre el bien general de la familia y la promoción de la vida parroquial.c. ¿Cómo se sabe lo que hay que hacer?
La revista Amigos de Jesús contiene una explicación completa de la Misión del mes y ofrece ideas y actividades para lograr que los niños la entiendan y formen hábitos.
Así mismo, los papás reciben el boletín mensual Amigos en familia donde se les dan sugerencias para lograr con mayor eficacia los objetivos de la misión; éstas se presentan de una manera novedosa e interactiva.
d. ¿Cómo funcionan las Misiones?
Cada Misión tiene una dinámica diferente; cada mes una sorpresa. El Guía debe estudiar la revista para poder explicarla mejor en la reunión mensual. Hay una Misión que los niños realizan solos, otras con sus papás y sus hermanos, y otras con sus amigos en la Comisión.
San Francisco, el pobrecito de Asís
Detlef Dauer-(CC BY-SA 4.0)-modified
El imitador por excelencia de Jesús pobre y humilde
Francisco era un joven despreocupado, llevaba una vida mundana y soñaba con ser un gran caballero militar lleno de glorias, y por eso aprovechando su bienestar económico no dudó en intentarlo, solo que Dios tenía una gran misión para él: lo necesitaba para “reconstruir su Iglesia”.
Era hijo de un conocido comerciante de la pequeña ciudad de Asís, Pedro de Bernardone. Su madre se llamaba Pica Bourlemont.
Al nacer -algunas fuentes aseguran que fue en 1182- fue bautizado con el nombre de Juan, pero como su padre solía ir a Francia por trabajo, lo llamaron Francisco (el francés).
La opción de ser pobre como Cristo
Su padre esperaba que su hijo continuara con la empresa de familia, pero Francisco había decidido ser pobre entre los pobres y vivir sólo para predicar el amor de Dios.
Este “llamado” lo tuvo después de enfermarse gravemente, cuando cayó prisionero tras haber participado en la batalla entre Asís y Perugia. Convaleciente en su lecho, oyó una voz celestial que le exhortaba a “servir al amo y no al siervo”.
La desilusión de un ideal al que aspiraba y la visión que tuvo al estar enfermo, provocaron en el joven Francisco una gran crisis.
De regreso a su ciudad comenzó a buscar refugio en el silencio del bosque, se volvió más reservado, solitario y taciturno, pero también más atento a las necesidades de los demás y más generoso con los pobres.
Un día vagando por el campo en busca de tranquilidad interior, se encontró con un leproso y superando el rechazo instintivo provocado por el fuerte olor de las llagas, lo abrazó, lo besó y le entregó el dinero que poseía.
En la iglesia de san Damián
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El fin de su crisis lo encontró a los pies de la Cruz en la iglesia de San Damián. Allí nuevamente escuchó una voz que le decía: “repara mi casa que está en ruinas”.
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Un alegría indescriptible
Francisco con una alegría indescriptible en el corazón, se puso manos a la obra para reparar la capilla, sin comprender que Dios le pedía de cumplir una obra más grande: reparar su Casa, la Iglesia.
Pero no tardó en comprenderlo. Del año 1209 al 1224, Francisco se dedicó a predicar el Evangelio. A él se unieron varios discípulos a los que llamaba “frailes”, es decir, “hermanos”, iniciando la Orden Franciscana.
Luego dio la bienvenida a la joven Clara y con ella nació la Segunda Orden Franciscana.
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Más tarde fundó una Tercera Orden para aquellos que deseaban vivir como penitentes, con reglas adecuadas para los laicos.
Murió reposado, como él quiso, en la tierra desnuda, la noche del 3 de octubre de 1226 en la iglesia de Santa Maria de los Ángeles en Asís.
Así murió san Francisco de Asís
Fue canonizado por el papa Gregorio IX el 16 de julio de 1228, siendo uno de los procesos de canonización más rápidos de la historia. El papa Pío XII lo proclamó a él y a santa Catalina de Siena patronos primarios de Italia el 18 de junio de 1939.
Los restos del “Pobrecito de Asís” se veneran en la basílica dedicada a él en Asís. San Francisco de Asís vivió el Evangelio en cuerpo el alma. Todo a su paso tenía aroma a luz nueva, renovada en el amor a Cristo. Sin duda con Francisco se renueva no solo la Iglesia, sino que comienza un nuevo mundo, un mundo en continuo diálogo con el Creador, un mundo de eterna fraternidad, que es solidaridad y generosidad con el más pobre.
Patronazgo
San Francisco es patrono de Italia, de los animales, del medio ambiente, de los comerciantes, de los poetas y de las órdenes franciscanas.
Lugares de culto
Son innumerables los lugares dedicados al culto de san Francisco. Mencionamos algunos de los más importantes, donde el mismo santo alojó:
Basílica de San Francisco en Asís
Basílica de Santa Maria de los Ángeles en Asís, que contiene la Porciúncula y la Capilla del Transito donde murió el santo.
El Papa: El Buen Samaritano no es un cuento sino «el misterio de Jesucristo»
Julian Kumar I Godong
Mirar de arriba a abajo sólo para ayudar al prójimo a levantarse, explica Francisco en una homilía en la Casa Santa Marta
Cuidar a las personas heridas como hizo el buen samaritano. Esta mañana en la homilía de la misa en la Casa Santa Marta, el papa Francisco exhortó a ayudar a levantarse a quien lo necesita, como hizo Cristo mismo que «sigue rezando» por nosotros.
Su reflexión nació del Evangelio del día en el que Jesús cuenta, precisamente, la parábola del buen samaritano que, a diferencia del sacerdote y el levita, se detiene y ayuda al hombre herido de muerte a manos de los ladrones.
La parábola del Buen Samaritano es la respuesta que Jesús da al doctor de la Ley, que quiere ponerlo a prueba preguntándole qué se debe hacer para heredar la vida eterna.
Jesús le pregunta a su vez y responde sobre el mandamiento del amor hacia Dios y el prójimo, pero el doctor de la Ley, que no sabía salir de la «pequeña trampa que Jesús le había tendido», le pregunta quién es su prójimo.
Y entonces Jesús le responde con esta historia.
El misterio de Jesús
En la parábola hay seis «actores»: los ladrones, el hombre herido de muerte, el sacerdote, el levita, el posadero y el samaritano, un pagano que no era del pueblo judío.
Cristo siempre responde de manera «más elevada», subraya Francisco. En este caso con una historia que intenta explicar precisamente su mismo misterio, «el misterio de Jesús».
Entonces, el Papa describió una actitud frecuente. Los ladrones se habían ido felices porque le habían robado «muchas cosas buenas» y no les importaba su vida.
El sacerdote, «que debería ser un hombre de Dios», y el levita, que era cercano a la Ley, pasan frente al hombre herido, moribundo y sigue de largo:
«Una actitud muy habitual entre nosotros: mirar una calamidad, mirar algo feo y pasar de largo. Y luego leerla en los periódicos, como representaciones del escándalo o el sensacionalismo.
En cambio, este pagano, pecador, que estaba de viaje, ‘vio y no pasó de largo: tuvo compasión‘. Y Lucas lo describe bien: ‘lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino’. Pero no lo dejó ahí: hice lo que me toca y me voy; no».
Ayudar a levantar
Luego lo puso sobre su montura, lo llevó a un albergue y se encargó de cuidarlo y al día siguiente, al tener que atender sus asuntos, pagó al posadero para que cuidara de él diciéndole también que si gastaba más «de estos dos denarios», se lo pagaría a la vuelta.
Este es «el misterio de Cristo» que «se hizo siervo, se humilló, se aniquiló y murió por nosotros».
Con este misterio Jesús responde al doctor de la Ley, que quería ponerlo a prueba. Jesús es el Buen Samaritano e invita a ese hombre a hacer lo mismo.
«No es un cuento de niños», dice Francisco a los fieles presentes en la Casa Santa Marta, sino «el misterio de Jesucristo»:
«Y al mirar esta parábola, entendemos más profundamente, la amplitud del misterio de Jesucristo. El doctor de la Ley se fue en silencio, lleno de vergüenza, no entendió.
No entendió el misterio de Cristo. Quizá entendió ese principio humano que se acerca a entender el misterio de Cristo: que cada hombre mire al otro de arriba a abajo, solamente cuando debe ayudarlo a levantarse. Y si alguien hace eso, está por buen camino, hacia Jesús».
El asombro del encuentro
El Papa hizo referencia también al posadero que «no entendió nada» pero sintió «asombro», «el asombro de un encuentro con alguien que hacía cosas que nunca había oído que se podían hacer», observa el Papa, es decir, el asombro del dueño del albergue «es precisamente el encuentro con Jesús».
El papa Francisco exhortó a leer este pasaje del capítulo décimo del Evangelio de Lucas y hacerse algunas preguntas:
«¿Qué hago yo? ¿Soy ladrón, estafador, corrupto? ¿Soy el ladrón, ahí? ¿Soy el sacerdote que mira, ve y mira hacia otra parte y sigue adelante? ¿O un líder católico, que hace lo mismo? ¿O soy un pecador?
¿Uno que debe ser condenado por sus pecados? ¿Y me acerco, me hago cercano, cuido a quien lo necesita?
¿Cómo hago yo frente a tantas heridas, a tantas personas heridas con las que me encuentro todos los días? ¿Hago como Jesús? ¿Tomo la forma de siervo?
Nos hará bien hacer esta reflexión, leyendo y releyendo este pasaje. Sin embargo, aquí se manifiesta el misterio de Jesucristo, que siendo pecadores vino por nosotros, para curarnos y dar la vida por nosotros».