• Luke 1:46-56
Amigos, en el Evangelio de hoy escuchamos el Magnificat —el gran himno de alabanza de María a Yahweh.
El himno comienza con la sencilla declaración: «Mi alma glorifica al Señor». María anuncia aquí que todo su ser está ordenado a la glorificación de Dios. Su ego no quiere nada para sí misma; sólo quiere ser ocasión para honrar a Dios. Pero como Dios no necesita nada, cualquier glorificación que María le brinda vuelve para su beneficio, de modo que ella se magnifica en el mismo acto de magnificarlo. Al entregarse plenamente a Dios, María se convierte en fuente de vida sobreabundante; de hecho, queda embarazada de Dios.
Este extraño y maravilloso ritmo de magnificar y ser magnificada es clave para comprender todo sobre María, desde su maternidad divina, hasta su Asunción e Inmaculada Concepción, y su misión en la vida de la Iglesia.
Un encuentro solidario y cargado de sentido
El relato de la Visitación, que ayer iniciamos, se concluye hoy. Estamos cerca de la celebración de la fiesta de la Encarnación y Lucas nos presenta dos figuras femeninas que han sido sorprendidas por un anuncio, han sido escogidas para llevar a cabo el gran proyecto de Dios, salvar la humanidad y liberarla del pecado. Las dos se encuentran y en ese encuentro las dos tienen una reacción. Es un encuentro de agradecimiento.
Es un encuentro dónde las dos, movidas por el Espíritu Santo, hacen el agradecimiento por medio de una bendición. Isabel bendice a María por aceptar la voluntad de Dios en beneficio de la humanidad y por su ayuda solidaridad que le llena de alegría. María corresponde a ese agradecimiento bendiciendo y alabando a Dios por el comportamiento en favor de su pueblo.
Bendice y alaba a Dios porque actúa siempre mirando la humildad y sencillez de las personas. Bendice a Dios porque se fía y confía en los pequeños, en aquellos que la sociedad margina. María bendice y alaba a Dios porque ha estado grande con su pueblo.
Invitados a bendecir y alabar a Dios
Nos estamos preparando para la Navidad, debe ser el recuerdo agradecido a Dios, pues el Niño nacido en Belén, es el que nos ha enseñado la manera y la forma de ser personas dando un sentido concreto a nuestra vida. Haciéndose uno como nosotros nos está diciendo cómo se comporta Dios con nosotros y cómo quiere Dios que respondamos a ese comportamiento.
Ese comportamiento de Dios con la humanidad nos lleva a alabar y, bendecir tanto a Dios como a todas las personas. Bendecir es hablar bien, ensalzar, glorificar. Solemos percibir como bendición la que el sacerdote hace al final de la Eucaristía, bendecir la mesa y otras bendiciones de objetos. Naturalmente que todos necesitamos el favor de Dios, su protección y reconocimiento y por eso queremos que Dos nos bendiga. Sin embargo, somos menos sensibles a la bendición que podemos dirigir a Dios, como María, para alabarlo y glorificarlo. Y debemos ser sensibles a bendecir a las personas, para reconocerlas en su dignidad y en bien hacer, como Isabel.
Ojalá aprendamos a estar atentos para la bendición, para el bien decir a Dios y de Dios, a las personas y a todo lo creado por Dios.
Cuando miramos la realidad desde el querer y hacer de Dios, percibimos la bondad de todo lo que Dios ha hecho, y provoca en nosotros con fuerza y ternura la alabanza y la bendición.
¿Qué nos aconseja nuestra Madre? Hoy en el Evangelio lo primero que dice es «engrandece mi alma al Señor» (Lc 1, 46). Nosotros, acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá ya no hagamos caso a su significado. Engrandecer literalmente significa “hacer grande”, engrandecer. María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco le faltaban en ese momento, sino al Señor. ¡Cuántas veces, en cambio, nos dejamos vencer por las dificultades y absorber por los miedos! La Virgen no, porque pone a Dios como primera grandeza de la vida. De aquí surge el Magnificat, de aquí nace la alegría: no de la ausencia de los problemas, que antes o después llegan, sino que la alegría nace de la presencia de Dios que nos ayuda, que está cerca de nosotros. Porque Dios es grande. Y sobre todo, Dios mira a los pequeños. Nosotros somos su debilidad de amor: Dios mira y ama a los pequeños. (Ángelus, 15 agosto 2020)
Francisca Javiera Cabrini, Santa
Virgen y Fundadora, 22 de Diciembre
Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
Madre de los emigrantes
Martirologio Romano: En Chicago, del estado de Illinois, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Francisca Javiera Cabrini, virgen, que fundó el Instituto de Misioneras del Sacratísimo Corazón de Jesús, y con eximia caridad se dedicó al cuidado de los emigrantes († 1917).
Fecha de beatificación: 13 de noviembre de 1938 por el Papa Pío XI
Fecha de canonización: 7 de julio de 1946 por el Pío XII
Breve Biografía
Entre el 1901 y el 1913 emigraron a Estados Unidos 4.711.000 italianos. A pesar de los innumerables dramas que suscita la emigración hay que recordar todavía hoy a una frágil maestra del S. Angelo Lodigiano, Francisca Cabrini, nacida en 1850, la menor de 13 hijos. Se distinguió, por no mirar la emigración con los ojos del político ni del sociólogo, sino con esos humanísimos de mujer cristiana, mereciendo el titulo de madre de los emigrantes.
Huérfana de padre y de madre, Francisca hubiera querido encerrarse en un convento, pero no fue aceptada por su delicada salud. Entonces aceptó el cargo que le confió el párroco de Codogno para que ayudara en un orfanatorio. La joven, graduada de maestra hacia poco tempo, hizo mucho más: reunió a algunas compañeras y formó el primer núcleo de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, orientadas por el espíritu de un intrépido misionero, San Francisco Javier. Cuando Francisca hizo los votos religiosos tomó el nombre del santo. Como él, hubiera querido partir también para China, pero cuando tuvo noticia del descuido y del drama de desesperación de los miles y miles de emigrantes italianos que descargaban en el puerto de Nueva York sin ninguna ayuda material ni espiritual, Francisca Javiera no dudó un instante.
También ella, en la primera de sus 24 travesias oceánicas, compartió las incomodidades y las incertidumbres de sus compatriotas; pero se destacó por su extraordinaria valentía con la que afrontó las grandes necesidades que se le presentaron y supo desenvolverse para establecer un punto de encuentro y de ayuda para los emigrantes. Ante todo se preocupó por los huérfanos y los enfermos, construyendo casas, escuelas y un grande hospital en Nueva York, luego en Chicago, después en California, y así siguió exteniendo su obra en toda América, hasta Argentina.
A quien le manifestaba admiración por el éxito de tantas obras, la Madre Cabrini le contestaba con sincera humildad “¿Acaso todo esto no lo ha hecho el Señor?”. Murió en el surco, durante uno de sus tantos viajes a Chicago, en 1917. Su cuerpo fue llevado triunfalmente a Nueva York y enterrado en la iglesia contigua a la “Mother Cabrini High School”, para que estuviera cerca de los emigrados.
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Dios viene a mi alma
Santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56.
Jueves IV de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, madre mía, te pido que me ayudes a elevar un canto de acción de gracias a Dios. Ensancha mi corazón para que pueda descubrir el gran amor que Dios me ha tenido y para que pueda expresarle el gran amor que siento al contemplar su mano en mi vida. Yo también quiero decir «Mi alma glorifica al Señor».
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56
En aquel tiempo, dijo María: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Él hace sentir el poder de su brazo: dispersa a los de corazón altanero, destrona a los potentados y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada.
Acordándose de su misericordia, viene en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre». María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A unos días de la Navidad, podemos contemplar este Evangelio con gran estupor. Jesús está a punto de venir a nuestras almas. Como hace dos mil años, el 24 en la noche, entrará a la pobre cueva de nuestro corazón, a la pobre cueva del corazón humano. ¡Qué es el hombre para que el mismo Dios venga a habitar a su casa! O como María dice «porque puso los ojos en la humildad de su esclava».
Y esta llegada del Señor nos ha de llenar de alegría. ¡Dios viene a mi alma! «mi espíritu se llena de júbilo». Pensemos en los pastores que llegaron a la cueva de Belén, a ellos también los escogió el Señor, no eran los más ilustres de Israel, ni los más poderosos. Pero el Señor los llamó, los miró y ellos se llenaron de alegría. No tenían mucho, pero pusieron a los pies de Jesús todo lo que tenían. Unos, leche, otros, queso, otros, pan, otros, miel… Cada uno dio lo que tenía, con alegría y con amor.
Y al llegar al final del adviento y a las puertas de la Navidad, podemos comenzar a preocuparnos y a pensar que no estamos preparados. Seguramente pensamos que no hemos trabajado lo suficiente en las semanas del adviento y quisiéramos darle un poco más al Niño Jesús. Pero el Señor nos mira y quiere entrar a nuestro corazón. Él sabe que no estamos preparados y conoce nuestra pobreza. Y lo único que nos pide es que le demos todo, nuestra misma pobreza.
Por eso las Navidades son un periodo de alegría y de gratitud. Jesús viene a nuestros pobres corazones para estar con nosotros. Abrámosle las puertas del corazón y llenémonos de gozo.
«En la vida de María admiramos esa pequeñez amada por Dios, que “ha mirado la sencillez de su esclava” y “enaltece a los humildes”. Él se complació tanto de María, que se dejó tejer la carne por ella, de modo que la Virgen se convirtió en Madre de Dios, como proclama un himno muy antiguo, que cantáis desde hace siglos. Que ella os siga indicando la vía a vosotros, que de modo ininterrumpido os dirigís a ella, viniendo a esta capital espiritual del país, y os ayude a tejer en la vida la trama humilde y sencilla del Evangelio». (Homilía de S.S. Francisco, 28 de julio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, Jesús, voy a rezar un rosario para agradecer, con María, el don de la Navidad. Voy a pedir la gracia de estar preparado para recibirte y para vivir estos próximos días navideños con gran alegría.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La Búsqueda del Todopoderoso
Meditación. ¿Quién busca a quién?
En la andadura existencial de cada ser humano está marcada, aún sin saberlo, por la búsqueda de la perfección y la felicidad.
La búsqueda de mayores cotas de realización y el anhelo de la satisfacción en las circunstancias más diversas son síntomas evidentes de la “dimensión espiritual” de todo ser humano que busca al Dios Todopoderoso.
Pero en cada búsqueda de sentido global para nuestra propia realidad hay un convencimiento básico, certificado por la experiencia de muchos hombres y mujeres que sus vidas quedaron marcadas por el encuentro con el Nazareno:
Que es siempre Dios el que nos busca y a menudo se hace el encontradizo por aquel que no le busca.
No canceles el diálogo con el Espíritu Santo
Catequesis del Papa Francisco, 21 de diciembre de 2022.
Fuente: Vatican News
Continuando con las catequesis sobre el discernimiento, este miércoles 21 de diciembre, el Papa Francisco habló hoy sobre las “ayudas” que pueden facilitar este “ejercicio” de la vida espiritual. Siguiendo estas catequesis se podría pensar cuán “complicado” es discernir, pero en realidad – observó el Papa – es la vida la que es complicada y, si no aprendemos a leerla, corremos el riesgo de malgastarla, llevándola adelante con trucos que terminan por desalentarnos.
La vida nos pone siempre frente a elecciones, y si no las realizamos de forma consciente, al final es la vida la que elige por nosotros, llevándonos donde no quisiéramos.
La confrontación con la Palabra de Dios
Adentrándose en las “ayudas” para el discernimiento, el Pontífice señaló que la primera e indispensable es “la confrontación con la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia”, que “ayuda a leer lo que se mueve en el corazón, aprendiendo a reconocer la voz de Dios y a distinguirla entre otras voces, que parecen imponerse a nuestra atención, pero que al final nos dejan confundidos”. “La voz de Dios resuena en la calma, en la atención, en el silencio”:
La voz de Dios no se impone, es discreta, respetuosa, y precisamente por esto es pacificadora. Y sólo en la paz podemos entrar en lo profundo de nosotros mismos y reconocer los auténticos deseos que el Señor ha puesto en nuestro corazón.
Muchas veces – reconoció Francisco – no es fácil entrar en esa paz del corazón, porque estamos ocupados de aquí para allá todo el día… Por eso pidió: “Por favor, cálmate un poco. Entra en ti, en ti mismo”. “Detente. Mira lo que siente tu corazón”. En ese momento de calma, escuchamos “la voz de Dios”.
Una relación afectiva con el Señor
Como para el creyente la Palabra de Dios “no es simplemente un texto para leer”, sino “una presencia viva”, esta relación afectiva con la Escritura “lleva a vivir una relación afectiva con el Señor Jesús”, y esta es otra ayuda. “Leer la Biblia, leer un fragmento, uno o dos fragmentos de la Biblia, son como pequeños telegramas de Dios que te llegan de inmediato al corazón”.
Muchas veces podemos tener una idea distorsionada de Dios, considerándolo como un juez hosco, severo, preparado para vernos fallar. Jesús, al contrario, nos revela un Dios lleno de compasión y de ternura, preparado a sacrificarse a sí mismo para encontrarnos, precisamente como el padre de la parábola del hijo pródigo.
Quien permanece frente al Crucifijo – constató el Papa – advierte una paz nueva, aprende a no tener miedo de Dios, porque Jesús en la cruz no da miedo a nadie, es la imagen de la impotencia total y a la vez del amor más pleno, capaz de afrontar toda prueba por nosotros.
El Espíritu Santo hace viva la Palabra de Dios
“Nada puede oponerse al amor de Dios”, Padre tierno, afectuoso, que nos ha amado siempre. Francisco lo subraya cuando invita a pensar en la vida con el Señor “como una relación de amistad que crece día tras día”. Sucede que “la amistad con Dios tiene la capacidad de cambiar el corazón” y es “uno de los grandes dones del Espíritu Santo”. Cuando se experimenta este amor “el corazón se derrite y caen dudas, miedos y sensaciones de indignidad”. El Espíritu Santo es “discernimiento en acción” y el don “más grande que el Padre asegura a aquellos que lo piden”. Y es la tercera “gran ayuda” que señala el Papa en la catequesis.
Yo les pregunto:
¿rezan al Espíritu Santo? Pero, ¿quién es? ¿El Gran Desconocido? Rezamos al Padre, sí, el Padrenuestro, rezamos a Jesús, ¡pero nos olvidamos del Espíritu! […] ¡El Espíritu Santo es quien da vida a tu alma! Déjenlo entrar. Hablen con el Espíritu como hablan con el Padre, como hablan con el Hijo […] Es la fuerza de la Iglesia, es Quien te hace avanzar.
Nunca abandonar el diálogo con el Espíritu
«Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme». Esta invocación de salvación de la Liturgia de las Horas, continuó Francisco, “es la petición irreprimible que brota de lo profundo de nuestro ser”. Y, el discernimiento, “tiene el objetivo de reconocer la salvación que el Señor ha obrado en mi vida”:
Me recuerda que nunca estoy solo y que, si estoy luchando, es porque lo que está en juego es importante.
“No canceles el diálogo con el Espíritu Santo”, insiste el Pontífice al final de la catequesis. Él “está siempre con nosotros”.
¿Has hecho algo malo? Habla al Espíritu que está contigo y dile: ‘Ayúdame, he hecho esta cosa feísima…’. Pero no canceles el diálogo con el Espíritu Santo. ‘Padre, estoy en pecado mortal’: no importa, habla con Él para que te ayude a perdonarte. Nunca abandones este diálogo con el Espíritu Santo.
Con estas ayudas, que el Señor nos da, – concluyó Francisco – no debemos temer.
Francisca Javiera Cabrini, patrona de los migrantes
Aunque soñaba con ser misionera en China, el papa León XIII le pidió que viajara a Estados Unidos y allí hizo una inmensa obra social
Santa Francisca Javier Cabrini nació en la Lombardía italiana, en Sant’Angelo Logidiano el 15 de Julio de 1850. Era la penúltima de 11 hermanos en una familia campesina.
Se hizo maestra y fundó elInstituto deMisioneras del Sacratísimo Corazón de Jesús.
Aunque soñaba con ser misionera en China, el papa León XIII le pidió que viajara a Estados Unidos para atender a los inmigrantes italianos y así lo hizo.
Allí creó hospitales, orfanatos, colegios y asilos con los que el instituto llegó a atender a miles de personas.
Murió el 22 de diciembre de 1917.
Santa patrona
A santa Francisca Javiera Cabrini se la considera patrona de los migrantes.
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Oración
Oh, santa Francisca Javier Cabrini,
tú que pusiste toda tu confianza en el Sagrado Corazón de Jesús
y encontraste en Él la clave de la perfección y la fortaleza
para ser apóstol del Evangelio de Cristo por el mundo entero:
mira propicia desde la gloria del Cielo
a los que con amor y confianza recurren a tu intercesión.
Tú, que con afecto maternal has endulzado los sufrimientos
temporales y espirituales de los desterrados de este mundo,
muéstrame en la peregrinación de esta vida tu protección materna,
y suplícale al Sagrado Corazón de Jesús que me dé lo que necesito para llegar al cielo.
Oh, santa Francisca Javiera Cabrini: escucha benignamente las plegarias que te dirijo
y consígueme los favores que tan ardientemente suplico (aquí se menciona la petición). Pero sobre todo consígueme la gracia de unirme
a los que cantan las alabanzas y glorias de Dios, nuestro Señor.
Así sea.
Santa Francisca Javiera Cabrini, amantísima esposa de Jesucristo, ruega por nosotros.
Gloria (tres veces).