La Nota de Hoy 📝

Anécdotas e historias de la música

por Mario aquino Colmenares

 

 

La música, que como todo arte, es búsqueda y manifestación de belleza, alcanza en el canto cristiano una nueva dimensión, en la que deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en medio, através del  cual se despierta, se vive y se manifiesta la fe. Por lo mismo se plantea el reto de otorgarle la debida dignidad para que sea un cauce límpido por el cual transcurra, sin tropiezo alguno, aquello en lo que creemos y proclamamos.

Durante siglos, la música eclesiástica por excelencia, ha sido el canto gregoriano, con su estructura unísona como símbolo de unidad y armonía. Pero no pasó mucho para que la Iglesia bizantina se viera forzada a permitir el canto polifónico… cambio que se volvió necesario a causa del esplendor con el cual se realizaba el servicio divino en la corte imperial. Al principio se introdujeron los llamados parafonistas. Ellos acompañaban al resto de los cantantes con solo una voz adicional en la quinta o cuarta. (1) Posteriormente el canto polifónico encontraría un sitial importante durante siglos en el que la música renacentista y barroca serían las depositarias de las más grandes expresiones del arte composicional y contrapuntístico, y en la que la liturgia se vería grandemente expresada.

Sin embargo no han sido pocas las ocasiones en las que el discurrir de este arte se ha visto ganado por algunos excesos. La exageración en muchos casos a la hora de intercalar las voces hacía ininteligible el texto a quien debía, en línea de principio, estar supeditada la música y no al revés. Este y otro tipo de excesos fueron y han sido observados por la Iglesia a través de diversas recomendaciones.

La primera y más importante históricamente hablando es la del Concilio de Trento (1545-1563) que regulaba el arte contrapuntístico en el sentido de que este respetara la claridad del texto litúrgico. Por otro lado en el análisis de las formas y estilos, la normatividad de la Iglesia siempre ha sido crítica respecto al uso de elementos profanos y de cualquier recurso que lesione la dignidad del canto sacro: El propósito y el empleo del canto eclesiástico: Por causa de su melodía e interpretación, el canto debe servir el doble propósito de la liturgia: la glorificación de Dios y la santificación y edificación de los fieles. Por lo tanto, debe alejar las melodías que busquen meramente despertar el deleite sensual, que raye en lo profano o aspire lo teatral. Debe traducir los textos litúrgicos de manera totalmente inteligible y edificante, ya que esa es la única razón para la existencia de la melodía. (2) 

La visión de la Iglesia respecto del canto litúrgico no ha cambiado en esencia aunque hoy día ya no resuene el órgano eclesiástico ni mucho menos el canto en lengua latina en nuestras liturgias diarias. Pero eso será tema de una próxima ”Nota”…hasta pronto. 

¡Que la música os acompañe!