Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
Jesús mío, penétrame toda para que pueda reflejarte en toda mi vida. Divinízame de modo que mis acciones tengan el valor sobrenatural. Haz que tenga para cada alma, sin excepción, amor, compasión y misericordia. Oh Jesús mío, cada uno de Tus santos refleja en si una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que Tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. Glorificar Tu misericordia es la tarea exclusiva de mi vida.
Reflexión: La Misericordia en mi Alma
Oh Jesús mío, cada uno de tus santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, Oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma. – “Hija mía, sé diligente en apuntar cada frase que te digo sobre mi misericordia, porque están destinadas para un gran número de almas que sacarán provecho de ellas”. Oh amor eterno, mandas pintar tu santa imagen y nos revelas la fuente incansable de la Misericordia. Bendice a quien se acerca a tus rayos y el alma negra se convierte en nieve. Que cada corazón glorifique la Divina Misericordia, ahora y por los siglos de los siglos”. Por eso, confiando en tu misericordia, camino por la vida como un niño pequeño y cada día te ofrezco mi corazón inflamado del amor por tu mayor gloria. Oh Rey de Misericordia guía mi alma.
Debo tomar nota de los encuentros de mi alma contigo. Debo escribir de ti, de tu misericordia hacia mi pobre alma. Tu santa voluntad es la vida de mi alma.
Jesús, tú ves, qué difícil es para mí escribir y no sé describir lo que siento en el alma.
A los siete años oí por primera vez, la voz de Dios en mi alma, la llamada de Dios a la vida consagrada. No encontré a nadie que me aclarase esas cosas. A los dieciocho insistí con mis padres el permiso para entrar en un convento, pero no me lo dieron. Las continuas llamadas de la gracia eran para mí un gran tormento. Evitaba a Dios, dentro de mí y con toda mi alma me inclinaba hacia las criaturas. Pero la gracia divina venció mi alma. Después de varias visitas a los conventos, intentando ingresar, me recibió la Madre Superiora y me envió a preguntar al dueño de la casa si me recibiría. En el Sagrario oí esta voz: Te recibo, estás en mi Corazón.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda reflejar su corazón, a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.