Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:

Aquí, sin embargo, la salud va tan mal que me veo obligada a quedarme en la cama.  Siento unos extraños dolores agudos en todo el tórax, ni siquiera puedo mover la mano. Hubo una noche cuanto tuve que permanecer acostada sin ningún movimiento, me parecía que si me moviera se desgarraría todo en los pulmones.  Esa noche parecía no tener fin; me unía a Jesús crucificado y rogué al Padre Celestial por los pecadores. Se dice que la enfermedad de los pulmones no causa dolores tan agudos, sin embargo yo experimento continuamente estos dolores agudos.  Aquí la salud ha empeorado tanto que tengo que guardar cama y la Hermana N. ha dicho que aquí no me sentiré mejor porque Rabka no hace bien a todos los enfermos.

Reflexión: La enfermedad

La salud va tan mal que me que me veo obligado a quedarme en cama. Siento unos extraños dolores agudos, en todo el tórax, ni siquiera puedo mover la mano. “Al atardecer le trajeron muchos enfermos y los curó a todos”. Isaías: “El que tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”. Pocas cosas hay en la vida humana, tan evidentes como la existencia del sufrimiento y tan misteriosas como el dolor, inseparable de la vida terrena del hombre. Muchos creyentes y ateos han intentado dar una explicación a la enfermedad con resultados diferentes. ¿Por qué tengo que sufrir esta enfermedad incurable? ¿Por qué tengo cáncer? ¿Por qué el mundo sufre esta pandemia? ¿Por qué Dios me ha castigado de esta manera? Podemos seguir preguntando muchas cosas. La respuesta al misterio de la enfermedad con su sufrimiento y dolor, que se da en el cuerpo, mente, alma y espíritu, la encontraremos en la Biblia, la respuesta definitiva se llama Jesucristo, muerto y resucitado, vence el dolor con el amor y transforma la enfermedad en medio de salvación, su resurrección, ilumina y da sentido último a todo dolor. Él está vivo y la fe nos dice que camina junto con nosotros.

Necesita de nosotros, de nuestros labios, manos y pies para seguir curando y consolando a nuestros hermanos. “Porque lo que hiciste por uno de estos, por mí lo hiciste”.

Solamente Jesucristo, que sufrió más que tú y te ama infinitamente, podría responder el porqué de tu dolor.

Él mostró siempre su corazón misericordioso con los enfermos. Cuando el Señor nos hace gustar su Cruz a través del dolor y la enfermedad, debemos considerarnos hijos predilectos y nos abre el camino a la gracia, que transforme las almas.

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda entender el misterio de la enfermedad a ti y a tu familia.

Dios te bendiga y proteja.

Sta. Faustina. Ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Víctor Arce.