Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:

(58) 10 X [1937].  Oh Jesús mío, para agradecerte por tantas gracias.  Te ofrezco el alma y el cuerpo, el intelecto y la voluntad y todos los sentimientos de mi corazón.  Con los votos me he entregado toda a Ti, ya no tengo nada más que podría ofrecerte.  Jesús me dijo:  Hija Mía, no Me has ofrecido lo que es realmente tuyo.  Me he ensimismado y he constatado de que amaba a Dios con todas las fuerzas de mi alma; y sin poder conocer que era lo que no había dado al Señor, pregunté: Jesús, dímelo y Te lo daré inmediatamente con generosidad del corazón.  Jesús me dijo amablemente:  Hija, dame tu miseria porque es tu propiedad exclusiva.  En ese momento un rayo de luz iluminó mi alma y conocí todo el abismo de mi miseria; en ese mismo momento me abracé contra el Santísimo Corazón de Jesús con tanta confianza que aunque tuviera sobre la conciencia los pecados de todos los condenados, no dudaría de la Divina (50) Misericordia, sino que, con el corazón hecho polvo, me arrojaría en el abismo de Tu misericordia.  Creo, oh Jesús, que no me rechazarías sino que me absolverías con la mano de quien Te sustituye.

Reflexión: La absolución de los pecados

 1°-X-1937. Oh Jesús mío para agradecerte por tantas gracias. Te ofrezco el alma y el cuerpo, el intelecto y la voluntad, ya no tengo nada más que podría ofrecerte. Jesús me dijo Hija mía, no me has ofrecido, lo que es realmente tuyo, hija mía, dame tu miseria porque es tu propiedad exclusiva.

Lo que más desagrada a Dios en la Tierra y en nosotros es el pecado. El pecado es una ofensa y su insulto a Dios, contra el Creador. El pecador es una oposición a la Santidad de Dios que constituye su naturaleza. Dios es esencialmente santo. La absolución de los pecados se da en la confesión, es la última tabla de salvación en medio de este mundo pervertido. Este poder de perdonar los pecados lo transmite el Señor por medio del sacramento del Orden. El confesor es entonces el ministro de la justicia de Dios, pero sobre todo es ministro de la Misericordia. Lo tiene todo el poder de devolver la vida a nuestras almas, debemos acudir a Él con la confianza que da la fe. Para confesarse requiere un buen examen de conciencia. 1. Pedir la gracia de conocernos tales cuales somos a sus ojos. 2. Debemos averiguar nuestros pecados. 3. Dedicar más tiempo a la contrición que al examen. Dios perdona más al corazón contrito y humillado.

Para hacer bien el acto de confesión:

  1. Decid con toda sencillez nuestros pecados, confesando como los conocéis. 2. Acusarnos con palabras honestas por respeto al confesor y a nosotros mismos, no entrar en detalles, en faltas contra la caridad, castidad y los pensamientos. 3. Acusarnos con humildad conforme a la verdad y no exagerarlos. La confesión es como la oración, como lo pide el Señor, la más corta es mejor. La confesión cuando es frecuente no debe ser rutinaria y perder los efectos del sacramento: contrición, misericordia y salvación

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te otorgue la absolución de tus pecados a ti y a tu familia.

Dios te bendiga y proteja.

Sta. Faustina. Ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Víctor Arce.