Rosa de Lima, Santa
Virgen Terciaria Dominica, 30 de agosto
Es la primera persona, de todo el continente americano, cuya santidad fue reconocida por la Iglesia luego del respectivo proceso canónico.
Se la festeja el 30 de Agosto en la mayor parte de América y 23 de Agosto en el resto de países
Martirologio Romano: Santa Rosa, virgen, que, insigne desde muy niña por su austera sobriedad de vida, en Lima, en el Perú, vistió el hábito de las Hermanas de la Tercera Orden de Santo Domingo. Entregada a la penitencia y a la oración, y ardiente de celo por la salvación de los pecadores y de la población indígena, aspiraba a dar la vida por ellos, sometiéndose de buena gana a toda clase de sufrimientos para ganarlos para Cristo. Su muerte tuvo lugar el día veinticuatro de agosto. († 1617).
Fecha de Beatificación: 15 de abril de 1668 por el Papa Clemente IX 15 abr 1668
Fecha de Canonización: 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X
Patronato: Perú, América y las Filipinas, de los jardineros y floristas,.
Etimológicamente: Rosa = Bella como la flor del rosal.. Viene de la lengua latina.
Breve Biografía
El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: «Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones». Lo cual es mucho decir.
Isabel Flores de Oliva, hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de «Rosa» al que ella añadió «de Santa María» En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.
En los años en que nació Santa Rosa de Lima, la sociedad de su época, propia de un periodo colonial, esta orientada en varios aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.
Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y colaborar temporalmente en los puestos misionales o «doctrinas».
Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: «Rosa conságrame a mí todo tu amor». Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al oír a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.
Rosa en su interior vive un dilema: por un lado siente vocación de religiosa contemplativa y, por otros, percibe la imperiosa llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia, trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento, esto sucedió así:
Se había propuesto irse de monja agustina. Pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja ó no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: «Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea». Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.
A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores, en su movimiento seglar, había sucedido que ella vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.
Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar. Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara). En aquel hogar la vida es sencilla, pero lo necesario nunca falta.
Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa, en la huerta de sus padres, construye una cabaña, una ermita, con el fin de asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer de «contemplación en lo secreto». A esto une una serie de mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortificación es necesaria para ser saciados por el Espíritu de Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, perdona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.
Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias, lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: «quien se humilla será enaltecido».-
Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.
Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: «Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto». Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.
Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.-
Rosa de Lima, pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, desde 1614 a 1617. Don Gonzalo era un empleado rico del gobierno y su esposa, María de Uzategui, tenía un gran aprecio por Rosa. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: «Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor».
Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: «Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo». Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador a los 31 años.
Y a esta muchacha de condición económica pobre y sin muchos estudios, le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que postponerlo porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo.
Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.
Así es, como es celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio que tuvo ya desde niña se consagra al Señor con voto de virginidad. Sintió profunda veneración por Santa Catalina de Siena , con quien se advierte una sorprendente afinidad, así fue como por ello decidió en 1606, inscribirse en la Orden Seglar Dominicana para darse más plenamente a la perfección evangélica.
Esta amante de la soledad dedicó gran parte del tiempo a la contemplación deseando también introducir a otros en los arcanos de la «oración secreta», divulgando para ello libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que atraigan a todos al amor a la oración.
Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los «indios». Por ellos desea dar su vida y se entrega a duras penitencias, para ganarlos a Cristo. Durante quince años soportará gran aridez espiritual como crisol purificador. También destaca por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos.
Rosa arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo cristiano «debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón».
Los milagros empezaron a sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Rosa, y el sumo pontífice la declaró santa y la proclamó Patrona de América Latina, Rosa de Lima, es la más bella rosa que ha producido nuestro continente.
Santa Rosa de Lima
Himno
Cuando, Señor, en quieta lotananza
Se encienden los fulgores de este día,
No dejes avivar nuestra esperanza,
Atiende al corazón que en ti confía.
Van a pasar por manos laboriosas
Los granos de un rosario de ilusiones,
Acógelas, Señor, que son hermosas,
Amor y don de nuestros corazones.
Mujer llena de Dios, oh Santa Rosa,
Vivir para el Señor, para el Amado,
Fue el ansia de tu amor, gracia divina,
Llevada de su fuerza y de su mano.
No olvides los que vamos de camino
Siguiendo en el desierto tus pisadas,
Aboga ante el Señor favor divino,
Seguir como seguiste sus llamadas.
Proclamen nuestros labios la grandeza
Del Padre qu en el Hijo nos dio gozo,
Y, siendo nuestra herencia la pobreza,
Nos colma de su amor el Fuego Santo. Amén.
ORACIÓN A SANTA ROSA DE LIMA
Santa Rosa, «Rosa y Reina del Perú», encendida en el amor a Dios y a la fe, te apartaste del mundo y te entregaste a Cristo en medio de admirables penitencias.
Quisiste ser apóstol y llevar a todos los hombres hacia Jesús. Para ello renunciaste a tu hermosura y a tus atractivos humanos, mortificando tu cuerpo… Alcánzanos el camino de la verdadera vida para que lleguemos a gozar un día de los bienes eternos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN
Oh esclarecida Virgen, Rosa celestial, que con el buen olor de vuestras virtudes habéis llenado de fragancia a toda la Iglesia de Dios y merecido en la gloria una corona inmarcesible; a vuestra protección acudimos para que nos alcances de vuestro celestial Esposo un corazón desprendido de las vanidades del mundo y lleno de amor divino.
¡Oh flor la más hermosa y delicada que ha producido la tierra americana!, portento de la gracia y modelo de las almas que desean seguir de cerca las huellas del Divino Maestro, obtened para nosotros las bendiciones del Señor. Proteged a la Iglesia, sostened a las almas buenas y apartad del pueblo cristiano las tinieblas de los errores para que brille siempre majestuosa la luz de la Fe y para que Jesús, vida nuestra, reine en las inteligencias de todos los hombres y nos admita algún día en su eterna y dichosa mansión. Amén.
¿Y cuál es mi tesoro?
Santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46. Lunes XXII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre, concédeme la gracia de poder dejar a un lado las cosas efímeras para tener las eternas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor me enseña que donde está mi corazón allí estará también mi tesoro. Pero ¿alguna vez me he preguntado dónde está mi corazón realmente? ¿En mis gustos, caprichos, en mi familia, en las cosas materiales, en las cosas terrenales, en las cosas celestiales?
Mi corazón debe estar en la perla preciosa que, encontrándola, sería capaz de dejarlo todo por comprarla, pero ¿cuál es mi perla preciosa? El mundo de hoy me presenta tantas perlas que, por fuera, aparentemente son hermosas, pero por dentro su contenido es efímero, es pasajero, son simplemente borracheras de felicidad que, tarde o temprano, se desvanecerá todo lo llamativo que tenían por fuera y dejará ver el contenido real que contienen.
La perla por excelencia es Cristo y quien lo encuentra realmente jamás se arrepentirá de haber vendido todo por tener su Corazón en mi corazón. ¿Estoy dispuesto a hacer la prueba?
«No mañana, ahora, porque allí, ahora, donde está tu tesoro está también tu corazón; y aquello que los enamore conquistará no solo vuestra imaginación, sino que lo afectará todo. Será lo que los haga levantarse por la mañana y los impulse en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les haga llenarse de asombro, de alegría y de gratitud. Sientan que tienen una misión y enamórense, que eso lo decidirá todo. Podremos tener todo, pero, queridos jóvenes, si falta la pasión del amor, faltará todo. ¡La pasión del amor hoy! ¡Dejemos que el Señor nos enamore y nos lleve hasta el mañana! Para Jesús no hay un “mientras tanto” sino amor de misericordia que quiere anidar y conquistar el corazón. Él quiere ser nuestro tesoro, porque Jesús no es un “mientras tanto” en la vida o una moda pasajera, es amor de entrega que invita a entregarse». (Homilía de S.S. Francisco, 27 de enero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Que hoy pueda vender algo de mi tesoro para comprar el de Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Por qué tengo que obedecer?
¿Debo obedecer a Dios y a la Iglesia sólo para no irme al infierno?
Reflexiones en torno a la obediencia
De todas la virtudes, hoy una de las más incomprendidas es la obediencia. No se sabe qué sentido tiene ni para qué sirve. La mayoría de las personas la ven como un hecho a soportar, una imposición que no es posible evitar: el pez grande se come al pez chico, el más fuerte manda y el más débil obedece, uno es jefe y el otro empleado… porque no les queda otra opción. Y de la que uno conseguirá liberarse cuando crezca, progrese, tenga más dinero… pueda ¡por fin! hacer lo que le da la gana, sin tener que obedecer a nadie.
Desde esta perspectiva la obediencia supondría –estaría unida a– debilidad, falta de edad, sometimiento, humillación. Es decir, algo que no sólo carece de valor, sino que es un antivalor: cuanto antes uno se libere del yugo de la obediencia, mejor; uno será más uno mismo en la medida que no tenga encima una voluntad ajena que obedecer.
Esta visión llega a extenderse a las relaciones con Dios: tengo que obedecerlo para no irme al infierno… pero lo mejor sería no tener que hacerlo.
La obediencia, ¿una virtud?
Si tener que obedecer es algo no deseable y hasta malo ¿cómo puede ser algo virtuoso?
Una virtud es una perfección de nuestra naturaleza. Si la obediencia fuera una virtud, una persona obediente sería más perfecta que una desobediente. Tendría una personalidad más madura, más desarrollada, más perfecta. Pero, afirmar esto es contradictorio con la visión de la obediencia que describimos en el párrafo anterior. ¿Qué es lo que no funciona?
En una cultura individualista, donde se busca la afirmación de sí mismo sobre todas las cosas, se hace muy difícil entender la obediencia.
Para nuestra cultura la obediencia lejos de ser una virtud –algo valioso, bueno, meritorio–, es algo malo, o al menos deseable que se evite. Es bueno mandar, es malo tener que obedecer. Si hay que hacerlo se hace, ya que así son las reglas. Se parte de una especie de contrato: cedo en algunas cosas para ganar en otras. Para evitar problemas, tener seguridad… -en el fondo siempre motivos de conveniencia personal- me someto y obedezco leyes, para que las leyes me protejan de los demás, etc.
Pero para un cristiano el punto de referencia es Cristo. Es el modelo a imitar. Y Cristo quiso, El mismo, obedecer. Dios se hace hombre y quiere someterse a unos padres (María y José) muy santos pero muy inferiores a El; a las leyes religiosas (se circuncida, asiste al Templo…); a las autoridades civiles (nace en Belén por cumplir con un censo, paga impuestos…). Además lo enseña: presenta la obediencia como una virtud fundamental para sus discípulos.
Y los primeros cristianos así lo entendieron, valoraron y vivieron.
Entonces es razonable preguntarse ¿por qué será tan importante la obediencia? ¿Qué sentido tiene?
Necesitamos hacer todo un descubrimiento: la obediencia no somete, armoniza; no empequeñece, lleva a la plenitud; no separa, une… Es parte del camino a la perfección.
Para entender la obediencia… hay que entender la autoridad
Se obedece a alguien constituido en autoridad. Si tengo obligación de obedecer, el otro tiene derecho a que le obedezca y viceversa. ¿Por qué?
Lo que la autoridad no es: no es arbitrariedad, no un privilegio, no un medio para satisfacer los propios caprichos, no supone autoritarismo…
Básicamente es un servicio. El que manda debe ser quien más sirve. Su mando está al servicio de los “mandados”. Corrompería su autoridad quien se sirviera de ella para su propio beneficio.
Tiene sentido que haya una autoridad. Es necesaria. Para que un grupo de personas pueda formar una unidad: funcionar al unísono, como si fueran una sola persona. Orgánicamente: distintos miembros organizados, coordinados. Esto requiere una cabeza que señale la dirección.
Por esto, en todo grupo de personas, en toda sociedad, el bien común exige una autoridad. Esa es su razón de ser: servir a quienes mandan y al todo del que ella misma es parte. No es el “dueño” de los demás, sino su servidor. Cada uno sirve desde su lugar.
Así evita el caos y hace posible la armonía.
Esto no es inmovilismo: a medida que una persona crece, madura, se perfecciona adquiere mayor responsabilidad porque está en condiciones de poder servir mejor.
Sólo quien sabe obedecer, sabe mandar. Sería peligrosísimo que quien no sabe o no quiere obedecer ejerza el mando: fácilmente se convertiría en un tirano. Por otro lado, todos obedecemos. De aquí que quien manda debe ser el primero en someterse a la ley, a lo pactado, al honor… a Dios. Si quien manda desobedeciera, estaría minando su propia autoridad.
Sólo se debe mandar lo que es bueno para el todo (el bien común) siéndolo también para quien lo ejecuta -aunque a veces le cueste esfuerzo y sacrificio: el bien que trae consigo lo justifica-.
El arte de saber mandar: encontrar el puesto de cada uno: descubrir sus aptitudes y potencialidades, ver donde es más eficaz, saber animar, enseñar coordinar. Conseguir que cada uno dé lo mejor de sí mismo y así se desarrolle.
La autoridad hay que ganársela. Es sobre todo autoridad moral. No bastan los «títulos» (ser padre, profesor, gobernante…). La autoridad moral es una gran ayuda a la obediencia. Si quien tiene que obedecer ve el ejemplo, tiene en gran estima a quien manda, la obediencia se ve muy facilitada.
No hay que abusar de la autoridad: usarla para propio beneficio o arbitrariamente haría perderla. El que manda está sujeto a la virtud de la justicia: “dar a cada uno lo que le corresponde”: reparte tareas, cargas y beneficios equitativamente. Si no lo hiciera así, sería injusto.
¿Qué sentido tiene obedecer?
No es la mera ejecución de la voluntad de otro. La materialidad de hacer lo que me dicen no es virtuoso en sí mismo: si lo mandado fuera algo bueno podría hacerlo por miedo, falta de personalidad, con odio, etc. Si fuera malo, haría una acción mala. Un perro puede hacer lo que le ordena su amo para recibir como premio un hueso o evitar un golpe, sin embargo no puede obedecer porque no es libre. Sin libertad no hay obediencia. Sin adhesión interna no hay obediencia como acto virtuoso. La obediencia como acto virtuoso supone la unión de voluntades, el actuar libre y responsablemente.
La obediencia no es sometimiento del más débil al más fuerte. No es una imposición del poder. No es tampoco una mera cuestión funcional (aunque también lo es).
Miembros de un cuerpo social
La obediencia procede de la naturaleza social del hombre: no es un ser aislado, se relaciona e interactúa con los otros, formando «cuerpos» sociales, organizados que requieren organización y estructura.
Todo lo jerárquico supone la obediencia. Es lo que hace orgánico.
Y cuánto más dependa de la obediencia más importante será obedecer. En un ejército, donde la vida de muchos compañeros depende de que cada uno cumpla su parte, la obediencia es mucho más férrea que en un equipo de fútbol, donde sólo están en juego tres puntos de un campeonato.
El hecho de ser sociales y relacionarnos con otras personas crea y exige vínculos: son lo que nos unen a los demás: necesitamos vínculos: desde los afectivos hasta los laborales. Ahora bien, esos vínculos que de alguna manera nos atan, ¿nos limitan? No, en realidad ¡nos realizan!
De la misma manera que en el cuerpo humano los ligamentos, tendones, músculos… no limitan los movimientos del brazo sino que lo posibilitan.
El trabajo en equipo requiere coordinación. La organización supone jerarquía. Sin obediencia todo es desorden. Se necesita una estructura, de otro modo todas las piezas están sueltas. Vale para todo, desde empresas hasta equipos de fútbol, desde familia hasta países.
La coordinación de esfuerzos aumenta la eficacia. Se ve hasta en las «cinchadas»: cuando todos tiran al unísono son capaces de “arrastrar” al otro equipo. Hace posible funcionar en equipo, donde todos son importantes: la resistencia de una cadena se mide por el eslabón más débil. Aún en la maquinaria más sofisticada un tornillo es importante: si se desajusta…
Camino de crecimiento personal
Durante los períodos de formación una persona necesita aprender de otro. El aprendizaje se basa en hacer lo que me dicen. Haciendo lo que me dicen me entreno, me ejercito. La enseñanza “funciona” según este principio. De manera que aprendo obedeciendo.
Además adquiero disciplina interna: estando sujeto a otro voy consiguiendo dominio de mí mismo. Difícilmente una persona consiga una voluntad fuerte si no aprende a obedecer. Sujetándome a la voluntad de quien tiene autoridad sobre mí, consigo tenerla sobre mí mismo. Quien no quiere obedecer posiblemente sea muy caprichoso.
¿Y cuando no me gusta lo que me piden? ¿Cuando no tengo ganas?
Si una persona sólo está dispuesta a obedecer si comparte la orden… no tiene la virtud de la obediencia, que supone mirar al conjunto antes que a nosotros, saber funcionar en equipo, ser responsables de la parte que nos toca en bien de todos.
No hace falta entender lo que me piden para obedecer “inteligentemente”. Basta que quien lo mande tenga autoridad y que no sea malo lo mandado. Aunque no lo comparta del todo. Me doy cuenta de que quien está a la cabeza tiene más datos, ve todo el conjunto, sabe a dónde dirige el todo, coordina distintos esfuerzos, etc. La mayor parte de las cosas pertenecen al ámbito de la libre opinión, y quien tiene que decidir elige una opción entre las distintas posibles.
Aún cuando no entienda, si obedezco es meritorio: me venzo por el todo. Y esto no es indigno del hombre; al revés: obedeciendo, me someto, porque entiendo que es necesario para el funcionamiento de la sociedad, aunque en este caso concreto no me guste, sé que lo que se me pide no es malo y que obedecer es un bien.
Y si sucediera que se me pide algo ilícito, obviamente no debo hacerlo. Tengo derecho a obrar de acuerdo a mi conciencia y a no ir contra ella. Es lo que se llama el derecho a la objeción de conciencia.
Mejora en las virtudes
El ejercicio de la obediencia requiere otras virtudes, a las que al mismo tiempo potencia: humildad, generosidad, servicialidad, sentido de justicia, responsabilidad. Los principales obstáculos para la obediencia son la envidia, la soberbia y el egoísmo. Por lo mismo, la obediencia es uno de los mejores atajos para vencer la soberbia y crecer en humildad. Y un termómetro para ver cómo andamos en estas virtudes.
Desde la dependencia a la independencia para llegar a la interdependencia
En un primer momento el proceso de maduración personal supone ser cada vez más independiente: ser capaz de funcionar con autonomía, por uno mismo. Ahora bien, no acaba ahí. Una persona sola, actuando independientemente consigue muy poco y su obra no tendrá continuidad. La independencia personal no puede ser el objetivo final de nadie razonable. Cuanto más independiente, más limitado, más incapacitado de hacer cosas grandes…. Comparemos un tren con una bicicleta. La bici tiene sus “ventajas”: me permite ir por donde quiero, parar cuando me canso, tirarme a tomar sol a mitad de camino… Pero el tren no representa una limitación, aunque me limite el movimiento -no puedo salirme de las vías-, necesite que haya quien esté en una boletería, quien repare las vías, exija horarios muy estrictos, etc. ¡Me permite ser mucho más eficaz que una bicicleta! ¡Puede transportar a miles de personas!
Formar parte de un todo -el cuerpo social- que valora y respeta a las partes: cada uno no es un mero engranaje de un mecanismo, sino que tiene su dignidad y autonomía personal.
Se podría decir que el itinerario de maduración tiene dos etapas: de la dependencia a la independencia, de la independencia a la interdependencia. La independencia no es un fin en sí mismo. Y la autosuficiencia es mala: aísla, separa. Pero es necesario alcanzar la independencia para seguir creciendo. Crear lazos, unirse a otros, tener proyectos comunes. La apertura a los demás enriquece enormemente. Entonces, siendo independientes, somos también interdependientes: hay entre nosotros una mutua relación de colaboración.
De alguna manera todos dependemos de todos.
¿Y Dios que tiene que ver con la obediencia?
Creó un mundo en estado de desarrollo hacia la perfección y lo dirige hacia ella con su Providencia (plan de Dios para gobernar el universo). Los seres no inteligentes se dirigen a ella necesariamente: hacen lo que Dios quiere -lo que los lleva a su plenitud- de modo «automático», porque no son libres, no pueden obedecer. Lo suyo no es meritorio.
Dios quiso que el hombre se adhiriera libremente a su plan y tomara parte de él. Y esto, por amor al hombre: para engrandecerlo haciéndolo partícipe de semejante tarea.
El pecado original que perturbó el orden creado, fue precisamente un pecado de desobediencia.
Dios se hizo hombre para redimir al hombre y lo salvó a través de la obediencia.
Y nos pide obediencia: ¡por nuestro bien! Tonto sería pensar que Dios “necesita” que lo obedezcamos. Dios no quiere «robots», quiere hijos que le hagan caso por amor. Su voluntad nos guía a la plenitud. Lo importante no es “cumplir” meramente, sino amar a través del cumplimiento de su voluntad.
Además cuando obedecemos a hombres establecidos en autoridad en sociedades humanas (a todo nivel: Estado, familia, club…) o en la Iglesia (Papa, Obispos) -cuando ejercen esa autoridad dentro del ámbito que le es propio-, estamos obedeciendo a Dios. No porque Dios determine el mandato concreto (decir “esto es la voluntad de Dios” de un modo absoluto en cosas intramundanas -no reveladas-, sería caer en un fundamentalismo inaceptable), sino por el origen divino de toda autoridad.
Al hacer al hombre social, Dios quiso que hubiera una autoridad. Esto porque la sociedad, por definición, exige tener una autoridad (no es posible que exista una sociedad sin autoridad). Es un silogismo elemental: la sociedad exige autoridad, Dios quiso la sociedad, por tanto, Dios quiso la autoridad.
Entonces es voluntad de Dios que obedezcamos a esa autoridad que necesariamente debe haber. Esto no implica que cada mandato recibido sea una voluntad de Dios explícita. Dios quiere que obedezcamos. Y punto. A quien manda le pedirá muchísima cuenta –para qué y cómo usó de su autoridad–, ya que el único fundamento de la misma es la voluntad de Dios. Y quien lo obedece lo hace, queriendo obedecer a su Creador.
¿Y si quien manda, manda mal?
El planteo que venimos haciendo no supone convertir a quien obedece en un robot que cumple órdenes, ni la sujeción absoluta en un ideal de vida. La obediencia no suprime la libertad. Podemos obedecer porque somos libres, como ya hemos dicho. Pero sobre todo porque los ámbitos de autonomía son enormes, ya que abarcan la mayor parte de la vida.
De aquí, que quien manda arbitrariamente sea un tirano (sea presidente de un país, padre de una familia, directivo de una empresa o párroco en una parroquia) que va perdiendo su autoridad. Esto hasta el punto de que en determinados casos sea obligatorio desobedecer: cuando se manda algo moralmente malo. Allí no hay legítima autoridad y, por lo mismo no se debe obediencia. Si la autoridad sale del ámbito que le da sentido, pierde su razón de ser.
Las persona erigidas en autoridad tienen que respetar los amplios márgenes de legítima autonomía de las personas a su cargo como condición de legitimidad de su misma autoridad.
Obediencia y ámbitos de autonomía
Ser padres no significa ser «dueños» de los hijos. Antes de hijos suyos, son hijos de Dios. Tienen además una dignidad personal. La consecuencia es inmediata: la autoridad paterna está en función de la formación de los hijos: de su bien (no del bienestar, gusto o capricho de sus padres). No se extiende a todo. Es interesante citar el Catecismo de la Iglesia Católica: «Mientras vive en el domicilio de sus padres [por tanto no señala límite de edad], el hijo debe obedecer a todo lo que estos dispongan para su bien o el de la familia [es decir, tiene un ámbito muy concreto]. «Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor» (Col 3,20; cf Ef 6,1). Los hijos deben obedecer también las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes sus padres los han confiado. Pero si el hijo está persuadido en conciencia de que es moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla» (n. 2217).
La dependencia de los hijos respecto a sus padres es algo elástico, que va desde la dependencia total en los primeros años (cuando los padres deciden qué comen, cómo se visten, dónde van… todo) hasta la independencia total cuando se van a vivir por su cuenta. Es un proceso… a veces un poco traumático (los mayores no olvidemos nuestras rebeldías adolescentes). Es natural que sea así. Los hijos necesitan límites y también –progresivamente a medida que crecen– mayor autonomía: es un equilibrio a conseguir. Y requiere guiarse por la cabeza.
Dos actitudes extremas ante la autoridad
Obediencia y sumisión
Cuando subrayamos los valores de la obediencia no estamos proponiendo como ideal un tipo de persona sumisa y sometida. Hay quienes por cobardía, o por falta de personalidad, por comodidad, para evitar complicaciones, lo aceptan todo, no discuten nada, se someten a todo. Prefieren hacer algo que no les gusta, o incluso está mal o los ofende, antes que pasar un mal rato. Esto no es virtuoso, ni es obediencia. Obviamente cumplir un mandato malo no es un acto de obediencia, ya que en este caso la virtud exige resistirse a ese mandato.
La obediencia debe ser inteligente y voluntaria. Enriquecedora. Es un servicio al bien.
Requiere madurar e involucrarse personalmente al hacer las cosas, sin huir de los problemas.
Obediencia y rebeldías
En el ámbito de la obediencia es natural que, a veces, sintamos rebeldías al recibir un mandato. Las causas pueden ser múltiples. Algunas son defectos nuestros: soberbia –nos revienta que nos manden–, egoísmo –nos cambian planes que no estamos dispuestos a ceder–, pereza –no tener ganas–, etc. Otras son debidas a defectos de quien manda: tono en que exige, circunstancias en las que nos lo dice, falta de consideración de nuestras cosas… O también el mandato en sí mismo que puede no ser del todo razonable y, por tanto irritarnos.
En esas circunstancias el asunto será aprender a manejar las rebeldías con la cabeza.
Las rebeldías en sí mismas no son algo bueno ni malo. Expresan nuestra inadaptación a algunas cosas del mundo exterior. Es bueno sentir rebeldía ante lo que no es bueno. Presenciar una injusticia, por ejemplo, debería producir indignación en cualquier persona.
En este sentido las rebeldías son factor de progreso social: no acepto una serie de cosas de una sociedad y quiero mejorarlas.
La rebeldía es una reacción pasional y por tanto no racional. Esto por definición. Entonces una persona cuerda analizará primero la razonabilidad de la misma. Y después, la manejará según sea el caso (la seguirá racionalmente o la rechazará por su falta de lógica).
Como reacción anímica -y, por tanto, no racional- ante lo que incomoda es posible -y con frecuencia ocurre- que se sienta rebeldía contra cosas buenas, que en algún aspecto me molestan. Entonces se con claridad que las rebeldías deben ser tamizadas por la inteligencia, encargada de discernir la razonabilidad de las cosas.
En el caso de las rebeldías “irracionales” la voluntad deberá encarrilarlas por caminos razonables.
La rebeldía sistemática y por principio ante todo y todos, es una manifestación de infantilismo y de poca inteligencia.
Hay ámbitos en los cuales la dependencia y el deber –por ejemplo, un empleado en una empresa– hacen que una persona tenga que «tragarse» su rebeldía: no puede exteriorizarla sin perjuicio propio. Quienes no tienen este mínimo autocontrol sufren las consecuencias de su mal carácter perdiendo trabajos, sufriendo multas, aplazos, etc.
Hay otros ámbitos en los que estos «filtros» no existen y es más necesario que actúe la virtud. Uno de ellos es la familia, donde la confianza mutua facilita que uno se manifieste “tal cómo es”… y a veces, tan bruto como realmente es.
Habrá que aprender a decir la cosas razonablemente y de buena manera. A charlar, cambiar impresiones. A «negociar» permiso, encargos… Esto requiere un plus de amabilidad y de autodominio.
Pero sería absurdo que en nombre de la confianza que engendra el cariño… los miembros de una familia se trataran como si no se quisieran…
Conclusión
La obediencia es una virtud necesaria y positiva. Engrandece a quien la tiene.
No todo mandato entra dentro de los ámbitos de la obediencia. Sólo en la medida que se ajuste al sentido y objetivo de la autoridad, que es el servicio.
Hay que aprender a obedecer y a mandar. A lo segundo se aprende a través de lo primero.
No perder el tiempo culpando a los demás
Ángelus del Papa Francisco, 29 de agosto de 2021
Al comentar el Evangelio de la Liturgia del día que muestra a los escribas y fariseos asombrados por la actitud de Jesús, que se escandalizaron al ver que sus discípulos toman alimentos sin realizar las tradicionales abluciones rituales, el Papa dijo:
También nosotros podríamos preguntarnos: ¿Por qué Jesús y sus discípulos descuidan estas tradiciones? Al fin y al cabo, no son cosas malas, sino buenos hábitos rituales, simples lavados antes de tomar la comida. ¿Por qué Jesús no les presta atención?
Devolver la fe a su centro
Francisco explicó que para el Señor es importante devolver la fe a su centro. “Y evitar un riesgo, que vale para aquellos escribas como para nosotros: observar las formalidades externas dejando en segundo plano el corazón de la fe”.
El riesgo de una religiosidad de la apariencia
“Es el riesgo de una religiosidad de la apariencia: aparentar ser bueno por fuera, descuidando purificar el corazón. Siempre existe la tentación de ‘arreglar a Dios’ con alguna devoción externa, pero Jesús no se conforma con este culto. No quiere lo externo, quiere una fe que llegue al corazón”.
Las cosas malas nacen desde el corazón
Tras recordar que Jesús dice a la multitud que «no hay nada fuera del hombre que, entrando en él, pueda hacerlo impuro» y que en cambio, es «desde dentro, desde el corazón» que nacen las cosas malas, el Pontífice añadió:
“Estas palabras son revolucionarias, porque en la mentalidad de entonces se pensaba que ciertos alimentos o contactos externos lo hacían a uno impuro. Jesús invierte la perspectiva: no es malo lo que viene de fuera, sino lo que nace de dentro”.
El Santo Padre agregó que esto también nos concierne a nosotros, que solemos pensar “que el mal provenga sobre todo de fuera: de los comportamientos de los demás, de quien piensa mal de nosotros, de la sociedad”.
Culpar a los demás
“¡Cuántas veces culpamos a los demás, a la sociedad, al mundo, de todo lo que nos sucede! Siempre es culpa de los ‘demás’: de la gente, de quien gobierna, de la mala suerte”.
También afirmó que “parece que los problemas lleguen siempre de fuera”. Y que “pasamos el tiempo repartiendo culpas; pero pasar el tiempo culpando a los demás es perder el tiempo”.
“No se puede ser verdaderamente religioso quejándose: la ira, el resentimiento y la tristeza cierran las puertas a Dios”.
Por esta razón el Papa Francisco invitó a pedir al Señor “que nos libre de culpar a los demás”. Y que pidamos asimismo “la gracia de no perder el tiempo contaminando el mundo con quejas, porque esto no es cristiano”.
“Más bien, Jesús nos invita a mirar la vida y el mundo desde el corazón. Si nos miramos por dentro, encontraremos casi todo lo que detestamos fuera”.
Aprender a acusarnos a nosotros mismos
Mientras si “pedimos sinceramente a Dios que nos purifique el corazón”, comenzaremos “a hacer más limpio el mundo”. “Porque hay un modo infalible de vencer el mal: empezar por vencerlo dentro de uno mismo”.
Y concluyó invocando a la Virgen María, “que cambió la historia a través de la pureza de su corazón”, que “nos ayude a purificar el nuestro, superando ante todo el vicio de culpabilizar a los demás y de quejarnos por todo”.
¿Eres un buen cristiano? 5 preguntas que puedes hacerte si te crees muy bueno
Parece fácil ser cristiano; no matarás, no mentirás, no robarás y tienes el cielo ganado.
Parece fácil ser cristiano; no matarás, no mentirás, no robarás y tienes el cielo ganado.
Los 10 mandamientos nos los enseñan desde que somos pequeños (¿al preparar la primera comunión?), y desde entonces intentamos cumplir con ellos para ser las buenas personas que queremos ser. La verdad es que querer ser buena persona es un gran comienzo, y querer cumplir con los mandamientos aún más.
Recordando el pasaje del joven rico, cuando este va al encuentro del Señor y le pregunta: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”, Jesús le responde “Tú sabes los mandamientos: ‘no mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre”». A primera vista parece que lo estamos haciendo bien.
Traduciendo ese pasaje a nuestra vida, no solo se trata de atender a los 10 mandamientos –que a veces pueden sonar un poco arcaicos– («no codiciarás a la mujer de tu prójimo»), sino que se trata de cumplir con los deberes de tu estado (tu situación cotidiana actual). Por ejemplo, si soy estudiante de la universidad y contextualizo dichos mandamientos a mi día a día: voy a misa los domingos, separo un espacio para mi oración, hablo con mis padres regularmente y nunca les alzo la voz; intento (al menos intento), no hablar mal de nadie y hago mis deberes de forma diligente.
Ahora bien, ¿y si siempre he sido responsable y virtuosa?, ¿si como el joven rico todo esto lo he cumplido bien? ¿Ahora qué?, ¿ya soy buena? No debemos olvidar que a la pregunta del joven el Señor también le responde: «¿Por qué Me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios».
La mayor tentación de un cristiano comprometido con su fe está en que podemos llegar a creernos buenos. Creer que hemos hecho suficiente. Entender la vida cristiana como un catálogo de reglas que tenemos que cumplir para «ser bueno» es un error que conlleva una profunda tristeza. Quien se gana el cielo y quien vive con esa alegría en la tierra, no es la persona que concibe la vida como un continuo poner vistos en una to-do-list. Claro está que cumplir con los mandamientos es necesario (no me malinterpreten) pero esto no es suficiente para ser llenar el corazón del hombre.
Entonces, ¿cómo se es santo y se gana el cielo?
El joven rico se pregunta lo mismo y le dice al Señor : «Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud” a lo que Jesús responde “Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; entonces vienes y Me sigues».
¿Cómo entender estas palabras tan exigentes del Señor en nuestra día a día? Estas 5 preguntas te pueden ayudar:
1. ¿Me he puesto hoy al servicio de los demás?
El Señor nos invita a vivir nuestra vida desde una perspectiva distinta, la de dejar todo a los demás por Él, por amor.
Ese «vende todo lo que tienes» hoy en día es una forma de vaciar el corazón de prejuicios contra los demás, de dar demasiada importancia a las apariencias, de preocuparse excesivamente de uno mismo; y de darle la oportunidad de llenarse de Cristo.
Un amor que «da a los pobres» es aquel que se entrega por completo a los demás para vivir con una apertura radical a los demás. Ya lo decía San Agustín «Ama y haz lo que quieras», ¡y no se equivoca! El amor es el auténtico fin del hombre y lo único que puede colmar su corazón con anhelos de eternidad.
2. ¿He buscado hoy ser instrumento de Dios para que los demás le conozcan?
Como hemos dicho arriba, no se trata solo de ser buenos. El«nuevo» mandamiento del amor renueva la vivencia de las enseñanzas que Dios nos ha dejado (cumplir con los mandamientos) de manera que engrandece la vida del hombre al no dejarla circunscrita a la constatación de «buenas obras», a conformarse con «ser bueno», sino que lo lleva a ilusionarse con «ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:48), perfectos en el amor. Y este amor, para que sea perfecto, es expansivo, busca siempre transmitirse a los demás.
3. ¿He procurado cuidar algún momento de oración hoy para poder encontrarme con Dios?
Sin oración no somos nada. Para subir un poco más arriba del escalón de «ser buenos», necesitamos de la gracia. Nadie puede ser santo por sus propios medios.
«Siempre que sentimos en nuestro corazón deseos de mejorar, de responder más generosamente al Señor, y buscamos una guía, un norte claro para nuestra existencia, el Espíritu Santo trae a nuestra memoria las palabras del Evangelio: “conviene orar perseverantemente y no desfallecer”. La oración es el fundamento de toda labor sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si prescindiésemos de este recurso, no lograríamos nada» (San José María Escrivá).
4. ¿He sido agradecido hoy con Dios por todo lo que me ha regalado?
Una de las condiciones más importantes para la santidad es el agradecimiento. Todo lo bueno que tenemos proviene de Dios y es a Él a quien primero debemos agradecer. Vivir en un constante agradecimiento nos ayuda a crecer en la humildad y la alegría.
«El saber agradecer a los hermanos es signo de que se tiene un corazón agradecido para con Dios nuestro Señor y un corazón agradecido es siempre fuente de gracia» (Papa Francisco).
5. ¿He sabido hoy apreciar lo que los demás han hecho por mí?
No solo se trata de ser agradecidos con Dios, es bueno tambien serlo con los demás. Ir más allá de «ser buenos» implica ese ponernos siempre en disposición, en apertura hacia los otros, y esto no se trata solo de servirlos, se trata también de buscar valorar al otro por quién es, aprender a ver en cada persona una oportunidad para vivir el encuentro, la alegría y el agradecimiento.
5 consejos para alcanzar la santidad
Los Santos que conocemos, se santificaron haciendo la voluntad de Dios, y tú ¿haces la voluntad de Dios?
Todos en algún momento hemos escuchado historias de la vida de algún Santo como Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo ll, Padre Pío, etc. hay tantos Santos con grandes testimonios de vida que marcan la vida de otras personas.
Sin embargo, existen Santos sin nombre, me refiero a que las personas con “vida ordinaria” que han podido llegar a santificarse. Los Santos que conocemos, se santificaron haciendo la voluntad de Dios, y tú ¿haces la voluntad de Dios?, si nos hacemos esa pregunta y la respuesta es “si” ¡Felicidades, vas por buen camino!; pero si dudaste en responder, no te preocupes, Dios siempre te espera.
Por ello, te comparto 5 hábitos sencillos que puedes realizar a diario, pero recuerda, debes ser constante
• Ofrece tu día a Dios
Reta a tu alarma de los “5 deliciosos minutos más” y levántate a la primera, vence tu pereza, si con la ayuda de Dios vences lo primero del día, tendrás mucho adelantado para tu jornada.
• Oración
Dedica al menos 15 minutos de oración en silencio, conversa, escucha y medita; 15 minutos en lectura de biblia o algún libro de crecimiento espiritual, participa en la santa misa y recibe la comunión en estado de gracia.
• Santo Rosario
Reza el Santo Rosario cada día y medita cada misterio, pues habla sobre la vida de nuestro Señor. Sólo con la perseverancia sabrás cuánto poder tiene el santo Rosario.
• “Haz de las cosas ordinarias, algo extraordinario”
En tu vida ordinaria hay actividades que realizas constantemente, puedes ponerle un plus a ello, ofrece cada actividad a Dios, tratando que se haga realmente bien (si vas a limpiar dejarlo limpio, no renegar, hacerlo con amor).
• Haz un examen de conciencia
Al finalizar tu jornada diaria, medita tus alegrías y tristezas, pregúntate ¿qué me alegró hoy? ¿Qué me entristeció hoy? ¿En qué puedo mejorar?
Te aseguro que si sigues estos hábitos constantemente en tu vida, podrás llegar a la santidad.
¡Qué! ¿Te animas?
Vamos, qué se puede.
Nuestros abuelos: una rica herencia
No hay cariño más dulce y noble que el de los abuelos.
Los seres humanos somos muy dados a presumir a nuestros ancestros, algunos quizá de rancio abolengo, como dirían en las novelas “de sangre azul”, otros de sangre roja y de orígenes sencillos, pero, ciertamente, todos provenientes de una misma pareja: Adán y Eva.
Sin embargo, es costumbre destacar a aquellos que han realizado hazañas o hechos prominentes para la historia de la humanidad, por ello recordamos en las efemérides, ciertas fechas que han marcado los acontecimientos del mundo y a sus protagonistas. Algo que todos deberíamos presumir es tener a nuestros abuelos, o bien, haberlos tenido, pues son nuestras raíces, de ellos tenemos como herencia nuestros dones, talentos, habilidades y hasta virtudes, las que fueron transmitidas a nuestros padres y de ellos a nosotros. Dice la Sagrada Escritura: «Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano, y a tu Dios temerás”, (Levítico 19,32), porque con la edad llega la sabiduría, la contemplación y la paciencia.
Pero también merma la salud y la fuerza. Es el orden natural de la vida. Pero dentro de las tantas ventajas que tiene envejecer, podemos destacar que se aprecia más la vida y lo que conlleva. Para los que fueron padres, los hijos ya han crecido, formado sus propias familias y ahora les toca disfrutar a los nietos. Por cierto, los niños que crecen con sus abuelos cerca tienen una enorme probabilidad de ser más felices, porque tienen amor al por mayor.
No hay cariño más dulce y noble que el de los abuelos. Hasta nuestro Señor Jesucristo los tuvo: San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María. Por eso, el 28 de agosto se ha convertido en una fecha importante, porque se reconoce la vida y labor de nuestros adultos mayores: nuestros abuelos.
Colmemos de afecto y atenciones a los abuelos, a los padres y adultos mayores en general, ellos son nuestro origen y honrarlos es nuestro camino seguro al cielo. ¡Feliz día a todos los abuelitos!
Santa Rosa de Lima: ¿Y si le mandas cartas e intenciones de manera virtual?
Todo lo que se envíe será depositado en el famoso “pozo de los deseos” de Santa Rosa, cuya gran fiesta se celebra este 30 de agosto en Lima, Perú
El 30 de agosto es sinónimo de Santa Rosa de Lima en Perú, la famosa primera santa americana canonizada. Nacida en Lima en 1586, de niña fue bautizada como Isabel, se la llamaba Rosa.
Inspirada en santa Catalina de Siena, Rosa se caracterizó por haber hecho grandes progresos en el camino de la penitencia y la contemplación mística. Murió el 24 de agosto de 1617. Su fiesta litúrgica, que cada año suele generar curiosidad por haber dos fechas de relevancia, suele celebrarse, de acuerdo al calendario general romano, cada 23 de agosto. Sin embargo, en países como Perú la gran fiesta se celebra el 30 de agosto (fecha original antes de una revisión general).
Más allá de estas curiosidades, o también la extendida vinculada al famoso temporal de fines de agosto en varios países de la región, lo cierto es que Isabel Flores de Oliva es sinónimo de amor y devoción, siendo patrona de Perú, además de América y Filipinas. También con un patronazgo sobre instituciones educativas, policiales y hasta de Fuerzas Armadas.
Cartas e intenciones de manera virtual
En los últimos días, debido al afecto que despierta Santa Rosa, el Arzobispado de Lima volvió a habilitar la posibilidad de que los fieles envíen cartas e intenciones de manera virtual al correo prensa@arzobispadodelima.org. Según se indicó (ver web del Arzobispado), las cartas serán puestas en el “pozo de los deseos” de Santa Rosa este 30 de agosto.
La medida también se realiza a modo de precaución ante el riesgo de una tercera ola de contagios por el coronavirus. Por lo cual, una vez más, una fecha que suele congregar a miles de personas en el santuario se vivirá sin protagonismo de lo presencial.
No obstante, la cercanía y la posibilidad de enviar cartas, rezar y ofrecer intenciones de salud permanece latente hasta las 12 pm (mediodía) de este 28 de agosto, hora de Lima, Perú.
Puedes conocer más sobre la historia de esta devoción del “pozo de los deseos” de Santa Rosa a continuación:
El milagroso «pozo de los favores» de santa Rosa de Lima