La Nota de Hoy
Anécdotas e historias de la música
por Mario Aquino Colmenares
Cuando nos iniciamos en la música, regularmente se pone el énfasis en el entrenamiento rítmico antes que en el melódico, tal vez porque así hemos de asegurar la idoneidad del recipiente a través del cual se habrá de transmitir el sonido, o quizá también por que pertenece (el ritmo) a las fibras más internas de nuestra sensibilidad táctil y auditiva.
Al hablar del ritmo, viene a nuestra mente la idea del movimiento y del cambio. Si quisiéramos describirlo, podríamos comenzar comprobando el movimiento y los cambios que se observan dentro de la misma naturaleza, a saber por ejemplo: la sucesión inalterable de algunos eventos naturales, como que al día le sigue la noche, y a esta, nuevamente el día, o que a la primavera le continúen el verano, el otoño y el invierno y a este, el regreso del ciclo estacional. Es decir una sucesión de acontecimientos que periódica e indefectiblemente se repiten.
También nosotros tenemos en nuestra vida cotidiana una serie de instantes que se suceden unos después de otros, hasta completar el ciclo e iniciar otro idéntico, como nuestro programa diario por ejemplo: levantarnos, asearnos , tomar el desayuno, ir al trabajo, volver a casa e ir a descansar para que el gallo, al día siguiente, nos anime a repetir la jornada.
Incluso dentro de cada momento hay espacios de tiempo más pequeños que conforman un “momento” determinado: si estamos en el trabajo, revisaremos primero nuestro correo, seguidamente responderemos los que sean urgentes, nos avocaremos luego a nuestra especialidad profesional, tendremos la tregua para almorzar, retornaremos a la faena y finalmente regresaremos a casa; y así podríamos seguir subdividiendo la sinfonía diaria de nuestra cotidianeidad.
Más aún, nuestro propio cuerpo experimenta una concatenación de acontecimientos que se repiten cíclicamente, consciente e inconscientemente, como por ejemplo la frecuencia respiratoria y sus partes: inspiración, retención y espiración, o la cardíaca con su sístole y diástole, o la digestión y procesos internos que hacen parte de nuestro metabolismo.
Es decir todo tiene un pulso o latido, y tanto nosotros como el mundo que nos rodea, marcan su ritmo o están dentro de él. Y así como hay “pequeños momentos” dentro de otros más grandes, por cada acontecimiento que vivimos y observamos, hay partes más pequeñas que la conforman, al modo como un tiempo dentro de un compás puede ser dividido en dos o en cuatro etc. La ciencia musical ha racionalizado lo que nuestro mundo externo e interno nos ha mostrado en su natural discurrir.
Así cuando en música hablamos del ritmo, solemos remitirnos al concepto de compás, el cual nos dice que compás no es sino un conjunto de sonidos sucesivos donde el primero de ellos es siempre el más fuerte, por ejemplo en el género llamado vals el compás tiene tres tiempos donde el primero es el más fuerte y los otros dos son débiles. Cada primavera que inicia un ciclo estacional o cada lunes que inicia una semana podrá ser rítmicamente idéntico, como el golpe fuerte que inaugura el compás, pero será el espíritu, el ímpetu y la dinámica las que harán de cada inicio algo siempre nuevo.
¡Que la música os acompañe!