Éxodo 20:1-17 / 1 Corintios 1:22-25 / Juan 2:13-25
Estamos haciendo camino hacia la Pascua, que debe ser para todos el descubrimiento de la verdadera liberación. Cada domingo de Cuaresma nos prepara para vivir el acontecimiento de la Pascua como el mayor don que Dios nos hace, pero para hacer este camino necesitamos purificar nuestra mirada, nuestro corazón. Y esto es lo que estamos invitados a hacer durante este tiempo único de la Cuaresma.
La celebración de la pascua judía recuerda el camino de liberación que significó pasar de vivir en una situación de esclavitud bajo el dominio del poder humano, como era el Faraón, a descubrir, pasando por la prueba de desierto, la tierra prometida donde los israelitas levantaron el templo lugar donde todos y cada uno podía ponerse ante Dios y purificar su mirada, su corazón. La primera lectura, hemos oído cómo recordaba y subrayaba lo que debía ser prioritario en ellos. Así hemos oído: «Yo soy el Señor tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto, de un lugar de esclavitud. No tengas otros dioses fuera de mí». Dicho de otro modo: no pierdas tus orígenes, de dónde vienes y dónde vas. Podríamos ir repasando todo lo que hemos escuchado y nos daríamos cuenta de que no sólo subraya que Él es único, exclusivo, sino que también indica el profundo respeto por el otro en las relaciones interpersonales, por eso, entre otras cosas señalaba: «no mates, no robes….No desees la casa de otro…» El templo se convirtió en el lugar privilegiado para reconocer a Dios, el lugar donde por medio de ofrendas agradecían el don de Dios y al mismo tiempo purificaban aquellas actitudes que los alejaban de Dios. Las ofrendas que, en su origen eran un medio, perdieron el sentido y las ofrendas se convirtieron en un fin. Ya no era el corazón, sino una paga que debía hacerse para estar en paz con Dios. La parada del mercado frente al templo ofrecía las diferentes posibilidades de ofrendas: debía de ser práctico. Pero, al fin y al cabo, un juego de intereses.La actitud de Jesús que nos describe el evangelio puede sorprender, si leemos el evangelio como aquél que mira un espectáculo, como violento. Si observamos bien, los que son expulsados son los medios, es decir los carneros, los terneros, las monedas son tiradas en el suelo y ha añadido «y dijo a los vendedores de palomas: No convierta en mercado la casa de mi Padre». Este gesto de Jesús es un gesto profético que indicaba la aversión a hacer de la relación con Dios Padre un mercado. Los judíos que no comprendieron el gesto de Jesús, le preguntan de dónde le viene su autoridad. Un signo demostraría su autoridad; y el signo es la propia vida de Jesús: muerte en la cruz y resucitado el tercer día.
Pues bien, este signo es el que ha estado vigente desde que Jesús se manifestó a toda la humanidad y esto es lo que predicaba Pablo como hemos visto en la segunda lectura. Para judíos es un escándalo, y para muchos hombres y mujeres, un absurdo. La cruz inquieta porque para muchos es un signo, todavía hoy, de debilidad y fracaso.
Hoy debemos preguntarnos cómo nos dirigimos a Jesús, si Él es ese templo al que nosotros debemos acercarnos. Quizás vivimos demasiado condicionados al albedrío de un bienestar material que nunca llega a ser suficientemente satisfactorio. Y eso que nosotros vivimos en un primer mundo con mucha riqueza material, a diferencia de otros que no llegan más allá de la supervivencia, y buscamos satisfacciones que no llegan a llenar el propio corazón. Cuántas veces nos quejamos, como los israelitas lo hacían en el desierto. Los israelitas buscaban la tierra prometida, buscaban su liberación, y nosotros ¿dónde buscamos la libertad, la liberación de nuestros condicionantes? En el mercado del templo de Jerusalén parecía que existía la posibilidad de comprar medios para sentirse liberado, pero Jesús nos ha dicho que aquellos medios robaban una verdadera relación con quien da la verdadera libertad. En el templo que es Jesús, si vamos, en este camino de la cuaresma, Lo encontraremos con los brazos abiertos para acogernos, y alimentarnos en nuestro vacío. Por eso hemos ido repitiendo y cantando: Señor, usted tiene palabras de vida eterna. No debemos comprar nada, pero debemos contemplar. En el templo de Jerusalén era admirado por su riqueza, por todo el oro que lucía; en el templo de Jesús que es la cruz encontraremos el amor. Dios ama tanto al mundo que ha dado a su Hijo único. Y ese Jesús en la cruz es lo que nos dará la vida a la Pascua.
Luke 4:24-30
En el Evangelio de hoy Jesús es rechazado como profeta en su misma ciudad natal. Quisiera decir algunas palabras sobre tu papel como profeta.
Cuando la mayoría de los laicos escuchan algo acerca de profecías, se sientan y sus ojos se nublan. “Esto es algo de lo que deben preocuparse los sacerdotes y obispos; ellos son los profetas de hoy en día. Yo no tengo esa llamada, ni esa responsabilidad”.
Bueno, ¡piensa de nuevo! El Vaticano II enfatizó el llamado universal a la santidad, enraizado en la dinámica del bautismo. Toda persona bautizada se adecúa a Cristo: sacerdote, profeta y rey. Cada vez que asistes a Misa estás ejerciendo tu oficio sacerdotal, participando en la adoración a Dios. Cada vez que diriges a tus hijos a descubrir su misión en la Iglesia, o proporcionas orientación a alguien en la vida espiritual, estás ejerciendo tu oficio real.
Como persona bautizada, tú has sido enviado como profeta, es decir, alguien que transmite la verdad de Dios. La palabra profética no es tuya. No es el resultado de tus propias meditaciones sobre la vida espiritual, por valiosas y correctas que puedan ser. La palabra profética es la palabra de Dios que te ha sido dada por el mismo Dios.
Fratelli e sorelle, anche Gesù percorre la via dei profeti: si presenta come non ce l’aspetteremmo. Non lo trova chi cerca miracoli – se noi cerchiamo dei miracoli non troveremo Gesù –, chi cerca sensazioni nuove, esperienze intime, cose strane; chi cerca una fede fatta di potenza e segni esteriori. No, non lo troverà. Soltanto lo trova, invece, chi accetta le sue vie e le sue sfide, senza lamentele, senza sospetti, senza critiche e musi lunghi. Gesù, in altre parole, ti chiede di accoglierlo nella realtà quotidiana che vivi; nella Chiesa di oggi, così com’è; in chi hai vicino ogni giorno; nella concretezza dei bisognosi, nei problemi della tua famiglia, nei genitori, nei figli, nei nonni, accogliere Dio lì. Lì c’è Lui, che ci invita a purificarci nel fiume della disponibilità e in tanti salutari bagni di umiltà. Ci vuole umiltà per incontrare Dio, per lasciarci incontrare da Lui. E noi, siamo accoglienti o assomigliamo ai suoi compaesani, che credevano di sapere tutto su di Lui? (Angelus, 30 de enero de 2022)
Hermanos y hermanas, Jesús también sigue el camino de los profetas: se presenta como no esperábamos. Quien busca milagros no puede encontrarlo -si buscamos milagros no encontraremos a Jesús-, quien busca sensaciones nuevas, experiencias íntimas, cosas extrañas; los que buscan una fe hecha de poder y de signos externos. No, no lo encontrará. Sólo lo encuentran quienes aceptan sus caminos y sus desafíos, sin quejas, sin sospechas, sin críticas y caras largas. Jesús, en otras palabras, os pide que lo acogáis en la realidad cotidiana que vivís; en la Iglesia hoy, tal como es; en quién estás cerca todos los días; en la concreción de los necesitados, en los problemas de vuestra familia, en los padres, en los hijos, en los abuelos, acoged allí a Dios. Él está ahí, invitándonos a purificarnos en el río de la disponibilidad y en muchos baños saludables de humildad. Se necesita humildad para encontrarse con Dios, para dejar que Él se encuentre con nosotros. ¿Y somos acogedores o nos parecemos a sus compañeros del pueblo, que creían saberlo todo sobre Él?
(Ángelus, 30 de enero de 2022)
Casimiro de Polonia, Santo
Memoria Litúrgica, 4 de marzo
Fuente: EWTN.com
Príncipe
Martirologio Romano: San Casimiro, hijo del rey de Polonia, que, siendo príncipe, destacó por el celo en la fe, por la castidad y la penitencia, la benignidad hacia los pobres y la devota veneración a la Eucaristía y a la bienaventurada Virgen María, y aún joven, consumido por la tuberculosis, descansó piadosamente en la ciudad de Grodno, cerca de Vilna, en Lituania († 1484).
Etimológicamente: Casimiro = Aquel que invoca, enseña, promueve la paz, es de origen polaco
Fecha de canonización: El rey Segismundo presentó ante el Papa León X la solicitud para la canonización de Casimiro luego de haberse registrado muchos milagros por su intercesión. En 1521 dicho Papa declaró a Casimiro patrón de Polonia y Lituania, pero fue oficialmente beatificado en 1602 por el Papa Clemente VIII y por fin en 1621 su fiesta fue extendida a la Iglesia Universal.
Patrono: de Polonia, de Lituania (proclamado por el Papa Urbano VIII en 1636), de la Diócesis de Grodno (Bielorrusia), de los reyes, de los príncipes, de los laicos solteros, protector contra la peste.
Breve Biografía
Casimiro nació en 1458 en Cracovia. Era el tercero de los trece hijos de Casimiro, rey de Polonia. Muchos santos han salido de familias muy numerosas, y de esta clase de familias llegan a la Iglesia Católica excelentes vocaciones.
Su madre Isabel, hija del emperador de Austria, era una fervorosa católica y se esmeró con toda el alma porque sus hijos fueran también entusiastas practicantes de la religión. Ella en una carta a una amiga hace una formidable lista de las cualidades que debe tener una buena madre, y seguramente que esas cualidades fueron las que practicó con sus propios hijos.
Y además de la educación que le dieron sus padres, Casimiro tuvo la gran suerte de que el rey le consiguió dos maestros que eran buenísimos educadores. El Padre Juan y el profesor Calímaco. El Padre Juan era Polaco y dejó fama de ser muy sabio y muy santo, pero su mayor honor le viene de haber sido el que encaminó a San Casimiro hacia una altísima santidad. El Profesor Calímaco era un gran sabio que había sido secretario del Papa Pío II, y después estuvo 30 años en la corte del rey de Polonia ayudándole en la instrucción de los jóvenes.
Calímaco dijo: «Casimiro es un adolescente santo», y el Padre Juan escribió también: «Casimiro es un joven excepcional en cuanto a virtud».
Claro está que no basta con recibir una buena educación de parte de los papás y tener buenos profesores, sino que es necesario que el joven ponga de su parte todo el empeño posible por ser bueno. Pues de los otros doce hermanos de Casimiro, que tuvieron los mismos profesores, ninguno llegó a la santidad, y algunos hasta dieron malos ejemplos. En cambio nuestro santo llegó a unas alturas de virtud que admiraron a los que lo conocieron y lo trataron.
Dicen los biógrafos de San Casimiro que su más grande anhelo y su más fuerte deseo era siempre agradar a Dios. Para eso trataba de dominar su cuerpo, antes de que las pasiones sensuales mancharan su alma. Siendo hijo del rey, sin embargo vestía muy sencillamente, sin ningún lujo. Se mortificaba en el comer, en el beber, en el mirar y en el dormir. Muchas veces dormía sobre el puro suelo y se esforzaba por no tomar licor. Y esto en un palacio real donde las gentes eran bastante inclinadas a una vida fácil y de muchas comodidades y comilonas.
Para Casimiro el centro de su devoción era la Pasión y Muerte de Jesucristo. En aquellos tiempos los maestros espirituales insistían frecuentemente en que para ser fervoroso y crecer en el amor a Dios aprovecha muchísimo el meditar en la Pasión de Jesucristo. Nuestro santo pasaba mucho tiempo meditando en la Agonía de Jesús en el Huerto y en los azotes que padeció, como también en la coronación de espinas y las bofetadas que le dieron a Nuestro Señor. Ratos y ratos se estaba pensando en la subida de Jesús al Calvario y en las cinco heridas del crucificado, y meditando en el amor que llevó a Jesús a sacrificarse por nosotros. Le gustaban los cristos muy sangrantes, y ante un crucifijo se quedaba tiempos y tiempos meditando, suplicando y dando gracias.
Otra gran devoción de Casimiro era la de Jesús Sacramentado. Como durante el día estaba sumamente ocupado ayudando a su padre a gobernar el Reino de Polonia y de Lituania, aprovechaba el descanso y el silencio de las noches para ir a los templos y pasar horas y horas adorando a Jesús en la Santa Hostia.
Sus preferidos eran los pobres. La gente se admiraba de que siendo hijo de un rey, nunca ni en sus palabras ni en su trato se mostraba orgulloso o despreciador con ninguno, ni siquiera con los más miserables y antipáticos. Un biógrafo (enviado por el Papa León X a recoger datos acerca de él) afirma que la caridad de Casimiro era casi increíble, un verdadero don del Espíritu Santo. Que el amor tan grande que le tenía a Dios, lo llevaba a amar inmensamente al prójimo, y que nada le era tan agradable y apetecible como la entrega de todos sus bienes en favor de los más necesitados, y no sólo de sus bienes materiales, sino de su tiempo, sus energías, de su influencia respecto a su padre y de su inteligencia. Que prefería siempre a los más afligidos, a los más pobres, a los extranjeros que no tenían a nadie que los socorriera, y a los enfermos. Que defendía a los miserables y por eso el pueblo lo llamaba «el defensor de los pobres».
Su padre quiso casarlo con la hija del Emperador Federico, pero Casimiro dijo que le había prometido a la Virgen Santísima conservarse en perpetua castidad. Y renunció a tan honroso matrimonio.
Los secretarios y otras personas que vivieron con Casimiro durante varios años estuvieron todos de acuerdo en afirmar que lo más probable es que este santo joven no cometió ni un solo pecado grave en toda su vida. Y esto es tanto más admirable en cuanto que vivía en un ambiente de palacio de gobierno donde generalmente hay mucha relajación de costumbres. La gente se admiraba al ver que un joven de veinte años observaba una conducta tan equilibrada y seria como si ya tuviera sesenta.
A su padre el rey le advertía con todo respeto pero con mucha valentía, las fallas que encontraba en el gobierno, especialmente cuando se cometían injusticias contra los pobres. Y el papa atendía con rapidez a sus peticiones y trataba de poner remedio.
Casimiro llegó lo mismo que San Luis Gonzaga, San Gabriel de la Dolorosa, San Estanislao de Koska, San Juan Berchmans, y Santa Teresita de Jesús, a una gran santidad, en muy pocos años.
Se enfermó de tuberculosis, y el 4 de marzo de 1484, a la corta edad de 26 años, murió santamente dejando en todos los más edificantes recuerdos de bondad y de pureza. Lo sepultaron en Vilma, capital de Lituania.
A los 120 años de enterrado abrieron su sepulcro y encontraron su cuerpo incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Ni siquiera sus vestidos se habían dañado, y eso que el sitio donde lo habían sepultado era muy húmedo.
Sobre su pecho encontraron una poesía a la Sma. Virgen, que él había recitado frecuentemente y que mandó que la colocaran sobre su cadáver cuando lo fueran a enterrar. Esa poesía que él había propagado mucho empieza así:
Cada día alma mía, di a María su alabanza. En sus fiestas la honrarás y su culto extenderás, etc., etc.
Hasta después de muerto quería que en su sepulcro se honrara a la Virgen María a quien le tuvo inmensa devoción durante toda su vida.
San Casimiro trabajó incansablemente por extender la religión católica en Polonia y Lituania, y estas dos naciones han conservado admirablemente su fe católica, y aún en este tiempo cuando las gentes ven que está en peligro su religión, invocan al santo joven que fue tan entusiasta por nuestra religión. Y él demuestra con verdaderos prodigios lo mucho que intercede ante Dios en favor de los que lo invocan con fe.
Oración
Dios todopoderoso, sabemos que servirte es reinar; por eso te pedimos nos concedas, por intercesión de san Casimiro, vivir sometidos a tu voluntad en santidad y justicia. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
La experiencia del amor de Dios
Santo Evangelio según San Lucas 4, 24-30. Lunes III de Cuaresma.
Por: Michael Vargas, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, ayúdame por favor a experimentar tu amor en cada instante de mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: «Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón.
Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria». Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hacia un precipicio de la montaña donde estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos se alejó de allí.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En la vida, es bueno aprender a tener certezas, fundamentos; una roca firme en la cual nos podemos sentir seguros, afianzarnos, sin que cambie nuestra manera de amar, o sin dejarnos abatir por las dificultades o inconvenientes que van surgiendo día a día.
Teniendo en cuenta este fundamento en nuestra vida, notaremos que pocas cosas cambiarán. Sí cambiarán las circunstancias, los lugares, los momentos, incluso las personas, pero no cambia el hecho de que somos amados por Dios, pues la mayor certeza y fundamento que podemos tener en la vida, es el experimentar y gozar de este amor que no sólo es temporal, sino que se vive para toda la eternidad.
Al experimentarlo, como lo experimentaron la viuda y el leproso del Evangelio de hoy, vemos que en primer lugar, no es un amor en multitud, ya que no somos un número más en el mundo, al contrario, es un amor personal, de un padre que vela, que ama a cada uno de sus hijos y que sale al encuentro de aquél que se siente necesitado. Otro aspecto que podemos descubrir es el hecho de que es un amor sin medida, pues Dios se dona a nosotros aun en los momentos en que experimentamos la fragilidad humana. Para experimentarlo debemos dejar abierta la puerta de nuestro corazón, recogernos interiormente e intentar escuchar la dulce y suave voz de Dios, que susurra, ¡te amo!, en cada momento de la vida.
«Dios no nos ama porque nosotros tengamos ninguna razón que suscite amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor, y el amor tiende, por su naturaleza, a difundirse, a entregarse. Dios tampoco vincula su benevolencia a nuestra conversión, más bien es una consecuencia del amor de Dios».
(Catequesis del Papa Francisco, 14 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Demostraré mi amor a Dios viviendo con alegría ante las dificultades e imprevistos que surjan en la vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.