Oración

Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: ¡invoca a María! Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estrella, invoca a María! Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: ¡invoca a María! Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios. En medio de tus peligros, de tus angustia, de tus dudas, piensa en María, ¡invoca a María! El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se parten nunca ni de tu corazón ni de tus labios. Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos. ¡Siguiéndola no te pierdes en el camino! ¡Implorándola no te desesperarás! ¡Pensando en Ella no te descarriarás! Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir. Bajo su manto nada hay que temer. ¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial! Amén.

COMENTARIO DE MAYTE DE JESÚS. ESTÁ EN PAX Y VA A TENER UN ENCUENTRO ABIERTO EN PAX ESTE JUEVES A LAS SEIS DE LA TARDE. ESTÁN INVITADOS TODOS USTEDES. NO SE LO PIERDA SI PUEDE, ES UN TESTIMONIO MUY HERMOSO Y RICO DE AMOR.

Descripción

Me busqué a mí misma y encontré a Dios. Busqué a Dios y me encontré a mí misma?. Proverbio sufí. Crucé los mares y los cielos infinidad de veces en pos de mi felicidad, pero sobre todo por el afán de hallar lo material: el lujo y el dinero, la fama y el poder; a veces todos ellos escondidos tras los múltiples disfraces del amor. Viví en el torbellino de muchas aventuras. Probé demasiadas veces la dulce miel del placer pero también probé la amarga hiel de la desdicha. Invito al lector a que venga y camine un rato conmigo y comparta las glorias y las vicisitudes de una mujer que ha luchado, que ha ganado y, también, que ha perdido; que ha llorado y ha sufrido; una mujer que, por encima de todo, ha celebrado con suma gratitud y gozo lo intensamente vivido.

Nacida en la miseria más absoluta, en medio de la provincia de Salamanca, con un DNI en el que figura 1937 como fecha de nacimiento y con un pasaporte estadounidense que recoge que nació en el año 1944, esta mujer de padre desconocido vivió tres décadas de lujos, excesos y absoluto éxito profesional. Su objetivo atractivo físico le llevó a trabajar en el mundo de la noche madrileña de los años 50, donde rápidamente se convirtió en una estrella del espectáculo.

Dotada de un innegable talento para los negocios, siempre poniendo por delante la estrategia y la lógica, Mayte se convirtió en Mayté cuando optó por cruzar el océano Atlántico para seguir triunfando al otro lado del charco. Chile, México, Los Ángeles o Miami dieron cabida a sus multitudinarios y exitosos espectáculos, aunque nada comparado con lo cosechado en Panamá y, especialmente, en Puerto Rico, que es donde reside la parte del año que no vive en su casa salmantina de Vega de Tirados, el pueblo en el que nació.

La inmensa fortuna que atesoró después de décadas de trabajo constante fue directa a lo que se estilaba por aquella época (y por la actual): casas, pieles, joyas, helicópteros… y su presencia se hizo más que habitual en la incipiente prensa rosa de los años setenta y ochenta. Su nombre apareció vinculado a los de, solo por poner algunos ejemplos, Alfonso de Borbón, Cantinflas, Farah Diva, Adolfo Suárez o Alfonso de Hohenlohe. Por no hablar, claro, de Omar Torrijos, el militar panameño que gobernó su país durante la década de los 70 y al que le unió una gran amistad.

Todo esto ya lo contó Mayté Maldonado en La condesa se confiesa, el libro de memorias que publicó en 2015, y en el que hay un capítulo muy especial para rememorar su encuentro con Jesús de Nazaret en la habitación de la prestigiosa clínica Mayo en la que esperaba para ser operada de un cáncer de mama que tenía muy mal diagnóstico. A partir de ese momento todo cambió y lo que había sido una vida de éxitos, lujos y dinero, se convirtió en una existencia dedicada única y exclusivamente a transmitir el mensaje de Jesús, convirtiéndose en una de las mayores recaudadoras de fondos para la Iglesia de todo el mundo. Fue ese el momento en el que Mayté empezó a pensar que algo no iba del todo bien en el mundo. Pero aún faltaba un último empujón para plasmar todas esas ideas en el libro que presentó la pasada semana en Madrid. El ascenso del Papa Francisco al liderazgo de la Iglesia católica en 2013 fue el espaldarazo definitivo que necesitaba para poner, negro sobre blanco, todo aquello en lo que pensaba y le trasmitía Nuestro Señor Jesucristo y que coincidía, punto por punto, con las primeras y, en aquel momento, rompedoras opiniones del Santo Padre.

En Apocalipsis 2021, Mayté Maldonado lanza un desesperado grito de socorro ante los gravísimos problemas que ponen en peligro la continuidad misma de nuestra especie, la hambruna, el calentamiento global y la emigración forzada, y con la pandemia de coronavirus como telón de fondo y primer y serio aviso previo a nuestra desaparición como civilización. Para luchar contra estos males, y contra todas las epidemias que están por venir, Maldonado aboga por la necesidad universal de pedir perdón, empezando por los políticos que creen dominar el mundo, y acabando por todas las personas que, durante las últimas décadas, han dado la espalda a Dios provocando así el actual triunfo de la oscuridad sobre la luz. El punto culminante de este Apocalipsis 2021 es la instauración de un fondo económico global en el que tomarán parte los mayores billonarios del mundo cediendo una parte de su fortuna, que quedará bajo el estricto control del Papa Francisco. La empresaria salmantina es consciente de que las personas más ricas del planeta ya son las principales donantes en el mundo actual, pero también de que es necesario el indiscutible liderazgo del Santo Padre para distribuir su dinero de manera ordenada y eficiente.

Toda aquella vida de trabajo, lujo, ambición y desenfreno se frenó el 5 de febrero de 1991, cuando le diagnosticaron cáncer de mamá. Intervenida en la prestigiosa clínica Mayo de Minnesota, le extirparon los dos pechos en una exitosa operación. Ahí es cuando sufre un tremendo procesión de conversión espiritual después de ver la imagen de Jesús de Nazaret. «Mi congoja era extrema y total. Nada ni nadie podía consolarme por haber dejado pasar tantos años sin dedicarle a este Ser tan maravilloso mi vida, mis pensamientos, mi alma, mi trabajo, todo lo que había ganado, y toda mi fortuna», cuenta Mayte, quien desde ese momento decide centrar todos sus esfuerzos, celibato incluido, en seguir la estela de Jesucristo. Y, a través de su fundación Jesús de Nazaret, hasta ahora. 
Lo que han leído es solo un resumen de «La condesa se confiesa». Si se han quedado con ganas de más, que sería lo suyo, no lo duden. Búsquenlo y déjense sorprender. No pararán de hacerlo.

San Pío X

Mateo 19:16-22

Amigos, en el evangelio de hoy, un joven se acerca a Jesús y le pregunta: “Maestro, ¿qué debo hacer de bien para alcanzar la vida eterna?”. Esta pregunta honesta y escrutadora simboliza el anhelo universal del ser humano por la integridad moral. Como tal, no se trata principalmente de una cuestión de reglas, mandamientos y prohibiciones, sino de una búsqueda del “sentido pleno de la vida”.

La respuesta inicial de Jesús es algo enigmática: “¿Por qué me preguntas por el bien? Solo hay uno que es bueno.» De hecho, va al meollo del asunto. El mayor error que puede cometer el buscador moral es suponer que la meta de su búsqueda puede encontrarse en cualquier bien o verdad que no sea Dios.

Uno de los temas repetidos con más insistencia en la Biblia es que, dado que estamos hechos a imagen de Dios, no encontraremos realización en otra cosa que en Dios. Y esta idea la repiten prácticamente todas las figuras principales de nuestra tradición, la más famosa y poética de Agustín: “Nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en Ti”.

No alejarse de lo verdaderamente bueno

Santo Evangelio según san Mateo 19, 16-22. Lunes XX del Tiempo Ordinario

Por: Hiram Samir Galán Jaime. LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, Señor mío, que te conozca hasta tal punto que no pueda dejar de amarte, y que te ame hasta tal punto que no pueda dejar de seguirte.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 19, 16-22

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un joven y le preguntó: “Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?”. Le respondió Jesús: “¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno. Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos”. Él le replicó: “¿Cuáles?”. Jesús le dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo. Le dijo entonces el joven: “Todo eso lo he cumplido dese mi niñez., ¿Qué más me falta?”. Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve a vender lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”. Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido, porque era muy rico.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

“¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno. Dios”. En este Evangelio Jesús nos recuerda uno de los nombres de Dios. Él es la Bondad, el único verdaderamente bueno.

Todos nosotros sentimos simpatía hacia las personas buenas. Buscamos hacer el bien y huir del mal. Todos, en el fondo queremos ser buenos, gentes de bien. Lo bueno edifica, engrandece, sana. Y el bien, el ejemplo de una persona buena arrastra, es algo que se difunde solo. Es algo que todos experimentamos.

¡Y cuánto más Dios! Siendo Él la Bondad misma, no hay nadie que busque tanto nuestra felicidad, nuestro bien como Él. Dios es bueno y nosotros a veces lo olvidamos. En el fondo, cualquier pecado, cualquier desobediencia a sus mandatos, sucede porque no creemos que Él es bueno y que desea nuestro bien por encima de todo, aunque a primera vista no lo comprendamos.

Nos pasa como el niño que hace berrinches a su madre, que le dice que la odia porque le prohíbe jugar con un cuchillo. El niño no entiende que eso le puede hacer daño, pero la mamá, que ama entrañablemente a su hijo, por ese mismo amor, le impide tocar el cuchillo.

El joven rico no confió en Cristo. Rehuyó su mirada amorosa. No quiso renunciar a sus bienes. Olvidó quién era Dios y prefirió seguir los impulsos de su razón y de sus pasiones. Confío más en sus riquezas. ¿Y yo? ¿Confío que lo que me está pidiendo Dios ahora mismo, es por mi bien?

«La tercera respuesta de Jesús, amar con todas las fuerzas, nos recuerda que allí donde está nuestro tesoro está nuestro corazón, y que es en nuestras pequeñas cosas, seguridades y afectos, donde nos jugamos el ser capaces de decir que sí al Señor o darle la espalda como el joven rico. No se pueden contentar con tener una vida ordenada y cómoda, que les permita vivir sin preocupaciones, sin sentir la exigencia de cultivar un espíritu de pobreza radicado en el Corazón de Cristo que, siendo rico, se ha hecho pobre por nuestro amor o, como dice el texto, para enriquecernos a nosotros. Se nos pide adquirir la auténtica libertad de hijos de Dios, en una adecuada relación con el mundo y con los bienes terrenos, según el ejemplo de los Apóstoles, a los que Jesús invita a confiar en la Providencia y a seguirlo sin lastres ni ataduras. No se olviden de esto: el diablo siempre entra por el bolsillo, siempre. Además, es bueno aprender a dar gracias por lo que tenemos, renunciando generosa y voluntariamente a lo superfluo, para estar más cerca de los pobres y de los débiles».

(Homilía de S.S. Francisco, 1 de abril de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Veré lo que Dios me está pidiendo que le ofrezca hoy y se lo daré, confiando en que lo que me pide es por mi bien.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Imitemos a Cristo siendo disponibles al cambio

Ángelus del Papa Francisco, 20 de agosto de 2023.

Por: Redacción | Fuente: Vatican News

Dios es así: es amor, y quien ama no permanece rígido en sus propias posiciones, sino que se deja mover y conmover; sabe cambiar sus esquemas. El amor es creativo, y nosotros cristianos, si queremos imitar a Cristo, estamos invitados a la disponibilidad del cambio.

Lo subrayó el Papa en su alocución previa a la oración del Ángelus, reflexionando sobre el pasaje evangélico que narra el encuentro de Jesús con una mujer cananea, que le pide que libere a su hija, atormentada por un demonio. Francisco invitó a “ser dóciles, escuchar verdaderamente, enternecernos en nombre de la compasión y del bien ajeno” en nuestra vida, siguiendo el ejemplo de Jesús.

El Evangelio de Mateo relata que la mujer no es del territorio de Israel. El Señor no la escucha, pero ante su insistencia los discípulos le piden que la atienda para que pare, pero Jesús explica que “su misión está destinada a los hijos de Israel”. Pero ella no desiste y se postra ante Él, suplicándole. Entonces Jesús le dice: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.

El Pontífice hace notar que Jesús cambia de actitud y lo que le hace cambiar es la fuerza de la fe de aquella mujer y se detiene en estos dos aspectos: el cambio de Jesús y la fe de la mujer.

Él estaba dirigiendo su predicación al pueblo elegido; después, el Espíritu Santo empujaría la Iglesia hasta los confines del mundo”, afirma el Santo Padre.

La universalidad de la obra de Dios

En el episodio de la mujer cananea “ya se manifiesta la universalidad de la obra de Dios”. “Es interesante – nota Francisco – esta disponibilidad de Jesús: frente a la oración de la mujer ‘adelanta los planes’, ante su caso concreto se convierte aún en más condescendiente y compasivo”.

Jesús ve la fe concreta

El Obispo de Roma invita también a mirar a la fe de la mujer, que el Señor alaba, diciendo que es «grande».

A los discípulos les parece grande solo la insistencia de la cananea, en cambio, Jesús ve la fe, que “no es rica de conceptos sino de hechos” ya que la cananea se acerca, se postra, insiste, mantiene un diálogo estrecho con Jesús, supera todos los obstáculos con tal de hablar con Él.

He aquí la concreción de la fe, que no es una etiqueta religiosa, sino una relación personal con el Señor. La fe de la mujer no está hecha de protocolo teológico, sino de insistencia; no de palabras, sino de oración. Y Dios no resiste cuando se le reza.

El Francisco invita entonces a hacernos algunas preguntas. Si a partir del cambio de Jesús somos capaces de cambiar de opinión, de ser comprensivos y compasivos o permanecemos rígidos en nuestras propias posiciones. Y a partir de la fe de la mujer invita a interrogarse sobre cómo es la propia fe, si “se detiene en conceptos y palabras o es realmente vivida con la oración y las acciones”, si dialogamos con el Señor, somos insistentes con Él, o nos conformamos con recitar cualquier fórmula hermosa.

De ahí la oración a la Virgen María para que “nos haga disponibles al bien y concretos en la fe”.

Éxito y santidad

El éxito se forja con esfuerzo, tenacidad y constancia. Nadie nace en la cima del triunfo, se va escalando día a día.

Cuánto desearíamos ser reconocidos como hombres ilustres, ser aclamados como insignes, ser aplaudidos como lo fue un día Alejandro Magno o Aníbal.

Digamos que en cierto modo la fama es una aspiración universal; pero son pocos los que encuentran la receta, siendo esta tan fácil.

Pensemos que los hombres conspicuos, cuyos nombres van y vienen de boca en boca por los siglos, tuvieron que comenzar desde cero a construir la gloria de su nombre. Porque ningún hombre nace con fama, y mucho menos, se ha tropezado con ella por casualidad; es como querer encontrar un trébol en el Sahara.

Los nombres más célebres lo son, gracias a las voluntades intrépidas de quienes los llevaron. Por ejemplo, todos pensamos que la figura de Napoleón es el emblema de los militares más brillantes de todos los tiempos; y adjudicamos su fama a las tremendas hazañas bélicas con las que hizo y deshizo las fronteras de su imperio tamaño Europa.

Pero pocas personas otorgan estas glorias militares al Bonaparte, que con tanta ambición, con tanta audacia explotó sus talentos. En su juventud, el corso tuvo que poner mucha voluntad para formarse. Leía con voracidad y soñaba con prestar brillantes servicios a su tierra. Era pésimo en el estudio del Latín, pero era magnífico para la historia y la geografía, lo cual, aprovechó al máximo. Además, en sus lecturas recibió una poderosa influencia de los héroes clásicos.

Así, Napoleón Bonaparte se formó con tesón, y posteriormente, conquistó la cumbre de la fama. Y hoy es un hecho lo que su epitafio anuncia: Hic cinera. Ubique nomen. (Aquí yacen sus restos, pero su nombre está por todas partes).

Otro buen ejemplo puede ser el del mago de lo abstracto, Isaac Newton. En sus años de adolescencia, el físico inglés, fue siempre un muchacho serio, pensativo y silencioso. Ocupó los últimos lugares de la clase; pero con empuje y tenacidad, logró colocarse en el primer lugar de toda su clase y, años después, fue nombrado presidente de la Royal Society. Descubrió las leyes que rigen el universo, ganándose la admiración de todos los hombres, pues nadie, hasta el momento en que Einstein las reformuló, pudo llegar a tales especulaciones físico-matemáticas.

Como vemos, hasta los hombres genios tuvieron que trabajar duro. Soñaban, sí. Pero siempre despertaban. Mejor dicho, soñaban trabajando, luchando, quemando y arriesgando sus cualidades, sus talentos, para conquistar hazañas y adornar sus nombres con sus empresas.

La tenacidad y la intrepidez vive en todos. Solo hay que despertarla. Qué sería de los hombres, de ti o de mí, si nos pusiéramos a invertir nuestros talentos con voluntad decidida, férrea. Si nos decidiéramos a despertar la audacia que llevamos dentro, ¿Acaso no habría más hombres ilustres?

Bien sabemos que el hombre no es un ser meramente horizontal, sino que toda su vida está dirigida a Dios, nuestro Gozo Pleno. Por ello, en la vida espiritual no bastan los buenos ánimos y los sentimientos de querer ser grandes, sino que necesitamos de la gracia de Dios. No es grande meramente quien consigue triunfos etéreos, sino quien llega a ser santo en compañía de Dios. Sólo los santos dejan la auténtica huella en el mundo. Los santos son luz en el mundo, pues están unidos al único que fulmina para el bien con el amor: Cristo.

La vida de los santos está constituida por un don y por una respuesta personal a la gracia divina. Quizá uno de mayores dones que podemos alcanzar con la virtud y el amor es la santidad. Esta día a día se alcanza, se conserva y se aumenta por medio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. En la medida en que más creemos, esperamos y amamos a Dios y a los hombres, seremos más perfectos.

Lo más grande que podemos alcanzar es estar con Dios para toda la eternidad, es decir para aquello que jamás terminará, y por ello, tiene sentido ser santo.

Si luchamos por tener éxito en la vida a un nivel humano, ¿Por qué no hemos de vivir con mayor pasión en la lucha por ser santos? No pensemos que santo significa estar en los altares, con los ojitos en blanco, posturas torvas… ¡No! Santidad conlleva todas nuestras dimensiones naturales hacia lo que nos hace plenamente felices. Pues ya lo dijo san Juan de la Cruz: “Al final de la vida, me examinarán del amor”.

Cuando las cosas cuestan es cuando mayor sentido toman ante Dios y ante nuestros hermanos. Ser santo es arduo y está lleno de sacrificio por todas las partes en las que se mira y se trabaja. ¡Pero vale la pena!

Es muy significativo que el Papa Benedicto XVI en los últimos números de su encíclica hable de los santos. Lo realmente importante es ser santo: “La vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los Santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos” (DCE 42).

En una epidemia, san Pío X trató a los enfermos y enterró a los muertos

Cuando era párroco, san Pío X, celebró los funerales solo y enterró a los muertos en medio de una epidemia de cólera

Antes de convertirse en Papa, san Pío X fue un humilde párroco que fue más allá de sus deberes para servir a su pueblo. Fue durante una epidemia de cólera cuando su corazón amoroso se mostró claramente, ya que hizo todo lo que pudo para ministrar a su pueblo.

En una biografía, titulada «La vida de Pío X», Frances Forbes señala la forma heroica en que pastoreó a su pueblo durante un brote mortal.

En 1873 hubo un brote grave de cólera. La gente de Salzano sabía poco de higiene y menos de saneamiento; era difícil hacerles tomar las precauciones más necesarias. Don Giuseppe [más tarde conocido como Pío X] lo era todo a la vez: médico, enfermero e inspector sanitario, además de párroco. No sólo había que atender a los enfermos y moribundos, sino también a los vivos animándolos y consolándonos. «Si no hubiera sido por nuestro querido Don Giuseppe», dijo un anciano en días posteriores, «habría muerto de miedo y dolor durante esos tiempos espantosos». Algunas personas se dieron cuenta de que los medicamentos y remedios recetados por el médico estaban destinados a aliviarlos rápidamente del dolor. Sin embargo, no los tomarían a menos que los administrara la propia mano del sacerdote.

San Pío X nunca abandonó a su rebaño y se quedó con ellos en la epidemia.Se aseguró de que fueran enterrados con gran dignidad. Era un momento en que los funerales solo se permitían junto a la tumba, con una estricta restricción de asistencia.

Entierros de noche

Por temor a la infección, los muertos tenían que ser enterrados de noche y no se permitía que nadie asistiera al funeral. Don Giuseppe estaba preocupado porque con el miedo y la prisa del momento no se honrara debidamente a estas víctimas de la epidemia. Por este motivo, estaba siempre allí para asegurarse de que todo se hiciera como debía. No solo recitaba las oraciones y realizaba las ceremonias prescritas por la Iglesia en tales ocasiones. Ocupaba su lugar como portador del ataúd e incluso ayudaba a cavar las tumbas.

Su salud se resintió por atender las necesidades de sus fieles, pero eso no lo detuvo. El obispo le ordenó que descansara a causa de su labor en la epidemia, pero san Pío X puso su salud en manos de Dios.

El obispo escribió a [Don Giuseppe], ordenándole que se cuidara un poco más; pero éste era un arte que Don Giuseppe nunca había estudiado y no sabía cómo empezar. Continuó dedicándose en cuerpo y alma a su rebaño, dejándose al cuidado de Dios. Su fuerte constitución se recuperó gradualmente de la tensión que había sufrido y, afortunadamente, los temores de sus amigos no se hicieron realidad.

Este extraordinario cuidado por los demás continuó durante el resto de su vida. Nunca vaciló en su deseo de atender las necesidades de los que estaban sufriendo.

La pequeña Nellie del Santo Dios: La niña que inspiró a un Papa

La historia de Ellen Organ podría haber animado al papa Pío X a reducir la edad para la Primera Comunión

Ellen Organ nació el 24 de agosto de 1903 en el conjunto de viviendas destinadas a soldados casados, los llamados married quarters de los Royal Infantry Barracks de Waterford, Irlanda. Su padre, William, era soldado del ejército británico.

Poco después del nacimiento de Ellen, la pequeña fue bautizada en la fe de la iglesia de la Trinidad. Nadie sabe por qué, pero desde ese momento a Ellen Organ empezaron a llamarla Nellie.

Con 2 años Nellie hacía gala de una marcada espiritualidad, poco usual en una niña y sobre todo en una tan pequeña. De camino a misa de la mano de su padre hablaba constantemente de estar viendo al “Santo Dios”, una expresión que había empezado a decir sin que aparentemente la hubiera escuchado antes. Años más tarde incluso su padre admitía que no tenía ni idea de por qué su hija empezó a decir “Santo Dios”.

En 1906, Mary Organ cayó gravemente enferma de tuberculosis. Nellie, la más pequeña de sus hijos, permanecía constantemente junto a la madre y la abrazaba en el momento de su muerte en enero de 1907. Nellie tenía 3 años.

El padre de los niños no podía proporcionarles el cuidado adecuado, por lo que acudió en busca de ayuda al sacerdote de su parroquia. Thomas, el mayor de los niños con 9 años, fue enviado a los Hermanos Cristianos, y David a las Hermanas de la Misericordia.

Mary y Nellie fueron llevadas con las Hermanas del Buen Pastor en la ciudad de Cork. Llegaron al lugar el 11 de mayo de 1907. Las hermanas las recibieron afablemente y atendieron muy bien a las niñas. Nellie estaba feliz de poder llamar a todas las hermanas “Madres”.

Nellie tenía tres años y nueve meses cuando llegó al hogar de las Hermanas del Buen Pastor. Una joven de nombre Mary Long dormía junto a Nellie.

Nellie nunca se quejó, pero Mary la escuchaba llorar y toser durante la noche. Se lo comunicó a las hermanas y Nellie fue trasladada a la enfermería de la escuela.

En su examen descubrieron que Nellie tenía la columna torcida (resultado de una fuerte caída) y que requería cuidados especiales.

Sentarse le producía un gran dolor y permanecer sentada durante algún tiempo también le dolía intensamente. Su cadera y su espalda estaban dislocadas.

Tenía solo 3 años e intentaba ocultar su dolor. Pero no podía fingir sentirse bien. Todo lo que podían hacer las hermanas era facilitar que la niña estuviera lo más cómoda posible.

Nellie sorprendió a las monjas con su perspicacia y su conocimiento de la fe católica. Las hermanas y otras personas que cuidaron de Nellie Organ consideraban sin reservas que la pequeña estaba espiritualmente dotada.

A Nellie le encantaba visitar la capilla, a la que llamaba “la Casa del Santo Dios”. Se refería al tabernáculo como el “encierro del Santo Dios” y recibía con los brazos abiertos el Viacrucis. También desarrolló una aguda percepción de la Eucaristía.

Cierto día, Nellie tenía en sus manos una caja con cuentas y algo de hilo. Como niña de 3 años que era, se metió distraída algunas cuentas en la boca y las tragó sin darse cuenta.

Cuando la gente la vio atragantarse y ahogarse la llevaron rápidamente a la enfermería. El médico allí presente fue capaz de extraer las cuentas de la garganta de Nellie.

Todos quedaron atónitos ante la valentía de la pequeña, que permaneció firme mientras el médico exploraba el interior de su garganta para extraer los objetos. No emitió ni un sonido de queja. Por esta época descubrieron que, al igual que su madre, tenía una grave tuberculosis.

El médico explicó a las hermanas que no había ninguna esperanza de recuperación y que a Nellie solo le quedaban unos pocos meses de vida.

Nellie amaba la Eucaristía profundamente. Solía pedir a las hermanas que la besaran al volver de la Comunión para poder compartir su Santa Comunión. Anhelaba desesperadamente recibir su Primera Comunión, pero la norma de la Iglesia establece una edad mínima de 12 años. Nellie solo tenía 3.

Nellie habló de las visiones que tenía del Santo Dios y de la Santa Madre cerca de ella. Su fe era tan destacada que el obispo accedió (ya que su muerte estaba próxima) a confirmarla.

Recibió su Confirmación el 8 de octubre de 1907. Luego, el 6 de diciembre de 1907, teniendo en cuenta todos los hechos, el obispo local en acuerdo con los sacerdotes, permitió que Nellie Organ recibiera su Primera Comunión. Nellie Organ falleció el 2 de febrero de 1908.

La historia de Nellie Organ se extendió por toda Europa y hasta el Vaticano. Llegó a conocimiento del papa Pío X por su Secretario de Estado, el cardenal Merry del Val. Fue algo providencial, ya que el Papa llevaba tiempo buscando un motivo para reducir la edad para recibir la Primera Comunión a los 7 años, pero no estaba seguro de hacerlo.

Cuando Pío X leyó los documentos sobre la pequeña “Nellie del Santo Dios”, lo entendió como una señal para reducir la edad. El papa promulgó un decreto, Quam Singulari, que cambiaba la edad para recibir la Primera Comunión de los 12 a los 7 años.

El papa Pío X, más tarde san Pío X, después de emitir el Quam Singulari, escribió: “Dios enriquezca con toda bendición (…) a todos aquellos que recomienden la Comunión frecuente a los niños y niñas pequeños, proponiendo como modelo suyo a Nellie”. —Papa Pío X, 4 de junio de 1912.