Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Oh Jesús, me encierro en Tu misericordiosísimo Corazón como en una fortaleza inconquistable, para [defenderme] de las flechas de los enemigos.
Reflexión: Tu corazón
Oh Jesús, me encierro en tu misericordiosísimo corazón como en una fortaleza, inconquistable. “Mi corazón estará allí todos los días”. Conocer el amor de Jesucristo y estar llenos de él es el Reino de Dios en el hombre. Estos son precisamente los frutos de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que vive y nos ama en el Santísimo Sacramento. De todos los órganos del cuerpo humano el corazón es el más noble. Se halla colocado en el medio del cuerpo como un rey en medio de sus estados.
Es la fuente de donde emana la sangre por todas las partes del organismo, llevando oxígeno a todas las células. Así como los ojos ven y los oídos oyen, así también el corazón ama; es el órgano del que se sirve el alma para manifestar los afectos y el amor. El corazón de Jesús fue el órgano de su amor, su corazón es una hoguera inmensa de amor de Dios y de los hombres, y de esta hoguera salen de continuo las llamas más ardientes y más puras del amor divino. El corazón de Jesús vive en la Eucaristía porque su cuerpo está allí vivo. Es verdad que este corazón divino no está allí de un modo sensible ni se le puede ver. ¿Qué diremos del corazón de Jesús? Él se nos manifiesta por los sentimientos que nos inspira y esto debe bastarnos. No, no vemos el corazón eucarístico de Jesús, pero lo poseemos. ¡Es nuestro! Continuamente está pidiendo perdón por nosotros a su Padre. Jesús nos escucha con su corazón y nos preserva de los golpes de la cólera divina provocada por nuestros pecados; en la Eucaristía como en la Cruz, está su corazón abierto, dejando caer sobre nuestras cabezas torrentes de gracias y de amor.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te proteja en su corazón, y a ti y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce