Y la respuesta es…
Santo Evangelio según san Lucas 9, 18-22. Viernes XXV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy me pongo en tu presencia para saber lo que quieres de mí.
Es difícil, no puedo ocultar esta realidad, pero confiando en tus manos me esfuerzo y me dispongo, con espíritu abierto, a lo que me quieras transmitir a mí y a los demás, a través de mi humilde persona.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-22
Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado”.
Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Quién dices que soy yo?
Cristo lanza esta pregunta a personas de todos los tiempos, culturas y con circunstancias muy diversas. Sin embargo, cada uno de nosotros la podemos escuchar tan personal. Aún más, es una pregunta directa que interpela toda nuestra persona y nos mueve a tomar en serio lo que personalmente podamos contestar. Al transcurrir el tiempo, sentimos la necesidad de traer a nuestra memoria aquella respuesta que pudimos haber hecho anteriormente y renovar, -hay que renovar el amor primero- nuestro primer «sí al Señor» y traer al presente todo lo que hemos pasado con Dios, porque la respuesta que dimos en un inicio no cambia, pero se renueva.
Necesitamos gran valor para recordar lo que Cristo fue para nosotros en esos momentos en que nos ha costado reconocerle; tal vez han sido períodos complejos de nuestra vida. Sin embargo, es en esos momentos en donde hemos respondido a Dios sin la influencia de las emociones momentáneas; la esperanza humana desaparece y somos capaces de seguir reconociendo que Cristo es Dios. Es aquí donde verdaderamente nuestra fe crece, nuestro amor se inflama y nuestra relación con Dios pone sus raíces profundas en tierra buena.
Nuestra experiencia con Dios acabará hasta el final de nuestra vida, por eso la respuesta que demos siempre puede ser más profunda y sincera, porque esta pregunta se responde con la vida.
«Y con ese “y” Jesús separa definitivamente a los apóstoles de la masa, como diciendo: y vosotros, que estáis conmigo cada día y me conocéis de cerca, ¿qué habéis aprendido más? El Maestro espera de los suyos una respuesta alta y otra respecto a la de la opinión pública. Y, de hecho, precisamente tal respuesta proviene del corazón de Simón llamado Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.
Simón Pedro encuentra en su boca palabras más grandes que él, palabras que no vienen de sus capacidades naturales. Quizá él no había estudiado en la escuela, y es capaz de decir estas palabras, ¡más fuertes que él! Pero están inspiradas por el Padre celeste, el cual revela al primero de los Doce la verdadera identidad de Jesús: Él es el Mesías, el Hijo enviado por Dios para salvar a la humanidad».
(Homilía de S.S. Francisco, 27 de agosto de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré de recordar la respuesta que he dado al Señor… Veré si estoy viviendo conforme a lo que respondí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La Gran Revelación: el Mesías
Cristo, el hombre histórico, es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías prometido a los judíos
En el tiempo en que vivió Jesús, más que nunca, se esperaba la venida del Mesías, pero se había falseado el concepto que de El habían dado los profetas. En su gran mayoría, los judíos contemporáneos de Jesús, esperaban un Mesías que les traería bonanza, un gran jefe político.
Las tres concepciones erróneas sobre el Mesías eran:
1) El reino mesiánico sería un período de prosperidad material obtenida sin cansancio ni molestias y en la liberación del dominio extranjero. Los mismos apóstoles no concibían que Jesús hablara de muerte en la cruz para atraer a sí todas las cosas.
2) Los rabinos concebían el Mesías futuro como un jefe político, el restaurador de la dinastía davídica.
3) La tercera corriente hacía coincidir la venida del Mesías con el fin del mundo. El reino mesiánico se realizaría en la otra vida (visión escatológica).
A pesar de estas concepciones falsas, había un «pequeño resto» de personas que tenían una idea exacta del Mesías: El Mesías, sacerdote y víctima al mismo tiempo, sacrificaría su vida para liberarnos del pecado y para restaurar la amistad entre Dios y los hombres. En este grupo encontramos con María a su prima Isabel (Lc. 1, 41-46), el viejo Simeón (Lc. 2, 30-32), la profetisa Ana (2, 38) y sobre todo Juan el Bautista (Mt. 3, 2-12) y a los esenios, secta que los recientes descubrimientos del Mar Muerto nos han permitido conocer mejor y a la que pertenecía Juan el Bautista.
A causa de estas deformaciones Jesús usó una táctica prudente para no despertar demasiado escándalo para demostrar su mesianidad. Toma el título de «Hijo del Hombre» (Dan. 7, 13-14).
Acepta en primer lugar el testimonio de Juan Bautista (Jn. 1, 29-30). Declara abiertamente su mesianidad ante la samaritana Jn.4.25-26), ante Nicodemo (Jn. 3, 13-18) y de una manera contundente ante Caifás, durante su propio juicio (Mt. 26, 63-64).
Al mismo tiempo, también se presenta ante el mundo como el Hijo de Dios: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo» (Mt. 11, 27). Nos revela su íntima unión con el Padre con el cual se identifica. Esta afirmación, completamente original, no se encuentra en ningún otro fundador de religiones. La apreciamos en la profesión de fe de Pedro (Mt. 16,18).
La manifestación más clara de la divinidad de Jesús que tenemos en los sinópticos está en la respuesta que El dio ante el sumo sacerdote Caifás en el Sanedrín:
«Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios» (Mt. 26, 63). Jesús respondió: «Tú lo has dicho. Y os declaro que desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre, y venir sobre las nubes del cielo» (Mt.26,64).
Aún es más clara la divinidad de Jesús en el evangelio de San Juan. Citaremos algunos textos:
«Y el Verbo era Dios» (1,1)
«Yo y el Padre somos una sola cosa» (10-30)
«Os lo dije y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi
Padre testifican de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois ovejas mías» (10, 25-26).
Nos queda además como testimonio la misma actuación de Jesús durante su vida pública. En primer lugar habla de perfeccionar la Ley que Dios le dio al pueblo judío, y solamente El, que esos, puede apropiarse un dominio sobre las cosas de Dios (Mt. 34-36, Juicio Final). También se proclama el fin mismo de la ley moral, cosa que únicamente Dios puede pretender. Por otro lado se proclama más digno de amor que todos los seres queridos, más aún que de nuestra propia vida (Mt.10, 37; y Mt.16, 25). Por consiguiente: JESUS SE PRESENTA COMO DIOS.
El lenguaje de algunas expresiones evangélicas sólo se comprende si se tiene esta perspectiva de la divinidad de Cristo:
«Yo soy la resurrección y la vida» (Jn.11, 25).
«Yo soy la luz del mundo» (Jn.8, 12).
«Yo soy el camino y la verdad y la vida» (Jn. 14, 6).
«El que no recoge conmigo, desparrama» (Mt. 12, 30).
Cuando cura a los enfermos, etc., obra directamente por propia virtud: «Quiero, queda limpio» (Mt. 8,3). Asume también el derecho a perdonar los pecados que es algo que solamente compete a Dios:
«Confía, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt.9,2).
Actúa como Dios cuando la tempestad sacude la barca y amenaza con hundirla y Jesús despierta ordenando al mar: «¡Calla! ¡Cálmate!» (Mc.4,39).
Por último, durante toda su vida Jesús nunca tiene una duda, ni titubea. Pronuncia los juicios más decisivos y comprometidos sobre los problemas humanos más graves sin que nunca su inteligencia acuse el mínimo esfuerzo, sin verse obligado a reflexionar antes de responder, ya que lo que sabe no es en virtud del estudio o del razonamiento.
El Sínodo en el centro de la reunión del Papa con el Consejo de Cardenales
Una conexión online desde el Vaticano y los distintos países de residencia reunió ayer al Papa y a los cardenales del Consejo.
Un Sínodo alejado del clericalismo y la rigidez y que dé espacio a la escucha y a la actitud pastoral. Esta es, en la intención del Papa, la cita de los próximos 9 y 10 de octubre en Roma sobre el tema de la Sinodalidad. Esto es lo que el propio Francisco quiso destacar ayer por la tarde durante el Consejo de Cardenales. Según informó la Oficina de Prensa del Vaticano a las 16:00 horas, a través de una conexión online desde la Casa Santa Marta, el Papa siguió los actos en los que participaron los cardenales Óscar A. Rodríguez Maradiaga, S.D.B., Reinhard Marx, Sean Patrick O’Malley, O.F.M. Cap., Oswald Gracias y Fridolin Ambongo Besungu, O.F.M. Cap., cada uno conectado desde su país de residencia. Los cardenales Pietro Parolin y Giuseppe Bertello estaban conectados desde el Vaticano, al igual que el secretario del Consejo, monseñor Marco Mellino.
El Sínodo: aprender una forma de vivir la Iglesia
A la breve introducción del Cardenal Maradiaga le siguió la reflexión del Papa Francisco sobre la apertura en octubre de los trabajos sinodales que concluirán, según lo previsto, en el Vaticano en 2023. «Después de volver a recordar dos de sus discursos identificados como centrales en su pensamiento sobre el próximo Sínodo, el de 2015 para el 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos y el más reciente dirigido a los fieles de la Diócesis de Roma el pasado sábado, el Papa -informa la Oficina de Prensa- dejó claro que en el centro de la reflexión no está tanto la profundización de uno u otro tema como el aprendizaje de un modo de vivir la Iglesia, marcado a todos los niveles por la escucha mutua y la actitud pastoral, sobre todo frente a las tentaciones del clericalismo y la rigidez.09:55
Próxima reunión en diciembre
Por su parte, en sus intervenciones individuales, continúa la nota de la Oficina de Prensa, los cardenales también profundizaron en «algunos aspectos que hacen especialmente necesario el camino sinodal en las tierras de las que proceden, para superar el sectarismo y los intereses partidistas». Tras dos horas, la reunión terminó con un aplazamiento hasta la próxima, prevista para diciembre, si -señala la Oficina de Prensa- las condiciones lo permiten.
Los diez Mandamientos
Preciosa explicación de cada mandamiento
No sé si hablar hoy de los diez mandamientos es original o no. A lo mejor están pasados de moda y hay que inventar otros mandamientos.
De hecho, ignoro si sabrás que hace unos años en Johannesburgo se reunieron los grandes de la tierra y quisieron cambiar el Decálogo de Dios por otro decálogo, inventado por ellos, para no herir las susceptibilidades de quienes eran ateos o agnósticos.
Consciente de que el Decálogo es brújula que siempre marca el norte del bien, yo he querido escribir este libro especialmente para ti, querido joven, para que no sólo no te pierdas en el camino de tu vida, sino sobre todo llegues a Dios, a tu realización completa y a tu felicidad verdadera y auténtica.
Al explicarte cada mandamiento, he tratado de ser claro, didáctico, directo y positivo, por qué no. He ido salpicando en cada mandamiento algunas anécdotas que ejemplifican dicho mandamiento y hacen la lectura más amena y distendida. Al final de cada mandamiento, te regalo la síntesis del Catecismo de la Iglesia católica de dicho mandamiento.
Dado que quiero que no sólo quede en una simple lectura, también te he dejado diez preguntas para tu reflexión personal o en grupo. Dichas preguntas te harán pensar y llevar ese mandamiento a tu vida e incluso te ayudarán para una discusión en equipo.
Y termino con una lectura para que la saborees.
Te deseo lo mejor con la lectura de mi libro. Ojalá, Dios, a través de estas páginas, te dé luz y aliento.
Evangelizar en el propio carisma
1. ¿Qué son los diez mandamientos?
2. Características, dificultades y frutos
3.Primero: Amarás a Dios sobre todas las cosas
4. Segundo: No tomarás el nombre de Dios en vano
5. Tercero: Santificarás las fiestas
6. Cuarto: Honrarás a tu padre y a tu madre
8. Sexto: No cometerás actos impuros
10. Octavo: No dirás falso testimonio ni mentirás
11. Noveno: No desearás la mujer o el varón que no te pertenece
7 situaciones concretas en las que te vendría bien pedir los dones del Espíritu Santo
Son muchas las situaciones en las que nos estamos perdiendo (o no nos estamos dando cuenta) de lo que podría ser nuestra vida si dejamos que el Espíritu actué en ella.
Debemos confesarles que hacer este post ha sido difícil (ha requerido varias cabezas pensando minuciosamente durante varios días). Y es que El Espíritu Santo nos resulta un desconocido y más aún sus siete dones. Por lo menos para mí ha sido todo un camino de comprensión y aprendizaje sobre quien es Él y como actúa en mi vida. ¡Y sigue siéndolo! pues creo que, todavía logro vislumbrar muy poco de lo que Él hace.
Yo lo veo así, la mayoría de las veces si actuara yo, y únicamente yo, las situaciones de la vida −desde las más pequeñas hasta las más complejas− se tornarían un poco distintas. ¿A qué me refiero? Me molestaría mucho más, diría más tonterías, sería más egoísta, me costaría muchísimo más rezar, comprendería mucho menos algunos misterios de la vida…. pero, hay una fuerza que habita en mi interior, que me mueve, me concentra, me hace pequeña y me engrandece; en conclusión, me hace mejor ser humano: El Espíritu de Dios que vive en mí, que no es otra cosa que el amor.
Son muchas las situaciones en las que nos estamos perdiendo (o no nos estamos dando cuenta) de lo que podría ser nuestra vida si dejamos que el Espíritu actué en ella. Acá les dejamos algunos ejemplos…
Don de ciencia:
Por la ciencia podemos conocer el verdadero valor de la creación en su relación con el Creador. Podríamos ver este don en algo que nos pasa siempre, y que algunas veces nos damos cuenta y otras no: Estar frente a un gran paisaje y solo “vernos a nosotros mismos dentro de él”. El reto está en ser capaces del asombro, salir de nosotros mismos para ver más, ver a Dios en su creación y en ella reconocer su amor.
Don de sabiduría:
Es la capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminados por este don, podremos ver desde el interior las realidades del mundo. ¡Imagínate como sería si viésemos las cosas como Dios las ve! El problema está en que la mayoría de las veces vemos y juzgamos las cosas desde nuestra perspectiva humana y esta, muchas veces, ¡es tan corta! y se deja llevar tanto por emociones y criterios pasajeros que terminan empequeñeciendo nuestra vida. ¡Cuántas veces nos perdemos de cosas increíbles como una bonita relación por seguir los criterios del mundo!.
Don del consejo:
El don de consejo actúa como un soplo nuevo en la conciencia, ayudándonos a ver lo que es bueno, lo que nos hace felices, lo que nos conviene más. Nos pasa que frente a decisiones importantes en nuestra vida y cuando los demás se acercan a nosotros para pedirnos ayuda, no sabemos qué pensar, qué decir y menos como actuar… ¡Nos vendría tan bien abrirnos, estar en presencia de nuestro interior, de ese Espíritu que habita dentro! para ver, para apoyar, para aconsejar y saber actuar.
Don de la fortaleza:
La fortaleza nos hace obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las dificultades de la vida, para resistir las tentaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Creo que ninguno puede decir que siempre es fuerte, que siempre resiste ante la tentación. Una de las realidades mas evidentes que nos hace toparnos con nuestra humanidad, es que somos frágiles; allí es donde nos encontramos con Dios, cuando nos experimentamos necesitados de su fuerza. Por eso, nunca dudemos en pedirla ¡pero a tiempo! antes de que sea demasiado tarde y, tentaciones como ver lo que no nos hace bien, nos ganen.
Don de la piedad
La piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura con Dios y con los hermanos. Mucho tiempo pensé que ser piadosa significaba rezar y rezar como las señoras que veía de niña en la Iglesia… pero como don del Espíritu significa ponerme en los zapatos del otro, sentir con él. ¿Y cómo sentir lo mismo que Dios? ¡pues buscando amarlo! ¿Y cómo lo amas más? amando en esas pequeñas cosas a los demás: diciendo una palabra de aliento, saliendo de mi comodidad para ayudar a otro, no queriendo tener siempre la razón. Así seremos de esas almas –como dicen por ahí– que no gritan, pero aman.
Don del temor de Dios:
Temor de Dios no es tenerle miedo porque es un Dios justiciero y castigador. Significa tener un espíritu maduro, consciente de la culpa y del peso de nuestro pecado, pero confiado en Su Misericordia. Es el temor de hijos, que proviene del amor. Como cuando éramos pequeños que no queríamos que nuestros papás se molestaran con nosotros, no por miedo, sino porque nos daba pena defraudarlos, hacerlos sufrir. El temor de Dios implica en nuestra vida darle lo que es debido a Dios, que Él ocupe el lugar de Dios en nuestra vida y no otro. Darle el peso a nuestras acciones sobre todo a las que nos hacen alejarnos de Él. Un medio muy concreto es acudir al sacramento de la confesión cuando sea necesario ¡así nos toque hacer una fila muy larga!.
Don de inteligencia:
Es una gracia que nos ayuda a comprender la Palabra de Dios y a profundizar las verdades que Él nos enseña. Cuantas veces nos pasa que nos quejamos o nos quedamos cómodamente pensando: el cura habla mal, es enredado y aburrido, no le entiendo nada; o yo no hablo de mi fe porque nunca sé que decir, tengo muchas dudas… ¡y hacemos tan poco para solucionarlo! Por experiencia propia les digo que la fe se fortalece cuando la entendemos, cuando profundizamos en ella y no nos quedamos conformes con lo que aprendimos cuando éramos chicos.
¡Para poder tener estos dones en nuestra vida, debemos pedirlos! Mañana que la Iglesia celebra la Fiesta de Pentecostés pidámosle al Espíritu Santo que derrame sobre nosotros sus dones y nos haga participes de su infinito amor.
La patrona de las cárceles, ¿sabes quién es?
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Los presos, los cautivos y la Virgen de la Merced
Son muchas las cárceles donde hoy se celebra la fiesta de su patrona: la Virgen de la Merced.
Muchos siglos de tradición corroboran la especial dedicación de los mercedarios y de la vocación de la Merced por los que sufren cautiverio, por los presos y por los esclavos. De ahí nace realmente esta devoción.
Santa María de la Merced es ciertamente una invocación antigua que expresa un aspecto esencial del misterio de María.
Evoca su presencia maternal y misericordiosa a favor de los “que se hallan en peligros y ansiedad, para que, rotas las cadenas de toda opresión, alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu”.
Es la patrona de los cautivos, no solo físicos, sino también cautivos espiritualmente y de todos aquellos que son los más marginados de la sociedad.
Merced, en la Edad Media es sinónimo de misericordia, piedad o compasión, ejercida para con aquellos que se hallan privados de libertad y en peligro de perder su fe cristiana.
“La misericordia mercedaria es efectiva y afectiva, no humilla a la persona humana, sino, por el contrario la redime y libera, la dignifica. De esta misericordia está necesitado el mundo actual”, explica la orden de los mercedarios.
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Liberadores
Hasta vísperas de la Revolución Francesa, los mercedarios llamados por la Virgen de la Merced redimieron unos 70.000 cautivos y profesaban un cuarto voto: «quedar en rehenes, si fuere preciso, en lugar de un cautivo, sobre todo si su fe peligraba».
En 1779 la Orden de la Merced realizaba la última redención de cautivos; la esclavitud quedaba oficialmente suprimida.
Tras la abolición oficial de la esclavitud en el siglo XVIII, se abre una nueva etapa para la orden de la Merced, de reflexión y búsqueda de una acción carismática y redentora que sintonice con sus orígenes.
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Ya no existen los cautivos por la fe, ni los esclavos, pero existen nuevas formas de cautividad: los refugiados, exiliados, inmigrantes o prisioneros son los preferidos de esta congregación. Su misión es defender la defensa de los derechos de todos aquellos que están faltos de libertad.
Syrian sad child in refugee camp © Thomas Koch / Shutterstock.com
Contra la opresión
El carisma y misión actual de los mercedarios se refiere a las nuevas formas de cautividad, que se dan allí donde hay una situación social en la que ocurren las siguientes condiciones:
1. es opresora y degradante de la persona humana;
2. nace de principios y sistemas opuestos al evangelio;
3. pone en peligro la fe de los cristianos; y
4. ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las personas que se encuentran dentro de ella.
Oración a la Virgen de la Merced para romper cadenas
Maby | Aleteia
«Que podamos vivir como Él, libremente, dedicados a aquello para lo que estamos hechos: amar»
Merced significa premio, beneficio, gracia, «misericordia». Los mercedarios le dieron este nombre a la Virgen María cuando san Pedro Nolasco fundó su orden religiosa, el 10 de agosto de 1218 en Barcelona.
En aquel momento había muchos cristianos cautivos de los musulmanes, algunos de ellos incluso en peligro de perder su fe, y estos religiosos se cambiaban por ellos para liberarlos.
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Este título de la Virgen ha permanecido hasta hoy, y son muchos los que confían en que ella los liberará de las cadenas que los esclavizan, ya sean físicas o espirituales. Aquí una oración para rezarle con fe:
Tú, María, Virgen de la Merced,
bondadosa Madre de Dios,
que amas la libertad de tus hijos,
y empatizas con el sufrimiento de los prisioneros,
escucha lo que te pido:
rompe las cadenas de nuestro pecado,
para que libres de ellas,
podamos unirnos totalmente a tu Hijo, Jesús,
vivir como Él, libremente,
dedicados a aquello para lo que estamos hechos: amar.
Amén.