Hoy nos unimos a la Congregación de la Misión para recordar a su fundador: San Vicente de Paúl. Hombre del encuentro con Dios y con sus hermanos, hombre de la disponibilidad a la acción del Espíritu Santo. El amigo de los pobres, el organizador de la caridad, el apóstol, el santo que entrega generosamente su vida para que el nombre de Cristo fuera anunciado hasta los confines de la tierra, convirtiéndose en modelo de vida sacerdotal y misionera.
Nació en el pueblecito de Pouy en Francia el 24 de abril de 1581, en el seno de una familia de humildes labriegos. Lo pusieron a estudiar con los franciscanos. Un agricultor, al ver sus buenas cualidades, lo tuvo como preceptor de sus hijos y lo mandó a estudiar a Zaragoza y a Toulousse. A los 19 años recibió el sacerdocio. Se estableció en París (1608) en busca de un beneficio, después de haber sido prisionero de los mahometanos por dos años, en Túnez.
Como cura en la Parroquia de Chatillon les Dombes realizó la idea de la misericordia fraternal dentro de la comunidad, en una forma completamente nueva. Con un sermón conmovió los corazones de su feligreses, de tal suerte que muchísimos se dedicaron al cuidado personal de los enfermos y a visitar a los pobres, compartiendo sus bienes con ellos, creado así dos cofradías eclesiásticas para hombres y mujeres: «Las Siervas de los Pobres» y «Los Ayudantes de los Pobres», que sirvieron como modelo para futuras asociaciones vicentinas e isabelinas.
Su celo apostólico lo lanza a todas partes. En 1625 fundó la «Congregación de los Sacerdotes de la Misión», para reformar el Clero, dirigir Seminarios y dar misiones. El centro es San Lázaro, por lo que en el futuro se llamarían «Lazaristas». Y también en 1633, con la ayuda de Santa Luisa de Marillac, fundó la “Congregación de Hijas de la Caridad”. Además, atiende y defiende a los condenados a las galeras. Consigue cambiar la legislación y un trato más humano para ellos. Además, sus cerca de dos mil cartas son una mina de informaciones sobre la vida religiosa de la primera mitad del gran siglo de Francia, el siglo XVII.
Durante sesenta años Francia se benefició de la caridad incansable de este hombre, proclamado por León XIII (1883) «Patrono de todas las obras de caridad extendidas por el mundo». Quebrantado de salud desde 1665, sufrió un ataque de parálisis, permaneciendo, sin embargo, lúcido hasta su muerte.
Sus Hijos e Hijas, y las Conferencias de San Vicente de Paúl, fundadas por Federico Ozanam, continúan su obra. Sus amigos recordarían sus últimas palabras: «Después de dar todo por nuestro Señor, ya no nos queda nada que regalar. Pondremos la llave bajo la puerta y calladamente nos iremos». Murió en París el 27 de septiembre a los 80 años de edad. Fue canonizado por Clemente XII en 1737. Su cuerpo, expuesto en una caja de plata en la Capilla de los Lazaristas, en París, es un recuerdo perenne de su rol en la historia de la cristiandad.
Hoy pidamos a nuestro Señor que por la intercesión de San Vicente de Paúl obtengamos un verdadero espíritu de caridad, animados del cual nos entreguemos sin reserva a la práctica de las obras de misericordia.
» No es suficiente que yo ame a Dios.
Es necesario hacer que mi prójimo lo ame también».
San Vicente de Paúl.