San Roberto Belarmino nació el 4 de Octubre de 1542 en Monteluciano, Italia
Se le nombró teólogo del Papa
Murió el 17 de diciembre de 1621
Conmemoracion: 17 de Septiembre
Hoy nos unimos a nuestros hermanos de la Orden de la Compañía de Jesús para recordar a un jesuita eximio, uno de los más grandes defensores de la Iglesia contra la Reforma protestante, hombre con gran sentido político y diplomático, gran escritor y teólogo, llamado el “martillo de los herejes”, Cardenal, Doctor de la Iglesia, de quien uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de sus libros: «Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay cómo responderle»: San Roberto Belarmino.
Nació el 4 de Octubre de 1542 en Monteluciano, Italia. Sobrino del Papa Marcelo II, se distinguió desde su niñez por su aplicación a los estudios, y por los asombrosos adelantos que en los mismos hacia. A los 18 años de su edad fue recibido en el noviciado de jesuitas. Tuvo que luchar toda la vida contra la mala salud.
En 1567 San Roberto Belarmino emprendió el estudio de la sagrada teología, y dos años después fue enviado a Lovaina por el general de la Orden: San Francisco de Borja. En aquella ciudad donde pasó alrededor de siete años, tomó parte en la controversia contra Bayo, y compuso su Gramática hebraica, entre otras. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día, a pesar de que predicaba en latín y era de tan corta estatura, que subía en un banquillo para sobresalir en el púlpito a fin de que el auditorio pudiese verle y oírle. Pero sus oyentes decían que su rostro brillaba de una manera extraordinaria y que sus palabras eran inspiradas.
Después de recibir la ordenación sacerdotal, en Gante, en 1570, ocupó una cátedra en la Universidad de Lovaina. Fue el primer jesuita a quien se confirió ese honor. Sus cursos sobre la «Summa» de Santo Tomás, en los que exponía brillantemente la doctrina del santo Doctor, le proporcionaban la ocasión de refutar las doctrinas de Bayo sobre la gracia, la libertad y la autoridad pontificia.
Una vez más su salud empezaba a flaquear así que los superiores le llamaron nuevamente a Italia en 1576. Allí dio sus célebres lecciones de polémica religiosa, que llegaron a formar su obra principal: «Discusiones sobre los puntos controvertidos», popularmente conocidos como «Las Controversias». Es la obra más completa para la defensa de la fe católica contra los ataques del protestantismo. San Roberto en estos libros explica la posición católica ante los errores de los protestantes. Estos por su parte habían sacado una serie de libros contra los católicos y San Roberto produjo las mejores respuestas. El éxito fue rotundo, teniendo 30 ediciones en 20 años. Los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para la sana enseñanza.
San Roberto Belarmino conocía tan a fondo la Biblia, los Santos Padres y los escritos de los herejes, que muchos de sus adversarios no podían creer que sus «Controversias» fuesen la obra de un solo escritor y sostenían que su nombre era el anagrama de un conjunto de sabios jesuitas.
Adquirió gran fama en Roma, mereciendo ser consultado en distintas ocasiones por los Cardenales y por el mismo Papa Sixto V, quien después de haberse servido de él en la edición de la Vulgata, en 1589 le envió a Francia para ayudar a su legado Cayetano, en la defensa de la Iglesia católica, contra los teólogos hugonotes.
Gregorio XIV lo llamó nuevamente a Roma, y Clemente VIII lo empleó en la corrección de la Vulgata. En 1592 fue nombrado Rector del colegio de jesuitas de Roma, y en 1595 provincial de la orden en el reino de Nápoles. Posteriormente se le nombró teólogo del Papa, y a pesar de no desearlo se vio precisado a aceptar ser cardenal, bajo la cual apareció siempre el humilde y obediente jesuita, que practicaba heroicamente la pobreza apostólica y la más santa abnegación. Como director espiritual de la casa, había estado en estrecho contacto con San Luis Gonzaga, a quien atendió en su lecho de muerte. El futuro cardenal profesaba tanto cariño al santo joven, que pidió se le enterrara a sus pies, «pues fue en una época mi hijo espiritual»
Tres años más tarde, volvió a Roma a trabajar como teólogo de Clemente VIII. Por expreso deseo del Pontífice escribió sus dos célebres catecismos para gente sencilla. Su famoso Catecismo Resumido se tradujo a 55 idiomas y ha tenido más de 300 ediciones, éxito superado solo por la Santa Biblia y La Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, el cual llegó a las manos de sacerdotes y catequistas de todo el mundo.
En 1602, se le nombró inesperadamente arzobispo de Capua. Aunque fue admirable en todo, tal vez donde más se distinguía era en el ejercicio de las funciones pastorales en su inmensa diócesis. Aquel hombre de estudios, que no tenía ninguna experiencia pastoral, se dedicó a evangelizar a su pueblo con el celo de un joven misionero. Predicaba continuamente, visitaba su diócesis, exhortaba al clero, instruía a los niños, socorría a los necesitados y se ganó el cariño de todos sus hijos. En 1605, a la muerte de Clemente VIII, faltó poco para ser elegido Papa. Detenido en Roma por el nuevo Pontífice Paulo V, obtuvo de este que se le admitiera la renuncia de su arzobispado. A partir de entonces, estando a cargo de la Biblioteca Vaticana y como miembro de casi todas las congregaciones, desempeñó un papel muy importante en todos los asuntos de la Santa Sede.
Agotado por tantas luchas, San Roberto obtuvo permiso de retirarse al noviciado de San Andrés en Roma para prepararse a morir. Pero aún en esos momentos siguió escribiendo hasta el fin, pero ya no obras de controversia; terminó un comentario de los Salmos y escribió cinco libros espirituales con sabor de autobiografía: Tratados sobre la ascensión a Dios, la felicidad de los santos, el Arte de Bien Morir.
Murió el 17 de diciembre de 1621, precisamente en esa fecha se celebraba la fiesta de los estigmas de San Francisco de Asís, que se había introducido a petición suya. El proceso de beatificación, que comenzó casi inmediatamente, se prolongó casi tres siglos porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.
Hoy demos gracias a nuestro Señor por San Roberto Belarmino, y pidámosle que por su intercesión obtengamos la gracia de amar el Evangelio con celo y dedicación y a difundirlo con mucho amor.
Compartamos un episodio de la vida de San Roberto Belarmino:
[…]Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la Sagrada Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso […]
[…]De las tres primeras palabras que Él habló, la primera fue para sus enemigos, la segunda para sus amigos, y la tercera para sus parientes. Ahora bien, la razón por la cual oró, entonces, es que la primera demanda de la caridad es socorrer a aquellos que están necesitados, y aquellos que estaban más necesitados de socorro espiritual eran sus enemigos […] Lo llama «Padre», no Dios o Señor, porque quiso que Él ejerciese la benignidad del Padre y no la severidad de un Juez […] «Perdona». Esta palabra contiene la petición principal que el Hijo de Dios, como abogado de sus enemigos, hace a su Padre […] (Sobre las siete palabras pronunciadas por Cristo en la Cruz – Capítulo I – Explicación literal de la primera Palabra: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”)
[…]Tu caridad sobrepasa nuestro entendimiento. Observo tu corazón en medio de tal tormenta de injurias y sufrimientos […] Pues ves que tus enemigos no están satisfechos con infligir heridas mortales sobre Tu cuerpo, sino que deben burlarse de tu paciencia, y aullar triunfalmente con el maltrato. Los miras, digo yo, no como un enemigo que mide a su adversario, sino como un Padre que trata a sus errantes hijos, como un doctor que escucha los desvaríos de un paciente que delira. Por lo que Tú no estás molesto con ellos, sino los compadeces, y los confías al cuidado de Tu Padre Todopoderoso, para que Él los cure y los haga enteros […] Este es el efecto de la verdadera caridad, estar en buenos términos con todos los hombres, considerando a ninguno como tu enemigo, y viviendo pacíficamente con aquellos que odian la paz […] (Capítulo II – El primer fruto que ha de ser cosechado de la consideración de la primera Palabra dicha por Cristo sobre la Cruz)
[…]Ahora, la razón por la que la vista de un enemigo hace que en algunas personas la sangre hierva en las mismas venas es esta: que son animales que no han aprendido a tener las mociones de la parte inferior del alma, común tanto a la raza humana como a la creación salvaje, bajo el dominio de la razón, mientras que los hombres espirituales no son sujetos a estos movimientos de la carne, pero saben como mantenerlos controlados, no se molestan con aquellos que los han injuriado, sino que, por el contrario, se compadecen, y al mostrarles actos de bondad se esfuerzan por llevarlos a la paz y unidad […] (Capítulo III – El segundo fruto que ha de ser cosechado de la consideración de la primera Palabra dicha por Cristo sobre la Cruz)
[…] Entonces, ¿por qué se mantuvo silente sobre este asunto durante tanto tiempo, y al momento de la muerte, pronunció su sufrimiento clamando, “?Tengo sed!”? Porque era la voluntad de Dios que todos nosotros sepamos que su Hijo único había sufrido esta agonía […] Esto es, todos los poros de mi cuerpo están cerrados, mis venas están resecas, mi paladar está reseco, mi garganta esta reseca, todos mis miembros están resecos. Si alguien desea aliviarme, déme algo de beber […] le dieron vinagre, una bebida de lo más desagradable para un hombre en agonía, para que la pasión de Cristo sea de comienzo a fin una autentica y real pasión que no admitía consolación
[…] (Capítulo VII – Explicación literal de la quinta Palabra:“Tengo sed”) Pero ¿no es acaso esta alegría transformada en tristeza, leche en hiel, y vino en vinagre, que los que por la fe y el bautismo han nacido en Cristo, y que por el sacramento de la reconciliación han resucitado de la muerte a la vida, si en poco tiempo vuelven a matar su alma al recaer en pecado mortal? […] (Capítulo VIII – El primer fruto que ha de ser cosechado de la consideración de la quinta Palabra dicha por Cristo sobre la Cruz)
“…He nacido como pobre gentilhombre, he vivido pobre religioso,quiero vivir y morir como pobre cardenal…”
San Roberto Belarmino
Jesús te ama