Conmemoracion: 09 de Junio

Hoy recordamos a un eximio poeta, asceta, orador, comentarista y defensor de la fe, de poco estudio formal, pero de un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras y de los misterios de la fe: San Efrén. Llamado “el Arpa del Espíritu Santo”. El único de los Padres sirios a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, tanto por la abundancia de sus escritos como por la autoridad de su doctrina. Según dicen las crónicas: “… era de corta estatura, medio calvo y lampiño, de piel apergaminada, seca y morena, vestía con andrajos remendados; lloraba mucho y jamás reía…”

San Efrén nació en Nísibe (actual Turquía) en el seno de una familia cristiana, en el año 306. Fue bautizado a los 18 años, y educado desde la infancia en la meditación de las Sagradas Escrituras. Fue encargado por el obispo Santiago de organizar la escuela de Nísibe, ciudad que había caído bajo el dominio de los persas.

Posteriormente se trasladó a Edesa, donde fue consejero del obispo Narsete y tomó parte en la fundación de la escuela denominada de los Persas, que tuvo una orientación teológica más bien antioquena. Aquí nació la literatura siríaca en su dialecto arameo. Quiso permanecer como diácono, haciendo vida eremítica en una gruta, y rechazó el episcopado al que San Basilio le invitaba, hasta simular que estaba loco para evitarlo.

San Efrén luchó con su voz y su pluma contra los herejes, sobre todo los gnósticos, cuyo género poético quiso imitar para oponerse a sus himnos imbuidos de herejía. Por esto se mereció el título Arpa del Espíritu Santo. Él por vez primera, en la Iglesia siríaca, creó coros de muchachas que encantaban a los fieles sentados en los umbrales de las iglesias; y con sus Cármenes métricos celebró las verdades de la fe no sólo de modo abstracto, sino con un estilo más bien semítico, inspirado únicamente en las Escrituras.

Sus obras pueden agruparse como obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los comentarios, están en verso. Estos comentarios comprenden todo el Antiguo Testamento y muchas partes del Nuevo. Sobre los Evangelios no utilizó más que la única versión que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatesarón.

Sozomeno, historiador de la Iglesia afirma que San Efrén escribió treinta millares de líneas. Sus poemas más interesantes son los «Himnos Nisibianos«, de los que se conservan 72, así como los cánticos para las estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias. En sus poemas sobresalen sus delicadísimos sentimientos hacia Jesucristo y su Santísima Madre. En los centenares de himnos que escribió para uso litúrgico y para uso popular, supo exponer de manera inimitable los principales misterios del Cristianismo: la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo, las prerrogativas de Santa María.

A San Efrén debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo populares y se extendieron prontamente por todas las iglesias, haciéndose famosos por todas partes.

San Efrén murió hacia el año 373. Benedicto XV lo declaró Doctor de la Iglesia el 5 de mayo de 1920.

Hoy pidamos a nuestro Señor que infunda en nuestros corazones el Espíritu Santo para que a ejemplo de San Efrén cantemos con alegría sus misterios en una vida de servicio.

Compartamos algo de la espiritualidad de San Efrén:

[…] No me embalsaméis con aromáticas especies, porque no son honras para mí. Tampoco uséis incienso ni perfumes; el honor no me corresponde a mí. Quemad el incienso ante el altar santo: A mí, dadme sólo el murmullo de las preces. Dad vuestro incienso a Dios, y a mí cantadme himnos. En vez de perfumes y de especias, dadme un recuerdo en vuestras oraciones… Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme. Dadme provisiones para mi larga jornada: vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios. Contad hasta completar los treinta días y entonces, hermanos haced recuerdo de mí, ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos […](Testamento de San Efrén)

[…]¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo! Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo. ¡Bendito sea el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto! ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación! ¡Oh, lugar santo! Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que tú viste. En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación […] El Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento […] (Sobre el aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena – San Efrén.)

[…] La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen completamente bella de la Madre bien amada. La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a las naciones, y en su casto regazo sostiene al que mantiene el universo. Ella es Virgen y es Madre, ¿qué no es? Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de espíritu, sincera de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal, posee todas las virtudes […] (Madre admirable, Himno a la Virgen María, San Efrén)

[…]Cristo no reveló el día de su venida, principalmente por esta razón: para que todos comprendieran que aquel a cuyo poder y dominio están sometidos los números y los tiempos no está sujeto al destino ni a la hora. Estad en vela, porque cuando el cuerpo duerme es nuestra naturaleza la que domina y obramos no guiados por nuestra voluntad, sino por los impulsos de nuestra naturaleza. Y cuando un pesado sopor, por ejemplo, la pusilanimidad o la tristeza, domina al alma, ésta es dominada por el enemigo y, bajo los efectos de ese sopor, hace lo que no quiere. Los impulsos dominan a su naturaleza y el enemigo al alma […] (Comentario sobre el Diatesarón- La segunda venida de Cristo, San Efrén)

La canción de cuna de María
Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras y lo adoraba diciéndole:

Maestro mío, dime que te abrace. Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tú eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tú me sostienes en pie.
Mi mente está turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.
Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el Admirable, como te llamó Isaías cuando profetizó sobre Ti.

He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado pequeño para Ti.

Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.

Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.

¡ Cuánto más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque has querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.

Oh gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti, Oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.

Mi Magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos (…).

Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho entre mis brazos, eres llevado por los querubines.

Los cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la tierra te aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las terrestres.

Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?

Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.

Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.

La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi seno. El querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del cual había sido expulsado.

Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mí el fruto de la vida; por ti recobrará la dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.

Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes de los cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.

Himno, 18, 1-23
San Efrén.

Jesús te ama