San Antonio de Padua, Doctor de la Iglesia
Nace en Lisboa en el año 1195
Su apostolado lo desarrolla en Italia en los mismos días que San Francisco de Asís
Conmemoracion: 13 de Junio
Hoy recordamos a un fraile franciscano, predicador insigne, eximio teólogo, poderoso en obras y en palabras: San Antonio de Padua. Doctor de la Iglesia cuya caridad ardiente y celo santo impregnaron su palabra y misión apostólica. Su cuerpo habitaba esta tierra pero su alma vivía en el cielo», según los biógrafos de ese tiempo.
Nace en Lisboa en el año 1195 en el seno de una familia noble y militar. Su apostolado lo desarrolla en Italia en los mismos días que San Francisco de Asís. De pequeño, lleva una niñez angelical. De joven, siente con toda fuerza el ímpetu de la pasión. Y porque quiere conservarse sin tacha, pide entrar en un monasterio donde su virtud esté a mejor resguardo.
Entró primero en la colegiata de los canónigos regulares de san Agustín, en Lisboa; luego, después de dos años, permaneció entre los agustinos de Coimbra por un período de nueve años. Todo va bien entre el estudio y la oración, cuando de camino hacia Marruecos visitan aquel convento los franciscanos que derramarán su sangre por Cristo. Al regresar las reliquias de aquellos confesores de la fe, pide y logra pasar a la Orden franciscana para poder ir a Marruecos y ser también mártir de Jesucristo.
Y sí, va a Marruecos. Pero apenas llega, una salud quebrantada del todo le obliga a reembarcar. Ya en el mar, una borrasca lanza la nave hacia Italia en vez de ir a Portugal. Antonio, al desembarcar, llega a tiempo para el famoso Capítulo General de las esteras, y de este modo puede conocer a Francisco de Asís. El recién llegado no llama la atención de nadie entre tantos frailes allí reunidos. Pero el mismo San Francisco lo pone en manos de un Provincial, que se lleva consigo semejante tesoro.
Posteriormente, los superiores destinan a Antonio a otro ministerio muy importante: Profesor de teología para formar predicadores aptos, tan necesarios ante la invasión de las sectas heréticas. Antonio está muy preparado, sobre todo en Sagrada Escritura, ya que todos sus estudios los ha orientado hacia la Biblia. San Francisco se entera de este destino, y le escribe la carta famosa: “A nuestro muy querido hermano Antonio, salud en Cristo. Quiero que enseñes la teología con tal que con este estudio no extingas el espíritu, tal como se dice en la regla”. La predicación de Antonio estará confirmada por Dios con milagros resonantes, que han hecho después, durante siglos, tan popular al santo franciscano.
Se posee de él una importante serie de sermones, l78 comentarios y explicaciones de los Salmos, Homilías sobre los Evangelios de los domingos, elogios de Santos, meditaciones sobre la vida y los misterios de la Virgen María, sin contar los sermonarios que la tradición le atribuye.
Una verdadera obra de teología mística basada en los textos de la Sagrada Escritura es “Concordancias morales de los Libros Sagrados”. Comprende cinco partes: la primera considera al hombre depravado por el pecado; la segunda muestra los caminos de la conversión; la tercera expone las luchas espirituales cuyo teatro es el alma; la cuarta traza la vías de la perfección por la práctica de las virtudes; la quinta estudia esos estados y el empleo de esos medios en las diversas condiciones humanas.
San Antonio de Padua muere el 13 de junio de 1231 en L´Arcella (Padua), a los 36 años, y canonizado en Pentecostés del año siguiente por Gregorio IX en la catedral de Spoleto. Declarado oficialmente por Pío XII con el apelativo de “Doctor Evangelicus” (1946). León XIII lo llamó «el santo de todo el mundo», porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes.
Hoy demos gracias a nuestro Señor por San Antonio de Padua y pidámosle que nos haga también sensibles para que actuemos con solicitud especialmente a favor de los más necesitamos de amor, pan y protección.
Compartamos algunos momentos en la vida de San Antonio de Padua:
[…]Un hereje no cree en la presencia de Jesús en la Eucaristía, y desafía a Antonio: -Por tres días dejo a mi mula sin comer. Después le presento la comida en un cesto y tú le pones delante la custodia. Si no quiere comer y adora, ¡yo creeré!… Mucha temeridad. Pero estaba en juego la salvación de las almas, y Antonio acepta. ¡La mula se arrodilló ante la Custodia y ni quiso mirar el pienso del amo! […]
[…]En la ciudad de Rímini no hay manera de que acuda la gente a escucharle, porque están todos infectados de la herejía. Antonio entonces se va a la playa, y que ni le hubiera arrebatado el alma al querido Padre San Francisco, se pone a predicar a los peces del mar:
[…]Hermanos míos, vosotros los peces del mar. Ya que los hombres no quieren escuchar la palabra de Dios, os la dirijo a vosotros. ¡Cuánto que os quiere Dios! En el diluvio perecieron todos los otros animales, menos vosotros […]
Sigue hablando, y peces y más peces que se acercan a escuchar. Levantan todos sus cabezas sacándolas del agua y mueven sus aletas gozosos […] Los presentes que ven el prodigio extienden la voz por toda la ciudad y la gente se agolpa pasmada en torno al singular predicador […]
Compartamos algo de los Sermones de San Antonio de Padua: […]La mujer fuerte, con el tiempo y el ojo penetrante de la razón, ve y comprende que es un buen negocio «vender todo lo que tiene y dar el importe a los pobres»; y entonces, despojada de todo, seguir a Cristo desnudo […](Domingo II de Cuaresma)
[…]Al imperio de las palabras: «Esto es mi cuerpo», el pan se transustancia en el cuerpo de Cristo, que confiere la unción de una doble riqueza a aquel que lo recibe dignamente: mitiga las tentaciones y suscita la devoción […] (La Cena del Señor)
[…]El diablo teme al hombre desnudo, o sea, al pobrecillo de Cristo, despojado de las cosas temporales; en cambio, cuando ve a un hombre vestido, o sea, codicioso y enfrascado en las cosas temporales, lo ataca, o sea, lo asalta con fuertes tentaciones y, en cuanto le sea posible, le inocula el veneno […] (Rogaciones o letanías)
Las diversas lenguas son los distintos testimonios, que podemos dar a Cristo, como la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia; y llegamos a hablar en estas «lenguas», o virtudes, cuando las mostramos a los demás en nuestra vida práctica. (Domingo de Pentecostés (I))
[…]Si tu prójimo está ciego por la soberbia, en cuanto depende de ti, procura iluminar sus ojos con el ejemplo de tu humildad; si anda cojo por la hipocresía, enderézalo con la acción de la verdad; si está leproso por la lujuria, límpialo con la palabra y el ejemplo de la castidad; si está sordo por la avaricia, muéstrale el ejemplo de la pobreza de Cristo; si murió por sus glotonerías y sus ebriedades, resucítalo con el ejemplo y la virtud de la abstinencia; y evangeliza a los pobres, enseñándoles la vida de Cristo[…] (Domingo II de Adviento)
[…]La máxima sabiduría de Cristo se reveló en la cruz, cuando con el anzuelo de la divinidad capturó al diablo, que quería arrojarse sobre el cebo de la humanidad […] (Cátedra de San Pedro)
[…]¡Oh! ¡Cuántos vivirían hoy de muy buena gana y por mucho tiempo en la pobreza más rigurosa, si supieran con absoluta certidumbre que después recibirían el reino de Francia o de España! En cambio, hoy no hay nadie que quiera vivir en la auténtica pobreza de Cristo, para que después pueda poseer el reino de los cielos […] (Felipe y Santiago)
[…]El que se reconoce pecador, se echa a las rodillas de Jesús. Y en este episodio debemos considerar dos cosas: el temor causado por los pecados, cuando dice «se echó»; y la esperanza en la misericordia del Redentor «a las rodillas de Jesús […] (Domingo V después de Pentecostés)
[…]Cristo quiso ser llamado «niño» por muchas razones; pero, por amor a la brevedad, voy a exponer una sola. Si haces una injuria a un niño, si lo provocas con un insulto, si lo golpeas; pero si después le muestras una flor o una rosa o algo semejante, y mientras se la muestras se la entregas, ya no se acuerda de la injuria sufrida, se le pasa la ira y corre a tu encuentro para abrazarte […] ( Natividad del Señor)
Jesús te ama